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viernes, 10 de marzo de 2017

ESTE


«El consejero gruñó algo incomprensible, sin embargo, sus pasos retornaron a la estancia principal de la tienda, para mi gigantesco alivio. Cuando escuché la cortina que daba salida al exterior, cerré los ojos y respiré.

―Ya está, se ha ido ―me ratificó Nathan, acercándose a mi escondite.

Su pronta presencia ante mí me pilló algo desprevenida, sobre todo porque, aunque volvía a estar tapado con un paño, continuaba estando medio desnudo.

―Será mejor que me vaya ―dije, echando a andar.
―Espera ―me detuvo, cogiéndome de la muñeca con suavidad. También con delicadeza hizo que me volviese hacia él―. ¿A qué habías venido?

Todas las cosas que mi cabeza había apuntado para soltarle, se me olvidaron de una forma inopinada cuando sus ojos de plata atraparon a los míos. Lo hicieron con demasiada facilidad, y, aparte de su proximidad, eso me puso muy nerviosa.

―A… a nada ―fue lo único que se me ocurrió responder, apartando la vista.

Sus pupilas sostuvieron su mirada un rato más, hasta que sentí cómo bajaron para fijarse en mi mano. Sus dedos descendieron por mi piel en una caricia que me puso el vello de punta y la aferraron; después, sus ojos regresaron a mi semblante para analizarlo. No entendía qué me pasaba, pero no hice nada para impedirlo. Sin saber por qué, dejé que Nathan diera los dos pasos que le separaban de mí, hasta que sentí su húmedo cuerpo casi pegado al mío. Mi corazón se aceleró y me estremecí, lo admito, todavía sentía deseo por él. Todo mi estómago parecía un aeropuerto de mariposas que despegaban y volaban sin parar, dando vueltas, vueltas y más vueltas…

Me quedé inmóvil como una idiota, pues si mi abdomen era una pista de insectos insensatos, mi cabeza era una lanzadera de sensaciones y sentimientos encontrados. Sí, aún le deseaba, no podía negarlo, a pesar de todo el esfuerzo que yo ponía día a día por mi parte. Nathan era un chico muy atractivo, además de gozar de un magnético y seductor aroma, y yo le… Mi mente rechazó ese pensamiento automáticamente, protegiéndome de ese temor que volví a sentir hacia mí misma. Sin embargo, continué sin moverme.

Empecé a hiperventilar ligeramente cuando el lateral de su rostro se adosó al mío.

―No te imaginas cuánto te echo de menos ―susurró en mi oído.

Jadeé.

Mis párpados se cayeron al sentir su hálito en mi cuello. El estremecimiento esta vez fue mayor y mi respiración aumentó de ritmo, pero cuando sus sedosos labios comenzaron a arrastrarse por mi piel con un fervor contenido, el placer me hizo palpitar y se volvió más evidente.

Mis jadeos se transformaron en algo más dinámico, como los besos que Nathan deslizaba por mi piel. Mientras su mano soltaba la mía y aferraba mi cintura para pegarme a él, la otra ascendió y se instaló en mi nuca, amarrando esa parte de mi cabello. Todo mi cuerpo tembló, tanto, que mi bastón terminó en el suelo y me quedé a su total merced. Mis brazos luchaban para no rodearle, pero mi barbilla se izó con rebeldía para que sus efusivos labios y su ardiente aliento pudieran tomar mi garganta con más facilidad. Mi respiración ya no daba abasto. Sabía que tenía que detenerlo, como fuera… Sí, tenía que frenar esto, Nathan era algo prohibido para mí, excesivamente prohibido, ahora más que nunca, porque lo era en demasiados sentidos…

Entonces, de pronto, Nathan me liberó y paró. Llevó su faz frente a la mía y sus ojos plateados se clavaron en mis pupilas, extremadamente penetrantes e intensos.

―¿Es esto lo que venías a buscar? ―inquirió, serio y resolutivo.

Enmudecí, confusa por ese cambio de actitud, a la vez que trataba de recobrar mi pulso normal.

―¿Qué? ―murmuré, intentando darme tiempo―. Yo no…»




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