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INDICE DE CAPITULOS BLOQUE 6:
LIBRO DOS: JACOB
PREFACIO
41. MALDITA SEA. ¡SÍ, MALDITA SEA!
42. ¿QUÉ? ¿CÓMO? ¡¿POR QUÉ NO ME LARGARÍA DE ALLÍ?!
43. EN BOCA CERRADA NO ENTRAN MOSCAS. BUENO, VALE, A VECES ES NEVITABLE
44. ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡SEGURO QUE ES UNA PESADILLA!
45. ESTÚPIDOS CHUPASANGRES. MENOS MAL QUE ESTAMOS LOS LOBOS
46. QUE ME ARRANQUEN LOS OJOS SI ESTO ES CIERTO
47. CUANDO UN VAMPIRO SE PONE PESADO, NO HAY QUIEN SE LO QUITE DE ENCIMA, DE VERAS
INDICE DE CAPITULOS BLOQUE 6:
LIBRO DOS: JACOB
PREFACIO
41. MALDITA SEA. ¡SÍ, MALDITA SEA!
42. ¿QUÉ? ¿CÓMO? ¡¿POR QUÉ NO ME LARGARÍA DE ALLÍ?!
43. EN BOCA CERRADA NO ENTRAN MOSCAS. BUENO, VALE, A VECES ES NEVITABLE
44. ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡SEGURO QUE ES UNA PESADILLA!
45. ESTÚPIDOS CHUPASANGRES. MENOS MAL QUE ESTAMOS LOS LOBOS
46. QUE ME ARRANQUEN LOS OJOS SI ESTO ES CIERTO
47. CUANDO UN VAMPIRO SE PONE PESADO, NO HAY QUIEN SE LO QUITE DE ENCIMA, DE VERAS
= LIBRO DOS =
JACOB
PREFACIO
Mi Nessie, mi ángel.
Escuché un aullido agudo y estremecedor dentro de mí, un aullido que
reclamaba una liberación. Sentía cómo mi alma se revolvía en mi interior como
si estuviese atrapada, se agitaba desbocada, intentando salir de alguna cárcel.
Mi Nessie, mi ángel, eso era lo único que ocupaba la poca razón que me quedaba,
y ella no estaba allí, la habían apartado de mi lado. La ira volvió a darme un
latigazo desgarrador y profundo y, sin saber cómo, algo cambió dentro de mí.
MALDITA SEA.
¡SÍ, MALDITA SEA!
En cuanto le dije a Nessie que mi viejo tenía reunión con el Consejo,
no hubo más que decir. Teníamos toda la mañana del domingo para nosotros y
había que aprovecharla bien, estos momentos no eran muy habituales, por
desgracia. Hasta que nuestra casa no estuviera terminada, teníamos que
buscarnos la vida como fuera, cosa bastante difícil debido a la dichosa lluvia,
aunque ya la habíamos probado en una ocasión y había sido increíble, la verdad,
digno de repetir. El bosque ofrecía muchos sitios y escondites perfectos, pero cuando
el sol por fin se dignaba a salir, a donde más nos gustaba ir era a la floreada
pradera del lago. Ese sitio nos encantaba. La hierba era tan alta, que hacía de
ese pequeño rincón en el que estábamos tendidos un lugar más oculto e íntimo,
solamente estábamos ella y yo, en un lecho formado y rodeado de flores
silvestres por todas partes, y el agua del lago cubría lo justo para que Nessie
se atreviera a meterse conmigo. Sin embargo, como ya dije, estos momentos no
eran muy comunes. Para empezar, mi, por ahora, casa, mi cómoda cama, no solía
estar disponible, y eso que ahora que llegaba el verano Billy se iba a pescar
con más frecuencia, aunque no demasiadas veces, para mi gusto. Y cuando no era
una cosa, era la otra. Cuando no eran mis largas horas de patrulla, estaban las
clases de Nessie y todo eso. Gracias a Dios, le quedaba una semana para
terminar el dichoso curso y yo podría organizarme mejor para estar con ella más
horas.
Ni siquiera tuve que entrar en la mansión de La Familia Addams. Genial. Mi chica ya me esperaba en el porche,
así que me paré junto a ella y se subió al coche con rapidez.
―Hola, preciosa ―le saludé con una sonrisa, incorporándome sobre
ella.
―Hola ―me sonrió, arrimándose a mí.
Nos dimos uno de esos besos larguísimos que no se terminaban nunca y
que tenían de todo menos de inocentes y castos ―toda la noche sin vernos era demasiado tiempo y, como siempre nos
pasaba, nos cogíamos con ganas―, hasta que
noté la mirada cabreada de Edward en mi cogote como una puñalada trapera, era
tan fría y mustia como él. Me hubiera dado igual y habría seguido, si no fuera
porque los dos ya teníamos prisa por llegar a mi casa, así que terminé siendo
yo el que se obligó a despegarse de su boca antes de que me lanzara sobre ella
en el mismo coche.
Mi brazo y mi hombro fueron suyos durante todo el trayecto, y cuando
mi Golf empezó a avanzar delante de mi casa para aparcar, sus labios también
comenzaron a hacerlo por mi cuello. Finalmente, terminé dejando el coche
atravesado, total, no pasaban vehículos por allí, no hacía falta aparcarlo.
Solamente nos despegamos un momento para salir del coche. Lo bordeé
para llegar a Nessie y arrojé mis labios a los suyos otra vez mientras nos
estampábamos en el Golf, de lo fuerte que tiró de mi camiseta con el fin de
pegarme a ella.
¡Uf! Tenía que llevarla dentro o se lo haría allí mismo.
―Vamos dentro, cielo… ―la exhorté como pude, ya que ella no quería dejar mi
boca.
―Sí ―aceptó, encantada.
Y yo lo estaba más.
La cogí de la mano y empecé a caminar presto hacia la casa, llevándola
de remolque.
―Jake, ¿cómo va eso?
Mis pies se pararon en seco al oír esa inesperada y molesta voz y giré
mi rostro visiblemente e intencionadamente irritado para que lo pillase.
―Piérdete, Seth.
No lo pilló.
―Espera, vengo a decirte algo
―me paró cuando ya iniciaba
la marcha.
―¿Es sobre la manada? ―quise saber, con suspicacia.
―No, pero…
Nessie tiró de mí y yo pasé a ser el remolque.
―Entonces, adiós.
―¡Jake! ―protestó.
―Vete a buscar a Brenda o
algo ―le recomendé, cerrando la
puerta con el pie a mis espaldas.
No sonó el clack y la pasión
se desató. Continuamos los besos que habíamos empezado en el coche y esta vez
fui yo quien la estampó en la pared de la sala, después de que Nessie me
quitara la camiseta con energía y empezara a tocarme todo el torso como solo
ella sabía hacerlo. Yo ya estaba como una moto, sus besos, sus caricias, su
jadeo incesante, me ponían a cien.
Pero ahora era mi turno.
Este vestido era mi preferido. Solo había que bajar la cremallera…
…y al suelo.
Sus manos se aferraron a mi espalda y a mi nuca cuando mi boca comenzó
a recorrer todo su cuello y…
―¿Jake? Jake, abre, por
favor.
Intenté pasar de sus mamporrazos en la puerta y de su estridente voz,
pero llegó un momento en que me fue imposible concentrarme con tanto barullo,
además, a Nessie ya le estaba poniendo nerviosa. Ahora sí que me estaba
empezando a mosquear de verdad.
¡Pom, pom, pom!
―¡Jake!
Seth no se callaba ni aunque le cortasen la lengua y le hicieran un
nudo en las cuerdas vocales con ella.
―Mierda, espera… ―me paré con delicadeza, aunque lo que me apetecía
hacer en esos momentos era lanzar el sofá contra la puerta y echarla abajo
junto con Seth. Tuve que respirar hondo para recuperar el aliento y la cordura―. Voy a quitarme a este plasta de encima.
―Te espero en la cama ―me susurró en los labios antes de mirarme con sus
sensuales ojos, hambrientos, y se girase para dirigirse a mi cuarto.
Gruñí entre dientes mientras me daba la vuelta hacia la puerta de la
casa, enrabietado. Más le valía que fuera algo importante.
Abrí la hoja de un movimiento brusco y apoyé mi brazo en el marco de
la puerta, resoplando con irritación.
―¡¿Qué diablos quieres?!
―El Consejo quiere hablar
contigo ahora ―me anunció, un tanto
temeroso.
―Diles que ahora no puedo, estoy
muy ocupado ―afirmé sin cambiar de
actitud.
El muy imbécil bajó la vista y se quedó mirándome a la entrepierna con
cara de lerdo.
―Sí, ya lo veo ―murmuró.
Y le di con la puerta en todos los morros.
Mis pies llegaron de tres zancadas a mi habitación. Abrí la puerta y
los ojos casi se me caen de su sitio cuando vi a mi chica tumbada sobre la cama,
esperándome.
Ese conjunto de ropa interior era mi favorito y ella lo sabía, por eso
se lo había puesto. Se lo había puesto para mí.
Esa mujer que había estado esperando durante tanto tiempo, a la que amaba con
toda mi alma, maravillosa, perfecta, de curvas que quitaban el hipo y un cuerpo
de escándalo, con su melena larga y preciosa, y un rostro deslumbrante y divino,
me esperaba a mí. ¡A mí! Desde luego,
era el hombre más afortunado del mundo. Pena que lo poco que llevaba puesto no
fuera a durar mucho. Bueno, no, de pena nada. Porque lo que había debajo era
infinitamente mejor, me volvía completamente loco; si no fuera porque ya le
había destrozado varias prendas de su ropa íntima y ya me daba vergüenza quedar
como un auténtico animal, me abalanzaría sobre ella y me desharía de todo en un
tris. Bueno, y porque el conjunto merecía la pena, la verdad.
Me descalcé con los propios pies y me acerqué a la cama con celeridad.
Enseguida me acomodé entre sus largas piernas, sin pensármelo dos veces,
parecía que ese rincón estuviera especialmente adaptado para mi cuerpo, y
volvimos a besarnos con desenfreno. Nos giramos un poco para que pudiera
desabrocharle el sostén ―ahora que ya le
había pillado el tranquillo me resultaba muy fácil― y Nessie lo cogió para tirarlo en el suelo.
Dediqué un instante para mirarla bien, por si estaba soñando y no me
había dado cuenta. Sí, era preciosa, una diosa, perfecta, hecha a mi medida.
Como si Dios me hubiese preguntado cuál era la mujer de mis sueños y la hubiera
plantado en la Tierra solo para mí. Hala, un ángel para Jacob. Y esa mujer, de
la que yo estaba imprimado y enamorado, lo estaba también de mí, e iba a estar
entre mis brazos, suspirando mi nombre con placer y deseo…
Repasé su cuello y su pecho con mis dedos, acariciando bien su piel
tan extraordinariamente sedosa, y luego lo hice con la boca y la lengua. Eso no
me lo perdía ni aunque se viniera la casa abajo. Lo hice lentamente, como a
ella le gustaba y a mí me encantaba. Su respiración y sus manos ya empezaban a
volverse locas, notaba cómo se estremecía con mis caricias y eso me encendía a
mí el triple.
¡Piiii, piiii!
Seth no se había pirado y estaba tocando el timbre. Mierda.
―Jake, no pares… ―me suplicó con un ronroneo, amarrándome el pelo con
fervor.
No estaba tan chiflado.
―Claro que no, nena… ―susurré con entusiasmo y convicción, sin dejar de
besarla y tocarla.
Regresé a sus labios entre nuestros resuellos ardientes y empecé a
bajarle la parte inferior de su conjunto mientras ella desabrochaba el botón de
mis pantalones.
Sí, sí, nena…
Los dos pegamos un bote en la cama cuando Seth comenzó a repiquetear
con fuerza en el cristal de mi ventana. Nessie se tapó con la sábana.
―¡Jake, tienes que ir ahora!
¡Arg! ¡Esto ya era el colmo! ¡Era un grano en el…!
―¡Lárgate ya! ―bramé, provocando sin querer que Nessie se sobresaltara―. Lo siento, preciosa ―le susurré.
―¡El Consejo quiere verte!
Vale, estaba muy chiflado, o mejor dicho, me lo estaban volviendo: tuve
que parar.
Me levanté como un resorte cabreado y me abroché el pantalón.
―¡Ve a la puerta! ―le voceé con ganas.
La sombra de la figura que aparecía tras la cortina se movió a un lado
con rapidez hasta que desapareció.
―Vengo ahora ―le murmuré a Nessie.
Me incliné sobre ella y le di un beso corto en los labios.
Ella frunció el ceño y se cruzó de brazos. Genial. Como Seth me
estropeara el día la íbamos a tener…
Me encaminé como un toro bravo hacia la entrada y abrí la puerta de
igual modo.
―¡Deja de tocarme las
narices! ¡Ya te he dicho que se esperen! ―le grité en
todo el careto.
―No te molestaría si no fuera
importante ―se defendió él.
Ya, eso decía siempre y, luego, nada de nada.
―¡¿Tanto lo es, que no puede
esperar?! ―bufé.
―Es Sam. Lo ha dejado.
El latigazo me azotó tan fuerte, que se llevó toda mi furia por
delante, arrastrando también a mi pobre libido.
―Pero no puede ser… No me ha
dicho nada.
―En estos momentos mi madre,
Billy y el Viejo Quil están tratando de convencerle para que espere un poco
más, pero el muy terco no da su brazo a torcer ―dijo con la cara llena de intranquilidad.
―¿Qué mosca le ha picado?
―No sabemos. Por eso los
miembros del Consejo quieren que vayas tú. Tal vez puedas hablar con él y
convencerle.
Mis sesos no lo veían nada claro.
―Tú mismo lo acabas de decir,
es muy terco. Si ha tomado la decisión, yo no voy a poder hacer nada. Además,
no tengo nada que alegar, es su vida.
―Ya, pero, ¿no te parece muy
raro todo esto?
No pude evitar que mi cerebro se parase un minuto a pensar en ello. Lo
cierto es que sí que lo era. Se supone que yo tenía que ser el primero en
saberlo, y él no me había dicho nada, ni siquiera había visto una pizca de su
intención en su mente mientras patrullábamos el día anterior. Si lo había
decidido, había sido cosa de horas, y eso era lo raro. Él me había dicho que
quería dejarlo más adelante, dentro de unos años. Todo el mundo sabía lo
importante que era esto para él y que si lo dejaba, era por Emily, porque
quería envejecer a su lado. ¿Y ahora quería dejarlo de repente y, sin
consultármelo ni decírmelo a mí, iba y se lo decía al Consejo?
―¿Qué pasa? ―preguntó Nessie a mis espaldas.
Mierda. Ya se había vestido y todo.
―Sam lo ha dejado ―le notificó Seth.
―¿Que lo ha dejado? ―me miró con sorpresa―. ¿Por qué?
―Ni idea ―le contesté, alzando mis hombros.
―Tal vez si Jake habla con
él, pueda convencerle.
―Sí, tienes que hablar con él
―me dijo con sus dulces ojos
llenos de preocupación.
Guay. Ahora la otra.
―A ti te escuchará, tú eres
el Gran Lobo y sabes que te tiene mucho respeto ―aguijoneó Seth.
Nessie se colocó a su lado y se apoyó en su hombro.
―Sí, es verdad ―secundó mi novia, asintiendo con la cabeza.
Lo que faltaba. Con lo que le gustaba a ella todo este rollo de Taha
Aki y lo orgullosa que estaba de mí por eso, como para decir que no. Bueno, por
lo menos, se le había pasado el enfado. Si iba y lo solucionaba con rapidez,
tal vez nos diera tiempo a aprovechar un poco la mañana.
―Está bien ―accedí a regañadientes―. Lo voy a intentar, pero si empieza a decirme que no, no pienso
insistirle, ¿vale? Que haga lo que le dé la gana ―avisé.
Entonces, Nessie dio con algo con lo que yo no había contado ni me
había parado a pensar, y me pinchó más con eso.
―Recuerda que si Sam lo deja,
tú serás el jefe de la tribu automáticamente.
Ay. Me había dado donde más duele.
Mi boca se frunció y el virulento suspiro salió directamente por mis
narices.
¡Maldita sea! Ahora no me quedaba más remedio que convencerle como
fuera. No tenía intención de ser el jefe de la tribu todavía. Aún no estaba
preparado, ni tenía ganas.
―Venga, vamos ―farfullé, recogiendo mi camiseta del suelo.
Cerré la puerta de un portazo y me la fui poniendo por el camino.
Agarré la mano de Nessie y nos encaminamos hacia la casa del anciano.
No hacía falta ser muy avispado para adivinar que pasaba algo en casa
del Viejo Quil, las voces se oían desde el porche.
Di dos toques a la puerta, como siempre, y entré con Nessie de la mano
y con Seth detrás de nosotros.
Nada más pasar del enano vestíbulo, ya empezaron con toda esa monserga
del respeto y todos se callaron y se pusieron de pie; excepto Billy, claro, él
se limitaba a apartarse hasta aplastarse en la pared para abrirme paso, solo le
faltaba tirarse de la silla y lanzarla por la ventana para dejarme más espacio.
Era una chorrada, puesto que en casa se comportaba como una persona normal,
pero, bueno, fuera había que seguir este estúpido protocolo y no me quedaba más
remedio que hacer la vista gorda.
―Hola, chicos ―nos saludó el Viejo Quil, haciéndome un gesto con la
mano para que nos sentáramos en el sofá―. Jacob, me
alegro de que hayas venido.
Como si no se lo esperase…
―Hola ―saludó Nessie en general, con una sonrisa.
―Bueno, ¿qué pasa aquí? ―quise saber, sentándome con ella. Todos hicieron lo
mismo después de mí, menos Seth, que se apoyó en la pared junto a su madre, y
Billy, que se colocó en su sitio, dándole a las ruedas con brío―. ¿Qué es todo eso de que lo has dejado? ―mis ojos se clavaron en el protagonista del culebrón
con un pelín de reproche y este los apartó hacia el suelo.
Raro, raro…
―No vais a convencerme de lo contrario.
Su voz quiso sonar convincente, intentando soltar una advertencia,
pero había un matiz derrotista, insólito en él, que percibí a las claras.
Mi mirada se encontró con la de Seth y supe que él estaba pensando lo
mismo que yo.
―Piénsatelo un poco más ―le instó mi padre―, aún eres muy
joven.
―No.
―Esto es tan repentino… ¿por
qué no estás una temporada más hasta que lo decidas definitivamente? ―le propuso Sue.
―Todavía tienes unos años por
delante para envejecer junto a Emily ―insistió el
Viejo Quil, pausadamente.
―¡He dicho que no! ―voceó Sam, levantándose de su silla con nerviosismo.
Sí, definitivamente, aquí pasaba algo raro.
Me puse en pie y los miembros del Consejo hicieron lo propio. Hasta
Nessie se vio obligada a levantarse ante tanto circo, aunque ella parecía
fascinada con todo esto; me miraba alucinada, y noté que lo que ella sentía no
era solamente ese absurdo respeto hacia mí, también había orgullo en sus
pupilas. Aunque tengo que admitir que el que ella estuviera orgullosa de mí me
hacía sentir bastante halagado, no terminaba de acostumbrarme a este rollo.
Puse los ojos en blanco y suspiré.
―Sam, ¿podemos hablar un momento
a solas? ―le propuse.
Él me miró un poco dudoso, pero asintió con un simple movimiento de
cabeza.
―Vengo enseguida, ¿vale? ―le dije a Nessie.
―Sí, vete tranquilo ―me sonrió.
Le di un beso corto y, cuando me iba a girar para largarme con Sam, me
acordé de aquella treta que nos había jugado el Viejo Quil el día que vinimos a
contarle lo de la pulsera. Recordé lo que se había reído por no atreverme a
besarla en condiciones, y después me había dejado con la miel en los labios
cuando ya estaba a punto de conseguirlo.
Siempre estaba recordándomelo, pinchándome como un chinche. Bien, este
era mi momento para vengarme y hacerle callar.
Agarré a Nessie por la cintura, clavándole los ojos con decisión. Ella
me miró un tanto desconcertada y avergonzada, pero tampoco protestó ni hizo
amago de separarse, así que la pegué a mí y empecé a besarla despacio, aunque
con entusiasmo. Sus manos, que estaban posadas en mi pecho, lejos de apartarme,
me rodearon el cuello. Ya la tenía en el bote.
Y entonces, me evadí del todo.
Sus labios sedosos y cálidos eran como una droga, una vez que los
probaba, ya no había manera de soltarlos. La energía, que ya comenzaba a
envolvernos, me atraía hacia ella sin remedio, igual que esas estúpidas moscas
que van a la luz violeta y se chamuscan. Y yo siempre me chamuscaba.
―¡Bueno, bueno, hijo! ―nos interrumpió el Viejo Quil, refunfuñando,
mientras nos metía el bastón por el medio para separarnos―. ¡Hay que ver, qué juventud más descarada!
Misión cumplida. Este ya no me iba a volver a decir nada de nada en la
vida.
Mi padre se rio entre dientes, Seth nos miraba pasmado y Sue se había
metido en la cocina.
Le di un último beso a mi chica, que volvía a estar ruborizada, y me
di la vuelta riéndome por mi triunfo, acompañado por Sam.
Cerré la puerta cuando nos piramos de la casa y bajé a la arena de la
playa con él, salvando los dos peldaños del pequeño porche de un salto.
Se le notaba tenso, así que comencé a caminar hacia el norte, en
dirección al malecón, para dar un paseo por la playa, a ver si se relajaba un
poco, y esperé a que él iniciase la conversación, no quería atosigarle a
preguntas. Además, se me hacía muy raro el tener que hablar con él, siempre
había sido al revés. Incluso yo, que ahora era el Alfa, le pedía consejo a Sam.
Sin embargo, viendo que pasaban los minutos, que habíamos avanzado un cacho por
la orilla mirando al mar como dos idiotas incómodos y Sam no abría la boca, la
exasperación me dominó y pudo conmigo.
―Bueno, ¿qué? ¿Me vas a
contar qué diablos te pasa? ―acabé
preguntándole finalmente.
―No me pasa nada ―declaró sin quitarle ojo a las islas.
―No me mientas, Sam ―le critiqué, enfadado―. Aunque no pueda ver tus pensamientos ahora, sé que te pasa algo.
Suéltalo ya y acabemos con esto, ¿quieres?
Entonces, y para mi total asombro, se paró en seco y se echó a llorar
como un niño mientras se tapaba los ojos con la mano.
Ugh, esto era más grave de lo que pensaba.
Me quedé atónito, mirándole con cara de tonto, sin saber cómo
reaccionar. ¿Qué debería hacer? ¿Le tenía que dejar que llorase un rato para
que se desahogase a gusto? ¿O era mejor darle un abrazo y una palmada en la
espalda para consolarle? Pero es que no era uno de mis colegas, no era Quil o
Embry. Era mi amigo, claro, pero, bueno, es decir, era Sam. El duro y fuerte,
el inquebrantable e íntegro Sam. El hermano mayor, el maestro de todos
nosotros. Y verle así me chocaba un montón.
―¿Ha pasado algo malo? ―fue la única estupidez que se me ocurrió, pues era
evidente que sí.
―Emily tiene cáncer de mama ―soltó por fin entre sollozos.
Si me hubieran disparado a bocajarro en el estómago y este se hubiera
quedado esparcido por las rocas de la arena, ni me habría enterado, no creo ni
que hubiese sangrado.
En ese momento, entendí su comportamiento. Que le pasara algo malo a
Emily o a los niños era lo único que podría hundir a Sam. No pude evitar
ponerme en su lugar por un instante y tuve que dejar el pensamiento colgando. Solo
imaginar que a Nessie le pudiera pasar algo como eso, ya me hacía temblar, y
eso que solamente era un amago de pensamiento.
―¿Cuándo… cuándo te has
enterado?
―Emily me lo dijo ayer por la
noche ―declaró, un poco más
tranquilo, secándose las lágrimas con las palmas de las manos―. La semana pasada se encontró un bulto en el pecho,
pero no me dijo nada para no preocuparme. Hasta que ayer le dieron los
resultados de las pruebas que se hizo ―cogió un canto
de la arena y lo lanzó al mar con rabia―. Cuando llegué
a casa, la encontré llorando y me lo contó. No he parado de darle vueltas al
asunto durante toda la noche.
―¿Ya le han dado un
tratamiento o algo?
Sam cogió aire y lo soltó de sopetón por las fosas nasales.
―Bueno, sí, a medias ―recogió otra piedra y la lanzó también al agua―. Tendría que tratárselo con quimioterapia y, en
caso de que no sirviese, tendrían que extirpárselo. Si se lo cogieran a tiempo,
no perdería el pecho.
No me gustó nada ese tiempo verbal.
―¿Tendría?
―El tratamiento es muy caro,
y nosotros no tenemos seguro médico, como comprenderás.
Sí, claro. Ningún metamorfo podría hacerse uno, a ver cómo se iba a
explicar que no caíamos enfermos nunca y que nos curábamos con esa rapidez, eso
sin mencionar todos los años que podíamos vivir sin envejecer.
―Con el poco dinero que
tenemos, no nos llega ni para cubrir la quimioterapia ―su voz se quebró al final de la frase, pero fue
capaz de mantenerse entero. Entonces, giró la cara para mirarme con
determinación―. Tengo que estar a su lado,
Jacob. Por eso no puedo seguir, tengo que quedarme con ella todo el tiempo que
pueda.
Tuve que apartar la mirada de sus ojos para que no se me humedecieran
a mí también.
A veces la vida era un asco, e injusta. Te ofrecía lo mejor y, cuando
lo probabas y lo disfrutabas un poco, te lo arrebataba con crueldad. Yo ya lo
había sufrido en mis propias carnes con mi madre, aunque ella no se había
muerto de cáncer. No pude evitar el pensar en Nessie de nuevo y me estremecí,
aunque sería casi imposible que ella cayera enferma de algo así, por su
condición de semivampiro. Casi. Porque seguía siendo medio humana y, aunque
también era un metamorfo, ella no se curaba como nosotros. Sin embargo,
poniéndome en lo peor, ella sí podría curarse. Su familia estaba podre de
dinero y ellos podrían pagarle un buen tratamiento si algo malo le pasara. Me
sentí un poco culpable por notar un cierto alivio por eso, viendo el caso contrario
a mi lado.
De pronto, un chispazo encendió una mecha en mi cabeza. ¿Por qué tenía
que ser el caso contrario?
―Yo podría hablar con
Carlisle ―empecé a proponerle con la
voz llena de esperanza―. Él podría
enchufaros en algún hospital, o incluso pagaros el tratamiento ―Sam ya empezaba a ponerme caras raras, pero no le
dejé que hablara―. Escucha ―le sujeté por los hombros con firmeza y le clavé los
ojos con autoridad, eso echaría al traste su afán de oposición―. Este no es el momento de ponerse orgulloso. La
vida de Emily está en juego, y eso es lo más importante. Los Cullen son buenas
personas, o… lo que sean ―nunca creí que
iba a reconocer esto delante de nadie―, y tienen
dinero a raudales. Y el doctor es el mejor de todos ellos, estoy seguro de que
os ayudará encantado, en cuanto se lo mencione, se ofrecerá sin que me haga
falta más.
―No lo dudo, pero, ¿cómo les
iba a devolver el dinero? ―vaciló―. Tendría que trabajar toda la vida para poder
pagarles.
―Carlisle lo hará de una forma
totalmente altruista, créeme. Aunque si tú te empeñas en pagarle, solo tendrías
que llegar a un acuerdo con él. Todo sería hablarlo, ¿no crees?
―No sé, Jake…
―Vamos, Sam ―me quedé en silencio para ver si él decía algo, pero
solo se limitó a mirar al mar con las pupilas llenas de dudas. Suspiré―. Mira, yo también lo pasé un poco mal cuando me
imprimé de Nessie. No fue nada fácil tener que aceptar que unos vampiros a los
que odiaba iban a formar parte de mi vida, ¿sabes? Tan solo tener que entrar en
esa casa maloliente todos los días, me daba náuseas ―Sam curvó la comisura del labio durante un instante,
aunque luego se le volvió a caer de golpe―. Pero me
centré solamente en Nessie y me olvidé de todo lo demás, porque ella era lo
importante. Ya sé que es un poco raro pedirle ayuda a unos vampiros, pero si yo
fuera tú, me tiraría de cabeza. Además, te deben una por ayudarles hace seis
años, ¿no?
―Aquello lo hicimos por ti,
lo sabes ―rebatió. Se quedó mudo un
momento, pensativo, y tomó aire para seguir hablando―. No digo que no sean… buenos, pero es que
son vampiros, Jake, ¡vampiros!
Me dio un ramalazo de esos que te salen de las entrañas y te van
raspando por dentro hasta que salen. ¿Cómo podía dudar todavía? Yo pagaría con
mi vida, si hiciera falta, la vendería al mismísimo diablo para salvar la de
Nessie. No me importaba ordenárselo si volvía a ponerse idiota.
―¡No seas estúpido, ¿vale?! ―le regañé, uniéndome a su manía de coger piedras de
la arena, para lanzar la mía con saña al mar―. ¡No es un
accidente de tráfico o algo así que no tiene remedio! ¡Esto tiene cura, y
tienes la oportunidad delante de tus narices! ¡Sería una pena que Emily no lo
superara por no querer aceptar un poco de ayuda solamente por un orgullo
personal contra vampiros!
La mandíbula de Sam se cerró con un chasquido y sus manos se
encogieron en puños apretados mientras miraba al horizonte grisáceo del mar con
contrariedad, aunque la resignación también se dejaba ver en sus ojos
entornados.
―Está bien ―asintió por fin, estrujando los párpados―. Emily es lo más importante.
―Menos mal, ya pensaba que te
lo iba a tener que ordenar ―mascullé,
enfadado. Suspiré otra vez para relajarme―. Bueno,
hablaré con Nessie y se lo comentaremos a Carlisle esta misma tarde, cuanto
antes empiece el tratamiento, mejor. Tú tómate el tiempo que quieras para estar
junto a ella y los niños, van a necesitarte los tres. Vete a casa, ya me
encargo yo de todo.
Y eso incluía algo que no me apetecía nada, pero que no me quedaba más
remedio que aceptar: ser el jefe de la tribu. ¡Maldita sea! Y sabía con certeza
que una vez que me dieran el cargo,
no me lo iba a quitar de encima nunca más. ¡Maldita sea! ¡Sí, maldita sea mil
veces!
―Gracias, Jake ―murmuró, llevándose la mano a los ojos y colocando
la otra en su cintura.
Solo fui capaz de asentir con la cabeza y darle una palmada en el
brazo.
Después de un momento en silencio, carraspeé.
―Voy a hablar con el Consejo
y con Nessie ―le anuncié, señalando en esa
dirección con el dedo.
―¿Puedo pedirte un último
favor?
―Claro ―me encogí de hombros.
―Emily no quiere que se sepa
todavía, está un poco agobiada por todo esto y no tiene ganas de ver a nadie.
¿Podrías guardarte esto para ti y no enseñárselo a la manada? Solo hasta que
ella esté mejor y quiera recibir visitas.
―Sí, claro, no hay problema.
Lo guardaré junto con mis pensamientos íntimos ―le sonreí, y me di dos golpecitos en la cabeza con el puño.
A ver cómo me las arreglaba con la manada para tapar el asunto,
tendría que inventarme una excusa o algo.
La comisura del labio de Sam volvió a inclinarse hacia arriba, aunque
esta vez la mantuvo durante más rato.
