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jueves, 20 de diciembre de 2018

SOL Y LUNA YA EN CAMINO


¿Cómo estáis, mis guerrer@s? Hoy vengo a anunciaros que SOL y LUNA🌛 ya está siendo editado y maquetado 😉 Eso quiere decir que será publicado muy pronto!! Así que permaneced atentos a la página 😉

Qué nervios!!! Estoy emocionada!!

Gracias por vuestra paciencia 🙏

lunes, 12 de noviembre de 2018

CANCIONES SOL Y LUNA :)


Unas canciones para que soñéis con ☀️SOL y LUNA🌙 ¿A quién corresponde cada canción? Aaaah, eso tendréis que decidirlo cuando hayáis leído el libro 😉

https://www.youtube.com/watch?v=0lkaUj01-3A


https://www.youtube.com/watch?v=L0_B7Jcilh0




¡SOL Y LUNA MUY PRONTO!


¡¡Buenos días, mis queridos guerrer@s!! 

Quería anunciaros que ya he terminado de escribir ☀️SOL y LUNA🌙 Ya lo estoy repasando, si todo va bien, mi editorial lo tendrá listo para enero. Lo sacaremos con otro sello editorial nuevo, Kamadeva, un sello que estará principalmente destinado al género romántico y sus subgéneros, donde encajaremos esta novela. Espero que todo nos vaya bien 👏 En fin, muchas gracias por vuestra paciencia y apoyo, ¡qué sería de mí sin vosotros! 💗 

¡Muchos besos y lametones lobunos para todos!


viernes, 26 de octubre de 2018

SOBREVUELA OESTE


Concluye tu misión de LOS CUATRO PUNTOS CARDINALES 🔥💧🍁🌀 sobrevolando en el OESTE 🌀: https://www.amazon.es/Oeste-Cuarta-Cuatro-Puntos-Cardinales-ebook/dp/B01MU30O2U/ref=pd_sim_351_3?_encoding=UTF8&pd_rd_i=B01MU30O2U&pd_rd_r=3e837cd8-d8fd-11e8-9a8a-8ffa2a3c2c04&pd_rd_w=yM4YA&pd_rd_wg=ZmpB3&pf_rd_i=desktop-dp-sims&pf_rd_m=A1AT7YVPFBWXBL&pf_rd_p=cc1fdbc2-a24a-4df6-8bce-e68491d548ae&pf_rd_r=11847RXTBPSX62TNF7RQ&pf_rd_s=desktop-dp-sims&pf_rd_t=40701&psc=1&refRID=11847RXTBPSX62TNF7RQ 

NATHAN.

«Me planté delante del árbol en el que había fijado mi objetivo y dejé que la sacerdotisa se bajara de mi espalda.

―Ay ―gimió al apoyar la pierna.
―Esperad, os ayudaré ―saltó el principito.

¿Otra vez? 

Me interpuse con un rápido giro y agarré a la sacerdotisa a tiempo, sujetándola por la cintura. De ese modo, y con sus manos aferradas a mis hombros, logré que se mantuviera en pie.

Ella me miró a los ojos.

―Gracias ―sonrió.

Carraspeé para evitar el hormigueo y observé el árbol.

―Tendré que subirte a esa rama ―le indiqué.
―Vale ―asintió.

Mi vista se desvió hacia el príncipe.

―Tendrás que buscarte otro árbol, majestad ―le solté, burlón.

De las pupilas de Oliver se dispararon dos rayos láser, pero me lo pasé por…

―De acuerdo ―aceptó el príncipe, suspirando.

Y, al fin, se hizo a un lado.

―Podéis subiros a esta rama, alteza ―escuché que le decía Oliver en tanto mi atención regresaba a la sacerdotisa.
―¿Lista?

Se arrimó más a mí, hasta que sus tersos pechos rozaron mi torso…

―Sí ―susurró muy cerca de mi boca, clavándome una penetrante mirada.

¡Uf! Esa fragancia, sus ojazos, sus labios, su cuerpo tembloroso, húmedo pero cálido…

Me obligué a espabilar y, antes de que la cosa fuera a peor, la alcé con seguridad y precisión. Ella me ayudó con un esforzado salto, haciendo que el impulso fuera perfecto. La senté en la rama y ella se aferró con firmeza.

―¿Bien? ―le pregunté.
―Sí, genial ―cabeceó, dedicándome otra sonrisa.

El resto del grupo se fue acomodando en los árboles colindantes, los cuales distaban sobre metro y medio entre sí, y yo me instalé en la misma rama que la sacerdotisa, apoyando la espalda en el tronco. 

Los árboles nos pedían silencio con el mecer de sus hojas, sin embargo, y aunque eran invisibles a la vista, las almas se manifestaban con el sonido constante de sus desgarradores y suplicantes lamentos. Éstos parecían sobrevolar sobre nuestras cabezas, zigzagueando entre las ramas como brisas etéreas y gélidas. Pero algo más captó mi atención. 

Me fijé en los árboles que habían ocupado mis colegas y reparé en la quietud de sus hojas. Se movían, sí, pero por el efecto del suave viento. Solamente las de nuestro árbol se balanceaban con ese brío, únicamente las nuestras se movían por un efecto sobrenatural. Me estremecí para mal cuando me di cuenta de que se debía a la presencia de la sacerdotisa. Entonces, me percaté de que, desde que habíamos cruzado la frontera, las hojas de los árboles se habían ido moviendo conforme ella pasaba. Era como si esas almas… la estuvieran siguiendo. También reposaban más cuervos en nuestro árbol.

―¿Puedo? ―la voz de la sacerdotisa cortó de cuajo mis inquietantes pensamientos. Cuando la observé, su dedo estaba señalándome. Fruncí el ceño sin comprender y ella se explicó, frotándose los brazos y bajando la mirada―. Tengo… tengo frío.

No sé por qué, pero le eché un vistazo maquiavélico al príncipe, que nos contemplaba desde su árbol.

―Claro ―respondí, devolviéndole la mirada a la sacerdotisa.

