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INDICE CAPITULOS BLOQUE 1:
LIBRO UNO: RENESMEE
PREFACIO
1. NIÑA DE CRISTAL
2. COMIENZO
3. TAHA AKI
4. CONFESIÓN
5. DORMIR
6. PRESENTACIONES
7. REACCIONES
8. ATRACCIÓN
9. LA VISITA
= LIBRO UNO =
LIBRO UNO: RENESMEE
PREFACIO
1. NIÑA DE CRISTAL
2. COMIENZO
3. TAHA AKI
4. CONFESIÓN
5. DORMIR
6. PRESENTACIONES
7. REACCIONES
8. ATRACCIÓN
9. LA VISITA
= LIBRO UNO =
RENESMEE
PREFACIO
Vi que estaba en brazos de
Rosalie y que me elevaba por el aire. Me divertía, pero no era lo que buscaba,
no era lo que quería. Levanté la vista
nada más detectar su efluvio, lo reconocí al instante, y, por fin, le vi el
rostro. Estaba agachado en las escaleras, preparado para saltar. Clavé la
mirada en él, en sus ojos. Esos ojos antes desconocidos que había anhelado ver
desde el primer día en que escuché su voz y noté su calor. Sus grandes ojos
negros me parecieron preciosos, brillantes, penetrantes y dulces al mismo
tiempo. Él también se quedó mirándome y ya no pude apartar la vista.
Y entonces, pasó algo
maravilloso.
NIÑA DE CRISTAL
Era muy temprano. El sol me
despertó cuando entró con sus primeros y débiles rayos por mi ventana,
colándose con facilidad por la textura de esas cortinas. Eran unas cortinas
ligeras de un color rosa pastel que dejaban traspasar la luz, pero nada
sencillas, ya que estaban rematadas con unas caídas y unos bordados muy
elaborados en un rosa más fuerte que les daba un aspecto elegante y antiguo,
como de otro siglo. Por supuesto, las había escogido la tía Alice hacía cuatro
años. Antes de que mis padres decidieran que la habitación que me había puesto
Esme ya no era adecuada para mí porque yo ya no era tan pequeña y que había que
cambiarla, aparecieron todos los muebles y complementos en el cuarto como por
arte de magia, edredón y cortinas incluidas. A mamá y a mí no nos gustaba nada,
y menos las cortinas y el edredón a juego, pero nunca le habíamos dicho nada,
porque no queríamos herir sus sentimientos y, además, ella era muy buena
haciéndote sentir culpable. Alice, en cambio, estaba muy orgullosa de su
decoración y, para mi desgracia, decidió dejarla así todos estos años, cosa
rara en ella.
Pero hoy era la última
mañana que me iban a despertar esas horribles cortinas. Seguía con los ojos
cerrados y una pequeña sonrisilla curvó mis labios solo de pensarlo. Ya no
tendría que soportarlo más tiempo. Esa noche ya dormiría en mi nuevo cuarto: la
que había sido la habitación de mi padre en la casa grande. No era una
independencia total, pues el resto de mi familia vivía allí, pero por lo menos
estaría a salvo del continuo escáner mental de mi padre y tendría algo más de
intimidad. Ya sabía que papá no lo hacía adrede, que no lo podía evitar, que le
resultaba duro que hubiera crecido tan rápido en solo seis años, pero una vez
que se metía en mi cabeza y se ponía en ese plan sobreprotector, ya no había
nada que hacer.
La sonrisa de mi cara desapareció cuando
recordé el día en que le había dicho que iba a ir al instituto y que ya me
había matriculado. Jake me había hablado de su instituto de la reserva muchas
veces. Me había relatado todas aquellas divertidas historietas y anécdotas
suyas junto con sus amigos Quil, Embry y el resto de los chicos de La Push, de
las bromas, la camaradería, los profesores raros. Y, claro, como siempre mi
padre tildaba a Jacob de bocazas, no
con esas palabras, por supuesto, y le echaba la culpa de que yo me hubiera
empeñado con tanto ahínco en ir al instituto. Quería seguir dándome él mismo
las clases. No quería que me ocurriera nada malo, ni que nadie me hiciera daño.
Según él, no había ninguna razón para que no diera las clases en casa hasta que
dejara de crecer tan rápido, con esos cursos a distancia, bajo su vigilancia y
protección, tanto académica, como personal. Pero mi crecimiento ya se había
estancado mucho y él no quería verlo. Sabía que no tendría un profesor mejor
que papá ―de hecho, iba muy adelantada en mis estudios―, que lo decía porque
creía que era lo mejor para mí, pero él no me comprendía ni me entendía, como
sí lo hacía Jake. No era que Jacob me hubiera hablado del instituto para
convencerme, ni nada por el estilo. Lo había hecho porque yo se lo había pedido,
y él se había dado cuenta de lo sola que me sentía en casa, sin compañeros, sin
anécdotas ni historias. Me sentía un bicho raro, como uno de esos niños de cristal que no pueden salir de
su burbuja para que no les afecte el mundo exterior. Quería vivir como una
adolescente normal, sin perderme nada, con sus problemas de adolescentes,
exámenes y todo. Y papá lo sabía, por supuesto, solo tenía que meterse en mi
cabeza, pero luego me daba uno de esos discursos suyos sobre mi seguridad y la
de la familia y ya no se podía hablar con él. Y mamá estaba entre dos aguas.
Por una parte, decía que me entendía, pero por otra, apoyaba a mi padre, como
siempre. Me decía que papá lo hacía por mi bien y que a él nada le dolía más que
el que yo estuviera así, pero que tarde o temprano me daría cuenta de que era
lo mejor para mí y que se me pasaría. ¿Que se me pasaría? Como si esto fuera un
simple capricho. No me entendían en absoluto. Por eso decidí matricularme sin
decirles nada. Jacob me buscó varias opciones, pero al final me decanté por el
instituto de Forks, el mismo al que habían ido mis padres. Jake se tronchó de
la risa cuando le dije mi elección.
―¡Ya verás cuando se enteren
tus padres! ―dijo entre risas― ¡No sé por qué me da que se van a cabrear! ―como
siempre, todo lo que fuera enfadar a mi padre le encantaba.
Pero yo lo tenía todo
pensado. La gente de la misma promoción de mis padres ya ni siquiera vivía en
Forks, a mí no me conocía nadie, podía decir que era sobrina de Carlisle, o
incluso de mi propio padre, de ahí mi apellido; y Jacob no iba a ser un
problema si lo veían por ahí. Él no tenía que esconderse, aunque aparentaba
unos veinticinco años, tenía veintidós y quedaba totalmente natural; y la gente
de Forks estaba acostumbrada a verle cuando iba a visitar a Charlie o pasaba
por el pueblo. Nadie iba a sospechar nada. Era perfecto. Yo me matricularía en
el segundo curso. En realidad, a mis seis años era como si ya tuviera unos
dieciséis o diecisiete. Mi nivel académico era superior, pero quería disfrutar
de mi vida en el instituto al menos dos años; lo de la universidad, ya se
vería. Además, Charlie estaba cerca y así podría ir a visitarle de vez en
cuando, eso sin mencionar lo mejor de todo y más importante: que La Push estaba
a un paso y podría ir a ver a Jacob, a Billy y a los chicos cuando quisiera. Solo
me faltaba un detalle. No tenía vehículo ni carné, pero este último ya me lo
sacaría, y el coche… bueno, seguro que Jake encontraría alguna solución. Podía
arreglarme uno de segunda mano o algo.
A papá casi le da un patatús cuando Jake y yo se lo dijimos, mejor
dicho, cuando nos leyó la mente. Si no fuera porque ya es blanco de por sí,
juraría que se había quedado pálido y todo.
Cuando entramos por la
puerta de la casa, donde estaban todos, y vi su rostro y su expresión severa,
me aferré a la mano de Jake, como siempre hacía cuando estaba asustada, y
tragué saliva. Era la primera vez que desobedecía a mi padre. Su mirada era una
extraña mezcla de desilusión e ira, hasta creí escuchar un ligero gruñido de su
garganta, y ni agarrando la mano de Jacob se me quitaba el miedo. No era miedo
físico, por supuesto, sabía que papá nunca me haría daño. Era el típico temor
que le tiene un hijo a su padre cuando le desobedece y le ha pillado, solo que,
en este caso, tu padre, aunque aparenta
tu misma edad, es un vampiro y los ojos dorados le van cambiando de color
conforme se va enfadando, cosa que da bastante terror. Tenía la garganta tan
seca, que creí que mis cuerdas vocales no iban a poder emitir ni un sonido.
Me planteé, entonces, no
decirle nada. Total, para qué, si ya se había enterado, pero cuando miré a
Jacob y vi su postura totalmente despreocupada y su sonrisa alegre, me relajé
un poco. Si no fuera porque le sujetaba la mano, se hubiera sentado tan
tranquilo en el sofá. Me apretó los dedos una vez para darme ánimos y me lancé.
Decidí que, aunque ya lo
supiera, lo mejor era contárselo yo igualmente, dejar que las palabras salieran
de mi boca. Además, mi madre y el resto de mi familia nos miraban con
preocupación y seguro que también se querían enterar de qué iba el asunto. Mi
madre nos miraba a papá y a mí con el rostro desconcertado y un tanto asustado,
intentando leer nuestras expresiones. La verdad es que la de mi padre daba
mucho miedo, sobre todo cuando miraba a Jake, en cambio este estaba tan normal.
Me di cuenta de que el toque de ira de su mirada iba más bien dirigido a Jacob.
Alice tenía el ceño fruncido
y se mordía el labio con desesperación. Llevaba muy mal el no poder vernos el
futuro ni a Jacob ni a mí, le ponía de los nervios. Siempre me pregunté por qué
yo había tenido tanta suerte, y le daba gracias a Dios de ser inmune por lo
menos a uno de los poderes de mi familia, y además al peor de todos. Era un
alivio estar libre de ser vigilada las veinticuatro horas del día, ya tenía
bastante con tener que pensar en otras cosas cuando estaba cerca de mi padre.
Jasper estaba alerta por si tenía que usar sus dotes de relajación, Carlisle,
Esme y Rosalie permanecían a la espera, expectantes, con un tono de
preocupación en los ojos, y Emmett estaba con los brazos cruzados y era el
único junto con Jacob que sonreía de oreja a oreja.
―¿Ya es oficial? ―espetó Em,
sonriendo y guiñándole el ojo a Jake.
La tía Rosalie le dio un codazo,
enfadada, y Emmett se carcajeó. Los demás no dijeron nada, se limitaron a mirar
con precaución a mi madre, que tenía una cara de espanto, como si hubiera visto
un fantasma o algo parecido. Ahora oscilaba la mirada de Jake a mí y de mí a
Jake. El único que permanecía con la misma expresión era mi padre. Yo no
entendía nada. ¿Que si era oficial el qué? Me imaginé que se refería a mi
matricula. Mi padre debía de habérselo contado todo al resto de la familia.
Jacob miró a mi madre, puso los ojos en blanco y suspiró.
―No, no tiene nada que ver
con eso. Aún es pronto ―dijo, sonriendo. Mi madre pareció relajarse un poco.
Luego, miró a mi padre más serio―. En primer lugar, quiero que te relajes,
¿vale? Nessie ya no es una niña, es como si ya tuviera unos diecisiete años y
ya es bastante mayorcita para elegir su vida y vivirla como le dé la real gana ―le
soltó a mi padre, que seguía con cara de pocos amigos―. Además…
―No, Jake, deja que me
explique yo ―le interrumpí.
Si seguía hablando él, iba a
empeorar las cosas. Tragué saliva una vez más para proseguir…
…pero mi padre alzó la mano
para detenerme antes de que pudiera abrir la boca y mi madre le miró enfadada.
―¡¿Qué está pasando?! ―bufó
ella.
―Renesmee se ha matriculado
en el instituto ―la expresión en el rostro de mi padre mientras me miraba era
indescriptible.
―¿Qué? ―mamá me miró también
cabreada, aunque había una nota de alivio que no comprendí en sus pupilas.
Jake puso los ojos en blanco
otra vez.
―Y lo peor no es eso ―siguió
mi padre―. ¡Lo peor es que se ha matriculado en el instituto de Forks! ¡Es lo
más imprudente que podía haber hecho!
Una paleta de emociones
pareció dibujarse en el rostro de mamá. Yo creo que pasó del asombro a la
perplejidad y del horror a la furia en una décima de segundo. En ese momento,
deseé no ser mitad vampiro para no darme cuenta de tales reacciones.
―¡Escúchame, mamá! ¡Por
favor!
Sabía que si convencía a mi
madre, el resto estaba hecho, mi padre nunca le negaba nada. Además, él era más
duro de pelar. Ella había sido humana hacía poco tiempo, en esta época, y podía
comprenderme mejor. Nos parecíamos demasiado, lo entendería. Aunque prefería no
hacerlo porque me sentía más segura de mí misma, me solté de la mano de Jacob y
me acerqué a mi madre con los ojos llenos de súplica.
―¡Deja que te lo explique
todo con detalle! ¡No es un simple capricho! ―alcé la mano para ponérsela en el
rostro.
Mamá me miró todavía
enfadada y suspiró. Cogió mi mano y se la colocó en la mejilla. Mientras le
dejaba internarse en mi mente, el resto de mi familia permanecía inmóvil, parecían
estatuas de mármol. Mi padre no le quitaba ojo a mi madre, trataba de estudiar
sus gestos mientras él mismo leía a la vez mi mente. Una ráfaga de alivio recorrió
mi estómago cuando mamá me miró a los ojos y vi en los suyos la comprensión. Me
acarició la cara con su fría mano, exhaló y me sonrió, asintiendo. Me entendía,
por supuesto que me entendía. El semblante de mi padre era un collage de expresiones indescriptibles:
incredulidad, enfado, desilusión, pena, más enfado…
Después de un rato, le
retiré la mano de la cara y me acerqué a Jake para cogerle la suya de nuevo.
Miré a mamá, a la espera.
―Bella, es peligroso ―gruñó
papá.
―¿Qué opinas, Carlisle? ―preguntó
ella, ignorándole.
Entonces, se giró para mirar
al resto y lo explicó todo con un tono objetivo, casi como si estuviera dando
las noticias. Les relató mis razones y mis planes. Eso me alivió un poco, pues
así no tenía que contarlo todo con palabras, cosa que me resultaba más difícil
que lo de la mano, pero tampoco me apetecía ir uno por uno con la manita y pensar
una y otra vez lo mismo.
Una vez que mi madre acabó
su exposición, se hizo un pequeño silencio. Papá seguía enfadado y yo apreté
otro poco más la mano de Jake, a la espera de la decisión. Necesitaba ese apoyo
para no acobardarme y echarme atrás. Menos mal que era un hombre lobo y no le
hacía daño, si hubiera sido un chico normal, se la hubiera roto.
Durante ese intervalo, en el
que Carlisle adoptó un gesto pensativo, me di cuenta de que no había ninguna decisión. Jake tenía razón. Como siempre
me decía él, la última palabra la tenía yo. Eran mis estudios, mi futuro, mi vida. Si no estaban de acuerdo, me daba
igual, yo iba a ir al instituto, a ese
instituto, dijeran lo que dijeran. Me daba igual si no me apoyaban, eso no me
detendría. Sería un poco más difícil y me daría mucha pena, pero no me
detendría. Aquí no servía el típico argumento de que era menor de edad. ¿Quién
decía si yo tenía dieciséis o dieciocho años? Era imposible de verificar, así
que no podrían detenerme con esa excusa. Tenía el apoyo de mi mejor amigo y eso
era mucho más que suficiente. Jake rellenaba con creces cualquier hueco. Estaba
decidida a ser una adolescente normal, no una niña de cristal. Quería empezar a vivir mi vida. Y papá tendría que
aceptarlo. Al que se le pasaría sería
a él. Sabía que mamá me entendía perfectamente, que me apoyaba. Ella había
escogido esta vida, había luchado por ella, a pesar de tener tantos problemas
como había tenido. ¿Qué hubiera pasado si ella se hubiera echado atrás? Yo ni
siquiera habría nacido. Ahora ella era feliz. Y yo iba a serlo porque tampoco
me iba a rendir, éramos demasiado parecidas. Tenía su ejemplo y lo iba a
seguir.
Me di cuenta de que mi padre
ya sabía mi decisión en cuanto pensé todo esto. ¡Qué frustrante era no poder
tener intimidad, ni siquiera mentalmente!
De pronto, Carlisle levantó
la vista y me miró. Alcé la cabeza con orgullo y determinación. Mi decisión
estaba tomada. Después de mirarme un minuto, se giró hacia mis padres y habló
con voz tranquila.
―Creo que podría ser
factible.
El rostro de mi padre era un
poema, mi madre me miró y me dedicó una ligera sonrisa cómplice.
―Carlisle… ―se lamentó papá.
―Escucha, Edward ―le
interrumpió él, sonriendo como quitándole importancia―. Creo que esto es lo más
normal del mundo, se veía venir. Quiero decir, que Nessie ha crecido muy
rápido, todos nos hemos dado cuenta. En seis años ya es toda una mujercita y a
todos nos cuesta asimilarlo algunas veces. Pero tienes que darte cuenta de que
no la podemos encerrar en casa de por vida. Su crecimiento ya se ha estancado
bastante. Cualquier cambio en su cuerpo ya no es tan evidente y no creo que los
humanos sospecharan nada. Es joven y, como dijo Jacob, tiene que vivir su vida
como le dé la… ¿cómo era…? ―Carlisle se giró hacia Jacob.
―Como le dé la real gana ―ayudó Jake, con un tono un
tanto chulesco, mientras miraba a mi padre sonriendo.
Este suspiró, cansado.
―Creo que Carlisle tiene
razón ―espetó la tía Alice―. Y solo serán unos pocos años de estudios, Edward.
¡Unos pocos años de su larga vida! ¿Cómo vamos a quitarle eso? Además, no creo
que haya ningún peligro, pero si lo hubiera, estaríamos vigilando y actuaríamos
al instante.
―¿Cómo? ―bufó papá―.
¿Huyendo de Forks de repente y dejándolo todo atrás?
―Sabes de sobra que no vamos
a estar aquí eternamente. De hecho, no nos quedan muchos más meses en este
pueblo. Yo ya he tenido que cambiar de hospital para no levantar sospechas ―la
voz de Carlisle se había tornado seria y le lanzó una mirada fugaz a Jacob con
una nota de pena.
―Por eso mismo. Es
totalmente innecesario que haga amigos aquí, se encariñe con ellos y empiece
una vida en Forks. Dentro de unos meses tendremos que marcharnos y dejarlo todo
atrás ―papá me miró apenado―. Más separaciones… ―dejó la frase inconclusa―. No
quiero que tenga más sufrimientos añadidos.
Noté un ligero temblor en la
mano de Jake y entrelacé nuestros dedos con fuerza. Solo pensar en estar
separados, nos hacía temblar a los dos. No le gustaba nada la idea, y cada vez
que salía el tema, tenía que tranquilizarle. Yo también odiaba ese pensamiento
y también temblaba, aunque yo de pánico ante la idea de vivir sin mi mejor
amigo, sin su compañía, su sonrisa, su calor, su alegría. Estábamos tan unidos,
que no recordaba ni un minuto de mi vida sin estar a su lado. Éramos como dos
hermanos gemelos que no se separan nunca. Imaginarme el estar sin él y él sin
mí… Inconscientemente, miré la pulsera que me había regalado en Navidad cuando
era pequeña. Me encantaba, y no me la quitaba ni para dormir. La notaba en la
muñeca como si fuera de fuego, casi parecía que vibrara y me llamara. Intenté
pensar en otra cosa. Si Jake me notaba preocupada, él también lo estaría, y no
soportaba verle angustiado ni triste. Ya encontraríamos alguna solución para
vernos todos los días. Me concentré de nuevo en la conversación.
―Por favor, papá ―supliqué―.
No es por hacer amigos. Es solo que… yo… bueno, quiero ser normal, o al menos
parecerlo. Aunque fuera por unos años. Lo necesito. Sabes que voy a ir igual,
pero sería mucho más feliz si tú y mamá me apoyarais y me ayudarais un poco.
Mi madre, que se había
quedado pensativa todo ese tiempo, se giró para quedar frente a mi padre.
―Edward ―le susurró,
mirándole a los ojos―, creo que deberíamos dejar que Renesmee fuera al
instituto ―mi cara se iluminó, pero la de mi padre pasó del enfado a la
decepción, entrecerrando los párpados. Mi madre le cogió la mano y siguió
hablando―. ¿Te acuerdas cuando yo era humana? Me decías que no me querías
transformar tan pronto para que antes viviera todas las experiencias humanas
posibles y así pudiera elegir si quería seguir siendo humana o vampiro.
―Renesmee es medio vampiro ―alegó
con voz suave, más relajado―. Es más complicado.
―Es medio humana ―le
corrigió―, y no es tan complicado. Solo hay que explicarle unas pautas a
seguir. Es muy inteligente y las entenderá enseguida.
―Puedo controlar mi sed con
los humanos ―alegué, un poco a la desesperada―. Ya tengo experiencia con
Charlie, Sue, Billy y más gente de La Push que no son lobos.
―No es lo mismo ―replicó él―.
Allí estarías continuamente rodeada de humanos, encerrada con ellos en sitios
cerrados.
―Yo no soy como vosotros ―intervine,
un poco molesta―. No me cuesta nada, puedo controlarme perfectamente y lo
sabes.
Mi padre iba a abrir la boca
para refutármelo, pero no le quedó más remedio que cerrarla, sabía que era
verdad.
―¿No crees que ella también
tiene derecho a elegir si quiere vivir como un vampiro o como una humana? ―contraatacó
mamá.
―Mírala ―dijo mi padre,
señalándome con gesto de agonía―. ¡Es tan joven! ¿Cómo va a saber qué es lo que
quiere?
―¿Acaso no sabía yo lo que
quería a su edad?
―Bella, tú tenías diecisiete
años reales, vividos. Ella, en
cambio… ―se quedó mirándome, pensativo.
―Ella es más lista que yo y
es muy madura. Sabes que, aunque solo han pasado seis años desde que nació, su
cuerpo y su mente, su cerebro, han madurado lo mismo que si hubieran pasado
esos diecisiete años.
Mi padre me miró durante otro
rato, pensando.
―Lo sé ―suspiró al fin. Miró
a mi madre durante un instante con resignación, sabiendo que había perdido la
batalla, y sonrió levemente―. Sois igual de cabezotas.
―Lo sé ―ella le sonrió y le
dio un beso en los labios.
Ya empezaban…
Esa era otra de las razones
por las que me quería trasladar a la casa grande. No soportaba todas estas ñoñerías. No se daban cuenta de lo
incómodo que me resultaba. Antes no me importaba verlos besándose y
abrazándose, hasta me gustaba, pero desde hacía un tiempo, me resultaba
incómodo, como si yo estuviera fuera de lugar.
―Bueno, qué, entonces, ¿eso
quiere decir que la apoyáis? ―intervino Jacob oportunamente.
¡Cómo me conocía! Menos mal.
―Sí ―dijo mi padre,
mirándole con ganas de matarle por interrumpirlos. Los dos nos observamos
sonrientes y triunfantes―. Pero ―prosiguió, sin darnos tiempo de abrazarnos,
como una especie de venganza―, primero tenemos que hablar de ciertos detalles,
ciertas pautas y reglas que tendrás que cumplir a rajatabla, eso sin mencionar
los toques de queda, etcétera. No te creas que te va a ser tan fácil,
jovencita.
Uy, eso me recordaba el pequeño detalle de mi media
independencia. Y ahora, ¿cómo se lo decía yo?
―Tendrás que esperar ―espetó
mi padre de repente. Otra vez se había metido en mi cabeza―. Alice te preparará
la habitación y tardará unos días hasta que esté lista, ya sabes cómo es tu tía
―Alice estaba entusiasmada, ya que había visto el futuro gracias a la decisión
de papá y ya lo sabía todo―. Creo que a nosotros también nos vendrá bien un
poco de intimidad ―mi madre y los demás le miraron sin comprender―. Ya os lo
explicaré luego.
Me quedé estupefacta. Mi
padre había pasado de ser el muro inquebrantable a ser la pértiga para
saltarlo.
―Sí, ya verás cómo va a
quedar preciosa ―dijo Alice con voz cantarina, aunque luego le cambió el tono―.
Bueno, no sé si te va a encantar, porque, claro, como no te veo…
Frunció el ceño otra vez y
Jake me elevó por el aire como signo de victoria mientras ambos nos reíamos…
La sonrisilla volvió a mi
rostro cuando recordé el final de la historia. Abrí los ojos y me levanté de la
cama de un salto.
Estaba muy nerviosa. Era mi
primer día en el instituto y el primero también de mi nueva vida.
Brinqué hacia la ventana,
corrí las cortinas de un solo tirón y subí la hoja del marco con rapidez para
asomarme, como hacía todos los días. Miré bajo mi ventana, el lugar donde
siempre se echaba a esperarme mi gran lobo rojizo desde hacía seis años, pero
no estaba. Tal vez se había ido a dar un paseo. Me apoyé en el marco con las
manos y saqué más el cuerpo para mirar entre el bosque, a derecha e izquierda.
Hice un recorrido en redondo con la vista, escudriñando las sombras de entre
los árboles. Nada. Jacob no estaba por allí. Ni siquiera le olía cerca. Qué raro, pensé. Puede que tuviera que irse a hablar con su manada o algo. Seguro que viene
después, me dije a mí misma. Me parecía raro, porque podía haberse
comunicado con ellos como lobo, pero seguro que tenía una buena razón para eso.
Intenté no darle más importancia.
Volví a meterme dentro,
cerré la ventana, corrí las cortinas de nuevo y me dirigí al armario, sonriendo
ante la certeza de que sería la última vez que abriría ese horrible mueble.
Sin embargo, me equivocaba.
La última había sido ayer, porque la
tía Alice ya me había preparado la ropa y me la había colocado sobre el baúl de
madera, junto a la ventana. Seguramente, había entrado a hurtadillas por la
noche sin que yo me diera cuenta y la había colocado allí.
Normalmente odiaba que
hiciera eso. Me gustaba escoger mi propia ropa, muy a su pesar, puesto que mis
gustos y los suyos eran totalmente diferentes. Pero cuando vi la blusa y la
chaqueta de lana a juego de color azul cielo y los pantalones vaqueros, cambié
el gesto inicial de desaprobación.
La blusa era sencilla, tan solo
tenía unas coquetas puntillitas sobre el pecho, y los pantalones eran unos
vaqueros pitillo un poco ajustados, pero no me disgustaban del todo. Alice
había escogido un estilo medio entre el suyo y el mío, y había acertado.
Además, yo estaba tan nerviosa, que no habría sido capaz ni de distinguir los
colores.
Ya me había duchado por la
noche, así que coloqué la ropa encima de la cama y me quité el camisón de algodón
gris, de tirantes, con ese dibujo de Snoopy.
Cuando revolví entre los ropajes, me di cuenta de que Alice también me había
preparado la ropa interior. ¡Ay, no!,
grité en mi fuero interno. Eso me daba una vergüenza horrible.
Cogí con dos dedos el sostén
y lo levanté a la altura de los ojos con cara de desaprobación. Lo miré durante
unos segundos.
Era también de color azul
cielo, de esos de lencería fina, con puntillas y todas esas cosas. Hice una
mueca de dolor. ¿Es que no podía haberme buscado uno más normal? ¿De esos
cómodos y prácticos?
Tiré el sujetador encima de
la cama, resoplando, y me dirigí a la cómoda para coger uno de los míos. Me
quedaba pequeño. Lo tiré también sobre la colcha y volví a coger otro. Lo
mismo. ¡No puede ser! ¡Otra vez no!,
gritó una voz en mi interior. Cogí todo el montón del cajón, los puse encima de
la cómoda y me los probé uno por uno, mirándome de refilón en el espejo.
Terminaron todos en una pequeña montaña, encima de la cama. Los observé durante
un rato mientras me mordía el labio y me giré poco a poco hacia el espejo para
mirarme. Observé tímidamente lo que reflejaba.
¿Esa era yo?
Mi crecimiento siempre había
sido más rápido de lo normal, pero había sido constante y progresivo en todos
estos años. Incluso mi temperatura corporal había descendido unos grados
paulatinamente, aunque seguía siendo más alta que la de una humana. Sin
embargo, este último mes había sido una especie de explosión. Mi vertiginoso
desarrollo ni siquiera había esperado al 11 de septiembre, mi sexto cumpleaños.
Había pasado de ser una niña de doce años a ser una mujer de diecisiete en
apenas mes y medio. Y eso era muy confuso para mí. Todos los días me pasaba lo
mismo, no me reconocía. Cerré los ojos ante el espejo, como venía siendo
habitual en este mes, preparada para darme la vuelta y vestirme corriendo.
Entonces, recordé la
conversación que había tenido con Jacob el día anterior. La rememoré en mi
mente como si estuviera viendo una película:
Paseábamos por el bosque,
cerca de la cabaña de mis padres. Habíamos estado de caza. Aunque ahora la
comida humana me gustaba más y era la que solía comer, aún prefería la sangre y
de vez en cuando nos íbamos a cazar. Jake se había vuelto a transformar en
humano para poder charlar conmigo. Yo me había puesto mi sudadera y él llevaba
sus vaqueros cortados y una camiseta gris, aunque seguía yendo descalzo.
Mientras caminábamos y él me
contaba anécdotas de la manada gesticulando efusivamente, me quedé mirándole un
rato, pensativa, y él se dio cuenta. Agaché la cabeza y me mordí el labio.
―¿Qué pasa? ―preguntó.
―¿Cómo lo haces? ―levanté la
mirada y le miré de nuevo.
Jacob entornó los ojos y sonrió.
―¿El qué?
―Hace un momento eras un
lobo y ahora eres humano. ¿No te resulta raro?
―No, estoy acostumbrado ―dijo,
encogiéndose de hombros. Luego, de repente, se paró en seco y me miró con los
ojos llenos de preocupación―. ¿Es que a ti sí?
―¿Cómo? ―de pronto, me di
cuenta de que me estaba malinterpretando―. No, no, por supuesto que no, Jake.
No me refiero a eso. Que seas un lobo, me gusta ―él sonrió, aliviado, y yo
seguí hablando―. Es solo que me gustaría saber cómo te sentiste cuando
cambiaste tan de repente. Me refiero al… cambio físico...
No pude terminar la frase.
Por primera vez en mi vida, sentí un poco de vergüenza al hablar de algo con
Jacob. Nunca antes me había parado a pensar en que él era un chico y yo, ahora, una chica, y hablar con él de un tema como
ese, tan femenino, tan íntimo… Empecé a sentir mucho calor en las mejillas,
cosa que jamás me había sucedido.
Jake se percató de mi rubor
y se quedó mirándome durante un minuto. Me miraba de forma extraña, fijamente,
como embobado, maravillado. No era como cuando me miraba de pequeña. Había algo
raro en sus ojos, era una mirada nueva. Sin saber por qué, mis mejillas se
encendieron aún más ante su reacción.
―¡Ay, Jake, basta! ―le di un
pequeño empujón en el brazo, molesta―. ¡No me mires así!
―¿Por qué no? ―me dijo,
sonriendo.
―Porque es muy incómodo.
―¿Es que ahora te sientes
incómoda cuando te miro? ―su sonrisa se ensanchó todavía más.
―Si me miras como un tonto,
sí.
Ladeé la cabeza al lado contrario
al que estaba él y me crucé de brazos, enfadada. Se quedó callado un rato.
―Vale, perdona ―dijo
finalmente.
Giré la cabeza de nuevo en
su dirección y vi que sonreía, pero que ya no estaba de broma. Cuando solté los
brazos, me cogió de la mano y empezamos a caminar.
―No tienes de qué
preocuparte, es algo natural. Te acostumbrarás enseguida ―al parecer, ya se
había dado cuenta de lo que me tenía en vilo, y de que también me daba
vergüenza, porque miró para otro lado mientras me hablaba para que no tuviera
que mirarle y me pusiera colorada. No le veía bien la cara, pero parecía un
poco más serio que antes―. Lo único que tienes que hacer es no pensar tanto en
ello ni darle tanta importancia.
Sonreí. Jacob siempre daba
en el clavo. A veces, parecía que también él podía leerme el pensamiento sin
que le pusiera la mano en el rostro.
―¿Eso es lo que hiciste tú
cuando empezaste las transformaciones?
―Bueno, mi caso es un poquito diferente al tuyo, ¿sabes? ―dijo
en tono de broma―. Yo me transformé en un lobo y tú… ―me miró con su sonrisa
burlona― te has transformado en la bonita Caperucita
Roja ―y me puso la capucha que llevaba mi sudadera de ese mismo color.
Le di un codazo mientras me
la quitaba y nos echamos a reír.
―No te rías de mí ―me quejé
entre risas―. Lo estoy pasando bastante mal.
―Pero, ¿por qué? Tú no te
has convertido en un bicho raro como yo ―bromeó.
Tan pronto como mencionó las
últimas palabras, se me subió un nudo a la garganta y fui incapaz de hablar. Si
lo hacía, se me saldrían las lágrimas de los ojos.
Jake se dio cuenta
enseguida. ¿Seguro que no podía leerme el pensamiento?
―Eh, eh… ―me susurró en
tanto se ponía frente a mí y me cogía de los hombros―. No irás a llorar, ¿no?
Me caí sobre su pecho y
empecé a sollozar como una tonta. Él me abrazó y nos quedamos así un rato.
―Oye ―me cuchicheó al oído,
al final―. Me estás mojando la camiseta, y es la única que tengo aquí. Voy a
tener que ir a buscar otra como sigas empapándomela de esa manera.
Alcé la vista para ver su
blanca y perfecta sonrisa. Respiré hondo y asentí. Me cogió la barbilla con su
mano caliente, me enjugó las lágrimas y levantó mi rostro.
―Ahora, dime, ¿qué es lo que
te preocupa tanto?
Todavía estaba algo
compungida y no podía hablar, así que le puse la mano en la mejilla…
…y se la quité de inmediato.
¡Menos mal que me había dado
cuenta a tiempo! Si le dejaba leer y, sobre todo, ver mis pensamientos, seguro que vería las imágenes que veía yo
todas las mañanas reflejadas en el espejo. Otra vez el fastidioso asunto de chico – chica y otra vez el cambio de
color de mi rostro. Jacob frunció el ceño y se quedó con la boca entreabierta,
perplejo y confundido por mi extraña reacción. Nunca antes había hecho eso.
―Mejor te lo explico yo ―le
dije antes de que le diera tiempo a hablar, mientras me separaba de él y
paseaba de aquí para allá a fin de disimular.
Y de paso, para que me diera
un poco el aire. Con el calor que desprendía su cuerpo, no se me quitaría el color
en la vida.
―Vale, de acuerdo ―asintió, sonriendo
de nuevo y levantando la mano hacia mí―. Te escucho.
Ya no notaba el rubor en mi
cara, así que sentí cierto alivio. Caminé hacia el rincón donde estaba el
tronco en el que siempre nos sentábamos. Jacob me siguió en silencio.
Era el tronco de la parte superior
de un viejo árbol enorme que se había caído, grueso, envejecido por el tiempo y
el sol. El gran árbol debía de haberse partido debido a una tormenta, ya que lo
que quedaba de él todavía tenía las señales del rayo que lo había seccionado.
Lo que antes había sido la copa se extendía en el suelo y ahora no tenía hojas,
se perdía entre los helechos y la vegetación, y lo que sobresalía de las
gruesas y torcidas ramas estaba cubierto de un musgo de color verde intenso, ya
que siempre estaba en sombra. El resto del tronco reposaba sobre un montículo
natural de tierra, rocas y vegetación y, aunque se encontraba rodeado de más
árboles inmensos, el sol conseguía penetrar por un pequeño claro que quedaba
entre las copas cuando se dignaba a salir, y lo hacía muy agradable. En
primavera, la vegetación y la hierba de alrededor florecían, quedando bajo
nuestros pies una alfombra de diferentes flores de color blanco, amarillo y
malva. Solía cogerle flores silvestres allí a mi madre. Siempre me había
parecido un lugar como de hadas, un rincón mágico dentro del bosque.
Me senté en nuestro tronco y
Jacob hizo lo mismo.
―Últimamente me siento rara
―suspiré y miré al frente para que me fuera más fácil hablar―. He cambiado
tanto en un solo mes, que cuando me miro al espejo no me reconozco, y… es
difícil para mí ―conforme lo iba soltando, me sentía un poco más aliviada―. Yo
sí que me siento como un bicho raro. Se está convirtiendo en una especie de
trauma, ni siquiera quiero mirarme en el espejo. Cada poco hay algo nuevo.
Cuando ya empiezo a asimilar algo, viene otro cambio. No sé cuándo parará esto.
Jake apoyó el brazo en la
rodilla, se inclinó, girándose hacia mí, y me echó una lenta mirada descarada
de arriba abajo. Una sonrisa burlona curvó sus labios.
―Pues, como sigas así, nena,
voy a tener que acompañarte hasta la puerta de clase para abrirte paso en los
pasillos del instituto. Puede que hasta tengamos que ir nadando entre las
babas. Aunque tú no sabes nadar, ¿no?
―¡Jake, por favor! ―estaba
que echaba humo. No me lo podía creer. Yo me estaba abriendo, contándole un
asunto tan serio e íntimo, y él se limitaba a reírse de mí. Si este iba a ser
su comportamiento (ahora se estaba carcajeando), no le iba a hablar de esto
nunca más―. ¡No volveré a contarte nada jamás!
―¡Era una broma! ¡Solo lo
hice para quitarle un poco de hierro al asunto! ―se rio un poco más, pero al
ver que yo no cambiaba el gesto, carraspeó y se puso un poco más serio―. Vale,
vale ―me miró con los labios fruncidos, pensando―. Ahora voy a ser bueno,
¿vale? Lo que te voy a decir va en serio ―hizo una pausa antes de hablar de
nuevo, como esperando a que yo dijera algo. Me limité a asentir―. Creo que
deberías mirarte más en el espejo, enfrentarte
a él. Tal vez si lo hicieras e intentaras mirarte con buenos ojos, siendo más
positiva, te aceptarías y te acostumbrarías primero. Aunque tú no lo creas, te
entiendo perfectamente.
Por supuesto que me
entendía. Él había tenido que pasar por algo parecido. Nunca me había hablado
de ello con detalle, pero por lo que sabía me imaginaba lo que había tenido que
pasar. Me sentí un poco culpable por enfadarme algo con él, tan solo intentaba
animarme. Nos miramos a los ojos y me sonrió con dulzura al ver mi cara de
arrepentimiento. Le correspondí la sonrisa y ambos agachamos la cabeza para
mirar al suelo. Se hizo un pequeño silencio.
―¿Tú te enfrentaste al
espejo?
―Bueno, sí ―se rio―. Una
cosa así. Mi espejo fue tu madre.
―¿Mi madre? ―pregunté,
extrañada.
Jacob levantó la mirada del
suelo y miró al horizonte.
―Cuando empecé con las
transformaciones, me veía a mí mismo como un monstruo ―explicó con el tono de
voz más bajo―, y no sabía si tu madre me vería del mismo modo. Sam me prohibió
verla y también contarle nada porque decía que era peligroso, que podía hacerle
daño. Luego, vi que así la hería más y decidí hacer todo lo posible para que
supiera mi secreto. Cuando por fin lo adivinó, tuve que enfrentarme a su veredicto.
Si me veía como a un monstruo, seguramente no volvería a verla en la vida y yo
me odiaría a mí mismo para siempre, pero tenía que ser valiente, pasara lo que
pasara. No hay nada peor que la incertidumbre. Y si, por el contrario, me
aceptaba como era, ¿por qué no iba a hacerlo yo? ―giró la cabeza para mirarme―. Ya sabes cómo acabó la historia.
Me mordí el labio y me quedé
pensativa.
―¿Qué pasa si no me gusta mi
veredicto? ―susurré, observando los helechos del terreno―. ¿Qué pasa si…?
Jake interrumpió mi frase y
me obligó a alzar la vista.
―Si no te miras, nunca lo
sabrás ―me miró a los ojos y me habló con un susurro―. No seas tonta y mírate
al espejo, Nessie. Mírate y verás que sigues siendo tú misma. La misma Nessie
de siempre. La Nessie que yo adoro y que siempre adoraré, solo que más mayor.
―¿Ese es tu veredicto? ―pregunté
con una sonrisa.
―Por supuesto ―me respondió
él con otra―. Nessie, la mujercita.
La película se desvaneció en mi mente como si una ráfaga de aire se
llevara un castillo de arena seca. Suspiré.
Sabía que no podía seguir
huyendo de mi misma. Había culpado a mi padre de tenerme en una especie de
burbuja como si fuese una niña de cristal,
sin darme cuenta de que yo misma estaba haciendo lo mismo en este tema. Me
metía yo sola en la burbuja todas las mañanas. Si quería ser una adolescente
normal, tenía que aceptar que ya no era una niña, enfrentarme a los cambios de
mi cuerpo y asumirlos de la manera más natural posible. Las demás niñas tenían
más tiempo para eso, pero yo tenía que ser fuerte y hacerlo en dos meses. ¿Cómo
iba a hacer cosas tan normales como, por ejemplo, cambiarme en un vestuario con
otras chicas, si me asustaba de mi propio cuerpo? Quería integrarme bien, y eso
incluía esas cosas. Tenía que mirar mi cuerpo de forma positiva y reconocerlo
como mío. Nessie, la mujercita, me
repetí a mí misma, sonriendo. Respiré muy hondo, solté el aire poco a poco y
abrí los ojos.
Miré fijamente la imagen del
espejo, mi imagen, sin apartar la
vista. Me miré de arriba abajo, lentamente. Una, dos, tres veces. Empecé mi propio
examen, intentando poner todo de mi parte en ser positiva. Observé que mi pecho
había vuelto a crecer. Esos sujetadores me los había comprado la semana pasada
y ya no me servían. ¿Es que esto no iba a parar nunca? Bueno, no es que me
molestara especialmente, pero tendría que volver a comprar más. Era un poco
molesto, sin embargo, y esforzándome en ser positiva, supuse que me acabaría
acostumbrando y al final puede que hasta me gustase. También percibí que era un
poco más alta, ahora medía más que mi madre, ya llegaría al 1,70. Pasé de
medirme, tenía buen ojo para eso. Mis piernas eran largas y bien contorneadas,
bonitas, mi cintura, estrecha, mis caderas eran un poco más anchas, en total
consonancia con los hombros, y mi cara seguía siendo más o menos la misma, solo
que un poco más femenina y menos redondeada.