―Gracias otra vez.
¡Uf! Sus ojos llorosos iban a hacerme llorar a mí también.
―Venga, nos vemos ―me despedí, dándome la vuelta para dirigirme a casa
del Viejo Quil―. Te veré pronto, cuando
todo se arregle y vuelvas con la manada.
―Sí, te mantendré informado ―le escuché decir a mis espaldas.
Me giré para despedirme con la mano, sonriendo con una mueca, sin
dejar de caminar, y volví el rostro al frente, hundiendo las manos en los bolsillos
de mi pantalón, al igual que lo había hecho mi ánimo.
Mientras paseaba, mi pie se tropezó con un canto que sobresalía sobre
los demás y comenzó a darle puntapiés en mi recorrido por la orilla.
Ahora estaba hecho polvo. Lo que prometía ser una mañana de fábula, se
había convertido en una mierda. No solo por tener que ser el jefe de la tribu,
que ya era bastante malo, sino por Emily, Sam y los niños. Esperaba que no
fuera demasiado tarde y no tuvieran que extirparle nada, y mucho menos perder
el pecho.
Otra vez mi mente vagó sola y se topó con Nessie. La piedra salió
volando y se estrelló contra uno de los troncos blanquecinos, quebrándose en
dos.
La casa de Quil Ateara se divisaba a unos cuantos metros. Aceleré un
poco y me dirigí allí.
Nessie y Seth estaban sentados en el escalón del porche, charlando. Su
rostro perfecto sostenía esa preciosa sonrisa suya todo el tiempo, era tan
hermosa. Me volví a sentir el hombre más afortunado del mundo al tenerla a mi
lado.
Y entonces, me vio.
Sus ojos dulces se quedaron mirándome mientras me aproximaba y,
conforme lo hacía, su sonrisa se fue apagando poco a poco.
Me conocía demasiado bien.
Se puso en pie y esperó a que llegase, con la cara desbordando
preocupación.
No pude contenerme.
La agarré por la muñeca, tiré de ella para pegarla a mí y me fundí con
su cuerpo para abrazarla con fuerza a la vez que mi rostro se giraba un poco y
se hundía en su pelo para inhalar su olor con profundidad. Lo inspiré hasta que
mis bronquios se llenaron del todo, para que su maravilloso efluvio se me
quedase un poco más de tiempo en la nariz.
―Esto… bueno, tíos. Creo que
os voy a esperar dentro ―apenas escuché
a Seth.
La puerta se cerró y yo apreté más mi abrazo. Los brazos de Nessie
correspondieron de igual modo.
―Te quiero ―le susurré con efusividad.
―Yo también te quiero ―murmuró con la voz frágil―. ¿Qué te pasa?
―Nada. Solo quiero estar así
un rato.
Y nos volvimos a apretar más el uno al otro.
¿QUÉ? ¿CÓMO?
¡¿POR QUÉ NO ME LARGARÍA
DE ALLÍ?!
Jake,
el señor Berty no ha venido y he salido primero.
No
he podido avisarte, porque estabas patrullando,
así
que Emmett me ha venido a buscar.
Voy a hacer un recado y luego te espero en
nuestro tronco.
Te
quiero.
Nessie.
Volví a releer la nota que me había traído Seth. ¿Por qué demonios no
me había llamado a mí para que fuera a buscarla? Me hubiera dado tiempo de
sobra. Además, le había dicho que hoy por la tarde iba a estar en nuestra casa,
¿es que no se acordaba? Y encima, en vez de llamarme, me mandaba una nota.
―¡Qué chica! ―resoplé.
Inserté el papel en el bolsillo de mi pantalón y tiré el serrucho en
el suelo mientras miraba el teléfono que habíamos instalado en el salón, con
irritación. ¿Para qué lo habíamos puesto?
―Oye, Jake, ¿dónde ponemos
esto? ―me preguntó Shubael,
portando una de las ventanas nuevas, junto a Nathan y Cheran.
―Ah ―tuve que bajar de mi nube negra―, dejadlas ahí, al lado de la chimenea.
―Vale.
Los tres las dejaron en su sitio y empezaron a medir los huecos de las
ventanas.
Me acerqué a la silla, que hacía las veces de mesita para poner el
teléfono, y miré si había alguna llamada registrada.
Nada de nada.
Suspiré por las narices.
―Tíos, lo dejamos por hoy ―anuncié―. Tengo que ir
a buscar a Nessie.
Pasé de dar más explicaciones, no me apetecía.
―No te preocupes, márchate
tranquilo ―me dijo Nathan―. Nosotros nos quedamos a terminar esto y nos vamos.
―Sí, ya que hemos cargado con
las ventanas… ―siguió Cheran.
―Bueno, vale. Como queráis ―acepté sin problemas―. Gracias, tíos. Nos vemos mañana.
Ya ni me escuchaban. Estaban sumergidos en una conversación de
carpintería parecida a las salen en esos programas de la televisión. Solo les
faltaba el peto y la gorra.
Me hicieron un gesto de despedida con la mano y me giré sin más para
dirigirme al vestíbulo.
Me di cuenta de que mi camiseta negra estaba hecha un asco, llena de
serrín, polvillo y virutas, así que me la quité y la dejé en el pomo de la
recientemente puesta barandilla de la escalera. Total, tenía que cambiar de
fase para ir a casa de los Cullen, porque ya era bastante tarde y no me daba
tiempo a llegar con el coche.
Si me hubiera llamado, habría tenido más tiempo…
Salí de la casa y fui a la parte posterior. Me escondí detrás de un árbol
para desnudarme, sacudí los pantalones y los até a mi cinta de cuero, dejé las
deportivas junto al tronco y me transformé.
Mientras volaba a cuatro patas, le pedí el informe a Leah para ver cómo iban las cosas por el bosque. Todo
estaba tranquilo, al igual que por la mañana, cuando estaba Seth. Ahora que Sam
estaba con lo que estaba, él ocupaba su lugar. No hubo protestas, el linaje es
el linaje, y Emily había terminado por contar lo de su enfermedad ―no sé por qué me molesté en soltar aquella trola que
toda la manada se había creído―, así que todos
habían aceptado el nuevo y temporal cargo de Seth sin rechistar, él incluido.
Enseguida divisé el bosque de los Cullen y apreté el galope. En dos
minutos, me planté en el árbol donde siempre me vestía y cambié de fase otra
vez.
No sabía si Nessie ya estaría esperándome, así que, por si acaso,
corrí entre el follaje para llegar lo antes posible, no quería que me esperase
sola.
Aminoré el paso cuando por fin llegué a nuestro tronco y vi que aún no
había llegado, aunque sí que había alguien sentado.
―Hola, Bells, ¿qué haces
aquí? ―saludé, sonriente.
―Estaba dando un paseo y me
senté un rato ―explicó con una sonrisa
mientras se frotaba las manos sin parar―. ¿Y tú?
―He quedado aquí con Nessie ―le contesté, sentándome a su lado―. ¿Dónde está Edward? ―mis ojos no pudieron evitar clavarse en el neurótico movimiento de sus
dedos―. ¿Por qué estás tan
nerviosa? ¿Es que ha pasado algo? ―quise saber,
poniéndome en pie―. ¿Alice ha tenido una visión?
Sus pupilas me miraron un tanto sorprendidas y luego sonrió.
―No, no ―se rio con una voz cantarina―. Solo me frotaba las manos, eso es todo ―y las guardó en los bolsillos de su chaqueta―. Edward ha ido a cazar, pero a mí no me apetecía
mucho, así que me quedé por aquí ―aclaró.
Suspiré, aliviado, y me volví a sentar en el tronco, junto a ella.
Eché un vistazo a los árboles para ver si veía llegar a Nessie, pero
nada. Ya se estaba retrasando, ¿qué recado iría a hacer?
―¿Qué tal tu tarde de
patrulla? ―me preguntó, mirando mi
torso―. ¿Has matado muchos
vampiros?
―Ah, no vengo de patrullar.
―¿Ah, no?
―No. Vengo de chapucear en
nuestra casa. Estamos poniendo las ventanas y eso ―le aclaré, escudriñando otra vez el boscaje.
¿Por qué tardaba tanto?
―¿Está quedando bien?
―¿Eh? Ah, sí ―mi vista no encontraba nada entre los árboles―. Nessie está sacando muchas fotos de la obra. Ya te
las enseñaremos para que veas la casa.
Mi rodilla empezó a moverse arriba y abajo con rapidez.
―Casi preferiría que me la enseñarais
cuando esté terminada.
―Como quieras. Ya te
mandaremos las fotos por Internet.
Estaba tardando demasiado. Esto ya no me gustaba ni un pelo. Nessie
solía ser puntual, además, en la nota me había puesto que me esperaba y, ¿dónde
estaba? ¿Y si le había pasado algo? Ese asqueroso licántropo seguía por ahí…
―Renesmee no va a venir ―soltó Bella, interrumpiendo mis agitadas
cavilaciones.
Giré mi careto de confusión para mirarla y metí la mano en el bolsillo
de mi pantalón.
―Yo escribí la nota ―me confesó, agachando la mirada mientras volvía a
frotarse las manos sin parar―. Llamé a Seth
para que viniera. Le dije que Renesmee había estado por casa y que me la había
dado para que él te la entregase.
Saqué el papel y lo leí de nuevo.
―Pero… es su letra… ―musité sin dejar de observarlo.
―La copié de uno de sus
cuadernos. Se me da bastante bien, por lo visto.
Noté cómo las cejas se me caían poco a poco hasta que se me
incrustaban sobre los ojos.
―Ya lo veo ―mascullé entre dientes. Arrugué el papel y lo guardé
de nuevo en el bolsillo. Lo hubiera tirado al suelo, pero no me gustaba dejar
basura por el bosque―. ¿Dónde está
Nessie? ―interrogué, levantando la
vista para clavársela a ella con irritación.
―Está en clase, no te
preocupes ―me respondió con una
sonrisa, en un intento de calmarme.
―¿Y por qué has hecho esto,
Bella? Me has engañado ―le acusé,
indignado.
―Quería quedar contigo a
solas y esta era la única manera de que vinieras ―se defendió, mirando al suelo.
Iba a decirle que podía quedar conmigo cuando quisiera sin que hiciera
falta ningún truco barato, pero yo mismo me di cuenta de que la estaría
mintiendo. Además, algo en su frase captó más mi atención.
―¿A solas?
―Sí, hace mucho que no
estamos a solas para charlar, ¿no te parece?
Aquí había gato encerrado.
Algo me decía que tenía que pirarme de allí ya. Cuanto más observaba
sus inquietas manos y su rostro enfrascado en el mío, más me lo parecía. Pero
el imbécil de mi siguió sentado, con los brazos cruzados.
―Antes hablábamos mucho ―empezó ella, al ver que yo no decía nada―. Y ahora apenas te veo ―murmuró.
―Bueno, las cosas han
cambiado un poco, Bella.
―Sí, ese es el problema ―musitó con los ojos cerrados―. Desde que apareció Renesmee, ya no me haces caso,
siempre estás con ella.
¿Qué? ¿A qué venía eso?
―¿Qué te pasa? ―inquirí, frunciendo el ceño otra vez.
Nada más hacer la pregunta, me arrepentí.
Sus ojos intentaban encontrar una correspondencia en los míos de una
forma desesperada.
―No sé qué me pasa ―declaró
nerviosamente―. Solo sé que tú y yo teníamos una conexión, y cuando Renesmee
nació, todo se acabó. Es como si se lo hubiese quedado todo para ella.
Lo había estado eludiendo todo el tiempo, no quería verlo, me lo
negaba a mí mismo, pero todo era verdad. Nessie tenía razón desde el principio.
La pulsera nunca fallaba. Bella estaba celosa. Celosa de ella. Y todas esas
cosas que me contaba de su madre eran ciertas. Ahora que lo tenía delante, lo
veía con claridad. Empecé a sentirme realmente incómodo y la sensación de que
debía marcharme de allí aumentó el doble.
―Creo que es mejor que no
sigamos con esto ―le interrumpí,
poniéndome de pie―. Me voy a
buscar a Nessie.
―Te quiero, Jake ―espetó, levantándose detrás de mí.
―Sí, yo a ti también, Bells ―le dije, echando el pie hacia delante para comenzar
a andar.
Ni siquiera me enteré. En un plis, la tenía enfrente de mí y tuve que
pararme de sopetón.
―No me has entendido ―musitó con impaciencia, continuando con esa obsesión
por sus manos―. Sigo… Sigo enamorada de
ti.
Me quedé paralizado, mirándola estupefacto.
¿Qué? ¿Cómo? ¿Que ella seguía qué…? ¿De mí?
―¿Qué estás diciendo? ―murmuré sin creérmelo.
Bella empezó a pasear delante de mí, inquieta.
―¿Recuerdas cuando me dijiste
que eras capaz de manejar las sombras, pero no de luchar contra un eclipse?
¿De qué iba todo esto?
―Sí, bueno, ¿y qué pasa?
De pronto, se paró y se quedó a un paso, mirándome fijamente.
―Que haya un eclipse, no
quiere decir que el sol no siga ahí ―manifestó con
certidumbre―. Y tú siempre estás ahí,
Jake. No consigo quitarte de la cabeza.
―Oye, sé que estás pasando un
mal momento porque no puedes ver a Renée y todo eso ―reseñé―. Y ahora te
viene el golpe duro de tener que alejarte también de Charlie y de Nessie…
―Y de ti ―añadió, cortándome.
―Bueno, vale, y de mí ―asentí―. Es evidente
que eso te preocupa, sería muy fácil confundir los sentimientos, ¿no crees? ―argumenté.
―Esto no viene de ahora,
Jacob.
―Pues no te sigo ―admití.
―Al principio, cuando me
enteré de que te habías imprimado de Renesmee, me enfadé mucho contigo, estaba
celosa de ti porque, de alguna manera, me robabas mi papel ―empezó a explicar, moviéndose sin parar―. Pero no era
solo eso y, con el tiempo, me he dado cuenta de la verdad.
»También estaba enfadada
contigo por haberte imprimado de ella, no porque fuera mi hija y fuera un bebé,
aunque he de reconocer que al principio eso también me chocó, sino porque, de
algún modo, me habías cambiado por ella. Resulta que me despierto en mi nueva
vida, y mi mejor amigo ya no está enamorado de mí, de repente, su único mundo
es mi hija. Solamente tenías ojos para ella, siempre pendiente de ella, a todas
horas con ella. Y entonces, me encuentro con que la que me había robado el
papel era ella, ¿no es irónico? ―se rio con amargura―. Nunca he soportado que
ella se quedara contigo, es como si me hubiera robado mis sentimientos y los
hubiese hecho suyos.
¿Adónde quería llegar? Mi boca hubiera chocado con el suelo, si no
fuera porque tenía los dientes apretados. Y, además, no sabía si quería seguir
escuchando su historia.
Bella seguía paseando con inquietud, gesticulando con las manos y los
brazos sin parar.
―En aquel entonces, yo no me
daba cuenta de eso, claro. Cuando me convertí, me creía perfecta, tenía el
ejemplo de la perfección en Edward, y había esperado tanto para esto, lo había
deseado tanto, para estar con él para siempre sin que nada se interpusiera
entre nosotros. Todo era tan nuevo y maravilloso para mí, que, sin darme
cuenta, yo misma eclipsé otras cosas que ya no me parecían tan importantes, y,
sin saber por qué, me empeñé en hacerlo sobre todo contigo. Pero contigo no ha
funcionado del mismo modo, ahora lo sé.
»Cada vez que me venía a la
cabeza que algún día tú y Renesmee podríais estar juntos, evitaba imaginarlo
constantemente, me decía a mí misma que era demasiado pronto para pensar en
eso, y era cierto, ella todavía era una niña. Así que no le di importancia, y
la verdad es que pasó a un segundo plano. Además, la visita de los Vulturis me
tuvo bastante distraída y preocupada, en lo único en lo que pensaba era en que
Renesmee y tú os salvarais y en estar junto a Edward hasta el final. Sin
embargo, los Vulturis se fueron y la calma, la rutina, llegó a casa. Tú venías
todos los días para estar con Renesmee, y yo seguía evitando el tema. Todo iba
muy bien, por primera vez, las cosas parecían estar en el sitio que les
correspondía. Hasta que un día Renesmee me confesó una cosa. Esa fue la primera
vez que noté algo raro en mí.
»Fue un mes después de que
los Vulturis se marcharan, y fue la época en la que empezaron a venir todos
aquellos vampiros a visitarnos para conocer a la niña. Renesmee te estaba
esperando en el porche, sentada en uno de los escalones. Estaba muy preocupada
porque estabas tardando más de la cuenta, sabía que esos vampiros no eran vegetarianos,
que iban por La Push y que vosotros les estaríais dando caza, así que salí y me
senté con ella para jugar y tenerla entretenida. Pero todo lo que hacía era
inútil, ella seguía con la mirada clavada en el bosque, esperando a que
aparecieras de entre los árboles. Le dije que no se preocupara, que todo iba a
salir bien, y ella por fin reaccionó. En aquel entonces, seguía sin hablar
demasiado y me colocó la manita en la mejilla para dejarme ver. Yo estaba
acostumbrada a verte en su mente todo el tiempo, pero lo que vi en esa ocasión
me dejó completamente atónita, no me lo esperaba para nada. En las imágenes que
me mostraba, salías tú, como siempre, pero ella estaba tan preocupada, que
también me dejó ver un sentimiento diferente al de normalmente. Aquel
sentimiento que percibí era amor, no podía creerlo, ella estaba enamorada de ti,
solo que era tan pequeña, que ella era incapaz de reconocer ese sentimiento.
¿Cómo podía estarlo? Era tan solo una niña. Entonces, todo aquello en lo que no
había querido pensar se me vino encima a la cabeza como un jarro de agua helada
y me hizo sentir extraña, desconcertada.
»Después, llegaste tú. En
cuanto Renesmee te vio, se puso de pie y saltó a tu pecho. Tú alzaste los
brazos y la levantaste mientras dabais vueltas y os reíais. Luego, te dio un
beso y te abrazó muy fuerte. Me fijé en su rostro mientras estabais abrazados e
inspiraba tu efluvio. Su carita era el reflejo de la felicidad absoluta, como
la tuya, y volví a sentirme rara, confusa. Sin embargo, no quise darle
importancia. Volví a achacar esos sentimientos a mis celos hacia ti, a una sobreprotección
maternal, y me empeñé en verte como un primo, un hermano mayor para Renesmee. Todo
iba muy bien, ya que actuabas así. La cuidabas, jugabas con ella, la ayudabas
con los deberes, la llevabas de caza..., todo funcionaba. Durante estos años,
mi vida ha sido absolutamente perfecta, y las cosas parecían estar en su sitio.
Pero todo cambió hace unos meses, cuando ella se hizo mayor.
»Tu manera de mirarla se
transformó por completo. Empezaste a mirarla de una forma diferente que
trastocó el velo que me había puesto a mí misma. Ya no la mirabas como a una
prima o una hermana pequeña. La mirabas como a una mujer, la tratabas como a
una mujer. Y fue peor cuando ella empezó a mirarte del mismo modo, con esa
adoración mutua, ese amor, ese deseo…
»Y entonces, todo lo que
había sentido aquel día en el porche con Renesmee resurgió sin que yo pudiera
hacer nada para evitarlo. No sabía qué me pasaba, pero cada vez que os veía, me
sentía extraña, enfadada y, sobre todo, desconcertada, me sentía como si me
faltase algo. Hasta que Renesmee me enseñó aquellas imágenes tuyas durmiendo en
su cama. Cuando vi cómo te acariciaba, cómo te miraba, cómo te deseaba, me
volví completamente loca y me sorprendí a mi misma sintiéndome celosa. Mis
celos y mis verdaderos sentimientos estallaron como una bomba.
»Intenté darle una
explicación, puesto que creía que ya no sentía nada por ti, que eso era una
debilidad humana que se había curado con mi transformación y que solamente te
quería como a mi mejor amigo, pero no la encontraba. Hasta que me di cuenta del
porqué, de por qué siempre me empeñaba en verte como a un hermano para
Renesmee, de por qué evitaba pensar en vosotros cuando ella creciera, de por
qué te había eclipsado desde el principio, de por qué estaba celosa. Era porque
seguía sintiendo algo por ti. Algo que no era solo amistad y que no quería
aceptar. ¿Cómo iba a sentirlo después de haberme transformado en un vampiro por
Edward? Él era todo lo que quería, lo amaba con toda mi alma, era la mujer más
feliz del mundo a su lado, ¿cómo iba a querer otra cosa? Era imposible. Pero no
me quedó más remedio que admitir la
verdad. Yo no soy perfecta, porque la perfección no existe, y los sentimientos
no se pueden resetear. Cada vez que te veo con Renesmee, me doy cuenta ―su
mirada se alzó para clavarse en la mía―. Te sigo amando, Jake. Sigo
enamorada de ti, siempre lo he estado.
Me volví a quedar atónito, con la mandíbula colgando y las cejas
hundidas sobre los ojos.
Esa mujer que había amado con toda mi alma hace unos años, por la que
habría dado mi vida sin pensarlo ―de hecho había
estado a punto de darla―, y que me
había hecho tanto daño, ahora venía y me decía que seguía enamorada de mí. Hace
siete años habría dado mis riñones por escuchar eso, incluso después de su
boda, pero ahora…
Ahora yo ya no estaba enamorado de ella, no la amaba, al menos no de
ese modo. La quería, sí. Igual que quería a Rachel, Rebecca, incluso a Leah,
era el mismo sentimiento de amistad o hermandad. Ni siquiera se parecía a
aquella chica que había conocido. Era Bella, sí, pero sin serlo. Esos ojos ambarinos
que ahora me miraban buscando una respuesta, no eran sus ojos. Su rostro, del
que ella se sentía tan orgullosa creyendo que era tan hermoso, no era el suyo,
no del todo. Ni su olor. Ahora era un zombie,
un muerto viviente maquillado con esa tez blanca e impoluta, pero muerto
viviente al fin y al cabo. Incluso su personalidad había cambiado un poco.
Aunque no había dejado de amarla por eso. Era por Nessie. Yo amaba a
Nessie. No era solo la imprimación y nuestra conexión, estaba locamente
enamorado de ella, más de lo que lo había estado de Bella en aquellos tiempos.
Mucho más, infinitamente más. Porque sin Bella habría sobrevivido tarde o
temprano, mejor o peor, habría aprendido a vivir sin ella, aunque me hubiese
costado. Pero no sin Nessie. Ella era lo más grande que me había pasado nunca,
era mi ángel, el amor de mi vida, mi mejor amiga, mi compañera, su alma era el
complemento de la mía para que fuéramos una sola. Estar separado de ella me
hacía daño, tanto, que lo sentía físicamente. Ya lo había comprobado aquellos cuatro
meses en los que ella se había empeñado en alejarse de mí.
Sin embargo, ¿qué se supone que tenía que hacer? Vale, era mi amiga y
no quería herirla, pero, ¿qué la podía decir? Tenía que decirle la verdad, ¿no?
―No… no sé qué decir, Bella ―murmuré, rascándome la nuca, incómodo―. Bueno, quiero decir, que me siento halagado y eso,
pero yo no siento lo mismo por ti ―reconocí,
intentando darle a mi voz un tono suave que no lacerara sus sentimientos―. Mi corazón solo le pertenece a Nessie, lo sabes.
―Y tú sabes que se puede
querer a dos personas a la vez ―afirmó con
convicción.
―No es mi caso ―le aseguré.
―¿Y cómo lo sabes?
―Porque lo que yo siento por
Nessie va más allá, ¿entiendes? ―suspiré para
tomarme un tiempo, a ver si se lo podía explicar bien, era bastante difícil
hacerlo con palabras sin hacerla daño―. Los dos
estamos imprimados, pero no es solo eso. También estamos enamorados, no
podríamos vivir el uno sin el otro. Y además estamos conectados, tenemos un
vínculo muy fuerte.
―Tú y yo también estábamos
conectados ―objetó.
―Sí, pero nuestra conexión
era Nessie, ya deberías saberlo. Además, mi conexión con ella es totalmente
diferente, es… literal ―empecé a
aclararle―. Mi vínculo con Nessie es
algo físico y espiritual. Ella es mi complemento, mi compañera, somos dos
piezas exclusivas que encajan a la perfección. Y no habría otra pieza para mí,
¿comprendes? Podría existir una pieza parecida, pero no sería la perfecta, como
ella. Yo estoy hecho para ella y ella está hecha para mí. Incluso es un
metamorfo como yo y tiene instintos lupinos por nuestro vínculo, ¿no lo ves?
―Pero eso no quiere decir que
no puedas sentir algo por otra persona, y tú y yo estábamos conectados, éramos
almas gemelas ―insistió.
Arg. Esto era más complicado de explicar de lo que pensaba. ¿Cómo
podía hacerlo sin herir sus sentimientos? Eso iba a ser misión imposible.
―Sí, pero no del todo. Nos
faltaba un poco para serlo completamente, y ese poco lo tiene Nessie. Ella es
mi alma gemela de verdad, literalmente ―maticé otra vez―. Enamorarnos fue tan fácil y tan natural como
respirar. Por eso todo sucedió como sucedió, era el destino. Las cosas tenían
que pasar de ese modo para que yo la conociera. Tú amabas más a Edward, ¿no lo
ves, Bella? Lo escogiste a él porque no éramos almas gemelas del todo, tú y yo
no estábamos destinados de ese modo, nuestra conexión, el motivo de nuestra
dependencia mutua, era Nessie. Lo vi todo claro cuando nació. Cuando la vi y me
imprimé todo encajó en su sitio.
―¿Quieres decir que yo solo
fui un mero instrumento para ti? ―quiso saber, un
poco decepcionada.
¿Cómo podía dudar de mí, después de todo lo que había pasado por ella?
Opté por recalcarle lo que ella ya sabía de sobra, no me gustaba andar
con medias tintas. Cuanto antes cortara esto de raíz, mejor.
―No, claro que no. Yo te
quería, en aquel momento lo sentía de verdad y lo sabes, era real. Pero, seamos
sinceros, también tengo que admitir que ese amor, el amor que yo sentía por ti,
el amor que tú sentías por mí, en realidad era por Nessie. Mi vínculo con ella
ya era extremadamente fuerte, ya existía entonces. Siempre miraba tus ojos y me
preguntaba por qué no me imprimaba de ti, pero después, cuando al fin vi a
Nessie, lo entendí. No me imprimé de ti porque no eran tus ojos los que
buscaba, eran los suyos. Yo veía sus ojos en los tuyos. Mira, en algo tienes
razón, cuando Nessie nació, solo tenía ojos para ella, la imprimación es algo
muy fuerte, la pulsión que te atrae hacia esa persona es muy potente, en
nuestro caso lo fue incluso antes de que naciera. Por supuesto, podía haber
elegido pasar de mi imprimación y largarme, aunque eso me hubiera matado, pero
decidí quedarme con ella. Además, cuando despertaste, tú ya no eras la Bella
que yo conocía y amaba, eso también hubiera contribuido un poco a que te
olvidara, la verdad. Sin embargo, no fue solo por mi imprimación, ni por tu
cambio. Cuando Nessie creció, me enamoré locamente de ella, como nunca antes lo
había hecho, nunca he sentido esto tan fuerte por nadie, ni siquiera por ti.
Noté que mi respuesta había sido un golpe duro para ella. Pero, ¿qué
se esperaba? No entendía nada.
―Sin embargo, si te hubiese
escogido a ti, Renesmee no habría nacido y tú y yo estaríamos juntos ―murmuró, bajando la mirada con rabia.
Sabía que no lo decía en serio, que era fruto de la impotencia o lo
que fuera, pero que ella hablara así de Nessie me dolió.
―No digas eso ―no pude ocultar mi molestia.
―Yo podría haber sido esa
pieza parecida y hubiéramos sido felices, porque ella no habría existido, nunca
hubiera habido pieza perfecta ―espetó,
arrastrando las palabras con coraje.
―Basta ―gruñí.
―Si ella no hubiera nacido,
tú habrías seguido luchando por mí, es la verdad, Jake ―soltó como alegato.
Me rechinaron los dientes.
―Si ella no hubiera… existido ―mi boca se negaba a mencionarlo―, tú habrías
elegido a Edward igualmente, te hubieras convertido en un vampiro y yo estaría
vagando por ahí como un lobo para siempre, Bella.
Subió su rostro de piedra para mirarme con sorpresa y después sus ojos
se entornaron suspicaces.
―Lo habrías hecho para
olvidarte de mí ―afirmó,
curvando su labio hacia arriba con petulancia.
¿Es que eso le hacía gracia?
―Sí ―reconocí―, pero no
habría seguido luchando por ti, ni siquiera seguiríamos siendo amigos.
La sonrisa se le quedó despanzurrada en la cara.
―A lo mejor a mí me hubiera
gustado que lo hubieras hecho ―susurró.
Mejor dejarlo aquí. Era una tontería seguir hablando de esto. Yo iba a
terminar haciéndola daño, o peor, puede que incluso peligrara nuestra amistad.
―Es mejor que no sigamos con
esto ―afirmé, dando un paso al
frente para esquivarla.
―¿Por qué? ―me detuvo, poniéndome su mano congelada en el pecho,
lo cual me hizo pegar un pequeño bote.
―Porque no vas a escuchar la
respuesta que quieres oír ―le contesté,
apartándole la mano.
―¿Cuál es?
―No quiero hacerte daño ―le avisé.
―¿No sientes nada por mí? ―insistió, estudiándome con la mirada―. ¿No queda nada de aquello?
―No.
Se hizo un silencio incómodo.
―Pues yo no quiero perderte ―murmuró, apretando los párpados.
¿Por qué me venía con estas ahora? Sabía que yo estaba enamorado de
Nessie. Estaba diciéndole eso al novio de su hija, ¿no se daba cuenta de lo
violento que era esto para mí? Yo era… bueno, es decir, sonaba muy raro, pero
ella era mi suegra, prácticamente, y yo su futuro yerno. Además, también estaba
Edward, al que no tenía intención de dejar, o al menos, eso me parecía. ¿Qué se
proponía entonces?
―Sabes que no va a durar para
siempre ―espetó de repente.
―¿Qué? ―mis ojos se entornaron sin comprender, sombreados
por mis cejas.
―Bueno, no me gusta pensar en
eso todavía, pero ambos sabemos que ella… no es inmortal ―le costó terminar la frase―. ¿Qué vas a hacer cuando Renesmee envejezca?
―Lo mismo que si fuera humana
del todo. Dejaré de transformarme y envejeceré junto a ella ―le aclaré―. Yo también
puedo ser mortal.
―Pero no sabemos cómo lo
hará, Jake ―murmuró con desazón. Sin
duda, también estaba preocupada por eso―. Su
crecimiento fue muy rápido, ¿qué pasará si su envejecimiento es similar? Cuando
tú dejes de transformarte, envejecerás a un ritmo humano y ella…
―No sé qué pasará, Bella ―le corté, un poco incómodo por tener que pensar en
esa situación que esperaba tan lejana y que no sabía por qué venía al caso―. Solo sé que yo moriré junto a ella ―afirmé con firmeza―. No pienso vivir en este mundo sin Nessie.
―¿Te… quitarás la vida? ―musitó con horror.
No sé de qué se sorprendía tanto, ella habría hecho lo mismo por
Edward.
―Sin ninguna duda ―confirmé.
―Yo…, bueno, había pensado
que tú quizás… podías venirte con nosotros cuando Renesmee… ―se negó a decir la palabra―. No tendrías que envejecer nunca…
―Sabes que eso no es posible,
Bella.