Juro que creí que solo iba a aproximarse un poco más a mí en busca de algo de calor humano. Sin embargo, en vez de eso, se pegó a mi pecho con un abrazo, acurrucándose con la línea de su boca curvada por el alivio y la satisfacción.

Ahora la voluptuosidad de sus senos se apechugaba contra mi torso y el aroma que emanaba de su cabello se apoderó de mis bronquios con ganas. Podía sentir los fuertes pálpitos de su corazón, así que seguro que ella notaba los míos, que eran más que tremendos. Seguro que también  podía notar la electricidad de mi abdomen. Me quedé tieso como un idiota, con los brazos colgando sin saber qué hacer. Tras un momento eterno, conseguí que me hicieran caso y los coloqué bordeando su cintura. Y adivina. Como por arte de magia, de repente se relajaron completamente. Sí, de pronto toda indecisión se disipó y me sentí cómodo. Otra vez esa familiaridad y confianza…

―Se está bien aquí ―murmuró al cabo de unos segundos.

Sí, se estaba bien así. Muy bien. Demasiado bien. No supe qué decir ante esa confesión a mí mismo, así que permanecí mudo.

―Cómo me duelen los pies ―se quejó, emitiendo un pequeño gemido―. Los tengo helados.
―Será… será mejor que te descalces. Te secarán y te evitarás problemas mayores.
―Después. Ahora estoy muy a gusto aquí ―retozó, estrujándose un poco más en mi pecho.

De nuevo, mi garganta se quedó sin voz, y, de nuevo, sentí el calor de la electricidad en mi abdomen.

Genial.

Un llanto femenino rozó mi oreja, dejando un rastro aterido y lúgubre, estremecedor. Me puso los pelos de punta.

―Puedo sentirlas ―susurró la sacerdotisa con un hilo de voz. Mi vista descendió hacia ella, todavía con el estómago encogido―. Las almas. Puedo sentirlas.
―¿Puedes… sentirlas?
―Me están llamando.

Joder, eso acojonaba aún más.

―¿Te llaman?

Parecía gilipollas de tanto repetir las cosas, pero era inc
apaz de decir nada más, la verdad.

La sacerdotisa izó su semblante, de modo que pude ver la certeza en sus ojos. 

―Puedo ayudarlas, lo sé. Me están pidiendo ayuda, eso tiene que ser por algo.

En mi mente se hizo un mutismo al no hallar respuestas válidas.

―Anda, duérmete ―murmuré.

Ella suspiró, aunque se echó sobre mi pecho de nuevo.

―No sé si podré dormir algo.
―In… inténtalo.

Apretó su abrazo, y volví a quedarme sin respiración».















martes, 23 de octubre de 2018

LUCHA EN EL ESTE


Sobrevive a LOS CUATRO PUNTOS CARDINALES 🔥💧🍁🌀 luchando en el ESTE 🍁 : https://www.amazon.es/Este-Tercera-Cuatro-Puntos-Cardinales-ebook/dp/B01N9JZE08/ref=pd_sim_351_2?_encoding=UTF8&pd_rd_i=B01N9JZE08&pd_rd_r=1c4cf3af-d69b-11e8-8cae-652d9da651ae&pd_rd_w=5FTr9&pd_rd_wg=aFr73&pf_rd_i=desktop-dp-sims&pf_rd_m=A1AT7YVPFBWXBL&pf_rd_p=cc1fdbc2-a24a-4df6-8bce-e68491d548ae&pf_rd_r=JMQCV92XV9CKA77947YE&pf_rd_s=desktop-dp-sims&pf_rd_t=40701&psc=1&refRID=JMQCV92XV9CKA77947YE

JULIAH.

«Daero caminó por ese pequeño salón, visiblemente inquieto, hasta que se detuvo ante mí.

―Sé lo que estáis haciendo.
―¿Qué? No os entiendo.
―Sé lo que hacéis con ese guerrero, lo que hay entre vos y él.

Mi cuerpo se petrificó al oír eso.

―No… no sé de qué me estáis hablando ―balbuceé con la mirada huidiza―. No tengo… nada que ver con ningún guerrero.

El príncipe se mostró más duro, y esta vez habló claro.

―Os he visto anoche con él, en las viejas cuadras.
―¿Qué? ―apenas pude pronunciarlo.

Fue aún más fulminante, me quedé paralizada. Daero… también lo sabía… Todo lo que había hablado anoche con Nathan, todo lo que habíamos decidido, se me vino encima como una catarata helada. Se cayó con estrépito, como un edificio demolido con explosiones. No podía ser… No podía ser que tuviéramos tan mala suerte. Si Daero contaba lo nuestro estábamos perdidos.

Pero la expresión del príncipe añadió algo más a ese impacto. Justo en el instante posterior, las imágenes de mi tórrido encuentro con Nathan destellaron como el rayo de una tormenta. No podía dejar de ver las veces en las que había susurrado su nombre con ardor, las veces que le había confesado que le amaba con el fervor encendido del placer… No quería ni imaginarme lo que todo eso podía estar suponiendo para Daero, el daño y la ofensa que podía estar provocándole.

Levanté la vista casi con urgencia.

―¿Hasta dónde… visteis? ―quise saber, sin apenas voz.
―Por Dios, Juliah, soy un hombre decente, no os he espiado, si es eso lo que queréis saber ―declaró, pasándose la mano por sus rizos con un disgusto todavía desasosegado―. Hace ya unos días que me percaté de vuestras ausencias en las cenas, y ayer decidí seguiros. Cuando ese guerrero comenzó a bajaros el vestido ya no me hizo falta ver más para comprender lo que iba a suceder, así que creí más conveniente que me fuera.
―Por favor, os lo suplico, no digáis nada ―imploré, angustiada.
―¿Cómo habéis podido? ―me reprochó, dolido―. Sois… amantes. Él es un guerrero y vos una sacerdotisa, es un deshonor para vos.
―No lo entendéis. Él me ama, y yo le amo. Nos amamos desde que éramos tan solo unos niños ―traté de explicarle.
―Ese guerrero no puede amaros, y vos a él tampoco, está prohibido ―Daero se giró con un ademán enojado, dando unos pasos que pretendían iniciar un paseíllo―. Y para colmo estáis prometida con Orfeo, vuestra infidelidad supone un delito muy grave.
―Vos también me pretendisteis, a pesar de que sigo prometida con Orfeo ―repliqué.