Según me iba fijando, me fui
dando cuenta de que había cosas en mí que no habían cambiado tanto. Eso era un
alivio y me sentí un poquito mejor.
Me acerqué un poco más al
espejo y empecé a buscar esas cosas. Mi pelo seguía siendo casi igual. Era
largo y de color bronce, como el de mi padre, lo único que había cambiado es
que ya no lo tenía tan rizoso como de pequeña. Ahora el rizo empezaba a la
altura de las mejillas, era mucho más abierto y el pelo parecía más suelto, con
más movimiento. Hice una mueca de aceptación, eso me gustaba. Ahora entendía
por qué la tía Rosalie se empeñaba siempre en hacerme peinados. Mi piel seguía
siendo igual de impenetrable, si bien era muy suave al tacto y su temperatura
había descendido hasta los 40º, y seguía teniendo esa luminosidad especial,
aunque podía pasar por la de una humana perfectamente. Mis ojos también eran
los mismos. Del mismo color marrón, igual de brillantes y expresivos. Hasta
conservaban un pequeño matiz infantil que me gustó y me hizo sonreír. Incluso
mi sonrisa era la misma de siempre.
Había hecho bien en
contárselo a Jake. Gracias a su consejo, ahora estaba más relajada. Me alejé
unos pasos del espejo y eché una última ojeada para hacer mi veredicto:
La misma Nessie de siempre, pensé. Solo
que más mayor.
COMIENZO
Me sentía más animada. Y
nerviosa. Me puse la ropa que Alice me había preparado ―la interior incluida,
ya que ahora no tenía sujetadores―, ordené un poco aquel embrollo e hice la
cama. Me asomé de nuevo a la ventana para ver si ya había vuelto Jacob, pero
seguía sin aparecer por allí. Fruncí el ceño, preocupada.
Salí de la habitación y
llegué al saloncito, donde estaba mi madre.
―Buenos días, cielo ―me
saludó mientras me besaba la frente.
―Buenos días ―le di un beso y
me dirigí a la ventana del saloncito que daba al lado opuesto al que daba la de
mi habitación―. ¿Sabes dónde está Jake? ―pregunté, echando un vistazo al exterior.
―Sí, te lo iba a decir
ahora.
Me giré hacia ella, impaciente.
―¡¿Le ha pasado algo a él o
a la manada?!
De repente, me asusté un
poco. Era la primera vez que no venía a buscarme y me pareció muy raro.
―No, no, tranquila. Estuvo
aquí anoche y se marchó con Carlisle a La Push. A Emily se le adelantó el parto
y rompió aguas a las dos de la mañana. Él tuvo que sustituir a Sam, que le
tocaba turno de noche, y Carlisle estuvo supervisando el parto ―empezó a pasarme
los dedos por el pelo―. Nos pidió que no te despertáramos y que te lo dijéramos
por la mañana. Sabía que estarías muy nerviosa por lo de hoy y que te iba a
costar dormir.
Suspiré, más relajada.
―¿Sabes cómo ha salido todo?
¿Emily y el bebé están bien?
―Sí, Carlisle llegó por la
mañana temprano. Fue un parto natural, muy rápido, y todo salió a las mil maravillas.
Los dos están estupendamente ―mi madre rio entre dientes―. Los niños de La Push
son fuertes como robles.
Era el segundo hijo de Emily
y Sam, otro niño. Se habían casado hacía tres años y esos críos solo se
llevaban dos años de diferencia. Como siguieran así, esa casa se llenaría de
lobos. Me reí hacia mis adentros al imaginarme la escena.
Pero pronto la alegría fue
barrida por los nervios. Jake era el
que me iba a llevar al instituto y ahora tenía que ir sola. Sabía que el turno
de noche de Sam era hasta las diez de la mañana y que Jacob no iba a poder
llevarme.
―¿Por qué tuvo que ir Jake? ―inquirí,
algo irritada―. ¿No podía ir cualquier otro?
―Es el otro Alfa ―se encogió
de hombros―, tendría que ir.
―Pero son dos manadas. Sam
es el Alfa de una y Jake el Alfa de la otra. ¿No podían buscarse la vida en la
manada de Sam?
Mamá se quedó algo pensativa
y después se encogió de hombros otra vez.
―Supongo que alguien tiene
que supervisar las dos manadas ―dijo.
Algo no me encajaba.
―Pero, ¿Sam no tiene un
segundo al mando? Jake no está a todas horas patrullando con su manada solo
para supervisar ―enfaticé esa palabra
con rabia―, tiene a Leah como segundo al mando bajo sus órdenes que lo hace por
él cuando no está.
Ambas nos miramos,
frunciendo los labios. Mi madre sabía que yo tenía razón.
―Bueno, le diré a tu padre
que investigue cuando vea a Jacob.
No me gustaba que papá le
leyera los pensamientos a Jake, por mucho que gritara, como decía él. Además…
―Papá estaba aquí cuando
Jacob vino a avisar, ¿no?
―Sí ―mamá se dio cuenta de
mi intención en cuanto formulé la pregunta―, y no me contó nada, así que lo que
nos dijo Jacob tiene que ser verdad.
Seguía siendo raro, pero, aun
así, seguro que Jake no había mentido. ¿Por qué iba a hacerlo? Él nunca mentía.
No me encajaba, pero seguro que había alguna otra razón.
―Bueno, ya me lo contará
Jake ―sentencié.
Mamá asintió con una
sonrisa.
―Por cierto, ¿dónde está
papá ahora?
―Ha ido a la otra casa para
hablar con Alice.
―¿Para hablar con Alice? ―repetí.
―Sí, como Jacob no puede
llevarte al instituto, lo hará ella. Están discutiendo
el tipo de coche adecuado.
Genial. Ya no iba a ir sola.
No iba a tener la mano de Jake, pero…
―Vale ―señalé la puerta de
la cabaña con el dedo―. Entonces, voy para allá, a desayunar y eso.
―Voy contigo.
Salimos de la cabaña
gastándonos bromas y riéndonos, sin embargo, se me hizo raro caminar hacia la
casa sin Jacob.
Desde que era pequeña, venía
todos los días de madrugada de La Push en su forma lobuna y se echaba a dormir
un rato bajo mi ventana mientras me esperaba. Le resultaba más fácil dormir a
la intemperie como lobo y, aunque no era necesario, ya que en caso de
emergencia estaba con mis padres, se sentía más seguro en esa forma si tenía
que protegerme. En los últimos años, después de nuestro encuentro con los
Vulturis, nos visitaban de vez en cuando algunos vampiros curiosos que querían
verme como si de un mono de feria me tratase, y no todos eran de fiar, por lo
que mi familia y Jake siempre estaban alerta. Esa era otra de las razones por
las que mi familia se quería mudar.
Cuando me levantaba, me
asomaba a la ventana para avisarle y tirarle una de sus camisetas ―tenía unas
cuantas guardadas en la cómoda de mi habitación para que pudiera cambiarse― y
cuando salía por la puerta, ya me esperaba como humano, vestido y todo. Después,
desayunábamos juntos en la otra casa y charlábamos animadamente. Cuando mi
padre me daba las clases en la enorme mesa de cristal del salón, él se sentaba
a mi lado y me ayudaba con los deberes, casi parecía mi compañero de pupitre. A
mi padre no le hacía mucha gracia, porque decía que me distraía, pero Jake no
le hacía ni caso. A menudo se enzarzaban en alguna discusión sobre algún punto
de la lección que estuviese dando, sobre todo en Historia, sin embargo, mi
progenitor enseguida lo solucionaba diciendo que mi padre era él y que era el
que decidía mi educación y formación. A Jake no le quedaba otro remedio que
aguantarse en este asunto, aunque seguía protestando e interviniendo, para
desgracia de mi padre.
Excepto en las clases de
piano. Jake solía quedarse mudo e ensimismado cuando me veía tocar. La verdad
es que siempre se me había dado muy bien; al parecer, había heredado esa
habilidad de mi padre. Cuando era más pequeña, muchas veces tocábamos juntos en
el enorme piano de cola blanco que había en la esquina del salón. Me encantaba
sentarme a su lado y jugar a competir con él para ver quién tocaba más rápido,
o a copiar la pieza que interpretaba, mejor dicho, intentar copiar, porque mi
padre era insuperable. Otras veces, me sentaba al piano sola y les dedicaba
canciones a mis padres, a mi familia y sobre todo a Jake; todos me observaban engatusados,
sin embargo, con él era diferente, su sonrisa era especial, siempre me hacía
sentir la persona más importante del mundo. Incluso le grabé un CD para uno de
sus cumpleaños con temas clásicos populares tocados por mí. Lo guardaba como
oro en paño y era la única música clásica que escuchaba. Ahora a mí también me
gustaba más otra clase de música, aunque seguía tocando de vez en cuando.
Los vampiros curiosos que
nos visitaban no eran vegetarianos y
algunos alargaban sus visitas hasta el punto que decidían quedarse una
temporada. Eso implicaba que salían de caza, así que también afectaban a la
tribu de Jake, por lo que a media mañana se transformaba de nuevo e iba a La
Push con la manada y no regresaba hasta la tarde.
Cuando lo hacía en su forma
lobuna, yo salía en su busca, corriendo por el bosque; se transformaba y
pasábamos el resto de las horas juntos, jugando o charlando entre los árboles o
en nuestro rincón. En cambio, otras veces volvía en su Golf rojo y me llevaba a
La Push para que viese a Billy y al resto de los chicos de las dos manadas.
Muchas veces, nos quedábamos en su garaje y me enseñaba cosas de mecánica o
jugábamos con las piezas. Me encantaba observarle trabajar, el sitio, la grasa,
el olor. Otras, nos íbamos a la playa a jugar con la arena y con el agua. En
verano solía llevarme a hacer excursiones por los bosques y acantilados de los
alrededores, a recorrer a pie las sendas que había en parte del cauce del
caudaloso río Quillayute, a pescar, a pasear por las marismas cercanas a la playa
para observar las charcas llenas de vida que se formaban con la bajamar, y a
las fiestas tradicionales quileutes, en las que había juegos. Eran los únicos
momentos de mi vida en los que jugaba con otros niños, aunque con mucho
cuidado, claro, Jake y yo seguíamos las pautas de mis padres a rajatabla. También
me llevaba a visitar a Charlie, que cada vez que me veía abría los ojos como
platos, aunque prefería no hacer preguntas y se limitaba a hacer su papel de
abuelo, a abrazarme y besarme.
Pero hoy no estaba a mi lado
y, mientras caminaba con mi madre, se me escapaba la vista para ver si lo veía…
Alice conducía el Volkswagen
marrón metálico de mi padre a toda velocidad por la carretera que se dirigía al
pueblo. Papá la había convencido para que me llevase en este coche, y menos
mal, porque ella quería hacerlo en el flamante y caro Ferrari rojo que Jasper le
había regalado. Ya llamaba bastante la atención este coche de gama alta y yo
quería pasar desapercibida como otra estudiante más, cosa que no casaba mucho
con la tía Alice.
La música estaba altísima y
retumbaba en todo el vehículo, pero a ella no parecía importarle demasiado.
Cantaba alegremente, igual de alto. Resoplé y bajé el volumen.
―¿Qué pasa? ―preguntó
mientras cambiaba de marcha―. ¿No te gusta la ópera?
―Es que estoy un poco
nerviosa y esta música me pone histérica ―le respondí, apoyándome en el
reposacabezas a la vez que miraba por el parabrisas.
―Ya ―hizo una mueca―. Te
falta Jacob.
La verdad es que sí. Estaba
nerviosa por mi primer día en el instituto, mi primer contacto real y
continuado con humanos completos, y necesitaba su apoyo y su calor. Pero
también estaba preocupada por él y por la manada. Esos vampiros… ¿y si le había
pasado algo, o a los chicos? ¿O a alguien de la tribu?
Rodeé la muñeca derecha,
donde tenía la pulsera, con la otra mano.
―Espero que te guste tu
habitación ―espetó Alice de repente, seguramente para cambiar de tema y
relajarme―. Lo he decorado de acuerdo a tus gustos. Ah, y también te he llenado
el armario ―dejó caer; yo puse los ojos en blanco y resoplé―. No empieces a
poner caras raras antes de verlo ―me advirtió, antes de que yo pudiera acabar
de resoplar―. He metido de todo un poco y creo que te gustará ―me miró y
frunció los labios―. Bueno, y tu madre también me ha ayudado ―admitió.
Si mamá la había vigilado,
seguro que la ropa me gustaría un poco más.
―Gracias ―le dije con una
sonrisa―, debió de costarte un triunfo no dejarte llevar.
Suspiró.
―Tu madre también es muy
cabezota y puede ser muy persuasiva algunas veces.
Cuando empezamos a
adentrarnos en el pueblo, aminoró la velocidad a una normal. Nos quedamos en
silencio y, después de un rato, me miró, traviesa.
―¿Quieres que te coja la
mano y te acompañe hasta tu clase? ―le puse cara como de no, gracias y se echó a reír con esa risa de duendecillo―. Creo que
deberías dejar esa manía de aferrarte a la mano de ese perro ―empezó a hablar
tan deprisa, que casi parecía que se iba a quedar sin aliento cuando empezaba
la siguiente frase―. Eres como esos niños que siempre se agarran a su peluche y
no lo quieren soltar y van con él a todas partes. Bueno, ahora eres mayor,
empiezas al instituto y tienes que separarte un poco de él. Ya sabes que no
dejan llevar mascotas a clase. Además, querrás que se te acerque la gente, ¿no?
Si él fuera pegado a ti a todas horas…
Cuando me dio tiempo a
asimilar todas las palabras que iba soltando por esa boca, me aparté del
reposacabezas para mirarla fijamente.
―¿Qué quieres decir? ―le
interrumpí.
Aunque lo había dicho en
tono de broma, no sé por qué había algo que no me gustaba nada en todo ese
discursito, sobre todo lo de separarme de
él. Ya la conocía bastante bien y cuando hablaba así de atropelladamente,
escondía algo.
Me miró con esos ojos
dorados abiertos de par en par y puso cara de niña buena.
―Nada, solo era una broma ―me
dijo con una inocencia sobreactuada.
Fruncí el ceño y abrí la
boca para hablar, pero antes de que me diera tiempo, paró el coche.
―Ya hemos llegado ―su
sonrisa delataba alivio.
―Salvada por la campana ―mascullé
mientras abría la puerta para bajarme.
Me apeé del coche y saqué la
mochila del asiento de atrás. Cerré la puerta trasera con un suave portazo y
suspiré.
―Gracias por traerme ―dije,
sincera.
―De nada, cuando quieras.
Estoy aquí, por si tienes problemas.
Asentí y la despedí con la
mano, después, me encaminé hacia el edificio.
Ahora sí que empezaba mi
nueva vida. Era mi comienzo.
El olor de la sangre humana
era bastante fuerte y mis oídos se veían rodeados por cientos de latidos de
corazón más lentos que el mío que bombeaban a diferentes ritmos y que provenían
de todas partes. Nada que no pudiera controlar, al menos, al aire libre. Me
giré y le levanté el pulgar a Alice en señal de que todo iba bien. Mi tía me sonrió,
pero no se movió de su sitio.
Me percaté de que la gente
me miraba mientras caminaba hacia el centro, pero me imaginé que, siendo nueva
y en un pueblo pequeño como Forks donde se conocen todos, era normal. Respiré
hondo y me adentré en el pabellón.
Jacob y yo habíamos recogido
el horario con mis clases la mañana anterior y mis padres se habían empeñado en
hacerme un plano a mano alzada del edificio que me había estudiado en casa, con
lo cual ya sabía adónde tenía que dirigirme.
Los pasillos y las aulas
eran tan cual me los habían descrito mis padres. Ahora el efluvio que emanaba
de la sangre humana era más intenso y también estaba más concentrado. Comencé a
notar la acidez caliente de la sed al final de mi paladar, justo donde se junta
con la garganta. Sin embargo, y como yo había esperado, tampoco se diferenciaba
mucho de lo que sentía cuando estaba con mi abuelo o el resto de humanos que
conocía. Era la misma sensación, solo que un poco más fuerte, y, como me había
pasado en el exterior, no era nada que no pudiera controlar perfectamente.
Respiré aliviada y seguí caminando más tranquila, aunque otra cosa empezó a
incomodarme, por vergüenza. El resto de alumnos se giraban a mi paso y se
quedaban claramente boquiabiertos, así que aceleré un poco hasta que llegué a
mi primera clase, que era la de Literatura.
Cuando entré en el aula, ya
había muchos compañeros en sus asientos, por lo que eché una ojeada rápida para
ver dónde me podía sentar. Con mis ojos de medio vampiro enseguida vi una silla
vacía al lado de una chica morena de estética gótica y me dirigí hacia ella
para preguntarle si estaba libre.
Me di cuenta de que nadie se
sentaba ahí en el momento en que me acerqué y todos se giraron para mirarnos, luego
me senté directamente. Ignoré a los demás.
Por el rabillo del ojo
observé con más atención a la chica que se sentaba a mi lado.
Era morena, de pelo más bien
castaño oscuro, largo y cardado. Iba entera de negro: la sombra de ojos, la
línea dibujada bajo ellos, los labios, la ropa y hasta las uñas. Tenía un piercing
de aro en la nariz y era bastante pálida. Su camiseta negra tenía la foto de un
grupo heavy que yo no conocía y
llevaba unas botas con hebillas por encima de los pantalones.
―Eres nueva, ¿no? ―me
preguntó ella de repente, mientras masticaba un chicle.
―Sí ―asentí.
―Me lo imaginaba ―suspiró.
Al girarse y mirarme me
percaté de que tenía los ojos dorados y me llevé una sorpresa, pero enseguida
me di cuenta de que eran lentillas. Además, olía a humana.
―Me llamo Helen Spencer ―y me
extendió la mano.
Me pareció un nombre muy
normal para una chica como ella, casi hasta demasiado dulce.
―Nessie Cullen ―rodeé su
muñeca con las dos manos por encima de su chaqueta a modo de saludo, para que
no notase mi temperatura.
El señor Berty entró por la
puerta y posó su maleta encima de la mesa. Todo el mundo se quedó en silencio y
prestó atención a su puesta en escena. Nos dio la bienvenida y empezó su
discurso de primer día de clase, presentándonos las lecciones que íbamos a dar
y los libros que tendríamos que leer.
―¿Qué horario tienes? ―me
preguntó Helen en voz baja mientras el señor Berty seguía su disertación.
Saqué el papel del bolsillo
de mi pantalón y lo extendí en el pupitre.
―Mi siguiente clase es la de
Cálculo ―dije, poniendo el papel en el medio de las dos.
―¡Anda! Es el mismo horario
que el mío ―sonrió con entusiasmo―. Si quieres, puedes sentarte conmigo en las
otras clases ―de pronto, cambió el semblante y bajó la mirada―, aunque, bueno,
si no te apetece…
―Claro, no conozco a nadie ―le
correspondí la sonrisa de antes y ambas nos reímos por lo bajo.
Me extrañó que nadie se
quisiera sentar con ella, me parecía una chica muy abierta y habladora. Me cayó
bien.
El resto de la clase
continuó con un poco más de discurso y concluyó con la introducción de la
primera lección. Las demás clases fueron más de lo mismo: sermones de
bienvenida, esquemas de las lecciones, etc. A medida que escuchaba los
discursos de las futuras lecciones, me fui dando cuenta de que este curso iba a
ser muy fácil para mí académicamente, ya que había dado la mayor parte del
contenido del curso con mi padre.
A la hora del almuerzo fui
con Helen a la cafetería, donde se iba a encontrar con sus tres amigas. Me
había contado que, cosas del destino, no habían coincidido en ninguna clase.
Insistió en que comiera con ellas y yo acepté, ya que no conocía a nadie más y
no quería comer sola.
Cuando llegamos a la mesa
donde se solían sentar, me sorprendió lo distintas que eran las unas de las
otras.
Dos de ellas eran gemelas.
Eran las típicas pelirrojas de ojos marrones con pecas, de pelo liso que les
llegaba hasta los hombros, delgadas. Tenían la blanca piel llena de esos
puntitos marrones, incluso las manos. La única diferencia entre ellas era que
una llevaba flequillo y la otra no. Vestían muy diferente a Helen, más bien era
un estilo más parecido al que llevaba yo ese día.
La otra era una chica con el
pelo teñido negro azabache, ultra-liso, capeado y largo. Era muy guapa y
llevaba bastante maquillaje, cosa que la hacía aparentar más edad. Estaba de pie,
posando la bandeja de comida, y pude advertir que tenía muy buena figura, para
ser una humana. Esta vestía mucho más sotisficado que las demás chicas del
instituto, con tacones de aguja incluidos. Sus ojos eran de color marrón oscuro
y su tez era normal. Le habría encantado a Alice.
―Hola, chicas, os presento a
Nessie Cullen ―Helen me señaló con la mano mientras hablaba.
―Hola ―dije tímidamente.
―Hola, nosotras somos Jennifer
y Alison Jonson ―dijeron las gemelas a la vez.
―Bueno, la del flequillo es
Jennifer y la otra Alison ―matizó Helen, riéndose las tres.
―Y yo soy Brenda Miller ―esta
me sonrió con educación, pero me pareció que lo hacía solo por eso.
―Bueno, ahora que ya las
conoces, vamos a por nuestra comida o nos quedaremos sin nada en un abrir y
cerrar de ojos ―Helen me empujó suavemente hacia la cola―. No sabes cómo come
aquí la gente.
Cogimos las bandejas y nos
pusimos a la cola. Mientras esperábamos y avanzábamos lentamente, me di cuenta
de que Brenda no dejaba de mirarme de arriba abajo.
―Solo te tiene envidia ―me
dijo Helen cuando se dio cuenta y vio mi cara de extrañeza.
―¿Envidia? ¿A mí? ―ahora sí
que estaba sorprendida.
―Claro, mujer ―se rio―. A
ella le encanta ser el centro de atención, y ahora llegas tú y se lo quitas. Es
buena tía, pero tiene ese defecto ―se encogió de hombros―. No te preocupes,
pronto se le pasará y le caerás bien, ya lo verás.
Llenamos las bandejas de
comida y nos sentamos a la mesa.
―Menuda lata ―se quejó
Brenda, dirigiéndose a Helen―. Estamos todas separadas en todas las clases.
―¡Nosotras no! ―exclamaron
las gemelas al unísono.
―Nos ha tocado a las dos
juntas en todas las asignaturas, excepto en Cálculo ―siguió Alison.
―¡Qué suerte! ―Brenda se
acicalaba el pelo con la mano y hablaba a la vez―. Yo tengo un compañero
diferente en casi todas.
―Pues yo me siento con
Nessie en todas las clases ―contestó Helen, mirándome―. Tenemos el mismo horario.
Brenda me observó mientras
se comía su ensalada de lechuga, tomate y poco más.
―Tienes un nombre bastante
raro, nunca lo había oído ―me dijo, pinchando las hojas de lechuga con el
tenedor.
―Bueno, en realidad es una
especie de diminutivo.
―¿Y de dónde viene? ―preguntó
Jennifer.
―De Renesmee.
Se quedaron boquiabiertas
durante unos segundos. A Brenda se le cayó el trozo de tomate que había
pinchado, en tanto me miraba con cara de espanto, y las otras tres seguían con
la boca abierta. Me dio un poco de risa.
―Sí, lo sé ―suspiré―. Es un
nombre rarísimo. Por eso me llaman Nessie, es más sencillo y a mí me gusta.
Eso me hizo recordar a
Jacob, puesto que había sido él quien me había puesto ese nombre.
―Renesmee ―repitió Alison,
sacándome de mis pensamientos.
―Mi madre tuvo la feliz idea ―maticé esa palabra con
sarcasmo― de juntar los nombres de mis abuelas: Renée y Esme ―me encogí de
hombros.
―¿De dónde eres? ―quiso saber
Jennifer.
Eso no estaba dentro del
plan. Cogí el ketchup y empecé a
echarlo lentamente encima de mis patatas para darme tiempo a pensar. Cuando
terminé, ya tenía la respuesta.
―Bueno, nací aquí en Forks,
pero he llegado hace poco de Denali.
Había estado allí hacía dos
semanas con mis padres para ver a Tanya y a su familia, así que no era mentira.
Otra vez recordé a Jake, en
lo muchísimo que lo había echado de menos durante mi estancia en Denali. No
había dejado de pensar en él en toda esa semana, en si estaría bien, en qué
estaría haciendo en cada momento, en si me echaría tanto de menos como yo a
él... Y eso que nos habíamos llamado todos los días y hablábamos durante horas.
Todavía recordaba el larguísimo abrazo que nos habíamos dado a mi regreso, cuando
él ya me esperaba en el porche de la casa grande.
Helen se quedó pensativa
durante un rato, pero no tardó en preguntarme.
―Tu apellido me suena mucho.
Tu padre no será el famoso doctor Cullen que estaba en el hospital hacía unos
meses, ¿no?
Esto ya era otra cosa. Seguí
mi plan al pie de la letra.
―No, en realidad es mi tío.
Vivo con él y su mujer ―seguí contando mi historia para evitar el interrogatorio―.
Mis padres se quedaron en Denali, pero yo me vine porque aquí tengo mis raíces
y a mis amigos ―eso lo improvisé.
―Ese hombre se conserva muy
bien ―me dijo Helen―. No sé cuántos años tiene, pero aparenta unos treinta y
poco.
―Ni siquiera yo sé cuántos
tiene en realidad ―eso era verdad―. Y él no lo dice nunca, es muy coqueto y se
cuida mucho.
―Los famosos Cullen ―murmuró
Brenda―. Entonces, tus primos son los Cullen que vinieron a este instituto.
¿Mis primos? No me había
dado cuenta de ese detalle. Ahora mis padres y mis tíos eran mis primos, y mis
abuelos eran mis tíos, qué enredo más gracioso.
―Pues sí ―se hizo un pequeño
silencio y cambié de tema, no quería más preguntas―. Así que os ha tocado
separadas a todas.
―Eso parece ―suspiró Brenda―.
A todas, excepto a estas dos ―y señaló a las gemelas.
―Nosotras siempre estamos
juntas ―dijo Jennifer.
―Somos una ―continuó Alison.
―¡Nadie nos puede separar! ―exclamaron
las dos a la vez, levantando los tenedores al aire.
Las dos se miraron y se
echaron a reír. Su complicidad y sincronización me recordó una vez más a Jacob,
a nosotros.
De pronto, la palabra separar hizo que me acordara del
atropellado discurso de Alice de esta mañana mientras me traía al instituto, y
noté un pinchazo en el estómago. Se me fue el apetito al instante. ¿Por qué lo
habría dicho?
Durante el resto del día ―después
del almuerzo―, ya no podía prestar atención al resto de disertaciones de
bienvenida y presentaciones de las lecciones de las clases que me quedaban,
aunque no me perdía nada, casi me los sabía de memoria, eran más de lo mismo.
En lugar de eso, no podía dejar de hacerme preguntas y de pensar en Jake.
¿Qué había querido decir
Alice? ¿Es que me estaban ocultando algo? ¿Tendría algo que ver con que Jacob
no me viniera a buscar esta mañana?
Entonces, un estremecimiento
me recorrió el cuerpo cuando una vaga ocurrencia se me pasó por la cabeza. Vaga,
porque incluso mi cerebro se negaba siquiera a insinuarlo. Me subió de los pies
a la cabeza, rápido como el chispazo que sale al encender una cerilla, solo que
este era frío, helado.
A… Jake… le… ha… pasado… algo, tuve que obligarme a pensar las palabras una por
una.
La profesora de Historia
seguía escribiendo las lecciones del curso en la pizarra, cuando me levanté de
sopetón del pupitre, arrastrando conmigo la silla.
Me levanté tan deprisa, que
la silla salió despedida hacia atrás y chocó con la mesa posterior,
produciéndose un ruido metálico por el deslizamiento de las patas. Toda la
clase, incluida la maestra, se giraron después del sobresalto inicial.
Helen me miraba con el
rostro aún más pálido de lo que lo tenía normalmente, seguramente porque ni
siquiera se había dado cuenta de que me había levantado, dada la velocidad con
que lo había hecho.
―¿Señorita Cullen? ―preguntó
la señora Smith con un tono claramente irritado en la voz.
El nudo de mi garganta me
hacía daño. Intenté que mi voz pareciera lo más segura posible.
―Tengo que llamar por
teléfono. Es urgente ―susurré al final.
La señora Smith se quedó
mirándome durante unos segundos, analizando mi rostro de súplica, y asintió.
Cogí el móvil que mi padre
me había metido en la mochila y salí disparada, como lo haría una humana, hacia
el pasillo. Siempre había odiado esos trastos, pero en ese momento me pareció
el mejor invento del mundo. Todos siguieron mis pasos con las cabezas.
Una vez fuera de la clase,
cerré la puerta y marqué el teléfono de Jacob a la velocidad de un cohete. Si
llamaba a mi casa y había pasado algo, seguirían con la farsa y no me enteraría
de la verdad.
El tono del teléfono sonó
cinco veces y nadie lo cogía. Seis. Siete. Ocho. Nada.
Me enganché el pelo de raíz
con la mano mientras daba cortos paseos de acá para allá con nerviosismo.
Once. Doce. Trece…
Estaba a punto de colgar, ya
desesperada, cuando alguien descolgó el teléfono.
―¡¿Jake?! ―de un brinco, me
puse contra la pared, con la cabeza gacha, y apoyé la mano con el brazo
estirado.
Me temblaban las piernas.
―No, soy Billy. ¿Eres tú,
Nessie?
―Sí, ¿está Jake?
―No, no está aquí. ¿Qué te
pasa? Pareces nerviosa.
Tal vez Billy no supiera
nada. Tenía que ser cauta y actuar con sutileza.
―No, nada ―intenté relajar
el tono de mi voz―. ¿Sabes dónde está?
―Está en su garaje. ¿Te ha
pasado algo? ¿Quieres que le llame para que se ponga?
Cerré los ojos y respiré
aliviada. Me di la vuelta y me apoyé en el paramento, más calmada.
―No, no te preocupes, tengo
que ir a clase. Era una chorrada de las nuestras.
Billy se rio entre dientes.
Ahora ya no había razón para
preocuparme ni para molestarle y, además, tenía que entrar en el aula.
Nos despedimos y colgué el
teléfono.
Cuando entré en clase, todos
volvieron las miradas hacia mí hasta que me senté de nuevo.
―¿Era algo grave? ―me
preguntó la señora Smith desde la pizarra, bajando un poco sus gafas de pasta
verdes.
Mis compañeros de clase se
giraron para mirarme, expectantes ante la perspectiva de un nuevo cotilleo para
el almuerzo de mañana.
Genial,
pensé. Yo que quería pasar desapercibida, ahora era el centro de atención de
toda la clase. Seguramente, al día siguiente lo sería de todo el instituto.
―No, era una falsa alarma, gracias ―esta última palabra la dije
bajito, entre dientes.
La profesora asintió,
subiéndose las gafas de nuevo, y se giró para seguir escribiendo su
interminable lista de lecciones.
Empecé a copiar lo que me
había perdido y el resto de la clase transcurrió sin más problemas.
Habían pasado diez minutos
desde que la señora Smith había terminado de escribir, cuando sonó el timbre de
la que era mi última hora. La gente empezó a levantarse ruidosamente de su
sitio, a excepción de algunos rezagados que seguían copiando.
Helen y yo salimos al
pasillo, donde nos fuimos encontrando primero con Brenda y después con Jennifer
y Alison.
A medida que nos acercábamos
a la puerta de salida mientras charlábamos sobre las clases, se notaba una suave
brisa que discurría por el pasillo y que se iba haciendo más y más intensa.
Aunque no habíamos salido
todavía, mi olfato detectó enseguida un olor familiar que se mezclaba con el
aire otoñal de fuera y con todos esos efluvios humanos. Ese aroma que me encantaba
y que tanto había echado de menos esa mañana.
Jake había venido a
buscarme.
A mí me encantaba su olor, desde
siempre. No me olía a perro mojado, como decía mi familia. Aunque su sangre no
era humana del todo y estaba mezclada con algo animal, olía extremadamente
bien. Era extraño, porque su olor me parecía realmente delicioso, más que el de
ningún otro ser, incluso lobo, pero no me daba sed, como sí me ocurría con los
animales que cazábamos, o con los demás lobos, o con los humanos que ahora mismo
me rodeaban. Jacob parecía estar en un lugar aislado y único, a salvo, al menos
de mis colmillos. Su aroma me llamaba de otra forma, de un modo imposible de
explicar. Su maravilloso efluvio, además, estaba vinculado al bosque, también olía
a madera, a naturaleza, y su piel tenía algo aromático que me gustaba muchísimo.
Tuve que reprimir mis ganas
de salir corriendo en su busca y tirarme a sus brazos. Después del susto de
antes, era lo único que me apetecía hacer. Pero ahora ya sabía que estaba bien,
y no podía dejar a mis nuevas amigas allí tiradas sin despedirme ni nada. Se
habían portado muy bien conmigo.
Seguimos caminando despacio ―a
mí me pareció una eternidad― y al fin salimos al exterior, donde el olor se
hacía más intenso y me indicaba hacia dónde tenía que mirar para verle: a la
izquierda.
Giré la cabeza súbitamente
en esa dirección y, por fin, le vi.
Estaba apoyado en su Harley
Sprint, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón, sonriéndome con
esos dientes blancos suyos que resaltaban sobre su cobriza piel, mirándome con
sus centelleantes y alegres ojos negros. Una ola de alegría invadió mi cuerpo
nada más verle.
Aunque volví el rostro para
despedirme de mis compañeras, no pude evitar echar fugaces vistazos a Jacob a
cada instante.
―Bueno, chicas ―comenzó a
despedirse Helen―. Mañana nos vemos…
―¡Hey, mirad a ese tío! ―exclamó
Brenda en voz baja antes de que Helen terminara su frase.
A las cuatro se les cayó la
mandíbula y permanecieron así unos segundos mientras miraban a alguien. Brenda
estaba frente a mí y su cabeza miraba hacia su derecha, que era mi izquierda…
Volteé mi cara y vi a varios
chicos en el aparcamiento, junto a sus coches.
―¿Cuál? ―pregunté con curiosidad.
―El chico de la moto ―cuchicheó
Brenda sin quitarle ojo.
Un chico con moto… Miré de
nuevo y solo estaba… ¿Jacob? Todas le estaban mirando a él…
―¿Qué le pasa? ―miré a Jake
sin comprender.
¿Es que tendrían prejuicios?
Porque si era así, tendría que buscarme nuevas compañías. No me gustaba ese
tipo de gente.
―¿Estás ciega? Es muy guapo ―murmuraron
las gemelas al unísono entre risitas tontas.
―¡Está como un tren! ―exclamó
Brenda con entusiasmo.
¿Qué? ¿Cómo? ¿Jacob, guapo?
¿Mis nuevas amigas pensaban que Jake estaba como… como un tren?
Me quedé observándole y por
primera vez mis ojos miraron de una forma extraña.
Su pelo negro lucía corto, a
la moda, y hacía juego con sus expresivos y grandes ojos del mismo color. Su
piel rojiza era de aspecto suave y hacía resaltar aún más sus dientes
blanquísimos y perfectos. Llevaba una camiseta marrón de manga corta que
marcaba sus músculos y dejaba al aire sus enormes y poderosos brazos, y unos oscuros
vaqueros largos que no es que fueran ceñidos, pero, al igual que le pasaba con
la camiseta, a él le quedaban algo ajustados.
La verdad, era bastante…
¿guapo? Yo diría más bien muy guapo, guapísimo. Tal vez sí que estaba un poco
ciega, porque nunca me había fijado de ese modo.
―Nos está mirando ―por su
tono de voz, me percaté de que para Brenda ese nos era como un me―.
Tiene una sonrisa preciosa.
Brenda le lanzó un guiño de
ojo descarado a Jacob y le sonrió, cosa que me molestó bastante. ¿Qué fue eso?
Le hubiera dado un puñetazo allí mismo, de no ser porque yo no era agresiva.
Bueno, y porque le podría arrancar la cabeza de cuajo sin querer.
―No es de por aquí, debe de ser
de la reserva ―adivinó Helen―. Parece más mayor que nosotras, ¿cuántos años
tendrá? Aparenta unos veinticinco.
―Me gustan mayores ―espetó
Brenda, jugueteando con el pelo, sin apartar la vista de él.
Apreté el puño con fuerza.
―Parece un jugador de la NBA
―añadió Jennifer, mirándole boquiabierta.
―Me encanta la NBA ―siguió
Brenda, haciendo lo mismo.
Rechiné los dientes.
―Me pregunto si vendrá a
buscar a alguien ―dijo Alison.
Mi oportunidad.
―Sí, a mí ―intervine, adelantándome
a Brenda, que ya estaba a puntito de decirlo para hacer la gracia―. Así que
tengo que irme, chicas. Gracias por todo.
Empecé a trotar de camino a
Jacob y las dejé atrás con los ojos abiertos por la sorpresa y la boca
colgando. Por el rabillo del ojo pude ver que Brenda parecía pálida por primera
vez. Solté una risilla maquiavélica.
―¡Os veo mañana! ―grité,
alejándome trotando mientras me despedía con la mano.
Ahora ya no me importaba
salir corriendo hacia Jake, es más, lo iba a hacer para darle una lección a esa
descarada de Brenda.
Tiré la mochila junto a la
moto. De un salto, me arrojé a sus brazos para abrazarle y me elevó por el aire,
dando una vuelta mientras nos reíamos. Me posó en el suelo, apoyé mi mejilla en
su cálido pecho y le rodeé el cuerpo con los brazos, apretándolo. Jake hizo lo
mismo con los suyos, acercó su rostro a mi cabeza y me olió el pelo. A él
también le encantaba mi olor.
―Qué efusiva. Veo que tú
también me has echado de menos ―susurró.
―Sí, mucho ―hundí la cara en
su pecho e inspiré para olerle.
―Qué, ¿no has intentado
comerte a alguien?
―Muy gracioso ―le respondí
con retintín.
Jacob se rio.
―Bueno, prueba superada ―entonces,
su voz sonó más seria y muy cálida―. Estoy muy orgulloso, aunque siempre he
confiado en ti.
―Lo sé ―apreté mi abrazo―.
Gracias, Jake.
―Así que ya has hecho amigas
―cambió de tema.
Me aparté un poco de él para
mirarle.
―Sí, al menos, lo son de
momento.
―¿De momento? ―me miró
extrañado―. ¿No te caen bien?
―Sí ―hice una mueca―. Bueno,
casi todas. La morena guapa ―maticé
esa palabra con intención― no me cae muy bien. Es un poco… creída.
―Ah, ya.
―¿Cómo que ya? ―me aparté un paso de sus brazos
para ver mejor su rostro.
―Bueno ―Jacob me soltó para
ponerse a mi lado y me pasó el brazo por los hombros. Nos apoyamos en la moto y
vi que ellas seguían en el mismo sitio, echando un vistazo de vez en cuando.
Giré la cabeza para mirarle―. Verás, no sé si te has fijado, pero no hacía más
que insinuárseme.
¿Que si no me había fijado?
Hasta yo, que había tenido doce años hacía un mes y medio, lo había notado.
Me miró con una mueca
sonriente, una de esas sonrisas torcidas suyas. Para mi asombro, parecía muy
satisfecho. Fruncí el ceño de tal manera, que casi me hacía daño, y apreté
tanto los dientes, que me rechinaron. A Jacob parecía encantarle mi reacción.
―Mira ―siguió sonriendo,
disfrutando―, vas a tener que pararle los pies, o mañana se me tirará al cuello
a morderme.
Algo parecido a fuego me
atravesó el cuerpo.
―A lo mejor es lo que
quisieras tú ―le solté, mordaz.
Se carcajeó y me atrajo con
fuerza contra su pecho. A mí no me hacía ni pizca de gracia. Le aparté y me
crucé de brazos, enfadada.
Se quedó en silencio,
mirándome con su sonrisa torcida.
―No te preocupes, no me
gusta nada.
―Pues bien que te diste
cuenta de sus insinuaciones ―dije con sarcasmo.
―Soy un hombre. Cualquiera
se hubiera dado cuenta.
Se rio como si fuera lo más
normal del mundo y le miré boquiabierta, con la ceja levantada.
―Claro, si una chica guapa
se te insinúa…
―No es tan guapa, lleva
demasiado maquillaje.
―Veo que te fijaste poco en
ella ―seguí con mi sarcasmo.
―No me fijé, es que la estoy
viendo desde aquí ―me cogió la barbilla y giró mi cabeza en dirección a mis
amigas.
―Ah ―me empezó a dar un poco
de vergüenza.
―Cuando estabas con ellas,
te estaba mirando a ti ―ahora hablaba más serio―. Solo aparté la vista cuando
me guiñó el ojo porque me hizo gracia, eso es todo ―alegó, encogiéndose de
hombros.
¿Pero a mí qué me importaba?
¿Por qué me tenía que dar explicaciones? Comencé a sentirme culpable.
―Bueno, no me importa, Jake.
No me tienes que explicar nada, puedes hacer lo que quieras.
―Eso es lo que estoy
haciendo ―sonrió.
Se hizo un tímido silencio
que rompió al cabo de un rato.
―Qué, ¿nos vamos? ―preguntó,
dándole un golpecito a la moto con la mano.
Me aparté de la máquina de
un salto, con una sonrisa de oreja a oreja.
―¿En la moto?
―Sí, quiero compensarte por
lo de esta mañana. ¿Te parece bien?
¿Que si me parecía bien?
Llevaba años queriendo subirme a la moto, pero ni siquiera Jake me dejaba
porque era muy pequeña. Le abracé de nuevo.
―¡Claro, Jake! ¡No sabía que
me ibas a llevar en la moto!
