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sábado, 18 de noviembre de 2017

UN PASEO IMAGINARIO


¿Os apetece dar un paseo por Wilmington, Brattleboro o North Adams? Desde la web de Los4PC podéis imaginar cómo sería 😉

http://tgp7904.wixsite.com/los4pc/fuera-c1j7y

jueves, 16 de noviembre de 2017

UN LAVADO DE CARA A LA WEB


Le he dado un lavado de cara a la página web de Los4PC. Os dejo el enlace por si queréis echarle un vistazo al nuevo formato ;)

http://tgp7904.wixsite.com/los4pc




lunes, 13 de noviembre de 2017

EL FRAGMENTO PROMETIDO DE ☀️SOL Y LUNA🌙


Buenos días, mis guerreros.

Soy una mujer de palabra, así que aquí tenéis ese pequeño pedacito de ☀️SOL Y LUNA🌙 que os prometí 😏 Ya he avanzado mucho en la historia, así que, aunque todavía no os puedo dar fechas concretas, sí que os puedo decir que ¡ya queda menos! De momento, espero que os guste este trocito 😉 Todavía está en fase de borrador, con lo que podría haber alguna corrección en el futuro, aunque yo soy poco dada a demasiadas correcciones; a veces, de tanto repasar, quitar y poner, lo único que haces es manosear la historia, desgastarla, y al final pierde esa esencia y esa pasión que tiene un escrito en su forma original. En fin, que aquí os lo dejo 😂

Ahí va una canción inspiradora para vuestra lectura: https://www.youtube.com/watch?v=liuX0C5vx7A

☀️ SOKA ☀️

«Me puse a inspeccionar todo cuanto me rodeaba, al igual que él. Cada rincón oscuro, cada montículo, cada bulto.

Entonces, entre la oscuridad de la maleza, vislumbré unos ojos rojos como el carmín. 

―Sephis… ―fue lo único que me dio tiempo a murmurar debido al horror.

El hambriento noqui salió despedido de su escondite, abalanzándose sobre nosotros con un rugido estremecedor. 

―¡Nos ha seguido hasta aquí! ―exclamó mi exnovio.

Los caballos entraron en pánico, aunque Sephis fue capaz de controlar al suyo. El mío, en cambio, elevó sus patas delanteras con pavor y me tiró hacia atrás.

―¡Soka! ―gritó Sephis, bajándose de su equino.

Mientras los caballos trotaban descontrolados, me caí sobre el fango, si bien tuve suerte y lo hice sobre unos helechos embarrados que amortiguaron el golpe. Cuando me incorporé, vi las garras del noqui prácticamente encima de mí.

Sin embargo, el noqui se detuvo bruscamente cuando la lanza de Sephis le alcanzó en la espalda. No lo mató, pero sirvió para que la bestia se detuviera y se girase hacia atrás. 

―¡Huye! ―me pidió Sephis.

Mi horrorizado semblante se movió con unas asustadas negaciones. No, no podía dejarle ahí…

El noqui se dio la vuelta con súbita rapidez, utilizando sus seis patas para el potente salto. 

―¡Noooo! ―chillé, impotente por no ser capaz de moverme.

Por suerte Sephis estaba acostumbrado a la acción y brincó hacia un lado, esquivando a la bestia. Sacó su lanza de la joroba del noqui y la dirigió hacia el peludo costado, pero este se dio cuenta y él también se zafó, dándose la vuelta en mi dirección. Al hacerlo, sus ojos rojos otra vez se encontraron conmigo, y con un movimiento incontrolado, el noqui se arrojó a por mí de nuevo.

Con un grito, me aovillé para cubrirme con los brazos. Las fauces del noqui solamente me rozaron el cabello. Cuando descubrí mis pupilas para mirar qué ocurría, vi cómo Sephis tenía una encarnizada lucha contra esa bestia hambrienta. 

Sephis… Si le pasara algo no me lo perdonaría jamás. Si le pasara algo, yo…

El terreno comenzó a temblar de repente, y con él, se escuchó un extraño retumbar. El noqui derrapó al detenerse de forma drástica, estaba tan sorprendido y desconcertado como nosotros. Pero también asustado.

¿Por qué?

Mi pregunta pronto se respondió. 

Para nuestro asombro, una estampida de noquis apareció entre los árboles. Eran más de cien, más de doscientos… 

Antes de que pudiera pestañear, Sephis ya estaba corriendo hacia mí. Se tiró a mi lado para cubrirme con su cuerpo, protegiéndome. 

Sin embargo, esas bestias no nos miraron. Ni siquiera se percataron de nuestra presencia.

El noqui que nos asediaba se asustó aún más, pero no por sus congéneres. Lo que le daba miedo era el motivo por el cual corrían. Se unió a ellos, mezclándose entre todos esos cuerpos alargados de los cuales solo se veían continuos borrones rayados. 

Sephis se incorporó, dejando mi espalda triste y desamparada.

―Están huyendo ―se sorprendió.

Me icé para mirar lo que pasaba.