Sus pies se pararon en seco, virando hacia mí. Iba a responderme, pero su boca se quedó trabada ante esa verdad irrebatible.

Al ver su flaqueza, y ese viso bueno e indulgente en sus ojos, me dejé caer de rodillas ante él, quemando el último cartucho que me quedaba. No me importaba humillarme. Cualquier cosa con tal de proteger a Nathan. No me importaba lo que me hicieran a mí, pero a él…

―Os lo suplico, Daero, no le contéis nada de esto a nadie, por favor―rogué con voz queda―. Apelo a nuestra amistad, aunque después de esto ya no aceptéis la mía.
―Oh, por el amor de Dios, Juliah, poneos en pie ―me pidió, apurado, ayudándome a levantarme.
―Os lo suplico ―repetí a la vez que terminaba de enderezarme, implorándoselo con la mirada.

Daero me observó fijamente y, con un aire resignado, aunque disgustado, volvió a suspirar.

―Es él, ¿verdad? Ese hombre que robó vuestro corazón es ese guerrero, el Dragón ―adivinó.

Guardé un momento de mutismo, pero asentí, rendida.

―Sí ―admití finalmente.
―Dijísteis que destrozó vuestro corazón.
―No fue por su culpa. En ese momento yo estaba dolida y… Bueno, es un poco largo de explicar, os lo contaré todo más tarde, si queréis. Solo puedo decir que ahora él lo ha curado.

Otro silencio.

―Así que, eso significa que le habéis vuelto a entregar vuestro corazón.
―Él siempre lo ha tenido ―le recordé―. Mi corazón siempre ha sido suyo. Y lo será eternamente.
―Si no es con él, jamás será con nadie ―rememoró, asintiendo y soltando otra exhalación comprensiva―. No puedo competir con eso, no puedo competir con él».







lunes, 22 de octubre de 2018

ADÉNTRATE EN NORTE


Descubre el mundo oculto de LOS CUATRO PUNTOS CARDINALES 🔥💧🍁🌀 adentrándote en NORTE 🔥 : https://www.amazon.es/Saga-Cuatro-Puntos-Cardinales-Norte-ebook/dp/B01NBPCL89/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1486826978&sr=1-1&keywords=los+cuatro+puntos+cardinales

«Cuando me separé de James, mi prima estaba terminando de bajar las escaleras y se colocó junto a Liam. Nuestras miradas se cruzaron, y la suya, crítica, ya lo dijo todo. Resoplé por la nariz e intenté no prestarle atención.

―Estábamos hablando con James sobre su carrera de Derecho ―me desveló el tío Chad, sonriente―. Al parecer, va viento en popa.
―Sí, aunque estudio mucho para conseguirlo ―declaró James, manteniendo esa sonrisa educada.

Que me lo dijeran a mí…

―No le quites valor, chico ―rio mi tío, todo contento y satisfecho, dándole una palmada en la espalda a James que le llevó hacia delante y casi lo rompe, puesto que mi novio no era flaco, pero sí más bien delgado―. La universidad de Standford es una de las más importantes y prestigiosas del país, no debe ser nada fácil sacar un aprobado allí.
―No, la verdad que no lo es ―presumió mi novio finalmente―. Aunque yo me esfuerzo para sacar notables y sobresalientes.

El tío Chad soltó una de sus risotadas. Se notaba cuánto le gustaba James, aunque yo fruncí el ceño, no todo en la vida era prestigio, al menos para mí.

―Dime, James, ¿se te ha hecho muy pesado el vuelo desde California hasta aquí? ―preguntó la tía Audrey, que mantenía el paquete de unos pasteles en la mano, seguramente detalle de mi novio.
―Si le soy sincero, no ―sonrió él―. He venido en un avión privado.
―Claro, mujer, qué cosas tienes, ha venido en un avión privado ―repitió el tío Chad con una voz que intentó sonar como algo normalizado pero que salió terriblemente exagerada.

Puse los ojos en blanco.

―Bueno, ¿nos vamos? ―le propuse.
―Como quieras ―asintió. Después, se dirigió al resto―. Ha sido un placer conocerles, señor y señora Grey ―sonrió, dándoles la mano―. Y a vosotros también, Lucy y… Liam.

Este le estrechó la mano con otra sonrisa e intentó soltársela cuando el saludo pareció terminar, pero James tardó algo más en hacerlo. La sonrisa de Liam se borró de su cara al ver la repentina y extraña expresión de enfrascamiento en el semblante de James, y la mía también. ¿Qué estaba haciendo? Finalmente, mi novio pareció salir de su mundo, sonrió de nuevo y dejó la mano de Liam libre, aunque Lucy se cruzó de brazos y le miró de reojo, con mala cara.

Mejor que nos largásemos ya.

―Es una pena que Nathan ya hiciera planes y no esté aquí, si no, hubiéramos comido todos juntos, en familia ―declaró mi tío con esa boquita que mejor estaba cerrada.

¡No! ¡Bocazas!

El rostro de James se oscureció inopinadamente otra vez y se giró hacia mi tío.

―¿Nathan?
―Venga, vámonos ―le azucé, cogiendo su mano.

Pero él me la soltó con brusquedad. 

―¿Conoces a mi hermano? ―preguntó Liam, extrañado.
―No personalmente, pero Juliah me ha hablado de él en alguna ocasión. Creía que tal vez ya no vivía en este pueblo ―y su rostro se volvió hacia mí con un reproche claro.

Bajé la mirada al suelo.

―Oh, sí, claro que vive ―rio el tío Chad―. Es más, Liam y él viven aquí, en nuestra casa, ¿no te lo ha dicho Juliah?