―¿Y qué te creías, que la
traía de adorno para apoyarnos en ella?
Mi mejor amigo se subió a la
moto y yo me monté detrás, después de ponerme la mochila a la espalda. El motor
rugió con fuerza cuando la arrancó, haciendo que todos los que aún quedaban
alrededor se giraran para mirarnos, incluidas mis nuevas amigas.
―¡Agárrate fuerte! ―gritó a
la vez que aceleraba.
Me aferré a su cintura y
salimos disparados del aparcamiento en dirección a la carretera.
TAHA AKI
El viento templado de finales
de septiembre me golpeaba la cara con velocidad, arrastrando hacia atrás mi
pelo, y, aunque yo podía correr tan rápido como la moto negra, la sensación de
libertad era enorme. Tal vez porque solo tenía que centrar mi atención en el
viento y no tenía que fijarme en otras cosas, como ir por dónde iba. O tal vez
era el hecho de ir junto a Jake. Siempre me sentía más libre a su lado.
―¿Adónde quieres ir? ―me
preguntó.
―A La Push. Quiero ver a
Emily y al niño.
―¡A la orden! ―exclamó,
haciendo el saludo militar.
Seguimos por el pueblo,
pasando por delante de las tiendas, de donde salía la gente a nuestras espaldas
para ver el porqué de ese ruido estrepitoso. Cuando llegamos a la carretera que
daba a La Push y ya no había peligro para los viandantes, Jacob aumentó la
velocidad. Me aferré a su cuerpo con más fuerza y él volvió a acelerar. Giró la
cara medio segundo para observarme, tiempo suficiente para que pudiera ver que
sonreía con satisfacción.
―¿Te gusta? ―me preguntó,
entusiasmado.
―¡Me encanta! ―exclamé entre
risas.
Se carcajeó y yo apoyé mi
alegre mejilla en su espalda mientras observaba el paisaje de los acantilados
de las islas y la playa, que ya se extendían a nuestro lado. Aunque la sensación
térmica del aire era fresca cerca del mar, yo no tenía ni pizca de frío pegada
a Jacob.
Nos detuvimos al llegar
frente a su casa. Nos bajamos de la moto y la condujimos hasta el garaje.
Mientras caminábamos hacia
casa de Emily y Sam, Jacob me contaba efusivamente la batalla de la noche anterior.
Habían avistado a uno de esos vampiros curiosos y me hablaba de cómo lo habían
acechado y arrinconado hasta partirlo en trocitos. Gesticulaba con las manos y
la cara, imitando los movimientos de la pelea con real entusiasmo. Recordé lo
mal que lo había pasado hacía apenas unas horas. A él, en cambio, parecía
encantarle todo eso.
―¿Qué pasa? ―preguntó cuando
se dio cuenta de mi gesto.
―Nada, es que parece que te
lo pasaste muy bien cazando a ese vampiro.
―La verdad es que sí ―dijo,
sonriente.
―Pues yo lo pasé fatal,
¿sabes?
Metió una mano en el
bolsillo del pantalón y cogió la mía con la otra.
―¿Por qué? ―giró su
semblante, ahora serio, hacia mí.
―Pensé que te había pasado
algo ―susurré, bajando la mirada.
―¿Por eso llamaste a mi
padre? ―sonrió de nuevo.
―Bueno, en realidad te
llamaba a ti. Cuando Billy cogió el teléfono, estaba a punto de colgar. Tardó
tanto, que ya estaba histérica.
―Lo cogió de milagro.
Acababa de llegar de casa de Emily y Sam ―volvió la mirada al frente―. A ver,
¿y por qué iba a pasarme nada?
―Como hoy no viniste a
buscarme por la mañana… ―no era solo por eso, por supuesto, pero dejé la frase
ahí, no quería contarle lo que Alice me había dicho en el coche―. Me pareció
raro. Es la primera vez que me dejas sola y estaba preocupada.
―Ya, perdona ―me apretó la
mano―. Fue una emergencia. Bueno, ya sabes que Emily se puso de parto y tuve
que sustituir a Sam en su turno de noche.
―Esa es otra de las razones
por las que me pareció raro que no vinieras y me preocupara ―le miré a la cara
para ver su reacción―. ¿Por qué tuviste que sustituir tú a Sam? ¿No tiene un
segundo al mando?
―Claro que lo tiene, es Paul
―se encogió de hombros sin comprender.
―Y entonces, ¿por qué
tuviste que ir tú y no dejó a Paul al cargo?
Jacob bajó la mirada al
suelo y se quedó pensativo durante un rato, con las cejas fruncidas.
―La verdad es que no lo sé ―contestó
al fin―. Simplemente me lo pidió a mí y yo le hice el favor, nada más.
Torcí el gesto, pensando. La
explicación no me convencía del todo, pero Jake era sincero.
¿Qué motivo tendría Sam para
pedírselo a Jacob y no a Paul? ¿Es que tendría algún problema con este último?
Bueno, con ese carácter que tenía… ¿O acaso Paul no podría ir tampoco? En ese
caso, habría un tercer al mando…
―Mira, ahí están los chicos ―anunció
Jake, interrumpiendo mis cavilaciones.
Frente a nosotros, a unos
metros, se encontraba la casa de Emily y Sam, y delante estaban Seth, Jared con
Kim, y Embry.
La casita era la misma de
siempre, solo que rejuvenecida, ya que la habían pintado no hacía mucho. Habían
respetado los colores y seguía siendo de color gris ―ahora más alegre―, con su
ventana estrecha junto a la puerta de color azul intenso y las jardineras
luciendo sus caléndulas naranjas y amarillas.
―¡Buf! ¡No sé si entraréis
en esa casa! ―exclamó Seth cuando nos acercamos―. Está abarrotada de gente.
―Sí, tío. Nosotros hemos
tenido que salir a tomar un poco el aire ―siguió Embry.
―¿Quiénes están? ―preguntó
Jacob.
―¿Tengo que decirte todos
los nombres? ―Seth empezó a gesticular como contando con los dedos.
―No, gracias. No tenemos
todo el día ―Jake le dio un suave puñetazo en el brazo, siguiendo su broma―.
Probaremos a entrar.
Saludé con la mano suelta a
los chicos y a Kim, que me correspondió con una sonrisa tímida, mientras Jake
me conducía a la casa.
El interior del hogar de
Emily y Sam parecía un enjambre de personas: unas, moviéndose apretadas de aquí
para allá por el pequeño salón-cocina y subiendo y bajando la estrecha escalera
que daba a las habitaciones del bajocubierta, peleándose por pasar; otras,
paradas o sentadas, charlando. Ni siquiera había un hueco en la encimera para
apoyarse. El barullo era tal, que no podía distinguir las voces de aquellos a
los que más conocía: los chicos que componían las dos manadas. La mayoría de
los que allí estaban eran los metamorfos con sus respectivas familias. Conocía
a todos los lobos de las dos manadas y no estaban al completo, por supuesto, ya
que las transformaciones lupinas habían aumentado con la aparición constante de
vampiros y ahora, juntando los dos grupos, eran ya veinticuatro, Alfas
incluidos. No
habrían entrado en la pequeña casa. También había gente allí de la reserva de
los makah, de donde era Emily, que nunca había visto.
Resoplé al ver todo aquel
lío. Era imposible entrar. Tan solo en la puerta, había dos de los chicos de
espaldas que bloqueaban el paso con sus enormes corpachones, no hubiera podido
pasar ni una hormiga. Parecían porteros de discoteca y solo tenían catorce
años.
Aun así, Jake consiguió traspasar
el umbral cuando uno de los porteros
le vio y le dejó entrar. Me arrastró con él sin soltarme de la mano ―me pegó
tanto a su espalda, que yo no quitaba ojo al suelo para no tropezarme con sus
pies― y logramos abrirnos paso entre la multitud. Me asombré de la habilidad de
Jacob para conseguir progresar con tanta maestría.
Según adelantábamos, la
gente se fue acallando hasta que solo se oyó un suave murmullo. Jake aflojó un
poco su amarre, de manera que ahora ya caminaba mejor y podía levantar la
vista.
Fue entonces cuando me
percaté de que no avanzábamos por la destreza de Jacob. La gente lo dejaba
pasar, haciéndole un pasillo con suma amabilidad. Miré alrededor para saludar a
las personas que conocía, pero todas le observaban a él con admiración y
fascinación, y también como con sumisión. Le tenían respeto.
Me quedé tan maravillada,
que hasta yo empecé a sentirlo.
Jake no pareció darle
importancia. Subimos las escaleras tranquilamente, sin empujones, y llegamos al
bajocubierta, donde ya habían despejado el pequeño vestíbulo y nos esperaba Sam
en la puerta de la habitación.
Nos saludamos, felicitándole,
y nos condujo hasta Emily, que reposaba en la cama con el bebé en brazos. Nos
acercamos para darles un beso a los dos y ella insistió en que lo cogiera en
brazos.
Por supuesto, yo nunca había
cogido a un bebé y me daba miedo que se me cayera al suelo, así que lo cogió
Jake.
Era un bebé precioso, de
piel cobriza, aunque clara, moreno y con bastante pelo. No podría decir a quién
se parecía de los dos, era tan pequeño.
Jake le acarició la cara
delicadamente con su dedo mientras le hacía carantoñas y el niño se lo atrapó
con su pequeña manita. Se notaba que había tenido experiencia conmigo, aunque
fuera corta.
―¡Este crío va a ser fuerte!
―exclamó Jacob cuando el niño le apretó el dedo.
―¿Cómo se llama? ¿Ya le
habéis puesto nombre? ―pregunté, mirando a Emily.
―Sí, se llama Ethan.
Me acerqué a los dos para
unirme a las carantoñas y a las caricias. Le estaba tocando la pequeña y chata
nariz, cuando también me agarró el índice. Ethan nos tenía agarrados y acercó
los puñitos de tal modo, que nuestros dedos se quedaron juntos, con las yemas
tocándose. Jacob estiró un poco su dedo y empezó a acariciar el mío.
Entonces, los dos levantamos
la mirada tímidamente y nos quedamos así, con Ethan en medio, en los brazos de
Jake.
Sin querer, me quedé mirándole
embobada, como si nunca lo hubiera visto, parecía que no hubiese nadie
alrededor. Ahora recordaba lo que habían dicho mis nuevas amigas. Sus ojazos
negros, con su profunda mirada, parecía que me llamaban…
Un carraspeo nos espabiló,
haciéndonos pegar un pequeño brinco, y separamos los dedos inmediatamente.
―Jake, ¿puedo hablar contigo
un momento? ―preguntó Sam.
―Claro. Toma, cógelo un
momento ―sin que me diera tiempo a abrir la boca, Jake me lo colocó en mis
vacilantes brazos―. Sujétale bien la cabeza, ¿vale? ―dijo, ya alejándose junto
a Sam.
Salieron al pequeño
vestíbulo de la escalera y yo me quedé con Ethan en brazos. ¿Qué se supone que
iba a hacer con ese bebé? Miré a Emily y se lo di. Seguro que ella estaba
ansiosa de tener a su cachorrito a su lado. Me acordé de su otro retoño
de dos años.
―¿Dónde está Joshua? ―le
pregunté.
―Con Leah, en la playa. Aquí
había demasiado jaleo.
―Ah ―fue lo único que se me
ocurrió decir.
Me daba mucha pena de ella.
La eterna enamorada de un amor imposible, que fue abandonada por su amado al
imprimarse de su prima, y que, para colmo de no poder tener hijos, cuida y
trata como tales a los de ellos dos. Solo por hacer eso, se merecía el cielo y
el universo entero.
No acababa de entender eso
de la imprimación. Jake me había hablado de ello en alguna ocasión cuando era
pequeña, pero no me había contado mucho. Me había dicho que la imprimación solo
tenía lugar con tu alma gemela, que esas dos personas estaban hechas la una
para la otra, que el imprimado pasaba a pertenecer, de algún modo, a la otra
persona y que siempre estaría a su lado de buena gana, de la forma que eligiera
ella, fuera como fuera, para hacerla feliz. Sonaba muy bonito, pero en casos
como el de Leah y Sam, me parecía de lo más injusto.
―¿Qué tal tu primer día de
instituto? ―me preguntó Emily.
―Genial. Ya hice amigas y
todo ―de momento, incluí en el término amiga a Brenda.
―Qué bien…
Sin que terminara la frase,
alguien llegó al lecho para hablar con ella y ver al niño, así que me aparté
hacia los pies de la cama.
Ahora, desde mi nueva
posición, a través de la puerta de la habitación, podía ver a Jake, que seguía
hablando con Sam. Tenía los brazos en jarra y asentía, mirando al suelo,
mientras este hablaba.
Agucé el oído para ver si
podía escuchar algo, pero cuando puse atención a la conversación, se
encaminaron hacia el dormitorio.
Jake se colocó a mi lado y
Sam corrió con Emily.
Nos quedamos mirando la
estampa que teníamos enfrente. La verdad es que parecían tan felices. Sí,
realmente lo eran.
Sobre todo ella. ¿Cómo no
iba a serlo? Tenía a su lado a ese hombre con su entrega total e incondicional.
Él era suyo. Pero había algo más. Había amor verdadero. Solo había que ver la
forma en que se miraban el uno al otro. Sam estaba imprimado, pero ella había
elegido amarle. Según Jacob, si Emily no estuviera enamorada, ahora Sam estaría
a su lado como un amigo o lo que ella quisiera. Eso sí, Sam no amaría a ninguna
otra mujer durante el resto de su vida.
―¿Nos vamos? ―me preguntó
Jake, sacándome de mi mundo.
Asentí y le cogí la mano
para iniciar la marcha.
Jacob se despidió de Emily y
Sam levantando la otra mano y este último confirmó con la cabeza.
Al bajar por las escaleras,
pasó lo mismo que cuando entramos y subimos. Y, una vez más, Jake no le dio
importancia.
Salimos al exterior, donde
seguían Jared con Kim, Embry y Seth.
―No era para tanto ―le
murmuró Jake a Seth al pasar a su lado, sin pararnos.
Este se rio, cruzando los
brazos y negando con la cabeza.
―Bueno, no todos tenemos los
privilegios que tienes tú ―se oyó decir a Seth a nuestras espaldas―. ¡Oh, su
majestad!
Me giré un poco mientras lo
decía, y estaba haciendo reverencias burlonas. Jared le dio una colleja cuando
se incorporaba de una de ellas.
―Payaso ―bufó Jacob,
riéndose.
Me quedé observándole
durante un rato mientras caminábamos hacia la playa. Lo que había pasado en
casa de Sam y Emily me había dejado impresionada. Él se dio cuenta.
―Qué ―me preguntó,
mordiéndose el labio.
―¿Qué ha pasado ahí dentro?
―No sé a qué te refieres ―disimuló,
encogiéndose de hombros.
―Vamos, Jake ―le azucé,
dándole tirones de la mano―. Sabes de sobra de qué estoy hablando. Cuéntamelo.
―No hay nada que contar. Esa
gente está un poco chiflada, nada más ―y me tocó la punta de la nariz con el
dedo.
Caminé normal de nuevo, pero
no estaba dispuesta a darme por vencida.
―¿Por qué dices eso? ―inquirí
para intentar sonsacar.
―Creen demasiado en las
leyendas ―suspiró.
―¿Qué leyendas? ¿Es que
formas parte de alguna de ellas?
Jake me miró sonriendo,
exhalando el aire de repente.
―¡Eres demasiado rápida para
mí! ¡No se te escapa nada! ―rio, negando con la cabeza.
―En eso salí a mi padre. Ya
sabes, soy hija de Edward Cullen ―bromeé.
―Ya veo. Menos mal que no
puedes leer la mente y todo eso ―se rio otro poco y siguió hablando―. Bah, te
lo voy a contar. Me da un poco de vergüenza, pero bueno.
―Conmigo no tienes por qué.
―Ya lo sé, pero aun así… ―frunció
los labios―. Bueno, es una chorrada. No te creas ni una palabra de esas
historias, ni nada. Son cosas de viejos. A veces la gente se cree cosas…
―¡Ay, venga, Jake!
¡Cuéntamelo ya, no seas pesado! ―exclamé, riéndome y tirándole de la mano otra
vez.
―Vale, vale ―se rio. Cogió
aire y empezó a hablar un poco más serio―. Verás, bueno, ya conoces toda la
historia de nuestro antepasado Taha Aki.
―Sí ―y comencé a vocalizar
como si fuera la narradora de una obra de teatro―, fue el primer Espíritu Jefe
que usó su espíritu, metiéndolo en un lobo, para salvar a la tribu de la
codicia de Utlapa, un espíritu guerrero malvado que le había robado su cuerpo y
fingía ser él.
―Veo que te sabes la
lección.
―Edward Cullen ―volví a bromear.
Hizo una mueca y siguió
contando todo de carrerilla.
―Bueno, pues se dice que
Taha Aki tenía una gran fuerza espiritual y que era capaz de dominar su mente y
sus pensamientos como nunca antes había visto nadie. Era el único que podía
ocultar los pensamientos que no quería que los demás espíritus guerreros oyeran,
después de lo que había pasado con Utlapa. Sin embargo, mientras hacía eso, él
seguía oyendo los de los demás. Nadie sabe cómo lo conseguía, porque nunca se
vio algo igual. Fue el primer lobo de todos, el Alfa de los Alfa, y se
considera como el mayor de los Espíritus Jefe, como si fuera una especie de…
rey o algo así.
―Espera, espera ―me detuve y
él hizo lo mismo―. ¿Y qué tiene eso que ver contigo?
Me observó, mordiéndose el
labio con el rostro algo avergonzado, y se quedó pensando.
―¿Jake?
―¡Bah! Es que es tan
absurdo… Solo son bobadas ―intentó iniciar la marcha, pero tiré de su brazo
hacia atrás.
Miró hacia arriba y suspiró.
―Está bien, está bien. Si no
me lo quieres contar… ―empecé a caminar de nuevo.
Esta vez fue Jacob el que me
detuvo.
―A mí me pasa lo mismo ―soltó
de sopetón.
Mis ojos casi se salían de
sus órbitas. ¿Que podía ocultar sus pensamientos?
―¿Cómo? ―me quedé
boquiabierta.
―No sé por qué ocurre, ni
cómo lo hago ―se encogió de hombros y empezamos a caminar de nuevo―. Tampoco me
pasa todo el tiempo, solo algunas veces. Los ancianos dicen que terminaré perfeccionando
la técnica y que lo haré cuando quiera ―se echó a reír―. ¿Te lo puedes creer?
Esos viejos me hablan de técnicas
cuando yo ni siquiera sé cómo se hace.
―¿Cómo es? ―estaba
maravillada.
―No sé. Simplemente, cuando
no quiero que oigan algunas cosas, puedo pensar en otras a la vez, como para
tapar, ¿sabes? Como cuando vas por la calle escuchando música con el Mp3.
Escuchas la música, pero, a la vez, cruzas la calle, miras que no vengan
coches, caminas por donde tienes que ir, y puedes hacer todo eso escuchando la
canción que quieres tranquilamente, poniéndola atención. Los demás no escuchan
la música, porque llevas tus auriculares puestos, ¿me sigues? ―me miró para ver
si le entendía―. Bueno, no sé. Es un rollo un poco raro y difícil de explicar.
Ya te digo que ni yo sé cómo lo hago.
―Qué guay. ¿Y desde cuándo
te pasa eso?
―Me vino hará unos tres
meses, más o menos. Fue de repente. Me uní a la manada para patrullar, como
otro día más, y, de pronto, todos se quedan como patidifusos. Luego, me dijeron
que no podían oír algunos de mis pensamientos, que era como si hubiera
interferencias o algo así. En ese momento creí que me estaban tomando el pelo.
Mis ojos se abrieron como
platos otra vez.
―Entonces, mi padre tampoco
te podrá leer la mente ―solté, toda emocionada.
―No te hagas ilusiones ―me
pellizcó la mejilla con una sonrisita pícara―. Solamente me funciona con la
manada, cuando estoy en mi forma lobuna.
―Pero cuando eres un lobo, a
lo mejor mi padre tampoco puede.
―Sí, sí que puede, créeme ―suspiró―.
Esto solo pasa con los otros lobos. Para tu padre sigo pensando muy alto.
Resoplé, desilusionada.
Ya se divisaba First Beach.
Caminamos por la senda que conducía al espigón de madera de la playa, en el
extremo norte.
―¿Y por qué dices lo de las
leyendas? ¿Qué tienen que ver contigo?
―Ya sabes que nosotros somos
descendientes de Taha Aki, llevamos sus genes de metamorfo ―después de aquella
visita de los Vulturis y de la aclaración que había hecho mi padre, todos los
quileute habían cambiado el término licántropo por el de metamorfo―.
Uno de esos genes es el que ocasiona lo de los pensamientos, pero solo lo tenía
activo Taha Aki. Este gen fue pasando de generación en generación, sin embargo,
nunca se le había activado a nadie más. Hasta que llegué yo. Y ahora agárrate,
esto es lo más fuerte de todo. Es la mayor chorrada que he oído en mi vida ―hizo
una pequeña pausa para darle emoción a la historia―. Ahora los ancianos, incluido
mi padre, están convencidos de que yo soy una especie de copia o de… ―dudó,
pero luego siguió con una mueca de escepticismo― reencarnación de Taha Aki. Dicen que solo a mí se me activó ese gen
y que lo hizo cuando alcancé la madurez necesaria ―empezó a carcajearse,
llevándose la mano a la cabeza―. ¿Te imaginas? ¡Es ridículo! ¡Dios, cómo son
esos viejos! ¡Y lo peor es que los demás se lo creen! ―exclamó, gesticulando
con el brazo mientras se reía.
Yo no me reí nada. Me quedé
de piedra, estupefacta, clavada en el suelo mientras miraba a mi mejor amigo
deslumbrada. Él se dio cuenta.
―Vamos, Nessie. No te lo
irás a creer tú también, ¿verdad? No me digas que tú crees en eso de la
reencarnación.
―Mis padres y mi familia son
unos vampiros, yo misma soy mitad humana, mitad vampiro, y mi mejor amigo es un
metamorfo u hombre lobo cuyos antepasados eran personas que sacaban a su
espíritu fuera para luchar. Así que, ¿por qué no? ¿Es que tú no te crees las
leyendas de tu tribu?
Le seguí mirando pasmada y
él puso los ojos en blanco.
―Por supuesto que sí. Me
transformo en lobo todos los días, ¿cómo no voy a creerlas?
―¿Entonces?
―Las leyendas son ciertas,
pero esto solo son suposiciones y conjeturas de los ancianos, creencias. Nunca
antes ha habido una reencarnación, ni nada parecido. No se conoce ningún caso.
Esta gente siempre ha esperado a que algún día el espíritu de Taha Aki se
reencarne, es otra creencia más, como el que cree en Dios, Alá o Buda. Lo del gen del pensamiento, por llamarlo de
alguna manera, puede que sea verdad, pero lo otro… Y además, suponiendo que
fuera cierto, ¿por qué iba a reencarnarse Taha Aki en mí? Lo más seguro es que
se hayan equivocado. El que yo haga eso de los pensamientos, no quiere decir
nada. Es absurdo.
Me quedé pensando un rato.
―¿De qué color era el pelaje
de Taha Aki? ―le pregunté.
―Rojizo ―contestó él
automáticamente. Le hice un gesto con la mano como de ahí lo tienes y se corrigió a sí mismo―. Dicen que era rojizo ―matizó.
―A ti siempre te ha
resultado más fácil transformarte en lobo que a los demás, eso tiene que ser
por algo.
―Uno, que tiene maña.
―Taha Aki era un macho Alfa ―apunté.
―También Sam lo es ―me
recordó.
―Hace un momento, dijiste
que solo Taha Aki tenía activo el gen del
pensamiento, pero tú también lo tienes. Son muchas coincidencias.
Suspiró, cansado.
―Vale, vale. Tú ganas ―me
pasó el brazo por el hombro y empezamos a caminar de nuevo hacia la playa―.
Puede que sea la reencarnación de Taha Aki, ¿contenta?
―Así está mejor ―le sonreí―.
Deberías creértelo más, ¿sabes? A veces eres demasiado humilde.
―No es humildad, es la
realidad ―refutó―. Seguro que hubo, hay y habrá hombres mucho mejores que yo.
No creo que Taha Aki se fijara en mí y me escogiera.
―Pues yo, si fuera él, lo
haría sin pensarlo. No hubo, hay ni habrá nadie tan bueno como tú. Eres… ―me
quedé sin habla al volver la vista hacia él. Ya no caminábamos, me miraba
fijamente, como aquel día en el bosque cuando le iba a contar lo de mi
desarrollo y, como en aquella ocasión, me ruboricé. Pero, esta vez, esos ojos
profundos me llamaban, era como si me hipnotizaran, y tenía la cara tan cerca,
que sentía su caliente respiración en la mía. Tragué saliva y seguí la frase a
trompicones y con un susurro, que era lo único que me salía―, la… la persona…
más… maravillosa… del… mundo, Jake ―dije cada palabra lentamente.
Empezó a acercar su rostro
al mío y mi corazón metió la quinta. Colocó su mano suelta en mi nuca y…
… me besó en la frente.
―Gracias ―susurró.
Apartó el rostro, retiró la
mano de mi cabeza y comenzamos a caminar de nuevo.
Pestañeé, confundida, con la
cara tan roja que si hubiera habido un faro en la playa para guiar a los barcos
yo le habría hecho sombra. Carraspeé para aclararme la voz.
―¿De qué hablaste con Sam? ―le
pregunté para distraerme.
―Va a tomarse un pequeño
descanso estos días para ayudar a Emily y quería que yo me encargara un poco de
su manada. Nada, una semana o así.
―Pero, ¿no vino su familia
de la reserva de los makah? Pensé que habían venido para ayudarla.
―Sí. Pero a Sam le apetece,
y así está con ella y con los niños. Ya sabes, la imprimación y todo eso.
―Ah, ya ―asentí.
Me pareció lógico.
De pronto, me acordé de otro
tema que me interesaba bastante.
―Hablando de imprimaciones ―empecé―,
podías contarme un poco más de eso.
Jake se puso rígido, como
nervioso.
―¿Qué quieres saber? ―inquirió,
mirando al frente.
―¿Cómo es?
Se quedó en silencio un
rato, pensando las palabras que tenía que decir.
―Pues… es como magia ―de
pronto, se quedó ensimismado, mirando al horizonte―. Es como los movimientos gravitatorios
de los planetas en el espacio. Una vez que la ves, lo dejas absolutamente todo
y empiezas a girar a su alrededor, pasa a ser lo que más te importa. Harías
cualquier cosa y serías cualquier cosa por ella, sin dudarlo ni un segundo. Su
amigo, su hermano, su amante…, todo, lo que ella quiera. Cuando la encuentras,
te sientes completo, porque ella es parte de ti, de entre todos los millones de
personas del planeta, ella es tu alma gemela, la pieza perfecta que te
complementa. Ella es única, y es como si tú hubieras nacido solo para ella y
ella para ti, por eso cuando estás con ella, tu espíritu está completo del todo
y sientes una paz interior inmensa. Es genial.
Lo decía con tanto
entusiasmo, que, no sé…
―¿Tienes… tienes ganas de
que te pase a ti? ―murmuré.
En un segundo, el semblante
de Jacob cambió. Primero al color pálido y después al color sonrojado. Agachó
la cabeza y me miró tímidamente. Nunca lo había visto así y me chocó.
―Verás ―tragó saliva―, es
que yo…
―¡Nessie! ―gritó una voz a
lo lejos, interrumpiendo su frase.
Era Charlie junto a Sue, que
paseaban por la playa de arena gris y piedras lisas, con Leah y Joshua.
―¡Abuelo! ―exclamé,
alejándome de Jacob para ir a abrazarle.
―¡Demonios, niña! ¡Cada vez
estás más… más…! ―Charlie me miró de arriba abajo y parpadeó.
Se limitó a abrazarme y a
darme un beso en la frente. Sue me dio otro abrazo.
―Hola, Nessie ―me saludó
Leah―. ¿Qué tal tu primer día en el instituto?
Leah era muy simpática y
amable conmigo, aunque a mi familia, y sobre todo a mi madre, no los podía ni
ver. A mí, en cambio, siempre me trataba como a una más.
―Bien, gracias. Creo que no
me va a costar mucho adaptarme.
―¿Y cómo permites que este
idiota te dejara tirada esta mañana en un día tan importante? ―señaló a Jacob,
que estaba a su lado, y este frunció el ceño―. Si yo fuera tú, no le hablaba en
un mes o más.
Jake le dio un pequeño
empujón, como regañándola, y ella se carcajeó.
Joshua se escapó corriendo y
Sue y Charlie se pusieron a jugar con él en la arena.
―Bueno, no sé si aguantaría
tanto sin hablarle, la verdad ―admití, riéndome.
Jacob y yo nos miramos y nos
sonreímos tímidamente.
―¡¿Ya se lo has dicho?! ―le
preguntó Leah a Jake después de observarnos.
Parecía muy contenta, como
si le hubieran dado una buena noticia.
Este apartó la vista de mí
rápidamente y le hizo una mueca mientras le daba un pisotón que pretendió disimulado,
pero que yo vi perfectamente.
―¿Decirme el qué? ―miré a
Jake.
CONFESIÓN
En ese momento, el pequeño
Joshua llegó trotando, hundiendo sus diminutos pies en la arena torpemente, y
se enganchó a la pierna de Jacob.
―Tito Yei, quello, quello ―pidió, alzando los bracitos.
―¡Qué niño! ―exclamó
Charlie, que había corrido detrás del crío y llegaba con la lengua fuera―.
¡Menuda energía! Creo que ya no estoy para estos trotes…
―Ah, quieres ser un gigante,
¿eh, campeón? ―dijo Jake al niño, inclinándose un poco sobre él, mientras me
miraba a mí con una cara de evasión que no se tenía con ella.
Me crucé de brazos y le miré
con el ceño fruncido.
―¡Sííí! ¡Iante, iante!
―chilló Joshua, todo emocionado, saltando y levantando los brazos de nuevo.
―Pues, venga. ¡Aúpa! ―y lo
cogió para sentarlo en su cuello. El niño empezó a reírse solamente con ver la
altura y se sujetó a su frente con entusiasmo―. Agárrate fuerte, ¿eh? Oye, pero
no me tapes los ojos, que no veo…
Se quitó las deportivas con
los mismos pies, sin desabrocharlas, y comenzó a alejarse hasta la orilla,
mirándome como antes, con Joshua tronchándose de la risa.
Resoplé. Bueno, ya se lo
sonsacaría más tarde.
―Yo creo que me voy a sentar
un rato ―suspiró Charlie, dirigiéndose a uno de los troncos blanquecinos de la
playa.
Sue se rio entre dientes y
le acompañó.
Metí las manos en los
bolsillos de mi cazadora y me quedé observando a Jake, junto a Leah. Mi labio cambió
su curvatura y se inclinó hacia arriba al ver cómo Jacob se metía en el agua y
se doblaba hacia delante, fingiendo querer tirar al niño, mientras este se reía
con esa voz chillona y se enganchaba a su cara para no caerse en el agua. Las
olas rompían con tanto ímpetu, que sus pantalones vaqueros se mojaron hasta las
rodillas. Cuando volvía a incorporarse y Joshua estiraba las manitas hacia
arriba, intentando alcanzar las nubes, noté algo que me hizo girar el rostro.
Pillé a Leah oscilando la
mirada de Jake a mí, mordiéndose su labio inferior con preocupación, pero,
lejos de disimular o algo, su cara se quedó fija en la mía y se transformó en
una extraña determinación.
―Quiero hablar contigo,
¿damos un paseo? ―espetó de pronto.
―¿Eh? ―su tono decidido me
sorprendió un poco―. Sí, claro…
Antes de que terminara de
pronunciar la última vocal, su pie ya estaba iniciando la andadura. Tuve que
dar una zancada bien grande para comenzar a caminar y poder ponerme a su
altura. Mientras mis piernas se movían junto a las suyas, me giré y le eché un
vistazo a Jake. Este se había quedado quieto, con el niño aún dando botes en su
cuello, y nos observaba con cierta extrañeza.
Volví a girarme y la que se
extrañó entonces fui yo. Leah tenía la
mirada clavada en la alfombra de rocas lisas que se extendía por la
arena, estaba enfrascada en sus pensamientos, y parecía nerviosa, se frotaba
las manos sin parar, como pensando las palabras que quería decirme. ¿Qué le
pasaba?
―Bueno, ¿qué pasa? ―le
pregunté al ver que ella no hablaba.
La quileute se paró de
repente, otra vez con decisión, y me miró a los ojos del mismo modo.
―Quiero que sepas que hubo
un tiempo en el que sentía algo por Jacob ―me confesó con un tinte de remordimiento
en la voz que no comprendí.
―Oh ―al igual que me había
pasado con Emily, fue lo único que se me ocurrió decir.
―Pero te juro que eso se
acabó, te juro que ya no siento nada por él ―siguió en el mismo tono.
¿Qué? ¿Cómo? ¿Que había
sentido algo por Jake…?
Sin saber por qué, cuando
terminé de digerir esas palabras empecé a sentirme bastante incómoda y molesta,
como me había pasado en el aparcamiento con Brenda. Y además, ¿por qué me decía
esto a mí? Aunque él era mi mejor amigo, no era de mi incumbencia. Y tampoco
entendía por qué me lo contaba con esa preocupación y desahogo, era como si se
estuviese excusando conmigo.
―¿Y por qué me lo cuentas a
mí? ―critiqué, sin poder evitar que mi voz delatara mi inexplicable molestia.
―Bueno, es que las noticias
aquí corren como la pólvora y no quería que te enterases por boca de otra
persona, prefería decírtelo yo para aclararte bien las cosas.
―¿Aclararme el qué, Leah? No
lo entiendo.
―Cómo fue toda la historia.
Para que no haya malentendidos entre nosotras ―comenzó a explicarme, a la vez
que sus piernas se movían de aquí para allá y sus manos se convertían en un
revoltijo de dedos―. De esto hace seis años. La verdad es que yo y Jake no nos
llevábamos demasiado bien, bueno, en realidad, yo no me llevaba bien con
ninguno de los chicos, estaba amargada por lo de Sam, lo reconozco. Así que
cuando Jacob dejó la manada de Sam y Seth se fue con él, vi el cielo abierto y
me uní a esos dos idiotas. Solamente lo hice para estar con mi hermano y para
librarme de Sam por fin. Y resultó. Por primera vez, empecé a sentirme libre,
ya no tenía que escuchar los pensamientos de Sam continuamente, ni él era
testigo directo de mi amargura. Sí, eso era lo que me ponía más enferma. Con
Jake, no tenía que dar explicaciones, él no es como Sam, no impone sus reglas,
siempre te da opción a elegir lo que quieres. Con Jake, me sentía libre por
primera vez en mi vida, y, además, ambos estábamos pasando por algo parecido,
nos entendíamos ―pero, ¿a qué venía todo esto? Me quedé callada solo para ver adónde
me llevaba todo este incómodo relato―. Así que, justo antes de que nacieras,
empecé a sentir algo hacia él sin darme cuenta. Al principio pensé que solo era
una amistad que comenzaba a surgir entre nosotros, pero pronto descubrí que,
por mi parte, iba más allá. Por mi parte, claro, porque él estaba demasiado
preocupado con el embarazo de tu madre y no veía más allá. Jacob tenía pensado
vivir como lobo y largarse en cuanto tu madre diera a luz, bueno, ya sabes que
él estaba totalmente en contra de que ella se convirtiera en un vampiro, ¿no? ―por
vez primera, levantó la vista para mirarme, esperando a que yo dijera algo.
Suspiré, cansada.
―Sí, ya me lo contó ―le
respondí―. Sabía que ella no lo superaría y que mi padre la iba a transformar
en cuanto yo naciera. A él le dolía mucho perder a la que entonces era su mejor
amiga, porque pensaba que ella ya no sería la misma. Aunque luego nací yo y
decidió quedarse.
―Ese idiota tampoco le ha
contado eso ―me pareció que mascullaba para sí, aunque lo dijo tan bajito…
―¿Qué? ―inquirí, extrañada.
―No, nada, cosas mías ―dijo―.
Bueno, pues eso, Jake se iba a marchar y yo le pedí que me dejara largarme con
él. No estaba muy de acuerdo al principio, pero luego me dijo que se lo iba a
pensar.
―¿Ibais a… marcharos…
juntos? ―volví a sentirme molesta, muy molesta.
―Sí, pero, escúchame ―se
quedó frente a mí con las pupilas llenas de una redención que seguía sin
comprender―. Lo único que quería entonces era alejarme de Sam. Vale que me
empezara a gustar Jake, eso también influyó en mi decisión, de acuerdo, pero lo
que más me urgía era separarme de Sam para siempre y olvidarme de él. Y Jake
tenía pensado ir a su bola, no hacía más que repetirme eso, no quería que yo le
molestase ni que supusiera una carga para él, me lo dejó muy claro, y yo sabía
dónde me metía, sabía que él no sentía nada hacia mí, tal vez esa amistad que
empezaba a surgir, pero nada más, podía verlo en sus pensamientos. Además, como
has dicho, luego naciste tú y todo se quedó en agua de borrajas.
»Fue entonces cuando todo
dio un giro de ciento ochenta grados. Jake se… ―su frase quedó colgando en el
aire durante dos segundos―. A Jake le pasó una cosa muy importante que lo
cambió todo, incluso mis propios sentimientos ―fruncí el ceño, sin comprender,
pero a ella pareció darle igual y siguió con su extensa explicación, aunque
esta vez lo hacía atropelladamente―. Me di cuenta de que él solamente me iba a
ver como a una amiga toda la vida, era totalmente inútil luchar contra eso, y
yo no quería tropezar dos veces con la misma piedra, así que desistí y me olvidé
de él de ese modo. Además, yo ni siquiera podía odiarte, no sé qué es lo que
tienes, pero tienes un aura, algo, no sé, que embauca a todo el mundo, incluida
a mí. Siempre me has caído bien, de verdad, eso también ayudó a que me olvidase
de él. Te lo juro, Nessie, ya no siento nada por él, solo amistad, te lo juro, tienes
que creerme.
¿Pero por qué me decía esto
como si se disculpase conmigo? No entendía nada. Sin embargo, tenía que
reconocer que sentí cierto alivio por eso último, aunque otra duda enseguida
sustituyó ese sentimiento…
―¿Qué le pasó a Jake que fue
tan importante? ―quise saber.
―¡Ah! ―exclamó, haciéndose
la tonta―. Bueno, eso mejor que te lo cuente él, es que es tan largo de
explicar… ―se excusó―. Anda, mira, creo que están esperando por nosotras ―dijo,
saliéndose por la tangente, señalando con el dedo en dirección a Jake, al crío,
Charlie y Sue―. Diablos, es verdad, tengo que llevar a Joshua a casa.
Y empezó a deshacer el
camino que habíamos hecho, a toda prisa. Resoplé, todavía sin entender nada, y
la seguí, qué remedio.
Joshua ya estaba en tierra,
gateando sobre la arena de la orilla al lado de Charlie y Sue. Jake esperaba mi
llegada, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón mojado. Su
rostro seguía llevando la misma extrañeza que cuando me marché con Leah a
pasear.
―¿De qué hablabais tan
concentradas? ―le preguntó a su hermana de manada con un aire desconfiado y de
enfado a la vez.
―De esa cosa tan
importante que te pasó cuando nací ―le respondí yo, visiblemente molesta.
―¿Cómo? ―su mirada se cruzó
con la de Leah y en ella se podían ver sus ganas de matarla.
―Oh. No le he dicho nada de
eso, tranquilo, no iban por ahí los tiros. Eso mejor se lo dices tú de una vez ―contestó
ella nerviosamente―. Bueno, tengo que irme, voy a llevar a Joshua a casa, ya se
hace tarde. Me alegro de verte, Nessie, cada vez estás más guapa y más mayor. A
ver si me das la receta, ¿eh? ―me guiñó el ojo y se marchó disparada a recoger
al niño mientras Jacob seguía mirándola con cara de malas pulgas.
Entonces, mi mejor amigo volvió
la vista hacia mí y su rostro cambió.
―Bueno, ¿nos vamos a mi casa
a ver un poco la tele? ―propuso con una sonrisa forzada, pasándome el brazo por
los hombros.
―¿Qué es eso que me tienes
que decir? ―interrogué, bastante irritada al percatarme de su intento de
distracción―. ¿Y qué es esa cosa tan importante que te pasó? ―repetí.
Charlie carraspeó y Jake
retiró el brazo.
―Yo también tengo que irme ―dijo
mi abuelo―, ¿quieres que te lleve a casa?
―Ah, no. No te preocupes,
Jake lo hará. Gracias.
Charlie miró a Jacob y este
hizo lo mismo con una sonrisita. Mi abuelo no pareció quedarse muy tranquilo,
pero asintió después de un rato.
―Vale, cielo ―aceptó,
dándome un beso―. Dile a tu madre que ya iré por allí un día de estos, ¿de
acuerdo?
―Sí, ya se lo digo.
Sue me dio otro beso, se
despidieron de nosotros y se alejaron.
Charlie parecía muy feliz al
lado de Sue, y Leah y Seth lo habían aceptado muy bien. Aunque vivían
separados, parecía que Charlie lo hiciera en La Push. En cuanto salía de
patrullar, se venía corriendo hacia aquí para estar con ella y con Billy. Ahora
ya conocía toda la historia de los metamorfos. Sue le había explicado todo y le
había llevado a alguna de esas fiestas en las que se cuentan las leyendas
quileutes, pero aún se quedaba blanco cuando veía a los chicos como lobos. Se
alejaba un poco de ellos, como el que le tiene miedo a los perros y guarda una
distancia de seguridad por si tiene que echar a correr. Era muy gracioso. Por
supuesto, no sabía que las transformaciones eran debidas a la verdadera existencia
de vampiros, porque si no, sí que le hubiera dado un ataque. Además, mis padres
se lo tenían prohibido a Sue. Ella le decía que esa parte de las leyendas eran solo
eso, leyendas, y él no preguntaba más. Creo que tampoco quería saber demasiado.
