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martes, 30 de agosto de 2011

NUEVA ERA. CAPITULO 77: ACAMPADA



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NO DUDEIS EN DEJAR VUESTROS COMENTARIOS, PREGUNTAS, ETC, YO CONTESTARE A TODO GUSTOSAMENTE ^^




NUEVA ERA II. COMIENZO 2ª Parte (Continuacion de "NUEVA ERA II. COMIENZO 1ª Parte").

Para leer este fic, primero tienes que leer el anterior "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog, "Nueva Era I. Profecía" y "Nueva Era II. Comienzo 1ª Parte". Si no, no te enterarás de nada 😏











= PARTE DOS =
NUEVA ERA


= RENESMEE =


PREFACIO


Llegué a mi forito y abrí el maletero. Fui cogiendo las bolsas y las fui colocando en el interior del mismo, hasta que me giré hacia el carro una vez más y agarré la última. Entonces, cuando me estaba volviendo de nuevo, mis ojos se abrieron como platos.
Razvan estaba frente a mí, a unos metros, clavándome esa mirada carmesí, malvada. Decir que sentí escalofríos se quedaba corto, porque esa sensación era punzante, y había llevado tanto tiempo asaparecido. Razvan no había cambiado nada, seguía siendo ese ser maléfico de siempre, pero mis sensaciones hacia él se habían transformado un poco. Desde que me había encerrado durante un año, separándome de Jacob, mi repulsión hacia él se había vuelto infinita, y si antes ya me daba miedo, ahora le tenía pavor.

De repente, añadiéndose a ese miedo que ya invadía mi mente, algo más me dejó paralizada totalmente. Y era algo muy diferente. Muy, muy diferente.