―¿Por qué?
―Mi vida sin ella ya no
tendría sentido ―declaré―. No ahora que he experimentado lo que es la felicidad
a su lado. Además, tendremos una vida plena, con hijos, nietos y eso. Cuando
fallezcamos, ya habremos cumplido con nuestro ciclo en este mundo y estaremos
juntos en el otro.
Eso pareció ofenderle también.
―Yo ya no podré tener más
hijos… ―murmuró para sí misma con una
mezcolanza de pesadumbre y rabia, cerrando los ojos. Entonces, los abrió de
repente―. ¿Y si fuera todo lo contrario?
¿Y si tú envejecieras antes que ella? ―interrogó a
modo de queja―. ¿Dejarías que ella se
quitara la vida por ti?
¿Por qué me hacía tantas preguntas sobre esto? Ya estaba empezando a
cansarme.
―¿Es una prueba? ―le pregunté.
―¿Cómo? ―sus ojos se entrecerraron, confusos.
―Que si es una prueba. Porque
yo estoy locamente enamorado de Nessie y no creo que tenga que demostrártelo ―le advertí.
―No. No es ninguna… prueba.
Eso ya lo sé…
―¿Es que estás pasando una
mala racha con tu marido?
Utilicé el término marido para que le diera un repaso a su
estado civil, por si se le había olvidado.
―Edward y yo estamos muy
bien, mejor que nunca ―me respondió,
un tanto molesta por mi intencionada terminología―. Estamos tan enamorados como siempre, y no pienso abandonarle, si es
eso lo que te preocupa.
¿Y entonces para qué me decía que seguía enamorada de mí a estas
alturas de la vida? ¿Qué quería de mí?
―Bueno, pues ya está ―volví a levantar el pie―. Voy a buscar a Nessie.
No me dejó avanzar otro paso.
―Espera, no te vayas, por
favor ―imploró con ansiedad,
sujetándome por los hombros.
Sus manos estaban tan heladas, que me dio otro respingo. Ella se dio
cuenta y las apartó, o tal vez mi piel estaba demasiado ardiente para la suya.
―¿Qué te pasa? No te entiendo
―admití, entornando los ojos
con extrañeza―. ¿Por qué me dices esto
ahora?
―Porque te echo muchísimo de
menos, Jacob, no sabes cuánto ―confesó,
caminando con nerviosismo―. Creía que al
transformarme me olvidaría de ti, pero me equivoqué.
―Pero tienes todo lo que
querías, ¿no? ―intervine―. Esta es la vida que querías, la que escogiste. Tú
querías que solo fuéramos amigos, que yo formara parte de tu familia, y lo
somos. Además, tú misma lo has dicho antes, estás enamorada de Edward, le
quieres.
―También estoy enamorada de
ti ―afirmó, implorándome con los
ojos.
La misma historia de siempre. Qué cansancio.
―¿Y qué pasa con Nessie? ―mi indignación iba subiendo conforme salían mis
propias palabras―. ¿Es que no te
importa lo que le estás haciendo?
―Ella es lo más importante
para mí, jamás le haría daño ―me contestó con
firmeza. Luego, bajó la mirada―. Por eso estoy
pasando este calvario, no sabes lo mal que lo estoy pasando, Jake. Cada vez que
te veo y me invaden estos sentimientos, me odio a mí misma ―admitió con pesadumbre, escudriñando el suelo como
si hubiera perdido algo―. No te
imaginas lo mucho que me odio por tener celos de mi propia hija, por desear lo
que ella tiene, por saber que nunca lo podré tener porque es para ella, por
estar feliz por ella y, a la vez, envidiar lo que es suyo… ―izó sus ojos hacia los míos con un matiz que juraría
que era anhelo―. Pero no puedo evitar
sentir todo esto por ti, cada vez que te veo, me invaden los recuerdos…
―¿Y Edward? Ahora que me has
dicho esto, sabes que se va a enterar cuando me lea la mente, ¿acaso no te
importa que sepa que me quieres a mí también?
Aunque ese chupasangres era tan idiota, que era capaz de enterarse y
pasar del tema solo por verla feliz.
―Edward lo sabe todo desde
hace tiempo, pero lo único que quiere es verme feliz ―murmuró, agachando la mirada―. Sabe lo mal que lo estoy pasando, ya hemos hablado
de esto. Yo misma le he contado lo que iba a venir a hacer aquí, no quería
engañarle.
Sí, definitivamente era idiota, tonto de remate. O era demasiado
bueno, o simplemente sabía que yo solo amaba a Nessie y estaba tranquilo, yo
qué sé. ¿Es que ese tipo no tenía sangre en las venas o qué? Bueno, en
realidad, claro que no la tenía.
―También me odio a mí misma
por fallarle otra vez, aunque él sabe que jamás le dejaría, jamás me iré de su
lado. Le amo por encima de todo, como a Renesmee. Hacerle daño a Renesmee o a
Edward sería lo último que haría en mi vida.
―¿Y qué es lo que quieres,
Bella? ―no pude evitar conferir una
nota de cansancio a mis palabras, ya hartas de todo esto―. ¿Para qué me lo dices, si tú quieres más a Edward
y sabes que yo amo a Nessie? No te entiendo ―reprobé.
―Tenía que decírtelo ―empezó a dar paseíllos otra vez sin parar―, necesitaba desahogarme, sacar todo esto que
llevaba dentro antes de que nos marcháramos a Alaska, tenía que despedirme de
ti, de lo que significas para mí. Es como si sacándolo todo fuera, lo dejara
aquí y me librara por fin, ¿comprendes?
Algo me decía que eso no le bastaba y que era mejor que me fuera de
allí.
―Bueno, pues ya me lo has
dicho, ¿no? Ahora ya te has desahogado y está todo aclarado ―manifesté un poco más alegre para quitarle hierro al
asunto―. Ya puedes irte tranquila a
Alaska. Además, ya os hemos dicho que iremos a visitaros, y vosotros podéis
venir cuando queráis.
―Sí, pero aun así, no me voy
tranquila ―objetó―. Me falta una cosa…
Lo sabía.
―No veo qué problema hay, ya
tienes todo lo que quieres. Tú eres feliz, yo soy feliz…
―No, no tengo todo lo que
quiero ―me contradijo―. Me gustaría tenerte a ti también, pero eso es
imposible, eso es lo que me mata ―manifestó sin
dejar de mover sus pies―. Edward es el
amor de mi vida, siempre lo será, pero por esa misma razón tú eres mi amor
imposible. Porque siempre amé y amaré más a Edward, y por eso tuve que
escogerle a él. No pude escogerte a ti, porque yo le amaba más y no podía vivir
sin él, en cierto modo, no tuve alternativa. Y porque ahora perteneces a
Renesmee... Sí, tienes razón, siempre le has pertenecido, desde el mismo
principio de todo… Ella me lo dejó bien claro cuando aún era un bebé y me dijo
que tú eras suyo. Siempre habías sido suyo..., incluso antes de que naciera… Sin
embargo, tú siempre seguirás en mi corazón…, una parte de él se quedó contigo
el día en que te dejé en tu cuarto… y no podré tenerte nunca…
¿Por qué seguía haciéndose esto? ¿No veía que iba a acabar haciéndose
más daño?
―No se puede tener todo en la
vida, Bella. A veces no queda más remedio que escoger y dejar atrás ciertas
cosas, olvidarlas. Sabes de sobra que a mí no me puedes tener, tienes que
olvidarte de mí en ese sentido o acabarás haciéndote daño ―le aconsejé―. A ti y a Edward. Tienes que centrarte solo en él,
no se merece esto.
En mi vida pensé que iba a decir esto de ese chupasangres.
―Sí, lo sé ―asintió, cerrando los ojos―. Esta será la última vez que me verá sufrir por ti,
me olvidaré de esto para siempre y no le volveré a hacer daño jamás. Pero me
gustaría tener un trocito de ti antes de que nos marchemos de Forks ―añadió, parándose a un paso de mí para mirarme de
frente―. Entonces, lo habré dejado
todo aquí, me podré ir tranquila y no le haré más daño a Edward.
Fruncí el ceño, extrañado. Fue suficiente para que ella se diera
cuenta de mi pregunta.
―Me gustaría que me dieras
una cosa para llevarme conmigo, para guardarla en mi corazón ―anunció con un murmullo mientras sus ojos bajaban
hasta el suelo―. Ya sé que vamos a volver a
vernos, no obstante, quisiera algo de ti de recuerdo, como despedida del Jacob
que yo amaba.
Bueno, podía tallarle un colgante de recuerdo. Si así se quedaba a
gusto y era feliz…
―Sí, claro, lo que quieras ―acepté sin problemas, encogiéndome de hombros―. ¿Qué quieres?
―Quiero recordar el pasado,
aunque solo sea una vez…
―¿Recordar el pasado? ¿A qué
te refieres?
No debí de haberlo preguntado. Lo mejor habría sido que me hubiera
largado de allí de una vez.
―No tengo muchos recuerdos de
mi vida como humana… ―sus manos
volvían a retorcerse la una con la otra―. Pero hay una
cosa de la que no consigo olvidarme, Jake. La tengo grabada en la memoria,
puedo verla hasta con los ojos cerrados, clara y nítida ―sus pupilas se clavaron en las mías con una
determinación que no me hizo ni pizca de gracia―. Nuestro beso. No puedo quitármelo de la cabeza.
EN BOCA CERRADA
NO ENTRAN MOSCAS. BUENO, VALE, A VECES
ES INEVITABLE
¡Uf! Ahora sí que me piraba.
―Me voy ―declaré, dando un paso al frente.
―Jake, por favor… ―me rogó con un timbre pretencioso, poniéndome sus
pétreas y frías manos sobre los hombros―. Solo será un
beso, Renesmee no se enterará, te lo prometo.
―¡¿Qué?! ―mi voz reflejó lo atónita que se había quedado mi
sesera.
―Dicen que los besos que no
se olvidan son los que nunca se han dado. Si me besaras ahora, sería feliz, me
quedaría eso y podría olvidarme de ti.
―¡¿Te has vuelto loca?! ―protesté con indignación, procurando separarme de
ella―. ¡¿Crees que yo le haría
algo así a Nessie?!
Esto ya pasaba de castaño a oscuro, pero, mierda, sí, era un imbécil,
no quería herir sus sentimientos. Estaba claro que Bella no estaba pasando por
un buen momento, si me pedía esto ignorando a Edward y a su propia hija. Esto
tenía que ser una locura transitoria vampírica o algo así. Tendría que ser
delicado con ella, aunque lo que en verdad me apetecía era transformarme y
salir por patas de allí. Intenté despegarla de mí, interponiendo mis manos lo
poco que me dejaba, pero era tan dura como una roca y estaba obcecada, ni
siquiera yo era capaz de conseguirlo.
―Por favor. Será un beso de
despedida y ya no te molestaré más, te lo prometo ―insistió con ansiedad manifiesta. Sus ojos bajaron a
repasar mi torso mientras sus manos congeladas empezaban a magrear mis hombros―. Si es por ella, no te preocupes, no se enterará,
porque solamente será un beso inocente de despedida y luego seguiremos con
nuestras vidas, no le haremos ningún daño ―continuó con su
afán, rodeándome el cuello con sus muñecas de acero.
Sí, se había vuelto loca de verdad, chiflada.
―Aun así, yo jamás le haría eso
a Nessie ―repetí, ahora mosqueado de
verdad―. Además, no es solo por
ella, Bella ―afirmé, tratando de quitar
sus manos de granito ensambladas en mi cuello―. Yo no quiero besarte. No te quiero a ti. No estoy enamorado de ti.
Quiero a Nessie, ¿no lo entiendes?
Comprobé que se le había ido la olla del todo cuando mi negación
rotunda rompió la poca cordura que le quedaba y fue dominada por la
desesperación. Me empujó con tanta fuerza, que me estampó contra un árbol. Lo
hizo con tanto ímpetu, que el tronco se quebró, aunque no llegó a partirse ni
me hizo daño, y me quedé espachurrado entre su cuerpo de mármol y la madera.
Empecé a sentirme como una presa atrapada, acorralada, no podía ni moverme.
Si no fuera mi amiga, habría cambiado de fase delante de sus narices y
le hubiera arrancado la cabeza de cuajo de una dentellada.
―Déjame ―le exigí con voz fuerte y contundente, alzando la
cara para que no llegara la suya―. Ya te he
dicho que no.
Le dio lo mismo. Tiró de mi cuello hacia abajo con una de sus manos y
obligó a mi cuerpo a inclinarse sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo.
Comencé a sentirme un poco frustrado y avergonzado por no ser capaz de parar a
una chica, aunque esta fuera un vampiro, pero por más que empujaba sus hombros,
era inútil, igual que tratar de mover una montaña.
―Por favor, Jake… ―imploró con un susurro a la vez que pegaba su frente
gélida como el hielo a la mía, que ya estaba sudando del mal rato.
―Apártate de mí ―mascullé, más cabreado.
―Te has hecho todo un hombre,
y eres tan fuerte… ―susurró,
deslizando su mano por mi pecho.
Genial. ¿Por qué no me habría dejado puesta mi camiseta llena de
virutas? Pasó su mano hasta mi espalda y volví a sacudirme.
―Cuando era neófita, tu
efluvio no me gustaba. Debería seguir disgustándome, como al resto, pero no lo
pude evitar, eras tú, y no me costó nada acostumbrarme, tanto, que a mí ahora me
encanta ―murmuró mientras inhalaba el
olor de mi cuello.
Pues para mí el suyo apestaba. Su aliento glacial y su efluvio me
quemaban la nariz, aunque sus manos ya no estaban tan frías, el contacto con mi
piel las había templado. Aun así, cada vez que las arrastraba, me daba un
respingo.
―¡Suéltame, Bella! ―repetí, apretando los dientes―. ¡No voy a besarte!
Como una serpiente cuando ataca, lanzó su boca a la mía con furia,
pero tuve reflejos, suerte, ¿o fue un milagro?, y me dio tiempo a girar el
careto para que solo la aplastara en mi mejilla. Fue igual que si me hubiesen
dado una pedrada, más bien, con una bola de nieve. ¡Plaf, bolazo en toda la jeta!
No quería hacerla daño, era mi amiga, pero el instinto es el instinto,
y ella no dejaba de ser un vampiro que me estaba agrediendo. Todo mi organismo
la rechazaba, no pude evitar que el fuego empezara a recorrerme la columna
vertebral y que mi cuerpo se llenara de convulsiones.
Bella se dio cuenta y se apartó ipso facto ―¡uf!―, se quedó a un
metro de mí, mirándome con un rostro inescrutable.
―¡¿Qué coño te pasa, Bella?! ―grité con indignación, desencajándome del tronco por
fin―. ¡¿Se te ha ido la pinza o
qué?!
―Lo… lo siento ―musitó, paseando nerviosamente mientras se pasaba la
mano por el pelo y observaba los helechos del suelo―. No sé qué me ha pasado… Supongo que tenía que
intentarlo ―me dijo con un hilo de voz.
Estupendo. Lo peor es que me daba pena de ella, y ahora me sentía
culpable por no haber sabido parar esto a tiempo para que la cosa no llegara a
estos límites. Bella lo estaba pasando realmente mal, tanto, que se la veía
desconcertada, perdida. No me extrañaba que Edward hubiera permitido que ella
viniera a confesar sus sentimientos por mí con tal de que ella se sintiera
mejor, sobre todo conociendo la personalidad de ese idiota. Seguramente, él
tenía que estar pasándolo mal también, ya me lo imaginaba mirando a Bella con
su cara de lánguido. Sin embargo, yo estaba hecho un lío, ya no sabía cómo
tenía que reaccionar, si tenía que enfadarme o qué, ya no sabía qué decirle
para hacerla entrar en razón sin herirla.
―Bueno, está bien ―suspiré, un poco ofendido todavía, poniendo los
brazos en jarra―. Ya… ya pasó.
No pasa nada, no te preocupes.
―Debes odiarme por esto.
―Yo no te odio, ¿cómo iba a
odiarte? ―le corregí.
―Pero tampoco me quieres ―señaló.
―Claro que te quiero, pero no
como tú deseas ―maticé―. Mira, Bells, tienes que entenderlo, ¿vale? Lo
siento mucho, de verdad, no sabes lo mal que me siento por ti, pero tienes que
aceptarlo. Para mí eres como una hermana, y siempre podrás contar conmigo para
lo que sea ―menos para darme un beso,
por supuesto―. Pero yo estoy enamorado de
Nessie, ya no te puedo decir más.
―Si supieras que intenté
separaros, sí que me odiarías ―desembuchó,
cerrando sus abatidos ojos―. Soy una
egoísta, no sé cómo pude ―sollozó.
―¿Cómo? ―mis cejas bajaron a la altura de mis párpados.
―Fui yo quien le dijo a
Renesmee que no te dijera que te quería…
―¿Qué me estás contando,
Bella? ―si mi ceño ya estaba bien
fruncido, terminó por inyectarse en mis ojos.
―La convencí para que no te
dijera nada. Le dije que tú estabas imprimado y que ella podía hacerte mucho
daño si luego no resultaba bien ―reconoció,
visiblemente arrepentida, frotándose las manos otra vez―. También le dije que tenía que salir con otros
chicos para comprobar si sus sentimientos eran de verdad, aunque lo que
realmente quería era despegarla de ti un poco.
En ese momento me apetecía arrearla un puñetazo en todas las napias,
pero me contuve porque era mi amiga, mi futura suegra y porque no me gustaba
pegar a una mujer, aunque fuera un vampiro y pudiera romperme la mano.
―¡¿Te das cuenta de lo que
sufrimos esos cuatro meses?! ―le eché en cara,
mascullando entre dientes, mientras paseaba con las manos aferradas en mi nuca
para centrar la ira en mi pelo.
―¡Yo no sabía que ella
también estaba imprimada de ti ―lloriqueó―, si lo hubiera sabido, no le habría dicho todo eso,
te lo juro! ¡Solo quería protegerte!
―¡¿Protegerme?! ―exclamé, parándome en seco para mirarla enfadado―. ¡Pues casi nos matas, Bella! ¡¿No te das cuenta de
que estar separados nos hace mucho daño?!
―Entonces eso no lo sabía.
Pero al final salió todo bien, ¿no? ¿Ves? No sirvió de nada, estáis juntos. Eso
es lo que importa ―razonó ella
solita para calmarme.
Resollé por las narices, harto de todo este tema.
Bella se quedó mirándome, mordiéndose el labio, penitente.
―Lo siento mucho ―murmuró, compungida―. Por mi culpa, lo habéis pasado muy mal, soy una persona horrible…
―Bueno, déjalo ya ―resoplé―. Ahora ya no
tiene remedio, lo hecho, hecho está. Además, por mucho que lo hubieras
intentado, Nessie y yo estaríamos juntos, nadie puede separarnos ―le restregué en todo el morro, dándome una pequeña
licencia como venganza.
―Sí, ahora me doy cuenta ―asintió en voz baja, observando la espesura del
bosque, cabizbaja―. Quiero que
sepas una cosa ―¡¿más?!―. Quiero que sepas que mi hija es lo primero para mí
y que soy muy feliz por ella, porque se lleva a la persona más maravillosa del
mundo ―musitó con un nudo en la
garganta, girando el rostro para mirarme con convicción―. Y ella también lo es, realmente estáis hechos el
uno para el otro.
Guay. Lo que faltaba.
―Bells… ―intenté quejarme para que lo dejara ya.
―No, déjame terminar ―me interrumpió, levantando la mano―. No puedo desear a nadie mejor para ella que tú, no
hay nadie mejor que tú, no habría nadie que la cuidase mejor que tú, eso lo sé
muy bien, por eso te la entregué hace seis años para que la salvaras, y por eso
me marcharé tranquila por ella, no se la podría confiar a nadie más. Y sé que
seréis muy felices, eso también me hace feliz a mí, aunque yo te siga queriendo
y no pueda tenerte.
Mierda. Al final iba a hacerme llorar y todo.
―Pero la quieres a ella y eso
me hace feliz. No sé si soportaría que te hubieras imprimado de otra ―se rio forzadamente―, porque todas me habrían parecido poco para ti. En cambio, con
Renesmee es distinto. Ella es la única que te merece, ni siquiera yo te merezco.
En realidad, nunca te he merecido, te he hecho mucho daño, no sabes cuánto me
arrepiento de eso.
―Eso es agua pasada, no
merece la pena recordarlo. Además, era lo que tenía que pasar para que mi
conexión con Nessie terminara el ciclo.
―Aun así, te pido perdón,
aunque fuera cosa del destino, como tú dices ―me sonrió, otra vez una sonrisa desvaída.
―No importa, Bells, de
verdad.
―Supongo que no puedo evitar
que Renesmee termine sabiendo todo esto, ¿verdad? ―lamentó, girando el rostro para mirar al horizonte
con preocupación―. Sé que los
imprimados no podéis guardaros ningún secreto, aunque he de confesarte que me
gustaría que no le dijeses nada, no quiero que ella sufra por algo que ya
terminó y que no es necesario que sepa.
¿Algo que ya terminó? No dije nada para no hurgar más en la supurante
herida, pero esto era algo que ni siquiera había existido, al menos para mí.
―Bueno, ya es tarde para eso.
Ella ya lo sabe ―le revelé.
―¿Ya lo sabe? ―me preguntó con los ojos abiertos como platos.
―Me refiero a tus
sentimientos. A Nessie no se le escapa una ―me reí, porque
era cierto.
―Sí, no sé de qué me
sorprendo, debería habérmelo imaginado.
Siempre ha sido una niña muy lista ―sonrió con
añoranza. Entonces, su rostro se tornó en tristeza―. Ahora me odiará.
Odiarla no, pero querer pegarla un puñetazo como yo antes… Puede que
ella sí lo hiciera. Bueno, no. Era demasiado buena.
―No, no te preocupes. Ella te
quiere con locura, jamás te odiaría ―afirmé.
―¿Ni siquiera por querer lo
que ella más ama del mundo? ―murmuró,
sonriéndome sin ganas.
―Ni siquiera por eso ―ratifiqué sin ningún atisbo de duda.
Su rostro volvió a fijarse en el suelo y se hizo un mutismo que me
pedía a gritos que me largara de allí de una maldita vez.
―Bueno, voy a ir a buscarla ―anuncié, empezando a caminar hacia el boscaje―. Se me ha hecho tarde.
Y estaba deseando abrazarla y besarla.
―Sí, claro ―murmuró a mis espaldas― ¡Jake! ―me llamó de
pronto.
Me paré y giré la mitad del cuerpo para mirarla.
―No te preocupes. Seré buena ―me dijo con una sonrisa cómplice.
No pude evitar sonreír yo también al recordar aquello. Me sorprendía
que todavía se acordase de cuando yo se lo había dicho el día que estaba hecho
polvo en mi cama tras la batalla con los neófitos para decirle que me iba a
rendir y que no iba a seguir luchando por ella.
―Seréis muy felices en Alaska
y todo se arreglará, ya lo verás ―la animé―. Dentro de unos años, esto solamente será un
capítulo más y te reirás al recordarlo.
Como me había pasado a mí.
―No sé, Jake. Puede que sí ―me contestó, aunque no parecía muy convencida.
―Bueno, hasta luego ―me despedí, ofreciéndola una media sonrisa para que
se sintiera mejor.
Pareció funcionar.
―Hasta luego ―me sonrió también.
Volví a girarme y eché a correr hacia la casa de los Cullen, sin mirar
atrás.
No tardé en llegar hasta allí. Entré en el salón. Genial, Edward no
estaba. No era por nada, pero lo que menos me apetecía en esos momentos era
toparme con un marido vampiro en estado agónico.
El resto de los Cullen que allí estaban casi ni me miraron, tan solo
una mirada fugaz, excepto Carlisle y Esme, que también me sonrieron.
―Hola ―saludé en general, subiendo las escaleras a toda
mecha.
Atravesé el pasillo y pasé a la habitación de Nessie para coger una
camiseta. Entrar en ese dormitorio era como un oasis en medio del desierto. Era
la única estancia en toda la casa que olía bien. Olía a Nessie.
Salí de allí con la prenda en la mano y bajé las escaleras de tres en
tres, apoyándome en la barandilla para ahorrarme los cambios de sentido de los
descansillos de un salto.
―Adiós ―me despedí, trotando por el salón hacia la puerta.
Y cerré con un portazo detrás de mí.
Me oculté detrás de uno de los árboles que estaban frente a la casa e
hice todo el ritual con la ropa para poder entrar en fase.
Trum, trum, trum, trum.
Ya estaba volando a cuatro patas.
Salí de la propiedad de los Cullen para adentrarme en el bosque
contiguo y aceleré.
¡Buf! Menos mal que no estaba Edward. A ver qué cara le hubiera puesto
yo después de todo el marrón que se me había plantado delante. Como para
aguantar otro. Vale, vale, yo no tenía la culpa, por supuesto, pero no creía
que él contara con que Bella también quisiera besarme. Ya debía de ser bastante
chungo saber que tu mujer iba a decirle a otro que seguía enamorada de él para
desahogarse y despedirse, sin embargo, por muy comprensivo que fuera, enterarse
de que tu mujer también le quiso besar y tener a ese otro delante… a tiro…
No pude evitar que se me erizara la pelambrera del lomo al recordar el
mal rato que había pasado. En ese momento, me di cuenta de lo irónica que era
la vida. Jamás me hubiera imaginado que yo iba a terminar rechazando a Bella
después de tantos años, y menos ahora, que ella era una mujer felizmente casada
y yo era tan feliz junto a Nessie.
Lo malo es que me había quedado un regusto horrible en la cabeza con
todo este asunto. Me sentía mal por Bella, aunque sabía que ella iba a ser
feliz igualmente. Sin embargo, parecía que lo estaba pasando tan mal…
A mí no me da ninguna pena, intervino
Embry de repente.
¿De qué va?, siguió Quil.
Mierda. Se me había olvidado desconectarme del resto. Esos capullos
estaban tumbados a la bartola sin hacer nada y se habían quedado en silencio
para ver todos mis recuerdos. Ahora ya tenían algo con lo que entretenerse.
¿No tenéis nada que hacer?, resoplé.
Estamos trabajando, tío, ¿no
lo ves?, alegó Isaac.
Podía ver cómo azotaba el rabo contra la hierba.
Sí, claro, ya lo veo, contesté con
sarcasmo.
¡Puaj! ¡Casi te besa un
vampiro, tío!, exclamó Paul.
Y encima, tu futura suegra, comentó Jared.
Qué fuerte, continuó
Jeremiah.
¿Se lo vas a contar a
Nessie?, inquirió Embry.
Sí, claro, se lo tiene que
contar, afirmó Quil.
Yo que él, no lo haría, advirtió
Collin. Solo le traerá problemas.
Pero ella tiene derecho a
saberlo, opinó Brady.
Pobre Nessie, lamentó
Isaac.
Pobre marido, añadió Paul.
¡Uf! Pobre Jake cuando ese se entere, siguió Jared.
¡Esa tía es una…!
Clic. Desconecté
antes de que Leah terminara su frase y bajé los murmullos a un volumen muy bajo
para ignorarlos con más facilidad. Entre todos iban a freírme los sesos.
Sin embargo, ahora me habían dejado en duda. ¡Maldita sea! Ya no sabía
si era mejor contárselo a Nessie o pasar del tema. ¿Era mejor que lo supiera y
se enterara de lo que su madre me había dicho y había estado a punto de hacer,
o era mejor ocultárselo como una rata y ser un mentiroso para que ella no
tuviera que pasar el mal trago?
Desde luego, si fuese al revés, a mí me gustaría saber la verdad…,
pero tampoco quería causarle más problemas a Bella, ni que Nessie se enfadara
con su madre, eso también la haría sufrir a ella.
Aunque, por otra parte, Nessie ya sabía que su madre sentía algo por
mí, ella misma me había contado todos los brotes de celos que Bella había
tenido y que yo no había querido creerme, no era nada nuevo para ella.
¿Contárselo o no contárselo? ¿Contárselo o no contárselo? ¿Contárselo
o no contárselo?
Me pasé todo mi galope en dirección al instituto de esa guisa, hasta
que, sin darme apenas cuenta, ya estaba en la linde del bosque que limitaba con
el grupo de edificios que lo conformaban.
Cambié de fase otra vez y me vestí.
Mientras caminaba para salir del boscaje, pisé una rama y me di cuenta
de que no llevaba las deportivas. Genial.
Bueno, por lo menos, había llegado a tiempo. La gente empezaba a salir
de clase.
Corrí un poco, hasta que llegué al aparcamiento, y caminé por detrás
de los coches para ocultar mis pies descalzos. Divisé a Seth, que esperaba a
Brenda en el mismo sitio de siempre, y me acerqué a él. Su agudo oído le hizo
mirar atrás y me vio.
―Jake, ¿cómo va eso? ―me saludó con su alegría típica.
―Hola, ¿qué tal?
Me quedé detrás de él y apoyé mi trasero en el lateral de su coche.
―Hoy ha sido un día muy
aburrido, tío, no ha venido ni un triste vampiro ―suspiró.
Ojalá lo hubiera sido para mí también.
―Sí, ya me lo ha dicho Leah.
―Mira, ya salen.
Me incorporé al instante y, entonces, por fin la vi.
Su fantástico efluvio ya me llegaba desde su posición. En cuanto sus
dulces ojos se encontraron con los míos, echó a correr hacia mí.
Cómo me hubiera gustado no estar descalzo para correr hacia ella
también, tenía muchas ganas de abrazarla. Aun así, no tuve que esperar mucho.
Nessie llegó hasta mí en dos segundos y pude estrecharla entre mis brazos. Por
fin.
Inhalé el olor de su pelo profundamente. Qué bien olía.
―Hola, preciosa ―le sonreí, separándola de mi cuerpo para ver su
rostro perfecto.
Sí, era preciosa. ¡Preciosa! Era un ángel, mi ángel.
―Hola ―me sonrió también, apretando su abrazo para acercar
su cara a la mía.
Dios. Me moría por comerme esos labios. Me costó un triunfo, pero me
obligué a contenerme; sabía que si empezaba, ya no podría parar, y no quería
dar un espectáculo allí. Era mejor ir al bosque, había más intimidad.
―Espera, vamos a otro sitio ―le cuchicheé, despegando sus brazos de mi cuello
para cogerla de la mano―. Hasta luego,
chicos ―me despedí mientras recogía
su mochila del suelo e iniciaba la marcha, tirando de Nessie.
―Hasta luego ―correspondieron Seth y Brenda.
Volví a caminar por detrás de los coches y salimos del aparcamiento,
en dirección al bosque.
―¿Adónde vamos? ¿Y por qué
vas descalzo, no has venido en coche o en moto?
―No, he venido a cuatro
patas.
―Ah.
Pasamos la primera línea de árboles y la adentré un poco más en la
frondosidad, hasta que me pareció que ya teníamos suficiente intimidad para que
nadie pudiera vernos y Seth no pudiera oírnos.
Me paré, tirando la mochila, llevé su espalda hasta el tronco de un
árbol para besarla…
…y entonces, cuando sus ojitos se clavaron en los míos, no pude
evitarlo.
―Tengo que contarte una cosa ―solté.
Vale, sí, tanto comerme el tarro por el camino, para esto. Pero una
cosa era hablar, o pensar, y otra tener a tu chica mirándote con esa carita de
inocencia pura. No podía ocultarle nada a Nessie, odiaba mentirle. Prefería que
supiese la verdad, además, ya sabía la mitad.