Jacob y yo nos quedamos en
la playa el resto de la tarde, charlando y bromeando con la arena y el agua
hasta que empezó a anochecer. No me quiso contar eso que me tenía que decir, me
entretenía con otras cosas y era imposible sonsacarle nada.
Cogimos su coche para la vuelta
a mi casa, de noche ya hacía bastante frío para la moto. Mientras él conducía,
yo miraba por mi ventanilla, ensimismada en mi mundo. Todavía me sentía un poco
molesta por la confesión de Leah, no entendía por qué me había dicho eso a mí. Hasta
que llegó un momento en que sentí que tenía que soltarlo, si no, iba a
reventar.
―Leah me ha confesado que
hace tiempo le gustabas ―revelé de sopetón, sin dejar de observar por la
ventana.
Se hizo un pequeño silencio
que pronto se rompió.
―Así que era eso ―murmuró;
parecía aliviado.
Giré el rostro para verle.
―¿Tú lo sabías? ¿Sabías que
ella…?
―Podemos vernos los
pensamientos, ¿recuerdas? ―me cortó.
―Entonces, toda tu manada lo
sabe.
―Claro. Pero de eso hace
mucho tiempo, Leah ya no piensa en eso nunca.
―¿Y también saben que os
ibais a marchar juntos como lobos? ―no pude evitar un timbre de retintín en mi
voz.
Ahora fue el rostro de Jake
el que se giró hacia mí.
―¿Qué es lo que te preocupa
realmente? ―inquirió.
―¿Qué?
―¿Por qué te pones así por
algo que pasó hace tanto y que no tiene importancia? ―siguió, echando vistazos
cortos al trayecto.
―No me pongo de ninguna
manera ―me defendí, aunque mi ceño seguía clavado sobre los ojos.
―Sí, le das demasiada
importancia ―y, para mi asombro, le salió esa sonrisa torcida suya.
Comencé a notar el calor en
mis mejillas sin saber por qué.
―No le doy importancia. Es solo
que…, bueno, no entiendo por qué ha tenido que contarme eso. Y, además, con esa
cara de cordero degollado. Es como si me estuviese pidiendo perdón o algo así.
―Eso es porque Leah siempre
ha creído que te debía una explicación ―declaró, llevando la vista al frente.
―¿Una explicación? ¿A mí? ―ahora
sí que no entendía nada.
―Bueno, tú eres mi mejor
amiga. Sabe que te ibas a enterar tarde o temprano y querría darte su versión
para quedarse más tranquila.
―Pues no sé de qué iba a
tener que preocuparse.
―Cosas suyas, yo qué sé ―se
encogió de hombros.
―Además, está claro que si
me enteraba, no iba a ser por ti. No comprendo por qué nunca me has hablado de
esto, la verdad. Tantos secretitos… ―otra vez ese retintín.
―No son secretitos ―se
rio.
―¿Ah, no? Ah, claro, es
verdad, toda tu manada lo sabía ―mi ironía iba creciendo por momentos.
―Iba a contártelo.
―Sí, claro. Mañana.
―Bueno, Nessie, hasta hace solo
un mes y medio eras una niña ―empezó a alegar―. Tu crecimiento no te ha pillado
desprevenida solamente a ti, ¿sabes? Para mí también ha sido un poco rara esta
nueva situación. Bueno, es decir, eras una niña y en apenas dos meses te has
convertido en una mujercita. Yo también he tenido que adaptarme y no me ha dado
tiempo a contarte toda mi vida con detalle. Pero te la contaré, en serio. Dame
tiempo.
Genial. Ahora me sentía
culpable, y egoísta, por haberme preocupado solo de mí durante todo ese tiempo.
―Perdona, Jake, no me había
dado cuenta de eso. No sabía que esto fuera tan difícil para ti. Yo…
―Para. Yo no he dicho que fuera
difícil ―me interrumpió con una sonrisa―. Solamente he dicho que he tenido que
adaptarme, nada más ―luego, volvió la vista hacia delante y habló más serio―.
Si te digo la verdad, me encanta que hayas crecido por fin ―murmuró.
Le sonreí, aunque cuando sus
ojos se encontraron con los míos, mis mejillas se ruborizaron de nuevo y tuve
que agachar el rostro y llevarlo hacia la ventanilla otra vez.
―Entre Leah y yo nunca ha
habido nada y nunca lo habrá ―empezó a explicarme―. Y ella ya no siente nada
por mí, te lo aseguro.
Como en el aparcamiento del
instituto, volví a preguntarme por qué tenía que aclararme nada. En realidad,
no era asunto mío.
―Bueno, Jake, ya te dije que
no tienes que darme explicaciones y que puedes hacer lo que quieras, de verdad.
―Y yo te repito que es lo
que estoy haciendo ―me sonrió.
Esta era la mía.
―Bueno, si es lo que quieres,
entonces, dime, ¿qué es esa cosa tan importante que te pasó? ―le pregunté por
enésima vez.
Y por enésima vez, tampoco
me lo reveló. Se limitó a darme largas en ese asunto en particular y a
explicarme cada uno de los puntos y detalles de su relación recíproca de
amistad y hermandad con Leah. Sí, ella tenía razón. Fuera cual fuera la razón,
Jake solo la había visto y la iba a ver como una amiga, de eso no me quedó
ninguna duda. También me contó que Leah seguía teniendo a Sam en su corazón,
aunque ya no le guardaba ningún rencor. Toda la manada podía ver sus sentimientos
cuando ella observaba a su primer y frustrado amor. Al final, volví a sentir
lástima por ella.
Terminamos cambiando de
conversación y encendiendo el estéreo para poner un CD de 30 seconds to Mars.
Íbamos por la carretera de
La Push, casi llegando a Forks, escuchando la música y discutiendo sobre qué
grupo de rock era el mejor, cuando una cosa alarmó a Jake. Frenó en
seco, algo chocó y rodó por el capó, y yo no me estampé en el parabrisas
gracias al cinturón de seguridad. Me dio tal tirón, que casi me quedé sin
respiración.
―¡¿Estás bien?! ―me preguntó,
alarmado, agarrando mi rostro entre sus manos y mirando que no estuviera
herida.
―Sí, sí, solo ha sido el
tirón, nada más. No te preocupes, estoy bien ―Jake suspiró aliviado―. ¿Qué ha
pasado?
―No lo sé ―se giró y miró
por la ventanilla―. Quédate aquí y no salgas del coche. Voy a mirar.
―Ten cuidado, por favor ―le
susurré, inquieta―. Puede que sea uno de esos vampiros curiosos.
―No te preocupes, si es un
chupasangres de esos no sabe con quién se las tiene que ver. Soy la reencarnación
de Taha Aki, ¿recuerdas? ―me sonrió y salió del coche.
Yo estaba asustada. Me daba
igual Taha Aki, Alá o lo que fuera. Mi mejor amigo estaba ahí afuera solo, en
su forma humana y sin su manada, enfrentándose a un posible ataque vampiro. Solo
de pensar que le pasara algo… Me agarré la pulsera, que ya era una especie de
amuleto para mí.
Jacob caminó con cautela,
mirando a su alrededor, preparado por si se tenía que transformar en lobo. Se pegó
al coche y rodeó el capó, observando el suelo y los alrededores casi a la vez.
Me mordí el labio, nerviosa.
―¡Jo-der! ―exclamó de
repente.
DORMIR
―¡¿Qué pasa?! ¡Jacob! ―me
disponía a salir del coche, cuando, en un segundo, lo tenía en mi puerta,
empujándola para que no la abriera.
―¡No salgas, Nessie! ¡Ni
bajes la ventanilla! No puedes ver esto ―Jake miraba algo en el suelo con el
semblante horrorizado.
Me asusté al ver su
reacción, ya que él estaba acostumbrado a ver muchas cosas desagradables, como
desmembrar vampiros y cosas de esas. Tenía las palmas de las manos apoyadas en
el cristal de la ventanilla.
―¡¿Qué pasa, Jake?! ―apoyé
mis manos donde las suyas, como si así pudiera hacer algo para aliviarle.
Volvió el rostro hacia mí,
aún pálido. Giré la manivela y bajé un poco la ventanilla para poder oírle,
todo lo que me dejó él.
―Es una cabeza humana. Está totalmente
desfigurada y la sección es reciente, de hace unos minutos ―agachó la cara y
exhaló todo el aire de repente.
Sí, yo también podía oler la
sangre, ahora que había bajado algo el cristal.
Me quedé sin aliento. Un
vampiro había asesinado a alguien delante de nuestras narices. Quien quiera que
fuese, tiró la cabeza justo cuando estábamos pasando nosotros con el coche.
Habían matado a una persona y nosotros no habíamos podido hacer nada para
evitarlo. Sabía que esto podía afectar mucho a Jacob, los lobos eran los
guardianes contra los vampiros.
―Yo… ni siquiera… olí al
vampiro… ―lamenté.
―Esto no es obra de una
sanguijuela ―ahora habló más
concentrado―. Ni siquiera se puede reconocer si es un hombre o una
mujer, los vampiros no descuartizan a sus víctimas de este modo ―hizo una pausa
y suspiró―. Déjame tu teléfono, tengo que llamar a Charlie. Luego llama a
Edward y dile que vamos a llegar un poco tarde, seguro que tendremos que
prestar declaración o algo.
Cogí el móvil de mi mochila
y, con las manos temblorosas, se lo pasé a Jake por la rendija de la
ventanilla.
Cuando estaba a punto de
girarse para llamar, se paró y me miró.
―No se te ocurra mirar,
¿vale?
Negué con la cabeza y se dio
la vuelta, alejándose dos pasos del coche.
Pero no hay nada peor que
decirle a alguien como yo que no mire algo que no debe. Y nunca me arrepentiría
más de nada como de lo que hice entonces.
Mientras Jake estaba
abstraído, hablando por teléfono con Charlie, y con los nervios de punta, a mí
no se me ocurrió otra cosa que asomarme un poco a echar un vistazo. Bajé un
poco más la ventana, vigilando a Jacob, me asomé y…
…metí la cabeza ipso facto
otra vez, espantada. Subí la ventanilla, rezando para que Jake no me hubiera
visto, intentando controlar el temblor de mis manos antes de que él llegara.
La imagen duró medio
segundo, pero fue suficiente para aterrarme.
La cabeza yacía junto al
coche, cerca de la rueda delantera del lado derecho. Estaba seccionada, pero no
era un corte limpio. Había sido desgarrada y todavía le colgaban de lo que
quedaba del cuello los tendones, arterias y trozos ensangrentados de carne y
piel. Como había dicho Jacob, el rostro estaba terriblemente desfigurado. Le
faltaban los ojos y la nariz, la boca estaba partida y le faltaban la mayoría
de los dientes. Lo que quedaba de cara estaba morada y tenía algunos cabellos
pegados por la sangre que la bañaba. El pelo, castaño oscuro, no era ni corto
ni largo. Era una media melena, por lo que no se podía afirmar si era de un
hombre o de una mujer.
―Ya he llamado yo a Edward ―estaba
tan sumida en mis horribles pensamientos, que cuando Jacob se sentó a mi lado,
pegué un bote en el asiento. Me observó preocupado―. Ven aquí ―me susurró al
verme pálida y temblando.
Me pasó el brazo por el
hombro y me acurrucó en su cálido pecho, abrazándome con el otro brazo. Nos
quedamos así hasta que se oyeron las sirenas y la carretera se llenó de coches
de la policía.
Abrí la puerta de la que
ahora era mi nueva casa. Cuando entramos en el salón, todos nos esperaban en el
sofá blanco.
―¿Cómo estás? ―mamá se
levantó y llegó hasta mí en una milésima de segundo.
Me acarició la cara con
ansiedad, estudiando mi rostro con sus ojos ambarinos muy abiertos.
―¡¿Cómo has permitido que
ella lo viera?! ―le bramó mi padre a Jacob, furioso.
―¿Qué? ―Jake estaba perplejo―.
¡¿Qué dices, idiota?! ¡Yo nunca haría eso y lo sabes! ―entonces, se quedó
quieto, comprendiendo lo que mi padre había visto en mi mente. Se giró hacia mí
lentamente y me miró con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido―. Genial,
Nessie. Te dije que no miraras.
―Lo siento, Jake. Es que no
lo pude evitar ―musité, mordiéndome el labio.
―¡Tienes que tener más
cuidado, Jacob! ¡Ahora está muy asustada! ―gritó mi padre, cogiéndome la cara
también entre sus frías manos.
Jake resopló, con los brazos
en jarra.
―¡¿Y qué quieres que haga?! ¡Estaba
llamando por teléfono a Charlie! ¡Yo no tengo rayos x en la cabeza como tú! ―soltó,
enfadado.
Luego, murmuró algo
ininteligible.
―¡Si no eres capaz de cuidar
de ella, entonces…!
―¡Vale ya! ―interrumpí a
papá, deshaciéndome de las cuatro manos heladas que tenía por la cara y poniéndome
al lado de Jacob―. Él no tuvo la culpa, fui yo. Además, él no tiene que
cuidarme, ya no soy una niña.
Mi padre no pudo decir nada,
ya que sabía que la culpa era mía, aunque mi madre seguía mirando a Jake con
mala cara.
―No os preocupéis, estoy
bien ―suspiré.
―No creo que haya sido el
ataque de un vampiro ―intervino Carlisle, levantándose del sofá.
Jake cogió una pelota de
tenis que había en la mesita junto al sofá y empezó a jugar con ella,
lanzándola arriba y abajo.
―Eso mismo pienso yo ―afirmó
mientras tanto.
―¿Por qué no os lleváis al chucho
a jugar afuera? ―protestó Rosalie con los ojos en blanco―. Me pone nerviosa.
Jake hizo rebotar la pelota
en la frente de Rose y a mí me salió una risilla. Esta nos dedicó una mirada
asesina a los dos. Emmett aguantaba la sonrisa por si acaso.
Mi padre se relajó un poco
al verme un poco más alegre.
―Es un crimen horrible, pero
lo más seguro es que haya sido un asesinato… común ―Carlisle no encontró
otra palabra para decir que había sido obra de uno o varios humanos―. Alice no
ha visto nada.
―Nada de nada ―afirmó ella―.
Fue una casualidad.
―De todas formas, la policía
lo está investigando ―dijo Jake, con su pelota subiendo y bajando mientras
Rosalie suspiraba cansada―. Ya nos enteraremos de lo que sea.
―Por si acaso, estaremos
atentos ―apuntilló mi padre.
―¿Cómo ha ido tu primer día
de clase? ―preguntó mamá para cambiar de tema.
―Muy bien. Ya tengo cuatro
amigas ―volví a incluir en ese término a Brenda.
―¿De verdad? ―mi madre
sonreía de oreja a oreja.
―¿Qué te creías? Nessie no
es tan sosa como lo eras tú ―afirmó
Jake en tono burlón.
Mi madre le dio un pequeño
empujón y los dos se rieron.
―Cuéntamelo todo ―siguió ella.
Empecé la disertación de mi
primer día de clase con todos mirándome atentos en el salón. Les hablé de
Helen, Jennifer, Alison y Brenda, lo que hablamos en el almuerzo, cómo habían
sido las clases… y, por supuesto, omití todo lo relacionado con el susto que me
llevé con Jacob y el babeo de mis
amigas por él, aunque mi padre ya estaba al corriente. Papá no dijo nada, sabía
que eso me lo quería guardar en el cajón de mi vida privada. También les conté
que habíamos ido a La Push a ver a Emily y a Ethan ―Jake me dio un pisotón
disimulado cuando iba a contar lo que pasó en la casa, así que también me lo
tuve que callar y, otra vez más, mi padre lo respetó― y que en la playa
habíamos estado con Charlie, Sue, Leah y Joshua. Les di a mis padres el mensaje
del abuelo.
Mamá se quedó un poco
triste, seguramente al acordarse de Renée. Se llamaban por teléfono casi todos
los días, pero no se habían vuelto a ver desde la boda de mis padres. Eso le
afectaba bastante.
Luego, mi familia se puso a
hablar sobre el instituto, los compañeros de clase y los profesores, entre
risas.
Al cabo de un rato, se hizo
una pausa y nos quedamos todos en silencio, hasta que mi padre lo rompió con un
carraspeo.
―Bueno, nosotros nos vamos a
la cabaña a… descansar ―irrumpió, alzando la vista hacia mi madre con
una mirada llena de intenciones.
Esta se la correspondió y le
cogió la mano.
―¡Uf! Ya empiezan. Sí, sí, a
descansar ―resoplé yo.
―¿Seguro que estarás bien? ―me
preguntó mamá, acariciándome el pelo.
―Que sííííí ―alargué
la última palabra, cansada―. Iros tranquilos.
Sonrió y me besó la frente.
―Hasta mañana, hija ―papá
también me dio un beso―. Ah, y, Jacob ―este dejó de lanzar la pelota para
mirarle―, la próxima vez que la lleves en moto, que se ponga el casco.
Jake puso los ojos en blanco
y suspiró mientras mis padres ya salían como relámpagos de la casa. Ni siquiera
vi la puerta moverse. A veces, me daba la sensación de que eran como fantasmas
y que las podían traspasar.
―Bueno ―exhalé―. Me voy a mi
habitación. ¿Vienes, Jake?
Alice saltó como un resorte
del níveo sofá y se puso a nuestro lado en un abrir y cerrar de ojos, no nos
dio tiempo ni a levantar el pie del suelo.
―Creo que te va a gustar ―manifestó,
a la vez que daba saltitos delante de nosotros hacia las escaleras.
―Me parece que sabemos
llegar solos, Alice ―le dije con sarcasmo.
Alice comenzó a subir los
peldaños, ignorando mi indirecta.
―Me ha llevado bastantes
días encontrar la decoración adecuada a tus gustos, he tenido que visitar a varios
decoradores. ¡No veas qué de vueltas he tenido que dar!
El día había sido bastante
largo y, con el broche final de la noche, estaba cansada. Sabía que le hacían
mucha ilusión todas estas cosas, pero yo no estaba de ánimos para dar elogios. Aun
así, me vino un ramalazo de piedad, seguro que era verdad que le había dedicado
mucho tiempo a lo de mi nueva habitación. Como siempre, Alice era única
haciéndote sentir culpable. Suspiré y la seguimos.
Mientras caminábamos por el
pasillo de la tercera planta, Jacob iba rebotando la pelota en la pared,
ensimismado en sus pensamientos. Me pregunté en qué estaría pensando.
―Tu dormitorio ―mi tía había
abierto la puerta y estaba esperando a que yo entrara.
Cuando lo hice, me quedé
asombrada. Era la misma habitación de siempre, pero más alegre. Seguía la
colosal cama ―que ahora tenía otro edredón de tonos azulados y a la que le
habían añadido dos mesillas con unas lamparitas y un corto cabecero de madera
que iba a juego con los paneles de las paredes― y ya no había sofá en la pared
norte. En su lugar, había un enorme escritorio que ocupaba casi todo el
paramento, junto con baldas llenas de libros, el estéreo de mi padre y muchos
de sus CDs. La cara sur seguía siendo de vidrio, con cristales de espejo que
ocultaban la vista desde el exterior. Habían colocado la cama contra la
cristalera, frente al escritorio, y a la izquierda, según se miraba, un largo
banco-arcón de madera clara ―de la misma tonalidad que el cabecero y las
paredes paneladas― decorado con cojines a juego con la colcha, para poder
observar las vistas del bosque, las montañas y el río. En el resto de las
paredes habían distribuido cuadros con dibujos actuales y vanguardistas a
diferentes alturas. Todo estaba al detalle.
―Guau ―exclamó Jacob,
apoyándose en el marco de la puerta.
―¡Es genial, Alice!
―¿Te gusta? Dime la verdad.
Si no te gusta algo, la cambiamos.
―¡No! Me encanta, en serio ―le
di un abrazo.
―Por fin tienes un dormitorio
en condiciones ―dijo Jacob, sonriendo con malicia, mientras seguía jugando con
la bola entre sus manos.
Alice le fulminó con la
mirada.
Reparé en la puerta que
antes no había en la pared este y la señalé con el dedo.
―Le añadimos una puerta que
comunica con el pequeño cuarto de al lado para hacerte el vestidor. Antes era
un trastero.
―¿Vestidor? ―pregunté,
sorprendida.
―Sí, te hablé de ello esta
mañana en el coche, ¿recuerdas?
―Me hablaste de un armario ―me
dirigí hacia la puerta.
―Bueno, armario, vestidor…
Qué más da, ¿no? ―dijo ella en tono falso.
El vestidor era un cuarto
rectangular y tenía un pequeño lucernario en el techo, aunque también estaba
muy iluminado por óculos. Las zonas de armarios se dividían a cada lado de las
paredes más largas, quedando un pasillo en el medio, justo donde la puerta. Al
fondo del pasillo había un puf de estilo moderno con un pequeño tocador
y un espejo, todo iluminado por el lucernario. Lo que me había dicho en el
coche era verdad. La ropa era muy variada y de varios estilos, aunque la que
más predominaba era la del mío. Sonreí del alivio.
Me arrepentí de juzgar a
Alice antes de tiempo. Se había esforzado tanto por mí.
―Muchas gracias, Alice. Todo
me encanta ―la abracé de nuevo.
―De nada. Ya sabes que estoy
a tu entera disposición ―hizo una reverencia.
Miré a mi alrededor.
―¿Jacob va a dormir en mi
cama?
A Jake se le cayó la pelota
al suelo, la cual se alejó rodando por el pasillo. La oí botando escaleras
abajo.
Cuando volví la vista hacia
Alice, esta estaba con la boca colgando.
―¿Cómo has dicho, cielo? ―inquirió,
pestañeando sin parar.
―No veo otro sitio ―volví a
mirar en redondo―. ¿Dónde va a dormir, si no?
―Pues… en su casa, como
siempre ―miró a Jacob con cara de pocos amigos y este se encogió de hombros con
una mueca de desconocimiento.
Puse los ojos en blanco.
―Ya, pero cuando me viene a
buscar de madrugada, siempre duerme un par de horas, y aquí no veo ningún sitio
para él ―señalé con la mano el interior del dormitorio―. El único sitio que veo
es la cama y, como es tan grande, pensé que…
―¡De eso ni hablar! ―me
interrumpió ella, nerviosa―. ¡Si tu padre se enterase, y por supuesto que lo
haría, me mataría!
―Creo que lo mejor es que a
partir de ahora duerma en mi casa toda la noche ―declaró Jacob―. Cuando te
levantes, ya me tendrás abajo para desayunar, ¿de acuerdo? Ya no hace falta que
vigile tanto, aquí estás muy
protegida ―matizó con segundas.
Alice le dedicó una mueca de
odio.
Me quedé pensando. Tenía
tantas ganas de tener mi media independencia, que no me había dado cuenta de
este pequeño detalle. Ahora no
dormiría tan tranquila como cuando sabía que Jacob iba a estar afuera bajo mi
ventana a las cuatro de la mañana. Muchas veces, le oía cuando se echaba en el
suelo y eso me hacía sentir como si durmiera conmigo, me sentía mucho más
relajada. Era una tontería, puesto que mis padres siempre habían estado en la
casa para protegerme si algo malo pasaba, pero con Jake me sentía más protegida,
aunque nos separara la pared. Cuando era pequeña, solía verle como mi ángel de
la guarda. Y ahora iba a tener que dormir sola,
con él muy lejos. Percatarme de eso tan de repente y recordar lo sucedido en el
trayecto de vuelta a casa, hizo que me diera un escalofrío de miedo.
―¿Puedes dormir conmigo esta
noche? ―le pedí a Jake―. Es que lo que pasó en el coche me asustó un poco.
Este tragó saliva
audiblemente y por la boca de Alice se podían ver hasta las amígdalas.
―Si… si es lo que tú quieres
―susurró él.
―¡No, no, no y no! ―exclamó
Alice, alzando los brazos al aire y agitándolos sin parar―. ¡¿Pero qué rollo os
traéis vosotros dos?! Escúchame bien, jovencita. Reza para que tu padre no se
entere de esto. Me extraña que no esté aquí ya, debe de estar muy ocupado,
porque si no…
―Me refiero a dormir como
lobo ―mi rostro ya había empezado a cambiar de color al darme cuenta de que me
había malinterpretado―. Puede dormir al lado de la cama como lobo.
El semblante de Jake me
pareció una mezcla de vergüenza y desilusión, pero enseguida lo cambió por una
sonrisa pícara.
―Lo malo es que no entro por
la puerta como lobo ―afirmó con su sonrisa torcida―. Así que, una de dos: o
duermo como humano, o me transformo dentro de la habitación, con lo cual me
tengo que desnudar para hacerlo.
Alice y yo nos quedamos
tiesas en el sitio, las dos con los ojos abiertos como platos, pero yo, además,
tenía la cara tan roja como un tomate.
Mi tía expulsó el aire por
la nariz, enfadada.
―Los perros duermen fuera de
la habitación ―espetó―. Ya está. Dormirás como lobo ―acentuó― en la puerta, fuera del dormitorio. Más o menos es
como hacíais antes, ¿no?
―De acuerdo ―asentí yo.
―Puede quedarse a dormir,
pero solo por hoy. A partir de mañana tendrá que dormir en su casa, como dijo
antes.
―Vale ―le sonreí para darle
las gracias, aunque la perspectiva que se abría ante ese mañana no me gustaba nada.
Jake, en cambio, no parecía
muy conforme. Miraba a Alice con rabia, con las cejas y los labios fruncidos.
―Bueno ―suspiró esta―. Me
voy abajo, Jasper me está esperando para marcharnos.
―¿Os vais a algún sitio? ―quise
saber.
―Sí. Emmett, Rosalie, Jasper
y yo nos vamos de caza a las montañas, Em tiene antojo de oso ―se encogió de
hombros. Luego, le dedicó una mirada con intención a Jacob―. Carlisle y Esme se
quedan en casa ―me dio un beso en la mejilla y se dirigió a la puerta, donde
seguía Jake―. Espero que te portes correctamente, por tu bien ―le dijo con ojos
de advertencia.
Cuando Alice salió, a Jacob
le cambió la cara. Entró, sonriente, y cerró la puerta.
Se dejó caer en la cama,
boca arriba, con los brazos cruzados en la cabeza.
―¡Esta cama es comodísima!
Es una pena que no me dejaran dormir aquí, estoy hecho polvo.
Caí en la cuenta de que Jake
había estado patrullando con la manada durante toda la noche y no había dormido
desde que se había tenido que marchar a casa de Emily y Sam. Llevaba unas
veinte horas en pie. Me sentí mal por hacerle dormir en el suelo del pasillo
por mi estúpido y merecido miedo.
―Lo siento. Por mi culpa
tienes que dormir en el suelo.
―Bah, no te preocupes. Esto
no es nada para mí ―declaró entre bostezos.
―Creo que lo mejor es que
durmamos ya ―le dije al ver que se le cerraban los ojos.
―Si quieres, puedo quedarme
para charlar un rato ―abrió un ojo para mirarme.
―Me parece que por hoy ya
hemos hablado bastante ―respondí, riéndome.
Él también se rio.
―Bueno, entonces me marcho
al pasillo ―anunció, bostezando de nuevo mientras se incorporaba.
―Ojalá pudieras dormir en la
cama.
Se quedó sentado a los pies
del camastro, frente a mí, observándome, y me rozó la mejilla con el dorso de
la mano. Era tan caliente y suave, que me estremecí un poco.
―Creo que tu tía la médium
tiene razón ―murmuró―. Es mejor que me quede fuera.
Se levantó y salió por la
puerta, pero, antes de cerrarla del todo, asomó la cabeza para mirarme.
―Estaré justo aquí. Si
tienes miedo o algo, solo tienes que llamarme, ¿vale?
―Vale ―le sonreí.
Se quedó mirándome otro rato
y suspiró, sacando el aire por la nariz y frunciendo los labios.
―Hasta mañana, Nessie.
―Hasta mañana, Jake.
Y cerró la puerta.
Observé la habitación
durante unos minutos. Ahora mi nueva vida ya había empezado a abrirse paso.
Encendí una de las lámparas
de las mesitas y apagué la luz del techo.
Después de rebuscar en el
vestidor, encontré un camisón de algodón gris, de esos cómodos que tanto me
gustaban. Era de tirantes y tenía un dibujo de Mafalda. Me lo puse, me metí en la enorme cama y apagué la luz. Era
tan grande, que tardé un rato en calentarla, y si me movía de mi sitio, tenía
que templarla de nuevo, así que me quedé quieta en la misma zona. Con lo friolera
que era, como para moverme. Aunque estaba bastante cansada, pasó mucho tiempo
hasta que se me empezaron a cerrar los ojos y me dormí.
En mi sueño corría y corría,
pero no me movía ni un centímetro. Era como si lo hiciera por la cinta de una
de esas máquinas de correr. Aunque era de noche, había bastante luz. La luna
llena iluminaba el claro nevado como si hubiera un foco encima de un escenario.
Quería alcanzar algo. No. Era a alguien.
―¡Jacob! ―grité.
Pero él parecía no oírme. Mi
colosal lobo rojizo estaba luchando con una bestia feroz y extraña que no
conseguí ver bien. Solo podía escuchar sus escalofriantes gritos y rugidos, que
retumbaban en las montañas. Intenté alargar el brazo para llegar a él. Fue
cuando me percaté de que no estaba en mi cuerpo. Miré hacia abajo y me vi
echada en la nieve. Yacía como si estuviera dormida, por eso Jacob no podía
escucharme. Me sentía como Taha Aki cuando Utlapa le había robado su cuerpo y
se hallaba impotente, solo que era yo la que no podía entrar en él. De pronto,
se oyó un aullido de dolor terrible, el alarido espantoso de un lobo malherido.
La criatura le había clavado los colmillos.
―¡Jacob!
Jake estaba entrando casi
volando en la habitación cuando abrí los ojos.
―Ya estoy aquí, pequeña ―se
sentó a mi lado y me acarició la cara con impaciencia, secándome las lágrimas―.
Solo ha sido una pesadilla. Ya pasó todo, ¿ves? Estoy aquí.
Me incorporé rápidamente y
le abracé con todas mis fuerzas. Todavía tenía el alarido metido en la cabeza.
―Ha sido horrible ―sollocé,
hundiendo el rostro en su cuello.
―Ya pasó ―me susurró.
Estuvimos abrazados unos
minutos hasta que me calmé un poco.
―¿Estás mejor? ―me preguntó
mientras me separaba, sujetándome por los hombros, y me secaba la cara con una
mano.
―Sí ―asentí con la cabeza.
Me apartó el pelo que tenía
en el rostro y después metió los dedos entre mi cabello para peinarme. Me gustó
tanto, que me quedé mirándole embobada, solo me faltaba ronronear.
―Bueno, ahora ya puedes
dormir ―murmuró, y me dio un beso en la mejilla.
―Espera ―le cogí por el
hombro para impedir que se levantara y entonces me di cuenta de que iba sin la
camiseta. Había entrado tan deprisa, que no le había dado tiempo a ponérsela, solamente
llevaba esos vaqueros largos. Fijé mi vista en su rostro para no prestar
demasiada atención a esa parte de su anatomía―, ¿puedes dormir aquí?
―Entonces tendré que
transformarme dentro. ¿Podrás aguantar la tentación y no mirarme? ―cuchicheó
con su sonrisa burlona.
―Idiota ―le di un pequeño
empujón en el brazo, riéndome―. No quiero que te transformes. Esta cama es
enorme, puedes dormir a mi lado y ni siquiera nos encontraríamos ―le dije en
voz baja.
―¡Uf! Si la bruja Doña
Colmillos se entera, soy hombre muerto. No creo que sea buena idea. Además,
Carlisle y Esme están abajo.
―Por favor, solo hasta que
me duerma ―le susurré, cogiéndole la mano a modo de súplica―. Luego, si
quieres, te puedes ir al pasillo. Es la primera vez que estoy en esta
habitación, y después de lo del coche y la pesadilla, no creo que pueda coger
el sueño. Y por mis abuelos no tengas miedo, ¿no ves que ni siquiera han
subido? Saben de sobra que estás aquí, pero no me dicen nada.
Carlisle y Esme, a pesar de
ser los más mayores, eran los más permisivos de todos conmigo. Se notaba que la
vida había sido muy larga para ellos y ya no se asustaban por nada. Todo lo
veían natural, no como el resto.
Jacob me miró pensativo
durante un minuto y suspiró.
―Tu padre me va a matar por
esto, lo sabes, ¿no? Va a pensar mal seguro ―me dijo con un cuchicheo.
Le abracé con alegría.
―Gracias ―le besé en la
mejilla y me aparté a mi lado izquierdo para hacerle sitio.
Me tapó y se echó encima de
la colcha, boca arriba.
La habitación estaba
bastante iluminada, había luna llena. La pálida luz creaba sombras en las
paredes, dibujando las formas de los árboles que había en el exterior.
―Hoy hay luna llena, como en
mi sueño ―susurré.
No me contestó. Giré la
cabeza para verle y ya estaba completamente dormido.
Inspiraba profundamente, y
no pude evitar echar un vistazo a su enorme pecho. Se movía al ritmo de la
respiración, arriba y abajo, pausadamente. Me incorporé y me acerqué para verlo
mejor. La luz de la luna también inventaba sombras en su torso, haciendo que se
apreciaran mucho más todos sus músculos. Me parecieron impresionantes, nunca me
había fijado. Pero, por alguna razón, no me conformaba solamente con mirar. Me
mordí el labio. Una voz en mi interior me incitaba, me moría de curiosidad,
quería comprobar cómo eran. Tragué saliva y levanté la mano para tocarlos. La
acerqué despacio y, con dedos trémulos, rocé el pecho con precaución. Si Jacob
se despertara y me pillara, me moriría de la vergüenza, a ver cómo se lo
explicaba yo. Sin embargo, no pareció notarlo, así que esta vez le acaricié con
la palma de la mano. Su pecho estaba muy caliente y los músculos eran fuertes y
tersos, en cambio su piel era increíblemente sedosa y olía tan bien. Miré al
rostro ahora angelical. Mis nuevas amigas tenían razón, qué guapo era Jacob, y
estaba como un…
Soltó un leve ronquido y me
eché en la cama como una exhalación, con el corazón latiéndome a mil por hora.
Suspiré aliviada al comprobar que seguía durmiendo y no se había enterado de
nada.
Yo también estaba agotada y
los leves ronquidos de Jake me arrullaron como si me cantaran una nana. Se me
fueron cerrando los ojos poco a poco, hasta que por fin me dormí. En el sueño
que tuve a continuación volvía a salir Jacob, solo que, en esta ocasión, fue un
sueño precioso: caminábamos felices de la mano por la playa de La Push.
PRESENTACIONES
Noté el calor en mi mejilla,
en mi pecho, brazo y espalda. Me acurruqué, arrimándome un poco más a la fuente
de ese calor. Ya no tenía frío, olía muy bien y se estaba tan a gusto…
De repente, me di cuenta y
abrí los ojos de sopetón.
Estábamos de lado, mirando
el uno hacia el otro. Yo estaba entre sus brazos, con la mejilla apoyada en su
pecho, y le abrazaba por la cintura. Levanté la cabeza para verle la cara y
seguía durmiendo profundamente. Me percaté de que Jake no se había movido de su
sitio y que había sido yo la que me había acercado a él, probablemente para
paliar mi frío nocturno.
Intenté desencarcelarme de
sus brazos, pero me tenía tan abrazada, que era imposible. No me quedaba otra
que despertarle.
―Jake, despierta ―le empujé
con mi cuerpo, ya que tenía las extremidades atrapadas.
Jacob no se despertaba, y
como Alice nos descubriera así, era el fin. Aunque, pensándolo bien, mi padre
ya tenía que estar enterado.
Hundí la cabeza en su pecho,
preparándome para lo peor.
Le empujé, esta vez un poco
más fuerte, y funcionó.
Jacob se despertó, me liberó
súbitamente y saltó de la cama, aturdido y confundido.
―¿Qué? ¿Qué? ―preguntó en
estado de alerta, mirando hacia los lados.
Por lo menos, él no había
advertido la manera en que dormíamos. Estaría a salvo del escáner y posterior
juicio de mi padre.
―Buenos días, Jake. Estás en
mi habitación. Te quedaste a dormir, ¿recuerdas?
―Ah, sí, claro ―bostezó y se
desperezó―. ¿Has dormido bien?
―Sí, sí. Muy bien ―la verdad
es que había dormido genial entre sus brazos. Otra vez tuve que desviar la
atención a su rostro―. Muchas gracias por quedarte.
―Nah, de nada ―me miró el
camisón―. Esto… Me voy afuera para que te cambies y eso, ¿vale? Te espero
abajo.
―Vale.
Jacob salió de la habitación
y, en cuanto cerró la puerta, me levanté de la cama. Salí al vestíbulo y entré
en el baño, que estaba frente a mi habitación.
Era un baño muy grande, cómo
no. Tenía toda la equipación necesaria para relajarse allí un día entero. Había
un enorme jacuzzi, una ducha cuadrada
de un metro de lado con hidromasaje, un bidé e inodoro que colgaban de la pared
y dos enormes lavabos encastrados en una meseta de mármol con un bajo mueble y
un gran espejo. Todo estaba decorado en un estilo actual.
Una de las ventajas de
llevar genes de vampiro es que no te tienes que depilar, así que después de
estrenar el inodoro, cogí unas toallas del mueble del lavabo, me desnudé, me
metí en la ducha y cerré la mampara de cristal. Al abrir el grifo, casi me
ahogo. En vez de salir el agua por la ducha, salieron chorros helados con una
fuerza increíble por el hidromasaje. Bajé el monomando y me restregué el agua
de los ojos con las manos. Cuando por fin fui capaz de abrirlos, vi que el
botón del hidromasaje estaba conectado. Lo desconecté y abrí el agua de nuevo,
cogiendo la ducha con la mano para no congelarme hasta que saliera caliente. Al
final, pude ducharme tranquilamente.
Me enrosqué la toalla al
cuerpo y me dirigí a mi habitación otra vez para vestirme. La ropa interior era
punto y aparte, todo eran encajes y puntillas, muy del gusto de Alice, pero pude
elegir unos sencillos vaqueros, una camiseta de tirantes blanca y una chaqueta
con capucha de color verde pino. En cuanto salí del vestidor, picaron a la
puerta.
―¡Ya salgo, Jake! ―exclamé
mientras me desenredaba el cabello―. Me queda el pelo, pero lo seco en un
momento.
La cabeza de Rosalie asomó
por la puerta.
―Soy yo, Nessie. Y vengo
precisamente a arreglártelo.
―¡Pero si es mi peluquera!
Pasa, Rose.
―No, lo tengo todo preparado
en el baño.
¿Ya? Pero si acababa de
salir de allí, prácticamente.
El baño parecía un salón de
peluquería. Rosalie había puesto una silla giratoria enfrente del lavabo para
que me viera en el espejo y la encimera se asemejaba a un puesto de venta de
productos de belleza capilar.
Como siempre, mientras me
secaba el pelo y me peinaba con el cepillo, casi no le veía las manos, de lo
deprisa que lo hacía, sin embargo, lo único que notaba eran suaves tirones y
que mi cabello se iba colocando en su sitio como por arte de magia.
―¿Qué te parece? ―me
preguntó cuando terminó, girando la silla y dándome un espejo de mano para que
me mirase por detrás.
―¡Guau, está perfecto!
Rosalie siempre me
sorprendía con sus peinados. La mayoría de las veces no la dejaba improvisar
mucho, porque si no se emocionaba demasiado y salía de allí como Sissí Emperatriz. Pero ya me conocía
bien y sabía lo que me gustaba, así que me solía peinar más o menos igual, muy
a su pesar. Hoy me había dejado el pelo suelto, tan solo me había puesto dos
prendedores a ambos lados de la cabeza que despejaban mi rostro, con una suave
cascada ondulada que por poco llegaba hasta mi cintura, demasiado sencilla para
ella, pero ideal para mí.
―Gracias, Rose ―le abracé y
le di un beso.
―De nada, cielo ―me dijo con
una sonrisa―. Ya sabes que me encanta peinarte. Ve a desayunar mientras yo
recojo esto ―de pronto, le cambió el rostro y suspiró―. Ese idiota te está
esperando en la cocina, y como no bajes, va a acabar con la despensa.
―Vale, pero no le llames
idiota ―le regañé.
―Perdón. Se me ha escapado,
lo siento ―se encogió de hombros.
―Está bien ―exhalé―. Te veo
abajo.
Salí del cuarto de baño y
bajé las escaleras para dirigirme a desayunar. Escuché las voces de mis padres
en la cocina y cerré los ojos, preparándome para lo que me esperaba. Tomé aire
y entré.
―Buenos días ―fingí mi
alegría dándoles un beso a los dos como si no pasase nada.
Pero no funcionó. Jacob
estaba sentado en la mesa y, por la cara que tenía, adiviné que ya le habían
echado el sermón a él. Ahora me tocaría a mí.
―No es ningún sermón. Lo
hacemos por tu bien ―me dijo mi padre, visiblemente enfadado.
―Ya os he dicho que no pasó
nada ―se quejó Jacob―. Solo estuvimos durmiendo. Ella tenía miedo y…
―No tienes por qué dar
explicaciones, Jake ―le interrumpí, mirando con ojos acusadores a mi progenitor―.
Es mi vida privada.
A mi padre no le pillé
desprevenido, pero mi madre se quedó aún más pálida, con los ojos casi
saliéndose de las cuencas y la boca abierta. Lo sentía, pero las cosas tenían
que cambiar. Mi padre tendría que controlarse y no meterse tanto en nuestras
mentes.
―Sabes que no puedo…
―Deja que hable ella, Edward
―le cortó mi madre, enojada―. Si no, no me entero de nada ―se dirigió a mí y me
cogió la muñeca―. O si lo prefieres, puedes contármelo con la mano.
Empezó a subirla hacia su
rostro y la retiré bruscamente, como un rayo.
―¡No! ―exclamé, apurada, a
la vez que bajaba la vista y me ponía colorada.
Si la dejaba entrar en mi
mente, vería que le había tocado el pecho a Jake mientras este dormía y me
moriría de la vergüenza.
Mamá comenzó a mirarnos a
los dos con una cara de espanto.