Mis ojos se fueron hacia arriba con precipitación.

―Pues es que nunca había salido el tema, pero, en fin, ahora ya lo sabes, ¿verdad? ―le sonreí a James, tratando de quitarle importancia a esta tontería que en realidad no la tenía―. Ya podemos irnos ―y le cogí de la mano de nuevo.

Esta vez James no la soltó, sin embargo, la apretó de una forma extraña, tanto, que incluso me hizo un poco de daño. Me quedé a cuadros, porque él jamás había actuado así conmigo.

―Sí, será mejor que nos marchemos ―coincidió él, aunque manteniendo una sonrisa de forzada educación que no pegaba nada con el fuerte amarre que sostenía mi mano―. Tenemos una mesa reservada en un restaurante y no quiero que lleguemos tarde.
―Aún es muy temprano ―dijo Lucy, analizando su rostro.

Cuando pasó al mío, salté como un resorte.

―Bueno, vámonos ―concluí, tirando de él para dirigirnos a la puerta.
―Ha sido un placer conocerles ―repitió James.
―Igualmente ―sonrió la tía Audrey―. Espero que podamos comer todos juntos en alguna otra ocasión.
―Por supuesto, cuando gusten ―asintió mi novio.

Abrí la puerta y salí con prisas de allí, tirando de James.

―Adiós ―me despedí.
―No se la devolveré muy tarde ―añadió James.
―Me fío de ti, chico ―aceptó el tío Chad, sonriente».







NAVEGA POR SUR




NATHAN.

«―Tranquilízate ―me dijo el desgraciado de Orfeo, y encima, con esa altivez que me ponía del hígado.
―¡¿Que me tranquilice?! ―me indigné―. ¡Maldito hijo de perra! ¡El próximo en caer serás tú! 

Mis manos tensaron un poco más las cadenas y estas le apretaron el gaznate al viejo.

―Mi señor… ―le suplicó este con voz temblorosa.
―Ella aún puede curarse ―afirmó su rey, sin cambiar de actitud.
―Por supuesto que puede curarse, ya lo sé. Por eso quiero que le des de beber tu Agua de la Vida ―le exigí, hablando con un tono que se me escapó con extrema amenaza.

A July le serviría para curarse. A diferencia de Eudor, ella era pura por su condición de sacerdotisa, el veneno terminaría desapareciendo del todo gracias a su magia y al poder del agua. Con ambos elementos combinados tenía que funcionar.

―Eso tendremos que negociarlo.

¡¿Negociarlo?! ¡¿Cómo osaba?!

―Quiero que se la des, ¡AHORA! ―le grité.
―Suelta a mi consejero y hablaremos. De lo contrario, Juliah morirá.
―¡No te atrevas a darme órdenes! 

El muy cretino levantó el mentón todavía más, mirándome por encima del hombro. 

―¿Quieres que Juliah muera? ―amenazó.
―Falso de mierda, no dejarás que eso pase ―inferí, apretando los dientes. 
―Claro que lo haré.
―Sé que la necesitas para tus propósitos.
―Ponme a prueba ―dijo, y encima, presumiendo con una media sonrisa―. Si no accedes a lo que te pido, Juliah ya no me servirá para nada.

¡¿Sería desgraciado?!

Algo parecido a un abrasador rayo de fuego me atravesó entero, desintegrando los pocos resquicios de autocontrol que me quedaban. Con un inopinado arrebato, solté al viejo y me abalancé sobre Orfeo. Mientras el primero se caía de rodillas, tosía y se llevaba la mano a la garganta, estampé al segundo contra la pared rocosa con todas mis fuerzas, apretándole ese fino cuello con una sola mano.

Sí, me sobraba con una para rompérselo, de lo delgado y largo que era. 

―Maldito miserable ―mascullé, resollando sin parar―. Si no quieres morir, dale tu Agua de la Vida. ¡YA!
―Adelante, mátame ―otra repelente sonrisa curvó su labio algo más―. Nadie excepto yo conoce el paradero del agua. Si me matas, ella también morirá.

Mi pecho estaba a punto de estallar, de la bola rabiosa y colérica que se revolvía dentro de mí, quemándome, abrasándome. Pero no me quedaba más opción. Miré a July. Seguía tornándose en el suelo, temblando, con la mirada perdida en algún misterioso lugar. Un lugar que se adivinaba frío y sombrío, fantasmagórico, terrorífico.

―Aún estás a tiempo de salvarla ―declaró Orfeo sin un ápice de preocupación en su voz.

Mi vista regresó a él para insertarse en sus despreciables ojos con una inquina que además le amenazaba de muerte. Me quedé mirándole fijamente de ese modo, estudiando a la vez su expresión. Continuaba mostrando su arrogancia rastrera, sin embargo, parecía estar hablando en serio, aunque sabía de sobra que estaba manipulándome.

―Habla ―exigí finalmente.
―Se curará si accedes a mi trato ―aseguró ese zorro.
―¿Tu trato? ―pregunté con aires de sospecha.
―Suéltame y hablaremos como hombres civilizados ―me pidió, enorgulleciendo su barbilla un poco más.

¿Hombres civilizados? En estos momentos esa última palabra ni siquiera me sonaba, no iba conmigo. Pero, maldita sea, una vez más, no me quedaba opción. July era lo primero, y eso podía con toda la fuerza de mi orgullo, porque yo estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella, lo que fuera. Y ese miserable de Orfeo lo sabía, vaya si lo sabía. Machaqué las muelas con tanta ira, que hubo un momento en que creí que iban a quebrarse. Maldito arrogante de mierda.

―Nathan… ―susurró July de repente, con un frágil hilo de voz.

Fue suficiente para que toda mi atención se desviara hacia ella de una forma inmediata. Mi cerebro se vació totalmente cuando giré el rostro y la vi, hasta mi ira salió despedida, perdiéndose en algún rincón recóndito de mi subconsciente. 

―July ―murmuré nerviosamente, liberando a mi presa al instante para correr hacia ella.