―Has estado con mi madre,
¿no? ―adivinó antes de que yo
abriera la bocaza para continuar hablando.
―Sí… ―asentí, sorprendido de que lo supiera―. ¿Cómo lo sabes?
―Porque mi pulsera no dejaba
de vibrar mientras estaba en clase, y, bueno, cielo, es que hueles a ella ―señaló.
―Ah, claro… ―murmuré, oliéndome.
―Te ha confesado sus
sentimientos, ¿verdad? ―suspiró,
visiblemente molesta.
―Pues…, sí.
A veces, esta chica me daba miedo.
―Y… ha intentado algo más… ―cerró los ojos.
Tragué saliva.
―Ajá… ―me mordí el labio, temeroso.
―Ha intentado… besarte
―acertó, pronunciando el
último vocablo con rabia.
―Sí ―le confirmé con un murmullo.
Sus párpados no fueron lo único que apretó. Sus puños estaban tan
cerrados, que le temblaban, y sus dientes chirriaron, de lo que calcaba su
mandíbula. Mis manos, que estaban en su cintura, notaron cómo la lengua de
fuego empezaba a recorrerle la espalda.
Pasé mis manos a sus mejillas, ya algo frías, y le acaricié el rostro
para tranquilizarla.
―Cálmate, pequeña, respira
hondo ―le sugerí para que se
sosegase―. No ha pasado nada, ahora
te lo explico todo, ¿vale?
Asintió con la cabeza, respiró muy hondo unas cuantas veces y
finalmente abrió sus adorables ojos para engancharlos con los míos.
―Te quiero, lo sabes, ¿no? ―le recordé sin dejar de acariciar sus mejillas,
ahora cálidas como siempre.
―Sí, y ella a ti también ―resopló con inquina.
―No quiero que te enfades con
ella ni le guardes rencor ―declaré,
cambiando mis manos de nuevo a su cintura―, lo está
pasando fatal por todo esto. Por ti, por tu padre…
―Lo sé ―suspiró, mirando a un lado con resignación―. Sé que está hecha un lío. Pero el que lo haya
intentado…
―Pero no pasó nada ―le corté―. Mis labios
siguen siendo de tu propiedad y uso exclusivo ―sonreí.
Eso pareció gustarle.
―Bueno, sé que no lo ha
conseguido, porque el olor se concentra aquí ―afirmó, hundiendo el dedo índice en mi mejilla con una sonrisa de
satisfacción enorme―. Así que el
hecho de que no haya podido besarte y que se haya llevado una buena lección,
puede más, ahora mismo, que mi gigantesca rabia porque lo haya intentado, y me
hace muy, muy feliz ―y su sonrisa se
amplió mientras llevaba sus brazos a mi cuello.
―Quiero explicarte todo lo
que pasó parte por parte ―empecé a
aclarar―. No sabía que ella estaba
allí, y mucho menos que quería…
―Lo sé ―me interrumpió, poniéndome el dedo en el pico para
que lo cerrase―. Ya me lo explicarás luego.
Ahora quiero que me des ese beso que ibas a darme antes ―reclamó con un murmullo, pegando su rostro al mío.
―Eso no hace falta que me lo
pidas, nena ―susurré.
Y comencé a entrelazar mis labios con los suyos. Empecé a hacerlo
lentamente, dedicando tiempo al deslizarlos para sentirlos bien. Sí, qué labios
tan sumamente sedosos, tiernos, dulces y cálidos. Cuánto los había echado de
menos. Sus suaves manos, que acariciaban mi nuca con delicadeza, también eran
tan cálidas…, tenían ese tacto tan placentero, y su cuerpo, pegado al mío, era
tan ligero, tan femenino… que, claro, me evadí del todo.
Después de ese beso interminable e intensísimo que tuvimos que forzar
a terminar, para que no desembocara en algo más y no estuviéramos allí hasta la
noche, la cogí de la mano y nos sentamos sobre el terreno, en una zona que me
pareció bastante mullida y cómoda.
Le expliqué todo lo sucedido con su madre, aunque le suavicé algunas
cosas para no alterarla demasiado, como lo del intento del beso. Simplemente le
dije que había intentado besarme, omití que me había estampado en aquel tronco
y todo eso que me había dicho de que le gustaba mi olor y que le parecía muy
fuerte mientras me sobaba. Eso no hacía falta que lo supiera, solo iba a
causarle más dolor y más rabia. También le aclaré que era una despedida, que
ella solo pretendía desahogarse para terminar con todo eso de una vez, y le
conté lo feliz que se sentía por nosotros, porque lo más importante que había
en el mundo para Bella eran ella y Edward. Añadí lo arrepentida y angustiada
que estaba por intentar separarnos un poco; no lo iba a mencionar, pero Nessie
lo sacó a colación, al parecer, ya estaba al tanto de eso. Por último, le
expuse lo mal que lo estaba pasando su madre con todo este asunto, por ella y
por Edward, y que ya lo iba a olvidar para siempre.
Cuando terminé de soltar toda la parrafada, Nessie se quedó en
silencio, mirando al suelo, pensativa. No sabría decir si estaba enfadada o
triste, solamente se limitaba a observar la hierba, sumida en sus pensamientos.
Me pareció que lo mejor era dejarla reflexionar un rato antes de irnos a su
casa, sin embargo, salió de su mundo e insistió en que la llevara, no pude
convencerla de lo contrario.
Entré en fase y la llevé hasta allí.
(PARÉNTESIS)
BELLA
Ya llevaba un buen rato sentada en ese tronco desde que Jacob se había
perdido entre la vegetación con celeridad. Me había quedado sola, con la única
compañía de un vacío interior que invadió mi mente y que comenzó a ser cubierto
por una densa niebla.
No sabía cómo me sentía. Me veía completamente acechada por unos
sentimientos encontrados que chocaban unos con otros. Bueno, eso no era nada
nuevo para mí últimamente.
Todavía me sentía profundamente arrepentida, horrorizada e incluso
avergonzada por intentar besarle. ¿Cómo podía haber hecho eso? ¿Cómo podía
haberle hecho eso a mi hija? ¿A Edward?
Cerré los ojos y un suspiro de profunda desazón salió
involuntariamente por mi boca. No había podido evitarlo, esta explosión de fuego que sacaba a ese yo extraño me
había dominado por completo. Me sentía fatal por no haber sabido controlarlo,
por no haber sido capaz de pararlo, pero resultaba imposible, imposible. Era
peor que la llamada de la sangre.
La cosa había empezado a ir
mal cuando escuché esas palabras de rechazo. Sabía que iba a ser así, las había
esperado, y sabía que me iban a doler por esta estúpida espiral que hacía
regresar mis sentimientos del pasado, sin embargo, oírlas de su boca
directamente y con ese convencimiento, me habían resultado especialmente duras.
Eso había sido el chispazo.
No obstante, algo había
salido bien. Esa niebla que cubría mi mente empezaba a abrirse algo, despejando mi
cerebro poco a poco, quedando solamente ese vacío; un vacío que era lo que yo
había estado deseando durante todo este tiempo, porque significaba que había
liberado todos esos sentimientos para que desaparecieran, y por fin comenzaba a
ver una luz en ese túnel oscuro lleno de interferencias en el que me veía
atrapada. Sabía que todavía me quedaba mucho, pero este era mi comienzo para
salir de la espiral.
No me lo pensé dos veces. Lo único que me apetecía ahora era una cosa:
ver a Edward.
Eché a correr por el bosque, con tanta velocidad, que la hierba de mis
pies apenas se movía por mis imperceptibles y vertiginosas pisadas.
No tardé mucho en llegar a donde había quedado con mi marido. En
cuanto pasé el río, percibí su efluvio y lo seguí.
Estaba apoyado en un árbol, con los pulgares metidos en los bolsillos
de su pantalón. Su cabeza reposaba en el tronco, ligeramente elevada hacia
arriba, y la suave brisa casi veraniega parecía entretenerse con su cabello
broncíneo, jugueteando con los mechones a su antojo. Sus ojos estaban cerrados
y la expresión que dominaba su rostro era la reflexión.
Me paré a unos metros de él, y en cuanto oyó el ligero movimiento de
la hierba bajo mis pies, su cabeza se movió en mi dirección para mirarme.
Solamente hizo falta que viera mi rostro. Los dos corrimos el uno
hacia el otro, y en menos de un latido de corazón, ya nos habíamos fundido en
un abrazo. Ese abrazo fue tierno, intenso y conmovedor. Sí, habíamos superado
esta prueba, juntos habíamos saltado este obstáculo, uno de tantos a los que
nos tendríamos que enfrentar. Me sentí tan bien, que me dieron ganas de llorar
de felicidad.
Edward consiguió separarse de mí y observó mi rostro como si hiciera
mil años que no lo hubiese visto.
―¿Cómo te sientes? ―me preguntó.
¿Que cómo me sentía yo?
―Edward, acabo… acabo de
confesarle mis sentimientos a Jacob ―le recordé,
pues ya habíamos hablado de esto.
Para mi asombro, él sonrió.
―Sí, unos sentimientos
fantasma ―dijo, acariciando mi mejilla
con dulzura.
Pestañeé, perpleja.
―¿Sentimientos fantasma?
―Bueno, he de admitir que esa
denominación me la acabo de inventar, pero, sí, podrían llamarse así.
―No… no te entiendo.
―Lo que sientes por Jacob no
es real.
No quería herirle más profundamente de lo que ya debía de estarlo, lo
odiaba, y sabía que cuando le había revelado que estos sentimientos hacia Jacob
habían vuelto y le dije que necesitaba confesárselos para olvidarme de él de
una vez por todas, sería muy duro para él, pero odiaba aún más mentirle o
engañarle. Además, él tenía derecho a saber la verdad. Lo que no comprendía era
su actitud relajada y diría que incluso aliviada.
―Edward…, mis sentimientos…
son reales.
―Claro que son reales, tú los
sientes reales; pero ahora, en este momento, al igual que te lo parecieron
cuando eras humana.
―¿Cómo?
―Todo esto te lo está
produciendo la turbación que te está afectando. ¿Recuerdas lo que hablamos? ¿Lo
que me contaste? Tú misma me la definiste como una regresión al pasado, y
dijiste que llenaba tu cabeza de unas
interferencias que traían los recuerdos de tu vida humana, obligándote a
sentirlos de nuevo. La turbación es algo muy fuerte, esa pulsión es
incontrolable, y es lo que hace que tu cabeza reviva todos esos sentimientos de
tu vida humana hasta tal punto, que los sientes como reales. Tú has tenido
suerte de que solo sea eso. Conozco casos realmente trágicos, en los que se han
llegado a quitar la vida. Tú no has
llegado a ese extremo, afortunadamente, y te ha afectado de manera diferente
por todas las circunstancias que te rodean.
―Pero lo que le dije a Jacob
es verdad, me he dado cuenta de que sigo sintiendo algo por él ―reiteré,
hundiendo mi rostro en su torso con pesadumbre―. Me he dado cuenta de que también
estaba enfadada con él por haberse imprimado de Renesmee, por haberme cambiado
por ella de algún modo y...
―Claro, esa es tu verdad, la
que sentiste entonces, cuando eras humana, y la que sientes ahora, porque la
turbación por la que estás pasando te hace sentir eso ―me cortó, alzándome la
cara con dulzura―. Según lo que me contaste, los primeros síntomas empezaron
hace seis años, pero tú conseguiste amortiguarlos de alguna manera. En aquel
entonces, ya estabas preocupada por Renée, sin embargo, todavía era pronto para
que su ausencia te perturbara; Charlie acababa de iniciar su relación con Sue,
cosa que te tranquilizó; y Renesmee aún era una niña como para preocuparse por
nada. Pero cuando Renesmee creció, y además tan deprisa, tu subconsciente sacó
a la luz todo lo que llevabas guardado dentro y los síntomas regresaron con
fuerza, haciéndote caer del todo en la turbación. Y repito que la turbación hace
que revivas esos sentimientos de tu vida humana y los sientas como reales. Eso
es lo que te hizo llegar a conclusiones equivocadas. Por supuesto, todo eso lo
sientes así en este momento, pero son conclusiones equivocadas al fin y al
cabo.
―Entonces, ¿esto que siento
por Jacob es real pero no es real?
―Lo sientes como real, pero
no es real del todo ―matizó―. Ahora mismo lo sientes como real porque estás
bajo la influencia de esta turbación, pero en cuanto pase, en cuanto te cures,
todo eso volverá a desaparecer y las aguas volverán a su cauce.
Volví a parpadear. Ahora sí
que estaba confusa. Porque yo seguía enamorada de Jacob, le amaba, le
necesitaba, quería tenerle a él también, no podía quitármelo de la cabeza ni
sacarle de mi corazón, y, ya siendo sincera del todo conmigo misma, tenía que
reconocer, muy a mi pesar, que incluso le deseaba. O eso creía, eso sentía. Sin
embargo, todo lo que me acababa de explicar mi esposo tenía sentido. Yo misma
me había dado cuenta de que lo que explotaba dentro de mí hacía salir a ese yo
extraño, humano, que hacía que esos sentimientos que había tenido hacia
Jacob en aquel entonces regresaran ahora. Lo que no sabía es que esto que
sentía no era real del todo y que era una especie de enfermedad que se curaba.
Sentí cierto alivio ―poco,
puesto que aún estaba confusa―, aunque enseguida se desvaneció al recordar a
Jacob y todo lo que le solté.
―¿Y por qué no me dijiste
esto antes? ―no estaba en condiciones,
pero no pude evitar reprochárselo un poco, porque ahora lo que sentía era una
vergüenza y un remordimiento horribles―. Ahora Jacob
piensa… Yo le he dicho…
Alcé la mano para frotar mi frente mientras mordía mi labio con rubor.
―Tenías que iniciar tu curación,
y cuando me contaste tus planes, me pareció la mejor forma de empezar. Como me
dijiste, tenías que confesarle todo a Jacob para despedirte de él, para dejarlo
todo atrás, para quitarte ese peso de encima. Y la única manera era que lo
desalojaras todo de tu cabeza, todo eso que sientes en estos momentos, que te
desahogases del todo, a modo de terapia psicológica. Si te hubiera dicho esto,
tú no hubieras podido evitar contarle a Jacob que todo era fruto de la
turbación y que era pasajero. Ya sabes lo que hubiera pasado si él hubiese
sabido eso.
No me hizo falta pensar mucho.
―Sí, él me habría parado para
aliviarme el sufrimiento, me habría dicho
que no tenía importancia, querría zanjar el asunto lo antes posible sin dejarme
terminar y yo no hubiera desalojado mi cabeza del todo ―le dediqué una especie de mueca burlona por su
metáfora.
―Exactamente. O tú habrías
pensado que podías superarlo sin su ayuda, sin que hiciera falta decírselo, y
no lo hubieras desalojado ―ahora fue él
quien me la dedicó―. Tal vez lo
hubieses conseguido, pero habrías tardado mucho más, puede que incluso años, y
tengo que admitir que esta situación no es nada agradable para mí, sinceramente.
Tú me contaste tus planes y yo solo tiré un poco para quitar el tapón.
Le sonreí la metáfora de nuevo, si bien pronto se me borró de la cara.
―Siento haberte hecho pasar
por esto ―murmuré, acariciando su
rostro.
―No hubiera podido soportarlo
si no fuera porque esto es totalmente ajeno a tu voluntad, creo que me volvería
loco e iría detrás de ese lobo para matarle ―aseguró―. Pero sé que esto es algo que no puedes controlar,
y también sé que Jacob está demasiado enamorado de Renesmee como para... ―entonces, su boca se silenció y frunció los labios
con pesar―. Lo siento.
―No, puedes decirlo
tranquilamente ―afirmé, y con
una sonrisa, ya que, aunque seguía sintiendo esos celos absurdos, por primera
vez parecía que los podía controlar―. Ya no me
afecta tanto. Creo que estoy empezando a salir de esta espiral ―manifesté, ilusionada.
―Turbación ―me corrigió él con otra sonrisa, la suya de alivio
puro y duro al darse cuenta de lo mismo que yo.
―Bueno, yo lo llamo espiral.
Turbación suena como si estuviera loca.
―En realidad, es una especie
de enajenación transitoria ―le dediqué un
mohín de odio, entrecerrando mis ojos, y él sonrió―. En fin, la terminología da igual. Lo último que
querría sería provocar otro ataque que te hiciera sufrir ―subió su mano y me sujetó por el mentón―. Me alegro de que eso haya funcionado.
Recordé algo de su locución anterior.
―Antes has dicho que yo
habría pensado que podía superarlo sin su ayuda. ¿Sin la ayuda de Jacob?
―resalté.
―Bueno, sin darse cuenta,
Jacob te ha ayudado.
―Sí, pero ahora me siento un
poco mal, es como si le hubiésemos utilizado en cierto modo. ¿Qué pensará? Y
encima, le he hecho pasar un momento realmente malo.
Eso me hizo recordar de nuevo lo que había estado a punto de hacer, y
todos los remordimientos y sensaciones de horror regresaron.
―Era imprescindible para
iniciar tu curación. Además, ya se lo explicaremos todo, no te preocupes.
Eso ya tenía pensado hacerlo, pero lo que me atormentaba ahora era lo
que le había hecho a mi hija, a mi marido.
―Lo que he hecho es horrible…
―murmuré, cerrando los ojos,
siguiendo el hilo de mis pensamientos.
―No te preocupes, cariño, lo
comprenderá ―me alentó, cosa que me dolió
mucho más, por él, por supuesto.
―No, no lo entiendes. Me
refiero a lo que os he hecho a Renesmee y a ti.
―A Renesmee también se lo
explicaremos, y yo siempre he confiado en ti, no tienes de qué preocuparte ―me calmó de nuevo, susurrándome con dulzura.
Fruncí los labios, compungida.
―He intentado besarle ―le confesé, totalmente arrepentida.
Abrí los ojos de sopetón cuando escuché su respuesta.
―Ya lo sabía ―afirmó con una sonrisa sorprendentemente comprensiva.
―¿Ya lo sabías? ¿Y cómo…? No
lo habrás visto, ¿verdad?
Mi tono se tornó un tanto horrorizado y angustiado, porque yo no
quería que él tuviera que pasar por nada como eso, no quería que él sufriera
más. No, ya no más. Ya había tenido bastante con tener que soportar que yo
fuera a confesarle mis sentimientos a Jacob.
―Bueno, cielo, es que apestas
a él ―declaró, arrugando la nariz―. Sobre todo aquí ―y rozó mis labios y los alrededores con su suave dedo para señalarlos.
Ahora lo que sentía era una vergüenza horrorosa.
―Ah ―y pasé mi mano por mi boca varias veces para mitigar
el olor de alguna manera.
―Deja, conozco otro modo
mucho mejor de eliminar ese olor ―declaró,
curvando su boca hacia arriba.
Y unió sus labios a los míos con un beso apasionado, si bien podía
percibir un viso de reclamación un tanto territorial típicamente
masculino que, por qué no decirlo, me gustó.
―Ahora ya hueles mucho mejor ―susurró en mis labios con una sonrisita de
autosuficiencia que también me encantó.
Le sonreí, aunque se desvaneció de mi cara enseguida. Porque su
reacción territorial me recordó a la muy posible de Renesmee, y eso
volvió a azotarme el alma. Su madre había intentado besar a su novio, a su
futuro marido, y eso le iba a flagelar profundamente, le iba a herir…, le iba a
enfadar, y con razón. Edward se dio cuenta de mi malestar.
―¿Qué ocurre? ―preguntó, separándose un poco de mí para ver y
analizar mejor mi rostro.
―Renesmee ―murmuré, bajando los párpados―. Jacob se lo contará en cuanto la vea, ya sabes que
los imprimados no pueden guardarse ningún secreto. Aunque él me dijo que ella
ya lo sabe todo.
Mi angustia crecía por momentos, cuanto más lo pensaba, más aumentaba.
―Sí, ella ya lo sabe hace
bastante tiempo ―ratificó él,
para mi asombro―. Aunque lo que
no conoce es la razón.
Sabía que Renesmee sospechaba de mis sentimientos hacia Jacob, ya nos
habíamos enfrentado en alguna ocasión, la más fuerte, cuando había vuelto de su
primera vez con él, lo que no sabía era que ella ya los intuía desde hacía más
tiempo.
―¿Y tú lo sabías? ¿Por qué no
me dijiste nada? ―otra vez, no
pude evitar reprochárselo un poco.
―Por la misma razón que tú me
ocultaste todo esto que te estaba pasando ―ahora el que
hablaba con un hilo de reproche era él―. Para no
hacerte sufrir más.
―¿Y por qué no le dijiste a
ella lo que me estaba pasando? ―me separé de él
y empecé a pasear nerviosamente―. Ella… ella no
hubiera tenido que sufrir tanto.
―Hace muy poco que lo sé ―alegó, observándome mientras yo daba mis paseíllos―. Renesmee es una experta ocultándome sus
pensamientos, te lo aseguro. A pesar de gritar tanto como Jacob, es realmente
buena. Siempre piensa en otras cosas cuando estoy yo, tiene una facilidad
increíble ―si no fuera porque había un
hilo de arrepentimiento en su timbre de voz, juraría que lo decía hasta con
orgullo paternal―. Tengo que
admitir que hubo un par de ocasiones en que se le escapó algo, pero enseguida
pensaba en otra cosa, y yo creía que solo estaba disgustada contigo por ponerte
como te ponías, que era un acto rebelde típico de su adolescencia.
―No te hecho la culpa a ti,
toda la culpa es mía, pero es que, ella lo habrá pasado tan mal…, estará
sufriendo tanto…, y todo por mi culpa.
―Bella ―me cogió de la mano y me detuvo; después, se puso
frente a mí y colocó sus manos en mi cintura―. Ella no está
sufriendo. Por supuesto, no lo está pasando bien, ve tus ataques de celos y no
los soporta, eso le afecta; pero ella está más preocupada por ti, que otra
cosa. Sabe que tú lo estás pasando mal y que tu cabeza está llena de
sentimientos encontrados, que te encuentras mal porque te sientes culpable. Lo
que no sabe es que todo lo que sientes por Jacob es producto de la turbación
que estás atravesando.
Tenía que hablar con ella, pero me daba tanto miedo.
―Llevo tiempo queriendo
hablar con ella, pero no puedo ―exhalé con
desazón―. Sé que esto le está
afectando y sé que, ahora que yo misma comprendo lo que me está pasando y puedo
explicárselo, debería aclararle muchas cosas. Pero todavía no estoy preparada.
Todo esto está demasiado reciente y aún me dan estas explosiones o ataques
incontrolados. Ya exploté una vez con ella, no quiero que me vuelva a ocurrir.
No quiero hacerle más daño. Necesito esperar hasta que me sienta más fuerte,
entonces se lo contaré todo.
―Puedo contárselo yo, si
quieres.
Me quedé pensativa un momento.
―Sí, está bien ―asentí―. Creo que
ahora será mejor que hables tú con ella y le aclares las cosas. Pero cuando me
sienta con fuerzas, cuando me cure, quiero decírselo yo, explicarle cada
detalle, aclarárselo todo de primera mano. Además, yo misma lo necesito. Me
siento tan mal por todo lo que le he hecho pasar, por dañarla de algún modo…
―De acuerdo ―consintió él, acariciando mi mejilla.
Observé a mi esposo durante un instante y otra vez volví a sentir que
no me lo merecía. Era tan comprensivo conmigo. Demasiado.
Alcé mis brazos y rodeé su cuello para acercarme más a él.
―Siento todo esto ―murmuré con desazón.
―Y yo te repito que es algo
que no puedes controlar. Se pasará más pronto de lo que crees y todo volverá a
la normalidad. Pero la próxima vez que te pase algo, cuéntamelo enseguida, si
no, no podré ayudarte. Tenemos que superar los problemas juntos.
―Sí, tienes razón ―asentí, cerrando los ojos y suspirando después, con
arrepentimiento. Luego, los abrí y clavé mi mirada en la suya de color topacio―. Superaremos esto juntos.
―Siempre juntos ―recalcó.
―Te quiero ―le susurré con una sonrisa.
―Yo también te quiero ―murmuró él.
Y nos volvimos a fundir en un beso apasionado, aunque, esta vez, fui
yo la que reclamó su sitio. Mi único y verdadero sitio.
(FIN DEL PARÉNTESIS)
―¿Seguro que estás bien? ―le volví a preguntar mientras me vestía detrás del
árbol.
―Sí ―contestó escuetamente sin quitar ojo a su casa.
Pero yo sabía que no era así. Desde que le había contado toda la
historia, no había abierto la boca. Me hubiera arrepentido, si no fuera porque
ella ya lo había adivinado y no había tenido opción. Aunque se lo hubiese
contado igualmente, ella también tenía derecho a saberlo.
Terminé de ponerme la camiseta y la tomé de la mano.
―Si quieres, damos un paseo
antes de que entres en casa ―le propuse.
―No, estoy bien ―aseguró, tirando de mí para que caminase con ella―. Vamos.
Iniciamos la marcha despacio, sin embargo, a medida que nos
acercábamos a la casa, su ceño se iba frunciendo y sus pasos se iban
acelerando, hasta que llegó un momento en que casi era arrastrado por ella. De
pronto, su mano, que aferraba la mía con fuerza, se soltó, y echó a correr
hacia el porche, enfurecida.
Mierda. ¿Por qué era siempre tan impulsiva? Bueno, aunque yo tampoco
estaba para hablar, y, sinceramente, para otras cosas bien que me gustaba, la
verdad.
―¡Nessie! ―grité, persiguiéndola―. ¡Nessie, no!
No me dio tiempo a alcanzarla.
Abrió la puerta tan bruscamente, que la hoja chocó con la pared y
rebotó, casi se me estampa en las narices cuando entré tras ella.
En el salón solamente se encontraban Bella y Edward. Mala señal. Eso
quería decir que su padre ya había escaneado su mente y había desalojado la
estancia porque sabía lo que se avecinaba.
Intenté cogerla del brazo, pero se me escapó, parecía que estuviese
cazando moscas. Nessie se abalanzó hacia Bella y, entonces, cuando vio su cara
atormentada, se paró de sopetón frente a ella. Tuve que calcar los dedos de los
pies de golpe para frenarme detrás de ella y no chocar con su espalda.
Edward tenía el brazo delante de Bella, por si tenía que apartar a
Nessie o agarrarla, y levantó los ojos para mirarme fijamente.
Ugh. Me había preocupado tanto por Nessie, que me había olvidado por
completo de mi propio pellejo. Aunque no parecía cabreado conmigo. Más bien me
miraba como si estuviese… ¿Qué? ¡¿Agradeciéndomelo?! Increíble…
―Como hija, voy a hacer como
que no ha pasado nada, porque eres mi madre y te quiero ―Nessie empezó a hablar en un tono pausado, aunque
extrañamente rabioso―. Sé que lo
estás pasando muy mal y no quiero verte sufrir, así que te perdono ―su mano se cerró en un puño―. Pero como mujer, zanjaré este asunto… ¡de una vez
por todas!
―¡No, hija! ―gritó Edward a modo de aviso.
A mí tampoco me dio tiempo a pararla. Sin haberse transformado, no sé
cómo lo hizo a esa velocidad tan vertiginosa. Giró la mitad del cuerpo hacia atrás
para coger impulso y…
¡Plaf!
…le arreó un potente derechazo en la cara.
A Edward y a mí nos dio un respingo cuando escuchamos el chasquido, en
cambio Bella ni se movió, cerró los ojos y casi diría que recibió el puñetazo
con gusto, como redención.
―¡Ay!
¡Uf! Me hubiera dolido hasta a mí…
Nessie se quejaba y se retorcía mientras se agarraba la mano, y los
tres nos echamos encima de ella para socorrerla.
―¡Cielo, ¿te has hecho mucho
daño?! ―inquirió Bella, tocándole el
rostro con impaciencia.
―Déjame ver ―le pedí, sujetándole la muñeca para verle la mano.
―¡Mierda, creo que me la he
roto! ―lloriqueó.
―Iré a buscar a Carlisle para
que te la examine ―anunció Edward,
ya saliendo por la puerta.
―No creo que esté rota ―le calmé, acercando su rostro a mi pecho para
besarla en la cabeza―. Menos mal que
eres mitad vampiro, si no, la tendrías destrozada. Pero no tienes ningún dedo
torcido. Puede que tengas una fisura o algo así.
―Genial ―masculló, apretando los dientes del dolor y
aferrando la mano sana a mi espalda.
Entonces, se fijó en su madre, que la miraba preocupada, aturdida y
confusa.
―Y encima, tú no tienes ni un
rasguño ―protestó con el ceño tan
fruncido que me pareció hasta adorable.
No pude evitarlo. De pronto, me entraron unas ganas de reír enormes y
exploté en un ataque de risa.
Ambas pestañearon sin entender al principio, pero, poco a poco, fueron
contagiándose de mi carcajada sin querer y empezaron a reírse también.
―Lo siento… ―dije entre risas―. Es que esto
es tan cómico…
―Qué gracioso ―contestaron con retintín las dos a la vez, cosa que
les hizo volver a reírse.
―Pues me has hecho daño ―reconoció Bella, acariciándose la mejilla―. Tienes mucha
fuerza, para ser un semivampiro.
―Te lo tienes merecido ―le echó Nessie en cara, achuchándome más.
―La verdad es que sí ―aceptó su madre, poniendo la mano de su hija entre
las suyas como si de un sándwich se tratara para calmarle el dolor con su frío.
En ese momento, la puerta de la casa se abrió y Edward y Carlisle
entraron apresuradamente.
―Deja que te la examine ―le dijo el doctor, cogiéndole la mano.
―¡Ay, ay! ―se quejó Nessie mientras Carlisle le tocaba los
nudillos y las falanges con su dedo pulgar.
―Tenga cuidado, Doc ―no pude evitar protestar al ver que le estaba
haciendo daño.
Sabía que era por su bien, pero es que, aun así…
―No la tienes rota. Lo más
seguro es que tengas una pequeña fisura ―diagnosticó,
soltándole la mano con delicadeza para depositarla en las de Bella de nuevo.
Volví a acercar su rostro a mi pecho y le di otro beso en la cabeza.
―Ven a mi despacho. Te la
vendaré y te pondré un cabestrillo para que no la muevas.
―Vamos, cielo ―le exhorté, cogiéndole de la mano sana.
―Sí.
―Voy con vosotros ―se ofreció Bella, poniéndose al otro lado de su hija
y pasándole el brazo por la espalda.
―Ay, eres igual que una
piedra… Cómo me duele… ―murmuró con un
gemido.
―Lo sé, lo sé ―asintió su madre con preocupación―. Lo siento tanto…
Y los tres subimos las escaleras con Carlisle para dirigirnos a su
despacho.
¡NO! ¡NO! ¡NO!
¡SEGURO QUE ES UNA PESADILLA!
Salí de nuestra casa en rehabilitación silbando alegremente mientras
lanzaba la llave del coche arriba y abajo con un único pensamiento rondándome
por la cabeza: hoy por fin era el último día de clase de Nessie.
Eso implicaba más horas para vernos, más horas para estar juntos, más
horas para estar a solas…
Sí, la vida es bella.
Me subí al coche, arranqué, puse música en el estéreo e inicié la
marcha.