―¡¿Qué ha pasado ahí
arriba?! ―le gruñó a Jacob, rechinando los dientes.
―¡Nada! ―alegó este, levantándose
y apoyándose con las manos en la mesa―. ¡Ya os he dicho que no pasó nada!
¡Edward, díselo! ¡Tú lo sabes!
―Cálmate, Bella, no ha
pasado nada. Solo han sido unas inocentes… caricias
―la última palabra la vocalizó mirándome a mí, con un tono entre agonía y
disgusto.
No me esperaba el chivatazo
de mi padre y me quedé como una piedra. Toda la sangre me subió a la cara.
―¡¿Qué?! ―mi madre giró el
rostro súbitamente hacia Jacob, encolerizada―. ¡¿Qué le has hecho a mi niña?! ―ya
empezaba a caminar hacia él y mi padre la sujetó.
―¡No hubo caricias! ―se
defendió Jacob con la confusión dibujada en su cara, alejándose de mi madre―.
¡Puede que nos rozáramos sin querer mientras dormíamos, pero si a eso lo
llamáis caricias!
¡Uf! La cosa empezaba a
ponerse fea. Jacob no sabía nada y lo estaba empeorando.
―¡¿Cómo dices?! ¡No te hagas
el inocente, Jacob! ―siseó mamá.
―No ha sido él, Bella ―espetó
mi padre con un tono monocorde para tranquilizarla.
¡Oh, no!
Hubo un momento de parálisis
colectivo en la cocina. De pronto, mamá y Jacob me miraron a la vez. Una con
decepción e incredulidad, el otro con sorpresa.
―¿Qué? ―cuestionó ella.
―¿Cómo? ―preguntó Jake con
el labio a punto de curvarse hacia arriba.
Papá se había pasado de la
raya.
―¡Basta! ―chillé.
Ya no tenía sangre, la tenía
toda en la cabeza, era imposible que me pusiera más roja. Intenté relajarme. No
serviría de nada discutir con ellos, lo único que conseguiría es que me
pusieran más en evidencia. Así que respiré hondo.
Cogí dos cuencos y la caja
de cereales del armario y los puse en la mesa.
―Me vine a vivir a esta casa
para tener más intimidad y no hacéis otra cosa que meteros en mi vida.
―¿Más... más inti…intimidad
para qué? ―mamá oscilaba la mirada entre Jake y yo.
―Para lo que yo quiera ―contesté
con determinación, mientras sacaba la leche de la nevera―. Papá tiene que
procurar no leernos tanto la mente ni a Jake ni a mí.
―Pero sabes que no lo hago a
propósito. Esto es algo que no puedo evitar ―se lamentó él.
Vertí la leche en los
cuencos y la volví a guardar en el frigorífico.
―Pues entonces tendrás que
ignorar lo que veas, y si no puedes, por lo menos respetarlo ―me senté en la
mesa y le di dos palmaditas a la silla de al lado para que se sentara Jake.
Mis padres se quedaron
observando mientras Jacob y yo empezábamos a desayunar juntos. Nos miraron
mientras me echaba los cereales en el cuenco y luego se los pasaba a él para
que hiciera lo mismo. No sé lo que vio papá.
―De acuerdo ―exhaló al fin.
―Pero… pero, Edward ―mamá
intentó quejarse, pero mi padre la interrumpió poniéndole el dedo en los
labios.
―Aunque siempre habrá cosas
que no podré pasar por alto ―esta vez miró solo a Jacob con ojos de
advertencia.
Este le devolvió la mirada y
siguió comiendo los cereales.
―Gracias ―suspiré.
Papá inspiró profundamente y
soltó el aire, cansado.
Antes de que Carlisle le
llamara, le dio un pequeño beso a mi madre y salió de la cocina. Esta se quedó
apoyada en la encimera y, aunque no miraba para ella, notaba su vista fija en
nosotros mientras bromeábamos con los cereales. Algo me hizo sentir incómoda,
no sabía qué era, así que la miré de reojo. Un aire helado recorrió mi cuerpo
cuando vi sus ojos. Nos observaba con la mirada perdida, como sin darse cuenta,
con un matiz triste y algo melancólico en sus pupilas. Nunca la había visto
así. Pero sabía el porqué de esa mirada. Me di cuenta de que yo había crecido
tanto y tan deprisa, que solo había tenido seis años para disfrutar de su niña, su única hija. Me hizo sentir
culpable. Nessie discutiendo sobre su intimidad y su vida privada, y no había
reparado en que ella lo estaba pasando mal. Además, también estaba el tema de
Renée.
Terminé mi cuenco y me
levanté de la mesa para meterlo en el lavavajillas. Me acerqué a mi madre y le
di un abrazo y un beso.
―Te quiero, mamá ―le
susurré.
―Y yo a ti ―me abrazó con
fuerza.
―Sabías que esto iba a pasar
tarde o temprano. Ya sé que no es fácil, que todavía me ves como a una niña,
pero tienes que entenderlo ―me separé para mirarla.
―Lo sé ―suspiró, cerrando
los ojos y asintiendo con la cabeza.
La besé de nuevo y me
acerqué al fregadero para recibir el pase
de siempre. Jacob me lanzó su cuenco como un frisbee y yo lo encesté en la parte superior del lavavajillas.
―Nos tenemos que ir, o
llegaremos tarde ―me dijo Jake.
―Sí ―me volví de nuevo hacia
mi madre, pero ya no estaba.
―¿Qué vas a hacer hoy? ―le
pregunté a Jake mientras me disponía a cambiar de canción en el estéreo de su
coche.
―Tengo que ocuparme de las
dos manadas. Patrullaré unas cuantas horas y luego me dedicaré a arreglar el
abollón del capó ―al mencionar abollón
puso una mueca de dolor.
Con lo del capó, me acordé
de la imagen de la cabeza que vi la noche anterior y me entró un escalofrío.
Jake se dio cuenta.
―Lo siento. No quería
recordártelo.
―No importa. Además, si te
hubiera hecho caso y no hubiera mirado, no me pasaría esto. A veces soy
demasiado curiosa.
―Sí, ya me he dado cuenta ―me
dijo con una sonrisita socarrona.
Sin duda, estaba hablando de
mis inocentes caricias. Menudas
palabras había encontrado mi padre.
Nos paramos en un semáforo
en rojo, que parecía el reflejo de mis mejillas.
―Si querías tocarme, solo
tenías que habérmelo pedido ―susurró con su voz ronca, mofándose―. Si quieres,
puedes hacerlo ahora mismo.
Empezó a subirse la
camiseta.
―¡No, para, Jake! ―le agarré
las manos, tirando de ellas hacia abajo, con la cara ya echando humo.
Jacob se carcajeó, pero yo
lo estaba pasando fatal. En ese momento me daban ganas de matar a mi padre.
Seguramente, este era su castigo.
―La verdad es que estoy un
poco enfadado contigo, Nessie ―ahora hablaba serio―. Estaba durmiendo, no
tenías que haber hecho eso.
―Lo siento. Yo…
―Tenías que haberme
despertado, así no me hubiera perdido la fiesta ―me interrumpió, carcajeándose
de nuevo.
Le dediqué una cara de odio
y apreté los dientes.
Los coches que nos seguían
empezaron a tocar el claxon cuando el semáforo se puso en verde y no nos
movíamos.
―Creo que esa gente de atrás
te agradecería mucho que me soltaras las manos para que pudiera iniciar la
marcha de nuevo ―me cuchicheó, sarcástico.
Le solté con brusquedad y me
crucé de brazos mientras se seguía riendo. Por fin, empezamos a avanzar.
―Eres un idiota ―bufé.
―Eres tú la que te morías
por acariciarme. Ahora atente a las consecuencias ―sonrió satisfecho.
―No te lo tengas tan creído.
No eres… ―de repente, la imagen de su torso bañado por la luna vino a mi mente―,
para… para tanto.
La sonrisa de Jacob se
ensanchó.
―Bueno, pero por lo menos,
¿te gustó?
―Para nada ―mentí con un
tono lo más creíble que pude.
Se rio, mordiéndose el labio
y negando con la cabeza.
Seguimos en silencio ―para
mi alivio―, escuchando la música, y al cabo de un rato estábamos en el
aparcamiento del instituto, con el coche estacionado.
Jacob se quedó mirándome.
―¿Y ahora qué pasa? ―pregunté,
cansada―. ¿Vas a seguir riéndote de mí?
―No, ya tuve bastante por
hoy ―me dijo con su sonrisa burlona. Entonces, cambió la cara―. Es que… tengo
que reconocer que tu tía la Barbie no te ha dejado mal. Estás muy guapa, la
verdad.
―Gracias. Rosalie hace
milagros ―dije, riéndome, mientras me tocaba el pelo.
―No ―me atrapó con sus
profundos ojos, esos que ahora me llamaban y me hipnotizaban―, eres preciosa ―susurró.
Me acarició la mejilla como
la noche anterior, con el dorso de la mano, solo que, en esta ocasión, sus
dedos temblaban levemente, casi con miedo a tocarme. Esta vez, no pude evitar
cerrar los ojos cuando me estremecí. Todo el vello de mi cuerpo se puso de
punta. Los sentí deslizarse por mi rostro, rozándome el cuello hasta que se
perdieron en mi pelo.
Abrí los ojos, todavía
alelada. Jacob me sonrió y miró por mi ventanilla.
―Tus amigas te están
esperando ―anunció, señalándolas con la cabeza.
Me giré hacia atrás y vi a
mis nuevas amigas esperándome a unos metros del coche.
―Sí ―aún estaba atontada. Me
volví hacia Jacob, bajando la vista para no tener que encontrarme con sus ojos
otra vez―. Tengo… tengo que irme ―cogí la mochila del suelo de mi asiento y
salí del coche.
―¡Hey! ―exclamó, estirándose
para bajar la ventanilla del copiloto. No me quedó otro remedio que mirarle―.
Te vendré a buscar, ¿vale? ―me recordó con su sonrisa.
―Vale ―y se la devolví.
Sabía que él no se iría
hasta que no me viera entrar por la puerta del edificio, así que me fui con mis
amigas.
Todas me saludaron
efusivamente, excepto Brenda. Esta tenía la cara desencajada, alicaída, parecía
más larga de lo normal. Pensé que igual estaba enferma o algo, así que traté de
no agobiarla.
Entramos en el pabellón y
las chicas se fueron distribuyendo por el camino en sus diferentes aulas, todas
menos Helen y yo, que llegamos juntas a nuestra clase de Trigonometría.
Por supuesto, al pasar por
el pasillo de entre los pupitres escuché algún cuchicheo sobre mi casi huida
del día anterior en la clase de Historia. Para un oído humano habrían pasado
desapercibidos, pero para el mío… Cuando el señor Varner entró por la puerta, se
hizo el silencio absoluto.
El profesor se puso a dar
clase enseguida. En un abrir y cerrar de ojos, la pizarra estaba llena de
triángulos rectángulos, razones trigonométricas y circunferencias con sus radios y radianes. Aunque tomé algún apunte, me aburría mucho, puesto que ya
me lo sabía, sin embargo Helen no paraba de tomar notas, su bolígrafo iba a
ponerse a soltar chispas de un momento a otro.
Mientras fingía apuntar en
mi cuaderno, me sumí en mis pensamientos. Con tanto seno y coseno, la imagen de Jake tumbado sobre mi
cama, semidesnudo, a la luz de la luna, vino a mi mente irremediablemente. Una
curva tonta empezaba a elevarme el labio. Me espabilé a mí misma e intenté
prestar atención a la lección. Miré a Helen. Seguía concentradísima en los
triángulos, al igual que el resto de la clase. Me puse a copiar lo que había
escrito de nuevo el señor Varner.
Las otras clases fueron más
amenas. En Gimnasia lo pasé muy bien, aunque me tuve que controlar al lanzar el
balón medicinal. Si lo lanzara
con todas mis fuerzas, como me decía el profesor, hubiera salido como un
torpedo a través de la pared del gimnasio. Y encima era el de tres kilos. Me
limité a imitar lo mejor que pude las débiles fuerzas de mis compañeras.
En Historia la señora Smith
me sacó a la pizarra para que le hiciera los esquemas del tiempo. Parecía una
especie de venganza por haberle mentido el día anterior. Mientras hacía una
línea temporal casi perfecta, volví a escuchar los cuchicheos de algunos de mis
compañeros.
Por fin llegó la hora del almuerzo.
Helen y yo habíamos quedado con el resto de las chicas en la misma mesa del día
anterior, al parecer, siempre se sentaban ahí.
―¡Madre mía! ―exclamó Helen―.
¡Menuda clase te ha dado la señora Smith! Se ha pasado un poco, ¿no?
―Ya ves ―contesté, comiéndome
una patata.
―¿Qué pasó? ―preguntaron las
gemelas a la vez.
―Ayer Nessie tuvo que salir
a hacer una llamada urgente en mitad de la clase y a la señora Smith le ha
sentado fatal. Ya sabéis cómo es esa mujer. Piensa que le ha mentido.
―Me ha tenido toda la clase
en la pizarra dibujando esquemitas ―recalqué
la última palabra con rabia.
Las gemelas se rieron al
unísono. Hasta sus risas iban acompasadas.
―Sí, no le gustan nada esas
cosas ―dijo Alison.
―Siempre piensa que se están
riendo de ella ―siguió Jennifer.
Se hizo un pequeño silencio
que aprovechamos todas para meternos algo en la boca. Todas excepto Brenda, que
pinchaba su ensalada con el tenedor una y otra vez, con el mismo rostro de
primera hora de la mañana. Me daba un poco de pena, porque ninguna parecía
hacerle caso.
―¿Qué te pasa, Brenda? ―le
pregunté―. ¿No te encuentras bien?
Esta me contestó cabizbaja.
―No, no es eso. Es que estoy
tan avergonzada por mi comportamiento de ayer al salir de clase…
Bueno, por lo menos lo
reconocía. Tal vez la había juzgado mal.
―Nosotras también ―agregó
Helen―. No sabíamos que el chico de la moto era tu novio, perdona.
¿Novio? ¿Cómo iba Jacob a
ser mi novio?
―No, no es mi novio, es mi
mejor… amigo ―antes de pronunciar la última palabra, ya me estaba arrepintiendo
de haberla dicho.
Conforme iba diciendo la
frase, el rostro de Brenda cambiaba radicalmente. Iba cogiendo color hasta que
se le iluminaron los ojos, que ahora le brillaban otra vez descarados.
―Oh, perdona. Nos dio la
sensación…
―Entonces, ¿está libre? ―interrumpió
Brenda a Helen―. Quiero decir, ¿sale con alguien?
¿Salir… con alguien? Bueno,
aunque siempre estábamos juntos, no era salir
en ese sentido ni nada, pero... Aquí faltaba algo. Empecé a sentirme rara, como
cuando se te olvida una cosa y no te acuerdas de qué es.
―Pues… no ―murmuré.
―¿Cómo se llama? ―siguió
preguntando descaradamente.
Pestañeé, confusa. No
encontraba lo que se me había olvidado.
―¿Eh? ―todas me miraron
expectantes―. Jacob ―contesté al fin.
―Jacob ―se quedó pensativa
un segundo―. Es un nombre precioso, le pega.
Pues qué mal le quedaba a
ella tan solo el pronunciarlo. Se rio con una risa tonta mientras mordía el
tenedor. No me había equivocado con Brenda para nada.
―Nos lo tienes que presentar
―al igual que el día anterior, advertí que para ella ese nos significaba un me.
―¡Sí, hoy mismo! ―exclamaron
Jennifer y Alison al unísono.
―Le hemos oído decir que te
viene a buscar, así que no tiene escapatoria ―dijo Helen, guiñándole el ojo a
las gemelas.
Genial, ahora también las
otras tres.
―Bueno, no creo que sea buena
idea…
―¡Por favor! ―exclamaron las
cuatro, interrumpiéndome.
No iba a tener más remedio
que presentarles a Jacob. Mi Jacob,
dijo una voz para mis adentros, tan bajita y tímida que casi no la oí.
―Está bien ―suspiré―. Os lo
presentaré al salir de clase.
―¡Gracias! ―Brenda me dio un
beso, que luego me limpié, y se puso a dar palmitas toda emocionada; lo estaba
tanto, que ni siquiera se percató de mi temperatura.
Las otras tres también se
rieron con el mismo entusiasmo y yo intenté concentrarme en acabar mi comida.
El final de las clases llegó
antes de lo que a mí me hubiera gustado. Sin apenas darme cuenta, ya las tenía
a todas en el pasillo arrastrándome hacia la puerta. Iban tan rápido, que si no
fuese por su olor, hasta hubiera dudado de que eran humanas.
En el exterior, el ambiente
era templado y una llovizna casi invisible caía del cielo como si de una
cortina se tratase. Sin llegar a salir del pasillo, ya me llegó el efluvio de
Jacob.
Este se apoyaba en su Golf
rojo, con las manos en los bolsillos del pantalón y con su sonrisa de siempre
puesta. Por lo que vi, ya había arreglado el abollón del capó. Vestía una
camiseta negra sin mangas y unos vaqueros cortos, y en cuanto mis amigas lo
vieron, empezaron a babear de nuevo. ¿Por qué se había tenido que poner esa
camiseta?
A medida que nos acercábamos
hacia Jake, mis amigas aminoraron la marcha, tímidas. Salvo Brenda, cómo no. Esta
se acercó rauda y veloz para colocarse frente a él.
Apreté los dientes y el
paso, obligando al resto a seguirme casi corriendo.
―Hola, me llamo Brenda ―se
presentó, comiéndole con la mirada.
―Jacob ―dijo él, sonriendo y
saludando con la cabeza.
Brenda parecía deslumbrada
por sus blancos dientes al verlos tan de cerca.
Pero esa preciosa sonrisa se
ensanchó nada más ver que yo ya había llegado. Brenda tuvo que recular cuando Jacob
estiró su brazo con el fin de atraerme hacia él para abrazarme. Me reí con
malicia en mi fuero interno. Le cogí de la mano y empecé con las
presentaciones. Ninguna, incluida Brenda, pudo evitar fijarse en nuestro
amarre, aunque los cuatro pares de ojos enseguida volvieron a clavarse en Jake.
―Bueno, os voy a presentar ―empecé
a señalarlas con la mano, a desgana―. Jacob, estas son Jennifer, Alison, Helen
y…, bueno, a Brenda ya la conoces. Chicas, este es Jacob.
Mi Jacob,
volví a oír muy bajito en mi cabeza.
―Hola, ¿cómo estáis? ―saludó
él.
―¡Cómo estás tú! ―le
cuchicheó Brenda a Helen al oído.
¡¿Sería…?! Si yo lo había
escuchado, seguro que Jake también. Le estaba empezando a coger verdadera manía
a esta chica, y eso que solo la conocía de dos días.
El resto de mis amigas se
habían quedado mudas. Helen sacudió la cabeza y carraspeó.
―Hola. Nessie nos ha hablado
mucho de ti y teníamos ganas de conocerte ―dijo tímidamente.
¡Menuda mentirosa! Todo
valía para entablar conversación, ¿no?
―¿Ah, sí? ―Jake sonrió aún
más―. ¿Y qué es lo que os ha contado?
―Nada ―interrumpí―. Que me
venías a buscar y todo eso.
―No quería presentarte ―le
soltó Brenda a la cara.
―¿No? ―el rostro de Jacob se
puso un poco más serio mientras giraba la cabeza para mirarme.
Me encogí de hombros con una
sonrisa tonta. Fue lo único que se me ocurrió hacer. ¿Cómo le iba a explicar
que no quería presentarle porque… porque…? De pronto, el entendimiento barrió
mi cerebro como un huracán. Porque estaba… ¿celosa? Celosa, me repetí, asombrada. Me miré a mí misma. Me fijé en cómo
mi mano se había aferrado a la suya. La sujetaba con fuerza, casi con
autoridad.
―Me parece que tu mejor amiga ―matizó Helen con intención―,
tiene miedo a que le quiten el puesto y está un poco celosa ―volvió a apuntillar, mirándome con cara de saber más que
yo.
Me cambió el color del
semblante en cuanto escuché la palabra en los labios de mi compañera. Brenda le
clavaba la mirada con los ojos a punto de cerrarse y la boca y el ceño
fruncidos, mientras negaba con la cabeza.
―¿Estas celosa? ―me preguntó
él con su media sonrisa.
―Por supuesto que no ―mentí.
Le solté la mano bruscamente y me volví hacia mis amigas―. Ya os he dicho que solo
somos amigos, nada más.
Jacob giró el rostro hacia
el otro lado, así que no pude vérselo. Murmuró algo que no fui capaz de
entender bien.
―Hoy es jueves y trabajo
esta noche, si te apuntas a tomar algo, te invito ―le propuso Brenda,
guiñándole el ojo.
¡Esto era el colmo! Mis
dientes rechinaron y la cara se me encendió, aunque no de vergüenza
precisamente.
―Ah, ¿y dónde trabajas? ―le
preguntó Jacob con un tono que no me gustó nada.
―Soy camarera en el Ocean ―contestó ella con una sonrisa de
oreja a oreja.
Genial. El Ocean era el club de moda de Forks,
bueno, de hecho era el único que había en todo el pueblo, y ella trabajaba allí
de camarera. Alice me había hablado de él. Podía imaginármela súper sexy detrás de la barra, con todos los
chicos amontonados, esperando a que les sirviera la copa.
―Bueno, no sé ―Jake me miró
para estudiar mi reacción y se mordió el labio, sonriente. Intenté fingir
indiferencia, pero me salió un cruce de brazos, con los dientes apretados―. La
verdad es que no suelo salir nunca, pero ya veré.
―¿Nos podemos ir ya, Jake? ―le
pedí, enfadada.
―Si no puedes venir hoy,
también trabajo los viernes ―siguió Brenda.
―Ya veré ―repitió él.
Mi cabeza empezó a llenarse
de insultos innombrables en honor a esa arpía. Estaba a punto de
estallar, como no nos marcháramos de allí.
―Jacob, quiero irme a casa ―le
apercibí, echando fuego por las pupilas.
―Sí, vamos ―dijo por fin―.
Bueno, chicas, adiós.
―Hasta luego. Ha sido un placer ―contestó Brenda.
Las demás se despidieron con
la mano. No habían prestado atención a nada de la conversación, con Jake, ya
debían de tener bastante.
El viaje de vuelta fue
silencioso, ni siquiera me apetecía poner música, y él tampoco habló. Parecía
preocupado y pensativo, como la noche anterior de camino a mi habitación. Al
verle así, se me pasó todo el cabreo.
Aparcó el coche delante de
la casa, como solía hacer, y cuando abrí la puerta para salir, se incorporó
sobre mí para cerrármela.
―Espera.
―¿Qué pasa?
Se sentó de nuevo en su
asiento, con las manos y la mirada aferradas en el volante.
―Tengo… tengo que decirte
algo ―su voz y su rostro denotaban nerviosismo, y me pareció que un ligero
sonrojo coloreaba sus mejillas. De pronto, empezó a reírse, levantando la vista
hacia el techo―. Dios, no pensé que esto fuera tan difícil ―masculló.
―¿El qué? ―pregunté,
confundida.
Se hizo un silencio. Respiró
hondo y giró el rostro para clavar sus pupilas llenas de determinación en mí.
Su mirada era tan penetrante, que, sin querer, mi corazón empezó a acelerarse.
―Nessie, estoy…
Alguien picó en el cristal
de la luna trasera y le interrumpió. Jacob puso los ojos en blanco, resopló y
volvió la cara hacia su ventanilla. Miré hacia allí para ver quién era, pero el
repiqueteo se oyó en la mía.
Al darme la vuelta, la vi y
bajé el cristal.
―Hola, mamá.
―¿Qué hacéis? ―preguntó con
una sonrisa.
―No estábamos haciendo nada
malo, si es lo que quieres saber ―le contestó Jake, enfadado.
―Solo he venido a saludar ―le
replicó mi madre―. Luego podéis seguir a lo vuestro. ¿O es que he interrumpido
algo?
―Pues mira, sí ―le espetó
Jacob con cara de malas pulgas.
Mamá arrugó las cejas de su
cara nívea y perfecta, pero su enojo iba dirigido solamente a Jacob.
―Ya me voy, tranquilo.
―Demasiado tarde ―gruñó él.
Hizo una pausa y suspiró―. De todos modos, ahora tengo que entrar para hablar
con Carlisle.
―¿Con Carlisle? ―preguntó
ella.
―Sí, esta mañana hemos
encontrado un rastro extraño en el bosque.
―¿Un rastro extraño? No me
habías dicho nada ―le eché un poco en cara.
―No me dio tiempo ―Jake
miraba otra vez a mi madre con cara de pocos amigos.
―¿De quién? ―siguió esta,
haciendo caso omiso.
―No lo sabemos. Nunca
habíamos encontrado una peste como esa, y mira que la vuestra es insoportable ―mi
madre puso los ojos en blanco―. Por eso tengo que hablar con Carlisle. Puede
que él lo sepa.
Jacob salió del coche y yo
hice lo mismo. Corrí a su lado y él me pasó el brazo por el hombro. Cuando nos
disponíamos a subir las escaleras del porche, mi madre me llamó.
―Renesmee, ¿vienes a dar un
paseo conmigo?
Jake y yo nos miramos
extrañados.
―¿No quieres entrar para ver
de qué va todo esto? ―le pregunté.
―No importa, tu padre me lo
contará después. Ahora me apetece pasar un rato contigo.
Me acordé de lo triste que
había estado esa mañana y no me pude negar.
―Luego te veo, ¿vale? ―le
dije a Jake.
―Te espero en nuestro
tronco.
―Más te vale contármelo todo
después ―le regañé en broma.
―Descuida.
Me aparté de él y me fui con
mi madre.
―De acuerdo. Vamos a dar un
paseo ―acepté, cogiéndola del brazo.
REACCIONES
La débil lluvia se había
convertido en niebla sin darse cuenta. Se colaba entre los rojos árboles
otoñales como si fuera un humo espeso y pesado y hacía del bosque un sitio
tenebroso. Apenas se podía ver nada, pero a mamá no parecía importarle. Quizá
ella sí podía ver más allá de esa densa cortina.
―¿Qué tal te ha ido hoy en
el instituto? ―me preguntó.
―Bien, me parece que me va a
ser más fácil aprobar de lo que creía.
Mamá se rio con su voz
musical.
―Eres tan lista como tu
padre.
―No. Es que papá me ha
enseñado demasiado, tuvo mucha prisa ―me reí.
―Bueno ―ahora hablaba más
seria―, él no pensaba que te fueras a matricular en el instituto y quería que
tuvieras una buena formación académica. Además, has crecido tan rápidamente,
que nos ha pillado un poco desprevenidos.
―Sabíais que lo iba a hacer
pronto. Aunque me imagino que si hubiera sido por vosotros, no habría crecido
nunca ―suspiré.
―No es eso. Es que todo esto
de Jacob… ―dejó la oración en el aire.
―¿Qué pasa con Jake? ―pregunté,
extrañada.
Mamá se quedó pensativa,
parecía estar buscando las palabras adecuadas a lo que me tenía que decir.
―Deberíais cortaros más ―soltó
finalmente.
―¿Cómo? ―no entendía nada.
―Tu padre puede verlo todo a través de vuestras mentes ―mamá
hablaba de una forma un tanto irritada―. Sé que a mí no me lo cuenta para
evitarme el mal trago, pero él lo pasa fatal. Lo de anoche…
No me lo podía creer. Lo
único que había hecho era tocarle el pecho a Jacob por curiosidad, y ellos
hacían una montaña de un grano de arena.
―No sé por qué ―le repliqué,
enfadada―. Fue algo totalmente natural, solo quería comprobar cómo era.
Mi madre se paró de repente
y se quedó muda.
―¿Comprobar… cómo era? ―se
apartó con rudeza de mi lado y empezó a pasear de aquí para allá nerviosamente,
con las manos en la cabeza y mirando al suelo con los ojos perdidos―. ¿Hasta
dónde llegasteis? ―interrogó con un tono que rozaba la histeria.
―¿Qué? ―mi cara fue fiel a
toda la confusión que tenía en la cabeza―. Solo le toqué…
No me dejó terminar la
frase. Se abalanzó hacia mí, furiosa, hasta que quedó a un paso y me clavó sus
ojos ya oscurecidos por el enfado.
―¡Tienes que tener cuidado
con Jacob, sobre todo en lo relativo al… sexo!
―le costó soltar la palabra―. ¡Ya deberías saberlo, Renesmee, puedes hacerle
mucho daño! ¡Para él no es un juego, es algo muy serio, y si luego tú no le…!
―Espera, espera, espera… ―le
corté―. ¡¿Que debería saber el qué?! ¡¿De qué me estás hablando?! Jake y yo no…
―me empecé a poner colorada solo de pensarlo―. ¡No hemos hecho nada!
―¡Renesmee Carlie Cullen, no
me mientas! ¡Ya te he hablado de eso y sabes de sobra que los… tocamientos forman parte del sexo! ¡Así
que no disimules!
―¡Por Dios, ¿qué
tocamientos?! ―mi cara de indignación disimuló algo mi terrible vergüenza―. ¡No
hubo ningún… tocamiento! ―a mí
también me costó decir el vocablo.
Mi madre pareció calmarse un
poco y su semblante volvió a su estado de piedra impoluta.
―¿En serio? ―ahora parecía
avergonzada―. Pero tu padre vio…
Puse los ojos en blanco y le
coloqué la mano derecha en la mejilla. No me apetecían más explicaciones
verbales, mi cara ya había aguantado demasiadas invasiones de sangre.
Le dejé ver desde que Alice
había salido de la habitación. No pude evitar recordarlo, así que se me escapó
que Jacob me había acariciado la mejilla. Ella puso su mano sobre la mía y sonrió.
Le mostré que había salido a dormir al pasillo como lobo y luego pasé a mi
pesadilla. Vio cómo Jake entraba corriendo en mi dormitorio, ya humano, y yo le
abrazaba. Cómo intentaba no fijarme en su torso desnudo cuando le pedía que se
quedara a dormir. Le enseñé que él se había echado boca arriba, sobre la colcha,
a mi lado, y que se había quedado dormido enseguida, de lo cansado que estaba.
Empecé a mostrarle cómo le rozaba el pecho con los dedos…
De pronto, mi madre me
sujetó la muñeca con fuerza. La agarraba tan fuerte, que me hacía daño. Tenía
una expresión muy extraña, parecía fría. Me asusté un poco e intenté quitar la
mano, pero no me dejó. Ella quería seguir viendo, quería saber qué venía
después, si había pasado algo más. No se fiaba de mí. Accedí, pero lo iba a
hacer de una forma un tanto vengativa y rebelde. Estaba harta de que mis padres
quisieran saberlo todo, incluso mis pensamientos más íntimos. ¿Quería verlos?
Pues se tendría que atener a las consecuencias. Continué mostrándole mis
recuerdos, pero esta vez también dejé ver todo lo que sentía como si lo
estuviese reviviendo intensamente en ese mismo momento. Cerré los ojos y me concentré,
sumiéndome yo misma en mi mente.
Recordé los fuertes brazos
de Jacob cuando me lancé a abrazarle después de la pesadilla, y de lo segura y
protegida que me hacían sentir. Le mostré cómo él me apartaba los cabellos del
rostro y me pasaba los dedos entre la melena para peinarme mientras yo le
miraba atontada, de lo que eso me gustaba. Pasé a revelarle lo mucho que me
costaba apartar los ojos de su pecho desnudo cuando no le dejé que se marchara
para que se quedase a dormir en mi cama. Rememoré sus músculos iluminados por
la luz de la luna llena, lo que me apetecía tocarlos, sentirlos. Cómo los
rozaba con mis dedos temblorosos, bajando hasta los abdominales, pero que eso
no me bastaba.
Mamá estranguló más mi
muñeca.
Le mostré cómo entonces
subía hacia su pecho, acariciando cada uno de los músculos con la palma de mi
mano, lentamente, sin querer perderme ninguno, y lo tersos, sedosos y calientes
que me habían parecido, lo bien que olía su piel. Me acordé de lo angelical que
me parecía Jacob mientras dormía, su hermoso rostro, su pelo azabache, su aterciopelada
piel cobriza, sus apetecibles labios...
La mano de mi madre ya casi
me cortaba la sangre, de lo que apretaba ahora.
Pero mi mente no hizo ningún
caso. Tanto me interné en mis pensamientos, que se sumió en una especie de
profunda inconsciencia, casi en estado hipnótico, que ni yo podía controlar. Me
llevó a otros recuerdos, imágenes como diapositivas animadas, ignorando por
completo la compañía que tenía. Ya casi no sentía su mano apresadora. Solo podía
sentir las diapositivas que pasaban a toda prisa por mi subconsciente. Lo
primero que apareció fueron los intensos ojos negros de Jacob, que me atrapaban
y me llamaban, cuando se clavaban en mí, no podía ni moverme. No. Era yo la que
no quería hacerlo, quería seguir mirándolos, quería perderme en ellos. La
imagen se fue deprisa y otra la sustituyó con la misma rapidez. Estábamos
parados de camino a la playa. Jacob tenía su rostro muy cerca del mío, tanto,
que notaba su ardiente aliento. Cuando vi cómo lo acercaba, mi corazón se
volvió a acelerar sin poder evitarlo. La diapositiva cambió otra vez hasta esta
misma mañana. Estábamos en el coche. Jacob acariciaba mi mejilla con el dorso
de sus dedos suaves y calientes mientras me cautivaba con su penetrante mirada,
se deslizaban rozando mi cuello hasta perderse en mi pelo. Me estremecí de
nuevo y el vello se me puso de punta una vez más.
Entonces, justo en ese
momento, sucedió algo repentino e inesperado que me hizo salir disparada de mi
hipnosis.
Mi pulsera trenzada vibró y
rechazó a mi madre. Cuando abrí los ojos, apenas lo había visto, todo sucedió
en una milésima de segundo.
La pulsera había convulsionado
con fuerza una sola vez, pero fue suficiente, lo hizo con tanto ímpetu, que
desató una energía increíble. Produjo una especie de onda expansiva invisible
en miniatura que se extendió vertiginosamente como si de una bomba atómica se
tratase, haciendo que su mano se soltara con brusquedad. La onda expansiva fue
tan grande, que la obligó a retroceder un paso al empujar su brazo hacia atrás,
sin embargo, a mí no me movió ni un centímetro.
Mamá se quedó paralizada y
perpleja, con los ojos muy abiertos, asustados.
―¿Qué… qué ha sido eso? ―preguntó
con un hilo de voz.
Su instinto le hizo ponerse
a la defensiva y retirar el labio hacia atrás, pero se controló al momento y
sus labios volvieron a quedar en su estado perfecto.
―No lo sé ―susurré, aturdida,
mirándome la pulsera.
―¡¿Qué clase de pulsera
mágica te ha regalado ese chucho?! ―masculló,
matizando el insulto con rabia.
―No le llames chucho ―protesté,
enfadada―. Tú eres su amiga.
―Sí, claro ―se rio con
amargura―, y le ha puesto una pulsera mágica a la niña de su mejor amiga para
que no la pueda tocar.
La pulsera vibró de nuevo,
aunque esta vez más suave, como llamando mi atención. Algo estalló en mi
subconsciente de repente y no pude pararlo, subió por mi garganta y me obligó a
hablar. Las palabras salieron de mi interior solas, no me hizo falta ni
pensarlas.
―He dicho amiga ―escupió mi boca con furia retenida.
―¿Cómo? ―inquirió mi madre
sin entender, ahora hablaba con cautela.
―Yo soy su mejor
amiga ―puntualicé, con los dientes apretados.
Se quedó como una piedra
delante de mí, mirándome, estudiándome con sus ojos confusos. Su semblante se
serenó al cabo de un minuto.
―Sí, es cierto ―susurró al
fin.
Bajó la mirada hacia mis
manos. Eso me llamó la atención y yo hice lo mismo.
Las tenía en puños, tan
apretados, que me hacía daño a mí misma con las uñas.
Los abrí poco a poco, hasta
que las manos me quedaron colgando de los brazos. No sabía qué hacer con ellas,
así que las metí en los bolsillos de la chaqueta.
―Lo siento mucho ―me dijo
con la voz pausada―. La culpa ha sido mía, no tenía que haberme metido tanto en
tus recuerdos. No tenía derecho.
En ese momento estaba hecha
un lío. ¿Qué me había pasado? ¿Por qué había reaccionado de ese modo? ¿Y la
pulsera? Nunca había hecho eso. ¿Es que ahora tenía poderes o algo así? ¿Por
qué no podía recordar mis últimos pensamientos?
―No importa ―inspiré hondo y
me tranquilicé―. Además, yo también tengo mi parte de culpa. Creo que te enseñé
demasiado.
―Entonces, ¿me perdonas? ―murmuró.
Parecía realmente
arrepentida, y yo también lo estaba, por tener esa extraña reacción con ella.
―No hay nada que perdonar,
mamá ―le sonreí lo mejor que pude, aunque con lo atolondrada que me había
quedado, no sé lo que me salió.
Mi madre se aproximó para
darme un abrazo, pero, de pronto, se quedó quieta, mirando la pulsera con
recelo.
―Ya no vibra ―le dije,
levantando la muñeca para que la viera.
Se acercó con los brazos
vacilantes y finalmente se atrevió a abrazarme. Esta vez, no pasó nada raro.
―Sabes que te quiero ―me
susurró al oído.
―Sí, lo sé. Yo también te
quiero ―no me dejaba, y yo quería estar un rato a solas para poner en orden mi
destartalado cerebro―. Tengo que irme, he quedado con Jake en nuestro tronco.
Por fin se despegó y me dio
un beso.
―¿Sabrás llegar con esta
niebla?
―Ese sitio lo encontraría
con los ojos cerrados, no te preocupes.
―Claro, me lo imagino ―me sonrió.
―Bueno, os veo después,
cuando vaya a cenar y eso.
―De acuerdo. Hasta luego.
Me despedí con la mano y me
alejé de mi madre, dejándola detrás de la espesa niebla. Ni siquiera noté
cuándo se marchó.
Seguí caminando por el
bosque. El terreno estaba cubierto de las hojas bermejas que ya habían caído de
los árboles. Estaban mojadas por la débil llovizna de antes y la niebla de
ahora. Los árboles iban apareciendo a mi lado como por arte de magia. Se
presentaban de repente a medida que avanzaba y desaparecían de nuevo a mis espaldas.
Empecé a darle vueltas a
todo lo que había pasado e intenté contestar a las preguntas que yo misma me
había hecho antes, pero lo único que conseguía era formularme más.
¿Por qué había reaccionado
así la pulsera? ¿Por qué había rechazado a mi madre? La pulsera era quileute,
¿sería porque ella era vampiro? Bueno, yo era medio vampiro, ¿por qué no lo
había hecho conmigo? ¿Lo haría con más gente de mi familia? ¿De qué me había
avisado y por qué respondí de ese modo? ¿Por qué me habían gustado tanto mis
recuerdos? ¿Por qué no podía recordar los últimos? Mi madre sí podría, los
había visto. ¿Y ella? ¿Por qué ese afán por saberlo todo? ¿Tanto me quería
proteger? ¿Es que no podía entender que ya no era una niña, no lo entendería
nunca?
Me paré en seco al percatarme
de que no iba por el camino correcto. Con ese revoltijo de preguntas en mi
cerebro no me di cuenta de que me había perdido. Genial. Para colmo, ya era
casi de noche y Jacob estaría esperándome preocupado. Eso sin mencionar a mis
padres. Le había dicho a mamá que iría a cenar, si no aparecía, se pondría
histérica otra vez.
Comencé a buscar algún árbol
o señal conocida, algo que me diera alguna pista de dónde estaba. Nada, no se
podía ver nada. Ni siquiera había olores, solo olía a niebla y tierra mojada.
Era como si la niebla hubiera borrado todo rastro a su paso. Empecé a ponerme
nerviosa a medida que pasaba el tiempo y no encontraba ni la más mínima señal.
Reinaba un silencio absoluto, tan solo oía mis pisadas sobre las hojas húmedas,
la niebla también se había llevado los sonidos. No parecía el mismo bosque
alegre y con vida de siempre, este estaba muerto.
El miedo me hizo correr para
buscar la salida de ese laberinto de árboles. Casi me chocaba con ellos,
aparecían de pronto, como si alguien los clavara justo cuando yo iba a pasar.
El bosque no quería dejarme salir. Me paré y giré sobre mí misma para mirar
alrededor, tenía que encontrar un recoveco, una rama que me indicara la salida.
De repente, algo pasó a mi
lado como una exhalación, rozándome el brazo, y me asusté. No podía ver nada.
No podía oler nada.
―¿Jacob? ―apenas me salió un
susurro.
El roce volvió a repetirse,
pero esta vez fue más fuerte. Pude sentir algo peludo.
―Jake, no tiene gracia ―mascullé
con la voz temblorosa.
Entonces, por fin pude oír
algo. Era una respiración que se acercaba a una velocidad de vértigo. La
respiración de un animal salvaje y las pisadas de cuatro patas al galope.
Me giré en esa dirección.
Estaba aterrada. No sabía lo que me iba a encontrar, ni qué podía hacer. Papá y
Jasper me habían enseñado a defenderme, pero no se gana una pelea solo con eso.
Me acuclillé, preparada para saltarle por encima a lo que fuera que venía. Por
lo menos, tenía que intentar mi huida. Si chillaba lo suficientemente alto,
quizás Jacob o mis padres lo oyeran y vinieran a rescatarme.
Las pisadas de las patas
fueron reduciendo de velocidad hasta que se convirtieron en un suave trote, y
la respiración pasó a ser un olisqueo de rastreo. Estaba muy cerca. Tensé los
músculos de mis piernas a la espera y, cuando la criatura empezó a distinguirse
de entre la niebla, salté.
Mientras le volaba por
encima, pude verle con claridad. Era mi precioso lobo de pelambrera rojiza.
―¡Jacob! ―grité, ya bajando.
Este se acercó al trote
cuando aterricé en el suelo, se inclinó sobre sus patas delanteras y me arrimó
el hocico para olerme y darme pequeños lametones en la cara. Abrí los brazos
para abrazarle…
… y me aparté de repente,
nada más tocarle.
