lunes, 10 de julio de 2017
MARK
MARK 😁
«―Vamos, dime, ¿cómo es que has cambiado de opinión? ―repitió Mark, apoyando uno de sus codos sobre el medio tabique de madera mientras observaba a su amigo, alegre.
Nathan regresó su atención a él. Mojó el cepillo en un cubo con agua que supuse acababa de traer y comenzó a pasarlo por el lomo de su caballo para refrescarle un poco.
Qué envidia…
―Pues porque tengo ganas de volver, eso es todo.
―¿Y… Juliah? ―preguntó Mark, ahora con cautela.
―A July seguiré viéndola, por supuesto ―intentó hacerse el duro, pero la comisura de su labio se curvó hacia arriba inconscientemente.
Mis mariposas agitaron sus alas con ahínco, aunque Mark se puso serio de repente.
―Oye, no… habrá pasado nada entre ella y tú anoche, ¿no? ―quiso saber, enderezándose.
―¿Por qué lo dices? ―disimuló Nathan, cepillándole la crin a su caballo azabache.
―No sé, se te ve… como demasiado contento ―Mark le miró con algo de sospecha.
El caballo negro taconeó otra vez, intentando moverse, pero Nathan lo calmó con otra pasada del cepillo.
―¿Y qué tiene de malo estar contento?
―Deja de responderme con preguntas ―protestó su amigo, colocándose delante de él con evidentes muestras de inquietud―. No tendría nada de malo si no fuera porque se trata de Juliah, la sacerdotisa más poderosa de las Cuatro Tierras, la prometida de Orfeo, ¿recuerdas? Mierda, ¿te has acostado con ella?
Mis mejillas se encendieron, hasta sentí un apuro enorme, y para colmo, Charlize estaba delante. Nathan giró el rostro y le clavó una mirada tan profunda, que casi resultaba amenazante.
―No, no me he acostado con ella.
―Vamos, estuviste con ella anoche, lo sé. Te conozco, apuesto un brazo a que fuiste a su torre, estás tan tarado como para hacerlo.
―Te repito que no me he acostado con ella. July y yo solo somos amigos.
Sabía que estaba fingiendo para encubrir lo que había pasado entre nosotros, pero aún así, escuchar esa frase de él con esa vehemencia me resquemó un poquito, tengo que reconocerlo.
―¿Seguro? Esta mañana la has dejado allí, con Orfeo. Eso tendría que estar carcomiéndote por dentro, y en cambio estás aquí tan tranquilo ―dudó Mark, entrecerrando un ojo para observarle con desconfianza.
―Si estoy tranquilo es porque mientras Orfeo tenga el Fuego del Poder, ella estará a salvo. Seguirá necesitándola, no la hará daño ―entonces volvió su cara enfrascada hacia el caballo―. Pero no pienso dejar que ese malnacido la haga nada. Será cuando recuperemos el fuego cuando vaya a buscarla. La sacaré de allí ―concluyó, rechinando los dientes.
Mi pecho sufrió un espasmo. Nathan, mi guerrero…
―¿Te has vuelto loco? ―le regañó Mark, pegando un salto casi espasmódico para ponerse a dar paseíllos neuróticos por la cuadra. Estaba tan nervioso, que hasta el caballo de Nathan le miró con extrañeza, y eso que él también estaba inquieto―. No podrás entrar en el castillo, ni siquiera podrás acceder al peñón. En cuanto recuperemos el fuego, la gente de Orfeo se nos echará encima, nos perseguirán hasta los confines de la Tierra, lo sabes.
Mi corazón se detuvo.
―Lo haré ―determinó Nathan con fiereza».
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