Tenía pensado hacer un picnic nocturno en Rialto Beach, con una manta,
una hoguera y todo eso para celebrarlo, pero con este tiempo se me habían
chafado todos los planes. Aun así, la débil llovizna me hizo poner los
limpiaparabrisas, pero no salpicó a mi entusiasmo. También podíamos ir al cine
a ver esa película de vampiros y hombres lobo de la que tanto me hablaba. ¿Qué
tendría esa película, que volvía locas a todas las chicas? Y más a ella, que
estaba acostumbrada a verlos en carne y hueso todos los días. Bah.
No tardé mucho en llegar al aparcamiento del instituto y estacioné
donde siempre.
Me bajé del Golf y me acerqué a ese más que conocido para mí Volvo
azul metalizado.
―¿Qué tal, Seth?
―¡Hey, Jake!
―Vaya ojeras que tienes, tío ―me burlé.
Más que ojeras, parecían socavones.
―Es que ayer estuve en el Ocean
esperando hasta que acabase Brenda ―me explicó.
―¿No lo iba a dejar? ―pregunté, apoyándome en el capó, con los brazos
cruzados, junto a él.
―Sí, pero la pagan bien ―se encogió de hombros.
―Ah, ya.
La gente empezó a salir del edificio y Seth y yo desviamos toda
nuestra atención a la puerta del mismo. Se notaba que era fin de curso, muchos
ya estaban tirando los apuntes por el aire.
Fruncí el ceño, extrañado, cuando vi salir a las amigas de Nessie y
ella no estaba, ni siquiera podía olerla. ¿Se habría puesto mala o algo? Pero,
de ser así, me habría llamado…
Brenda no tardó mucho en despedirse de Jennifer, Alison y Helen y
empezó a acercarse a nosotros. Mientras se aproximaba, se quedó mirándome con
cara de sorpresa. Volví a fruncir el ceño igual que antes y me incorporé.
Algo iba mal…
Seth ya no se enteraba de nada, se abalanzó sobre ella para abrazarla
y besarla.
―¿Qué haces aquí? ―quiso saber, extrañada, apartando la cara del cegato
de su novio, que ya no veía otra cosa que su boca.
―¿Que qué hago aquí? ¿Dónde
está Nessie? ―inquirí, nervioso.
―Se fue… contigo… ―respondió, mirándome estupefacta―. ¿No?
―¿Conmigo? ―mi voz no daba crédito―. ¿Cómo… cómo que conmigo? ¡Yo estoy aquí, acabo de llegar! ―contesté con inquietud.
―Pero… si estábamos en el
pasillo… ―empezó a explicar con nerviosismo―, y tú… te acercaste a nosotras…, la cogiste de la mano… y os
marchasteis deprisa…
¡No! ¡Mierda!
Eché a correr hacia el edificio como una exhalación, entre aquel
tumulto de gente, y empujé la puerta para abrirla con un golpe seco.
Todavía quedaban algunos alumnos rezagados por los pasillos, pero no
veía a Nessie por ninguna parte. Empecé una búsqueda neurótica y frenética por
todas las aulas, una por una, asomándome puerta por puerta. Ni rastro de ella.
¡Nessie! ¡Nessie!
Me llevé las manos a la nuca con desesperación y, entonces, vi a un
chico que llevaba su mochila en la mano. Era su mochila, sin duda, llevaba ese
colgante que Bella le había regalado cuando era pequeña enganchado en la
hebilla de la cremallera. Mi mandíbula se cerró audiblemente.
―¡Tú, espera! ―le llamé.
El chico se giró y llegué a él en un parpadeo.
―¡¿De dónde has sacado esta
mochila?! ―exigí saber, acosándole
contra la pared para que no tuviera oportunidad de escapar.
―Es mía… ―respondió, temeroso, mirándome desde abajo.
El tipejo era bastante bajo, no me llegaba ni al pecho.
No estaba para contemplaciones, así que lo agarré por el cuello de su
camisa con una sola mano y lo alcé como si fuera un espantapájaros de paja para
ponerlo a mi altura, a lo mejor es que no me había visto bien la cara.
―¡Más te vale que me digas la
verdad, maldita sabandija, si no quieres que te aplaste como a una cucaracha! ―gruñí.
Su mano soltó la mochila y esta cayó en el suelo.
―La… la en-encontré… en… en
el ba-baño… ―tartamudeó.
―¡¿Y dónde está el baño?!
―Por… e-este pasi-sillo… a
la… iz-izquierda…
Mi mano lo soltó a él y este cayó en el suelo.
Cogí la mochila y salí disparado.
Los pasillos ya estaban casi vacíos, tan solo quedaba algún que otro
estudiante empollón que estaba
haciéndole la pelota a los profesores para tener asegurado su puesto en los Olimpos al año siguiente. Giré a la
izquierda y enseguida vi el letrero que ponía aseos. Me abalancé hacia allí y me metí en el baño femenino sin
vacilar.
En cuanto entré, ya percibí el olor de Nessie. Había una chica
mirándose en el espejo; nada más verme, desalojó la estancia. También apestaba
a vampiro, pero mi suspicaz sentido del olfato enseguida detectó que no era un
chupasangres conocido.
No me hizo falta abrir las puertas de los inodoros, ya lo estaban, y
de un solo golpe de vista se veía que estaban vacíos. Además, el olor me
llevaba a la ventana y esta también estaba abierta. Me acerqué con ansiedad y me
asomé para ver adónde daba. Todo el bosque se veía desde allí, estaba a dos
palmos.
¡No! ¡No! ¡No! ¡Nessie!
No pude evitar proferir un rugido que me salió de lo más profundo de
mi caja torácica. Mi cuerpo se llenó de convulsiones y el fuego empezó a recorrerme
por dentro, preparado para explosionar de un momento a otro.
Sin embargo, algo captó mi atención en el suelo y detuve el proceso
momentáneamente.
Una jeringuilla.
¿Qué mierda era eso? ¿Es que la había dormido o algo? Sí, claro, eso
tenía que ser. Nessie se sabía defender, no se la hubiera podido llevar así por
las buenas por una ventana sin que ella no ofreciera resistencia. Pero, ¿cómo
sabía que ella podía defenderse?
―¡Jake! ―gritó Seth, entrando en el aseo con Brenda,
seguramente alarmado por mi rugido―. ¡¿Qué ha
pasado?! ¡Has asustado a todo el mundo ahí fuera!
―¡Se la han llevado! ―le contesté, quitándome la camiseta.
―¡¿Han secuestrado a Nessie?!
―Brenda estaba horrorizada.
―¡¿Quién?! ―preguntó Seth.
―¡No lo sé! ―bramé, ya con frenetismo―. ¡Escucha, coge esa jeringuilla de ahí con papel
higiénico, envuélvela y guárdala en la mochila de Nessie! ―le lancé la susodicha y mi camiseta a los morros―. ¡Luego ve a casa de los Cullen para avisarles y
dásela a Carlisle para que la analice! ¡Quédate por allí para estar en
contacto!
―¡Sí!
Me encaramé a la ventana y salté hacia el exterior. Me descalcé con
los propios pies, sin desatar los cordones, y me quité el pantalón con rapidez;
até este último a mi cinta de cuero en dos segundos, dejé las deportivas ahí tiradas
y entré en fase en plena carrera. De cuatro zancadas, me planté en el bosque.
¡Embry, Quil, os necesito en
el bosque que hay junto al instituto de Forks!, demandé mientras rastreaba
el suelo con la nariz.
Mi olfato solamente detectaba el olor del vampiro, eso ratificaba mi
teoría de que Nessie había sido dormida y llevada en volandas.
¡¿Qué ha pasado?!, interrogó
Embry.
¡Se han llevado a Nessie!
¡¿Quién?!, preguntó
Quil.
¿Por qué todos me hacían esa estúpida pregunta?
¡No lo sé! ¡Es un vampiro
desconocido que no sé cómo narices se ha hecho pasar por mí, pero no tengo
tiempo de explicároslo ahora, ya lo haré! ¡Oíd, necesito que vengáis unos
cuantos! ¡Leah, tú quédate ahí con el resto!
¡Sí!, obedeció esta.
Ya se escuchaba la algarabía de voces que se apuntaban.
¡Ya está!, anunció
Embry, corriendo junto con Quil, Jared, Paul, Collin, Isaac y Shubael. ¡Estamos ahí en dos minutos!
¡Bien!
Continué con mi exacerbado rastreo y seguí el camino oloroso dejado
por el vampiro desconocido. No sabía adónde iba a ir a parar, no sabía qué me
iba a encontrar, ni quién se la había llevado, ni si ella estaría bien…
Agité la cabeza para quitarme las malas ideas que ya empezaban a
clavarse en mi cerebro como una flecha envenenada. Tenía que hacerlo o no sería
capaz de concentrarme para buscarla, y eso era lo más importante. Tenía que
encontrarla, tenía que llegar a su lado.
Y también tenía que acabar con ese chupasangres que había osado a
separarla de mí.
La ira comenzó a correr por mis venas, hirviendo mi sangre hasta convertirla
en puro fuego líquido. Mis muelas chirriaron. Sí, tenía que terminar con él,
torturarlo poco a poco y despedazarlo hasta reducirlo a migajas, hasta que nadie
fuera capaz de encontrarle ni un pedazo de diente.
Intenté olvidarme de esa idea momentáneamente, al menos mientras
durara mi búsqueda, no quería que nada me entretuviese, quería concentrarme
bien. Tenía que encontrarla.
¡Nessie! ¡Nessie!
Pero entonces, de repente, el rastro se perdió en los pies de un pino
enorme. Esa alimaña había trepado por el árbol para huir por los aires como los
monos, con mi ángel colgando a las espaldas.
La cólera me cegó.
Mi rastreo aumentó de ritmo y comencé a moverme de una forma obsesiva
y neurótica entre los árboles, apoyando las patas para alzarme y olisquear las
ramas superiores.
¡No encontraba nada! ¡Maldita sea!
¡Jake!, me llamó Quil.
Mis compañeros ya me habían encontrado.
¡Ha escapado por los árboles!, les avisé. ¡Tenemos que
desplegarnos y rastrear cada rincón del bosque, en algún sitio ha tenido que
bajarse! ¡Pillad bien ese asqueroso olor!
¡Ya lo tenemos!, respondió Paul por todos.
Los siete lobos y yo nos abrimos como un abanico y comenzamos a
olisquear cada palmo de la espesura, centrándonos especialmente en los troncos
y en las zonas que delimitaban los árboles. No fue difícil repartirnos las
zonas, todo salió automáticamente, estábamos muy acostumbrados a trabajar
juntos y cada uno de nosotros sabíamos la parte que habían rastreado los otros,
podíamos verlo en nuestras mentes y si alguno se despistaba, era avisado por
otro.
Jake, me llamó Seth.
Dime.
Ya he avisado a los Cullen y le he dado la jeringuilla a Carlisle,
como me dijiste.
Dios, todos podíamos escuchar los gritos histéricos y desesperados de
Bella.
¡Haz el favor de alejarte un poco de ahí, ¿quieres?!, le regañé.
Se me estaba atragantando un nudo en la garganta y la ira estaba a punto
de volver a dominarme.
Perdón, no me di cuenta.
Mantenles informados, le dije.
Sí, lo haré con los que están aquí, porque Edward, Emmett, Rosalie y
Alice están de camino, van hacia allí. Jasper se ha quedado para calmar a
Bella. Está muy nerviosa, tío. Quería ir también, pero Edward no la dejó, según
él está un poco… ¿cómo dijo? Ah, sí, enajenada.
Ya podía imaginármelo, y más con los gritos que había escuchado antes.
Bien. Bueno, supongo que Edward podrá encontrarnos de sobra. Tú no
cambies de fase y estate atento. Cuida también de Bella, ¿vale? Mantenla informada, reiteré.
Vale.
Mejor. Los Cullen también podían moverse por los árboles y nos sería
más fácil encontrar pistas.
Aunque no hizo falta.
¡Jake, aquí vuelve el rastro!
Seguí el olor de Shubael con más que diligencia. Enseguida vi el árbol
que me mostraban sus ojos y me apresuré a donde se encontraba. En pocos
segundos, me planté a su lado para olisquear la zona.
El resto de mis hermanos hicieron lo mismo que yo y comenzaron a
seguirme por el camino que mi hocico iba descubriendo. Hasta que mis patas se
pararon en seco y tuve que recular a toda velocidad, empujando a los otros
hacia atrás.
¡Brooooom!
Un camión no me llevó la mollera por delante de milagro.
¡Mierda!, mascullé, moviéndome con nerviosismo.
La pista se pierde aquí, eso quiere decir que se la llevaron en coche, dedujo el
listo de Collin.
¡Eso ya lo sé!, gruñí.
¿Y qué hacemos ahora?, preguntó Quil con preocupación.
¡No tengo ni idea! ¡No tengo ni idea!, clamé sin dejar de pasear
ni mover el rabo con inquietud.
¡¿Adónde se la habían llevado?! ¡¿Qué iba a hacer?! ¡Mi Nessie! ¡Mi
ángel! ¡¿Quién se la había llevado?! ¡¿Estaría bien?!
A medida que mi sesera se iba haciendo más y más preguntas, notaba
cómo mi sangre se transformaba en fuego de nuevo.
¡Si a alguien se le ocurría tocarle un solo pelo…!
Un apestoso olor conocido que se acercaba a toda velocidad nos hizo
ponernos alerta al instante y mi cola se irguió automáticamente.
¡Atentos! ¡Ese asqueroso efluvio es el de Enguerrand!, advertí con
un gruñido, encrespándome y agazapándome a la espera.
¿Tendría él algo que ver con esto?
Me quedé a la cabeza, Quil y Embry enseguida me flanquearon y el resto
ocupó sus puestos por detrás, en formación.
Parece que viene solo, detectó Jared.
¡¿Es que quiere palmarla?!, rezongó Quil.
¡Si eso es lo que quiere, no le dejaremos con las ganas!, siguió Paul.
El pelirrojo no se hizo esperar demasiado. Apareció de entre la frondosidad
como por arte de magia, aunque con ese pelo rojo chillón se le veía a
kilómetros de distancia.
¡No le matéis, quiero ver qué quiere!, les ordené.
Tal vez él supiera algo del asunto de Nessie, si no, ¿por qué iba a
venir solo? Seguramente, era un mensajero o algo.
Nos limitamos a esperarle, a la defensiva.
Nos observó durante un rato mientras se acercaba, ahora más despacio,
puede que con precaución, la sorpresa de la última vez no parecía haberle
gustado mucho y actuaba más precavido.
Emití un gruñido amenazador, mostrándole mi dentadura, cuando me
pareció que ya estaba lo suficientemente cerca, y se paró.
―Saludos, Gran Lobo.
Su voz era tan extremadamente grave, profunda y vieja, que todos nos
estremecimos, pude notar cómo el lomo de Paul se ponía de punta. Sin embargo,
algo más captó mi atención. ¿Cómo sabía que yo era el Gran Lobo?
―Vengo a traerte un mensaje.
Ya lo sabíamos, imbécil, respondió Embry.
Venga, desembucha, acompañó Isaac.
Asentí levemente para que siguiera, sin cambiar de postura ni actitud.
―Tu compañera está bien, pero
si quieres volver a verla, tú y los Cullen tendréis que estar en este sitio
mañana a las doce del mediodía ―anunció,
estirando la mano para ofrecerme un mapa doblado―. Como verás, está bien señalizado.
¡¿Se cree que somos tontos o qué?!, gruñó Quil.
Le hice una señal con los ojos y la cabeza para que lo tirara en el
suelo y así lo hizo.
Entonces, dio unos pasos hacia atrás con precaución, retirando su
labio, se dio media vuelta y se piró a toda mecha, tanta, que solamente se veía
una raya naranja alejándose.
Cambié de fase, me puse los pantalones con prisa y agarré el mapa para
verlo. Mis compañeros hicieron lo mismo después que yo.
―Pues vaya un sitio que han
escogido para este asunto tan agradable ―protestó Shubael.
Guardé el mapa en mi bolsillo y mi mano empezó a rascarme la nuca con
nerviosismo.
¿Ya estaba? ¿Esto era lo único que podía hacer? ¿Esperar hasta mañana
para recuperarla, para verla, para estrecharla entre mis brazos?
―Tranquilo, tío ―me dijo Embry, dándome una palmada en la espalda
para calmarme―. Todo saldrá bien, ya lo
verás.
―No…, no puedo esperar hasta
mañana ―gruñí, yendo de aquí para
allá con ansiedad―. Esto es cosa
de los Vulturis, esa sanguijuela trabaja para ellos. Ni siquiera nos ha dicho
qué es lo que quieren, ni qué buscan, ni si van a venir ellos… ¡ni nada! ¡Y
ella va a estar rodeada de esos vampiros que olerán su sangre! ¡Va a estar con
ellos toda la noche, ¿y yo tengo que esperar?! ―grité, desahogando mi enorme rabia pegándole un puñetazo a una rama
que salió volando en cuatrocientos mil pedazos.
―¡Tranquilízate, Jacob! ―voceó Edward a mis espaldas―. ¡No conseguiremos nada dejándonos llevar por el
pánico!
Lo que yo sentía precisamente no era pánico…, era odio. Un odio agudo
y profundo. Un odio que empezaba a clavárseme en el estómago como si fuera una
estaca de hierro candente y que se retorcía por dentro con saña.
Sin embargo, tampoco tenía tiempo para sentir ese odio, ni este era suficiente
para paliar el revoltijo de sentimientos que me aguijoneaban el cerebro. Porque
sobre todo estaba Nessie, mi Nessie, y no podía evitar sentirme impotente,
desesperado y frustrado por no poder hacer nada.
―Tenemos que esperar hasta
mañana ―me dijo Edward con un rostro
que rallaba la agonía, aunque intentaba disimularlo poniendo una nota de
entereza en la voz―. No tenemos
otra opción. No tenemos más pistas, ni siquiera sabemos su paradero para poder
actuar.
―Por lo menos, sabemos que la
tienen los Vulturis ―añadió Emmett.
―Eso es lo que me da un poco
de sosiego ―declaró Edward―. Ellos no la tratarán mal, son muy corteses.
―¡¿Corteses?! ―protesté con incredulidad, sin dejar de moverme―. ¡Por Dios
Santo, Edward, la han secuestrado!
―¡Ya lo sé! ―bramó, sacando fuera toda la desesperación que él
también sentía―. ¡Pero ellos la tratarán
bien, como a una invitada!
Apreté los dientes con fuerza, cerré los ojos e intenté aferrarme yo
también a esa estúpida idea.
―¿Queréis dejar de gritar,
por favor? ―se quejó Alice, llevándose
las manos a las sienes―. Me duele
mucho la cabeza.
―Es mejor que vayamos a casa ―intervino Rosalie, que estaba un poco más atrás, con
los brazos cruzados―. Aquí ya no
hacemos nada, y Alice estará mejor allí. Va a tener muchos dolores de cabeza
mientras el chucho y Nessie estén separados.
Mi gruñido fue secundado por el resto de mis hermanos.
―¡Hoy no estoy para bromas,
rubia!
No dijo nada, se limitó a alzar la cabeza hacia un lado con
petulancia.
―Pero tiene razón ―suspiró Edward con una resignación nerviosa―. Vayamos a casa, no tenemos más remedio que
esperar.
Pues yo no pensaba quedarme con los brazos cruzados.
―Id vosotros, Bella te
necesita a su lado. Yo me voy a La Push ―le anuncié―. Quiero organizar bien a mi manada.
―Bien, como quieras ―aceptó.
Hundí la mano en mi bolsillo y saqué el plano.
―Toma. Este es el mapa con el
sitio al que hay que ir ―le dije,
entregándoselo―. Nosotros iremos a
inspeccionar la zona para estudiar las posibles emboscadas, por si tenemos que
atacar. Me pasaré por vuestra casa cuando terminemos, ya te contaré. Me fijaré
bien en todos los detalles de los alrededores para que los veas.
―De acuerdo ―volvió a asentir―. Carlisle ya
ha empezado a llamar a nuestros aliados, así que no estaremos solos. Nosotros
también idearemos algo.
―Bien.
Les hice un gesto con la cabeza a los chicos y nos perdimos a toda
velocidad por el bosque.
ESTÚPIDOS CHUPASANGRES.
MENOS MAL QUE ESTAMOS
LOS LOBOS
―¡Es mi hija, yo también iré!
―bramó Bella en el interior
de la casa.
―Está bien, cariño.
Tranquilízate, por favor ―murmuró Edward―. Te necesitamos, pero tienes que calmarte, aún no
sabemos lo que quieren.
Aunque estaba sentado en el suelo del porche intentando huir de todo
ese caos, todo mi cuerpo estaba en tensión, y cada vez que oía las voces del interior
de la casa, mis manos se transformaban en puños rabiosos. Apoyé la cabeza en la
fachada y cerré los ojos, apretando los párpados igual de fuerte que mis dedos.
―¿Qué te ha dicho Amun,
Carlisle? ―exigió saber ella con
ansiedad, después de que se escuchara el clic de la tecla del teléfono
móvil.
Me imaginé que el doctor había negado con la cabeza cuando Bella
volvió a chillar histérica.
―¡¿Es que solo va a venir el
aquelarre de Denali?! ―sollozó con
desesperación.
―Tranquilízate, Bella ―le repitió Edward.
Su voz sonaba tan agónica, que era incluso ridículo esperar que ella
le hiciera caso.
―Jasper, haz algo ―susurró Esme.
―Esto es todo lo que puedo
hacer ―lamentó él―. Hago todo lo posible, pero ella está demasiado
alterada.
―¡Han drogado a mi hija y se
la han llevado, ¿cómo quieres que esté?! ―replicó ella, furiosa.
Sus duras palabras me lo recordaron. Drogado. La habían drogado. Eso
era peor de lo que yo había supuesto al principio. La jeringuilla contenía una
droga que la había paralizado y la había dejado grogui. No habían podido
dormirla para que no se enterara de nada y sufriera lo menos posible, no, la
habían tenido que meter eso en el cuerpo, ensuciándolo, mancillándolo con esa
mierda sin que les importara un comino las reacciones que eso pudiera provocar
en su organismo medio humano.
No me pude contener.
Me había pirado de la casa cuando el doctor me había desvelado eso,
pero ahora ya no era suficiente. Mi cabeza bajó hasta mis manos para que
aferraran mi pelo, encerrándolo entre los dedos con ira. Me tenía que ir. Tenía
que largarme a otro sitio donde no escuchara más lamentos ni más impotencia. Ya
tenía bastante con soportar la mía propia y este horrible dolor de estómago que
ya comenzaba a ulcerarme por dentro. Podía notar la acidez de este
regurgitándome por la garganta.
Me levanté de mi oscuro rincón y salté la barandilla del porche para
correr hacia la espesura del bosque nocturno.
Ni siquiera me molesté en no hacer ruido. Seguramente los Cullen
podían escuchar perfectamente las pisadas de mis pies descalzos sobre el
terreno mojado. No corrí en mi forma lobuna, pero adquirí gran velocidad,
esquivando todo aquello que se plantaba a mi paso, y lo que osaba a
interponerse, lo quitaba del medio de una patada o a puñetazo limpio. El
desbordante odio que sentía y que perforaba mi estómago cada vez con más rabia
iba en incremento por cada minuto que la mantenían retenida, drogada. Apreté los dientes al pensar en
esa sucia palabra.
Tenía que ir allí, al único sitio que rebosaba paz. Era una paz
dolorosa, sin embargo, necesitaba ir allí y flagelarme. Sí, era un poco
masoquista, pero me urgía. Era el único lugar en el que podía estar cerca de
ella y sentirla conmigo, el único sitio en el que podía estar a su lado, apoyándola,
como si de un santuario se tratase, solo que no de muertos, un santuario para
estar cerca de su alma viva, un centro de comunicación a distancia. Sabía que
era algo muy estúpido, pero me pareció que Nessie a lo mejor podría notarme con
ella si iba allí.
La fina capa de llovizna cubría el bosque de neblina, pero eso no
impidió que divisara el lugar que buscaba sin problemas, sería capaz de llegar
allí hasta con los ojos cerrados. Disminuí la velocidad y me paré cuando por
fin llegué a nuestro tronco.
Me quedé estancado como un imbécil, mirándolo durante un buen rato. La
bruma y la lluvia enmugrecían el lugar, haciendo que el tronco se viera vacío,
fosco, sin vida. Casi parecía tétrico entre tanta oscuridad y tanta humedad. Aun
así, decidí sentarme.
Por fin sentía algo de paz. El lugar estaba rodeado de los sonidos
nocturnos del boscaje: los grillos, los búhos, el ruido de la corriente del río
que corría no muy lejos de allí, los sapos y ranas que lo habitaban; y nada de
lamentos, ni lloros, ni desesperación, que ya me iban a volver loco. Por
supuesto, ese lugar estaba lleno de recuerdos que me flagelaban como latigazos,
estos me cizañaban diciéndome que Nessie no estaba allí, pero también me
aferraban a ella, me avisaban de que jamás la podrían separar de mí, por mucho
que la alejasen físicamente.
Eso me tranquilizó un poco durante un instante, sin embargo, mis
agitadas neuronas no podían dejar de darle vueltas al por qué se la habían
llevado a ella y no a mí, que era el que Aro quería. Y la respuesta era más que
evidente. Los Vulturis solo vendrían hasta aquí con todo su séquito y dejarían
Volterra para llevarse una adquisición muy preciada, tal y como nos había dicho
Eleazar años atrás, ese vampiro capaz de ver los dones que había formado parte
de su guardia en el pasado y que los conocía tan bien. Aro me quería a mí,
estaba encaprichado conmigo, e iba a hacerme chantaje, porque no había
conseguido atraparme con aquellos sucios trucos. Querían un cambio, yo era el
precio por su rescate y, desde luego, me entregaría sin pensármelo dos veces
para que ella estuviera a salvo.
Pero eso también suponía separarme de Nessie para siempre y sabía que
ella, al igual que yo, no podría superarlo, no podríamos vivir separados. Mi
estómago se retorció de nuevo, secretando sus fluidos gástricos con cólera.
Los Vulturis estarían encantados de separarnos, claro. Para ellos
nuestra relación era una aberración, así mataban dos pájaros de un tiro. Y
usarían eso delante de los testigos para conseguir atraparme sin que se notase.
Un castigo al depravado lobo por enamorarse de una semivampiro, o tal vez un
compasivo indulto a cambio de que les sirviera. ¡Aj, me daban asco! Su forma de
actuar no era sincera, no iban de frente, eran unos hipócritas sin agallas que
no podían quedar mal delante de las demás sanguijuelas idiotas que los seguían,
no podían permitir que su imperio se tambalease.
Volví a sentir la urgencia de ir tras esos decrépitos chupasangres
para terminar con ellos de una vez por todas, aunque eso me costara la vida.
Con liquidar a ese chiflado de Aro, me conformaría. No entendía por qué Nessie
y yo teníamos que aceptar sus estúpidas y absurdas leyes. Después de todo,
nosotros no pertenecíamos a su mundo, no tenían derecho a meterse en nuestras
vidas como si fuesen los dueños del universo. Nosotros no éramos vampiros, y no
tenían que meter sus asquerosas narices donde nadie les llamaba.
Bueno, vale, Nessie era medio vampiro, pero también era un metamorfo,
como yo, nuestra relación ya no sería una extravagante aberración para ellos.
Estúpidos chupasangres con prejuicios. Bueno, vale, Carlisle tenía que
demostrarles eso con las pruebas que ese tal Louis le había enviado desde
París. Bueno, vale, para que el doctor pudiera demostrarlo, no me quedaba más
remedio que dejarles con vida, al menos de momento.
Entonces ya no podrían alegar nada en nuestra contra delante de los
testigos para conseguir su objetivo, porque no les quedaría otro remedio que
ver la verdad. Que Nessie y yo estábamos hechos el uno para el otro, que éramos
totalmente compatibles. De hecho, genéticamente yo era el más compatible con
ella para la reproducción, más incluso que otro semivampiro o cualquier otro
metamorfo. Una prueba de ello era su semana de celo. Ella solo estaba en celo
para mí, porque, aparte de nuestro vínculo, que era la causa que lo provocaba, solo
yo era el más idóneo para concebirle un hijo. Solo mis genes eran los perfectos
para mezclarse con los suyos. Bueno, no tenía nada que ver, pero solamente
había que ver nuestras relaciones sexuales. El sexo entre nosotros era
increíble, tan fácil y natural, tan intenso y sentido, mágico. Esa energía que
sentíamos fluir a nuestro alrededor al besarnos, explotaba del todo cuando
hacíamos el amor y lo convertía en algo más inmenso que eso. Era mágico y especial,
nos envolvía y nos llevaba a otro mundo completamente diferente. Por supuesto,
era algo físico, para qué lo íbamos a negar, pero también espiritual. Nuestro
enorme vínculo se hacía notar y sentíamos cómo nuestras almas se entrelazaban
para unirse en una sola. Nunca pensé que iba a ser así, ni en mis mejores
sueños con ella, ni en aquellas tantas veces que la imaginaba entre mis brazos
cuando aún no estábamos juntos y ya soñaba con tenerla…
¿Cómo iba a ser eso algo aberrante? Aunque, claro, eso ellos no lo
iban a ver, con que supieran todo ese rollo de los genes bastaba.
Intenté tranquilizarme un poco aferrándome a esa idea, a que cuando
esos viejos decrépitos y pasados de rosca vieran las pruebas de Carlisle
mañana, ya no podrían alegar nada y tendrían que pirarse con el rabo entre las
piernas, como habían hecho hacía seis años, y recuperaríamos a Nessie sana y
salva.
Todo iba bastante bien, hasta que mis dedos palparon un relieve
extraño por detrás del tronco y, no sé por qué, me dio por mirar ahí.
Me giré y me incliné hacia atrás para poder verlo mejor, y cuando lo
hice, la bilis de mi estómago volvió a revolverse al sentir el enorme pinchazo
que me taladró de nuevo. Era una inscripción con una letra torpe e infantil. Nessie y Jake, rezaba, junto a un corazón
mal hecho y la fecha en la que ella lo había grabado a pulso en la corteza a
sus casi cinco añitos.
Jamás lo había visto antes, nunca me había fijado y llevaba ahí todos
estos años. Todos los recuerdos se insertaron en mi cerebro a fuego, pasando
lentamente, flagelándome otra vez, solo que, esta, los latigazos se incrustaban
como si llevasen clavos y me desgarraban con ensañamiento.
Mientras mis dedos lo repasaban, me acordé de ese día y caí en la
cuenta. Lo vi nítido y cristalino como el agua. Hacía poco que había empezado
la espera para nuestro primer encuentro con los Vulturis y la casa de los
Cullen estaba llena de todos aquellos vampiros friquis aliados. Nessie estaba esperándome en este sitio con sus
padres y cuando yo llegaba de La Push, de coordinarme con Sam para lo que
esperábamos iba a ser una batalla, la veía haciendo algo detrás del tronco.