ACAMPADA



Parece mentira, pero tres años pasan volando. Sobre todo cuando tu vida es más que maravillosa, cuando eres completamente feliz y te sientes totalmente completa, cuando ves que lo tienes todo, todo lo que deseas en este mundo, todo. Así me sentía yo.
Mi vida con Jacob era absolutamente perfecta, no encontraba otra palabra para definirla. Después de todos los obstáculos que habíamos tenido que saltar, después de aquel horrible año separados debido a mi largo encierro, después de aquella guerra con los Vulturis, por fin parecíamos poder vivir en paz, por fin podíamos disfrutar de lo nuestro sin que nada se interpusiese, por fin gozábamos de esa tranquilidad y normalidad que tanto habíamos echado de menos.
No habíamos vuelto a saber nada de Razvan, Nikoláy y Ruslán, ni de la sombra, ni siquiera sabíamos si los Vulturis habían dado con ellos. Nosotros no sabíamos dónde estaban, no podíamos ir a por ellos, y ellos tampoco habían aparecido por Forks o La Push, así que simplemente lo dejábamos pasar. Jacob se moría por vengarse, por supuesto, pero al final lo más importante para los dos era poder estar juntos sin que hubiera ningún peligro alrededor. Lo más importante era que estábamos juntos.
También desconocíamos el paradero de Vladimir y Stefan. Parecía mentira que me hubiesen caído tan bien cuando era pequeña, jamás me hubiera imaginado que iban a utilizar así a parte de mi familia, secuestrándola e hipnotizándola para conseguir sus objetivos. Sin embargo, pasaba lo mismo con ellos que con Razvan, Nikoláy y Ruslán. Lo más importante era que Jacob y yo estábamos juntos.
Desde aquella batalla con los Vulturis, venían a La Push más vampiros nómadas. Tendría que ser al revés, ya que la noticia de la victoria del Gran Lobo y del tratado con los de Volterra había corrido como la pólvora en ese mundo oculto, pero ahora venían muchos más vampiros nómadas. La diferencia con los años pasados era que la mayoría de los que venían últimamente gozaban de algún don, y todos querían medir sus fuerzas con Jacob. Era una soberana tontería, porque con aquella batalla contra los Vulturis había quedado claro que Jake era invencible, sin embargo, todavía quedaba algún iluso que se empeñaba en comprobarlo personalmente, aunque también los había que solamente querían pelear en un cuerpo a cuerpo con el resto de lobos gigantes, buscando emociones fuertes.
Teresa, Ezequiel y Mercedes seguían viviendo en una zona boscosa de las afueras de Forks, en una casa de dos plantas que no era mucho mayor que la nuestra, aunque tenía un dormitorio más. La relación de Mercedes y Embry iba viento en popa, así como la de Ryam y Helen, que ahora vivían juntos.
A las que veía mucho menos era a las gemelas. Jennifer y Alison vivían en Vancouver, ya que estaban estudiando en la universidad y residían en el Campus, así que solamente nos veíamos algún fin de semana o en fechas señaladas, como el Día de Acción de Gracias y Navidad.
Por eso hoy habíamos organizado esta salida. Alison y Jennifer habían venido este fin de semana, y a Brenda y a mí se nos ocurrió que podía ser divertido organizar una excursión por el Parque Nacional de Olympic con algunos de los chicos. Jake y yo no nos habíamos dado cuenta, pero al parecer, las gemelas se lo habían pasado muy bien en nuestra boda.
―Nessie, ¿ya estás? ―me preguntó Jake desde abajo.
―Sí, bajo ahora ―le contesté con otra voz.
Cogí la chaqueta, le eché un último vistazo a esa foto de nuestra boda que teníamos en la habitación, sonreí y salí por la puerta.
Cuando bajé las escaleras vi a mi chico esperándome en el vestíbulo. Después de ducharnos, habíamos desayunado con el albornoz puesto, así que no había visto su ropa hasta ahora. Llevaba unos vaqueros cortos de color claro, de esos cómodos y anchos, unas deportivas blancas y una camiseta azul oscuro que no era ceñida pero que, irremediablemente, a él le marcaba sus impresionantes músculos. Ya llevaba la mochila a la espalda y su preciosa boca sostenía una maravillosa sonrisa que me contagió al instante. Sonreí y, por fin, dejé el último escalón para llegar a él.
No pude evitarlo. Lo primero que hicieron mis brazos fue rodear su cuello para besarle, y Jake correspondió mi entusiasmo encantado, agarrándome por la cintura para arrimarme a su cálido cuerpo. No había dejado de besarle en toda la mañana, pero esto era una fuerza casi sobrenatural que me llevaba hacia él sin remedio. No importaba cuánto tiempo pasase, mis mariposas seguían igual de revolucionadas que siempre, como el primer día, y mi corazón ya estaba acostumbrado a latir con esa velocidad, acompasando al suyo, que también se aceleraba cada vez que me besaba. Mi mano se aferró a su corto pelo azabache y nuestros labios ya empezaron a moverse con más efusividad.
No sé cómo lo hice, pero conseguí terminar ese efusivo beso. Los dos tomamos aire para recuperarnos y me despegué un poco de él para poder hablar.
―Si seguimos, ya no podremos parar ―musité, cogiendo aire de nuevo para que mi organismo volviese a la normalidad.
―Has empezado tú ―sonrió con esa sonrisa torcida que me volvía loca.
―Es que estás muy guapo ―confesé, uniéndome a su sonrisa.
―Tú sí que estás preciosa ―murmuró, mirándome anonadado.
―Pero si solo llevo unos vaqueros cortos y una camiseta ―me reí.
―Bueno, lo mismo que yo ―sonrió él.
Le sonreí yo también y nos dimos un beso corto.
―Vamos, o llegaremos tarde ―le azucé, separándome de él para abrir la puerta.
―Pero si has sido tú ―me recordó con una risa, acompañándome.
Jake cerró la puerta a sus espaldas y me cogió de la mano para encaminarnos hacia el Golf, el cual ya había dejado fuera. Nos subimos al coche, Jacob tiró la mochila en el asiento trasero, nos pusimos los cinturones y arrancó.
Iniciamos la marcha por el sendero que llevaba a la carretera que unía La Push con Forks, pero Jacob se detuvo un rato, dejando el motor a ralentí, delante de la casa de Billy, que se encontraba en el porche junto al Viejo Quil. Se inclinó un poco sobre mí para que le escuchasen mejor, pasando el brazo por detrás de mi asiento, y bajó la ventanilla.
―¿Qué hacéis ahí? ―les dijo, sonriéndoles―. ¿No vais a pescar o algo? Dentro de poco ya será septiembre, tendríais que aprovechar.
―Los osos se han llevado casi todos los salmones ―se quejó Billy, resoplando.
―Eso es porque son más listos que vosotros ―se mofó Jake.
―No se puede intervenir en el curso de la naturaleza ―afirmó el Viejo Quil―. Los salmones no han nacido para ser pescados por el hombre, sino para alimentar a los osos.
Los tres quileute se rieron.
―¿Dónde vais vosotros? ―nos preguntó mi suegro.
―Nos vamos de acampada al Parque Nacional de Olympic con algunos de los chicos ―le revelé.