―¿De qué?
―No lo sé.
―Son muchos noquis ―todavía no daba crédito―. ¿De qué pueden estar huyendo, y de esa manera?
―No lo sé ―repitió Sephis con el mismo desconcierto―. Parece un éxodo. Un éxodo a toda prisa.

El último noqui desapareció entre la maleza, dejando un rastro de silencio y tranquilidad enrarecidos. Ni las diferentes aves de la selva quisieron hacer sonar sus cánticos. 

Me levanté, asistida por Sephis, quien me tendió la mano gentilmente. Miramos a un lado y al otro, comprobando que ya no había noquis cerca.

―Parece que ya se han ido ―dijo, llevando la vista a la vegetación que teníamos enfrente.

Los caballos aparecieron, resoplando por sus fosas nasales con los restos de su nerviosismo. Sephis avanzó un paso y de pronto su mano tiró de mí. Ambos miramos el amarre con sorpresa. No nos habíamos dado cuenta de que seguíamos cogidos. Le solté, ruborizada y apurada. Sephis mantuvo sus ojos negros sobre mí largo rato, lo que me incomodó bastante.

Otro ruido nos alertó, llamando toda nuestra atención, y los caballos emprendieron otra despavorida huida.

El brazo se Sephis me sujetó por la cintura y me escondió detrás de un tronco precipitadamente. Su cuerpo húmedo pero cálido se quedó pegado al mío por detrás y me quedé sin respiración.

―¿Qué ocurre? ―inquirí con temor.
―Hay… varias luces ―me desveló él, estupefacto.

¿Varias luces? Asomé la cabeza para poder verlo con mis propios ojos. Se abrieron como platos al ver lo que estaba sucediendo, aunque tuve que entrecerrarlos enseguida. 

Efectivamente, varias luces, brillantes como el mismísimo sol, flotaban con rapidez entre los árboles, iluminándolo todo con un fulgor cegador».




sábado, 11 de noviembre de 2017

viernes, 10 de noviembre de 2017

¿A QUÉ TIERRA PERTENECES? NORTE


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«Intenté buscar un tema más alegre, algo más trivial, algo que no tuviera nada que ver con todo lo que pasaba aquí. Entonces, me acordé del baile de disfraces de la universidad. No tengo ni idea de por qué aparecía eso en mi memoria en un momento como este, pero cuando quise darme cuenta, mis ojos ya estaban mirando a Nathan y mi labio inferior ya estaba siendo mordido.

¿Y si le pedía a él que viniera a ese baile conmigo? Puede que aquella ocurrencia de Lucy no fuera tan mala, aunque no con el matiz que ella quería darle, por supuesto. 

―Nathan ―le llamé, cortada.

Una vez más, giró el semblante hacia mí.

―Dime.

Tragué saliva y aparté la vista de sus ojos para atreverme. Dios, ¿por qué me ponía tan nerviosa con esta tontería? Éramos mejores amigos, como acabábamos de confesar, ¿no? Había confianza de sobra.

―¿Tienes… tienes pareja para ir al baile de disfraces de la universidad del próximo sábado? ―murmuré, no obstante.

¿Sería idiota? ¿Cómo no iba a tenerla? Menuda forma de pedírselo tan ridícula. Él enarcó las cejas.

―¿Me estás pidiendo que vaya al baile contigo? ―sonrió, sorprendido.

Volví a tragar saliva.

―Solo como amigos, claro ―aclaré.

¿Y ahora por qué hacía esta estúpida aclaración? Tonta, tonta, tonta…

―Guau, antes no querías ni sentarte a mi lado y ahora me estás pidiendo que vaya al baile contigo, increíble ―se burló.

Le di un pequeño codazo en el costado y él se rio.

―Venga, esto va en serio ―me quejé.
―¿Qué pasa? ¿Es que tu pijo de Boston no va contigo? ―inquirió, más sorprendido todavía.
―No, no puede. Tiene mucho que estudiar ―suspiré.

Nathan giró la cara hacia el otro lado.

―Ese tío siempre tiene que estudiar ―me pareció que mascullaba para sí. 
―¿Qué? ―pregunté.

Lo dijo tan entre dientes, que apenas le entendí.

―Nada ―exhaló, volviendo el rostro hacia mí.
―Bueno, ¿qué me dices? ¿Vendrás conmigo? ―repetí, sonriente.

Sus pupilas permanecieron fijas en mí durante unos segundos, hasta que se mordió el labio y las llevó al frente, algo pesaroso.

Oh, oh…

―Pues, verás, la verdad es que me encantaría ir contigo, July, pero no sé si voy a poder ir al baile. Es casi seguro que tendré que quedarme por las Tierras del Norte ―y soltó un resoplido disconforme.

Todas mis ilusiones se vinieron abajo de sopetón.

―Oh ―esto se notó en mi entonación.
―Mierda, lo siento, July ―lamentó profundamente, apoyando la cabeza en la pared de madera para fijar la vista en ese techo curvo.