Tiré el látigo de siete cadenas y estampé mis rodillas en el suelo, haciéndolas derrapar a su lado, pero ni noté el dolor de mis rótulas. Solamente podía verla a ella, a mi preciosa July. 

―July ―volví a murmurar, acariciando su hermoso rostro con mis ansiosas manos.

Sin embargo, ella continuaba en ese estado casi de coma, retorciéndose sobre la fría superficie para intentar agarrarse a los salientes, como si estuviera soñando que se caía de alguna parte y procurase sujetarse. Su preciosa mirada castaña ahora se había apagado, no tenía brillo ninguno, pero seguía perdida, mirando a un infinito confuso y convulso a la vez. Lo que fuera que la había atrapado estaba hundiéndola más en las tinieblas.

Mi July…

―Todavía puedes salvarla ―repitió ese hijo de mala madre, aunque no se percibía conato de preocupación en su timbre».


Músicas que inspiran este viaje ;) : Vendetta Beats: Ultra Instinct: https://www.youtube.com/watch?v=2hmipUz8GB0








miércoles, 3 de octubre de 2018

SEXY SUMMER


¡Amazon ha puesto su pequeño grano de arena y ha adelantado la publicación de Sexy Summer! Así que ya está disponible desde hoy 👏👏👏 A ver si tenemos suerte y recaudamos algo 💗

https://www.amazon.com.mx/Sexy-Summer-Abril-Mujica-ebook/dp/B07HVH939C/ref=sr_1_2?ie=UTF8&qid=1538417360&sr=8-2&keywords=sexy+summer



ANTOLOGÍA ROMÁNTICA BENÉFICA


Hola, mis guerreros!

Estoy muy emocionada! El día 2 de octubre sale una antología benéfica en la que hemos participado autoras de varios países de habla hispana. Los beneficios irán para niños con pocos recursos de Venezuela, para ayudar a su escolarización. Cada autora hemos escrito un relato independiente con mucho romance y erotismo, esperamos que os guste! 




domingo, 16 de septiembre de 2018

NOVEDADES SOL Y LUNA


Hola a todos.

¡Estoy a 4 capítulos de terminar mi nueva novela! Este año ha sido un conglomerado de meses con muchos cambios y giros en mi vida, muchos altibajos, subidas y bajadas de ánimo, y eso ha retrasado el libro. Pero, como el ave Fénix que soy, ya estoy aquí, ¡y pletórica! Pronto tendréis noticias 😏 Gracias a todos por vuestra paciencia 🙈 ¡Os quiero! ❤

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

«Sin apartar mis pupilas de las suyas, sin entender muy bien todavía por qué diablos lo hacía, comencé a quitarme la ropa. No sé qué tenía ese hombre, ese joven cuya seguridad e irrefutable autoridad le hacía hombre, tan hombre, pero me despojaba de todo raciocinio lógico. Era como ese influjo del que me había hablado mi padre cuando me contaba historias, ese influjo que tenía la luna sobre las mareas. Yo jamás había visto el océano, pero sin duda Jedram era la luna, y yo era el maleable mar».

☀️ SOL y LUNA 🌙


domingo, 19 de agosto de 2018

SEPHIS Y SOKA


SEPHIS Y SOKA. 

«Sephis no era feliz conmigo… Esta vez tuve que esforzarme al máximo para que mis lágrimas no se fugaran por mis mejillas. Pero, una vez más, Sephis estaba en lo cierto. Yo había estado prometida con él porque mis padres y los suyos así lo habían acordado, al igual que él. Y daba lo mismo que a mí me gustara Sephis o no, si me hubieran prometido con otro, lo habría aceptado.

Me tragué el lazo que oprimía mi garganta.

―Supongo… que tienes razón ―le otorgué, agachando la cabeza.

Los ojos de Sephis oscilaron hacia mí con algo de enfado.

―¿Es que no vas a reprocharme nada? ―resopló.
―No tengo nada que reprocharte.
―Estamos… Estábamos prometidos y besé a tu hermana. ¿No tienes nada que decirme? ―insistió.
―No ―le sonreí con indulgencia.

La boca de Sephis soltó una repentina risa amarga.

―Sí, definitivamente eres demasiado buena ―me miró con un sentimiento extraño. Parecía decepcionado, pero, aun así, me sonrió con dulzura―. Eres increíble, Soka. Tu prometido se besó con tu hermana y ni siquiera eso te impide ir a buscarla. Eres la persona más bondadosa que conozco.

Volví a sentirme muy halagada por su comentario, pero no se me escapó ese tinte crítico que se le fugó a él.

―¿Te sorprende que quiera a mi hermana? 
―No, por supuesto que no, es tu hermana, es normal que la quieras. Pero…
―No importa lo que pase entre nosotras, Nala es y siempre será mi hermana, sangre de mi sangre ―afirmé, cortando lo que fuera a decirme―. Y ahora está lejos, con el terrorífico Jedram. No quiero ni pensar lo que ese… monstruo degenerado puede estar haciéndole en estos momentos ―el nudo que atravesó mi laringe al pensarlo fue tan fuerte, que sentí que me la quebraba en dos.

Sephis se puso más serio.

―No te preocupes, la sacaré de allí ―aseguró, clavándome una mirada convencida.

Mi corazón sufrió un agudo pinchazo y sentí cómo se desangraba. Me había dicho que el beso no había sido por Nala, sin embargo, ¿podía ser que sí le gustara? ¿O que le empezara a gustar después de ese beso?

Intenté que eso no me afectara, como hacía siempre, pero esta última conversación con Sephis me había dejado muy desconcertada y confusa. Aun con todo, Nala seguía siendo mi prioridad absoluta.

―¿Lo harás? ―musité, casi suplicándoselo con la mirada.

Las pupilas de Sephis se fijaron a las mías con vehemencia y honorabilidad.

―Sí ―juró».

☀️SOL y LUNA🌙

PRÓXIMAMENTE...


jueves, 16 de agosto de 2018

JEDRAM Y NALA


JEDRAM y NALA.

«La vieja se internó por uno de los pasillos.