―De acampada, ¿eh? ¿Y la tribu? ―quiso saber el Viejo Quil, frunciendo el ceño.
―Tranquilo, está todo controlado ―resopló Jake―. Sam se encargará de todo estos días, y yo me pondré en contacto con él continuamente. Además, volveremos mañana. Déjame respirar, ¿quieres?
―Quién fuera joven de nuevo ―suspiró Billy, alzando la vista al cielo para recordar días mejores.
―Bueno, nosotros nos piramos ya, que si no llegamos tarde ―les dijo mi chico.
―Claro, claro, pasadlo bien ―nos animó Billy.
―Dices que volverás mañana, ¿no? ―repitió el Viejo Quil.
―Adiós ―masculló Jake, girando la manivela para subir la ventanilla.
Se incorporó para sentarse bien en su asiento e iniciamos la marcha otra vez al tiempo que yo les sonreía y les decía adiós con la mano.
Salimos a la carretera asfaltada y el coche comenzó a encaminarse hacia Forks. No hacía sol, unas nubes algodonosas cubrían el cielo, pero hacía calor y el día seguía siendo claro, luminoso. Bajé mi ventanilla de nuevo, quería sentir ese aire cálido dándome en la cara y agitando mi coleta hacia atrás. Esto no era como la Harley ni las motos o el lomo de mi lobo, desde luego, sin embargo, era muy agradable. Me asomé un poco, apoyando el codo en la ventana, y observé el hermoso paisaje que iba pasando a mi lado. Jake encendió el estéreo del coche para poner algo de música y también bajó su ventanilla.
―¿Con quién iban Jennifer y Alison? ―me preguntó sin dejar de mirar a la carretera.
―Con Seth y Brenda ―le desvelé, girando el rostro para verle―. ¿Quiénes vamos al final?
―Pues… ―entrecerró los ojos y frunció los labios, pensando―, aparte de Seth, Brenda, Ryam, Helen y las gemelas, van Leah y Simon, Embry y Mercedes, Jared y Kim, Canaan y Sarah, Aaron y Eve, Shubael, Isaac, Cheran y Collin.
―Guau. Cuántos somos ―murmuré, pestañeando.
―Un montón, como siempre ―rio él.
―No van a entrar las tiendas de campaña ―bromeé, soltando una risilla.
―Bueno, si no, tú y yo podemos acampar en otra parte, ya sabes ―afirmó, mirándome con una sonrisita pícara―. Así tendríamos más intimidad.
―Jake ―le regañé, riéndome, inclinándome sobre él para darle un manotazo en el brazo. Él se carcajeó―. Siempre pensando en lo mismo.
―Vamos, nena, no me digas que tú no ―y me dedicó otra mirada y otra media sonrisa pícara.
Pues sí, con un hombre como él era imposible no pensar en eso a menudo, bueno, más bien, siempre, pero no pensaba reconocérselo.
―Claro que no ―mentí, intentando disimular.
―Venga ya ―rio, echándome miradas fugaces mientras seguía conduciendo―. Ahora no vayas de puritana. Te gusta tanto como a mí. Solo hay que ver cuando hacemos el amor y te pones sobre mí, galopando como una leona salvaje. Uf, eso me vuelve loco, pequeña ―y me miró con otra sonrisita.
Para qué hablaría yo…
―Bueno, vale ―reconocí, algo ruborizada―. Tú también me vuelves loca, ¿contento?
Jake se carcajeó con satisfacción.
―Sí, ya lo sabía ―sonrió, volviendo la vista al frente.
―Eres un caso ―me reí, arrimándome a él para darle un beso en la mejilla y agarrarme de su brazo.
Apoyé la cabeza en su hombro y su sonrisa se amplió.
Seguimos el trayecto por esa carretera y llegamos a Forks. Atravesamos el pueblo y salimos a la autopista más adelante, escuchando música y charlando animadamente. El Golf voló unos cuantos kilómetros y, cuando nos dimos cuenta, tomamos la salida correspondiente.
La calzada asfaltada se terminó pronto y el camino comenzó a ser la típica senda de un bosque. Los árboles empezaron a acompañarnos con más asiduidad, hasta que el coche ya casi no podía avanzar más. Entonces fue cuando vimos los vehículos de los demás. Estaban aparcados sin orden alguno, más bien cada uno estacionó donde pudo. Y Jake hizo lo mismo.
El sitio era un lugar completamente apartado que no debía de conocer nadie que no fuera un lobo enorme que patrullase por estas tierras de vez en cuando, un lugar inexplorado, salvaje.
Todos nos esperaban de pie, junto a la vieja furgoneta de Aaron. Nos bajamos del Golf, Jake cogió la mochila del asiento trasero, se la cargó a la espalda y nos acercamos a ellos, cogidos de la mano.
―Qué pasa, tío ―le saludó Embry a Jake.
―Hola ―correspondió mi chico, saludando también al resto.
Los dos chocaron los puños a modo de saludo.
―Ya era hora ―protestó Ryam, que se encontraba apoyado en la furgoneta, con los brazos cruzados―. A ver si cambias de coche de una vez, llevamos aquí quince minutos.
Ryam y Helen iban de negro, como todos los días, aunque la única diferencia es que los pantalones que llevaban hoy eran unos vaqueros largos, eso sí, oscuros.
―Pues aguántate, idiota, no haber venido tan pronto ―resopló Jacob, mirándole con cara de malas pulgas―. Además, me encanta mi coche, ¿vale?
Suspiré. Helen y yo nos miramos y las dos pusimos los ojos en blanco. Jacob y Ryam seguían igual que hace tres años, no había cambiado nada.
―Hola ―sonreí yo, dirigiéndome a todos nuestros amigos, aunque me acerqué a Helen, Brenda y a las gemelas especialmente―. ¿Cómo estáis?
Jennifer, Alison y yo nos abrazamos y nos dimos un beso.
―Bien ―me contestó la última―. Bueno, a ti no te preguntamos, ya vemos que estás genial.
―Sí, se nota que te tratan bien ―siguió su hermana, señalando a Jake, el cual desplegó una de sus maravillosas sonrisas.
―¿Cómo os va? ―les preguntó él.
―La vida en el Campus es muy dura ―ironizó Jennifer.
―Ya, se os ve muy agobiadas ―dijo mi chico, siguiéndole la corriente.
El bosque se llenó de risitas.
―Pues aquí lo vais a pasar mejor, ya veréis ―afirmó Shubael, que ya estaba pegado a Alison.
Isaac le sonrió a Jennifer, intentando que le saliera una especie de mueca seductora.
Como siempre, estos dos intentando ligar. La verdad es que Isaac y Shubael no eran nada feos. A ver, desde luego no eran tan guapos como Jake, por lo menos para mí, pero no estaban nada mal. Isaac, como la mayoría de los lobos, tenía su pelo moreno corto y sus ojos de color marrón oscuro. Sus facciones eran angulosas y su barbilla afilada, confiriéndole a su cara una forma triangular que marcaba sus pómulos, pero su rostro era muy varonil y tenía esa belleza típica de los metamorfos. El semblante de Shubael tenía una forma más rectangular, y estaba bien enmarcado por un cabello un poco más largo del que siempre se escapaban dos mechones para caer sobre su frente, mechones que no llegaban a taparle los ojos pero que siempre enviaba hacia arriba con un resoplido. Conclusión, que no ligaban nada por culpa de esa bocaza que tenían. Cuando había chicas solteras y libres, deberían de desplegarse unos carteles luminosos sobre las cabezas de Shubael e Isaac que advirtieran del peligro que corrían ellas. Aunque, bueno, las gemelas no parecían muy disgustadas con ellos, la verdad. Parecían bastante halagadas, más bien, repasaban a los dos altos y fuertes quileute, eso sí con timidez.
