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lunes, 15 de febrero de 2016

UN PEQUEÑO REGALO


¡Buenos días, mis guerreros!

Hoy os traigo un regalo. Es un pequeño adelanto de OESTE. Espero que os guste ;) Aquí va:

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―NATHAN―

―¿Qué día es ese concierto de AD/CD al que vais a ir? ―quiso saber el tío Chad, mirándome a mí con una severidad parecida a la que tendría uno de esos padres desconfiados con el recién conocido novio de su hija.

Fruncí el ceño, sin comprender. La sacerdotisa carraspeó para aclararse la garganta e intervino en mi lugar.

―AC/DC ―le corrigió.
―Bueno, como diablos se llamen ―refunfuñó.
―Es el viernes ―le aclaró ella, echándome un vistazo corto que pretendía cómplice.

¿Qué? ¿Cómo? Tenía una entrada extra, pero aún no había decidido qué hacer con ella… De pronto, me invadió una sensación de lo más extraña, como si en realidad sí lo hubiera hecho, sólo que no recordaba qué…

―¿Y vais…? ¿Vais…? ―Chad se puso repentinamente rojo y su frente comenzó a brillar por unas incipientes gotas de sudor. Bebió un trago de agua y prosiguió―. ¿Vais a dormir en Boston?

Se notaba que había cambiado su pregunta en el último momento.

La sacerdotisa me dedicó una mirada mucho más larga esta vez.

―Sí, claro. El concierto terminará muy tarde, tendríamos que viajar de noche. Ya hemos reservado habitación en un hostal de la ciudad.

Me quedé boquiabierto, aunque un remolino se instaló en mi estómago, arrebatándome las pocas ganas que tenía de zampar.

―¿Una? ―censuró Chad.
―Vamos, papá, no seas anticuado ―replicó Lucy con su típica sonrisa risueña.
―¿Anticuado? ―se ofendió el hombre, prácticamente acusando ya a su hija con la mirada por que ella pudiera pensar en hacer algo parecido.

Luego, su vista se fue hacia Liam, quien se atragantó con su trago de agua.

―Lucy tiene razón, papá ―terció la tía Audrey―. Además, ya han pasado el fin de semana juntos, esto no es nada nuevo.

Otra vez el fin de semana. O estaban todos locos, o el loco era yo.

―¿Y tú no dices nada? ―me preguntó a mí Chad, entrecerrando sus redondos ojos―. Estás muy callado hoy.
―Yo no…
―No tenemos por qué dar explicaciones sobre el concierto, somos mayores de edad ―me cortó la sacerdotisa.
―Vivís bajo mi techo, por supuesto que tenéis que darlas, aunque seáis mayores de edad.
―Ya te las estamos dando, te estamos diciendo que nos vamos a quedar allí porque se nos hará muy tarde ―arguyó ella de nuevo, apoyando su espalda en el respaldo con cansancio.
―Chad, déjales, son jóvenes ―terció la tía Audrey.
―Demonios, ya sé que son jóvenes ―farfulló él.
―Nosotros también lo fuimos ―le recordó ella.

El tío Chad gruñó por enésima vez, pero dejó que las aguas pasaran de largo.



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