―¡Puaj, estás todo mojado! ―me
quejé.
Jake profirió un aullido
ahogado entre dientes, se estaba riendo. Se incorporó y empezó a sacudirse
justo a mi lado, empapándome con el agua que salía de su pelaje.
―¡Jacob! ―protesté,
separando los brazos del cuerpo.
Ahora lo que salía de su
enorme garganta era su inconfundible carcajada burlona, unos sonidos sordos y
profundos.
―¡Ya está bien de bromas,
Jake! ―me crucé de brazos, enfadada―. ¡Menudo susto me has dado antes!
Mi lobo se agachó y me
acarició la cara con el hocico otra vez, emitiendo un lamento desde la faringe.
―Vale, vale. Te perdono.
¿Qué te parece si nos vamos a casa? ―suspiré―. Estoy muy cansada.
Se alzó y asintió con la
cabeza.
Él nunca se perdía, era como
llevar una brújula conmigo. Incluso la niebla parecía menos densa. Con Jacob,
el bosque ya no me parecía tan tenebroso.
Jake se fue a cambiar de
fase detrás de los primeros árboles del bosque mientras yo le esperaba frente
al porche. Cuando salió, se iba poniendo la camiseta negra sin mangas por el
camino para no tenerme demasiado tiempo sola. Estuvimos de acuerdo en no contar
a mi familia que me había perdido. Era preocuparles para nada y solo había sido
un pequeño susto que Jacob había solucionado fácilmente.
Al entrar en la casa, mi
padre no dijo nada. Se limitó a asentirle a Jake en gesto de agradecimiento.
Carlisle se había marchado al hospital en el que trabajaba por una urgencia.
Jacob se sentó a ver un partido que echaban en la televisión con Emmett y yo hice
lo mismo en el brazo del sofá, a su lado. Jacob y Emmett se llevaban
increíblemente bien, parecía que habían sido amigos toda la vida. Emmett hasta
le reía las bromas que Jacob solía hacerle a Rosalie, cosa que a ella no le
hacía ni pizca de gracia. Ahora discutían y comentaban las jugadas dudosas
entre risas.
Una vez que el partido
terminó, nos fuimos a la cocina para hacer la cena. Jake me ayudó a cocinar y
puso la encimera perdida. Alice vino a echar un vistazo al oír el jaleo que
estábamos montando mientras nos hacíamos bromas. Ya cenando ―yo a toda prisa
porque me moría de ganas de subir a mi habitación con Jake para preguntarle
sobre la pulsera―, mis padres vinieron para despedirse. Se iban a pasar el rato a su cabaña. Me dieron un
beso en la coronilla y se marcharon a la velocidad de la luz.
No tan rápido, pero también
muy deprisa, subimos a mi dormitorio después de acabar la cena, fregar la
cocina y dar las buenas noches al resto de mi familia.
Jacob se echó en mi cama de
un salto. Se quedó boca arriba, con los dedos cruzados en el estómago, y yo me
coloqué de lado junto a él, apoyando mi cabeza en mi mano izquierda y reposando
el peso en el codo. Antes de que se pusiera él a parlotear, me lancé yo al tema
de la pulsera.
―Quería preguntarte algo ―empecé.
―Dime ―ya tenía los párpados
cerrados.
―Es sobre la pulsera.
Abrió los ojos de repente y
se quedó con la vista fija en el techo.
―¿Qué… qué quieres saber?
―¿De dónde la sacaste? ―pregunté,
mirando mi muñeca derecha.
―De ningún sitio ―se encogió
de hombros―. La hice yo.
―¿Tú? ―le miré asombrada―.
Nunca me lo habías dicho.
―Bueno, nunca me lo has
preguntado.
―Está muy bien hecha ―observé
el intrincado trenzado del cuero marrón rojizo, complejo, bien apretado y
perfecto―. No pensé que también supieras hacer pulseras.
Ya me había sorprendido
cuando, de pequeña, mi madre me había enseñado la pulsera con el lobito tallado
que Jacob le había hecho para el día de su graduación, y ahora me enteraba de
que también sabía trabajar el cuero.
―Casi toda la tribu sabe
hacerlas.
―¿Ah, sí? ―esta era la mía.
Era el momento de saber si era para ahuyentar vampiros―. ¿Es que es una especie
de tradición o algo así?
Jacob se puso rígido y sus
manos se separaron para caer sobre la colcha.
―Algo… algo así ―contestó,
nervioso.
―¿Y de qué va la tradición?
Se quedó en silencio
mientras seguía mirando al techo.
Me erguí para verle mejor.
Cuando se dio cuenta de que me fijaba en su rostro algo sonrojado, se incorporó
de sopetón y se quedó sentado en la cama, con las piernas entrelazadas. Me
senté del mismo modo, junto a él.
Miró para el otro lado, respiró
hondo y soltó el aire impetuosamente, como si estuviera enfadado consigo mismo.
―¿Qué pasa? ―quise saber.
Giró la cara hacia mí y me
miró, mordiéndose el labio, pensativo.
―No te asustes ni nada,
¿vale? ―dijo al fin.
―¿De qué me tendría que
asustar?
―Esto que te voy a contar es
un poco raro, pero te juro que tiene su explicación ―hablaba despacio, como
previéndome de lo que me tenía que aclarar―. Primero tienes que escuchar toda
la historia para que lo entiendas, ¿de acuerdo? Luego, si quieres, puedes hacer
lo que quieras con la pulsera.
Ahora sí que estaba
asustada. ¿Es que también me afectaría a mí?
Jake se quedó en silencio de
nuevo, esperando a que yo dijera algo.
―Bueno, habla ―le azucé.
―Es una de las leyendas más
bonitas ―volvió la vista al frente, inspiró profundamente y empezó a hablar―. Verás,
al principio, los espíritus guerreros abandonaban su cuerpo y se marchaban para
proteger a la tribu, dejando atrás a sus esposas y amadas ―¿de qué iba esto?
Dejé que continuara la historia para ver adónde me llevaba―. Ellas cuidaban de
los cuerpos y notaban la presencia de sus hombres. Pero cuando las
transformaciones empezaron, todo cambió. Taha Aki observó que los metamorfos ya
no podían dejar su cuerpo con las mujeres, por lo que ellas empezaban a
sentirse solas y, en algunos casos, cuando la ausencia se hacía demasiado
larga, se sentían abandonadas. Así que creó una pulsera que impregnó con su
amor, de doble trenzado, que simbolizaba los lazos y el compromiso con la
persona que amaba. La hizo de cuero, que era fuerte como su amor, y del mismo
color que su pelaje, para que su esposa siempre pudiera notarle con ella, lo
recordara y no se sintiera sola. Los demás vieron que la idea funcionaba y
crearon sus propias pulseras ―me miró de reojo una vez y volvió la vista al
frente para seguir con su relato―. Con los años, esas pulseras se convirtieron
en un símbolo, quiero decir, que…, bueno… ―bajó la mirada, mordiéndose el labio
otra vez.
―¿En qué, Jacob? No entiendo
nada ―protesté―. ¿Para qué sirven estas pulseras?
―Hoy en día son pulseras de
compromiso ―espetó.
―¿Mi pulsera… es una pulsera
de…?
Me quedé tan perpleja y
sorprendida, que no pude articular más palabras. Antes de que me diera tiempo a
sobreponerme, empezó a explicarse atropelladamente y con nerviosismo.
―Pero no te asustes, yo no
te la regalé en ese sentido. ¿Cómo iba a regalarle a una niña algo así? ―se
levantó de la cama, la bordeó en mi dirección y comenzó a dar paseos frente a
la cristalera, mirando al suelo y gesticulando con las manos mientras hablaba―.
Todos estábamos muy preocupados por lo de tu crecimiento, no sabíamos cuántos
años podías vivir, ni nada… Y para colmo, nos perseguían aquellos viejos
decrépitos, los Vulturis esos, y ni siquiera sabíamos si sobreviviríamos. Así
que se me ocurrió hacerte una pulsera de compromiso. No en ese sentido, claro,
sino como algo que nos uniera de algún modo… ―se paró y se giró hacia la ventana―,
para que, pasara lo que pasara, siempre estuviéramos juntos ―murmuró.
Bajé la mirada lentamente
hacia la pulsera.
―Si la llevo…, todos en La
Push pensarán que estamos…
―No tienes por qué llevarla,
si no quieres ―se sentó en la cama, dándome la espalda―. Si te sientes
incómoda, puedes quitártela. Lo entenderé.
Acaricié la pulsera con los
dedos. No sabía lo que tenía, pero me gustaba tanto. Y después de saber que me
protegía, más todavía. ¿Qué tenía de malo llevarla? Al fin y al cabo, Jacob y
yo teníamos una especie de compromiso. Él sería mi mejor amigo para siempre, y
lo que pensaran los demás no me importaba. Además, ya la había llevado todo
este tiempo, así que, ¿qué iba a cambiar si seguían viéndomela puesta? Observé
el tramado de las fibras, ya las había mirado muchas veces, pero ahora veía
algo nuevo. Las finas tiras de cuero que conformaban el trenzado tenían cada
uno de los matices de la gama cromática de su pelaje. Iban del rojizo oscuro,
casi marrón, al ocre más claro que cubría sus patas y ciertas partes de su
rostro lobuno. La había hecho con sus propias manos para mí, y desde luego
estaba completamente de acuerdo con lo que simbolizaba esa pulsera para Jacob.
Ahora lo simbolizaría para mí también.
Me acerqué para sentarme a
su lado.
―La voy a llevar siempre ―le
dije.
Jacob me miró sorprendido.
―¿En serio? ¿No te importa
que la gente piense…?
―Me da igual ―le corté―. Con
que nosotros sepamos la verdad, es suficiente.
Se abalanzó hacia mí y me
abrazó con tanta fuerza, que casi me deja sin respiración.
―Jake… me ahogas…
Se rio y me liberó.
Hubo un breve instante de
silencio y me lancé a preguntar de nuevo. Todavía no me había aclarado lo que
quería saber al principio.
―¿Esta pulsera es mágica? ―le
pregunté sin rodeos.
―¿Qué? ―frunció el ceño,
extrañado―. ¿Mágica?
―Bueno, si es una especie de
amuleto o protector contra vampiros o algo.
―Claro que no ―dijo,
riéndose―, solamente es una pulsera. Los únicos protectores contra vampiros
somos nosotros, los lobos.
―Ah ―me quedé pensativa.
No era la respuesta que yo
esperaba.
―¿Por qué? ―Jacob había
reconocido mi expresión y ahora hablaba más serio.
―Es que… ―de repente, me di
cuenta de que no podía contarle lo que había pasado con mi madre esa tarde en
el bosque. ¿Cómo le iba a decir que le estaba mostrando esas inocentes caricias? Si lo hacía, seguro
que él también quería mirar y luego se reiría de mí. O peor, si veía lo que
ella había visto, después no habría quién le aguantase, seguro que se le subía
a la cabeza―. Bueno, como es tan perfecta, creí que igual se había hecho ella
solita. No creo que con estos dedazos pudieras hacerla tú ―me inventé sobre la
marcha, entrelazando sus dedos con los míos y levantándolos para mirarlos.
―Ja, ja, me parto de la risa
―vocalizó con sarcasmo, bajando nuestras manos.
Se me escapó una risilla.
―No, de verdad, me encanta ―le
dije, más seria.
―Entonces, ¿la vas a llevar?
―murmuró en voz baja, observando la pulsera de la muñeca que tenía pegada a la
suya.
Me acerqué a su oreja y le
susurré.
―No me la quitaré nunca.
Giró el rostro tan deprisa
para contestarme, que, sin darse cuenta, casi lo pegó al mío. Fue tan
inesperado, que nos quedamos los dos paralizados. Me quedé embobada, de lo
cerca que lo tenía, mi frente ya rozaba la suya. Sus ojos se encontraron con
los míos, otra vez la misma mirada. Sentí un intenso cosquilleo en mi estómago
y mi corazón empezó a latir atropelladamente, puede que incluso lo oyera él, de
lo fuerte que lo hacía.
Pero lo que se escuchó
entonces fue el repiqueteo de unos dedos tocando a la puerta.
Nos apartamos el uno del
otro bruscamente y Jake se puso de pie, nervioso, con los brazos en jarra,
murmurando algo incomprensible.
―Pasa ―dijo él al cabo de
unos segundos, al ver que yo era incapaz de hablar; yo seguía parpadeando como
una tonta.
La puerta se abrió y una
cabeza se asomó entre la abertura. Era Carlisle, que ya había llegado de la
urgencia.
―Ah, Doc, ¿qué quiere? ―habló Jacob otra vez.
―Quería hablar contigo sobre
ese rastro que me comentaste esta tarde… ―Carlisle me miró―, si es que no estáis
muy ocupados, claro.
No sé lo que vio, pero
juraría que sus labios se habían curvado un poco hacia arriba. Me espabilé a mí
misma pellizcándome la mano disimuladamente.
Con todo lo que había pasado
en el bosque y lo de la pulsera, me había olvidado por completo del tema del
rastro.
―¿Ya sabe de qué es? ―preguntó,
atónito.
―No, aún no. Por eso venía a
hablar contigo. Necesito que me traigas pruebas.
―¿Pruebas?
―Sí, del sitio donde
encontrasteis el rastro. Si me trajeras helechos, hojas, ramas…
―Vale, vale ―le interrumpió
Jake―, no hace falta que nombre todas las plantas del bosque. ¿Tiene alguna
sospecha de qué puede ser?
―La verdad es que no. Pero
con todas esas pruebas, tal vez pueda encontrar una muestra de ADN que la pueda
cotejar para ir descartando posibilidades, así podré tener más pistas de por
dónde tengo que empezar a buscar.
―¿Es que ahora también es
forense, doctor? ―cuestionó Jake con una sonrisa un tanto burlona.
―Llevo unos pocos siglos
investigando, Jacob ―le contestó Carlisle con otra más ingenua.
―Ya, claro ―Jake asintió con
una mueca―. Está bien, veré lo que podemos hacer, aunque le advierto que los
lobos no nos ponemos guantes, ni nada de eso. Igual se encuentra una baba de
Paul o algo.
―Trataré de apartarla ―mi
abuelo le dio una palmada en la espalda mientras Jake se reía de su propio
chiste―. Gracias de todos modos.
―No, gracias a usted ―dijo
Jacob, más serio―. Es usted el que nos está ayudando a saber qué corre por
nuestros bosques.
―Veremos qué pasa ―Carlisle
me observó de nuevo y carraspeó―. Bueno, ya os dejo solos ―nos miró con los
labios curvados en una sonrisa que juraría que era un poco pícara y yo me puse
colorada. Jacob, en cambio, se quedó encantado―. Hasta mañana, que descanséis.
―Hasta mañana ―me despedí
mientras Carlisle salía por la puerta y la cerraba.
Jake bostezó y se desperezó.
―Creo que yo también me voy.
―¿Ya? ―pregunté, extrañada,
poniéndome de pie―. Pero si todavía es temprano.
―Bueno, es que tengo cosas
que hacer y he de prepararme.
―¿Qué cosas? ―de pronto, me
acordé de Brenda y su invitación al Ocean. Un leve calambre empezó a
revolverme el estómago―. No irás a ver a Brenda, ¿verdad?
―¿Qué Brenda? Ah, sí, tu
amiga ―me dijo en tono burlón.
―No es mi amiga ―le corregí―.
¿Vas a ir?
―¿Es que te importa mucho? ―Jake
acercó su cara para mirarme de cerca, mostrando su sonrisa torcida.
Se la aparté, enfadada,
empujándola con una mano, y me crucé de brazos.
―Para nada ―mentí―. Es que
no quiero que te emborraches. Mañana me tienes que llevar a clase y la resaca
es muy mala para conducir.
―Ah, por eso no te preocupes.
Yo no bebo alcohol ―siguió con su tono socarrón.
―Puede que no lo bebas
normalmente, pero en esa clase de sitios es muy fácil caer en la tentación ―observé.
―No. Yo no ―afirmó.
―Tú, como los demás ―rebatí.
―Lo mío es distinto, puedo
explotar.
―¿Explotar? ¿Es que te pones
demasiado meloso? ―inquirí de forma sarcástica.
Mi mejor amigo se empezó a
carcajear.
―No le veo la gracia, la
verdad ―protesté, irritada.
―Me refiero a que si bebo
algo de alcohol, puedo entrar en fase de repente ―aclaró entre risas. Me empezó
a cambiar el color de la cara una vez más―. Es más difícil controlarlo si
bebemos. Imagínate la que se armaría si me transformara en medio del local. O
peor ―volvió a acercar su rostro y me cuchicheó en voz baja―, imagínate si
luego cambiara de fase otra vez y me quedase desnudo en mitad de toda esa
gente.
Le aparté la cara y me crucé
de brazos otra vez.
―Sí, eso sería peor que lo
primero ―le confirmé.
―Lo que pasa es que no
quieres que vaya porque estás celosa ―soltó sin cortarse un pelo.
Empecé a notar las mejillas
candentes.
―No… no estoy celosa ―mentí,
girando la cabeza hacia el otro lado.
Jake ladeó su cuerpo hasta
que tuvo mi cara a la vista.
―Sí, sí que lo estás, reconócelo.
Sin saber por qué, me puse
tan nerviosa, que me empezaron a temblar las manos; si hubiera sido humana del
todo, también se hubieran puesto a sudar. Un temor invadió mi mente como un
meteorito. El temor a que sospechara algo que ni yo misma entendía, que no
podía explicarle, y la reacción que se produjo en mi cerebro fue el de ponerme
a la defensiva.
―¿Y por qué iba a estarlo,
Jacob? ―le escupí, mordaz―. ¡No digas tonterías!
―Vamos, Nessie. No me digas
que no te molesta, aunque sea un poco, que vaya a esa cita ―insistió, algo enfadado.
La palabra cita
retumbó en mi cabeza, produciendo eco, y me rechinaron los dientes.
―Si quieres, puedes ir a tu cita
tranquilamente. Por mí, como si sales con todas las chicas de Forks ―le bufé,
enojada―. ¡No me importa lo más mínimo!
―¿Ah, sí? ―ahora parecía
cabreado―. Pues no iba a ir, pero ahora puede que vaya.
―¿Por qué no te largas ya? ―le
espeté, mirándole furiosa―. Llegarás tarde, y no querrás que se te adelante
otro y te la espante, ¿verdad?
Mis palabras rabiosas
hicieron que el rostro de Jacob se enojara aún más. Sus cejas se arquearon
tanto hacia abajo, que produjeron una profunda sombra en sus ojos.
―¡De acuerdo, me voy! ―gruñó.
De dos zancadas, llegó hasta
la puerta y la abrió, pero cuando estaba pasando, se paró.
―Mañana no sé si te vendré a
buscar, igual estoy durmiendo ―masculló sin mirarme.
Y salió, cerrando de un
portazo.
ATRACCIÓN
Esa noche no pude pegar ojo.
Era la primera vez que dormía sin la compañía cercana de mi lobo y, encima,
cuando cerraba los ojos podía ver la imagen de Jacob en la barra tonteando con
Brenda mientras esta se le insinuaba descaradamente. Intenté pensar en otras
cosas, pero todas terminaban en el mismo punto: Jacob. No podía quitármelo de
la cabeza. Y para colmo, me sentía culpable. Él nunca se había enfadado conmigo,
y lo había provocado yo. ¿Por qué no había podido simplemente reconocer que
estaba celosa? Era evidente, lo estaba. Tenía que haberle dicho la verdad, que
tenía celos porque no quería que lo separaran de mi lado, porque era mi mejor
amigo y quería que estuviera conmigo para siempre. Pero eso era tan egoísta.
Cuando me levanté de la cama,
me sentía fatal. Tan solo pensar que no le iba a ver esa mañana, hacía que el
día se pareciese al bosque entre nieblas de la tarde anterior.
Después de ducharme y
arreglarme, salí de mi dormitorio, desganada, para ir a desayunar.
Mi corazón saltó como un
resorte y empezó a latir a trompicones en cuanto le olí y escuché su voz en la
cocina. Con una alegría desbocada, comencé a bajar las escaleras, pero cuando
llegué al primer piso, se me ocurrió pensar en qué le iba a decir. Me quedé
quieta, agarrada a la barandilla. ¿Y si me contaba lo bien que se lo había
pasado con Brenda? ¿Cómo se supone que tenía que reaccionar? ¿Me atrevería a
decirle la verdad? Y lo peor iba a ser cuando ella me lo contara en el
instituto, porque claro que lo haría, vamos, seguro que me lo restregaría por
la cara.
Me apoyé en la barandilla,
en mitad de la escalera. No entendía por qué me molestaba tanto. Al fin y al
cabo, algún día Jake encontraría a una chica que… El alma se me cayó al suelo solo
de pensarlo. Pero tenía que asumir la realidad. La cruda y horrible realidad:
Jacob no podía estar conmigo para siempre, como yo quería. Algún día se
imprimaría o se enamoraría de alguien y me dejaría. Me dio un puntazo en el
corazón tan grande, que pensé que me había dejado de latir. Y pensar en que esa
chica pudiera ser Brenda, me ponía mala. Él se merecía a alguien mejor, una
chica que le entendiera, que le quisiera por cómo es, no por cómo está.
Y esa Brenda… ¿por qué le gustaba a Jacob? No lo comprendía.
―No estuvo con ella,
tranquila.
Pegué un salto al oír la voz
de mi padre.
―¿Qué…? ¿Cuánto llevas ahí? ―inquirí,
nerviosa.
―Acabo de llegar ―mintió.
―¡Papá! ―protesté.
―Bueno, vale ―dijo,
levantando las manos―. Lo siento, no lo pude evitar. Es que a veces tú también
piensas un poquito alto, hija.
Resoplé y me repantigué en
uno de los peldaños. Mi padre se sentó a mi lado. Nos quedamos un rato en
silencio, lo cual me sirvió para tranquilizarme.
―¿Cómo sabes que no fue? ―le
pregunté con un susurro, mirándome las manos―. ¿Te lo dijo él o le leíste la
mente?
―Lleva pensando en que te lo
iba a decir toda la mañana ―me pasó el brazo por el hombro―. Está muy
arrepentido por haberse enfadado contigo.
―¿Él? ―alcé la vista para
mirarle―. Pero si fue por mi culpa.
―Pues él piensa que se
excedió. Además, odia estar enfadado contigo. Bueno, no te voy a reproducir sus
palabras exactas, pero no lo soporta.
―Sí, yo también pienso que
es una… ―miré a mi padre, que ya estaba poniendo mala cara―, asquerosidad ―rectifiqué.
―Pues baja ahí y arregla las
cosas con él ―dijo, incorporándose para levantarse.
―Espera ―le agarré del brazo
para que no lo hiciera.
―¿No me dijiste que no me
metiera en vuestras mentes? ―me recordó, después de oír mi pensamiento.
―Solo por esta vez, por
favor ―le supliqué―. Dime si esa chica le gusta, solamente eso.
―¿Y por qué no se lo
preguntas tú? ―me instó con una sonrisa―. En realidad, creo que deberíais
hablar de todo esto, me parece que tendríais que aclarar… algunas cosas.
―¿Qué cosas? ―le pregunté,
extrañada.
―Cosas que tenéis que hablar
vosotros dos y en las que yo no me debo meter ―atajó, dándome palmaditas en la
rodilla mientras se ponía de pie.
Me quedé sentada, hecha un
lío. La verdad es que tenía que aclararle lo de mis celos. Por lo menos, ahora
sabía que no había ido a esa cita con ella. Una repentina sensación de
alivio y de alegría empezó a extenderse por todo mi cuerpo.
―Es mejor que bajes ya ―advirtió
mi padre, interrumpiendo mis pensamientos―. Está empezando a ponerse nervioso
por tu tardanza. Piensa que estás enfadada y que no quieres verle.
¿Que no quería verle? ¿Cómo
podía pensar eso? No había cosa en el mundo que me apeteciera más.
―Gracias, papá.
Me levanté deprisa, le di un
beso a mi padre y bajé las escaleras al trote hacia la cocina.
Cuando entré allí le vi
cabizbajo, con los brazos en jarra, esperando por mí. Levantó su angustiada
mirada y corrí a abrazarle sin pensármelo dos veces. Lo hice con tanto afán,
que su espalda chocó con la pared que tenía detrás. No pareció hacerle daño, ya
que me rodeó con sus brazos efusivamente.
―Lo siento. He sido un
idiota ―murmuró.
Me separé un poco de su
cuello para mirarle.
―La culpa fue mía ―le
corregí―. Me porté como una tonta.
―Bueno, no empezaremos ahora
con el rollo ese de culpa mía, culpa mía, ¿no? ―bromeó con una sonrisa.
―No ―le correspondí con
otra.
Me quedé mirando esos ojos
negros que ahora eran brillantes y vivos. Cómo me gustaban esos ojos. A medida
que los miraba, me iba quedando más y más hechizada. Jacob también los clavó en
los míos con esa mirada profunda, hipnotizándome como ya solía ser habitual. Él
también parecía estarlo.
De pronto, la pulsera vibró,
aunque esta vez fue como un cosquilleo suave que no me asustó, y una de las
diapositivas que le había enseñado a mi madre apareció ante mí sin darme tiempo
a reaccionar. La rememoré al mirar los ojos negros que me observaban, clara
como el agua cristalina. Era la primera que mi mente me había mostrado. Los
intensos ojos oscuros de Jacob, que me atrapaban y me llamaban, y que cuando se
clavaban en los míos, no me dejaban moverme. Pero, por fin, recordé que no eran
ellos los que me apresaban, era yo la que no quería apartarme, la que quería
seguir mirándolos, la que quería perderme en ellos.
Entonces, me pregunté qué
pasaría si seguía mirándolos, qué tenía de malo si me dejaba hipnotizar del
todo. Tal vez averiguara lo que querían de mí. La pulsera vibró de nuevo, otro
cosquilleo. Sí, tengo que saberlo, le contesté para mis adentros.
Me perdí en la inmensidad de
sus ojos y me dejé guiar por ellos. Me lo pidieron, y comencé a acercar mi
rostro al de Jacob lentamente, sin apartar la vista de ellos. No sé qué me
pasaba, pero una fuerza maravillosa y mágica me llevaba a él irremediablemente,
como si los dos fuéramos dos imanes que se atraen, me incitaba a acercarme a él,
y cuanto más me perdía en su mirada, más sentía esa fuerza. Mientras él también
se aproximaba, adiviné adónde me llevaban sus pupilas y bajé la mirada a sus
labios. Ahora me guiaban ellos. Podía notar el calor de todo su cuerpo, que
ahora estaba más adosado al mío. Su frente tocó la mía; miles de mariposas
empezaron a agitarse en mi estómago y mi corazón comenzó a latir cada vez con
más fuerza, casi se me salía del pecho. Cerré los ojos, mi cerebro ya sabía lo
que quería y no me hacían falta, no necesitaba guía. Cuando sus manos se
deslizaron por mi espalda para aferrarse a mi cintura y su tórrido aliento
acarició mis labios, todo mi cuerpo se estremeció y un suave jadeo se me escapó
de los pulmones, haciendo que me quedara sin aire. Solo tenía que acercarme
otro centímetro y tendría esos labios…
De repente, un carraspeo
inesperado irrumpió en la cocina y nos despertó de nuestro profundo sueño.
Me aparté de Jacob del
sobresalto, nerviosa y avergonzada. No me dio tiempo ni a estar confusa, ni
siquiera vi quién había entrado en la cocina. Como no sabía qué hacer con las
manos y no quería que me vieran la cara, me puse a disimular, abriendo y
cerrando las puertas del armario. Al ver los cuencos del desayuno, se me ocurrió
revolver con ellos.
Él apoyó su cabeza en la
pared, murmurando algo entre dientes que no entendí del todo, aunque sí que distinguí
un par de palabrotas.
―Maldita sea, Seth, ¿qué
haces aquí? ―bufó al final―. ¿Es que no te podías esperar?
―Estaba cansado de esperarte
en el sofá. Y además, tengo un poco de hambre, la verdad ―noté su mirada
examinadora en mi espalda―. Buenos días, Nessie. Hoy se te ve con un brillo
especial en los ojos ―bromeó.
Jacob le dio una colleja
como reprimenda.
―¡¿Quieres hacer el favor de
largarte?! ―le espetó, enfadado.
―No, tengo hambre ―contestó
Seth, sentándose a la mesa―. Y Edward me dijo que podía venir ahora a desayunar
con vosotros.
―Maldito chupasangres,
siempre está en medio ―gruñó Jake, apretando los dientes y mirando hacia la
puerta con cara de odio.
Genial, papá lo sabía todo y
Seth nos había pillado. ¿Qué más se podía pedir?
Mi cara había recuperado su
temperatura normal y mi corazón ya latía a la velocidad de siempre, así que
respiré hondo y cogí tres cuencos para ponerlos en la mesa.
Jacob puso los ojos en
blanco y resopló cuando los vio.
―Quítate de ahí, ese es mi
sitio ―le exigió de malas formas, dándole un pequeño empujón en la espalda.
El otro quileute se levantó
y se sentó en la silla de enfrente sin rechistar.
―¿Quieres cereales, Seth? ―le
ofrecí, colocando los cuencos en la mesa.
―Sí, sí. Bueno, y unos
huevos con beicon tampoco estarían mal.
―¡De eso nada, chaval! ―le
volvió a gruñir Jake―. ¡Seguro que ya has desayunado en tu casa!
―Está bien, está bien. Hay
que ver cómo te pones, tío.
―Sí, ¿por qué será? ―le
insinuó Jacob.
Después de servir la leche y
guardarla en la nevera, me senté junto a Jake.
―¿Qué te trae por aquí? ―le
pregunté a Seth.
―Se me acopló cuando iba a coger el coche ―protestó Jake.
―Vengo de visita ―se metió
una enorme cucharada de cereales en la boca y siguió hablando―. No tenía nada
que hacer y se me ocurrió venir a veros.
―Eso tiene arreglo. Te puedo
mandar a patrullar ahora mismo, si quieres ―le dijo Jacob.
Me remangué las mangas de la
chaqueta y alargué el brazo para coger los cereales. Jacob me lo agarró,
sorprendido.
―¿Qué te ha pasado? ―me
preguntó, mirándome la muñeca más de cerca, con cara de preocupación.
―¡Menudo moratón! ―exclamó
Seth.
No me había fijado en mi
muñeca hasta ese momento. La tenía tan morada, que mi pulsera de color marrón
rojizo hacía contraste sobre la piel.
―Ah, te refieres a esto… No
es nada, es que ayer me caí en el bosque cuando me perdí ―me encogí de hombros
para restarle importancia.
Mentir a Jacob era lo que
más odiaba del mundo, pero, ¿qué le iba a decir? ¿Que había sido mi madre la
que me lo había hecho mientras le mostraba lo que le mostraba? No podía
contarle la verdad, y menos delante de Seth.
Jake observaba mi muñeca
extrañado, como si no se lo acabara de tragar. Dibujó con su índice la marca
que habían dejado los dedos de mi madre y levantó la vista para mirarme a los
ojos. Tuve que bajar la mía y retirar poco a poco la muñeca de sus manos, me
conocía demasiado bien. Tendría que contarle la verdad más tarde.
En ese momento, mi madre
entró por la puerta y yo me bajé las mangas de la chaqueta con rapidez. No
quería que ella lo viera, ya se sentiría bastante culpable como para que encima
descubriera lo que me había hecho su dura mano. Pero a Jake no le engañé. En
cuanto lo vio, le rechinaron los dientes. Ahora ya sabía quién había sido. Le
cogí la mano y se la apreté una vez para avisarle de que no dijera nada, mientras
le miraba con ojos de súplica. Respiró muy hondo y se metió una cucharada de
cereales en la boca para concentrarse en otra cosa.
Durante el resto del
desayuno Seth y yo charlamos con mi madre, pero Jacob no abrió la boca. Ni
siquiera la miró. Se limitó a comer con cara de pocos amigos, clavando la vista
en el cuenco de cereales, y cuando los tres nos marchamos, tampoco se despidió.
―¿Por qué tienes que venir
con nosotros? ―le preguntó a Seth, molesto, ya en el coche.
Estaba claro que quería
saber lo que me había pasado con mamá y que intuía que, con Seth presente, no
iba a obtener la respuesta.
―Por dar una vuelta ―le
contestó este, encogiéndose de hombros.
Jake suspiró, cansado.
Hubo un instante de silencio
en el que solo se oían los limpiaparabrisas cuando pasaban por la luna
delantera y el repiqueteo de la lluvia en el techo.
―Esta revista de coches mola
―dijo Seth de repente, con la publicación en las manos.
―Luego ponla en su sitio,
¿me oyes? Siempre andas en mis cosas y después no encuentro nada ―protestó
Jacob.
―¡Pero si lo tienes todo
tirado por aquí! ―exclamó Seth, mirando el asiento trasero en el que estaba―.
¡Casi no tengo sitio ni para sentarme!
―Bueno, yo sé dónde lo tengo
todo, así que no te la juegues.
―¡Vaya un humor de perros
que tienes hoy, tío! ¡Parece mentira que antes en la cocina casi…!
Jake le echó una mirada
fraticida por el espejo retrovisor y Seth se calló al instante. Yo me puse
colorada y me giré hacia la ventanilla para disimularlo.
¿Por qué había intentado
besarle? Ahora la confusión que me había ahorrado en la cocina empezaba a salir
de mi cabeza como la lava de un volcán.
―¡Uf! Estoy cansadísimo ―dijo
el Clearwater, después de soltar un monumental bostezo.
―¿Por qué no te echas ahí y
duermes un rato? ―le sugirió Jake de malos modos.
―Puede que lo haga.
―Sí, tienes cara de cansado,
la verdad. ¿Qué hiciste? ―le pregunté, girándome un poco para mirarle.
―Ayer por la noche estuvimos
buscando pruebas para Carlisle ―volvió a bostezar, tiempo suficiente para que
la lava de mi cabeza fuera barrida de repente por un glaciar que se me clavó en
el cerebro: Jacob no había ido al Ocean
porque había tenido que salir con la manada―. Según Jake, iba a ser un momento,
pero se nos alargó más de la cuenta.
Así que, si no hubiera sido
por eso, habría ido a su cita con Brenda. Ahora lo veía todo claro. Por
eso papá no me había querido decir si ella le gustaba. Por eso me dijo que
teníamos que aclarar algunas cosas. Y yo casi le había dado un beso, ¿sería
estúpida?
―¿Ah, sí? ―me volví y miré a
Jacob con cara de malas pulgas, pero él interpretó mal mi gesto.
―No me mires así, yo no tuve
la culpa ―se defendió―. Tuvo que venir la policía y todo se nos complicó.
―¿La policía? ―ahora esto
llamaba un poquito más mi atención.
―Sí, es que encontramos un…
cuerpo.
―Era solo el torso ―le
corrigió Seth.
―Maldito niñato, ¿no estabas
durmiendo? ―gruñó Jake.
―Casi.
―¿Un… un torso? ―musité,
tragando saliva.
―Sí, estaba todo rajado ―volvió
a hablar Seth―. Bueno, más bien desgarrado. Le faltaban todos los órganos, las
vísceras y todo. Casi no tenía ni sangre, y las costillas…
―¡¿Te quieres callar de una…
vez?! ―le cortó Jake―. ¿No ves que la estás asustando, bocazas? No hacía falta
dar tantos detalles.
Mientras Jacob empezaba a
mascullar para sí, yo me empecé a poner pálida solo de imaginarme la
descripción.
―¿La cabeza del otro día
pertenece a este torso? ―conseguí preguntar.
―No lo sabemos ―me contestó
Jake, más calmado―. No me quedó otro remedio que llamar a la policía y tuvimos
que salir por pies, bueno, por patas, mejor dicho. Menos mal que Charlie nos
tapa todo lo que puede. Pobre hombre, el otro día ya vomitó lo suyo con lo de
la cabeza. Ya me imagino cómo le sentaría esto otro. Igual le voy a hacer una
visita más tarde y, de paso, que me cuente lo que han averiguado ―me miró para
ver si había recuperado mi color. Debía de ser así, porque volvió la vista a la
carretera y siguió hablando―. Lo que sí sabemos es que había el mismo rastro
que encontramos ayer. Esa peste estaba por todas partes.
―¿Era un hombre o una mujer?
―interrogué con voz queda.
―¿Qué?
―El… cadáver… El torso, ¿era
de un hombre o de una mujer?
―De un hombre ―contestó.
―¿Y la cabeza?
―No se sabe. Charlie la
mandó a los forenses de Seattle, porque aquí no tienen medios para este tipo de
casos. Tardarán unos días hasta que lo averigüen. Y me imagino que el torso
también tendrán que enviarlo, así que no saldremos de dudas hasta dentro de una
o dos semanas.
―A lo mejor es un asesino en
serie que utiliza algún perfume raro o algo para tapar las pruebas, o como
sello ―conjeturé―. Incluso puede que haya enterrado el resto del cadáver por el
bosque.
―Puede, no sé. Ya se verá.
Aunque nosotros no hemos encontrado sangre ni rastro alguno del cuerpo por
ningún sitio, aparte de donde lo encontramos, claro.
―Es muy raro ―me quedé
pensativa.
―Bueno, tendremos que
esperar al resultado de los forenses ―concluyó.
Nos quedamos callados un
momento.
Mi atención se volvió a
centrar irremediablemente en el tema de Brenda. Tenía que saber la verdad,
aunque me doliera.
Bajé mi parasol y miré por
el espejo al asiento trasero. Seth parecía estar profundamente dormido. Esta era
la mía para aclarar si a Jacob le gustaba.
―¿Hubieras ido a la invitación
de Brenda ―me negué a llamarla cita delante suyo― si no hubieses tenido
que salir con la manada? ―le solté de sopetón.
Si me paraba a pensar en
cómo preguntárselo, se me pasaría toda la mañana, y ya estábamos llegando al
instituto.
―¿Cómo? ¿Todavía sigues
dudándolo?
―O sea, que sí ―intenté que
no se me notara el nudo que empezaba a formarse en mi garganta―. Ella… ella te
gusta.
Jacob suspiró y se mordió el
labio, sonriendo.
―¡Pues claro que no! ―exclamó,
riéndose como si fuera lo más evidente del mundo.
―¿No? ―mi voz sonó con una
mezcla de sorpresa y alegría.
―¿Cómo me va a gustar? Es
imposible ―afirmó, más serio.
Entramos en el aparcamiento
y estacionó el coche en el primer sitio que encontró.
―¿Y por qué iba a ser
imposible? Odio reconocerlo, pero es bastante guapa ―sí, odiaba reconocerlo.
―Porque solo tiene ojos para
ti, Nessie ―espetó Seth de repente, dándonos un susto a los dos―. Como está im…
Con una velocidad increíble,
Jacob sacó el ambientador de la rejilla de ventilación y se lo lanzó a su
hermano de manada a la boca para acallarle. No hizo falta llegar a tanto, Seth
consiguió cogerlo a tiempo, pero cerró la boca igualmente.
―¡Tú no te callas ni debajo
del agua, ¿no?! ―le bramó Jacob. Seth empezó a abrir la boca―. Como no cierres
esa bocaza, te juro que te voy a poner a patrullar durante tres días seguidos ―le
gruñó con tono amenazador, haciendo que su amigo pegara los labios
inmediatamente.
Me quedé paralizada por la
frase de Seth. Ya tenía asumido que mi cara había cambiado de color, así que no
le di importancia. Además, las palabras se repetían en mi cabeza como si este
se hubiera metido dentro y las dijera una y otra vez, podía escuchar hasta el
timbre de voz que había usado. Noté otro fuerte cosquilleo en el estómago.
―Vas a llegar tarde ―me avisó
Jake, sacándome de mi estancamiento.
―Ah, sí ―respondí, todavía
parpadeando.
―Hasta dentro de tres días ―se
despidió Seth con pesadumbre.
―O puede que más, mira a ver
―le contestó Jacob.
Empezaron otra pequeña
discusión y no me quedó otro remedio que reírme. Era muy gracioso verlos así
todo el día. Desde luego, con ellos no me aburriría nunca.
Me despedí de los dos con la
mano al salir del coche y ellos me correspondieron con lo mismo, aunque Jake
también me sonrió.
Me pareció que le echaba una
bronca monumental a Seth en cuanto me alejé corriendo del coche para no
mojarme. Se me escapó otra risilla por el camino.
Mis amigas ya estaban en sus
aulas y tuve que trotar por el pasillo para alcanzar a Helen.
Entramos en clase de Historia
y la señora Smith nos entregó unas hojas con unos ejercicios para tantear el
nivel de los alumnos. Era tipo test, así que me resultaba más fácil. Mientras
ponía la x en la quinta pregunta, Helen me entregó un papelito doblado por la
mitad. Lo abrí y lo leí.
Tienes que tener cuidado con Brenda. Va a por
todas con Jacob. Como te descuides, te lo quita.
Escribí en el mismo papel y
se lo pasé.
¿Por qué dices eso? A mí no me va a quitar nada.
No es el primer novio que le levanta a alguien.
Ya os he dicho que no es mi novio.
Helen puso los ojos en
blanco y estuvo un rato escribiendo.
Pero apuesto lo que quieras a que te gustaría. He
visto cómo le miras y lo celosa que te pusiste cuando Brenda se le insinuó. Es
imposible que no te guste. Eso de “mejor amigo” no se lo cree nadie. Además,
creo que tú también le gustas, solo hay que ver cómo te mira.
Cuando acabé de leer la nota,
me quedé estupefacta. Helen se dio cuenta y me quitó el papel para escribir
algo más.
Los “mejores amigos” no se cogen de la mano, ni
se abrazan como lo hacéis vosotros. Estás loquita por él, reconócelo. Me parece
que él está esperando a que tú des el primer paso.
Me pasó la nota de nuevo y
siguió haciendo los ejercicios tan tranquila. ¿Pero a ella qué le importaba? Aun
así, le contesté.
Es mi mejor amigo desde que era pequeña, y lo de
la mano y los abrazos siempre ha sido así entre nosotros.
Aun así, creo que te gustan demasiado. ¿Y las
miraditas? Reconócelo, te gusta tu mejor amigo. Bienvenida al club.
