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«Cuando me separé de James, mi prima estaba terminando de bajar las escaleras y se colocó junto a Liam. Nuestras miradas se cruzaron, y la suya, crítica, ya lo dijo todo. Resoplé por la nariz e intenté no prestarle atención.
―Estábamos hablando con James sobre su carrera de Derecho ―me desveló el tío Chad, sonriente―. Al parecer, va viento en popa.
―Sí, aunque estudio mucho para conseguirlo ―declaró James, manteniendo esa sonrisa educada.
Que me lo dijeran a mí…
―No le quites valor, chico ―rio mi tío, todo contento y satisfecho, dándole una palmada en la espalda a James que le llevó hacia delante y casi lo rompe, puesto que mi novio no era flaco, pero sí más bien delgado―. La universidad de Standford es una de las más importantes y prestigiosas del país, no debe ser nada fácil sacar un aprobado allí.
―No, la verdad que no lo es ―presumió mi novio finalmente―. Aunque yo me esfuerzo para sacar notables y sobresalientes.
El tío Chad soltó una de sus risotadas. Se notaba cuánto le gustaba James, aunque yo fruncí el ceño, no todo en la vida era prestigio, al menos para mí.
―Dime, James, ¿se te ha hecho muy pesado el vuelo desde California hasta aquí? ―preguntó la tía Audrey, que mantenía el paquete de unos pasteles en la mano, seguramente detalle de mi novio.
―Si le soy sincero, no ―sonrió él―. He venido en un avión privado.
―Claro, mujer, qué cosas tienes, ha venido en un avión privado ―repitió el tío Chad con una voz que intentó sonar como algo normalizado pero que salió terriblemente exagerada.
Puse los ojos en blanco.
―Bueno, ¿nos vamos? ―le propuse.
―Como quieras ―asintió. Después, se dirigió al resto―. Ha sido un placer conocerles, señor y señora Grey ―sonrió, dándoles la mano―. Y a vosotros también, Lucy y… Liam.
Este le estrechó la mano con otra sonrisa e intentó soltársela cuando el saludo pareció terminar, pero James tardó algo más en hacerlo. La sonrisa de Liam se borró de su cara al ver la repentina y extraña expresión de enfrascamiento en el semblante de James, y la mía también. ¿Qué estaba haciendo? Finalmente, mi novio pareció salir de su mundo, sonrió de nuevo y dejó la mano de Liam libre, aunque Lucy se cruzó de brazos y le miró de reojo, con mala cara.
Mejor que nos largásemos ya.
―Es una pena que Nathan ya hiciera planes y no esté aquí, si no, hubiéramos comido todos juntos, en familia ―declaró mi tío con esa boquita que mejor estaba cerrada.
¡No! ¡Bocazas!
El rostro de James se oscureció inopinadamente otra vez y se giró hacia mi tío.
―¿Nathan?
―Venga, vámonos ―le azucé, cogiendo su mano.
Pero él me la soltó con brusquedad.
―¿Conoces a mi hermano? ―preguntó Liam, extrañado.
―No personalmente, pero Juliah me ha hablado de él en alguna ocasión. Creía que tal vez ya no vivía en este pueblo ―y su rostro se volvió hacia mí con un reproche claro.
Bajé la mirada al suelo.
―Oh, sí, claro que vive ―rio el tío Chad―. Es más, Liam y él viven aquí, en nuestra casa, ¿no te lo ha dicho Juliah?
Mis ojos se fueron hacia arriba con precipitación.
―Pues es que nunca había salido el tema, pero, en fin, ahora ya lo sabes, ¿verdad? ―le sonreí a James, tratando de quitarle importancia a esta tontería que en realidad no la tenía―. Ya podemos irnos ―y le cogí de la mano de nuevo.
Esta vez James no la soltó, sin embargo, la apretó de una forma extraña, tanto, que incluso me hizo un poco de daño. Me quedé a cuadros, porque él jamás había actuado así conmigo.
―Sí, será mejor que nos marchemos ―coincidió él, aunque manteniendo una sonrisa de forzada educación que no pegaba nada con el fuerte amarre que sostenía mi mano―. Tenemos una mesa reservada en un restaurante y no quiero que lleguemos tarde.
―Aún es muy temprano ―dijo Lucy, analizando su rostro.
Cuando pasó al mío, salté como un resorte.
―Bueno, vámonos ―concluí, tirando de él para dirigirnos a la puerta.
―Ha sido un placer conocerles ―repitió James.
―Igualmente ―sonrió la tía Audrey―. Espero que podamos comer todos juntos en alguna otra ocasión.
―Por supuesto, cuando gusten ―asintió mi novio.
Abrí la puerta y salí con prisas de allí, tirando de James.
―Adiós ―me despedí.
―No se la devolveré muy tarde ―añadió James.
―Me fío de ti, chico ―aceptó el tío Chad, sonriente».
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