JEDRAM y NALA.
«La vieja se internó por uno de los pasillos.
―¿Estás asustada? ―me preguntó.
Guardé silencio, pues no sabía qué responder a eso, y la anciana se giró para contemplarme, sin dejar de caminar. La comisura de su boca se elevó ligeramente al ver mi expresión indefinida y avergonzada, como si supiera más que yo, y acto seguido volvió a darse la vuelta, regalándome un pequeño respiro.
―El primer coito de una mujer siempre es temido, sobre todo si el casamiento es con un hombre al que no se conoce. Sí, la primera vez duele, pero luego te acostumbrarás ―afirmó―. Después, llegará un día en que ya no sientas temor ni dolor, puede que incluso te guste. Tarde o temprano, todas hemos de pasar por lo mismo.
―No es la noche de boda lo que más me preocupa ―solté, molesta.
¡Por supuesto que me preocupaba! Pero no por el hecho en sí. El cuerpo solo era eso: un cuerpo. Ya sabía que dolía, mi madre se había encargado de dejármelo claro muchas veces. Estaba preparada para una primera vez, más que preparada, incluso dispuesta. Lo que jamás me hubiera imaginado es que mi primer coito iba a ser con el terrible Jedram… Eso cambiaba las cosas. Ni en mis peores pesadillas. Era esa «primera vez» con alguien como él, pero también el tener que convivir con ese monstruo, tener que ser su esposa, tener que dormir con él, verme obligada a acceder a sus peticiones, tener que darle descendencia… Y ni siquiera sabía cómo era, cuál era su aspecto, si era mayor o un viejo…
Una sensación de asco me dominó de repente. Sí, esto era una pesadilla. ¿Cómo había llegado hasta aquí? Era incapaz de asimilarlo…
La anciana se detuvo para observarme.
―¿No temes tu noche de boda?
Alcé el mentón, intentando transmitirme a mí misma esa fuerza.
―Jedram puede hacerme su esposa, puede tomar mi cuerpo, pero yo jamás seré suya. El cuerpo es carne y hueso. El alma fluye libre.
La tal Mommy mantuvo la mirada en mí un instante y sonrió con la boca cerrada.
―Eres valiente ―me alabó.
No, era tonta, que no es lo mismo.
Mommy reanudó sus pasos. La imité.
―¿Cómo es él? ―quise saber.
Necesitaba estar preparada antes de enfrentarme a ese encuentro con Jedram. La anciana tardó algo en contestar, aunque no hizo falta que le dijera por quién preguntaba.
―¿Qué sabes de él? ―inquirió ella.
―Que es sanguinario, sádico y cruel.
―Lo es ―me ratificó sin más».
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