Le miré sorprendida y ella
asintió con la cabeza. Me volvió a quitar la nota.
Sí, estoy loquita por mi mejor amigo. Pero en mi
caso, creo que yo a él no le gusto del mismo modo. Por eso me parece una pena
que perdáis el tiempo de esa manera, pudiendo estar juntos.
¿Perder el tiempo? ¿Estar
juntos?
La señora Smith empezó a
sospechar y se levantó para dirigirse en nuestra dirección.
Escondí la nota en el cajón
del pupitre y puse la x en unas cuantas preguntas más con mi velocidad de medio
vampiro. Cuando llegó, ya tenía los ejercicios casi terminados. Bajó sus gafas
de pasta verdes para examinarlos, me miró a mí y a mi compañera, y se dio la
vuelta silenciosamente para volver a sentarse.
Helen sacó el papel de mi
cajón y escribió de nuevo. Se le escapó una risa muda que no entendí, hasta que
lo leí.
Cuando estáis juntos, se nota en el ambiente
mucha tensión sexual, saltan chispas. Hasta yo, que solo os he visto dos veces,
me he dado cuenta.
¡¿Qué?! ¡¿Tensión…
qué?! Me puse tan colorada, que la señora Smith volvió a bajar sus gafas para
mirarme otra vez. Helen se rio entre dientes.
¡¿Estás loca?! Jacob es como mi hermano mayor. Me
parece que lees mucha novela rosa.
¡Pero no sois hermanos! ¡Y Jacob te gusta!
¡Reconócelo de una vez!
Y ahora voy a seguir con esto, que no me va a dar
tiempo. Piensa en lo que te he dicho.
Helen se concentró como si
nada en los ejercicios y yo me quedé mirando la nota. La volví a leer con más
atención y me la guardé en el bolsillo de la chaqueta.
Terminé lo poco que me
quedaba del test. No quería ser la primera en entregarlo, así que disimulé
mientras esperaba.
Miré a mi compañera, que
estaba concentradísima en la hoja que tenía delante, y bajé la vista a la mía.
Me quedé pensando en la
nota. ¿En serio pensaba que me gustaba Jacob? También decía que yo le gustaba a
él. De pronto, Seth se volvió a meter en mi cabeza para repetirme sus palabras:
solo tiene ojos para ti, Nessie.
Pero, ¿lo diría en ese sentido? ¿O lo diría porque Jake siempre se preocupaba
por mí como un hermano? Recordé la frase de Helen como si la estuviese leyendo
en ese mismo momento. Era verdad, Jacob no era mi hermano. Los hermanos no te
abrazan, ni te acarician, ni te miran como lo hacía él. Y las hermanas no se
ponen celosas, ni le tocan el pecho por muy espectacular que este sea, ni le
intentan besar... Un flash saltó en mi cerebro. Me sentí como una idiota que
tiene algo delante todo el tiempo y no lo ve hasta que se choca con ello. Jacob
no me veía como una hermana, y yo tampoco lo veía como un hermano. Lo cierto es
que si Seth no hubiera entrado en la cocina… Noté las famosas mariposas en el
estómago otra vez. Habíamos estado a punto de besarnos. Mi estómago casi iba a
explotar de mariposas al acordarme de lo que sentí en ese momento, cuando sus
labios estaban a un centímetro de los míos. El vello de los brazos se me puso
de punta solo con evocarlo. ¿Por qué me había gustado tanto? ¿Por qué sentía
esas mariposas? ¿Qué hubiera pasado si lo hubiéramos hecho? ¿Por qué me
estremecía cuando su mano me rozaba la mejilla y el cuello? ¿Por qué me parecía
tan guapo? ¿Por qué me llamaban tanto sus ojos negros? ¿Y su cuerpo? La
respuesta era tan obvia, que me sorprendí a mí misma con el ceño fruncido y la
boca abierta, de lo ciega que había estado. Helen tenía razón, Jacob me
gustaba. Me atraía mucho físicamente.
Sin embargo, el darme cuenta
de eso también me hizo sentir muy confusa. Esta mañana me había levantado
pensando que estaba celosa porque no quería que me separaran de mi mejor amigo,
y unas horas después me daba cuenta de que también lo estaba porque me gustaba.
¿Por qué todo en mi vida pasaba tan deprisa?
El timbre sonó y pegué un
bote en el asiento. Todavía aturdida, me di cuenta de que los demás, incluida
mi compañera de pupitre, estaban entregando los ejercicios. Me levanté y me
puse a la fila para entregar los míos.
Me pasé el resto de las
clases pensando en mi revelación, en cómo me tenía que comportar con Jake a
partir de este momento. ¿Cambiarían las cosas entre nosotros? ¿Se lo debía
decir? ¿Y si yo no le gustaba a él? Pensé en el casi beso, en que al
final no lo había sido, en que si de verdad yo le gustase, él podía haberme
besado primero y no lo hizo. Tal vez, solamente sentíamos una simple atracción,
después de todo, él era un chico y yo una chica.
Me dije a mí misma que lo
mejor era esperar, darme tiempo, y que las cosas siguieran por su cauce de
siempre. Si ese cauce nos llevaba a algún sitio, ya se vería. Aunque ni
siquiera quería pensar en eso por el momento.
Pero la hora del almuerzo
llegó más deprisa que los dos días anteriores. Jennifer, Alison y Brenda ya
estaban en la mesa cuando llegamos, y, antes de que me diera tiempo a sentarme
y a rumiar todas mis conclusiones, esta última ya me estaba preguntando por
Jacob.
―¿Sabes si va a venir esta
noche al Ocean? ―me preguntó sin cortarse un pelo.
Para colmo, Helen me echó
una mirada con intención, instándome a saltar a escena, y funcionó. Sí, llevaba
razón, Brenda iba a por todas. Ahora que ya sabía que me gustaba Jake, algo en
mi interior me decía que no se lo pusiera tan fácil. No pude evitarlo. Me daba
igual que solo fuera atracción, eso era suficiente para pararle los pies.
―No, no va a ir ―le dije,
tajante.
―¿Cómo lo sabes? ¿Te lo dijo
él? ―quiso saber, un tanto irritada.
―Hemos quedado ―le contesté
con el mismo tono.
En realidad, no era mentira.
Jake solía quedarse conmigo hasta bastante tarde.
Brenda se quedó pensativa, con
el gesto contrariado. Me reí para mis adentros y Helen me hizo el signo de la
victoria mientras se disponía a beber su refresco de cola.
LA VISITA
Las clases terminaron y
seguía lloviendo a mares. Jake me esperaba dentro del coche, lo cual me alegró.
Brenda no tendría oportunidad de abordarle, no quería mojarse los zapatos. No
estaba en el aparcamiento, había parado a unos pocos metros de la entrada del
edificio, obstaculizando el paso al resto de alumnos que se marchaban. Me despedí
de mis amigas después de hablar con ellas un rato en el vestíbulo, me puse la
capucha de la chaqueta y salí corriendo hacia el vehículo. Cuando llegué, Jacob
ya me había abierto la puerta desde el interior.
El abrazo que nos dimos nos
salió espontáneo a los dos, era tan habitual, solo que para mí empezaba a
adquirir un matiz algo diferente.
―¿Qué tal el día? ―me
preguntó mientras arrancaba el coche.
―Muy… clarificador ―contesté―.
¿Y el tuyo? ¿Dónde has estado? Tienes el pelo empapado ―le dije, acariciándole
la cabeza con los dedos.
―Acabo de estar con la
manada y no pude secarme. Tenía el tiempo justo para ir corriendo a casa y
cambiarme de ropa ―cogió aire y siguió hablando―. Oye, Nessie, si me sigues
haciendo eso, voy a quedarme dormido al volante ―murmuró con su sonrisa
torcida.
―¿Tanto te gusta? ―sonreí.
A mí, desde luego, me
encantaba, tenía que reconocerlo.
―Ya sabes que sí ―susurró.
Casi le salía ese ronroneo lupino suyo―. Me chifla que me acaricies,
aunque nunca lo habías hecho en mi forma humana.
Retiré la mano de su pelo en
cuanto lo escuché. Si sospechara algo, me moriría.
―¿Por qué paras? ―protestó
con una sonrisa y los ojos suplicantes.
―Bueno, querías conducir,
¿no? ―bromeé.
―Puedo detener el coche aquí
mismo ―sugirió con el mismo tono de imploración―. Así puedes acariciarme
tranquilamente.
―Si te transformas, sí.
―¿Por qué?
―Porque cuando eres lobo
estás lleno de pelo y tengo más donde acariciar ―concluí.
―Aquí hay mucho que
acariciar, nena. No te imaginas cuánto ―me soltó en un tono vacilón, con su
sonrisa torcida otra vez.
―¡Jacob Black, no empieces
con tus bromas! ―exclamé, empujándole el brazo, enfadada, mientras él se partía
de la risa.
Ya notaba la sangre
bombeándome la cara.
―Además, dentro del coche no
entro como lobo ―añadió.
―Pues por eso. No puede ser.
―Ay ―suspiró,
intencionadamente alto.
Cogí el estuche de CDs del
asiento trasero y saqué uno de esos de rock que nos gustaba a los dos.
Lo puse y, cuando estaba apartando la mano del reproductor, me fijé en que
Jacob estaba mirando mi muñeca.
Su cara pasó del alegre
socarrón al cabreado en un segundo.
―Solo un vampiro podría marcar
sus dedos en tu piel de ese modo. Ha sido tu madre, ¿no?
―Sí ―murmuré, bajando la
mirada.
¿Cómo iba a mentirle a
Jacob? Odiaba hacerlo. Además, era mi mejor amigo y necesitaba hablar con él,
desahogarme.
―Pero lo hizo sin querer ―continué.
Jacob respiró hondo y
exhaló.
―Lo sé. Lo último que haría
Bella sería hacerte daño, por eso me pareció tan raro ―hizo una pausa―. ¿Qué
pasó?
Aquí venía la parte escabrosa que tenía que contar. Giré la
manivela y abrí un poco la ventanilla para que me diera algo de aire en el
rostro.
―Fue en el bosque. Me empezó
a interrogar sobre lo que había pasado en mi habitación el día que te quedaste
a dormir. Le dije la verdad, pero no se lo creía, así que le puse la mano en la
mejilla para mostrarle... ―miré a Jake de reojo y tragué saliva―, cuando…
cuando…
―Cuando me toqueteaste ―agregó
con una sonrisa de oreja a oreja.
Bajé otro poco la
ventanilla.
―No te… toqueteé ―le corregí―.
Fue una… inocente caricia ―lo único
que se me ocurrió en ese momento fue el término con el que lo había bautizado
mi padre.
Su sonrisa se ensanchó aún
más.
―Y ahora que te doy la
oportunidad, la desperdicias.
―Bueno, ¿quieres saber lo
que pasó o no? ―protesté mientras bajaba el cristal hasta abajo.
―Vale, vale. Sigue.
―Le enseñé lo inocente que había sido ―maticé, si bien
no era del todo cierto― y ella no se fiaba igualmente, así que me agarró por la
muñeca para que le siguiera mostrando lo que pasó después. No midió bien las
fuerzas y apretó más de la cuenta.
Por supuesto, también omití
que yo me había rebelado un poco mostrándole todo lo que había sentido cuando
estaba entre sus brazos, cuando me fijaba en su pecho desnudo o cuando le había
acariciado, eso no hacía falta que lo supiera. Y, desde luego, tampoco le iba a
contar la visión casi hipnótica que había tenido, aunque solo me acordaba de la
primera diapositiva gracias a que la había visto esa mañana, cuando habíamos
estado a punto de besarnos...
―Se le fue un poco la mano,
pero fue sin querer ―ratificó, sacándome de mi mundo―. Le cuesta mucho
reconocer que ya no eres una niña y quiere protegerte. Para ella es muy duro
que hayas crecido tan rápido.
―Por eso no quería que viera
lo que me había hecho. No quería que se sintiera culpable, ya tiene bastante.
―Menos mal que no me dejaste
decirle nada esta mañana. A veces me puede mi temperamento.
―Sí, lo sé ―me reí.
―¿Y qué pasó después? ―espetó
de pronto.
―¿Cómo?
―¿Qué hiciste cuando me
sobaste? ―me miró sonriente.
Puse los ojos en blanco.
De repente, me acordé de que
también le tenía que contar otra cosa.
―Cuando le estaba mostrando
todo eso a mamá, la pulsera hizo algo muy raro.
―¿La pulsera? ―preguntó,
extrañado―. ¿Cómo que la pulsera?
―Vibró.
―¿Que vibró? ―soltó una
carcajada―. ¡Muy bueno, Nessie!
―¡No es broma! ―me quejé.
Al verme el rostro tan serio,
Jacob cambió el suyo, aunque no podía evitar una pequeña curva en sus labios.
―¿Ahora mi pulsera es un
vibrador? ―se mofó finalmente.
Me crucé de brazos, enfadada,
a la espera de que terminara de carcajearse de su propio y pésimo chiste.
―¡Jacob, esto es totalmente
en serio! ¡No sé por qué te cuento nada! ―me giré hacia la ventanilla con el
ceño clavado en los ojos.
Si no llega a ser por el
cinturón, le hubiera dado completamente la espalda.
Dejó de reírse y se quedó
callado unos segundos.
―¿Me lo estás diciendo en serio?
―dijo, por fin sin un ápice de burla―. ¿No me estás tomando el pelo? ¿La
pulsera… vibró?
Seguí mirando por la
ventanilla sin decir ni una palabra.
―Vamos, Nessie ―me presionó
el hombro con la mano―. Ahora no estoy riéndome. Es que es la primera vez que
lo oigo.
Mi intención era no contarle
nada más, estaba que echaba humo, pero mi determinación se quebró por completo
cuando metió la mano entre mi pelo y empezó a acariciarme la nuca con los
dedos. Volví a recuperar el aire cuando la quitó para cambiar la marcha del
coche.
Respiré hondo y me giré
hacia él.
―Prométeme que no te vas a
reír, ¿vale? ―me arriesgué a mirarle fijamente a los ojos para que viera que
hablaba en serio―. Esto que te voy a contar te juro que pasó.
Jacob entendió mi mirada
perfectamente.
―Sí, te lo prometo.
Me alejé de sus ojos para
mirar por el parabrisas. El coche tomó la salida que iniciaba el trayecto hasta
mi casa.
―Mamá me tenía agarrada por
la muñeca derecha. La pulsera vibró fuerte una sola vez, como si le diera una
convulsión o algo así ―empecé a gesticular con la mano sobre el aro de cuero para
simular lo que había pasado―, parecía una explosión, pero sin fuego, que produjo
una especie de energía, una onda expansiva que arrastró su mano y la empujó
hacia atrás. Fue tan fuerte, que le llevó el brazo y todo, aunque no la hizo
daño, simplemente la apartó. A mí ni siquiera me rozó.
Volví la cara para
observarle. Jacob miraba a la carretera con un gesto de extrañeza en el rostro,
pero me había creído.
―Es una pulsera mágica, por
eso te lo preguntaba ayer ―le recordé.
―Pero, ¿cómo…? Yo mismo la
hice. Yo no puedo… ―hizo una pausa en la que se quedó confuso y pensativo―.
Tengo que hablar con el Consejo, tal vez ellos lo sepan…
―Creo que me protege de los
vampiros completos. En ese momento mamá me hacía daño y la pulsera reaccionó.
―Una pulsera mágica… ―repitió
para sí―. ¿Y por qué ahora? ¿Por qué nunca había hecho eso? ―Jacob aún seguía
con la confusión en los ojos.
―Bueno, nunca un vampiro me
había tocado de ese modo, y supongo que cuando pasó, la pulsera se activó.
Silencié también la otra
vibración de aviso con mi madre que me hizo hablar y el cosquilleo de la
pulsera en la cocina cuando me había recordado la visión. No tenía explicación
para eso.
Se hizo un mutismo en el que
Jacob se quedó pensativo, con esa expresión de confusión y perplejidad en el
rostro.
―¿Qué tal con Charlie? ―interrogué
para cambiar de tema―. ¿Fuiste a verle?
―¿Qué? ―parpadeó como si le
hubiese sacado de sus pensamientos―. Ah, no. Al final no pude, Rachel y Paul me
llamaron para que fuera por su casa. Es verdad, casi se me olvida. Tengo que
darte una noticia.
―¿Buena o mala?
―No sé qué decirte ―hizo una
mueca de dolor y suspiró―. Rachel y Paul se casan.
Jacob tenía cara de
resignación, pero la mía se iluminó de la alegría.
―¿Se casan?
―Sí, ahora esa bestia va a
ser mi cuñado ―destacó la última
palabra con mal humor y resopló.
―Bueno, ya se sabía que
tarde o temprano se iban a casar.
―Sí, pero, ¿tan pronto? ―exhaló
con agobio.
―Jake, llevan cuatro años
viviendo juntos, yo creo que no ha sido tan
pronto ―le contesté con ironía.
―Lo cual me indica que esos
dos se van a poner a tener críos enseguida ―dijo casi con amargura―. Lo cual
quiere decir que voy a tener a un montón de bestiales Pauls en miniatura todos los días corriendo por mi casa. Lo cual
significa que jamás en mi vida me quitaré a Paul de encima.
―También puedes tener a
pequeñas Rachels corriendo por
tu casa ―le corregí―. Y a Paul no te
lo ibas a quitar nunca de encima, de todos modos.
―Gracias por los ánimos ―me
respondió con sarcasmo, sonriendo.
El coche pasó los últimos
árboles del sendero y se detuvo frente al porche. Seguía lloviendo, aunque
había bajado de intensidad.
―¿Y cuándo es la boda?
―El seis de febrero. Rachel
me ha pedido que seamos los padrinos, pero si tú no quieres, no pasa nada.
Puedes ir de invitada simplemente.
Había ido con Jacob a la
boda de Sam y Emily hacía tres años y me había encantado. Por aquel entonces,
yo ya tendría como unos nueve años, por eso me acordaba perfectamente. Las
bodas quileute siempre me habían parecido más bonitas que los bodorrios tradicionales. Se celebraban en
la zona sur de la media luna de la playa que conformaba First Beach, al
atardecer, justo en la puesta de sol, al abrigo de una enorme hoguera y con las
islas, el mar, el bosque y los acantilados que la rodeaban como testigos. El
astro rey que se ponía simbolizaba el fin de una vida para comenzar otra con la
persona que se amaba, y las llamas eternas de la hoguera, el amor incombustible
y poderoso que puede arrasar con todo lo que se pone por delante, al igual que
hace el fuego; también simbolizaban la pasión necesaria para la fertilidad, o
algo así. Todos iban descalzos, pero muy elegantes, estilo quileute, por
supuesto. Los hombres iban de camisa y pantalón largo, sin corbatas ni
pajaritas, y las mujeres llevaban sus mejores vestidos. La ceremonia, la cena y
la fiesta se hacían en la arena, siendo el elemento protagonista la enorme
pira, que permanecía en el centro de todo el meollo de la celebración y siempre
la mantenían con las llamas en alto. En aquella boda, en la que más me había
fijado era en Emily. Con nueve años casi me había parecido una princesa, ni
siquiera había reparado en la cicatriz de su cara, de lo bonita que me había
parecido. Todavía la recordaba como si la estuviera viendo. Su vestido ―de
escote recto, de manga corta que cubría solo el hombro y largo hasta los
tobillos― había sido de un blanco roto que resaltaba sobre su piel india. No
sabía qué tipo de tela era, pero se le ceñía al cuerpo y a mí me había parecido
precioso. También había ido descalza y había llevado una pulsera de plata en
uno de los tobillos. Pero lo que más me había llamado la atención era su corona
de flores, formada por calas blancas, que había llevado en la cabeza sobre su
melena negra suelta. El fuego de la hoguera le daba un toque mágico y romántico
a toda la ceremonia. Todo en las bodas quileute era tan sencillo y mágico, que
me parecían maravillosas.
―¡Pues claro que quiero! ―exclamé.
―¿De verdad? ¿No te importa
venir conmigo de madrina? ―preguntó, mirándome con sus centelleantes ojazos
negros.
―¿Estás de broma? Una boda
quileute no me la pierdo por nada del mundo ―le contesté, agarrándome a su
brazo y apoyando la cabeza en su hombro―, sobre todo si estoy en el altar
conti…
Dejé la palabra colgada al
darme cuenta de lo que estaba diciendo, y las mariposas de mi estómago
volvieron a revolotear. Nos quedamos los dos inmóviles, sin decir nada.
―Quiero… quiero decir…, que
le digas a Rachel que me encantará ser la madrina de… su boda ―murmuré.
―Claro ―susurró―. Esto… Tengo…
tengo que entrar para darle a Carlisle las pruebas que recogimos anoche.
―Ah, sí.
Le liberé el brazo y me
volví a mi asiento. Jacob también se quedó quieto en el suyo un par de segundos,
hasta que abrió la puerta y salió.
Mientras él rebuscaba algo
en el maletero, cogí mi mochila del suelo, me puse la capucha y me bajé del
coche. Me quedé al pie de las escaleras para esperarle.
Sacó una enorme bolsa, bajó
la puerta trasera del Golf y caminó hasta mí. Me quedé mirando sorprendida.
―Nos hemos empleado a fondo
―me explicó, encogiéndose de hombros.
―Un poco más y le traéis el
bosque entero ―bromeé.
Subimos las escaleras,
retiré mi capucha y entramos en el salón de la gran casa.
―¡Nessie! ―saludó Alice
mientras se acercaba hacia mí dando saltitos y me cogía de la mano―. Ven,
tenemos visita.
―¿Visita? ―pregunté,
poniéndome alerta.
Jacob se envaró al instante.
No le gustaban nada esos vampiros curiosos que luego se iban a cenar a la reserva de La Push.
―No, no es eso ―Alice me
quitó la mochila, la tiró al suelo y me cogió por los hombros, empujándome hacia
la enorme mesa de cristal―. Alguien muy especial ha venido a verte, mira.
Cuando alcé la vista,
estaban todos sentados a la mesa. Todos, menos uno.
Jacob dejó la bolsa en el
suelo y se puso a mi lado.
―Hola, cielo. ¿Te acuerdas
de Nahuel? ―presentó mi madre.
Era el chico semivampiro que
nos había ayudado hacía casi seis años, cuando los Vulturis habían venido para
terminar con todos nosotros. Mi familia le estaba muy agradecida a él y a Huilen,
su tía. Si no fuera porque habían venido con Alice y Jasper desde Suramérica
para dar su testimonio, mi familia estaría muerta y Jacob y yo estaríamos escondidos
en algún lugar recóndito del mundo. Seguía llevando su pelo moreno en una larga
coleta y su semblante era tostado y bastante atractivo.
―Hola, Renesmee ―me saludó―.
Vaya, cuánto has crecido. Estás realmente preciosa.
―Hola ―contesté.
Se había puesto de pie nada
más verme y no apartaba sus ojos de color teca de mí. Se quedó mirándome
fijamente, de un modo que me hizo sentir muy incómoda, mientras los demás
seguían con su conversación. Algo saltó solo y me hizo agarrarme a la mano de
Jake. Este entrelazó los dedos y la aferró con más fuerza.
De pronto, sus ojos se
movieron y fijaron su objetivo en Jacob. Su mirada cambió. Era casi imperceptible,
pero pude distinguir una nota de repulsión en sus pupilas.
Miré a mi mejor amigo para
ver su reacción y me quedé perpleja. Había levantado la cabeza con una actitud
claramente chulesca, apretaba los dientes con fuerza y sus intensos ojos negros
estaban clavados en Nahuel con una mirada provocadora. Nunca le había visto
así.
―¿Cómo te va, Jacob? ―le
preguntó Nahuel, serio.
―Genial ―le respondió él,
echándole una mirada de arriba abajo con una media sonrisa arrogante.
Mi padre carraspeó,
dirigiéndose a Jacob con cara de pocos amigos, y Nahuel se sentó para centrar
su atención en la mesa. Jake en cambio, no interrumpió su conducta.
―Nahuel se va a quedar una
temporada con nosotros ―anunció mi madre, palmeando la mano del interpelado.
La sonrisa de Jacob se
esfumó, aunque siguió con la misma actitud.
―Sí, he dejado a Huilen con
mis hermanas.
―Yo ya lo sabía, pero no os
dije nada porque él quería darnos una sorpresa ―manifestó Alice con una voz
cantarina.
―Creía que no podías verle,
como a Renesmee ―dijo mamá, extrañada.
―Bueno, a Nessie no la veo
nunca, pero parece ser que a Nahuel le puedo ver algo, aunque muy poco. Nessie
tiene un filtro tupido, opaco, que no me deja ver nada, sin embargo, Nahuel
tiene una malla semitransparente que me permite visionar algo, aunque ya os
digo que es muy poco. De momento, solo he podido ver esto ―y le sonrió, a lo
que Nahuel le correspondió.
Mamá se quedó mirando a
Jacob, pensativa, como si estuviese buscando en él algún tipo de respuesta.
―¿Y a qué se debe tu visita?
―inquirió Jasper.
―Quería conocer mejor a
Renesmee, ahora que ya ha crecido ―respondió sin cortarse un pelo, observando a
Jake con provocación.
¿A mí?
Automáticamente, todos
llevaron la vista hacia Jacob con diversas caras, esperando su respuesta.
Mi madre se mordía el labio,
preocupada, mi padre estaba alerta, escuchándole los pensamientos, Alice le
miraba con aire petulante, Rosalie sonreía abiertamente, Jasper se concentraba
para influenciar en su ánimo, Emmett estaba de brazos cruzados, pero, raro en
él, serio, Esme se había llevado la mano a la boca, alarmada, y Carlisle tenía
el rostro sereno.
¿Es que era yo la única que
me preguntaba qué estaba pasando?
―Yo que tú, no jugaría con
fuego ―le espetó Emmett al invitado, de repente.
―Déjalo Em ―le paró Jacob,
antes de que se intercambiaran una mirada de complicidad―. Debemos tratar bien
a nuestro invitado ―soltó, sarcástico.
Nahuel le dedicó una mirada
despectiva y de hastío, y después le sonrió de un modo extraño, como si
estuviera muy seguro de sí mismo. A Jacob le dio un respingo y noté cómo el
calor quería subirle por la espalda.
Carlisle se levantó de la
mesa con el semblante pacífico e instó a Nahuel con un gesto de la mano a que
hiciera lo mismo.
―Te enseñaré tu habitación.
Acompáñame por aquí.
―¡¿Es que va a dormir en
esta casa?! ―protestó Jacob, nervioso.
―Jake, ¿qué te pasa? ―le
pregunté, extrañada―. Es nuestro invitado.
―Por supuesto que sí ―le
replicó Alice, mirándole por encima del hombro mientras acompañaba a Carlisle y
a Nahuel.
―¿En qué planta? ―exigió
saber.
―En la primera ―dijo
Carlisle, que era el último que subía―. Alice ha habilitado mi despacho para
hacerle el dormitorio ―y se perdió escaleras arriba.
―No lo veo necesario, Jacob ―mi
padre se levantó después de leerle la mente.
―Pues yo sí ―contestó este,
tajante―. Y nadie va a impedírmelo.
Mi madre también se puso de
pie y se cogió al brazo de papá.
―¿Qué pasa, Edward? ―preguntó,
preocupada.
―¿De qué estáis hablando? ―me
dirigí a mi padre.
―Quiere dormir en tu puerta.
―¿En mi puerta? ¿Por qué
quieres…?
Intenté soltarme de su mano
para ponerme frente a él, pero me fue imposible. Me aferraba con fuerza, aunque
no me hacía daño, así que me puse de frente igualmente, con las manos unidas.
―¿Por qué quieres dormir en
mi puerta?
Jacob ni siquiera me miró.
Estaba tenso, y tenía los ojos clavados en las escaleras con una mirada
agresiva y amenazadora. Me hubiera asustado de no ser porque enseguida
distinguí algo más que me atravesó la cabeza como si fuese un balazo frío. Una
mota de tinta teñía de preocupación sus ojos negros y, entonces, pude ver con
claridad que la agresividad no era amenazante ni ofensiva, sino más bien
defensiva. Me estaba protegiendo. Pero ¿de qué?
―Jake… Jake, mírame, por
favor ―le susurré mientras le acariciaba la cara con la otra mano.
Mis escasas palabras
parecieron surtir efecto y sus ojos se despegaron de la escalera para fijarse
en los míos, mostrándose de nuevo cálidos y adorables.
―Jacob, no hay peligro ―le
dijo papá, confirmando mis pensamientos―. Te estás equivocando, te lo aseguro.
Su mirada se escapó otra
vez, pero ahora para mirar a mi padre.
―Sabes que si sospecho de
algo, por pequeño que sea, tengo que protegerla. Dormiré arriba hasta que se
vaya ―insistió Jake con los dientes apretados.
―¿Crees que yo pondría a mi
propia hija en peligro si no estuviese completamente seguro?
―Edward, por favor, ¿qué
pasa? ―mamá ya estaba al borde de la histeria.
―No se fía de él. Cree que
me está engañando ―explicó―. Jacob, eso es imposible. Puedo ver hasta sus
recuerdos.
―¿Estás totalmente seguro? ―quiso
saber mamá.
―Completamente ―afirmó mi
padre, mirándola a los ojos.
―Está tramando algo. Mi
instinto me lo dice ―masculló Jake con la vista clavada en la escalera de nuevo.
―Jacob, por favor ―discutió
mi madre, molesta―. Nahuel y Huilen nos salvaron la vida hace seis años, ¿cómo
puedes dudar de él? Deberíamos estarle agradecidos. Además, Edward no ha visto
nada raro y yo me fío de él al cien por cien. Creo que esto tiene más que ver
con el hecho de que ha venido a ver a Renesmee y con tu…
―No es solo eso ―le cortó―.
Aquí hay algo más, lo sé. Hay algo en su mirada que no me gusta ni un pelo.
―Por Dios, Jacob. Has sido
muy maleducado y grosero con él, ¿cómo quieres que te mire? ―le replicó ella,
irritada.
―Yo no veo nada malo en que
duerma arriba ―interrumpió Emmett, en defensa de su amigo―. Si hay peligro, él
estará ahí el primero, y si no lo hay, ¿qué molesta que duerma en la puerta?
―Pero, ¿qué peligro? ―protestó
papá con incredulidad―. Em, ya he dicho que no hay nada malo. Y Alice vio que solo
venía de visita. ¿Qué más pruebas necesitas?
―Los animales tienen un
sexto sentido para el peligro ―afirmó este, señalando a Jacob con el dedo.
―Hombre, muchas gracias por
el cumplido ―le dijo Jake con ironía.
Emmett le sonrió y siguió
hablando.
―Créeme, Edward. Te podría
contar muchas experiencias de cuando yo era cazador en mi vida humana. Te
sorprenderías de lo que pueden hacer los animales ―Jacob puso los ojos en
blanco al ver cómo Emmett lo volvía a señalar―, hasta son capaces de predecir
tormentas y catástrofes mucho antes de que pasen.
―¡Pero, ¿qué estás
diciendo?! ―exclamó Rosalie―. No me puedo creer que estéis tan ciegos. ¡Lo
único que quiere este chucho es
aprovechar la ocasión para dormir con Nessie!
Se armó una algarabía
terrible en la estancia a la vez que mi rostro era invadido por una oleada de
sangre.
―¡Basta! ―bramó mi padre,
haciendo que se callara todo el mundo―. Carlisle y Alice están a punto de bajar
con nuestro invitado ―matizó―, y no
quiero que se sienta incómodo por este lío ―hizo una pequeña pausa en la que
suspiró―. Está bien, aunque sé que no hay ningún peligro, no quiero problemas
mientras Nahuel esté en esta casa, así que voy a dejarte que duermas en la
puerta de Renesmee como lobo ―apuntilló
de nuevo, dirigiéndose a Jacob con cara de advertencia―, si es que así vas a
estar más tranquilo y no vas a montar jaleo.
Aunque no entendía muy bien
el porqué de este conflicto, la idea de tener a mi lobo durmiendo cerca no me
disgustaba nada de nada.
―Es todo lo que pido ―asintió
Jacob con gesto serio.
―¡Pero, Edward! ―se quejó
mamá.
―Bella, creo que es lo mejor
para todos, sobre todo para la convivencia de la casa. Él está decidido y va a
dormir ahí queramos o no. Es mejor así, que no por las malas ―mi madre no
parecía muy conforme, así que mi padre se volvió a dirigir a Jake con la mirada
amenazante―. Pero escúchame bien, perro. Si se te ocurre entrar en su
habitación por la noche como humano y tocarla un solo pelo, te juro que te
arrancaré de cuajo las patas delanteras.
Ahora mi madre parecía más
tranquila.
―¡Papá! ―voceé en protesta.
―¿Y si me lo pide ella? ―soltó
Jacob con chulería mientras levantaba la comisura de los labios.
―Jake, ¿qué haces? Cállate ―le
cuchicheé, acercando mi rostro rojo como un tomate a su pecho.
―¡Ja! ¡Sigue soñando,
idiota! ―exclamó Rosalie, riéndose.
―¿Cómo dices? ―preguntó mi
madre, enfadada.
―No soy yo precisamente el
que aprovecha para tocar mientras uno está dormido ―le estampó a la cara a mi
padre―. Si ella quiere otra vez, sabes que no me puedo negar.
―¡Qué calladito te lo
tenías! ―aulló Emmett entre risas.
Rosalie me miró totalmente
decepcionada, con la mandíbula colgando, y yo escondí mi rostro del todo en el
objeto de mi pecado, esperando a que la tierra se abriera o algo para poder
colarme dentro. ¿Por qué se había tenido que enterar Jacob? Ahora ya lo sabía
todo el mundo.
―¡No juegues conmigo, perro!
―chilló mi madre, envarándose.
―Cálmate, Bella ―habló mi
padre con voz serena, aunque extrañamente amenazadora y temible, poniéndole el
brazo por delante―. Si lo que quieres es dormir en su puerta, más te vale
cambiar de actitud y cerrar el pico. Si me provocas más, no volverás a verla en
tu vida, ¿me has entendido?
Mi corazón saltó en
respuesta a esas horribles palabras e instintivamente le pasé el brazo suelto
por la cintura para abrazarle, aferrando los dedos a su camiseta. Jake puso su
mano en mi espalda y me apretó un poco más contra su pecho. El calor le recorrió
la columna vertebral y un rugido empezó a vibrar desde su cavidad torácica
hasta su garganta, aunque no llegó a salir.
―Nunca podrás separarme de
ella ―escupió con furia retenida, apretando los dientes.
Se hizo un silencio incómodo
y sepulcral en el que se notaba la influencia de Jasper. Duró unos segundos,
pero parecieron minutos.
Escuché el suspiro nasal de
rendición de mi padre, sin duda, había escuchado cada uno de los pensamientos
de los dos.
―Lo sé. Para mi desgracia ―dijo
al fin.
Jake se relajó un poco,
aunque seguía abrazándome y aferrándome la mano con fuerza. Mi padre le pasó el
brazo por el hombro a mi madre y le besó en la cabeza. Esta también se
tranquilizó, pero no parecía muy satisfecha.
―Lo único que te pido es que
te comportes, Jacob.
―Haré lo que pueda ―respondió
este con insolencia.
Mis padres pusieron los ojos
en blanco a la vez que negaban con la cabeza.
En ese momento, Carlisle
asomó la pierna por las escaleras, seguido de Alice y Nahuel. Mi padre respiró
tranquilo al ver que no se habían enterado de la bronca, sobre todo este
último.
Jacob no le quitó ojo a
Nahuel mientras este pasaba a nuestro lado. Me separé un poco de él para verle mejor
el rostro, aunque no me soltó de la mano.
―Por favor, Jake, pórtate
bien ―le rogué―. Es nuestro invitado.
―No me fío de él ―gruñó.
―Ya has oído a mi padre. Y
mamá tiene razón, deberíamos estarle agradecidos por habernos salvado la vida.
Apartó su mirada de Nahuel
para mirarme a mí.
―Ya lo sé ―reconoció a
regañadientes―. Pero, aun así, no me fío.
―Por favor, hazlo por mí ―le
susurré―. Si papá se enfada, no te dejará dormir conmigo.
Intenté convencerle con ese
argumento, a ver si así entraba al trapo. En realidad, lo que me aterraba era
que nos separaran, pero no quería que se enfadara otra vez, ni que se
preocupara.
―Dormiría arriba, de todos
modos ―afirmó.
―Jacob ―imploré con ojos
suplicantes.
Cogió aire lentamente y lo
exhaló del mismo modo.
―Está bien. Me comportaré lo
mejor que pueda solamente porque me lo pides tú. Pero sigo sin fiarme ―sentenció.
―Gracias ―le sonreí y le di
un beso en la mejilla.
Mis padres, Esme y mis tíos
se sentaron en el sofá con Nahuel para charlar con él. Jacob cogió la bolsa con
las pruebas y se acercó a Carlisle ―que estaba parado al principio de la
escalera, leyendo el correo―, llevándome con él de la mano.
―Tome, Doc. Espero que estas
pruebas sean suficientes.
Carlisle abrió los ojos como
platos al ver la enorme mochila.
―Sí, creo… que me servirán,
gracias ―afirmó, asiéndola.
―Las hemos separado y metido
en bolsitas de plástico, como en las pelis ―le contó, todo orgulloso.
―Vaya, estoy impresionado ―reconoció
mi abuelo al ver el interior de la bolsa―. ¿Y cómo lo habéis hecho? Lo cierto
es que no me imagino a unos enormes lobos haciendo eso.
―Unos como lobos, otros como
humanos ―y se encogió de hombros como si fuera evidente.
―Ah, claro ―asintió
Carlisle.
―¿Sabe ya lo del torso?
―Sí, fue el rumor de todo el
día en el hospital. Lo encontrasteis vosotros, ¿no?
―Sí. En la bolsa también hay
pruebas del escenario del crimen ―contestó Jake. Puse los ojos en blanco,
sonriendo. Ahora resulta que hablaba como si fuera un detective. Me pellizcó en
broma en la cintura y pegué un bote, riéndome―. Encontramos el mismo rastro en
la zona.
―Oh, qué interesante ―afirmó
Carlisle con la mano en la barbilla. Intenté pellizcar a Jacob, pero su cuerpo
era tan terso, que no podía. Sin embargo, le hice cosquillas y soltó una
risilla sorda―. Tengo que ponerme ahora mismo a investigar esto. ¿Y se sabe si
la cabeza pertenecía al torso? ―le preguntó a Jacob, que estaba muy entretenido
conmigo, sujetándome las manos para que no le hiciera más cosquillas.
―¿Eh? Ah, la policía lo ha
mandado todo a Seattle para que lo examinen los forenses de allí.
―Ya.
Carlisle se rindió y subió a
su habitación ―ahora también despacho― cuando logré zafarme de las manos de
Jake. Conseguí hacerle algunas cosquillas y este se empezó a revolver y a
carcajear sin control. Mientras nos reíamos, me dejé atrapar las muñecas y me
las retuvo detrás de mi cinto para que no pudiera hacerle más.
―No sabía que tuvieras
cosquillas ―murmuré.
―Si lo vas diciendo por La
Push, te mato ―bromeó.
―¿Taha Aki también las
tenía? ―cuchicheé, riéndome.
―Pues claro que no. Ahí
tienes la prueba definitiva de que no soy su reencarnación ―afirmó con una
sonrisa de oreja a oreja.
Me quedé mirando su perfecta
sonrisa. Ver feliz a Jacob producía mi propia felicidad.
―Pues yo creo que sí las
tenía ―le rebatí.
No quería mirarle a los
ojos, pero fue inevitable. Me di cuenta de que estábamos muy cerca el uno del
otro, pero que no me importaría estarlo un poco más…
―Renesmee, ven aquí un
momento.
Di un pequeño bote al oír la
voz de mi padre. Se me había olvidado por completo que estaban todos sentados
en el sofá, incluido nuestro invitado.
Jacob me soltó y nos
acercamos a ellos. Esta vez no me cogió de la mano, pero su actitud de antes
resurgió al instante.
―¿Qué pasa? ―inquirí.
―Mañana vamos a ir a jugar
al béisbol con Nahuel, Alice dice que va a haber una fuerte tormenta ―me dijo.
―¿Tú no lo notaste, animal? ―le apuntó Rosalie con intención
a Jacob.
―No pensé que tuviera tanta
importancia, rubita. ¿Qué pasa, no quieres que se te vaya el tinte con el agua?
Esta le siseó y Emmett sonrió.
―¿Quieres venir? ―continuó mamá.
La verdad es que la idea se
presentaba apetecible para un sábado por la tarde y, además, hacía mucho que no
organizábamos algo en familia.
―Claro, por qué no ―respondí―.
¿A qué hora?
―La tormenta empezará sobre
las cinco de la tarde ―informó Alice.
―¿Sabes jugar, Renesmee? ―me
preguntó Nahuel con su voz impoluta y celestial.
―Sí, mi padre me enseñó todo
lo que sé, ¿y tú?
―Por supuesto. En Suramérica
se lleva mucho el béisbol ―me respondió con una sonrisa blanca y brillante como
la porcelana.
―Yo también voy ―soltó Jacob
de repente.
―Debí imaginarme que tú
también querrías venir ―suspiró papá.
―¿Tú? Pero si tú no sabes
jugar ―le dijo Alice con aire crítico.
―Soy norteamericano, por
supuesto que sé. En realidad, soy el más norteamericano de los que hay aquí.
―No es lo mismo si se juega
con vampiros ―apostilló Nahuel.
―No creo que sea tan difícil,
si sabe jugar cualquiera ―espetó,
mirando a este con su gesto arrogante.
―Jacob ―le advirtió mi padre
entre dientes.
―¿Quieres dormir en el
felpudo? ―amenazó Rosalie.
―¿De verdad vas a venir? ―exclamé,
contenta por la noticia; al parecer, era la única que lo estaba―. ¿No tenías
que patrullar?
―Pues claro que voy, preciosa,
soy el Alfa de mi manada ―respondió, sonriéndome; también yo era la única a la que le sonreía―.
Además, tengo castigado a Seth, así que irá él en mi lugar. Mañana me tomaré el
día libre.
―¿A Seth? ¿Qué ha hecho para
que lo castigues? ―interrogó mamá, extrañada.
