🔥 NORTE 🔥: https://www.amazon.es/dp/B01NBPCL89/ref=pd_rhf_gw_p_img_1?_encoding=UTF8&psc=1&refRID=2HYZPR4FDZGKR63QX4G4
«Nathan se quitó el pasamontañas ninja que cubría su cabeza, visiblemente cabreado, y se bajó del caballo, pasando la pierna por encima de la cabeza del animal para saltar hacia abajo. Aparte de las riendas, la única montura del equino consistía en una especie de mantón negro de terciopelo cuyo simple adorno eran unos flecos colgantes en los extremos que caían sobre los costados del caballo, en el que también se encontraban los estribos para que su jinete apoyase los pies. Pero yo no tenía más sustento que Nathan, así que cuando él se bajó del animal, me sentí como si me quedase en el aire, y tampoco sabía cómo apearme de allí sin pegarme un buen morrazo. Para colmo, el caballo agitó su cabeza y todo su cuerpo temblequeó bajo mi titubeante trasero.
Nathan comenzó a dar unos paseíllos nerviosos, sin percatarse del apuro que yo estaba pasando por no saber cómo bajarme de su caballo.
―¡Maldita sea, July, ¿estás loca?! ―empezó a protestar, llevándose las manos a la cabeza―. ¡¿Cómo se te ocurre volver a entrar aquí?!
¿Por qué estaba tan enfadado conmigo? Encima que me había ocultado tantas cosas.
―¿Puedes ayudarme a bajar? ―le pedí, molesta.
Se detuvo para mirarme y resopló por la nariz, pero se acercó a mí, dejando su montera ninja sobre el mantón del caballo. Me sentí realmente incómoda cuando sus manos se engancharon a mi cintura, y creí que iba a caerme sobre él cuando tiró de mí, así que no me quedó más remedio que apoyar la mano que no sujetaba el bastón en su hombro, por si acaso. Sin embargo, Nathan me levantó con una facilidad pasmosa, como si yo fuera ligera como una pluma, y me dejó en el suelo con delicadeza.
Mi mano continuó apoyada en su hombro y las suyas siguieron aferradas a mi cintura. Otro calambrazo electrizó todo mi abdomen cuando nuestros ojos se encontraron, solo duró un segundo, pero me aparté de él rápidamente, con las manos temblorosas.
―Gra-gracias ―murmuré, ladeando el rostro para que no viera el rubor de mis mejillas. Todavía estaba demasiado desconcertada y confusa por todo esto.
Él no pareció reparar en nada de eso.
―No tenías que haber entrado aquí otra vez, ¿en qué estabas pensando? ―me regañó, dando paseíllos nerviosos de nuevo.
―Yo… creía que…
―¿Es que no tuviste bastante con lo de… ayer? ―me cortó, parándose frente a mí.
―Tenía que entrar ―me defendí, frunciendo el ceño por su actitud.
Vale, probablemente yo había supuesto un engorro y una carga para él, pero no entendía por qué se ponía así conmigo.
―¿Tenías que entrar? ―repitió, marcando aún más lo cabreado que estaba―. ¿Qué pasa? ¿Acaso te ponen las emociones fuertes o qué? ¿No viste lo peligroso que es esto?
―Claro que lo vi ―intenté alegar, enfadada―, por eso…
―¿Entonces para qué entraste aquí otra vez? ―siguió, interrumpiéndome de nuevo―. Tenías que haberte alejado de este bosque, haber vuelto a Boston, pero no.
―No podía…
―Mierda, July, ¿te das cuenta de lo que has hecho? Ahora ya no hay vuelta atrás, ¿por qué demonios no te quedaste en casa?
―¡Porque estaba preocupada por ti! ―espeté, exasperada. Se quedó paralizado ante mi confesión y su rostro enfadado se transformó en uno de sorpresa. Cuando yo misma me di cuenta de lo que acababa de admitir, volví a sentir el calor en mis mejillas―. Yo… sa-sabía que eras tú, y estabas… malherido, no… no podía dejarte aquí.
Sus ojos grises no se apartaron de los míos, aunque ahora había algo muy distinto que hizo que mi corazón saltase para latir a mil por hora y que mi estómago sufriera otra descarga eléctrica.
―¿Sabías que era yo? ¿Estabas… preocupada por mí? ―murmuró sin que sus ojos me dieran tregua.
Ni yo entendía por qué me había preocupado tanto por él, no podía explicarlo, pero tenía que reconocer que así era. Estaba tan preocupada, que en realidad hoy todo lo había hecho por él. Por él había entrado en el cuarto de mi padre, por él me había ido de clase corriendo, por él había entrado en este bosque mágico... Y la verdad es que no lo había dudado ni un instante.
Me quedé sin réplica, y la única contestación que pude darle fue el no poder apartar mis pupilas de las suyas.
―¿Preocupada por Nathan? Eso sí que es bueno ―se escuchó de pronto, y acto seguido unas conocidas risotadas explotaron a unos metros de nuestro lado.