―¿Estás asustada? ―me preguntó.

Guardé silencio, pues no sabía qué responder a eso, y la anciana se giró para contemplarme, sin dejar de caminar. La comisura de su boca se elevó ligeramente al ver mi expresión indefinida y avergonzada, como si supiera más que yo, y acto seguido volvió a darse la vuelta, regalándome un pequeño respiro.

―El primer coito de una mujer siempre es temido, sobre todo si el casamiento es con un hombre al que no se conoce. Sí, la primera vez duele, pero luego te acostumbrarás ―afirmó―. Después, llegará un día en que ya no sientas temor ni dolor, puede que incluso te guste. Tarde o temprano, todas hemos de pasar por lo mismo.

―No es la noche de boda lo que más me preocupa ―solté, molesta.

¡Por supuesto que me preocupaba! Pero no por el hecho en sí. El cuerpo solo era eso: un cuerpo. Ya sabía que dolía, mi madre se había encargado de dejármelo claro muchas veces. Estaba preparada para una primera vez, más que preparada, incluso dispuesta. Lo que jamás me hubiera imaginado es que mi primer coito iba a ser con el terrible Jedram… Eso cambiaba las cosas. Ni en mis peores pesadillas. Era esa «primera vez» con alguien como él, pero también el tener que convivir con ese monstruo, tener que ser su esposa, tener que dormir con él, verme obligada a acceder a sus peticiones, tener que darle descendencia… Y ni siquiera sabía cómo era, cuál era su aspecto, si era mayor o un viejo…

Una sensación de asco me dominó de repente. Sí, esto era una pesadilla. ¿Cómo había llegado hasta aquí? Era incapaz de asimilarlo…

La anciana se detuvo para observarme.

―¿No temes tu noche de boda?

Alcé el mentón, intentando transmitirme a mí misma esa fuerza.

―Jedram puede hacerme su esposa, puede tomar mi cuerpo, pero yo jamás seré suya. El cuerpo es carne y hueso. El alma fluye libre.

La tal Mommy mantuvo la mirada en mí un instante y sonrió con la boca cerrada.

―Eres valiente ―me alabó.

No, era tonta, que no es lo mismo.

Mommy reanudó sus pasos. La imité.

―¿Cómo es él? ―quise saber.

Necesitaba estar preparada antes de enfrentarme a ese encuentro con Jedram. La anciana tardó algo en contestar, aunque no hizo falta que le dijera por quién preguntaba.

―¿Qué sabes de él? ―inquirió ella.
―Que es sanguinario, sádico y cruel.
―Lo es ―me ratificó sin más».

☀ SOL y LUNA🌙   PRÓXIMAMENTE.




martes, 31 de julio de 2018

jueves, 12 de abril de 2018

MALAS RELACIONES. OESTE


¿Te atreves a vagar por las tinieblas de las Tierras del Oeste? Recorre el Norte, el Sur y el Este y concluye este maravilloso viaje en el Oeste ;)


«La mano negra se detuvo bruscamente al verse en serio peligro. Después, profirió un alarido rabioso y se esfumó. 

Todos se habían quedado tan estupefactos, que nadie hizo nada cuando los guerreros de Gälion se subieron a los pajarracos e hicieron mutis por el foro despegando a toda prisa.

Cabeceé para espabilarme yo también.

―¡Mierda, se escapan! ―protesté cuando vi que se alejaban volando.

Nadie pareció escuchar mi queja.

―¿Cómo has hecho eso? ―exhaló Mark con el semblante bañado en admiración.

Mierda, los demás me miraban igual.

Suspiré y me acerqué a la sacerdotisa, aunque ella ya estaba viniendo hacia mí.

―¿Estás bien? ―intenté que mi voz sonara indiferente, pero al ver su rostro y sus ojos creo que mi truco falló.
―Sí, ¿y tú? ―inquirió, estudiando mis heridas preocupada.
―Sí, sí, yo estoy perfectamente ―le contesté con un aire despreocupado.

Un momento, ¿estaba haciéndome el duro para ligármela? Joder, ¿pero qué coño me pasaba?

―¿Y vos, estáis bien? ―le preguntó al príncipe, girándose hacia él.

El muy idiota puso cara de pena para dar lástima.

―Bueno, lo cierto es que siento todo el cuerpo dolorido, y tampoco acostumbro a sangrar de esta manera ―se lamentó con tono y gesto pusilánimes mientras se frotaba el brazo―. Las garras de esas aves son realmente afiladas.

Venga ya, no me jodas. ¿Ese pijo estaba haciéndose el mártir para ligársela?

―Déjadme ver ―le pidió ella, echándole un vistazo al antebrazo con inquietud. Una mueca de dolor atravesó su rostro al ver los alargados y finos cortes que apenas sangraban ya―. Lo siento mucho, todo es por mi culpa.

Fruncí el ceño. Pero si no eran para tanto. ¿Y los míos?

―Por supuesto que no ―le calmó él con la dulzura propia de un gorrioncillo. Mi boca comenzó a colgar conforme escuchaba―. Todos estamos aquí para ayudarnos mutuamente. Hoy os tocó a vos recibir ayuda. Mañana tal vez sea yo, o cualquiera.

La sacerdotisa le dedicó una sonrisa que agujereó mi estómago como si fuera ácido. Estaba empezando a arrepentirme de hacerme el duro…

―¿Cómo lo has hecho? ―repitió Mark, que se había quedado estancado en la batalla.

Puse los ojos en blanco y suspiré otra vez.

―Pues como hago siempre. Dejo que mi dragón se libere y…
―No, me refiero a lo otro ―me corrigió, fascinado. Me paré a observar a los demás. Todos me miraban de la misma forma, todos me hacían la misma pregunta que Mark―. ¿Cómo has hecho para que tu katana y el látigo pudieran pelear físicamente con la magia negra de Yezzabel?

Vale, reconozco que me quedé sin respuesta, porque ni yo mismo lo sabía.

―No… no lo sé ―admití, pensativo.

¿Y yo qué cojones sabía?