―Bueno, ahora que estamos todos ya podemos ponernos en marcha, ¿no? ―propuso Cheran, sujetándose las tiras de su mochila al tiempo que se balanceaba de atrás hacia delante.
―Sí, buena idea ―aprobó Jared, que sostenía la mano de su tímida Kim―. Cuanto antes empecemos, antes llegaremos al lago.
―Pues venga, vamos ―apremió Jake, tirando de mí para iniciar la marcha.
Comenzamos a caminar y los demás hicieron lo mismo, dejando los vehículos a nuestras espaldas.
―¿Dónde queda ese lago? ―quiso saber Brenda, que andaba justo detrás de nosotros, al lado de Seth―. ¿Está muy lejos?
―No te voy a engañar ―le respondió Jake sin girarse, ya que tenía que esquivar las ramas que se presentaban a nuestro paso―. Queda al este, a bastantes kilómetros. Vas a tener que patear bastante.
―Pero no te preocupes, pararemos a descansar de vez en cuando, y a comer, y yo te llevaré en brazos si te cansas ―arregló enseguida Seth.
Por el rabillo del ojo vi cómo Brenda le sonreía y le daba un beso corto en los labios.
―Si te cansas, yo también puedo llevarte en brazos ―escuché que le decía Isaac a Jennifer, y por el tono de voz, supe que sonreía con esa pretendida seducción.
―Ah, gracias ―le contestó ella algo sorprendida y cohibida a la vez―. Pero creo que podré llegar yo sola.
A Jake se le escapó una risilla maléfica.
El bosque nos acogía con una brisa cálida que mecía las hojas con suavidad, aunque las ramas bajas de los árboles y ese terreno lleno de montículos, helechos y espesa hierba querían ponernos las cosas difíciles. Las diferentes aves que habitaban el boscaje se hacían de notar con sus cantos y graznidos, otras con sus cortos vuelos de árbol en árbol, y las ardillas correteaban por las cortezas de los troncos con esos saltitos graciosos y ágiles. Algunas de las bajas rocas que teníamos que atravesar estaban llenas de musgo, tal era el espesor de las copas arbóreas que nos cubrían, y se resbalaba bastante, así que más de una chica aprovechó para arrimarse más a su pareja, simulando torpeza, yo incluida, y ellos nos asistían para caminar mejor encantados de la vida, creyendo que nos ayudaban.
Después de caminar un par de horas, salimos a un claro desde el que ya se divisaban las montañas de Olympic. Aunque era finales de agosto, la parte superior de sus cimas ya tenían algo de nieve. Un estrecho sendero ya se abría paso entre la alta hierba y el camino se hizo más llevadero y dócil, señal de que este era paso habitual de excursionistas.
El calor ya llevaba un buen rato notándose, así como el cansancio en la mayoría de las féminas, y decidimos que era hora de parar a descansar y almorzar algo. Leah y yo estábamos como rosas, aunque sí que teníamos hambre.
Sacamos las toallas de las mochilas y las extendimos sobre esa pradera bien poblada, las unas junto a las otras. Nos sentamos y nos pusimos a comer los bocadillos que habíamos preparado. Por supuesto los lobos se habían traído media despensa. Yo me repantigué junto a Jacob, bien pegadita a él.
―¿Qué tal va el tema de tu taller? ―le preguntó Canaan a Jake, dándole un buen bocado a su bocadillo.
Mi chico masticó lo que tenía en la boca y lo tragó.
―He encontrado un local que no es muy caro ―le reveló―. ¿Recuerdas la antigua ferretería?
―Sí, ¿la del Viejo Uley?
―Sí ―ratificó Jacob. Le arreó un mordisco a su bocadillo, lo tragó casi sin masticar y siguió hablando―. Desde que el Viejo Uley la palmó, su familia no sabía qué hacer con el local, así que después de todos estos años, lo venden.
―Es bastante grande, ¿no? ―dijo Leah.
―Es genial ―sonrió Jake―. Y lo mejor de todo: barato. Con mis ahorros me llega de sobra para comprarlo y arreglarlo.
―Entonces, ¿lo vas a comprar? ―inquirió Seth, cogiendo otro bocadillo de su mochila.
―Ajá ―y Jake se metió otro trozo en la boca.
―Qué guay ―rio Aaron―. Ya tenemos un garaje en La Push.
―Bueno, bueno, todavía tengo que montarlo todo y eso ―le sosegó mi chico, abriendo nuestra mochila para hacerse con otro bocadillo―. Tardaré unos meses en conseguirlo todo.
―El señor Farrow también le va a vender algo de maquinaria a un precio muy módico ―añadí yo, orgullosa por mi marido―. Será de segunda mano, pero todo funciona muy bien, ¿verdad, Jake?
―Sí. Mi jefe siempre ha cuidado muy bien las cosas.
―Desde luego, el señor Farrow te aprecia bastante ―opinó Sarah, sonriendo―. Siempre has sido su ojito derecho, ¿no es cierto?
―Bueno, no tiene hijos. Supongo que me ve como algo parecido, no sé. Es muy estricto y refunfuñón, pero es un buen tipo ―afirmó Jake, hablando con cariño.
―¿Y tú? ¿Qué tal tus estudios, doctora Black? ―me preguntó Eve, dándome un pequeño codazo en el costado a la vez que me guiñaba el ojo.
―Todavía queda para eso de doctora ―sonreí―. Carlisle es un profesor bastante exigente.
―Como dijo Emmett, es un hueso ―se rio Jake, acordándose de aquello.
―¿Tan duro es? ―rio Mercedes también.
―Sí, lo es ―suspiré, sosteniendo mi sonrisa―. Pero sé que lo hace porque quiere lo mejor para mí. Y eso que estoy estudiando medicina general, que si estuviese estudiando para cirujano o algo así… ―reí.
―Es normal ―declaró Brenda―. Todos los padres, abuelos, etcétera quieren lo mejor para nosotros.
―Oye, ¿qué os parece si luego echamos un partidito? ―propuso Collin.
―¿Has traído un balón? ―preguntó Cheran.
El primero lo sacó de su mochila y alzó su balón de rugby, exultante.
―Claro, tío, cuenta conmigo ―sonrió Jared, ya comiéndose lo que le quedaba de bocadillo a toda prisa.
―Conmigo también ―se apuntó Embry, haciendo lo mismo.
―Puaj, yo paso ―dijo Seth, estirándose―. Prefiero echarme una siestecita aquí ―y dejó caer su espalda sobre la toalla para tumbarse.
―Yo creo que también paso ―dijo Simon, sonriendo―. No tengo ganas de que me machaquen ningún hueso.
―Pues yo sí voy ―aceptó Jake. Luego, giró el rostro hacia mí―. No te importa, ¿no?
―Claro que no, no seas tonto ―reí, llevando la mano a su mejilla para voltearle la cara de nuevo, en broma.
―Pues, hala, vamos ―apremió Collin, poniéndose en pie.
―Vengo enseguida ―aseguró mi chico, dándome un beso corto en los labios antes de levantarse―. En cuanto termine con estos en un santiamén.
―Ja, ni lo sueñes ―le contradijo Embry, pegando un brinco desde su toalla para colocarse a su lado.
―Venga, venga ―azuzó Cheran, empujando a ambos.
Se me escapó una risilla y me quedé observando cómo los chicos se iban levantando poco a poco y cómo se organizaban para jugar.
―¿Seguro que no quieres ir? ―le preguntó Leah a su prometido.
―No, paso ―ratificó él, riéndose―. Prefiero quedarme entero.
Nos reímos y volvimos la vista a ese partido que no tardó en comenzar.