Entonces no le di importancia, pensaba que estaba jugando con algo. Luego, nada
más verme, se incorporaba y corría hacia mí para abrazarme…
Había grabado esto en nuestro tronco para que quedase en el recuerdo
por siempre, o tal vez para que yo lo viera y me animase…
Todo aquello lo había soportado porque ella estaba a mi lado. Todas
las miradas por encima del hombro, todas las veces que me habían ignorado como
si fuera el incordiante perro de la familia, todos los comentarios humillantes
sobre los lobos, lo había aguantado gracias a Nessie, porque ella era lo más
importante. Y ella siempre sabía lo que me pasaba, me comprendía, me calmaba,
me alentaba colocándome su manita en la mejilla, diciéndome que no me
preocupara, que yo era mejor que todos ellos juntos. Aun siendo tan pequeñita,
ya me entendía y me apoyaba…
Sin poder evitarlo, mi mente proyectó el rostro angelical de Nessie,
su risa, su largo y brillante cabello broncíneo, su voz dulce, sus preciosos
ojos castaños, su maravilloso aroma, sus caricias, sus besos, su cuerpo sublime
y perfecto, su coraje, su pasión, su bondad, su amor… Evocó la primera vez que
mis dedos sintieron su luminosa y sedosa piel y mi piel sus dedos, la calidez
de su aliento en mis labios, nuestro primer beso, los besos que estuvimos a punto
de darnos, el beso eterno bajo la lluvia que nos hizo darnos cuenta de su
imprimación, sus labios tiernos, cálidos y suaves, la primera vez que los sentí
sobre mi piel, la primera vez que vi su deslumbrante cuerpo desnudo, nuestra
primera, apasionada e intensa vez, aquella escapada de noche bajo la lluvia…
La enorme impotencia y esa desesperación que llevaba toda la tarde
martilleándome se instalaron otra vez en mi cabeza, clavándose con inquina en
mis torturados sesos como si de una aguja fina y afilada se tratara.
Cerré los ojos para ver si me aliviaba un poco, pero otro recuerdo
saltó en mi cerebro como un resorte. Nessie y yo estábamos en la pradera del
lago, dentro del agua cristalina de ese estanque natural. Ella se encaramaba a mí,
rodeándome con sus largas piernas, se doblaba hacia atrás con esa flexibilidad
y agilidad suya mientras yo la sujetaba, y se balanceaba de un lado a otro para
mojar su preciosa y tupida melena. Siempre que hacía eso, me volvía loco. Sus kilométricos
cabellos se alisaban y su color broncíneo adquiría un tono más oscuro, aunque
seguían brillando como un espejo, quedaban flotando en el agua y bailaban al
son de su suave movimiento. Mientras, el sol hacía que su piel se volviera aún
más luminosa y especial, haciendo que su hermoso rostro y su espectacular
cuerpo desnudo fueran todavía más angelicales, divinos. Sí, era una diosa. Yo
notaba cómo mi cara se iba quedando más embobada por momentos, seguro que ahora
mismo también la tenía por solo recordarlo. La imagen parecía tan real, que si
estiraba la mano casi podía tocar su pecho de verdad…
―¿Qué tal lo llevas?
El impacto que esa inesperada voz le estampó a mi distraída sesera
provocó un acto reflejo que me hizo pegar un bote en el tronco y me puse de
pie, a la defensiva.
―¡Mierda, Edward, me has
asustado! ―gruñí cuando vi su pálido
rostro entre las sombras, incorporándome.
El color de su cara no era lo único que palidecía.
―Lo siento ―se disculpó―. ¿Puedo
sentarme a tu lado?
La verdad es que no me apetecía nada tener compañía, y menos a él, que
podía ver todo lo que pasaba por mi mente. Prefería pasar mi calvario personal
en soledad, sin tener que compartirlo con nadie ni tener que juntarlo con el de
los demás para llevar todo el lote encima, el mío ya pesaba bastante.
―No te molestaré mucho tiempo
―se adelantó a decir, después
de escanear mi recalentado cerebro.
Suspiré y me volví a sentar.
―Haz lo que quieras, estamos
en un país libre ―le contesté con
desgana, cruzándome de brazos y mirando hacia otro lado.
Tampoco necesitaba ver su semblante atormentado, eso, además, haría
que me sintiera culpable y egoísta.
El vampiro tomó asiento a mi lado y se quedó mudo. Hubo un instante en
el que tuve que mirar de reojo para ver si seguía ahí, ya que no se escuchaba
ni su respiración, aunque me imaginé que delante de mí no le hacía falta tomar
aire para disimular.
Al hacerlo, vi de nuevo su cara de sufrimiento y empecé a sentirme un
poco mal por ser tan cortante. Justo lo que no quería. Mierda.
―¿Cómo está Bella? ―le pregunté para quitarme ese peso de encima, aunque
lo cierto es que también me preocupaba su estado mental, en las últimas horas
no había hecho más que chillar y llorar como lloran los vampiros, sin lágrimas.
―Se ha calmado un poco y
parece que Jasper ya puede hacer su trabajo con más facilidad ―me contestó―. Ahora está
más tranquila, por eso he venido hasta aquí. Quería ver cómo estabas tú, me
pareció que estabas pasando un mal rato en el porche.
―Bueno, aquí estoy ―manifesté, encogiéndome de hombros.
Se hizo un silencio bastante incómodo en el que a mí me hubiera
gustado seguir a solas, saboreando a mis anchas mi enorme rabia e impotencia
sin que nadie pudiera meterse en mi cerebro para chafarme el plan.
―Sobre el tema de Bella y su
declaración del otro día… ―habló
finalmente.
¡Uf! Lo que me faltaba. No estaba de moral para peleas.
―Mira, no tengo muchas ganas
de hablar de eso ahora, la verdad ―le espeté,
cansado.
―Solamente quería darte las
gracias por haber sido tan comprensivo con ella ―me soltó de sopetón.
No quería, pero mi rostro se giró él solo para mirarle con sorpresa e
incredulidad. Sí, su mirada del otro día no me había engañado. Me lo estaba
agradeciendo. No podía creerlo.
―Si vieras la crisis que está
pasando Bella, no pensarías eso ―declaró,
mirando al horizonte con sobriedad―. Lo que viste
el otro día solo es la punta del iceberg.
―¿Crisis? Ella me dijo que
estabais mejor que nunca ―respondí,
volviendo la vista a mi izquierda.
―Sí, nosotros estamos bien ―ratificó―. Sin embargo,
ella está pasando por la típica turbación por la que tenemos que pasar todos
los vampiros cuando transcurren ciertos años desde la transformación.
―¿La típica turbación? ―le miré de nuevo.
―Todos nosotros pasamos una
época bastante mala cuando te das cuenta del estancamiento al que tienes que
estar sometido mientras el mundo sigue girando a tu alrededor ―empezó a explicar pausadamente―. Es una época de muchas preguntas y mucha confusión
en la que tienes que encontrarte a ti mismo de nuevo, y no es fácil. Normalmente,
tarda unas décadas, cuando la gente que conocías y que querías fallece y te das
cuenta de que tú continúas en el mismo estado, petrificado, ni siquiera puedes
despedirte de ellos, decirles adiós, ni siquiera puedes ir a su funeral o a su
entierro; entonces añoras todo lo que tenías en el pasado o todo lo que podías
haber tenido y te preguntas si merece la pena vivir eternamente. Sin embargo, a
Bella parece que se le haya adelantado, aunque no a tal extremo. Para empezar, echa
mucho de menos a Renesmee. Ellas estaban muy apegadas, pero a medida que la
niña iba creciendo, se iba alejando más de ella para unirse aún más a ti. Y por
supuesto, también influye el hecho de que no puede ver a Renée, a la que estaba
muy unida, pero ahora, además, se ha sumado el repentino alejamiento al que se
tiene que someter de Charlie, de Renesmee y de ti…
―¿Crees que se arrepiente de
haberse transformado?
―No sé qué decirte, la verdad
―se quedó pensativo durante
dos segundos―. Sí, en parte, pero no. Me
explico. Sí, porque creo que ahora que Renesmee ha crecido y está contigo, ha
visto la vida que podía haber llevado ella como humana a tu lado y sabe que
hubiera sido muy feliz. Contigo, no hubiera tenido que renunciar a nada,
incluso podía haber tenido muchos hijos, cosa que ahora es imposible. Sé que
ella piensa en esto a menudo y que es uno de los motivos que la afligen y la
aturden. Renesmee ha crecido demasiado deprisa y no le ha dado tiempo a
saborear la maternidad. Ella no me dice nada, por supuesto, ya la conoces, pero
yo sé que le gustaría tener más hijos, niños que crecieran a un ritmo humano,
y, como dije antes, eso ahora es imposible. Y no, porque estar conmigo
eternamente era lo que más deseaba del mundo y sé que es más feliz a mi lado, aun
con todo a lo que ha tenido que renunciar. En realidad, no creo que tenga que
ver con la transformación en sí, más bien con las cosas y las personas a las
que tiene que renunciar y que nunca volverán a estar ahí. Como tú. Inevitablemente,
en estos momentos, por la turbación que la afecta, Bella sigue amándote, pero
sabe que no puede tenerte porque tú perteneces a Renesmee y porque me ama más a
mí. El sentimiento de culpabilidad y el darse cuenta de que te tiene que dejar
para siempre añade otro peso a la báscula, también se suma a todo lo anterior
para hacerla sufrir.
―Así que todo se debe a una
turbación que os da a los vampiros. Ya me olía yo que le pasaba algo raro, aquella
reacción no era normal.
―¿Lo dices porque también
intentó besarte? ―me quedé
paralizado durante dos segundos y le miré con precaución. Su blanca cara estaba
seria, pero no parecía enfadado. Edward radiografió mi mente llena de preguntas
y suspiró―. Bella me lo contó, por
supuesto, entre nosotros no hay secretos ―declaró,
mirando al frente.
Genial.
―¿Y a ti no te importa que intentara
besarme, que ella siga queriéndome, aunque sea por una turbación? ―le pregunté con escepticismo.
―Sí, claro ―admitió―, pero sé que,
aún ahora, me quiere más a mí y que esto solo será un minúsculo capítulo oscuro
en nuestra vida eterna juntos ―agregó―. Además, yo no soporto verla así, quiero que sea feliz,
por eso me pareció bien que te lo dijera, para que se desahogase y se olvidara
de ti de una vez por todas.
―Vamos, no seas cínico.
Sabías de sobra que yo ya no siento nada por ella y que la iba a rechazar, por
eso lo permitiste ―le achaqué,
negando con la cabeza al ver lo evidente que era.
―Bueno, tampoco soy tonto,
¿sabes? ―reconoció, soltando una pequeña
risita apagada por la situación en la que nos encontrábamos en estos momentos―. No soy tan patoso como para entregarle la mujer
que amo a otro hombre así por las buenas, y mucho menos a ti.
―Sí, ya lo sé… ―murmuré.
Ambos nos miramos y nos sonreímos con una camaradería que me pareció
hasta extraña, aunque esa sonrisa solamente duró un par de segundos, puesto que
mi mente estaba centrada en otro asunto muchísimo más importante.
―¿Cuántos aliados van a
venir? ―quise saber, cambiando de
tema.
―De momento, el aquelarre de
Denali ―suspiró―. Alice está con Rosalie en el aeropuerto,
esperándoles. Aunque ha alquilado un avión privado para ellos, no llegarán
hasta por la mañana, pero prefiere estar allí, se encuentra mejor lejos de ti.
―¿Y qué pasa con el resto de
vuestros amigos?
―Amun se ha negado. Ya sabes
que tiene a Benjamín, que es capaz de manejar los elementos de la tierra ―me miró para ver si yo me acordaba y siguió hablando
cuando vio que de algo―. Pues bien, no
quiere volver a exponerlo ante los Vulturis, por miedo a que se lo quiten.
―Menudo idiota ―murmuré, girando la cabeza hacia el otro lado.
―Kachiri, Senna y Zafrina han
dicho que sí, pero tienen que venir desde las Amazonas y es evidente que no les
va a dar tiempo a llegar, aunque nos han dicho que harán todo lo posible. Y lo
mismo pasa con Maggie, Siobhan y Liam. Irlanda no queda cerca, tampoco.
―¿Y esos dos tan
espeluznantes? Ya sabes, los rumanos. Esos dos tienen muchas ganas de acabar
con los Vulturis, ¿no?
―¿Stefan y Vladimir? Sí, pero
no hemos sido capaces de contactar con ellos y no nos da tiempo a ir a
avisarles.
―Ya, supongo que esas momias
están un poco anticuadas y no usan teléfono y esas cosas.
Mi estúpida frase le debió de parecer un chiste, porque se le curvó la
comisura del labio y no pudo reprimir una risa entre dientes.
―Sí ―dijo.
―Bueno, ¿y todos aquellos
nómadas? ¿Qué pasa con ellos?
―Peter y Charlotte no quieren
inmiscuirse en nada, creen que es demasiado peligroso, y el resto no es posible
localizarlos, no sabemos ni dónde están.
―Así que solamente contamos
con vuestros amigos de Denali ―farfullé con
enfado.
―Sí ―asintió, observando el bosque con amargura.
―Estúpidos chupasangres ―mascullé, enrabietado―. Nunca confíes en una sanguijuela ―me murmuré a mí
mismo.
―En fin, ya te dejo solo ―dijo, levantándose―. Deberías dormir un poco, Jacob, ya son las tres de la mañana. Si
quieres, puedes hacerlo en la cama de Renesmee.
―¿Para ponerme a llorar
cuando huela su efluvio? No, gracias.
Lo dije tal cual lo sentía, total, podía verme la mente.
―Entonces, deberías ir a tu
casa y procurar descansar ―me aconsejó.
―¿Es que ahora eres mi padre?
Dormiré aquí, si veo que me entran ganas ―le contesté,
malhumorado.
―¿Vas a pasarte aquí toda la
noche? ―preguntó, preocupado.
Genial. Ahora ya me estaba haciendo sentir culpable otra vez por ser
tan borde.
―No te preocupes, ¿vale? Soy
mayorcito, sé cuidarme solo ―repliqué, un
poco más suave.
―Está bien, como quieras ―por fin se giraba para largarse, pero entonces, algo
se le debió de pasar por la cabeza, porque se dio la vuelta y se quedó frente a
mí, mirándome durante un rato―. Quiero que
sepas que te aprecio, Jacob ―me confesó de
repente. Guay. Otra cosa más que añadir a mi larga lista de culpabilidad―, aunque siempre hayas sido un incordio para
mí ―minimizó, sonriéndome con
malicia―. Pero sé todo lo que amas a
mi hija, sé que incluso darías la vida por ella, y eso puede con todo lo demás.
Ya te dije una vez que pienso que no
habría nadie mejor para ella que tú, y cuando nos marchemos, lo haré tranquilo
y satisfecho, porque se queda contigo. Que no salga de aquí, pero
estoy muy orgulloso de que mi hija se haya enamorado de un hombre como tú.
Eso último no me lo esperaba y me dejó completamente K.O. Pude notar
cómo mi rostro dejaba ver mi estado atónito y me quedé planchado en el asiento
sin poder decir nada.
Edward se giró otra vez y se piró como una exhalación, mezclándose con
el espeso y oscuro follaje del bosque.
Seguí en estado de shock durante unos minutos, intentando rumiar sus
últimas palabras. Jamás en mi vida me hubiera imaginado que Edward iba a
decirme algo así a mí, y menos después de lo ocurrido con Bella el otro día.
¡Arg! Tenía tantas cosas acumuladas en la cabeza, que ya la sentía
como un bombo. Puede que Edward tuviera razón y fuera mejor que durmiese un
poco, por lo menos intentar descansar. Después de todo, necesitaba estar fresco
y despejado para lo que me esperaba al día siguiente. Para recuperar a Nessie.
Me puse de pie, me quité los pantalones, los até a mi cinta de cuero y
entré en fase, desconectándome automáticamente del resto de la manada. Me fui a
la parte trasera del tronco y me eché allí, donde podía ver la inscripción que
había grabado mi pequeña Nessie para darme ánimos.
Nessie
y Jake.
Por supuesto, no pegué ojo en toda la noche, así que me levanté al
alba y me puse en contacto con la manada para que se dirigieran al sitio
comunicado por el vampiro pelirrojo. Ya habíamos estado el día anterior, así
que no hizo falta que les explicara nada, todos sabían lo que tenían que hacer.
Podía haber ido directamente hacia allí, pero rodeé un poco para poder
pasarme por delante de casa de los Cullen, así Edward leería mi mente, sabría
mis planes y podríamos encontrarnos en ese sitio más tarde.
Estaba tan nervioso, cabreado y ansioso por encontrarme con Nessie,
que mis patas corrieron más rápido de lo habitual para llegar a ese lugar
cercano al Lago Pleasant. Había desconectado mi mente otra vez de la manada
para poder pensar tranquilamente, así que cuando llegué al sitio y vi a Sam, me
sorprendí.
No le dije nada, él seguía formando parte de la manada y sabía que
sentía el deber de ayudar. Todos hubiéramos hecho lo mismo en su lugar.
Cuando me vio, asintió con la cabeza a modo de saludo. Le respondí con
otro movimiento de tarro y volví a conectarme.
¿Qué tal está Emily?, le pregunté al llegar a su lado.
Bueno, gracias al doctor
Cullen empezó con la quimioterapia el martes. El oncólogo que la trata es muy
optimista, según él, lo hemos cogido en una fase muy primaria y cree que se
recuperará pronto.
Me alegro.
Sí, lo sé. Y quiero
agradecerte todo lo que has hecho por nosotros, Jake. Si no llegas a hablar con
el doctor Cullen…
No empieces con eso otra
vez, ¿quieres?, le regañé. Ya te dije que no
me costó nada convencer a Carlisle. En cuanto se lo mencioné, se ofreció él
solo.
Tengo que reconocer que es
un buen tipo.
¿Y qué tal lo lleva Emily?
En fin, no es un camino de
rosas, pero de momento lo lleva bastante bien. Aunque todavía es pronto, lo
peor está por llegar. Su madre se ha quedado con ella para cuidarla.
No tienes por qué estar aquí, le dije. Si quieres, puedes irte para estar con
ella.
Quiero ayudarte a ti y a la
manada, afirmó con firmeza.
Vale, pero si esto se pone
feo, márchate, le ordené.
No dijo nada, se limitó a asentir con la cabeza otra vez. Era una
orden y tenía que acatarla.
Lo mismo le digo al resto, anuncié para
todos. El que quiera irse, es libre de
hacerlo.
Un lobo nunca abandona a los
suyos, declaró Leah.
Somos una familia, estaremos
contigo y con Nessie a muerte, siguió Embry.
El silencio del claro se vio roto por los aullidos de apoyo.
¡Esos chupasangres se
arrepentirán de esto!, aulló Paul.
¡Esto no nos lo perdemos ni
locos!, exclamó Isaac.
Recuperaremos a Nessie, no
te preocupes, me alentó Seth.
Está bien, está bien,
gracias a todos.
Carraspeé y me puse a comentar y a consultar con Sam las posibles
opciones que teníamos si al final había que luchar.
A medida que pasaba el tiempo y se acercaba la hora, más se notaba la
tensión en el ambiente. Los chicos estaban ansiosos por luchar, aunque ya les
había advertido que eso sería como ultimísima opción, y yo solo lo estaba por
recuperar a Nessie sana y salva, por volver a estrecharla entre mis brazos, por
besarla.
Empecé a ponerme un poco nervioso cuando ya casi era la hora y la
familia de Nessie no aparecía. Ya estábamos todos en nuestros puestos,
esperando, y ellos sin aparecer. ¿Es que Edward no me había leído la mente
cuando pasé junto a su casa?
Por fin, los Cullen salieron con rapidez de entre los árboles que
bordeaban el pequeño claro, junto a sus amigos de Denali ―Tanya, Eleazar y Carmen, Kate y Garrett―, y se pusieron a nuestro lado en un abrir y cerrar
de ojos.
Sam hizo un movimiento de cabeza para saludar a Carlisle y este le
correspondió con otro. Entendí entonces que, aparte de a mí y a la manada,
también había venido para ayudar a los Cullen, después de todo, se sentía en
deuda con ellos.
Tanya y los suyos nos miraron un tanto cautelosos, ellos no estaban
acostumbrados como los Cullen a nuestra presencia, pero me llamó la atención la
forma en la que me miraron a mí. Abrieron los ojos como platos y Eleazar le
sopló algo a Carlisle en la oreja, algo a lo que este le respondió.
Me fijé también en aquel vampiro nómada llamado Garrett. Ya no era
nómada, puesto que había venido en las Navidades con Tanya y Kate y estaba
junto a esta última, cogidos de la mano. No me había fijado mucho en aquellas
fiestas, la verdad, tenía otras cosas en la cabeza, pero al parecer, seguían
juntos y se había unido al aquelarre.
Alice seguía con sus jaquecas, tenía los dedos puestos sobre las
sienes y su menuda cara estaba retorcida en una mueca. Eso me mosqueó un poco,
ya que significaba que Nessie seguía lejos de mí.
Todos se quedaron detrás de nosotros, excepto Edward y Bella, que se
pusieron a mi lado, ambos con expresiones graves.
Ya era hora, resoplé.
―Perdonad, es que el avión de
Denali sufrió un pequeño retraso ―se excusó con
un bisbiseo―. ¿Estáis todos? ―quiso saber, mirando a su alrededor.
Bueno, he tenido que dejar a Thomas e Ivah en La
Push para que vigilen la zona, pero tengo a diez repartidos, escondidos
entre los árboles, por si acaso hay que darles una sorpresita, le revelé. No me gusta enseñar todas las cartas en la
primera mano, ya sabes.
―Buena idea ―aprobó.
Luego, le explicó a Bella lo que yo le había dicho con una voz tan
baja, que tuve que mover la oreja en su dirección y agudizar mucho el oído para
escucharlo.
Leah y Sam me flanqueaban un poco más retrasados y los otros nueve se
distribuían por detrás, en formación. Sin embargo, no eran sus miradas lo que
notaba pinchándome en mi nuca lobuna. Giré un poco la cabeza para mirar atrás y
los de Denali pegaron un pequeño bote cuando los pillé observándome.
¿Qué les pasaba? ¿Es que no me veían guapo o qué?
―Están impresionados ―me reveló Edward con un cuchicheo también muy bajo.
¿Cómo?, giré la
cabeza hacia él, mirándole extrañado.
―La última vez que te vieron,
no eras tan enorme ―explicó,
echándome un vistazo desde abajo―. Están
realmente deslumbrados, sobre todo Eleazar. Ha visto que tienes una especie de
don espiritual o algo así.
¿Yo un don espiritual?
Le miré bien para ver si me estaba tomando el pelo, pero su cadavérica
cara no me mostraba nada de eso, más bien todo lo contrario.
―Sí. Piensa que lo tenías
aletargado porque en aquel tiempo eras muy joven y que por eso no te lo había
visto. Eleazar nunca se equivoca ―sentenció.
Por supuesto, Jake. Eres
Taha Aki, el Gran Lobo, aclamó Seth, todo orgulloso, quien le había dejado
el puesto a Sam y se encontraba detrás de este, junto a Quil y Embry.
Bella me sonrió, aunque su sonrisa estaba degradada por la
preocupación y el nerviosismo que sentía en esos momentos.
Iba a discutir eso, pero mi mente se centró en lo importante cuando
percibí un movimiento rapidísimo en las hojas, a lo lejos.
¡Atentos!, avisé.
―¡Ahí vienen! ―lo hizo Edward para el resto.
Todos nos envaramos, Bella y Edward amarraron sus manos con fuerza y
nos quedamos a la expectativa.
QUE ME ARRANQUEN
LOS OJOS SI ESTO ES CIERTO
La caja torácica de Bella no fue la única que empezó a vibrar con un
rugido. Mi tórax también retumbó con contundencia cuando vi que los individuos
que salían de la primera línea de árboles que bordeaban el claro no eran los
Vulturis con su séquito y que Nessie no estaba.
Los cinco espectros encapuchados caminaron con sincronización total y
arresto. Se acercaron a un paso tan marcado y cadencioso, que ya empezaban a
desesperarme, y se quedaron a unos metros de nuestra posición cuando por fin
llegaron.
El más bajo de ellos, el que llevaba la capa más oscura, casi negra,
alzó sus diminutas manos y retiró la capucha hacia atrás. Era esa tal Jane. Sus
ojos rojos se clavaron en mí y en mis hermanos en primer lugar y después
dirigió su petulante mirada hacia Edward y Bella.
―¡¿Dónde está mi hija?! ―exigió saber Bella con furia, quitándome la palabra
de la boca.
Edward la mantenía agarrada, sujetándola por la mano con firmeza.
Un rayo gélido me atravesó de cabo a rabo cuando uno de los espectros
levantó la cabeza y vi que era Nessie. Mis rótulas empezaron a temblar del
shock y no pude ni moverme.
El semblante de Bella reflejaba los mismos sentimientos que el mío y
se hizo un murmullo lupino consistente en gañidos y gimoteos.
¿Por qué vestía igual que esos chupasangres? Era imposible que ella
estuviese de ese lado, tenían que tenerla engañada con algún truco o algo,
Nessie no…
―Jake… ―murmuró con sus dulces ojos llenos de tristeza,
alzando la mano hacia mí.
¡Nessie!, gimoteé a la
vez que mis patas ya corrían hacia ella.
No entendía cómo la guardia de los Vulturis podía retenerla de ese
modo sin que pudiera ofrecer resistencia alguna, pero el impulso de ir junto a
ella era más fuerte que cualquier otra cosa. Me la llevaría de allí en
volandas, si hacía falta.
―¡Espera! ―me paró Edward, interponiéndome su brazo.
¡¿Qué coño estás haciendo?!, protesté
enérgicamente.
―¡Hay algo raro! ―afirmó, nervioso, entrecerrando los ojos como si
buscase algo en Nessie―. No es ella.
¡¿Cómo dices?!
―¿Acaso dudas de tu propia
hija? ―refutó la tal Jane sin
ninguna expresión en el rostro.
―Papá… ―exclamó Nessie, sorprendida y dolida por la reacción
de él.
Mis afanosos y desquiciados ojos no podían despegarse de ella.
―¡¿Qué estás diciendo,
Edward?! ―chilló Bella con las pupilas
llenas de contrariedad, oscilándolas de su hija hacia su marido sin parar.
―No puedo leerle la mente ―reveló, llevándose la mano a la cabeza con
inquietud.
―¡¿Qué quieres decir?!
―Hay interferencias, como si
la tuviera codificada.
¡¿Y si es la influencia de
alguno de esos chupasangres con poderes?!, discutí con ansiedad.
―El guardia del extremo
derecho debe de estar bloqueándola ―intervino
Eleazar desde atrás, ratificando mis pensamientos. Y eso que él no podía
escucharlos. El aludido sonrió bajo su capucha gris oscuro, tan solo se le veía
la boca―. Es capaz de crear una
barrera individual que aísla al sujeto que protege de otros poderes mentales,
aunque no es opaca del todo, tiene algunas fisuras ―explicó.
Luego, se llevó la mano a la barbilla con el gesto pensativo.
¿Lo ves?
―Aun así, hay algo que no encaja
―siguió Edward, empecinado.
¿Y qué hay de los demás chupasangres? ¿Es que tampoco ves lo que están
pensando ellos?, le azucé, nervioso.
―Los demás guardias me están
confundiendo con sus distintos pensamientos ―dijo esto
dedicándole una mirada de odio a la rubia canija. Esta sonrió con petulancia―. Han venido bien entrenados.
¡¿A qué demonios están jugando?!, gruñí con furia.
―¡Mamá, papá, soy yo! ―alegó Nessie en un tono tan suplicante que se me
clavaba en el alma―. ¡Jake, tú me
crees, ¿verdad?! ―inquirió,
reclamándome con la mirada mientras echaba hacia atrás su capucha también gris
oscuro.
¡Mierda, Edward! ¡Claro que es ella!, ladré, levantando las
patas de nuevo.
―¡Escúchame! ―reiteró, poniéndose frente a mí para detenerme―. Puede que tenga esa barrera, pero ya has oído a
Eleazar; tiene fisuras, y hay algo en su mente que no me cuadra. Además, ¿no es
un poco raro que la hayan puesto una barrera para que yo no pueda leer su
mente?
¡Lo han hecho para
confundirnos!, argumenté. ¡¿No lo ves?!
¡Quieren que acabemos a palos!
Desde luego, la canija rubia estaba disfrutando de lo lindo con
nuestra discusión.
―¡Edward, por favor, ¿estás
seguro?! ―quiso saber Bella, que ya
estaba al borde del histerismo.
―¡No es ella, confiad en mí! ―insistió él con ahínco―. ¡Miradla bien!
La miré, como él dijo. Era ella, su rostro perfecto de porcelana, sus
mejillas sonrosadas, su melena larga de color bronce, sus preciosos y sedosos
labios, sus dulces ojos que me suplicaban…
―Jake… ―sollozó, estirándome su brazo de nuevo.
¡Arg! ¡¿Es que nos habíamos vuelto locos?!
No podía más, verla llorar era lo último. Ya tenía mi medio plan
pensado. Era un poco chapuza, pero en ese momento no se me ocurría otra cosa.
La cogería con la boca por la capucha y la lanzaría a los brazos de su madre lo
más rápido que pudiera, dentro del amparo de su escudo. Si me daba tiempo y
tenía suerte, saltaría yo también hacia este lado, eso si antes la rubia enana
no me dejaba hecho polvo con sus torturas mentales. Me importaba un bledo. Lo
más importante era ponerla a ella a salvo.
Mi pata se adelantó sola para empezar a trotar hacia ella.
―¡Jacob, no! ¡Es una trampa! ―voceó Edward, poniendo sus heladas palmas sobre mi
pecho peludo.
¡Quítame las manos de
encima!, bramé con un rugido furioso, esquivándole.
―Jake, ven conmigo… ―me suplicó Nessie―. Podremos
estar juntos.
Un momento.
Las almohadillas de mis patas delanteras se hundieron en la tierra y
se pararon en seco. ¿Cómo? ¿Ir con ella? ¿Adónde?
Fruncí mi ceño lobuno para mirarla extrañado. Algo no encajaba.
―No es ella, Jacob ―repitió Edward, observándola con un profundo odio―. Sabes que Renesmee nunca se uniría a los Vulturis.
―No tenía elección ―alegó ella con voz queda―. Aro me ha dicho que si te unes a él, nos dejará
estar juntos. Esto es lo mejor para los dos.
―Miente, no la escuches ―rebatió él―. No es
Renesmee.
Un murmullo generalizado de confusión se plantó en mi, ya de por sí
solo, frito cerebro, debido al intenso debate que se abrió entre mis hermanos.
Hazle caso a Edward, me decía
Seth. Él sabe lo que hace.
¿Y si es Nessie?, refutaba
Leah. ¿La vas a dejar ahí tirada?
De repente, el debate subió de volumen y se convirtió en una algarabía
de voces.
¡Callaos!, ordené con un
gruñido, y así lo hicieron.
Volví a mirar a la presunta Nessie.
―Jake… ―me llamó, llorando.
¡Dios! ¡Presunta Nessie!
¿Cómo podía dudar de ella? ¿Estaba majareta o qué? Sin embargo, Edward estaba
tan seguro, hasta Bella ya no sabía qué hacer. Y la verdad, para ser sinceros,
había algo en ella que no…
Entonces, me di cuenta de una cosa.
Giré mi cabeza para mirar atrás y todas mis dudas se disiparon como el
humo que se lleva el viento.
Alice se frotaba las sienes sin parar. Esa Nessie, no era mi Nessie.
Edward suspiró tranquilo, pero a mí la quemazón me invadió el
estómago.
Ahora lo veía todo claro. ¡Qué estúpido había sido dejándome engañar
de esta forma! ¡Por poco había vuelto a caer en su trampa! Y decía había vuelto porque esto solamente tenía
una explicación…
―¡Ya sé qué está pasando
aquí! ―exclamó Eleazar a la vez que
yo hacía mi descubrimiento por mi cuenta.
Me volví para clavarle una mirada de aguda inquina a la falsa Nessie.