Su brazo seguía envolviendo mi hombro, pero él no parecía prestarle la misma atención que yo.

―No pasa nada ―le calmé, extrañada por que se lo tomara tan a pecho.
―Sí, sí que pasa ―me contradijo, regresando su semblante hacia mí. De repente, se quedó observándome con disgusto, apretó los labios y, girando la cabeza hacia delante, la dejó caer sobre el paramento otra vez, descontento―. Mierda, me muero de ganas de ir contigo a ese baile. 

¿Que se moría por venir conmigo al baile? ¿Él? Eso sí que me dejó perpleja.

―No… no importa ―le contesté, llevando la vista al frente con nerviosismo―. Tienes obligaciones, lo comprendo.

Me froté las rodillas con las manos mientras Nathan ya separaba su coronilla de la pared para mirarme. Cuando viré la cara hacia la suya, me sorprendió ver esa mirada llena de determinación. Mi corazón pegó un salto enorme, casi tan grande como el estruendo que sonó afuera debido al rayo que acababa de azotar al cielo. Tomé aire por la nariz con fuerza para apaciguar el revuelo que se formó en mi abdomen, pero lo único que conseguí fue que su maravillosa y seductora fragancia llegase con más ahínco a mi sentido del olfato. Genial.

―No te preocupes. Intentaré ir, aunque solo sea un rato para bailar contigo, te lo prometo ―me garantizó con voz y gesto seguros.

Me quedé sin saliva que tragar. Me pellizqué la rodilla con disimulo para obligarme a reaccionar.

―¿Ba-bailar? Pero yo… estoy coja, Nathan ―le recordé con un murmullo, desconcertada por que se olvidase de ese pequeño detalle.
―Ya, ¿y qué más da? Nos las arreglaremos ―respondió, tan tranquilo, encogiéndose de hombros al tiempo que rotaba la cara al frente.

No me lo podía creer. ¿Estaba soñando? ¿Me estaba diciendo que iba a bailar conmigo en un baile a rebosar de gente?

―¿De verdad vas a bailar conmigo? ―interrogué sin creérmelo todavía.

Me miró de nuevo.

―¿No quieres bailar? 

¿Que si no quería bailar? No era mi sueño, pero casi. Sin embargo, también conocía mis limitaciones.

―Sí, pero… Es que… yo nunca he bailado ―confesé, ruborizada.
―¿Nunca has bailado? ―se sorprendió.
―No.
―¿Ni siquiera con tu pijo de Boston?
―No, él sabe que no puedo bailar.
―¿Sabe? ―se percató, alzando las cejas, incrédulo―. Ya veo, así que ha sido él quien te ha metido eso en la cabeza, qué imbécil ―chistó, sesgando la cara hacia el otro lado.
―Nathan ―le regañé, pegándole un manotazo en la pierna.
―Bueno, pues tú y yo bailaremos ―afirmó, mirándome con decisión.
―Pero haremos… Haré el ridículo ―le advertí, llena de dudas.
―De eso ni hablar, ya verás qué bien te sale ―siguió, en sus trece―. Cuando vuelvas a ver a tu pijo de Boston, serás tú quien le tengas que explicar cómo se baila.

Yo no las tenía todas conmigo, pero no pude evitar sonreír cuando soltó esa frase.

―Pero si ni siquiera sabes si puedes ir o no.
―Iré ―aseguró esta vez, firme―. Eso sí, no te prometo mucho tiempo, porque solamente podré escaparme un rato. Ya sabes que una hora de Wilmington equivale a un día de aquí.
―¿Lo dices en serio? ¿Harías… harías eso por mí? ―musité.

Sus ojos se internaron en los míos y mi cuerpo tembló.

―Yo haría cualquier cosa por ti, lo sabes. Eres mi mejor amiga ―me recordó.

Volví a pellizcarme.

―Entonces, ¿vendrás conmigo al baile? ―sonreí, alegre.
―Sí, claro, te lo estoy diciendo ―suspiró, haciéndose el tipo duro.
―Oh, Nathan, gracias ―mi sonrisa se amplió y me lancé a su mejilla para darle un efusivo beso.
―Vale, vale, vas a gastarme la cara ―protestó de mentira, apartando su rostro.

Solté una risilla y me separé del mismo».






jueves, 9 de noviembre de 2017

ADÉNTRATE EN LAS TINIEBLAS DEL OESTE


🌀Adéntrate en las tinieblas del OESTE🌀: https://www.amazon.es/Oeste-Cuarta-Cuatro-Puntos-Cardinales-ebook/dp/B01MU30O2U/ref=pd_sim_351_3?_encoding=UTF8&psc=1&refRID=2MHEPGSFFKPWKRSE7DYD

«Sus pies se quedaron trabados cuando mi cuerpo también lo hizo. Me quedé levitando en vertical, en el umbral de la puerta. Prácticamente ya no percibía nada, pero sí lo sentí. En realidad no levitaba. Sentí un montón de manos en la espalda, sosteniéndome, ofreciendo oposición para que no cruzara el vano».