sábado, 27 de agosto de 2011

NUEVA ERA. CAPITULO 76: MIRA TÚ LO QUE DESCUBRE UNO




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NUEVA ERA II. COMIENZO 1ª Parte (Continuacion de "NUEVA ERA. PROFECÍA")
Para leer este fic, primero tienes que leer "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog, y "Nueva Era I. Profecía". Si no, no te enterarás de nada 😉

CAPITULOS:

PARTE UNO: COMIENZO:

RENESMEE:


JACOB:

57. ESTO ES EL HOTEL DE LOS HORRORES: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-57-esto-es-el-hotel.html
58. NO TE IMAGINAS LO DESESPERANTE QUE ES LA ESPERA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-58-no-te-imaginas-lo.html
59. SÍ, VALE, NO SÉ DE QUÉ ME ASUSTO YA, PERO ES QUE ESTO ES DEMASIADO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-59-si-vale-no-se-de.html
60. ESTÁ MÁS QUE CANTADO LO QUE VA A PASAR AQUÍ: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-60-esta-mas-que.html
61. ¡NO, MALDITA SEA! ¡NESSIE, NO VAYAS!: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-61-no-maldita-sea.html
62. HONOR (PARÉNTESIS RENESMEE): http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-62-honor-parentesis.html
63. CUANDO CREÍAS QUE YA NO IBA A PASAR NADA PERO, VA Y SUCEDE: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-63-cuando-creias-que.html
64. ¡JA! ¡CHUPAOS ESA!: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-64-ja-chupaos-esa.html
65. ¡ASÍ QUE ESTO ES LO QUE QUERÍAS, ARO!: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-65-asi-que-esto-es.html
66. SI TENGO QUE ELEGIR UN ÚLTIMO DESEO, LO TENGO MUY CLARO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-66-si-tengo-que.html
67. TIC, TAC, TIC, TAC. EL MOMENTO DE LA BATALLA FINAL SE ACERCA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-67-tic-tac-tic-tac.html
68. COMO SIEMPRE, TODO EL PESO RECAE SOBRE MIS HOMBROS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-68-como-siempre-todo.html
69. ¡¿QUÉ?! ¡ESTO ES IMPOSIBLE, IMPOSIBLE!: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-69-que-esto-es.html
70. CUANDO UNO NO TIENE CONFIANZA EN SÍ MISMO, PASA LO QUE PASA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-70-cuando-uno-no.html
71. SI ANTES ERA UN ÁNGEL, AHORA NI TE CUENTO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-71-si-antes-era-un.html
72. ESTO DE SER EL GRAN LOBO ES LA CAÑA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-72-esto-de-ser-el.html
73. ¡¿PERO QUÉ ME ESTABAN DICIENDO?! ¡¿SE HABÍAN VUELTO LOCOS O QUÉ?!: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-73-pero-que-me.html
74. ¡ARG, MENUDO ASCO! ¡NO ME GUSTA, NO ME GUSTA!: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-74-arg-menudo-asco.html
75. NO HAY NADA COMO ESTAR EN CASA CON TU CHICA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-75-no-hay-nada-como.html