Ese disfraz estaba tan logrado, que me resultó hasta duro mirarla así.
Su precioso rostro de ángel empezó a desfigurarse por una maldad
espeluznante. Se quedó clavada frente a mí, mirándome con arrogancia y, de
pronto, me esbozó una sonrisa despectiva y de autosuficiencia que me dejó
completamente helado.
Ya sabía que no era ella, pero no estaba acostumbrado a ver semejantes
gestos en su verdadero rostro y, aunque este no era el de verdad, me chocó
muchísimo. A Bella parecía estar pasándole lo mismo.
―¡Zhou! ―desveló Eleazar con una entonación de evidente
disgusto.
El farsante cambió de forma sin dejar de sonreír con altivez. El largo
y ondulado cabello castaño rojizo pasó a ser una melena lisa bastante más corta
de color negro que nacía de una frente con entradas. El rostro de Nessie se fue
transformando ante nuestros atónitos ojos, hasta que el vampiro mostró su
verdadera cara: un semblante pálido y ambarino, con rasgos asiáticos y unos
ojos rasgados, pequeños y rojos como los de una rata.
Bella rugió rabiosa, mostrando sus colmillos, nuestras filas de atrás
sisearon y mi manada se agitó y gruñó con furia casi a la vez.
―Cuánto tiempo, Eleazar ―le dijo con un acento marcadamente oriental―. Veo que continúas en el bando incorrecto.
―Y yo veo que no has cambiado
nada. Sigues siendo tan mezquino y retorcido como siempre ―le respondió el exmiembro de la guardia de los
Vulturis con rabia.
Sí, era él. Ese malnacido era el que se había hecho pasar por mí y la
había drogado para poder llevársela. Era el que me la había arrebatado, y ahora
estaba frente a mí, riéndose con chulería y soberbia. Y no solo eso. Había
utilizado su precioso y angelical rostro, contaminándolo y desfigurándolo de
crueldad y falsedad para engañarnos y hacernos más daño. ¡¿Cómo se atrevía?!
Edward me interpuso su brazo de nuevo, adelantándose a lo que mi mente
todavía no había fraguado del todo.
Aun así, no pude evitarlo. La cólera empezó a hacerse cargo de mi
mente y noté cómo mis bronquios se llenaban de un aire rabioso y enajenado
mientras resollaba por las narices con odio. Mi cola se irguió a la vez que mi
columna y mis patas me obligaban a inclinarme hacia delante. Mi labio se retiró
hacia atrás, toda la pelambrera de mi lomo se erizó y solté todo el aire de
golpe, profiriendo un rugido tan potente, que me ensordeció incluso a mí. Los
pájaros de los alrededores salieron en bandadas, espantados, y mis hermanos me acompañaron,
agachando las orejas hacia atrás y doblando las colas hacia dentro
automáticamente, en señal de sumisión y obediencia ciega.
El antes osado vampiro cambió su asquerosa cara al instante. Mis
fauces salivaban y mis colmillos se mostraban con ansias de venganza, la
clamaban a gritos.
¡Si no quieres que te deje sin brazo, más te vale que lo quites de ahí
ahora mismo!, avisé a Edward con furia retenida mientras mis patas traseras se
tensaban para coger impulso.
No podría retenerla mucho más tiempo. Si luego quería recuperar su
brazo, tendría que pegarlo con pegamento.
―No creo que eso fuera buena
idea, Zhou ―empezó a hablar Edward,
dirigiéndose a ese maldito con contundencia. Al parecer, ya no tenía esa
barrera―. Si huyes, será peor. Te
atrapará.
¿Qué estaba haciendo? ¿Acaso quería darle una oportunidad a ese
desgraciado?
Los ojos de la rubia canija se entornaron, y el careto del chino se
llenó de injustificación y culpabilidad cuando ella se giró súbitamente para
mirarle con imputación y censura.
―Veo que también sigues
siendo tan cobarde como siempre ―observó
Eleazar.
Encima, era un cobarde de mierda. Mi tórax comenzó a vibrar de nuevo.
¡Le mataré!, grité a la vez que el rugido me raspaba la
garganta.
―¡Tranquilízate, Jacob! ―me pidió Edward con firmeza.
Empecé a sentirme extrañamente más relajado. Miré hacia atrás,
cabreado, pero sin poder estarlo del todo, ese rollo me desesperaba. La media
sonrisa de orgullo de Jasper firmaba su autoría. Le dediqué un gruñido de
reproche y miré hacia delante otra vez.
Edward se dirigió a la vampiro pequeñaja y le habló con una voz
calmada, aunque extraordinariamente amenazadora. Me pregunté si a él también le
estaría afectando la influencia de Jasper.
―Será mejor para vosotros que
no nos provoquéis más con trucos sucios y baratos, era totalmente innecesario,
¿no crees?
Más bien se habían pasado de la raya.
―Paz ―habló ella, observándome con un matiz de cautela―. No venimos a luchar. En realidad, ese percance no
estaba en el guion ―su cabeza se
volvió hacia ese tal Zhou y este le miró con sorpresa―. Era una pequeña travesura, pero te aseguro que Aro
le dará el castigo apropiado.
Ni su voz, ni su semblante de niña pequeña se inmutaron lo más mínimo,
sin embargo, la cara del vampiro chino juraría que había adquirido un color
verdoso.
¡¿Nos está tomando el pelo?!, protesté con ganas. ¡Ella
estaba en el ajo!
La mano de Edward me instó a la calma. ¿Cómo podía tener tanta sangre
fría? Bella le miraba no muy conforme, pero le seguía la corriente, acatando
todas sus decisiones con confianza ciega.
―¿Dónde está mi hija? ―quiso saber Edward, apretando los dientes y la mano
de Bella a la vez.
Bueno, él también se estaba conteniendo lo suyo.
Rugí.
―Ella está bien.
La rubia enana levantó la mano y uno de los espectros que estaba
detrás de su formación avanzó un paso para ponerse a su lado. El pelo rojo
chillón se dejó ver del todo cuando retiró su capucha.
¡Enguerrand!, gruñí.
Todos los lobos me siguieron y gruñeron al unísono, agazapándose y
mostrando sus dentaduras.
El pelirrojo me miró durante un fugaz segundo. Intentó disimularlo
poniendo cara de póquer, pero se notaba que estaba incómodo. Se adelantó otro
paso con precaución hacia Edward y cerró los ojos.
De pronto, su semblante se sumió en una intensa concentración, y
cuando abrió esos párpados casi transparentes en los que se veían sus
repugnantes y muertas venillas, sus ojos aparecieron vidriosos, estáticos,
mates, sin vida. Le estaba mostrando la película que había grabado su mente
cinéfila.
El rostro de Edward cambió de golpe. Pasó de la furia al dolor en un
latido de corazón, y eso hizo que Bella y yo nos pusiéramos más nerviosos.
―¡¿Qué estás viendo?! ―quiso saber ella, adelantándose otra vez a mis
pensamientos.
―La tienen en un habitáculo. Parece
el interior de uno de esos carruajes que se usaban en la antigua Roma para
transportar a la gente poderosa ―empezó a
explicarnos―. Está echada en una especie
de camastro, durmiendo. Está bien, no tiene rasguño alguno.
Por un instante, sentí un cierto alivio. Por lo menos, ya no la tenían
drogada. Estaba dormida, no se enteraba de nada y no había sufrido ningún daño.
―Está en buenas manos ―declaró la enana rubia en un tono petulante―. Aro se está encargando personalmente de que esté
en las mejores condiciones.
―Eso espero, por vuestro bien
―amenazó Bella con una furia
que se notaba que la sujetaba con alfileres.
La canija la miró con los ojos entrecerrados y chasqueó los dedos para
que Enguerrand se retirara.
El pelirrojo volvió en sí, se puso la capucha y se colocó otra vez
detrás de la formación.
―Aun así, eso no le exime de
su secuestro ―siguió Edward,
imperturbable.
―No ha sido un secuestro ―afirmó Jane, dejando caer una expresión grave en su
semblante infantil. Sus pupilas escarlata se movieron hacia mí para clavarme
una mirada claramente censuradora―. Las relaciones
entre distintas especies son aberrantes, los Vulturis solamente se han limitado
a hacer su trabajo para salvarla del mal. Os han hecho un favor, deberíais de
estarles agradecidos.
¡¿Un favor para salvarla del
mal?!, chillé mientras
me envaraba y le gruñía con rabia.
El sentimiento de grave ofensa de mi manada se hizo notar con
amenazadores rugidos y gruñidos. Para ellos, mi espíritu de Gran Lobo era
antónimo total del mal. En fin.
―¡¿Agradecidos?! ¡A mi hija
no hay que salvarla de ningún mal, porque no hacen nada malo! ―voceó Bella, indignada.
Edward levantó más su brazo para contenerme a mí y apretó su mano para
calmarla a ella.
―Tranquilos ―nos susurró.
Otra vez vino a mí una extraña sensación de involuntaria tranquilidad.
En cuanto esto terminase, iba a tener unas cuantas palabritas con Jasper.
Me sentí como un estúpido, haciéndole caso. Cuando mis ojos se
encontraron con los de Bella, supe que ella se sentía igual. ¿Por qué no
podíamos aniquilarlos allí mismo? Esos con poderes mentales no tenían nada que
hacer contra el escudo de Bella y, mientras este nos protegiera, teníamos
ventaja sobre ellos, ya que eran inferiores en número. Y desde luego, anulados
los dotes sicóticos de la canija esa, ya no tenía competencia conmigo, podía
arrancarle la cabeza de un solo mordisco.
Edward me hizo un gesto de súplica para que me relajara y después se
volvió hacia la vampiro enana.
Gruñí y eché pestes en mi fuero interno para quejarme. Bella tuvo que
respirar bien hondo, se notaba que la tenía muchas ganas.
―¿Para qué nos habéis hecho
venir? ―le preguntó, más que
enfadado.
―Los Vulturis están realmente
molestos con todo este asunto ―expresó ella,
levantando la barbilla con una arrogancia que me sacaba de quicio―. Sin embargo, Aro desea solucionar este problema de
la manera más pacífica posible por el bien de vuestra hija, por eso quiere
concertar un encuentro con el lobo y con vosotros.
Sí, solucionar el problema
que ellos han creado. ¡Serán hipócritas!, mascullé, furioso. ¡Dile que sí, ya me estoy cansando de todo esto!
¡Quiero que la suelten ya!
―Me imagino que ellos
llevarán a unos pocos amigos, así que no les importará que nosotros
también llevemos a los nuestros, ¿verdad? ―le dijo,
señalando al grupo de Denali y a mi manada con la mano.
La rubia canija le observó durante un rato sin expresión alguna y
después levantó el labio con altanería.
―El encuentro tendrá lugar a
media noche en este sitio ―sonrió
presuntuosamente y tendió la mano para ofrecernos un mapa.
¡Estoy hasta las narices de mapas!, resollé con rabia.
Edward se adelantó hasta donde estaba Jane, me imaginé que custodiado
en todo momento por el escudo de Bella, y cogió el plano.
―Sed puntuales ―apostilló ella con la misma actitud.
La vampiro hizo una señal con la cabeza para que sus cuatro secuaces
hicieran mutis por el foro junto a ella. Les dediqué una última mirada de afecto
y un par de gruñidos de recuerdo al pelirrojo y al chino antes de que se dieran
la vuelta para largarse a la velocidad del rayo con el resto de encapuchados, y
en un abrir y cerrar de ojos nos quedamos solos en el claro.
Sin que apenas me diera tiempo a pestañear, Edward estaba rodeado por
los dos clanes de vampiros, excepto por Alice, que seguía con los dedos en las
sienes. Abrió el dichoso mapa y todos le echaron un buen vistazo.
Ya podéis dejar vuestros puestos, anuncié a mis hermanos que
estaban entre los árboles.
Resoplé por las narices con indignación y frustración. Habíamos venido
para nada, teníamos que seguir esperando para recuperar a Nessie. Doce horas
más. Doce horas más de angustia.
Gañí.
Corrí hacia una de las hileras de árboles y adopté forma humana. El
resto, menos Seth y Sam, que también cambiaron de fase, continuaron como lobos.
Aunque la mayoría ya había trabajado con los Cullen en aquella ocasión de hacía
seis años, no tenían confianza suficiente en ellos y se sentían más cómodos
así. Me puse los viejos pantalones y salí de mi escondite para reunirme con los
vampiros.
Hablaban intensamente de algo. Agucé el oído y me acerqué con
celeridad, ya que el tema me interesaba.
―Hola. ¿Puedes repetir eso
que acabas de decir? ―le pedí a
Eleazar nada más llegar.
Su forma de mirarme, cuando giró el semblante hacia mí, me recordó a
la del resto de mis compañeros de manada, cosa que me extrañó y me jorobó
bastante. Intenté no darle importancia, aunque no escapó a ojos de los demás.
Tanya, Carmen, Kate y Garrett también se unieron a esa pejiguera absurda,
debían de creer a pies juntillas todo lo que el chupasangres adivinador de
dones decía. Edward mecía levemente las pupilas de Eleazar a mí, y de mí a
Eleazar, analizando y comparando lo que veía en mis sesos con cada pensamiento
de este para ver si era cierto, Bella tenía la vista clavada en Edward para
analizarle a él a su particular manera y los otros Cullen observaban el espectáculo
sin entender nada.
Se me escapó un suspiro nasal.
―Ah, hola, Jacob. No hemos
tenido tiempo de saludarte antes ―me contestó al
fin―. Estaba comentando con
Edward y Carlisle el don que tenía el guardia de la derecha.
―Varick, se llama ―me informó Edward―. Se lo oí
pensar a Enguerrand cuando Eleazar nos reveló su don. Es una adquisición nueva
de Aro, de hace un par de años.
―Les estaba diciendo que
puede causarle algún problema a Edward esta noche ―continuó el adivino de dones.
―¿Crees que Aro lo utilizará
para que no puedas leerle bien la mente? ―le pregunté a
Edward.
―Probablemente, sí.
―¿Y qué pasa con la que le
cubre las espaldas? Ya sabes, esa tal Regina. ¿Aro puede usar dos escudos al
mismo tiempo?
―Renata ―me corrigió.
―Sí, sí, bueno, Renata, o como
diablos se llame ―protesté con
prisas.
―Bueno, el escudo de Renata
repele cualquier ataque físico, los desvía, y eso no es incompatible con la
barrera que proyecta Varick, que se centra más en proteger la mente del
individuo al cual protege ―explicó―. Además, a Varick no le hace falta tocar a Aro como
a Renata, para poder defenderle.
―Malditos chupasangres ―me murmuré a mí mismo con rabia mientras paseaba con
inquietud.
―¿Por qué no vendrían los
Vulturis para terminar con esto de una vez, y harían venir a Jane y a parte de
su guardia? ―interrogó Bella,
visiblemente cabreada y dolorida―. ¿Es que
tienen que torturarnos hasta el final?
―Aro quiere a Jacob, y este
ha sido su último intento ―afirmó Edward―. Por eso ha enviado a Zhou. Ese impresentable fue
el que se hizo pasar por Jacob para que Renesmee se fuera con él ―sus dientes chirriaron, sin duda, al recordar lo que
había visto en la mente de ese desgraciado―. Sin embargo,
ella enseguida lo descubrió por su temperatura y su olor, así que la llevó al
baño a la fuerza para drogarla y sacarla por la ventana ―en ese instante, los dientes que rechinaron fueron
los míos―. En esta ocasión, se han
puesto con el viento a su favor para mitigar todo efluvio y Zhou se ha hecho
pasar por nuestra hija para engañar a Jacob y llevárselo. Una vez que él
hubiera salido de la línea de tu barrera, se iban a adelantar dos de ellos para
que no pudieras envolverle de nuevo e iba a ser bloqueado por Jane.
―Ese malnacido… ―mascullé, casi decepcionado conmigo mismo por ser
tan idiota―. Por poco consigue
engañarme.
―Era idéntica, yo también
hubiera caído ―admitió Emmett para
consolarme.
―Aparte de su habilidad para
la transformación, Zhou es muy buen actor ―reveló Eleazar
con una voz acerada―. Le encanta
meterse en el papel de sus imitados.
―Pero a Jacob no le había
visto en la vida ―repuso Bella―. ¿Cómo pudo hacerse pasar por él?
―Le basta con un retrato o
una fotografía para copiar los aspectos físicos ―declaró, cruzándose de brazos.
―Cuando secuestró a Renesmee,
también imitó su voz ―señaló Edward.
Cada vez me estaba poniendo más malo.
―Entonces, eso nos indica que
los estuvo espiando, puesto que ha imitado la voz de ambos ―siguió el de Denali―. Le es suficiente con echar un vistazo y escuchar una sola frase.
Mi rabia saltó como un resorte.
―¡¿Por qué no me dejaste
matar a ese asqueroso impostor?! ―le eché en cara
a Edward con indignación―. ¡Hubiéramos
podido quitarnos de encima a esos cinco en un santiamén!
Mi manada coreó un aullido al unísono para apoyarme, se habían quedado
con las ganas de hacerlo.
―¡¿Estás loco?! ―criticó él, poniéndome una cara que me decía que yo
no veía lo evidente―. ¡Si los
hubiéramos aniquilado, los Vulturis se tomarían la justicia por su mano y
matarían a Renesmee!
La voz se me quedó atascada en el gaznate y los aullidos también
cesaron.
―¿Y por qué quiere Aro a
Jacob? ―preguntó Tanya―. ¿Por qué esa obsesión por él, hasta el punto de
dejar Volterra, venir con sus esposas, su séquito y toda su guardia?
―Creo que es evidente, ¿no? ―contestó Garrett―. ¿Has visto lo
enorme que es? Es muy fuerte, además de inteligente, y a la vista está que tiene
mucho potencial.
Si no fuera por la situación en la que estábamos, me hubiera sentido
halagado y todo.
―Y sabe que si consigue a
Jacob, podría tener a su disposición a muchos más lobos que le seguirían ―continuó Bella, mordiéndose la uña del dedo pulgar
con preocupación.
―Y sobre todo y ante todo
sabe que le sería muy leal ―añadió Eleazar―. Desgraciadamente, eso no abunda mucho entre los de
nuestra especie.
―¿Yo leal a ese chiflado
decrépito? ―objeté con incredulidad y un
tanto ofendido.
―Con la influencia de
Chelsea, le sería leal hasta su enemigo más acérrimo ―aseguró.
―¿Y quién es esa Chelsea? ―quise saber; mi entonación tiñó la frase de un matiz
sarcástico que me salió involuntariamente, pero que no pude evitar.
―¿No lo recuerdas? Estuvimos
hablando de eso hace seis años. Chelsea tiene el don de unir y deshacer los
lazos emocionales de las personas ―me aclaró
Bella.
―Lo único que recuerdo es que
hablabais sin parar de muchos vampiros y que tenía un lío enorme en la cabeza
con tantos dones y tantos nombres ―refunfuñé,
rascándome la nuca con nerviosismo.
Ya estábamos perdiendo demasiado tiempo allí parados y yo cada vez
sentía más la necesidad urgente de estar junto a Nessie. La echaba
terriblemente de menos, la necesitaba como el oxígeno, eso unido a mi
desesperación y mi preocupación por que se encontrara bien. El ácido que
llevaba hurgándome el estómago desde que se la habían llevado me estaba
produciendo un hueco vacío y hondo. Me sentía como un toxicómano que está
buscando su droga.
―Una vez que Aro consiguiera
atraparte, le dejaría el resto a Chelsea ―aseguró Kate―. En un abrir y cerrar de ojos, te encontrarías a ti
mismo haciéndole reverencias.
―Eso es lo que piensa Aro ―rebatió Edward antes de que me diera tiempo a mí a
abrir la bocaza.
―¿Cómo? ―inquirió ella con extrañeza.
Yo también bajé las cejas sin entender nada.
―Chelsea no es capaz de
romper todos los lazos emocionales ―empezó a
exponer, juraría que con una media sonrisa de complacencia―. Hay uniones que no puede deshacer.
―Los lazos muy fuertes, como
el sentimiento que une a las parejas ―acompañó
Eleazar con el rostro lleno de grata sorpresa―. Jacob y Renesmee son pareja, es cierto.
¿Es que acaso lo había dudado?
―Exacto. Pero hay algo más.
¿Os acordáis cuando os contamos que Jacob estaba imprimado de Renesmee? ¿Cuándo
os explicamos de qué se trataba?
―Sí, claro ―asintió Tanya, todavía sin comprender adónde quería
ir a parar.
―Pues bien. Ese vínculo por
sí solo ya sería totalmente irrompible para Chelsea, eso es algo con lo que
nunca se había tenido que enfrentar, pero es que resulta que, además, Renesmee
también está imprimada de él.
Los ojos de los de Denali se abrieron tanto, que se podían ver hasta
las cuencas oculares en las que se incrustaban.
―¿Renesmee también esta…
imprimada de Jacob? ―exclamó Carmen
sin creérselo.
―Así es. El vínculo entre
ellos es extraordinariamente fuerte e irrompible ―confirmó Edward con satisfacción―. Chelsea no
tiene nada que hacer. Aro no conseguiría dominar a Jacob jamás.
Eleazar y los suyos me miraban atónitos.
―Y eso no es todo ―intervino Emmett con una sonrisa enorme―. Ya veréis cuando Carlisle os cuente lo de los
genes y cuando os enteréis de los instintos lupinos de Nessie y todo lo demás.
¡Vais a alucinar!
Las pestañas de los vampiros aliados no paraban de subir y bajar a una
velocidad de vértigo.
Edward carraspeó.
―Sí, eso después, Em ―el mencionado dejó de sonreír cuando Edward le lanzó
una mirada de regañina por irse de la lengua en esos temas que a él tanto le
incomodaban y que ahora no le iba a quedar más remedio que explicar―. Lo que quiero decir es que Aro no sabe nada de
eso. Él cree que Chelsea puede usar su influencia, porque no piensa que la
relación entre un metamorfo y un semivampiro sea de amor puro y verdadero, por
eso solamente se ha preocupado de intentar cazar a Jacob.
―¿Cazar? ―protesté.
―Bueno, era un símil ―se defendió.
―¿Quieres decir que si le
hacemos ver que Jacob y Renesmee tienen ese vínculo tan fuerte, se rendirá y se
marchará? ―quiso saber Bella con el
rostro lleno de esperanza.
―Él sabe de sobra que los
lobos actúan por su cuenta, pero no le importa en absoluto, ya te digo que
confía en el poder de Chelsea y cree que, teniendo a Jacob, podría dominarles
como ha hecho todos estos siglos con su guardia. Sin embargo, no cuenta con
esto. Si demostramos que no puede tener a Jacob porque no puede dominarle
debido a su enorme vínculo con Renesmee, más todo lo relacionado con los genes
de nuestra hija y que ella es como él, ya no tendrá nada que argumentar delante
de sus testigos. No podrá alegar nada en contra de su relación y ya no tendrá
excusa alguna. Pero, además, tendrá que aceptar que es inútil intentar
apoderarse del resto de los lobos. Sin Jacob, sabe que no puede dominar al
resto de la manada, porque los lazos con su líder también son muy fuertes.
Bella sonrió y abrazó a su listísimo marido, más animada.
Yo también me sentí un poco más aliviado, pero ansioso de que llegara
la media noche y todo terminara para poder tener a Nessie entre mis brazos, a
salvo.
―¿Qué es eso de que Renesmee
es como Jacob? ―interrogó Kate
sin salir de su asombro.
―Venid, os lo explicaré todo ―les exhortó Carlisle, abriendo una carpeta que tenía
en las manos preparada pensando que íbamos a encontrarnos con los Vulturis.
Pero ellos no habían venido, y yo estaba frenético por ir en busca de
mi ángel.
―Bueno ―resoplé con el ceño todavía incrustado en los ojos―. ¿Adónde diablos hay que ir ahora?
Edward me pasó el mapa abierto y lo ojeé por mi cuenta.
―¿Tan lejos? ―exclamé.
―Sí, hay que ponerse en
marcha ya.
CUANDO UN VAMPIRO SE PONE PESADO, NO HAY QUIEN SE LO
QUITE DE ENCIMA, DE VERAS
El camino cada vez se hacía más duro, no solo por el paso tan estrecho
que dejaban los apretujados y amontonados árboles por el que mi manada y yo
casi no cabíamos, sino porque los pinchazos que perforaban mi estómago me
atacaban con más frecuencia y ya eran insoportables.
El odio y la rabia, la desesperación y la angustia, estaban haciendo
mella en mí. La incertidumbre de no saber si Nessie estaría bien o no y de no
poder hacer nada para remediarlo me estaban volviendo loco.
Miré por enésima vez a la luna llena que reinaba en el cielo
completamente despejado para cerciorarme de la hora. Ojalá mi cabeza también lo
estuviera. La media noche ya estaba cada vez más cerca y eso incrementaba mi
nerviosismo.
Intenté concentrarme solamente en la simple acción de esquivar los
troncos y las pesadas ramas de los árboles para aligerar mis refritos sesos,
pero escuché un zumbido casi sordo a mi derecha y mi cabeza se giró súbitamente
y automáticamente, a la defensiva.
―Perdona, ¿te he asustado? ―se disculpó Eleazar.
Un poco, la verdad.
Mierda. Si él no podía oírme.
Le hice un gesto con la cabeza para que no le diera importancia y
siguiera su camino, lo que pasa es que no se piró. Se quedó caminando a mi
lado, mirándome de reojo con aquella molesta expresión en la cara y unos ojos
llenos de preguntas.
Ya estábamos otra vez con esa estupidez de mi don espiritual.
El vampiro adivinador se llevó la mano cerrada a la boca y su
carraspeo ya fue todo un interrogatorio.
No, vamos, date el piro…
―Debe ser difícil liderar a
veintitrés lobos ―empezó a
hablar, para mi desgracia―. Y más con esa
telepatía de la que gozáis, que sin duda tiene que ser muy incómoda algunas
veces. Aunque ya me ha dicho Edward que tú eres el único que puedes
desconectarte del resto cuando te apetece ―me miró para
ver si yo le indicaba algo, cosa que no hice, y volvió a carraspear―. Bella y Edward me han contado la historia y
algunas de las leyendas de tu tribu. Me han parecido muy interesantes.
Resoplé.
No me apetecía nada charlar, pero iba a ser la única manera de
quitármelo de encima. Cuanto antes le contestara a lo que quería saber, antes
me dejaría tranquilo. Así que me desvié del camino, dejándole con la siguiente
palabra en la boca, cambié de fase detrás de uno de los tantos árboles y
regresé para caminar a su lado, a dos piernas.
―Sé que quieres preguntarme
algo, así que, venga, desembucha ya ―le insté nada
más llegar.
Eleazar se rio entre dientes.
―A diferencia de Zhou, la
interpretación no es lo mío.
―Ya lo veo, ya ―sonreí con una mueca, que era lo único que la
angustia y el terrible dolor de estómago me dejaban sacar en esos momentos―. Bueno, ¿qué quieres saber?
―Más que preguntar, quería
decirte lo que veo en ti ―manifestó
mientras apartaba una rama con la mano―. Edward me ha
dicho que no crees en tu enorme poder, que no quieres verlo.
―¿Poder?
¿De qué me estaba hablando? ¿Y por qué demonios se había tenido que
chivar Edward?
Eché un vistazo hacia atrás, donde caminaba este junto a Bella, Tanya,
Carlisle y Esme. El muy idiota fingía que no estaba atendiendo, pero ya le
conocía bastante bien como para saber que podía mantener una conversación a la
vez que cotilleaba en las mentes ajenas.
Por supuesto, esto también lo escaneó y me dedicó una ligera sonrisa
que delataba su confesión.
Claro. Edward había enviado al adivinador para que hablase conmigo.
Genial. ¿Qué estaría tramando…?
―Tu don es increíblemente
poderoso ―siguió el pesado vampiro,
interrumpiendo mis pesquisas.
―Ah, ya. Mi… don
espiritual ―vocalicé con
burla.
―Veo que Edward tenía razón.
¿Por qué no quieres creerlo?
―Pues porque no lo tengo ―dije, alzando los hombros.
―¿Nunca te has parado a
pensar por qué eres diferente al resto de tu manada?
―Hombre, gracias por llamarme
raro ―me reí, otra vez sin ganas.
―No, eres especial, Jacob ―recalcó, en un intento de arreglar el asunto―. Tienes un gran don que nunca le había visto a
nadie, algo muy poderoso, aunque he de confesarte que no consigo verlo bien del
todo.
―¿Será porque no lo tengo? ―repetí con sarcasmo―. Si nunca ha aparecido, será por algo, ¿no?
―Nunca lo ha hecho porque tú
mismo lo estás bloqueando ―afirmó, mirándome
con convicción. Yo fruncí el ceño, extrañado―. No lo dejas
salir. Tu negativa a ver la realidad, a aceptarla, lo tiene encerrado en algún
sitio dentro de ti. Estoy seguro de que, cuando lo aceptes, se evidenciará del
todo.
―¿Del todo?
―Eres el único de tu manada
que puede bloquear sus pensamientos de cara a los demás. Y no solo eso, Edward
también me ha dicho que puedes meter en tu mente a todo aquel que quieres. Ese
es parte de tu don, Jacob.
―Solamente me transformo en
un animal, Eleazar. En un lobo grande y fuerte, nada más ―le respondí, un poco cansado―. Los lobos no tenemos dones como vosotros.
―¿Y qué hay de esa telepatía
de la que gozáis? ¿No es eso un don? ―rebatió―. Y no eres solamente un lobo. Eres el Gran Lobo.
Genial.
Resoplé.
―Vaya, Edward también te ha
contado eso ―murmuré, echándoselo en cara
al mencionado, que seguro que estaba poniendo la oreja.
―Es fascinante toda la
historia de vuestra tribu y las leyendas sobre vuestros orígenes, no pude
evitar hacerle muchas preguntas ―admitió, un tanto
avergonzado.
―Si te gustan las leyendas de
mi tribu, hay muchas tiendas de recuerdos en La Push ―le sugerí.
El vampiro adivinador se rio durante unos segundos y luego carraspeó
para ponerse serio.
―La telepatía también es un
don ―afirmó, continuando con su
obcecado discurso―. Solamente
tienes que fijarte en Edward.
―Nuestra telepatía es algo
que llevamos en los genes ―discutí―, ha ido pasando de generación en generación hasta
hoy. No es ningún don.
―Sí, pero no deja de ser un
don, heredado, de acuerdo, pero don al fin y al cabo ―refutó―. El primero en
tenerlo fue Taha Aki, ¿no es cierto? El primer Gran Lobo. Sus genes fueron
transmitidos hasta nuestros días, sin embargo, el único que ha activado todos
sus genes y todos sus dones eres tú. Tú eres el Gran Lobo ahora.
―¿Adónde quieres ir a parar? ―inquirí sin entender.
A ver si así terminaba rápido y ya me dejaba en paz.