Lucy y Liam aparecieron después de salir de su escondite.

―¡Guau, ha sido increíble! ¡Guau! ―exclamó Lucy con una expresión iluminada, llevándose las manos a los pelos como una de esas seguidoras fanáticas de un grupo de rock.

Genial.

Sin embargo, ambos se percataron de los cuerpos desparramados que se hallaban en el suelo y sus semblantes se transformaron. Palidecieron tanto, que creí que se iban a poner azules.

―Creo que voy a vomitar ―balbuceó Liam, dándose la vuelta con la mano en esa boca suya amenazada por una arcada.

Lucy se fue con él para asistirle.

―Mierda… ―farfullé, restregándome la cara.

Sabía que este momento iba a llegar, pero creo que iba a ser más difícil de lo que me había imaginado.

―Lo dicho, un día de estos me va a dar un infarto… ―reiteró Oliver, secándose el sudor de la frente con un pañuelo blanco y pulcro cuyos bordes estaban rematados con unas prolijas puntillas. 

La sacerdotisa movió su pie y su bastón para acompañar a su prima y mi hermano, pero me di cuenta a tiempo y la detuve.

―No, tú te quedas a mi lado. Quiero que no te separes de mí ni un milímetro ―le ordené con una mirada fija e inflexible.

Su primera reacción fue el asombro. Luego su boca esbozó una ligera sonrisa.

―Sí ―asintió, dejando que su mirada me ratificara que no pensaba hacerlo.

Casi diría que literalmente.

Carraspeé.

―¿Cómo han podido saber nuestra posición? ―inquirió Jessica, nerviosa.

Salí disparado de mis pensamientos y me paré a reflexionar un segundo. 

―Somos nosotros ―opinó Tom―. Somos muchos, dejamos huellas muy claras.
―Es imposible, no puede ser ―rebatió Martha―. Siempre somos extremadamente discretos, y nos hemos cerciorado de no dejar pistas.
―Pues esta vez Yezzabel nos ha pillado ―resopló Ágatha.
―Son los protectores ―les achacó Peter, contemplándoles de arriba abajo con mala cara.
―¿Qué estás diciendo? ―se quejó Bryan, observándole de igual modo―. Somos tan sigilosos como podéis serlo vosotros.
―¡Ja! ―exclamó Danny con burla.
―Sí, claro, en vuestros sueños ―replicó Jack.

Mis palabras evitaron que el protector lo rebatiera.

―El veneno solo era una distracción para que no avanzáramos. Necesitaban tiempo para alcanzarnos ―mascullé.
―Bueno, ¿y qué hacemos? ―preguntó Luke.

Esta vez ni me lo planteé.

―Tenemos que dividirnos ―decreté con determinación.
―¿Dividirnos? ¿Estás seguro? ―se cercioró Mark.
―Sí. Si nos dividimos, engañaremos a Yezzabel durante un tiempo. Eso nos dará un margen y algo de ventaja. Vosotros continuaréis por esta ruta, así pensará que se mueve todo el grupo. La sacerdotisa y yo nos iremos solos ―el rostro de la susodicha pareció ser enfocado con una luz y sus ojos volaron hacia mí―. Nos reuniremos en el poblado rakah y partiremos juntos hacia el castillo de Kádar desde allí. La tribu nos dará su protección, incluso puede que la ayuden a recuperar su magia.
―¿Iréis vosotros solos? ―cuestionó el príncipe, mordiéndose su fino y pálido labio―. ¿No será… peligroso?

Me dio la impresión de que ese «peligro» al que se refería el pijo era muy distinto al de tener que enfrentarse a la magia negra de Yezzabel. Sí, me encantó que se viera amenazado por ese «peligro» y mi boca se curvó en una media sonrisa maliciosa.

―Conmigo no podría estar más segura ―afirmé sin tapujos ni dudas. Entonces, le clavé una mirada llena de doble sentido―. ¿O es que estaría más segura contigo?

El principito enrojeció y se vio en una encrucijada por un momento, pero parpadeó cuando reaccionó.

―No estoy diciendo eso ―alegó, aún rojo―. Por supuesto que con quien más segura se halla es contigo, eres el Dragón. Sin embargo, no veo por qué no ha de acompañaros nadie más.

Ya estábamos. Una de cal y otra de arena. Arg, que tío más repelente.

―¿No me has oído o es que no lo has pillado? ―gruñí.
―Nathan ―empezó a regañarme Mark entre dientes.
―No discutáis, por favor ―rogó la sacerdotisa.
―Cuantos más seáis vosotros, mejor será nuestra tapadera ―seguí, sin cesar en mis malos modos―. Y si vamos la sacerdotisa y yo solos será más fácil que pasemos desapercibidos. Dos se esconden mejor que tres o que cuatro.
―Yo estoy de acuerdo con Nathan, alteza ―me apoyó la propia sacerdotisa, interviniendo con la rapidez de una liebre.

Mis amigos y ella se dedicaron unas miradas cooperativas que no comprendí. 

―Pero… ―trató de objetar el príncipe, contrariado.
―Es lo mejor ―opinó Danny en nombre de todos, inmediatamente después de esas miradas.  

Bajé las cejas con extrañeza.

―Siento profundamente tener que admitirlo, pero, mal que me pese, en este caso Nathan tiene razón, alteza ―terció Oliver con un mal gesto que delataba lo que le costaba darme el tanto a mí―. Es un buen plan. Él es el Dragón y acabamos de ver que es muy capaz de proteger a la sacerdotisa. Ninguno de nosotros podría protegerla igual, carecemos de ningún poder o ayuda sobrenatural ―y remarcó la última palabra con un desaire que no me gustó nada.
―Lo dices como si mis méritos me los hubiera ganado por enchufe o algo así ―refunfuñé.
―Solo digo que ganar batallas con ayuda es más fácil.

Tócate los huevos.