MIRA TÚ LO QUE
DESCUBRE UNO


Mi estupenda Harley rugía con ganas por la carretera y mi preciosa chica iba pegada a mi espalda, rodeándome con sus brazos. ¿Qué más se podía pedir?
El viento azotaba nuestras caras y las ondas de Nessie volaban hacia atrás con brío. Este día de agosto el sol se ocultaba sobre unas finas nubes, pero hacía bastante calor, por eso se había puesto unos pantalones vaqueros cortos que dejaban al descubierto esos muslos tan sexys. Sí, era inevitable que les echase un vistazo desde los espejos retrovisores de vez en cuando. Sus brazos me apretaban con fuerza, pero yo quería que me apresaran más, así que le metí más caña a la moto. Ese rugido fue música para mis oídos, y, por supuesto, obtuve mi recompensa. Su pecho se apretó más contra mi espalda y mi sonrisa se amplió.
Desde que habíamos ido a Seattle la semana pasada, habíamos montado en la Harley todos los días. Bueno, vale, yo podía correr bastante más deprisa que esta moto, pero montar en una Harley Davidson siempre es más especial. 
Tomé el desvío que llevaba a la antigua casa de los Cullen y aminoré algo la marcha, aunque seguíamos yendo rápido, los árboles pasaban a nuestro lado con velocidad.
―Después podíamos ir a nuestro tronco, hace mucho que no vamos. ¿Qué te parece? ―propuso Nessie.
El plan me molaba. Sí, hacía la torta de tiempo que no íbamos allí. Recordaríamos viejos tiempos y eso.
―Me parece genial ―aprobé, girando el rostro levemente hacia ella para sonreírle.
Su sonrisa se alegró aún más y apoyó su mejilla en mi espalda.
Volví la vista al frente, no fuera a ser que nos estampásemos contra un árbol, y seguimos el trayecto de esa guisa.
No tardamos mucho más en llegar a nuestro destino.
Reduje la velocidad, provocando que el tubo de escape tronara de nuevo, y me detuve frente a la casa de los Cullen. Aparqué justo delante del porche, junto a los coches de Seth y Embry, y Nessie y yo nos bajamos de la Harley. Cogí a mi chica de la mano y le eché un último vistazo a mi máquina.
Edward y Bella ya nos esperaban en el porche cuando me volví al frente.
―Me alegro de que te gustase nuestro regalo de boda ―dijo Edward con una sonrisa.
―Es una pasada, tío ―admití al tiempo que subíamos los peldaños.
El labio de mi joven suegro se bajó de repente.
―Pero Renesmee no lleva el casco ―objetó, para variar.
Vaya, hombre.
―Papááá… ―le regañó la propia Nessie, que después le dio un beso en la mejilla―. ¿Cómo estáis? ―le preguntó a Bella, dándole otro beso.
―Bien ―contestó esta, acercándose a mí para darme otro beso en la mejilla, el cual correspondí.
―Cuánto beso ―irrumpió Emmett, que apareció por la puerta―. ¿Para mí no hay ninguno?
―Claro que sí, tío Em ―sonrió Nessie, que fue hasta él para dárselo, arrastrándome a mí.
―Yo paso ―declaré con sorna.
―Qué pena, el tuyo era el que más ilusión me hacía ―bromeó.
Nos fuimos para dentro y Bella cerró la puerta a sus espaldas.
Ese salón estaba a reventar de gente. A parte de los Cullen, estaban Ezequiel, Teresa, Mercedes, Embry, Ryam, Helen, Seth y Brenda. Guau, esto estaba a tope.
Ezequiel me hizo una especie de reverencia con la cabeza cuando me vio. En fin…
―¿Qué pasa aquí? ¿Es que se celebra algo? ―pregunté en broma.
―Es que tenemos buenas noticias ―me respondió Bella con alegría, juntando las manos a la altura de su barbilla.
―Muy buenas noticias ―repitió Louis, saliendo de la cocina junto a su mujer.
Anda, si también estaban Louis y Monique.
Sus alocados rizos se movieron con desparpajo cuando su dueño caminó hacia la mesa de cristal, donde le esperaba Carlisle.
―Bueno, ¿y qué es? ―azuzó Nessie, nerviosa.
―Tenemos el antídoto que curará a Ryam, Helen y Mercedes ―anunció Doc con una enorme sonrisa de satisfacción.
Los Cullen ya debían de saberlo, pero los demás nos quedamos cerca de un minuto en estado de sorpresa total. Hasta que reaccionamos.
―Eso es… ¡Eso es genial! ―exclamó Nessie, soltando mi mano para abrazar a Carlisle y Louis.
La estancia se llenó de risas, griterío y abrazos. Y de alguna que otra lágrima por parte de Helen y Mercedes, que se abrazaron con esperanzas, aunque la última pronto se fue para abrazar a su madre y besar a Embry.
―Nosotros ya lo sabíamos ―confesó Seth con su sonrisa desplegada.
―Queríamos estar aquí en este día tan especial ―siguió Brenda.
―¿Y dónde lo tenéis? ―inquirió mi chica, ansiosa―. ¿Cuándo van a…?
―Ahora mismo ―le cortó Doc, dándose la vuelta hacia un maletín que reposaba sobre la mesa―. Lo tengo aquí.
―De diez ratas con las que ensayamos, solamente se murieron cuatro, así que no tenéis que temer nada ―declaró Louis―. La efectividad es de un sesenta por ciento. Eso es mucho.
Las sonrisas de todos se borraron de sopetón.
―¿Mucho? ―dudó Helen, descorazonada.
―¿Sesenta por ciento? ―repitió Mercedes, todavía con los ojos abiertos de par en par.
De pronto, ese científico chiflado rompió a reír.
―No le hagáis caso, os está tomando el pelo ―aclaró Monique, manteniendo una sonrisa en la cara.
―Qué gracioso ―masculló Ryam, mirando a un lado.
―La efectividad es del cien por cien ―reveló Doc, que ya tenía tres tubos de ensayo cerrados en las manos―. Tomad ―y se acercó a los interesados para pasárselos.
El contenido era un líquido de color azul celeste.
―¿Los tenemos que beber? ―preguntó Ryam mientras cogía el suyo.
―Qué listo ―me burlé, usando cierta acidez en el tono.
No le dio tiempo a contestarme, solo a dedicarme un mohín.
―Eso es ―le ratificó Carlisle.
Los tres gigantes destaparon sus tubos.
―Qué nervios ―rio Nessie, apretando mi mano con alegría.
―Venga, venga, ¿a qué esperáis? ―apremió Alice, dando palmaditas nerviosas.
Esme y Teresa se agarraron de las manos, esperanzadas.
Ryam, Helen y Mercedes se miraron entre sí, y los tres alzaron los recipientes para beber su contenido a la vez, de un solo trago.
Embry miraba la escena muy atento, sin quitarle ojo a su novia. Se le veía bastante nervioso, la verdad, bueno, más bien dicho, cauto y expectante.
Pero no pasó nada.
―No noto nada ―manifestó Ryam.
―Un minuto ―solicitó Louis, alzando su dedo índice para que se esperasen un poco.
Entonces, los tres pares de iris fucsia de repente cambiaron de color, volviendo a sus tonalidades originales. Los ojos de Mercedes y Helen se tiñeron de color marrón y los de Ryam de un color grisáceo.