Eso ya consiguió que dejase esas pupilas enigmáticas e hipnotizadoras para mirar en dirección a las risas. Eran Mark, que era el que había hablado, y los chicos, todos vestidos con sus uniformes negros pero a cara descubierta, que acababan de llegar de alguna parte.
Genial. Bajé la vista, más ruborizada todavía.
―No tienes por qué preocuparte por Nathan ―continuó Tom, pausado. No le veía la cara ahora mismo, pero por el tono de voz, y conociendo su personalidad responsable y seria, se notaba que era el único que no mantenía esa sonrisita tonta, aunque el dibujo de su labio tampoco era rectilíneo del todo―. Nadie lucha como él.
Giré la cara para mirarles, enfadada. Mark, Tom, Danny y Luke se habían apoyado en una parte de los árboles que rodeaban el pequeño claro, con toda tranquilidad.
―¿Ah, sí? Pues para ser tan bueno, recibió un buen tajazo en el brazo ―les reprendí. Me volví hacia Nathan―. Déjame ver la herida.
―¿Cómo? ―inquirió con cierto aire objetor.
Los chicos soltaron otras carcajadas, pero les ignoré.
―Que me dejes ver la herida ―le exigí, intentando abrir esa camisa negra cruzada que me recordaba a las que se usan en kárate, aunque esta era de una tela fina y las mangas eran más largas y se ceñían más a los brazos.
―¿Qué haces? ―intentó oponerse, sujetando mi muñeca.
―Esto no me lo pierdo ―se burló Danny, cruzándose de brazos como el que va a ver un espectáculo.
Me deshice de su amarre.
―Quiero ver si está infectada, no he venido hasta aquí para nada ―farfullé, pasando a deshacer el nudo de ese cinturón que rodeaba su cintura.
Lo malo es que con una mano costaba bastante.
―¿Has venido para curarme? ―se sorprendió, mirándome como antes.
Esta vez no me dejé atrapar por sus ojos, ya que concentré mi vista en el cinturón.
―Que conste que no lo hago por gusto ―le dejé claro sin dirigir la mirada a sus pupilas―. Pero me salvaste la vida, es lo mínimo que puedo hacer.
―Eso no importa. Además, estoy bien ―intentó convencerme, interponiendo sus manos una vez más.
―Sí, sí que importa ―refuté, alzando la vista para clavarla en la suya con firmeza―. Tenías una herida muy fea, así que quiero verla.
Sus ojos grises se mantuvieron enganchados a los míos durante un par de segundos, pero finalmente los apartó para resoplar.
―Vale, vale, muy bien, tú lo has querido ―accedió, aunque a regañadientes.
Nathan terminó de deshacer el nudo de su cinturón y la camisa se abrió ella sola, dejando su torso al descubierto. Me pasó el cinto para que lo sujetase, pero mi torpe mano lo perdió y se me cayó al suelo al ver tanto músculo junto. Bueno, sí, tenía un físico bastante increíble, vale, tenía que reconocerlo, pero eso no significaba nada, solo que su cuerpo moldeado de gimnasio era increíble y nada más. Me agaché para recoger el cinto negro con toda la dignidad que pude, eso sí, con la sangre acumulada en mi semblante, y cuando me alcé, Nathan ya estaba dejando la camisa sobre el manto de su caballo, con cara de resignación.
―Calzonazos ―se mofó Danny.
―Cállate ―replicó Nathan.
Entonces, mis ojos se abrieron del todo. El lugar que ayer ocupaba aquel tajo profundo que no dejaba de sangrar hoy estaba adueñado por una cicatriz que apenas se distinguía.
―¿Dónde… dónde está la herida? ―inquirí, sorprendida, sujetando su antebrazo y acercándome más para cerciorarme de que estaba mirando en el lugar correcto.
Sí, era el brazo derecho…
Al arrimarme tanto a él, su maravilloso y engatusador aroma se olió con más intensidad, introduciéndose por mi nariz con ganas. No alcanzaba a comprender por qué me gustaba tanto esa fragancia, pero era realmente cautivadora, olía extremadamente bien. Me percaté de que esa fragancia se desprendía de su piel y me aparté de él ipso facto.
―¿Contenta? ¿Me puedo vestir ya? ―me pidió con sarcasmo.
Yo no le había pedido que se descubriera del todo, pero en estos momentos estaba demasiado atónita como para replicarle.
―¿Cómo… cómo es posible? ―murmuré, observando lo que quedaba de cicatriz mientras Nathan ya se ponía la camisa―. Tenías una herida enorme...
―Acabas de alucinar, ¿eh? ―sonrió Danny.
―Magia. Y ahora vuelve a casa ―me azuzó Nathan, agarrándome del brazo para instarme a subir al caballo».
Mi banda sonora para Los4PC: https://www.youtube.com/watch?v=XVENxF3kiJo
No hay comentarios:
Publicar un comentario