―Oye, desgraciado, antes de tener ese poder ya ganaba batallas que tú ni siquiera imaginarías, a ver si te enteras ―protesté, echándome hacia delante para discutírselo frente a ese asqueroso careto suyo.
―Nathan ―me riñó Mark de nuevo, esta vez sujetándome del antebrazo.
―Además ―continué, haciendo caso omiso de mi amigo―, ese poder no explota siempre, gilipollas, ni siquiera lo hace todas las veces que a mí me gustaría.
―De acuerdo, de acuerdo ―medió el príncipe, metiéndose en el medio de los dos―. Nosotros iremos por un lado y… ―su frente se llenó de pinchacitos― Juliah y tú por otro.
―Por supuesto, me la llevo de aquí ya ―dije, agarrando a la sacerdotisa de la mano.

No solo mi acción sorprendió a todos. Yo mismo fui consciente de repente del matiz amenazante y sobreprotector con que lo había hecho. Los ojos de la sacerdotisa se anclaron en mí con la misma esperanza que habían destilado en la Entrada Real.

Maldición. Solté su mano y desvié la vista hacia otro lado.

―Llévatela ya, venga ―me instó Mark con calma, esbozando una media sonrisa.

Sesgué el semblante hacia él y la primera parte de nuestra conversación del día anterior volvió a relucir en el hueco de mis recuerdos. 

Tenía que haberle bufado.

Pero en lugar de eso al idiota de mí lo que le salió fue devolverle su mirada cómplice».








martes, 20 de marzo de 2018

MI BIOGRAFÍA EN LITERATURA J. M. ANGORA


Muchas gracias a Literatura J. M. Angora por esa mención que me hacen en su blog!! Gracias por vuestro apoyo y vuestra fe en mí ❤




JEDRAM


El terrible y despiadado JEDRAM. 

☀ SOL Y LUNA🌙



LAS SIRENAS DE SUR


Bucea en las profundidades de 💦 SUR 💦 

Los Cuatro Puntos Cardinales. SUR: https://www.amazon.es/Sur-Segunda-Cuatro-Puntos-Cardinales-ebook/dp/B01N5HS0CF/ref=pd_sim_351_1?_encoding=UTF8&psc=1&refRID=WKXH68TPYJV916JWBM35

«El azul marino volvió a envolverlo todo, junto con más corrientes frías, más burbujas y ese sonido acuático que taponaba mis oídos. Pero yo solamente podía estar a una cosa. A Nathan. Le busqué desesperadamente entre todo ese reflujo burbujeante, y entonces, cuando escuché las voces y mi rostro se giró con rapidez en esa dirección, mis párpados se alzaron aún más.

Varias sirenas se revolvían alrededor de Nathan, rodeándole sin cuartel para intentar seducirle con sus cánticos. Sus torsos de mujer, que tan solo eran cubiertos por dos conchas que ocultaban sus senos, eran esbeltos y perfectos, haciendo gala a su precedida fama mística. Sus cabellos eran largos, kilométricos, sedosos a la vista, danzaban con el agua como si esta los acariciase, como si los peinase con sus dedos formados por las corrientes. Sus rostros de ninfas eran demasiado bellos, incluso para una fémina; eran anacarados, hermosos, y lucían unos brillos blancos realmente bellos en los pómulos que hacían de su belleza algo aún más mágico. Las conchas que utilizaban para taparse diferían de unas sirenas a otras, correspondiendo a distintos moluscos, sin embargo, sus colas de pez eran todas de color verde oscuro y terminaban en una alargada aleta caudal de un verde más claro que se bifurcaba en su final. Parecía de gasa. Al contrario de lo que yo creía, sus voces eran muy dulces y melódicas, bonitas, y entonaban una única canción parecida a una nana que solo constaba de melodía. 

No podía creerlo. Eran… sirenas. Esos seres mitológicos existían de verdad…

Aunque se trataba del mismo cántico, cada sirena la cantaba a su aire, tratando de encandilar a Nathan por su cuenta. Esto, y que hubiera empujones y rencillas entre ellas, hizo que enseguida me percatara de que estaban compitiendo y peleándose por él. Nathan intentaba esquivarlas y se removía para impedir que se acercasen más, si bien ellas trataban de retenerle, sujetándole de los brazos y de los hombros. Ya estaba a punto de ir hacia allí, por supuesto, pero cuando vi que una de ellas se atrevía a tocarle el torso, reaccioné con más ímpetu.

No eran tontas, no; y ciegas se ve que tampoco. Apreté los dientes y los puños y me abalancé hacia ese embrollo sirenil para impedir que consiguieran seducirle. Además, Nathan ya comenzaba a quedarse sin aire.

No tengo ni idea de cómo lo logré en esta ocasión, pero mis piernas pasaron olímpicamente de ese faldón blanco que se enredaba continuamente con ellas y buceé con celeridad. Mi pierna izquierda se resentía con cada vaivén y la corriente me succionaba y me rechazaba sin cuartel, poniéndome las cosas realmente difíciles, sin embargo, eso también me dio igual.

Con un esfuerzo tremendo, conseguí llegar al meollo y agarré a la sirena de la mano larga por detrás, sujetándola por el hombro para apartarla de mi camino y poder interponerme entre Nathan, ella y el resto de sirenas. Estas se apartaron con desagrado cuando me vieron, aunque también parecieron sorprendidas por mi aparición. O tal vez por mi atrevimiento. Tampoco escapó a sus ojos la diadema de sacerdotisa.

Nathan aprovechó para impulsase hacia la superficie y yo le acompañé, dejando a las desconcertadas sirenas abajo. Ambos salimos y cogimos aire. Las olas nos golpearon y nos separaron, aunque Nathan pronto se apresuró hacia mí.

―July, ¿qué has hecho? Vamos, tienes que salir del agua ya ―me azuzó con voz urgente e inquieta mientras me cogía del brazo para sacarme de allí.
―No, no me iré sin ti, y sé que no te dejarán en paz, no te dejarán marchar del agua ―alegué nerviosamente.
―A mí no pueden…

Antes de que terminara, Nathan volvió a hundirse súbitamente en la profundidad.

―¡NO! ―voceé, observando el lugar por donde había desaparecido mi guerrero con horror».