―Ryam, tus ojos… ―se percató Helen, alegre―. Vuelven a ser grises.
El idiota de Embry se quedó aún más anonadado cuando se fijó en Mercedes. Lo único que le faltaba era un hilillo de baba cayéndole de la comisura de la boca.
―Intentad transformaros ―les indicó Doc.
El primero en intentarlo fue Ryam, cómo no. Puso cara de estreñimiento y apretó los puños y los dientes. Nada, el Increíble Hulk no apareció por ninguna parte.
―No… puedo… creerlo ―murmuró, mirándose y palpándose con las manos, maravillado―. ¡No me transformo! ―rio después.
―¡Estamos curados! ―exclamó Helen acto seguido con unas risas cargadas de emoción.
―Guau ―murmuré, parpadeando para aclararme la vista.
Los dos se abrazaron y se besaron con entusiasmo, y Mercedes se lanzó a los brazos de Embry para hacer lo mismo.
Ejem. Bueno, quizá fuera mejor que nos pirásemos de allí para dejarles intimidad o algo.
―Es increíble ―le cuchicheó Ezequiel a Teresa al oído.
El que sí carraspeó fue Doc.
―Bueno, he de preveniros de que el antídoto no tendrá efecto del todo hasta dentro de dos o tres días, así que es posible que alguna vez, dentro de este periodo de tiempo, haya alguna transformación, por lo que tendréis que tener cuidado ―les advirtió.
Las dos parejas dejaron de besarse y Teresa aprovechó para abrazar a su hija.
―Muchas gracias, Carlisle ―dijo Helen, muy emocionada―. No sé cómo podremos agradecéroslo.
―Sí, ¿cómo podemos pagároslo? ―continuó Teresa, que se separó de Mercedes, aunque continuando con el brazo sobre su hombro.
―No hay nada que agradecer ―les contestó Doc con esa educación suya tan fina―. Solamente hemos cumplido con nuestro deber como médicos y científicos.
―El mejor regalo es que os hayáis curado todos ―siguió Esme, y sus hoyuelos aparecieron cuando sonrió.
―De todas formas nos gustaría agradecéroslo de alguna manera ―afirmó Ryam.
―Ya nos lo habéis agradecido al venir a esa guerra con nosotros, así que estamos en paz ―concluyó Carlisle.
―Esto hay que celebrarlo con una fiesta ―declaró Alice, pegando saltitos por todo el salón. Luego, se puso a hablar atropelladamente―. Adornaré la casa, traeremos invitados, sí, eso es, invitaremos a todos los quileute, a vuestros amigos del instituto, pondremos música, comida…
―Para, para, para ―le interrumpí, haciendo aspavientos con las manos―. ¿Es que vas a montar una discoteca? Además, no pueden venir todos mis lobos. Tengo que dejar patrullando a unos cuantos.
―Bueno, los que sean ―aceptó ella―. Tráeme una lista.
―¿Una lista? ¿Para qué? ―inquirí, bajando las cejas con extrañeza.
―Para calcular la comida que hay que traer.
―Sois demasiado glotones ―se burló Emmett.
―Ja, ja ―articulé con ironía.
―¡Es genial! ―exclamó Nessie, lanzándose hacia Helen para abrazarla―. ¡Por fin habéis vuelto a la normalidad!
Brenda corrió para juntarse a mi chica y las tres amigas se abrazaron.
―Supongo que tengo que darte la enhorabuena ―le dije a Ryam, acercándome a él.
―Supones bien ―contestó, mostrándome una mueca a modo de sonrisa―. Por fin Helen y yo hemos dejado de ser gigantes.
―Pues enhorabuena ―le felicité, mirando a un lado.
―Gracias ―respondió él, mirando al otro.
―Ahora solo queda por solucionar el tema de esos magos que se escaparon, ¿eh? ―declaró Seth, poniéndose a mi lado.
Mierda. Yo que no me estaba acordando de eso, y viene él para recordármelo.
Esos malditos magos…
―Así que Razvan, Nikoláy y Ruslán estaban vivos y escaparon ―se unió Ezequiel, usando un tono de resignación.
―¿Ya lo sabes? ―le pregunté.
―Carlisle me lo contó todo a su regreso.
―Pues sí, estaban vivos y escaparon. Y ese encapuchado de negro también huyó, además de ese par de rumanos ―añadió Embry, rechinando los dientes.
Los míos estaban a punto de resquebrajarse.
Nessie y sus amigas dejaron de hablar para poner atención a nuestra conversación.
―Todavía sigo en estado de shock ―continuó el mago, llevándose la mano a su pelo blanco―. Jamás me imaginé que podrían ser clones. Ni siquiera yo lo advertí en su momento.
―Nadie podía hacerlo ―le consoló Teresa, acercándose a él para cogerle de la mano―. Tampoco Jacob se dio cuenta de eso mientras luchabais en aquella iglesia.
―Parecían reales, incluso parecían tener alma y todo ―secundé, machacando mis muelas de nuevo al recordarlo.
―Nos engañaron a todos ―manifestó Nessie, arrimándose a mí para cogerme de la mano―. Creo que ni siquiera los invitados que había allí sabían que eran clones.
―Tú les conoces. ¿Sabes dónde podrían estar? ―quise saber, dirigiéndome a Ezequiel.
Me moría por vengarme…
―Desgraciadamente, no ―suspiró―. Si estuvieran solos, podría hacerme una idea, pero el hecho de que se unieran a Vladimir y Stefan cambia mi percepción totalmente.
―¿Qué quieres decir? ―inquirí con extrañeza.
―Nikoláy, Ruslán y Razvan querían el poder, por eso traicionaron a los mismísimos Vulturis ―empezó a explicar―. No creo que ahora se conformen con compartir un imperio, y mucho menos con alguien como Vladimir y Stefan, que no gozan de poder alguno.
―¿Quieres decir que también traicionarán a esos dos rumanos? ―pregunté.
―Estoy completamente seguro ―asintió sin titubear―. Además, ahora Vladimir y Stefan ni siquiera tienen ejército, no tienen nada que les interese aprovechar a Nikoláy, Ruslán y Razvan. Si habían hecho esa alianza con Vladimir y Stefan, solo fue porque les proporcionaban un ejército de vampiros venidos de todas partes, con ellos tenían más probabilidades de vencer a los Vulturis. Por supuesto contaban con los gigantes, pero sabían que Aro iba a armarse con otros magos y que disponían de su poderosa guardia, por eso os secuestraron a vosotros ―dijo, dirigiéndose a Edward.
―Nikoláy, Ruslán y Razvan siempre han utilizado a Vladimir y Stefan para llevar a cabo su propósito ―cayó Jasper.
―Exacto ―ratificó Ezequiel―. Pero seguramente también contaban con que Vladimir y Stefan morirían en la batalla.
―Con eso mataban dos pájaros de un tiro, claro ―seguí yo―. Se quitaban del medio a los Vulturis, pero también a esos dos rumanos.
―Vladimir y Stefan no son peligrosos ahora, pero podrían serlo en un futuro si se rearmasen de nuevo ―continuó Edward―. No hay que olvidar que hace unos siglos también tenían un imperio poderoso.