―Mejor no te lo digo ―murmuró
Jacob, observando con cara de malas pulgas a mi padre.
Yo disimulé, mirando hacia
el otro lado mientras ponía el pelo por la cara y hacía como que lo acicalaba
un poco.
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¡¡¡Espero que os
animéis a uniros al otro lado!!!
Ola excelente capi tamara!!!
ResponderEliminaratte:Polet
Kisses desde mexico
me enkanta tu blog!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! es.. wow esa es la palabra ke enkuentro!!! me as ganchando desde el princypio jaaj nod ejes d eescribyr!!
ResponderEliminarxoxo si tyenes tyempo pasate por mi blog plyss..
http://anewreneesmestory.blogspot.com/
hola me encanto tu libro me gustaria mucho poder leerlo sin tener que estar conectado lei en http://jacob-black.foroactivo.net/t553-el-libro-de-jacob-y-nessiedespertarcontinuacion-amanecer-18 que podias mandarlo a un e-mail si eso es cierto me encantaria de ante mano muchas gracias :) mi mail es stefancj17@hotmail.com
ResponderEliminarm encanta tu libro pareces stephanie meyer....si quieres pasate pro el mio, tengo un libro, no es mio claro pero prodía gustarte
ResponderEliminarsentadosbajoelsauce.blogspot.com
Hola primero te leí en el foro de Jacob y Nessie y luego me entero que tienes un blog lo cula es bastante genial. Tus libros me enganchan un montón, tienes tanta creatividad y los giros que le das a la historia son totalmente sorprendentes. En serio AMO tus libros, no se si me los podrías los libros a mi correo que es fatima2010vegacastro@hotmail.com . Ya me leí los dos primeros solo me falta el tercero. Sigue creando libros fantástico eres una genio, si algun día publica un libro yo sin duda los compraría. Saludos!!!
ResponderEliminarme encanta, es muy interesante, me gusta mucho es lo que imaginaba que pasaría después de amanecer y a demás hay sexo, que me encanta, que pasada con la pulsera y las leyendas son muy bonitas y los celos de reneesme jeje me gustaría que me pasaras los libros por correo si quieres mi correo es flexer22@hotmail.com me haría mucha ilusión porfa jeje muchos besos y cuidate mucho.
ResponderEliminarla verdad es super tu capitulo m encantasigue asii llegaras lejos
ResponderEliminarHola, me encante tu historia, me parece una posibilidad bastante facctible a la hora de continuar amanecer, me gutaria bastante que por favor me paseses los libros por correo. Es ceciliagencina@gmail.com
ResponderEliminarwow! me encanta, escribes de maravilla, me encantaria poder tener tus libros, espero que si no es mucha molestia pudieses enviarmelos a secretaria@promedel.cl... Escriben fantástico tu historia es envolvente y deja pidiendo más, seguire en el bloque dos para saber que sucede.
ResponderEliminarTe dejo un abrazo cariñoso
MARIA JOSE P.
Si tienes facebook, me encantaria poder conocerte el mio es http://www.facebook.com/mariajose.pavezgassibe, un beso :)
Hola, me gustaría que me lo mandaras por PDF, sino es mucha molestia, llevo tiempo buscando una historia así, he buscado en muchos blogs pero ninguna me atrapó y la tuya me atrapó en el prefacio!! eres increíble me gusta como escibes.
ResponderEliminarTe estaría muy agradecida.
HOLA A TODOS!!!
ResponderEliminarPerdonad por no poder contestaros uno por uno, pero es que no tengo tiempo de nada... =S
Muchísimas gracias a todos por esos comentarios tan, tan preciosos que me ponéis. De verdad, hacéis que me emocione con vuestras palabras, no os imagináis lo que significan para mí vuestros comentarios. He escrito estos libros con toda mi alma, sintiendo yo misma lo que sentían los personajes, y que a la gente le gusten de esta manera y que sientan lo mismo que yo mientras los leían me hace inmensamente feliz, no os imagináis cuánto =º)
A todos aquellos que me habéis pedido los libros, os los envío con muchísimo gusto ;) Muchas gracias por darme una oportunidad y leerme, me encanta tener nuevos lectores =)
Lametones para todos!!!!!
PD: Alasseblog, déjame tu email aquí o mándame un correo a tgp7904@hotmail.com, que te envío los libros enseguida ;)
me encanta tu libro porfa me puedes enviar a mi correo los libros eres buena escribiendo felicidades atte maria belen mi correo es mbtg_15_91@hotmail.com
ResponderEliminarHola, princessmabe talavera!!!!
ResponderEliminarMuchas gracias por darme una oportunidad y leerme, me encanta tener nuevos lectores!!! Me hace muy feliz que mis libros gusten =º) Ya te he enviado los libros. Espero que te lleguen bien y que los guardes con cariño, ¿eh? jeje ;)
Lametones para ti!!!!!
ola tamara la verdd sq tus libros esta supr wow los 3 perdon x no haberte comentado antes ya que esta es la segunda ves q lo leo laverdd s que m enganche tante que cuando vi ya iva con el segundo y desidi ponerte comen despues o sea la segundaves que lo leo prdon x aversido un lector fantasma pero la verdd s q m pik mucho con la historia y deciaria tenerlos en PDF te lo agradeceria muchisimo t mando mi correo a tu correo..!! suerte ya que x lo k veo tu pagina esta teniendo muchas visitas felicidades y ojala tu nueva saga salga sin mayores problemas ya que tienes un don magnifico al escribir y todas tus lectoras esperamos un pokitin mas de esta historia con lo k alfinal pones de esa ventana abierta!!!
ResponderEliminarHola, valeruchis enruqz!!!!
EliminarPerdona que no te contestase antes, ni siquiera sé si ya verás este mensaje, pero bueno, te lo dejo igual ^^ Es que estoy tan liada que me es imposible contestaros a todas, lo siento.
Te doy las gracias por dejarme ese comentario tan bonito, no te imaginas la ilusión que me hace tener nuevos lectores!! (aunque sean fantasma, jaja, si luego se dejan ver, me encanta). Creo que ya te envié los libros, tendría que revisar mi registro de correos, pero si no te llegaron por lo que sea, házmelo saber, ¿vale?, que te los mando enseguida ;) Muchas gracias por desearme suerte con mi nuevo proyecto, creo que la necesito, jajaja.
Lametones!!!
ola tamara..!! y claro que lo veo jeje..!! no me an llegado los libros te dejo mi correo x fis mandamlos saludos..!! vale_elav_97@hotmail.com
EliminarHola, valeruchis!!!
EliminarYa te envié los libros, espero que ahora ya te lleguen ;) Muchas gracias por leerme y darme una oportunidad!!
Lametones!!
Hola Tamara.
ResponderEliminarsigo tu serie desde hace un año. ME encantan y quiero empezarme otra vez despertar y los demas. pero en la pantalla me cuesta mucho. he visto que los envias a los correos. podrias enviarme los tres al correo? mi correo es mariamarro@hotmail.com
muchas gracias. Los libros están de 10 nose como no los estas vendiendo en todas las tiendas y haciendote peliculas de ellos jajajaja. un beso y sigue asi. Te agradeceria mucho si me lo mandaras graciass! muak
Hola María!!!
EliminarMuchas gracias por tu comentario, me hace mucha ilusión tener nuevos lectores!!! Muchas gracias por eso tan precioso que me pones, eres un amor *-* Gracias por darme una oportunidad y leerme. No te preocupes por no querer leerlos en la pantalla, ya te he enviado los libros, espero que te lleguen sin problemas y que los guardes con cariño, ¿eh? jeje ;) Por cierto, ya vi tu email, pero prefería contestarte aquí ^^
Lametones!!!
hola.. primero que todo quiero felicitarte la historia esta genial, y super atrayente, eres muy buena y tu libro me ha encantado. si puedes porfa enviamelo,, me gustaría imprimirlo .. me fascino :) mi correo es m_lourdes_jcj@hotmail.com, espero tu respuesta, gracias por esta Historia y de nuevo Felicitaciones
ResponderEliminarMuy buenas, antes que nada me gustaría felicitarte por el éxito de tu blog y de tus libros y por conseguir fascinar a tanta gente, me he leido este capitulo y me ha encantado con todas las letras. No tengo internet de forma habitual y me encataría poder continuar la saga gracias a ti, por lo que te pediría que me enviases el primer libro a mi correo POR FAVOR
ResponderEliminarlapatry_89_peke@hotmail.com
MUCHAS GRACIAS
Hola, PATRICIA!!
EliminarMuchas gracias por tus felicitaciones, realmente esto no sería posible sin vosotros, mis lectores!!! Muchas gracias también por darme una oportunidad y leerme, y por tus hermosas palabras!!
Ya te he enviado los libros, espero que te lleguen bien y que los guardes con cariño, ¿eh? ;)
Lametones!!!
Bueeno el realidad descubrí estos libros por una amiga que me dio vi la reseña del primer libro y la encontré buena como me encanta leer quise descubrir mas de que se trataba comenze a leer por acá a decir verdad
ResponderEliminarhttp://jacob-black.foroactivos.net/t560p15-2-libro-de-jacob-y-nessie-nueva-era-continuacion-de-despertar-18
y bueno no e parado de leer en estos 3 días y ya voy en tu segundo libro. me encanta que ayas echo esto ya que me encanta la saga en general y en particular alucino con toodo esto que leo espero que sigas escribiendo. Eres genial
Me puedes mandar los libros en pdf ya que se me hará mas fácil leerlos mi correo es : paz.13_@hotmail.com
Hola, mariposa exotica!!
EliminarMe encanta tu nombre =P Te digo lo mismo que a PATRICIA, muchísimas gracias por leerme y darme una oportunidad!!! Me alegro de que te gusten mis libros. Muchas gracias por tu comentario, me hace mucha ilusión, de veras =) Así que empezaste a leerme por una amiga en el foro de Jacob Black, ¿eh? ;) Ya me dirás quién es ella, para darle las gracias. Muchas gracias por esas cosas tan bonitas que me pones, me hacen mucha ilusión =º)
Ya te envié los libros a tu correo, espero que te lleguen sin problemas y que los guardes con cariño, jeje.
Lametones!!!
hola tamara soy nuevo lector y me interesa tu libro despertar es el que le sigue a braking dawn verdad un fovor porfa enviame a mi correo electronico porfa este es royber_11_95@hotmail.com o si no a este royber_11_96@hotmail.com y si puedes a los 2 gracias
ResponderEliminaratt: tu nuevo lector royber
jajaja
Hola, Royber!!
EliminarQué bien, otro chico más en la manada, auuuuuuuuuuuu!!!! Muchísimas gracias por leerme y darme una oportunidad!!! Sí, Despertar es mi continuación particular de Amanecer, o Breaking Dawn, como dices tú ^^ Después de Despertar seguí con la continuación, con dos libros más: Nueva Era I. Profecía y Nueva Era II. Comienzo. Ya te envié los 3 libros a tu correo, espero que te lleguen sin problemas y que los guardes con cariño, ¿eh? ;)
Lametones!!!
¡Hola!
ResponderEliminarHace poco que he visto la última película de Crepúsculo y me quedé con ganas de saber como continuaba la historia de Jacaob y Nessie. Así que empecé a buscar y encontré tu libro, y me encantó!
Espero que puedas pasármelo, mi correo es julietalanzani@hotmail.es
MUCHAS GRACIAS Y FELICIDADES :D
Hola soy vicky me encantó todo lo que he leido y tambien me gustaria que me mandaras tus libros a mi correo: mariavic_88@yahoo.com.ar...desde ya muchas gracias :)
ResponderEliminarHola soy me encantó todo lo que he leido y tambien me gustaria que me mandaras tus libros a mi correo: xime.joseline@gmail.com desde ya muchas gracias
ResponderEliminarHola, Julieta, vicky y ximena!!!
ResponderEliminarMuchísimas gracias a las tres por darme una oportunidad y leerme, me encanta tener lectores nuevos, auuuuuuuuuuu!!!! No os imagináis lo feliz que me hace que os guste mi continuación =º) Ya os envié los libros, espero que os lleguen sin problemas y que los disfrutéis ;)
Lametones!!!
buenasss.... decirte que mi amiga y yo estamoss viciadisimasss a tus libros .. todavia vamos por despetar.. pero enserioo I-N-C-R-E-I-B-L-E gracias por escribirloss.. y espero que pronto haya peli de jacob y rennesme :) habia rumores de que iva a ver pero no se si es verdad ..pero si lo hay me quedoo muertaaa!!
ResponderEliminarexijooo peli de jacob y rennesme yaaa!!!! esta tarde.. hicimos un debate mis amigas y yo de por que deberia aver una continuacion de amanecer parte 2.. oviamente dijimos que se tendria que basar de jacob y rennesme ... que gritos madre mia....en plena calle ..jajaja dijimos muchas razones de por que deberia aver... y una dijoo vamos a la casa de stephenie meyer a pedir que queremoss que escribaa sobre ellos .... una locura vamos... nunca en mi vida he esperado una peli con tanta ansia :)
ResponderEliminaryo espero que sea asi.. primero libro y si se puede la peli... me gustaria ver a un jacob mas protagonista esta vez.. ya que si mi obsesion.. si se puede llamar asi a esta saga es por el... ver a un jacob enamorado verdaderamente enamorado... imprimado seria...... buff jajaja seria genial
EliminarYo también me leí la saga por él, sinceramente ^^ Bueno, creo que se nota xDD Espero que SM escriba un libro sobre Jake y Nessie y que después hagan una película, sería mi sueño!! O si no escribe el libro, que escriba el guión, claro. ¡¡Yo quiero un beso entre Jacob y Nessie en la gran pantalla YA!!! jajaja.
EliminarLametones!!
puff.. me vuelvo loca con esto jajaja yo es que lo deseo.. ese beso ..!! ahh muchas nos volveriamos locas ... si hicieran la peli.. que actriz seria perfecta para hacer de nessie?
EliminarPues no sé qué actriz sería la perfecta, la verdad. Una que pegase con nuestro lobito ;) Si hicieran la peli, me volvería loca en el cine, tendría que salir la gente nadando por culpa de mis babas =)ººº jajaja.
ResponderEliminaryo no se pero si hay que elegir.. creo que cristie burke... que se supone que hacia de rennesme de mayor... jajajaja primero con el libro me volveria locaaaaaa y con la peli LOCAAAAAAAAAAAAAAAA!! :)
ResponderEliminarSí, creo que esa chica quedaría muy bien, bueno, de hecho, por Internet se dice que sería la Nessie ideal ^^ Ains, si hicieran la película, sería mi sueño hecho realidad *-*
EliminarYES YES !!:) yo tengo el presentimiento de que se cumplira...
ResponderEliminarOjalá... =)ººº
Eliminarhola leí el prefacio y me enamore me puedes enviar los libros muero por leerlos te dejo mi correo nancy9171@hotmail.com gracias por compartir esta historia con nosotros :)
ResponderEliminarHola, karii!!
EliminarPues claro, te los envío ahora mismo!!! Muchísimas gracias por darme una oportunidad y leerme, me hace mucha ilusión tener lectores nuevos!!! =) Guau, ¿te enamoraste sólo con el prefacio? =º) Qué ilusión, no te imaginas lo que me halagas!! Espero que los libros te sigan gustando. También espero que te lleguen sin problemas y que los guardes con cariño, ¿eh? jejeje.
Lametones para ti!!!
Me encanta!!!!maravillosa historia estoy totalmente cautivada no puedo dejar de leer, gracias por compartir tanto talento... estoy entusiasmada ahora voy para el segundo capitulo... graciaaaas!!!!!
ResponderEliminarHola, monica carolina!!
EliminarGracias a ti por leerme y darme una oportunidad, en serio, no os imagináis la ilusión que me hace ver que, después de dos años, los libros siguen teniendo nuevos lectores!!! =º) Muchas gracias por tu hermoso comentario, me alegro mucho de que te guste tanto =) Espero que siga siendo así en el resto de capítulos ;)
Lametones para ti!!!
HOLA TAMARA LA VERDAD ES Q SONAROA MUY ESTUPID ESTO PERO LA VERDAD ES Q NO SE SI VENDE TU LIBRO PORQ YO TENGO COMPUTADORA FIJA Y NO LA PUEDO LLEVAR A TODAS PARTES PERO LA VERDADN ES Q ME ENCANTA TU L9IBRO YB NO PUEDO DEJAR DE LEERLON AUNQUE EL PRIMER CAPITUL09O ESTUVO UN POCO MONSE SOLO FUE MI COMENTARIO Y TE DIGO Q ERES UNA GARAN ESCRITORA Y TIENES MUCHOM TALENTO
ResponderEliminarHola, ANGELA!!
EliminarLo primero, muchas gracias por leerme y darle una oportunidad a mis libros!!!! Me encanta tener nuevos lectores!!! Pues los libros no los puedo vender, porque la mayoría de los personajes no son míos, vienen de la creación de Stephenie Meyer, y yo no soy quién para comercializar con ellos ^^ Pero los estoy enviando a todo aquel que los quiere de una forma totalmente gratuíta ;) Si te interesan, solamente tienes que dejarme tu email ;)
Lametones para ti!!!
Hola Tamara! como fan de crepusculo admito que el final de la saga se me hizo corto como que necesitaba saber mas sobre jacob y nessy y...me encontre con esta pagina y con tu libro de "Despertar" y me pareció genial! pero podrás mandarmelo por email porfa? porque me falla mucho la conexión a internet y no puedo leerlo TT. Creo que eres una gran ecritora! sigue así! muchas graacias!
ResponderEliminarte dejo mi e-mail: carlota.noms@hotmail.es
Hola, Carlota!!!
EliminarMuchas gracias por leerme y darle una oportunidad a mis libros!!!! Me encanta tener nuevos lectores!!! Pues sí, el final de la saga fue un poco así así con Jake y Nessie, por eso yo escribí esta continuación, jejeje. Me alegro de que te guste, no te imaginas la ilusión que me hace =º)
Ya te envié los libros, espero que te lleguen bien y que los guardes con cariño ;)
Lametones!!
Hola!
ResponderEliminarPerdona la molestia, pero todo el día de hoy he estado leyendo tu primer libro "Despertar"
Quería pedirte de favor si los puedes mandar a mi correo Rastta.love@hotmail.com
No solo ese, si no los demás, me gustaría añadirlos a mi biblioteca personal, imprimirlos y leerlos cada vez que quiera, si me permites hacerlo
Realmente me encanta tu trabaja, ahora no puedo despegarme del Móvil o de la PC por estar leyendo c:
EliminarTe lo agradeceria mucho
¡Hola, Arisbel!
EliminarLo primero, muchas gracias por leerme y darme una oportunidad, no te imaginas lo feliz que me hace tener nuevos lectores después de más de dos años desde que terminé de publicar estos libros!!!! Ya te he enviado los libros, los tres, para que los tengas y los guardes cuanto quieras =) Sobre imprimirlos, como te dije en el email, por supuesto que te dejo, cómo no!! Me hace inmensamente feliz que os gusten tanto que queráis guardarlos en vuestras estanterías, es todo un honor para mí =º) Y muchas gracias por pedirme permiso, se nota que respetas a los autores, y eso dice mucho de ti ;)
Muchas gracias por tus halagos, realmente eres un sol!!!
Lametones!!!!
Bueno, pues muchas gracias en verdad por enviarlos
EliminarSobre tu primer libro aun no lo termino, ya tengo 3 días completos leyéndolo, no me quiero despegar de mi Móvil para no perderme nada!
Realmente te felicito por tu trabajo, eres muy talentosa y tu libro me encanta, con cada párrafo mi imaginación vuela, creando los escenarios y todo c:
Muchas gracias por tu permiso, ya estoy buscando un lugar para imprimirlos donde no salga muy caro.
Ya 2 años? Wow no lo había notado.
Después de leer Amanecer siempre me quedo en duda lo que iba a pasar con Jacob y Renesmee, pero gracias a ti ahora estoy maravillada.
Gracias por crear esta estupenda y magnifica historia, realmente me encanta c:
Hasta luego
Abrazos
Muchas gracias a ti por darme una oportunidad y por ponerme cosas tan bonitas!!! =º)
EliminarLametones!!!
Hola Tamara la verdad escribes de maravilla, buscando buscando en el net alguna continuaciòn del los libros te encontre, que bueno la verdad, continua asi, que tal la inspiración que tienes, me gustaria que me enviaras a mi correo los demàs por favor . Muchìsimas gracias.Mi correo es yuribedi@gmail.com o sino al yuribe_miss@hotmail.com al que te sea mas factible .... continua asi .... y te deseo lo mejor como escritora para un futuro muy cercano...
ResponderEliminarHola, Yuribe!!
EliminarMuchísimas gracias por haberme dado una oportunidad y haber leído mis libros de Jacob y Nessie!!! Me hace muy feliz tener nuevos lectores, y si son como tú de soles, todavía más!!!! Muchas gracias por tus palabras y tus deseos =) Ya te envié los libros, espero que te lleguen sin problemas ;)
Lametones!!!!
Tamara : La verdad muchas gracias a ti por darnos la oportunidad de leerlos, y compartir con todos nosotros tus inspiraciones,por darnos màs ganas de ilusionarnos, reir, saltar, emociornarnos,recrear en nuestras mentes los sucesos,y de ver lo maravillosa que eres escribiendo y amable al brindarnoslo...Muchas gracias por compartirme tus libros para leerlos.... a la distancia un gran abrazo y muchos èxito....Como dices tù...Lametones ejejeje :).
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por darle una oportunidad a mis libros y por estas cosas tan bonitas que me pones!!!! Me he emocionado y todo =º) Eres un sol!! =) Sin vosotros, esto no sería nada, así que MUCHAS GRACIAS!!!
EliminarLametones!!
AHHHH !! jaja buenass y feliz año.. volviendo de mi viaje y encotrarme esto
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=RrK8ZHfvGvw bueno claramente me interesa esa escena del minuto 18 donde edward golpea a jacob... supongo que sera por las imprimacion.....
lametones :)
Hola, preciosa!!!
ResponderEliminarAsí que el DVD de Amanecer parte 1 con la versión extendida de la película, ¿eh? Bueno, tengo que decir que tengo sentimientos encontrados, jajajaja. A ver, me parece bien que saquen esta opción, pero me parece de una cara increíble que hayan esperado hasta ahora para sacarla, cuando Amanecer parte 2 ya se ha estrenado y todo. Se nota claramente que lo que quieren es sacar el máximo dinero posible alargando la saga con DVDs. ¿Por qué no lo hicieron antes? ¿Por qué esperan ahora? Además, después sacarán Amanecer parte 2 en DVD y pasará lo mismo, que dentro de otros meses sacarán la versión extendida. Total, que al final tienes en la estantería cuatrocientas mil versiones de las películas. Eso sin contar con las escenas eliminadas y extendidas, que en Amanecer parte 1 solamente las incluyeron en el blue ray (tengo entendido que es así), y las que sólo disponemos de DVD normal nos quedamos sin verlas. Bueno, esta opción está bien para poder ver esas escenas, ya que las incluyen en la película, pero me parece fatal que lo hagan ahora, podían haberlo hecho cuando sacaron el DVD la primera vez. En fin, yo no sé si la compraré cuando salga en España,visto lo visto. Igual me espero al DVD de Amanecer 2, no vaya a ser que saquen otro especial con las dos películas en versión extendida o algo así.
Sobre esa escena que mencionas, sí, yo también me quedé con ganas de verla, porque en el tráiler salía, y de repente ves la peli y te quedas como ¿eh? ¿dónde está esa escena? Sí esa escena es por la imprimación ;) Se supone que es cuando Ed baja de estar y resucitar a Bella con su ponzoña, para ayudar a los demás en la pelea de los lobos, y se encuentra con Jake. Ve su mente, la imprimación, y le golpea antes de salir. Con las ganitas que tenía yo de ver eso!! Pero prefiero esperar ;)
Lametones y gracias por la información!!!!!!
Hola!
ResponderEliminarMe encanto el capitulo,eres muy buena escritora podrías enviarme los libros a mi correo electrónico?
Laurateadoro1@hotmail.com
Gracias! :D
Lametones!!♥
¡Hola, Laura!
EliminarMuchísimas gracias por darme una oportunidad y leer mis libros, qué ilusión me hace seguir teniendo nuevos lectores después de 3 años!!! =) Me alegro de que te gustase mi continuación!!
Ya te envié los libros, espero que te lleguen bien y que los guardes con el mismo cariño que he puesto yo para enviártelos ;)
Lametones para ti!!!!
hola me encanta tu libro diasculpa sera que me los puedes mandar a mi correo es jessica3manrique@hotmail.es y felicitaciones de verdad
ResponderEliminarHola!!!
EliminarMuchas gracias por leerme y darle una oportunidad a mis libros!!!! Me encanta tener nuevos lectores!!!
Ya te envié los libros, espero que te lleguen bien y que los guardes con cariño ;)
Lametones!!
hola quisiera que me lo pasaras por email completos me gustan mucho *_* twilightcrepusculo123@gmail.com xfa si?
EliminarHola, empece a leerlo y me fascino xd... Me hiciste sentir todo los sentimientos que puedan llegar a existir. Es fabuloso como escribís. Lo q contas esta tan bien escrito y desarrollado que a uno lo hace vivir y sentir lo que está leyendo.
ResponderEliminarEs increíble llevo horas leyendo, te juro. Te soy sincera he leído muchos libros en mi vida pero es la primer novela que leo y que me encanta porque es exactamente como me imaginaria la historia de Jacob y Renesmee, es impresionante la vida que le diste. No te imaginas la incertidumbre que me quedo después de ver la última película y no conocer la historia de amor entre ellos y acá la encontré. Así que te quiero agradecer en nombre de todos. Sos excelente escribiendo. Generas risas, misterio, miedo, esas mariposas en el estomago cuando se trata de Jacob y Renesmee en esas maravillosas situaciones que viven de amor, de celos, de cariño, de acercamiento, de protección...xd realmente es maravilloso. Gracias, muchas gracias por darme la oportunidad (por darnos) la oportunidad de leer esta historia de amor increíble que escribiste. Como deseaba conocerla y la hiciste realidad. Muchas gracias. Ya me estoy haciendo fan tuya.
Deberías seguir escribiendo yo te veo un buen futuro, que lastima que ese concurso se cancelo, realmente hubieras sido la ganadora. Pero te agradezco tmb que la hayas subido a la internet asi la podemos disfrutar, no sabes la alegría que me estás dando.
Quería pedirte si me la podrías pasar por mail. Ya que no la termine de leer. Y quisiera tenerla para leerla cuando lo desee. Me encantan estas historia románticas, especialmente la de Jacob y Renesmee. Te seguiría escribiendo más. Tengo mucho más para decir. Pero ya se me hizo re tarde por leer y leer. Me atrapo mal, como nunca.
Tengo dos mails: maru06_m@hotmail.com / murmariana@hotmail.com
Te deseo lo mejor con todo lo que te propongas, especialmente las nuevas novelas que lanzaste y cuando la pueda conseguir la compro.
Saludos y éxitos!!!
Lo mejor q e leído asta aora
ResponderEliminarMi parte favorita fue la de las " inocentes caricias " toda la sangre se me IVA A la cabeza me voy a poner el segundo libro ya aunque me desvele asta mañana .. Y si me descubre mi mama no me importa xq no es la primera vez q lo ago además tengo tanta suerte q nunca me descubre :D
Te amo
Sigue escribiendo
K=D
Bueno nada más leí el primer cap, es una buena historia, pero para mí el problema real de que se inscriba en el instituto, es simple:
ResponderEliminarLos Vulturi.
Prometieron -prácticamente juraron por su vida- que no exhibirían a los humanos Rennesmee. Y la verdad creo que Nessie lo comprendería. Es demasiado inteligente como para de pronto ponerse en plan de típica adolescente.
Yo, imaginarme a Rennesmee seis años después de amanecer, honestamente no la imagino queriendo una vida normal, al menos no depende de ello para ser feliz. Y a Bella y Edward... No sé, no me convencen. Parece la típica familia tratando con una hija rebelde, pienso que en caso de que Rennesmee se inscribiera en el instituto, Edward no se pondría así. La relación que tienen como familia se me hace demasiado convencional, y recuerda que Twlight no es para nada convencional. La actitud de Edward me sonó algo así como si en algun fic Edward fuese el que se negase a casarse con Bella. Lo siento mija, pero no me convences mucho. PEro la trma est{a bien hilada y se me hizo interesante.
Bueno, K&B
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Eliminar¡Hola!
EliminarAnte todo, gracias por darle una oportunidad a la historia y leerla, aunque solamente fuera el primer capítulo ;) Pero tengo que decirte lo que yo pienso para defender mi historia, ya que tú me has dejado tu opinión (opinión que respeto, por supuesto).
Me da mucha pena que pienses así, sobre todo cuando sólo has leído el primer capítulo y no has visto el resto de la historia, lo que acontece más adelante y cómo se va desenvolviendo y madurando el personaje de Nessie, además de Bella y Edward. Es muy fácil leer algo a medias y opinar.
¿Que la familia Cullen no es convencional? ¿Que Twilight no es convencional? Madre mía, ¡casi todo en ellos es convencional! Desde el momento en que Edward le pide en matrimonio a Bella, la historia se transforma en algo totalmente convencional, sobre todo en algo convencional típicamente norteamericano. No mantienen relaciones sexuales antes del matrimonio, se casan, tienen relaciones una vez casados, tienen una hija, una familia y un hogar perfectos... Vale, sufren por el embarazo y Bella se vampiriza, pero es convencional, al fin y al cabo.
Sobre Edward, si siguieras leyendo, verías que él no es para nada como tú lo estás describiendo, al menos no en mi historia, que yo sepa. Al revés, Edward empieza el libro oponiéndose a eso (después lo hará con el tema de Jacob), pero no porque sea un padre estricto o excesivamente sobreprotector. El problema de Edward es que Nessie ha crecido muy, muy rápido; en sólo un mes y medio ha pasado de ser su niña a ser una adolescente casi adulta. Será vampiro, pero un padre es un padre, y al principio le cuesta asimilar eso, a ver a quién no le costaría ver que su niña de doce años de repente desarrolla y es casi una mujer, con todo lo que eso conlleva. Y para colmo Edward puede verle todos los pensamientos y recuerdos a su hija, y cuando digo todos, son TODOS. No sé para ti, pero para mí sería bastante chocante poder ver la manera en que mi hija piensa en un chico, por ejemplo, y quiero decir también esos pensamientos que no se controlan, sobre todo los sexuales, eso sin contar con ciertos recuerdos. Pero si hubieras seguido leyendo, verías que Edward va cambiando esa primera percepción y pasa a ser el que más apoya a su hija en todo. Sobre Bella, bueno, no lo has leído, pero ella no está pasando por una buena etapa, está pasando por algo que se revela más adelante, algo que influye en ella y la hace actuar como actúa.
Otra cosa, la historia no se basa únicamente en la vida adolescente de Nessie, de una chica que se pilla una rabieta porque quiera ir al instituto y toda su vida se centra en eso. Por favor, mi historia trata de mucho más, eso sólo es el inicio, la chispa que enciende la mecha de toda la trama. Discrepo totalmente contigo. En Amanecer, Nessie ya se sentía diferente, y ella era tan lista que ya sabía que no encajaba en ninguno de los grupos que tenía alrededor. No era vampiro como su familia, ni tampoco metamorfo o lobo, como Jacob. En varias ocasiones se menciona esto en la novela. Así que yo me imaginé que al crecer, y más así de rápido (cosa que también le resulta un poco chocante a ella misma por cómo cambia su cuerpo), a Nessie le gustaría ser un poco más “normal”, probar un poco de lo humano, encajar en algo, aunque fuera un poco, pero sólo como experiencia, no por un caprichito ni nada de eso, ni tampoco porque se le vaya la vida en ello (cosa que no es así para nada). Ella ha visto que sus padres y su familia lo han hecho (que por cierto, y ya que me expusiste eso; según tu teoría, ¿qué necesidad tenían ellos de ir al instituto y dar las mismas asignaturas una y otra vez, por los siglos de los siglos? Eso también es exponerse), ¿por qué no iba a querer ella lo mismo? Por cierto, sobre los Vulturis, y a colación de esto, ¿dónde juran los Cullen por su vida que no van a exponer a Nessie a los humanos? Aro pone como excusa que no saben cómo va a ser Nessie cuando sea mayor, que no sabe si va a poder mantenerse su mundo a salvo de los humanos, pero cuando llega Nahuel todo eso se le viene abajo. Los Cullen no juran nada. Cito del libro. Página 798 y 797 (de la edición que tengo yo). Empieza hablando Edward:
Eliminar"―Según tú, el peligro potencial de mi hija radica en nuestra imposibilidad para determinar en qué va a convertirse cuando haya terminado su desarrollo. ¿Es ése el quid de la cuestión?
―Exacto, amigo mío ―convino Aro―. Si pudiéramos estar completamente seguros de que cuando crezca va a ser capaz de mantenerse a salvo del mundo humano y no poner en peligro la seguridad de nuestra reserva… ―dejó la frase en suspenso y se encogió de hombros.
―Bueno, pero si pudiéramos conocer con certeza cómo va a ser de mayor, ¿habría necesidad de un concilio y todo lo demás? ―sugirió Edward.
―Si hubiera alguna forma de tener una certeza absoluta ―admitió Aro con una voz tan suave que daba escalofríos. No veía adónde quería llevarle Edward, y la verdad, yo tampoco―, entonces, sí, no habría nada que debatir.
―Y entonces nos marcharíamos todos en paz y tan amigos como siempre, ¿no? ―inquirió Edward con una nota de ironía en la voz.
Más escalofríos.
―Por supuesto, mi joven amigo. Nada me complacería más.
Edward soltó entre dientes una risita exultante.
―En tal caso, tengo algo que ofrecerte.
Aro entornó los ojos y replicó:
―Ella es única. Sólo podemos aventurar en qué se va a convertir.
―No tan única ―discrepó mi marido―, poco común, sin duda, pero no es la única de su especie”.
Después es cuando llega Alice con Nahuel y a Aro no le queda más remedio que admitir que Nessie no supone ningún peligro para su mundo, por eso mismo los Vulturis se marchan y todos en paz. Los Cullen no juran nada. Nessie puede llevar una vida normal, como los Cullen o cualquier vampiro, mientras no desvele o haga cosas que revelen la existencia de ese mundo. Así que puede ir al instituto o no, lo que quiera.
Lo siento, mija, pero tu argumento no me convence a mí. Lo que deberías hacer, y es un consejo, es leer más capítulos antes de sentenciar una historia o un libro, porque solamente te has quedado en la puerta. Pero como he dicho al principio, te agradezco que al menos le hayas dado una oportunidad al primer capítulo.
Saludos.
Hola, no te imaginas la alegría que me acabo de llevar después de tanto buscarte, hace tiempo que se me rompió el ordenador con toda las fanfiction y tu saga que me mandaste y que te estoy eternamente agradecida,veo que la puedo bajar por aquí, ya que me gusta tener mis historias favoritas para leerlas cuando me apetezca. Sigue animada escribiendo que yo seguire animadísima leyendo todo lo que escribas. un abrazo.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarme encanto tu primer capitulo esta excelente y me preguntaba si me podrías mandar tu libro a mi correo? ya que lo quiero leer una y otra ves.
morita_celeste_x3@hotmail.com
espero que puedas.
Con cariños: celeste
p.d. sigue escribiendo eres grandiosa :D
Hola...me podrías mandar los libros de tu saga despertar, para leerlos con más calma? Si puedes te dejo mi correo, me harias muy feliz....yanisumo@gmail.com
ResponderEliminarHola Ashley!!
EliminarYa te envié los libros a tu correo, espero que te lleguen sin problemas y que los guardes con el mismo cariño con que te los mando yo ;) Muchas gracias por darme una oportunidad y leerme, me hace mucha ilusión tener lectores nuevos.
Un beso.
holaa !! me podrias mandar tus libros a mi correo ?? mayra_5027@hotmail.com lei el primero y lo amo !!! *-* lo voy a imprimir con su tapa y todo :3 porfis !! me harias la mas feliz mis amigas tambien me quieren arrancar el libro de las manos jeje :3 :O
ResponderEliminarHola mayra!!
EliminarMuchas gracias por darme una oportunidad y leer mis libros!! Muchas gracias también por tus palabras, no te imaginas lo feliz que me hace que quieras imprimirlos y todo. Ya te envié los libros a tu correo, espero que te lleguen sin problemas y que los guardes con cariño ;) Espero que te gusten.
Un besito!!
Debo admitir que yo era Team Edward pero despues de esto creo que tienes toda la razon a Jacob siempre le falto su protagonismo en la historia.
ResponderEliminarDefinitavamente me vuelvo Team Jacob y te felicito por que escrives genial
¡Hola!
EliminarMuchas gracias por leerme y por darme una oportunidad, me encanta tener nuevos lectores. Así que ahora eres Team Jacob, ¿eh? Jejeje, es que Jacob es muuuucho Jacob, jijiji (siempre fue mi favorito), aunque mi intención cuando escribí la historia no fue la de que nadie cambiara a Edward por Jake, a decir verdad, en mi historia Ed también es muy importante (es el que le para los pies a Jacob muchas veces, jajaja, el que le hace recapacitar, y a Nessie también, además de ser un gran apoyo para ella). Sobre Bella, quiero decir, por si acaso, que la vas a ver un poco rara en este libro, pero no te asustes, es porque la está pasando algo que se descubrirá más adelante, algo que la hace ser otra persona ;) Digo esto porque hay gente que ha dejado de leer el libro al ver así a Bella, sin darle la oportunidad a la historia para que se explique ni ver qué ocurre después, y me da mucha pena. Hay dos paréntesis de Bella que, aunque tristes por lo que le ocurre, son muy bonitos, sobre todo el último, y ahí explica todo lo que siente y por qué hace lo que hace. Por eso me da pena que haya gente que no quiera llegar ahí para descubrir la verdad. Pero bueno, allá cada uno, hay que respetarlo ^^ Espero que te siga gustando la historia, y si tienes alguna duda o cuestión, aquí me tienes ;) Muchas gracias por tu comentario, me ha hecho mucha ilusión.
Un besazo!!
hola, me gustaria que me enviaras tus libros, me encanta la saga crepusculo pero creo que la tuya tambien puede estar en mi rincon de favoritos, te lo agradecere y por supuesto aqui tienes a una nueva fan. Seguire tu bloc a la espera de una respuesta, e igualmente seguire tus pasos. Gracias amiga
ResponderEliminarMI CORREO: carmenpla58@gmail.com
perdona me gustaria que me enviaras las dos sagas, la saga despertar y la saga los cuatro puntos cardinales. Sigue creando libros eres fantastica. Gracias otra vez.
ResponderEliminar¡Hola Carmen!
EliminarMuchísimas gracias por darle una oportunidad a mi humilde continuación de esa maravillosa saga llamada Crepúsculo, ahora con Jake y Nessie como protagonistas. Muchas gracias por esos halagos que me has puesto en tu comentario, ¡me encanta tener lectores nuevos! Ya te envié los libros a tu correo, además de más información sobre Los4PC ;) Espero que te llegue todo bien y que lo guardes con cariño ^-^
¡¡Un lametón lobuno para ti!!
¡Hola Tamara!
EliminarGracias por el correo, me encanta la historia de despertar, soy una enamorada de la saga crepusculo, pero tengo que confesarte que tu saga me esta enamorando cada pagina que leo. Me descargue los libros ayer y desde entonces estoy enganchada leyendo, me queda pocas paginas para terminar el primer libro despertar. Me rio mucho cuando bella y edward se cabrean tanto con jake y nessie, en mi mente se crean imagines de la historia y van pasado como una pelicula, es genial por eso me encanta tanto leer soy una fanatica de la lectura. Yo siempre e sido de edward pero mi corazon se divide y esta entrando jake, gracias otra vez por hacer esta saga, ojala pudieras publicarlo como dios manda y que la gente los comprara, tiene muy buena salida esta historia.
Y en cuanto pueda comprare los cuatro puntos cardinales, ya he visto los videos y me encanta, eres muy buena escritora.
Para ti otro lamenton lobuna!!!!!! AUUUUHHHH!! JEJE
Holaaaaaa. . Me encantó lo que he leído y ojala puedas enviarme tus libros a mi mail.. no inventes hasta en la calle iba a leyendo realmente me imaginaba todo.. eres genial porfis tómame en cuenta para compartir conmigo tus historias.. mil bendiciones marjo.16nov@hotmail.com.
ResponderEliminarhola me preguntaba si me podrias mandar la saga de despertar a mi correo soy fan de crepusculo y me encantaria leer la saga de despertar
ResponderEliminarmi correo es: coleguitita@gmail.com
Hola quiero la saga completa me encanto me la puedes mandar a mi correo grisbel2725@gmail.com
ResponderEliminarHola este libro me gusto mucho me podrias enviar por favor los libros a mi correo nataliaramirezp_@hotmail.com gracias
ResponderEliminarHola me encanta el libro pero me gustaría imprimir para leer en papel otra vez que me gusta mas, podrías mándamelo ami correo Jaqueline.oliveira225@gmail.com
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarola quisiera saber si me puedes enviar loslibros que siguen despues de despertar la vdd me encantaron estan geniales la vdd es el mejor libro que he leido me atrapo y no paro de leerlo mi correo es araceli44lopezberthet@hotmail.com te agradeceria mucho k lo hicieres eres una gran escritora
ResponderEliminarfelicidades
Hola leí los libros de la saga Crépusculo y me gustaron mucho y recientemente te encontré y me gustaron tus libros, podrías por favor enviarlos a mi correo pienso imprimirlos y empastarlos con sus pastas originales que presentas, soy fanatica de la lectura y tenerlos en papel sería grandioso. Mi correo lvarelamtz@gmail.com mil gracias eres una gran escritora
ResponderEliminarGracias por estos libros, me hiciste sentir muchas cosas y claro enamorarme aun más de Jacob, ya estoy comprando los libros Puntos Cardinales y en México no están en papel solo por medio de Amazon en Kindle. Me gustaría que estuvieran impresos, creeme de ahora en adelante leere todo lo que escribas, me cautivaste
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