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NATHAN.
«―Tranquilízate ―me dijo el desgraciado de Orfeo, y encima, con esa altivez que me ponía del hígado.
―¡¿Que me tranquilice?! ―me indigné―. ¡Maldito hijo de perra! ¡El próximo en caer serás tú!
Mis manos tensaron un poco más las cadenas y estas le apretaron el gaznate al viejo.
―Mi señor… ―le suplicó este con voz temblorosa.
―Ella aún puede curarse ―afirmó su rey, sin cambiar de actitud.
―Por supuesto que puede curarse, ya lo sé. Por eso quiero que le des de beber tu Agua de la Vida ―le exigí, hablando con un tono que se me escapó con extrema amenaza.
A July le serviría para curarse. A diferencia de Eudor, ella era pura por su condición de sacerdotisa, el veneno terminaría desapareciendo del todo gracias a su magia y al poder del agua. Con ambos elementos combinados tenía que funcionar.
―Eso tendremos que negociarlo.
¡¿Negociarlo?! ¡¿Cómo osaba?!
―Quiero que se la des, ¡AHORA! ―le grité.
―Suelta a mi consejero y hablaremos. De lo contrario, Juliah morirá.
―¡No te atrevas a darme órdenes!
El muy cretino levantó el mentón todavía más, mirándome por encima del hombro.
―¿Quieres que Juliah muera? ―amenazó.
―Falso de mierda, no dejarás que eso pase ―inferí, apretando los dientes.
―Claro que lo haré.
―Sé que la necesitas para tus propósitos.
―Ponme a prueba ―dijo, y encima, presumiendo con una media sonrisa―. Si no accedes a lo que te pido, Juliah ya no me servirá para nada.
¡¿Sería desgraciado?!
Algo parecido a un abrasador rayo de fuego me atravesó entero, desintegrando los pocos resquicios de autocontrol que me quedaban. Con un inopinado arrebato, solté al viejo y me abalancé sobre Orfeo. Mientras el primero se caía de rodillas, tosía y se llevaba la mano a la garganta, estampé al segundo contra la pared rocosa con todas mis fuerzas, apretándole ese fino cuello con una sola mano.
Sí, me sobraba con una para rompérselo, de lo delgado y largo que era.
―Maldito miserable ―mascullé, resollando sin parar―. Si no quieres morir, dale tu Agua de la Vida. ¡YA!
―Adelante, mátame ―otra repelente sonrisa curvó su labio algo más―. Nadie excepto yo conoce el paradero del agua. Si me matas, ella también morirá.
Mi pecho estaba a punto de estallar, de la bola rabiosa y colérica que se revolvía dentro de mí, quemándome, abrasándome. Pero no me quedaba más opción. Miré a July. Seguía tornándose en el suelo, temblando, con la mirada perdida en algún misterioso lugar. Un lugar que se adivinaba frío y sombrío, fantasmagórico, terrorífico.
―Aún estás a tiempo de salvarla ―declaró Orfeo sin un ápice de preocupación en su voz.
Mi vista regresó a él para insertarse en sus despreciables ojos con una inquina que además le amenazaba de muerte. Me quedé mirándole fijamente de ese modo, estudiando a la vez su expresión. Continuaba mostrando su arrogancia rastrera, sin embargo, parecía estar hablando en serio, aunque sabía de sobra que estaba manipulándome.
―Habla ―exigí finalmente.
―Se curará si accedes a mi trato ―aseguró ese zorro.
―¿Tu trato? ―pregunté con aires de sospecha.
―Suéltame y hablaremos como hombres civilizados ―me pidió, enorgulleciendo su barbilla un poco más.
¿Hombres civilizados? En estos momentos esa última palabra ni siquiera me sonaba, no iba conmigo. Pero, maldita sea, una vez más, no me quedaba opción. July era lo primero, y eso podía con toda la fuerza de mi orgullo, porque yo estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella, lo que fuera. Y ese miserable de Orfeo lo sabía, vaya si lo sabía. Machaqué las muelas con tanta ira, que hubo un momento en que creí que iban a quebrarse. Maldito arrogante de mierda.
―Nathan… ―susurró July de repente, con un frágil hilo de voz.
Fue suficiente para que toda mi atención se desviara hacia ella de una forma inmediata. Mi cerebro se vació totalmente cuando giré el rostro y la vi, hasta mi ira salió despedida, perdiéndose en algún rincón recóndito de mi subconsciente.
―July ―murmuré nerviosamente, liberando a mi presa al instante para correr hacia ella.
Tiré el látigo de siete cadenas y estampé mis rodillas en el suelo, haciéndolas derrapar a su lado, pero ni noté el dolor de mis rótulas. Solamente podía verla a ella, a mi preciosa July.
―July ―volví a murmurar, acariciando su hermoso rostro con mis ansiosas manos.
Sin embargo, ella continuaba en ese estado casi de coma, retorciéndose sobre la fría superficie para intentar agarrarse a los salientes, como si estuviera soñando que se caía de alguna parte y procurase sujetarse. Su preciosa mirada castaña ahora se había apagado, no tenía brillo ninguno, pero seguía perdida, mirando a un infinito confuso y convulso a la vez. Lo que fuera que la había atrapado estaba hundiéndola más en las tinieblas.
Mi July…
―Todavía puedes salvarla ―repitió ese hijo de mala madre, aunque no se percibía conato de preocupación en su timbre».
Músicas que inspiran este viaje ;) : Vendetta Beats: Ultra Instinct: https://www.youtube.com/watch?v=2hmipUz8GB0
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