―Eso es ―confirmó el mago―. Sin embargo, los planes de Nikoláy, Ruslán y Razvan no salieron como ellos esperaban. Y ahora se desharán de Vladimir y Stefan en cuanto puedan, ya no les son útiles. Y ahora que estos últimos están desarmados, no les costará. Aunque ya no posean el medallón, siguen siendo poderosos.
―No contaban con nuestra aparición en esa guerra ―declaré.
―Debió de ser toda una sorpresa inesperada para ellos ―el mago sonrió con algo de malicia―. Ellos siguen en posesión del libro que contiene la profecía, así que ahora estarán estudiándola de nuevo.
―¿A qué te refieres? ―quiso saber Nessie, extrañada.
―La profecía habla de una guerra, pero ellos no creían que fuera esta. La guerra que ellos tenían prevista era entre los Vulturis y ellos. La guerra a la que se refiere la profecía era entre el Gran Lobo y los Vulturis, y, por supuesto, ellos no tenían previsto que vosotros aparecieseis por allí. Cuando os vieron, se dieron cuenta de que era la guerra de la que hablaba la profecía. Eso desbarató todos sus planes. Nikoláy, Ruslán y Razvan querían evitar que la profecía se cumpliera del todo, eliminando a los Vulturis. Creían que, haciendo esto, la profecía ya no se cumpliría.
―Pero aparecimos nosotros ―añadió Embry con una enorme sonrisa.
―Sí, y eso trastocó todos sus planes ―asintió Ezequiel―. Según me contaste, Carlisle, ellos huyeron al principio.
―Así es ―afirmó Doc.
―Sin embargo, después regresaron a la lucha ―siguió explicando Ezequiel―. Pero no lucharon con vosotros, sino que se enfrentaron a los Vulturis. Stefan y Vladimir solo querían venganza, puede que ni siquiera supieran nada de la profecía, pero Nikoláy, Ruslán y Razvan intentaban matar a los Vulturis para evitar que la profecía se cumpliera del todo.
―Ahora lo entiendo todo ―mascullé, apretando los dientes.
―¿Y qué decía toda la profecía? ―preguntó Nessie―. No pude terminar de leerla, y siempre me pregunté cómo seguía. Tú tienes que saberlo, ¿no? Fuiste tú el que la escribió en ese libro.
Ezequiel carraspeó.
La alianza entre hombres lobo y bebedores de sangre no gustará a todos ―empezó a citar―. He aquí que habrá bebedores de sangre que se opondrán a la nueva era, bebedores de sangre cuyos corazones no son puros, cuyas almas están manchadas y son oscuras, pues sus ansias de poder los dominan y corrompen. Esos bebedores de sangre están condenados. Una batalla será librada entre estos bebedores de sangre y el Gran Lobo por el poder, en la que el Rey de los Lobos saldrá victorioso. No obstante, el Gran Lobo es de corazón generoso, benevolente, noble, y los bebedores de sangre necesarios para mantener el equilibrio en el mundo oscuro. Yin y yang, ambos son necesarios. El equilibrio debe ser mantenido. El Rey de los Lobos mantendrá ese equilibrio, perdonando la vida de los bebedores de sangre, los cuales se arrepentirán de sus actos y aceptarán el reinado del Gran Lobo. Con ello llegará la paz y el reinado del Gran Lobo se extenderá incluso por tierras no exploradas.
»Nadie podrá usurparle ya el poder al Rey de los Lobos, porque él será el más poderoso, invencible, y su reino quedará afianzado con su prole, para siempre. Su estirpe, su prole, estará llena de príncipes. Príncipes de los Lobos, puesto que solo hay un Rey de los Lobos, solo habrá un Rey de los Lobos, un Gran Lobo, el definitivo Gran Lobo, el definitivo Rey de los Lobos, incluso si él decidiera fallecer. Porque su espíritu siempre estaría presente, su espíritu seguiría reinando junto a la mujer única, eternamente. Ninguno de esos príncipes igualará su poder del todo, sin embargo, ese del que gozarán será mucho más poderoso que cualquier otro poder. Sería suficiente para mantener el reinado del Gran Lobo y este seguiría reinando en espíritu. Él guiaría a su prole para que su reinado continuase.
Genial. Se hizo un silencio incómodo para mí, ya que todos me miraron con un respeto que no me gustaba nada. Maldita sea, ¿no podían mirarme como a una persona normal?
―Bueno, a mí todo eso me da igual ―hablé yo, algo molesto por esas miradas―. Lo único que me importa ahora es coger a esos desgraciados.
―Puede que algún día sepamos de ellos ―resopló Ezequiel.
―Pues estaremos esperando y preparados ―afirmé con una convicción rabiosa.
―Nosotros también ―se unió Emmett.
―De momento no podemos hacer nada más ―declaró Edward―. Tal vez Demetri de con ellos y los Vulturis se tomen su venganza particular.
―Ojalá tengamos esa suerte ―suspiró Seth.
No. Porque yo quería cargármelos personalmente…
―Cambiando de tema, ¿ya tienes trabajo, Jacob? ―me preguntó Edward.
Ya sabía que lo hacía para quitarme estas ideas de la cabeza.
Suspiré.
―Sí, he hablado con el señor Farrow y me ha dado el puesto que tenía.
―Vaya, debe de estar muy contento contigo, si te ha devuelto tu puesto de trabajo ―opinó Bella.
―El señor Farrow sabe que no hay nadie como él. Jake es el mejor mecánico del mundo ―afirmó Nessie, orgullosa.
―Tampoco te pases ―me reí.
―Pero sus ganancias subieron desde que tú trabajas allí ―siguió―. Por algo será.
―¿Y tú, Renesmee? ¿Ya sabes lo que vas a estudiar? ―quiso saber Bella.
―Sí, estudiaré medicina ―reveló, sonriéndole a Carlisle.
―Oh, es estupendo ―sonrió él con alegría.
―Me gustaría que fueses tú quien me diese las clases ―declaró mi chica, un tanto apurada por pedírselo―. Si me las dieses por Internet, no tendría que desplazarme a ninguna universidad y podría quedarme en La Push.
―¡Por supuesto que sí, cielo! ―exclamó Doc, contentísimo.
―Te advierto que es un profesor un poco duro ―bromeó Esme.
―Es un hueso ―se unió Emmett.
―No les hagas caso ―se defendió Carlisle.
El salón se llenó de risas y el ambiente siguió con esa alegría y celebración.
Sí, teníamos muchas cosas que celebrar. Todos estábamos bien, sanos y salvos. Y según la profecía, viviríamos en paz para siempre. ¿Qué más se podía pedir?



CONTINUARÁ*…
  



* Continuará en NUEVA ERA II. COMIENZO. 2ª Parte. Disponible gratuitamente en Bubok.es.
La Saga Despertar al completo está disponible en Bubok.es. (DESPERTAR - NUEVA ERA I. PROFECÍA – NUEVA ERA II. COMIENZO 1ª Parte – NUEVA ERA II. COMIENZO 2ª Parte).