―Piénsalo, Jacob. Vosotros
estáis creados para luchar contra vampiros, vampiros de toda clase, es la razón
de que seáis metamorfos. El primer Gran Lobo fue Taha Aki, él fue el primer
metamorfo, de ahí descendéis todos vosotros, y él estaba bien preparado para
aniquilar a cualquier vampiro, fuera cual fuera su poder. Y ahora el Gran Lobo
eres tú. Contigo, disponéis de más armas para combatir a los vampiros de las
que creéis. Según las leyendas de tu tribu, vuestro antepasado Taha Aki tenía una gran fuerza espiritual y era capaz de
dominar su mente y sus pensamientos como nunca antes había visto nadie. Era el
único que podía ocultar los pensamientos que no quería que los demás espíritus
guerreros oyeran ―me miró, esperando a que yo dijera algo. Sí, claro. Esas eran
las palabras exactas que yo había utilizado para empezar a explicarle a Nessie
lo de mi supuesta reencarnación. Y Edward las debía de haber extirpado del
cerebro de ella en algún momento y las había memorizado bien. Me limité a
asentir, suspirando, para que siguiera y terminara de una vez―. Eso es una
especie de escudo ―continuó―, podía bloquear lo que él no quería que saliese ni
entrase en su mente. Y lo mismo te pasa a ti, puesto que eres idéntico a él, lo
has heredado.
―Venga ya. ¿Crees que yo
tengo un escudo? ―pregunté,
riéndome con escepticismo―. ¿Es que está
de moda o qué?
―No es un escudo exactamente.
Va más allá ―declaró muy serio―. Creo que a ti no te afectarían los dones
relacionados con la influencia mental, los bloquearías con tu fuerza
espiritual, al igual que hacía tu antepasado. Estas influencias atacan a las
partes débiles de nuestra mente, se aprovechan de nuestros miedos más profundos
e inconfesables que ni siquiera nosotros mismos conocemos, pero tu fuerza
espiritual, tu aura, es tan grande, que creo que no te afectarían en absoluto.
No sé cómo funcionaría exactamente, pero los bloquearías y eso te daría un
poder inmenso.
Un poder inmenso, sí, claro.
―Puede que yo no haya
heredado todo eso que dices ―objeté―. Puede que algunas cosas solamente sean leyendas, y
uno no puede creérselas todas, ¿no te parece?
―Bueno, hasta ahora han sido
todas ciertas, ¿no? ¿Por qué no iba a ser esto verdad? ―insistió―. Tus
antepasados eran capaces de extraer su alma de su cuerpo para luchar, vuestro
comienzo fue gracias a eso, la magia corre por vuestras venas. Taha Aki fue
capaz de interactuar con un lobo, con su espíritu, dado que su fuerza
espiritual era inmensa. Y tú has heredado todos sus genes, eso incluye sus
dones. Además, punto aparte es tu vínculo con Renesmee. Eso es otra muestra de
tu don espiritual.
―¿Qué tendrá que ver ella con
esto? ―cuestioné como
contradicción.
―Edward ya me ha explicado el
enorme vínculo que os une. Es tan grande, que ella hasta tiene instintos
lupinos, y está tan ligada a ti, que incluso puede comunicarse contigo y
adquiere tu olor cuando se transforma. Es algo inédito.
―Veo que Edward te ha contado
muchas cosas ―me quejé, echando un vistazo
con cara de malas pulgas a mis espaldas.
―Vuestro vínculo es algo
espiritual ―siguió, sin importarle un
bledo mis intentos de terminar con el tema―. Y ese vínculo
lo has creado tú, Jacob ―reveló, para mi
total asombro.
―¿Cómo? ―ahora había captado mi atención.
―No estoy hablando de vuestra
imprimación, aunque eso ya es algo mágico de por sí. Esto va desligado a eso,
creo que aunque no hubierais estado imprimados, habría sucedido igualmente. En
realidad, es algo que creáis los dos al estar enamorados, pero tú lo cierras
del todo. A ver cómo lo explico ―se llevó la
mano a la barbilla y reflexionó durante un rato―. El don de Renesmee no se limita solamente a dejar ver sus
pensamientos con el contacto de su mano ―empezó a explicar―, ella es capaz de envolver a los demás de tal modo,
que es imposible no rendirse a sus encantos, todos lo comprobamos hace seis
años, cuando la conocimos. Sin embargo, los dos estáis tan enamorados, que
Renesmee te envuelve a ti con más intensidad que a cualquier otra persona y hace
que tú no puedas resistirte a su atracción, y ahí es donde entras tú y tu poder
espiritual para cerrar ese círculo perfecto. Tu amor por ella es tan profundo,
que tu fuerza espiritual se descarga y tú también la envuelves a ella con tu
energía, haces que ella tampoco pueda resistirse a ti, pero, además, haces que
esa parte de su don crezca cada vez más y ella te envuelva con mucha más
intensidad sin que pueda evitarlo ―empezó a
gesticular con las manos, haciendo arcos―. Renesmee te
envuelve a ti con su don y tú, a su vez, la envuelves a ella con tu fuerza
espiritual. Sois como dos imanes que no se pueden despegar, uno atrae y
envuelve al otro. Eso crea una energía espiritual tremenda que os vincula de
una forma extraordinaria y mágica.
Mi boca se quedó colgando, pasmada.
―Pero eso no es por mi fuerza
espiritual ―casi me costaba
pronunciar esos vocablos que me parecían hasta absurdos―, es por nuestra imprimación mutua ―alegué―. En eso
consiste la imprimación. Es una pulsión muy potente que te atrae hacia la otra
persona.
―La atracción sí, pero la
energía que os envuelve es algo espiritual que generas tú ―rebatió―. Apuesto a que
ninguno de los demás chicos imprimados de tu manada siente esa energía que
sentís vosotros. Además, otra prueba es Alice. Ella siempre ha percibido la
atracción causada por vuestra imprimación, incluso antes de que Renesmee
naciera, tal era vuestro vínculo ya entonces. La percibe a su manera, ya que
únicamente la siente cuando estáis separados, que es cuando las cosas no están
como tienen que estar. No se trata de una separación física únicamente, sino de
una separación impuesta, ya sea por parte de alguien ajeno o por vuestra propia
voluntad, si se diera el caso. Un ejemplo de eso lo tenemos cuando Bella estaba
embarazada. Según Edward, tú no querías tener nada que ver con el feto, sin
darte cuenta, tú mismo estabas imponiendo una separación con Renesmee, por eso
Alice tenía esas jaquecas, aunque vuestro vínculo era tan fuerte, que solo con
que tú entraras en la casa, ella ya se aliviaba. Alice nota la fuerza que tira
de vosotros para que os juntéis, por decirlo de alguna manera, por eso le dan
esas tremendas jaquecas. Sin embargo, su increíble sensibilidad para lo
espiritual percibe tu energía desde que Renesmee y tú os enamorasteis, por eso
sus dolores de cabeza son todavía más intensos ahora que os han separado, yo
mismo lo vi cuando vino a recibirnos al aeropuerto con Rose. Aun estando tan
lejos de ti, no podía separar los dedos de las sienes. Si te fijas, sus dolores
de cabeza son más constantes y no puede controlarlos.
Me fue imposible no quedarme con esa cara de idiota.
Lo cierto es que eso de la energía era verdad, no lo podía negar.
Siempre que nos besábamos, la sentíamos fluir a nuestro alrededor, y cuando
hacíamos el amor, cuando nos entregábamos el uno al otro completamente, ya se
desataba del todo, para unir nuestras almas.
En ese momento, no pude evitar recordar las palabras del Viejo Quil el
día que se me ocurrió llevar a Nessie a su casa para comentar lo de la pulsera.
La alocución que había escuchado por boca del vampiro adivinador ahora mismo no
distaba mucho de lo que me había dicho Ateara cuando había estado a punto de
besar a Nessie para que comprobara si la pulsera vibraba, y había acabado descubriendo
nuestro enorme vínculo: “nunca he visto
nada igual en toda mi vida. Es cierto, no vibra a ojos de los demás, nosotros
no la hemos visto, pero todos hemos observado cómo tú sí la sientes ―había
dicho, dirigiéndose a Nessie― y, sobre todo, hemos notado la energía que
desprendéis. Es increíble, esto último es impresionante, nunca había percibido
una energía igual”.
El vampiro adivinador de
dones se percató de mi desconcierto y aprovechó la oportunidad para embestirme
de nuevo.
―Eres el Gran Lobo, lo
sabes, ¿por qué te cierras a aceptar la realidad y no dejas que tu don se
libere?
Resoplé, ya cansado de todo este rollo de dones y poderes. Además, la
noche avanzaba tan rápido como mi nerviosismo. Estaba frenético perdido por ver
el rostro de Nessie, por recuperarla sana y salva. Todo este asunto de mi don
espiritual o lo que diablos fuera me traía sin cuidado.
―Mira, puede que sea el Gran
Lobo, sí, y puede que tenga un mínimo de espiritualidad ―admití, tiñendo la última palabra de ironía―, pero yo no he heredado todo ese poder que tenía
Taha Aki, te lo aseguro. Y ahora, si no te importa, voy a entrar en fase ―tajé de un ramalazo―. Ya falta muy poco para llegar y quiero concretar ciertas cosas con
mi manada ―mentí para quitármelo de
encima.
―Claro, por supuesto ―asintió―. Pero piensa
en lo que te he dicho, ¿de acuerdo? Deberías dejar salir todo ese poder que
llevas dentro.
Volví a resoplar.
―Sí, sí, vale ―acepté con el mismo fin de antes―. Me lo pensaré.
No sé si se lo tragó del todo, pero el caso es que se alejó para
caminar con el grupo de Edward y me dejó solo.
¡Uf! Lo que se había liberado por fin era mi tranquilidad, por lo
menos, la poca a la que podía aspirar.
Me desvié otra vez del camino y entré en fase de nuevo, sin conectarme
con mi manada para poder romperme la sesera a gusto.
Sin embargo, esta simple acción volvió a traer de regreso las palabras
de Eleazar a mi recalentado cerebro.
¿Podía ser verdad? Todo esto de ser capaz de desconectarme de la
manada lo había heredado de Taha Aki, no podía negarlo. Pero, ¿era yo el Gran
Lobo de verdad? ¿O era simplemente que se me había activado a mí ese gen que a
los demás no se les había activado? Unas veces, una parte de mí me decía: ¿por
qué no podrías serlo?, sin embargo, otra me decía enseguida: ¡venga ya,
estúpido! ¿Y qué significaba realmente ser el Gran Lobo? Estaba claro que
para los demás yo era alguien espiritual, alguien casi sagrado, alguien a quien
seguir y obedecer les llenaba de honra. Para mí solamente significaba que tenía
la mejor genética de todos, era el más grande y fuerte, y, vale, podía
desconectarme de la manada, pero era otra virtud más, como nuestra rápida
curación o la telepatía que teníamos todos, solo que, esta virtud, solamente la
disfrutaba yo por tener activado ese gen. Taha Aki era el mayor de los
Espíritus Jefe, él sí que era el Gran Lobo de verdad, él sí que tenía una
fuerza espiritual inmensa, en cambio, yo, tan solo era un chico normal, o medio
normal, vamos. Sí, bueno, vale, tampoco podía olvidar el poder que tenía la
pulsera de compromiso que le había hecho a Nessie, mis revueltos sesos nunca
habían encontrado explicación para eso, y tampoco para la energía que nos
rodeaba cuando estábamos juntos…
¡Arg, mierda! ¿Por qué habría escuchado a ese pelmazo?
Resollé por las narices, ya harto de todo esto.
Además, no tenía tiempo de pensar en este tema absurdo. Mi aturullado
cerebro solamente se podía concentrar bien en pensar en una cosa: salvar a
Nessie. Eso era lo único que se le daba bien en estos momentos.
Mi Nessie, mi ángel.
Eso era lo único y más importante.
Le eché un vistazo a la luna otra vez. Ya era casi media noche,
quedarían unos cinco minutos, más o menos.
Giré mi cabeza hacia atrás sin dejar de caminar.
Oye, ¿falta mucho para llegar a ese sitio?, le pregunté a
Edward con ansiedad.
―Estamos llegando ―respondió, haciendo que todos los que le rodeaban le
mirasen―. El claro está al final de
esta pendiente.
Le eché un vistazo a Alice, que iba agarrada del brazo de Jasper. Al
parecer, su tremendo dolor de cabeza no se había ido. Eso me mosqueó y me
desquició todavía más. ¿Es que Nessie no estaba cerca ahora tampoco? Edward se
dio cuenta y también torció el gesto.
Ya se veía el final de la dichosa pendiente arbolada. Mi inquietud y
mi tensión iban aumentando conforme la línea de la terminación del camino se
acercaba. Ya olía bastante, debido a los Cullen y al aquelarre de Denali, pero
el hedor a chupasangres comenzó a invadir toda la zona, mis hermanos y yo
arrugamos la nariz, de lo fuerte que era la peste, quemaba como el ácido.
Edward me hizo la señal y me conecté con el resto de mi manada. Di
instrucciones para que hicieran lo que habíamos acordado con los Cullen, así
que mis veintiún lobos dejaron paso libre a los dos clanes de vampiros y se
colocaron detrás de mí, en formación.
Caminamos en un completo y tenso silencio unos cuantos metros más,
hasta que, por fin, llegamos al final de la cuesta y salimos al claro.
El lugar tenía alguna pequeña arboleda que otra y se ubicaba entre las
verdes bases de dos montañas que se abrían formando un valle en forma de U y
que estaban coronadas por un espeso manto de nieve en las cumbres.
La estampa que se abrió ante nosotros era la misma que hacía seis
años, solo que, en esta ocasión, los que esperaban eran ellos. Ya estaban
desplegados, así que me dio tiempo de sobra a contarlos. Un regimiento de
treinta y dos apestosos chupasangres encapuchados, cuyas capas entrelazaban un
único tejido en tonalidades grises que empezaban más claras en los flancos y
que se iban oscureciendo a medida que llegaban al centro y al meollo de la
formación, donde se encontraban los Vulturis agarraditos de la mano. Ellos lucían
sus capas negras, como sus oscuras almas, al igual que los dos espectros de
aspecto débil: las esposas de Aro y Cayo, que permanecían en la retaguardia,
junto con los numerosos testigos que habían traído.
Los semblantes de los Vulturis no mostraban emoción alguna.
Los Cullen y los de Denali salieron al campo abierto y se
distribuyeron en una línea que lideraban Edward y Bella, situándose al centro y
al frente, un poco más adelantados que los demás.
Se armó un revuelo bastante importante cuando los lobos comenzamos a
salir a escena; unos sonoros murmullos provocados por los testigos de los
viejos decrépitos, que asomaban la cabeza por detrás de la formación de la
guardia, escondiéndose al amparo de su protección. También se escuchó algún
siseo y gruñido de desaprobación, aunque pronto todos se callaron al observar
nuestro elevado número de efectivos.
Me adelanté sin contemplaciones para ponerme junto a Bella y Edward y
mi manada me siguió incondicionalmente para quedarse detrás de mí, también en
formación.
Lo primero que hicieron mis ojos fue recorrer la fila de vampiros para
buscar a Nessie, sin embargo, ella no estaba allí. Miré a Alice y esta no se
frotaba las sienes, aunque podía ser una fachada ante los Vulturis para que no
la vieran tan vulnerable. Iba a preguntarle a Edward, pero parecía muy
concentrado en leerle la mente a los chupasangres que teníamos delante y en
controlar su rabia. El hecho es que mi Nessie no estaba allí. ¿A qué estaban
jugando? Un latigazo de ira me invadió de repente y me hizo pensar por un
instante en la posibilidad de aniquilar a Aro de una vez por todas, lo tenía
tan a tiro. Pero, desgraciadamente, no podía hacerlo, porque él tenía a Nessie,
y quería recuperarla sana y salva, así que me contuve lo suficiente para no
abalanzarme sobre él, aunque sí que le dediqué un rugido que me raspó la
garganta y que retumbó en las cercanas montañas que se veían a nuestros lados,
creándose un eco insistente. Los testigos se sobresaltaron, el caduco Vulturis
de pelo negro, el tal Marco, ni se inmutó, parecía que todo esto fuera un
aburrimiento para él, Cayo apretó los dientes y la guardia se puso alerta. Sin
embargo, a Aro no pareció importarle en absoluto. Sonrió como el chiflado que
era y se quedó mirándome sin tapujo alguno con ese repugnante rostro suyo
maravillado, el muy imbécil. Volví a sentir la urgencia de lanzarme a su
yugular y terminar con él allí mismo, aunque eso probablemente me envenenara.
No pude evitar enseñarle un poco los dientes y gruñir. Edward me puso el
brazo delante para que me tranquilizase, mientras que Bella apretaba su mano
para calmarse a ella misma. Entonces, Aro soltó las manos de los otros vejestorios,
se giró hacia sus subordinados, levantó el brazo y la quietud volvió a invadir
el claro.
―Paz ―les dijo con esa voz etérea.
Avanzó un paso, seguido por una mujer envuelta en una capa de un color
gris oscuro que no dejaba de tocarle la espalda como si estuviese pegada. No
hacía falta ser muy listo para percatarse de que esa era su guardaespaldas
personal, Renata.
Dedicó una mirada a Edward y a Alice que decía a gritos lo mucho que
ansiaba tenerlos entre sus filas, al igual que había hecho hacía seis años, solo
que, en esta ocasión, también añadió a Bella. Se quedó mirándola durante un
instante, sin cortarse un pelo. La vibración de mi tórax se vio tapada por el gruñido
que retumbó en la garganta de Edward.
Mientras Aro empezaba a evaluar nuestras filas, me fijé en el
chupasangres de manto oscuro que permanecía a la derecha de los otros Vulturis,
otra vez tan solo se le veía la boca. Varick debía de estar bloqueando el
mugriento cerebro de Aro a la vez que Renata lo protegía de los ataques
físicos.
La cara de Edward lo decía todo. Eleazar tenía razón.
Otros dos vampiros, más bajos que el resto y cuyas capas tenían el
gris más oscuro de todos, se disponían al lado del canoso Cayo. Era la enana
rubia y su hermanito gemelo Alec, otro canijo, aunque había que tener cuidado
con ese. Bella ya me había explicado que era capaz de quitarte todos los
sentidos solo con mirarte. Estos dos estaban acompañados por ese grandullón de
Demetri ―esa sanguijuela rastreadora les
sacaba setenta centímetros por lo menos y era incluso más alta que Emmett, el
cual ya me superaba a mí en mi forma humana― y por el otro
no menos gigante, ese tal Félix.
La canija rubia me miró con sus aires petulantes y me dedicó una
sonrisa de igual modo. Iba a gruñirle, pero pensé que era mejor ignorarla. Ya
sabes, no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, y pareció funcionar. Noté
cómo mi pasotismo la ofendía en el alma.
Por más indicios que busqué, no fui capaz de distinguir a la famosa
Chelsea, ya que todos los vampiros que formaban la guardia se escondían bajo
sus capuchas de distintas tonalidades grises. Pero hubo dos rostros que no
escaparon a mis avispadas pupilas.
Enguerrand tenía la misma cara de póquer que por la mañana, solamente
se limitó a echarme un fugaz vistazo y volvió su vista al frente. Sin embargo,
el ahora osado chino ―ahora osado
porque estaba bien respaldado por los suyos― me sonrió con
arrogancia y su semblante se transformó durante un segundo en Nessie a modo de
burla.
Eso me cabreó enormemente y el rugido que había soltado antes se
multiplicó por dos. La guardia volvió a ponerse alerta y los dientes de Cayo
chirriaron de nuevo.
―Te pediría que controlases a
tu guardia, Aro ―empezó a hablar
Edward con sobriedad, señalando con la cabeza al despreciable de Zhou―. Esto, junto con lo de esta mañana, es una
provocación, ya se pasa de la raya. Te aseguro que no seremos nosotros solos
los que no vamos a tolerar que se hagan pasar más por nuestra hija.
El viejo me miró, comprendiendo a qué se refería él, se giró y miró al
eludido con irritación.
―¡Sí, desde luego! ―exclamó, fingiendo disgusto―. Eso ha sido un incidente intolerable que sin duda
tendrá su justo castigo ―declaró,
entrecerrando sus nebulosos ojos.
Cínico, mascullé con rabia.
El semblante del vampiro chino se volvió más pálido todavía y el
Vulturis se giró hacia nosotros de nuevo.
―Perdonad este pequeño
percance ―dijo a la vez que palmeaba
sus manos una sola vez―. Ha tenido que
ser muy desagradable.
―Tanto como el secuestro de
nuestra hija, Aro ―le echó en cara
Edward con el rostro lleno de tensión.
Los murmullos volvieron otra vez, aunque en esta ocasión eran más
suaves.
―Me duele que pienses así, mi
querido amigo ―afirmó Aro con una voz
ostensiblemente sufridora―. ¿Cómo piensas
que hemos secuestrado a vuestra preciosa Renesmee?
¡¿Y cómo lo llamarías tú, asqueroso y viejo decrépito?!, gruñí.
―¿Es que hay otra palabra
para definirlo? ―me copió
Edward, utilizando esos estúpidos y flojos vocablos.
―Edward ―exclamó, oscilando su mirada hacia mí y llevándola
después de nuevo hacia él―, solamente nos
hemos limitado a protegerla, a apartarla del mal camino ―se defendió, alzando las cejas y abriendo sus
legañosos ojos como si eso fuera algo evidente.
La reacción de mis lobos no se hizo esperar y el silencio del claro se
vio interrumpido por sus ladridos y gruñidos.
¡Vale ya!, les regañé.
Si no, esto se iba a alargar más de la cuenta, y lo que más importaba
era que nos devolvieran a Nessie de una vez.
Mi manada se calló ipso facto.
―Eso es algo que tenemos que
aclarar, pero ahora queremos ver a nuestra hija ―pidió Edward con un tono de reclamación.
Bella apretó su mano y sus dientes.
―Me temo que eso va a tener
que esperar.
¡¿Cómo?!, mi tremenda indignación se hacía patente con la
respuesta encrespada de todo mi cuerpo.
Mis lobos gruñeron de nuevo y nuestras filas se unieron a nosotros.
―¡Quiero ver a mi hija ya! ―exigió Bella con un grito furioso.
Edward le pasó el brazo por la cintura para contenerla y pude ver por
el rabillo del ojo cómo Jasper ponía cara de concentración.
―Mi querida Bella ―lamentó Aro, frunciendo aquellos delgados y pálidos
labios mientras negaba con la cabeza―. No te
imaginas lo que me duele esto, pero te aseguro que es por su bien, créeme. Solo
pienso en el bien de esa hermosa y delicada flor. No entiendo cómo habéis
permitido semejante desvío.
―¡¿Estás llamando a mi hija desviada?!
―bramó ella, apretando los
dientes al pronunciar esa palabra.
Me uní a Bella, agazapándome y rugiendo, y mi manada gruñó a mis
espaldas.
Edward me interpuso su brazo a la vez que noté cómo mi cuerpo se iba
tranquilizando poco a poco. ¡Jasper…!
―¡Su relación es una
aberración! ―voceó Cayo desde su posición―. ¡Un metamorfo con un semivampiro! ―censuró.
Los testigos se unieron a su desaprobación con agitados murmullos.
Rugí con fuerza, aunque me hubiera gustado hacerlo con más si no fuera
por la influencia de ese idiota de Jasper.
―Paz, hermano ―volvió a pedir Aro, alzándole las manos.
El anciano de melenas blancas resopló y frunció el ceño, enfadado.
―No nos malinterpretes,
Bella. Lo que Cayo intenta decir es que no debemos jugar con la naturaleza
juntando dos especies diferentes ―siguió Aro,
hablando en un tono tranquilo―. Y mucho menos
tratándose de alguien de nuestro mundo. Eso está totalmente prohibido, lo
sabéis.
―Si nos dejaras explicarte
ciertas cosas, verías que te estás equivocando, mi querido amigo ―intervino Carlisle, actuando como el Vulturis―. No obstante, creo que primero tenemos derecho a
verla, ¿no te parece? Aunque sabemos de tu gran hospitalidad, estas horas han
sido muy largas para nosotros, compréndelo.
¡¿Gran hospitalidad?!, mi mandíbula no daba crédito a lo que
estaba escuchando.
Edward alzó la vista para mirarme con unos ojos que me pedían a gritos
paciencia, cosa de la que yo no gozaba en estos momentos.
―Lo comprendo, mi apreciado
Carlisle ―qué falso había sonado eso―, pero has de comprender tú también que ante todo
está el bienestar de la joven, y no quiero exponerla más a este descarrío hasta
que todo esto se arregle como es debido ―sus adjetivos
descalificativos ya me estaban hartando, mi rugido sordo hizo vibrar mis
cuerdas vocales. A Carlisle no le quedó más remedio que asentir, dado que el
viejo hipócrita y chiflado estaba claro que no iba a dar su brazo a torcer―. Además, antes quisiera hablar con el implicado ―manifestó, mirándome a mí.
El implicado…, chisté.
Sus lechosos ojos se dirigieron de nuevo hacia el doctor y abrió su
bocaza maloliente una vez más.
―Como de seguro también
sabrás, me gusta escuchar todas las alegaciones, soy conocido precisamente por
ser bastante indulgente ―afirmó,
haciendo gala de su inmodestia, girándose hacia atrás para mirar a su público.
Luego, se volvió para dirigirse hacia nosotros otra vez―. Tal vez haya una solución pacífica a este
desagradable asunto ―insinuó,
echando un vistazo a toda mi manada sin cortarse un pelo.
Nuestra hilera siseó en protesta y nosotros gruñimos con rabia.
Estaba claro que no nos habíamos equivocado. Todo esto solamente era
un guion para tener una excusa y llevarme a mí junto con mi manada. Ahora lo
que teníamos que hacer era seguir el nuestro para destrozar su película, y
cuanto antes, mejor. Antes nos entregaría a Nessie.
Venga, dile que me pregunte lo que quiera, azucé.
―Está bien ―accedió Edward, aunque no muy conforme por no poder
ver aún a su hija, y con el evidente disgusto dibujado en la cara de Bella por
la misma razón―. ¿Qué quieres saber? Yo
puedo retransmitirte.
―No, no. Quiero hablar con él
en persona ―matizó con
segundas, como si no se creyese que yo lo fuera.
Los ojos de Edward se abrieron como platos y pude oír a la perfección
el rechinar de la fila de muelas que me escoltaban más todas las de mi manada.
Ni se te ocurra, me advirtió Sam. Si traspasas el escudo de
Bella, serías totalmente vulnerable.
Pero yo no tenía ni pizca de miedo, más bien todo lo contrario. Estaba
deseoso de enfrentarme cara a cara con ese senil perturbado para mirarle a sus
asquerosos ojos y decirle cuatro cosas.
Dile que sí, le pedí a Edward.
―No creo que eso sea posible,
Aro…
¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Es que no me había oído?
¡Dile que sí!, repetí, furioso.
¡No lo hagas, Jacob!, insistió Sam.
El nerviosismo de mi manada se hizo evidente.
―¿Qué pasa? ¿Acaso nos teme? ―inquirió Aro con una risa burlona.
¡¿Temer?!
No me hizo falta ni buscar el fuego en mi interior. La llama recorrió
toda mi columna vertebral y la dejé fluir por todo mi cuerpo; este se sacudió
con ímpetu y mis patas delanteras se alzaron a la vez que explotaba, para
erguirme del todo y quedarme sobre dos piernas.
Tamara,
ResponderEliminarUna vez más me has dejado sin palabras… ¡Posees una extraordinaria imaginación creadora y eso es realmente es un privilegio para unos pocos!
Desde que comencé a leer tu Blog, tuve siempre la impresión de que sería una gran Historia. En primer lugar, me impactaron mucho las palabras que colocaste en el prefacio. Revivieron en mí (y estoy segura que en tus demás lectoras), la emoción de saber más sobre la historia entre Nessie y Jacob. Luego al leer el comentario de Luci, sus palabras terminaron por motivarme a continuar haciéndolo, porque como bien lo dijo ella, es una historia de amor, llena de sorpresas y acción hasta el final.
Pero lo que en realidad me ha mantenido “enganchada “a la misma, es la maravillosa moraleja o enseñanza que nos dejas ver detrás de todas tus palabras: el valor y los sentimientos que todos los seres humanos tenemos, que no todo es blanco o negro y que en medio de los dos, hay matices.
Pienso que deberías pensar en la posibilidad de seguir cultivando todo este talento innato que posees. Sobre todo por la naturalidad, colorido y belleza que le imprimes a cada relato.
¡Mil gracias por tu gentileza de compartir con nosotros tu excelente manera de ver las cosas y recordarnos que los sentimientos humanos son lo más importante...Más aun, en los tiempos que vivimos donde lo material pareciera que es lo único que realmente importa!
Un beso grande,
Isa
guau yo me quede sin palabras escribes demasiado bien y estoy deacuerdo con isafer, de verdad sigue escribiendo alomejor algun dia puedas ser famosa porque escribes muy bien.
ResponderEliminarcuidate mucho y no dejes de escribir :)
besos :D
scarlet
Guuau!! tu historia la adoro d vdd, justo lo que uno queria de continuacion para nessie y jacob..... solo que mejor!!! me encanta todo lo que trasmites y tan bien que todo te lo imaginas sin complicaciones, y todo lo que le agregaste me deja kn keres reeleerlo gracias y continuala xfa
ResponderEliminarESPERA se está trasformando enfrente de ellos !!
ResponderEliminarNo cres q va a estar desnudo 0#0
Ya me lo imaginó!!!!
Bueno el punto de el lobo es genial aunque quisiera más pasión claro no aora con la pelea pera para lo otro
Beso te ama K=D
esta increible tu historia... son las 02h40 ya ún no puedo dejar de leer.... me encanta, estoy fascinada... Saludos =)
ResponderEliminarMalu
¡Hola Malu!
EliminarMuchas gracias, me alegro de que te esté gustando tanto, no te imaginas lo feliz que me haces. Espero que el resto de la historia te esté gustando también =)
Un beso.
Que se haga película por favooooor!! Muy bueno tu trabajo.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Ojalá se hiciera una película, sería uno de mis sueños, pero en fin, los sueños, sueños son ;)
EliminarUn saludo.
Un sueño para cualquiera que siga esta increíble historia!!!!!!
EliminarWow es increible sabes al principio lo de bella no me gusto por q me daba a pensar q nunka amo realmente a edward pero despues cuando supe por q dije esta chica tiene un ingenio magnifico felicidadez por ser una magnifica escritora
ResponderEliminar¡Hola!
Eliminar¡Muchas gracias por leer mi historia y por esos halagos! Sí, Bella se comporta de una forma muy extraña durante el libro que desconcierta al lector (de eso se trata, jeje), pero después, como dices tú, se descubre a qué se debe eso y podemos entender que, en realidad, y al contrario de lo que parecía, Bella ama más a Edward de lo que ella misma se pensaba, pues no podemos obviar que, incluso convencida de que seguía amando a Jacob (cosa que después ya se ve por qué es y se descubre la verdad de ese "sentimiento") e incluso odiándose a sí misma por ello, siempre interpone a Edward por encima de todas las cosas (también a Nessie, por supuesto). Al final esa turbación hace que Bella se dé cuenta de que su amor por Edward es más fuerte de lo que pensaba, porque aun con problemas y obstáculos, él sigue siendo lo que más ama del mundo, junto con su hija. Además, ¿cómo iba a estar tan tranquilo Edward? No creo que pudiera dejarlo pasar si es que Bella realmente hubiera vuelto a sentir algo hacia Jacob, ¿verdad que no? ;) Muchas gracias por haberme dado una oportunidad y haber leído Despertar. Me alegro de que al final te gustara.
¡Un cariñoso lametón lobuno!
Hola!! Encontré tus libros hace unos días. Estaba volviendo a mirar la última película, estuve investigando si saldría un nuevo libro, y así te encontré!! Estoy maravillada, no puedo dejar de leerte! Tenés un talento impresionante! Muchas gracias por compartirlo con nosotros :) Saludos desde Mar del Plata!
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