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martes, 25 de julio de 2017

RESEÑA DE SUR EN "CON LA TINTA QUE SOBRABA"


¡Muchísimas gracias a Con la Tinta que Sobraba por su maravillosa reseña de SUR! Estoy muy feliz ♥

LEE LA RESEÑA: http://conlatintaquesobraba.blogspot.com.es/2017/07/resena-n13-saga-los-cuatro-puntos.html?spref=fb




SUR: https://www.amazon.es/Los-Cuatro-Puntos-Cardinales-Sur-ebook/dp/B01N5HS0CF/ref=pd_sim_351_1?_encoding=UTF8&psc=1&refRID=6YNCV73FY3B5K1CPQZ2J



OTRO PEQUEÑO ADELANTO SOL Y LUNA


¡Buenos días, mis guerreros!

Aquí vengo con lo que os prometí ayer. Espero que os guste este pequeño adelanto de ☀️ SOL Y LUNA 🌙

Ahí va:

☀️ SOKA ☀️

«Corrí por el poblado y alcancé los primeros árboles de la selva. Me interné con inquietud, aún perdida y desconcertada por lo que estaba haciendo, si bien recorrí varios metros sin imprevistos.

Hasta que me choqué con alguien. 

Tras el susto inicial, abrí los ojos como platos. Era Sephis… Mi corazón dio un vuelco y se puso a latir atolondradamente. Él se puso en guardia como acto reflejo, creyendo que era un noqui. Al verme, le dio un respingo por la sorpresa.

―¿Qué haces aquí? ―le pregunté, sorprendida y apurada.
―Voy de camino al puesto de vigilancia, me toca el relevo ―Sephis sacudió la cabeza, encaminando la conversación―. No, ¿qué es lo que estás haciendo tú aquí?
―Voy… Voy… Nada ―atajé nerviosamente, haciéndome a un lado.

Eché a andar de nuevo, pero él empezó a caminar detrás de mí.

―¿Nada? ¿Adónde vas a estas horas? ¿Sabes lo peligroso que es?
―Eso ya no es de tu incumbencia. 

Sephis se interpuso delante de mí y me vi obligada a parar.

―Por supuesto que lo es ―rebatió, molesto.
―Ya no estamos prometidos, no tienes por qué cuidar de mí ―le contesté gentilmente.

Mi respuesta y mi actitud parecieron exasperarle, porque soltó un resollado por la nariz.

―No cuido de ti por eso, lo sabes.

Rehuí de sus ojos negros.

―Bueno, pues ya no tienes por qué hacerlo ―volví a contestarle con amabilidad. 
―Claro que sí.

Mi corazón se aceleró.

―Te repito que ya no estamos juntos ―murmuré sin alzar la vista.
―Si ya no estamos juntos, ¿por qué tus padres y todo el mundo siguen creyendo que lo estamos? ―inquirió, perspicaz.

Esta vez tuve que levantar las pupilas para observarle.

―Porque no quiero romperles el corazón ―le recordé, casi con una súplica para que no contara nada―. Todavía tienen lo de Nala muy reciente. 

Sephis miró a un lado y soltó otro suspiro.

―No estoy diciendo que tengas que decírselo, solo… me parece raro, nada más ―y sus ojos regresaron a los míos para analizarme.

Los aparté de nuevo.

Mi exnovio suspiró por enésima vez. 

―Bueno, ¿por lo menos puedes decirme adónde vas? ―me preguntó, más tranquilo.

No pude evitar izar la vista hacia él con ese rostro entre arrepentido y decidido que me delataba. Sephis enseguida comprendió mi expresión.

―No me digas que… ―al ver cómo yo escondía mi semblante, y al fijarse en el atillo que escondían mis manos, su boca se quedó colgando―. Estás loca ―desaprobó, observándome con los ojos muy abiertos.

Mis pupilas se encontraron con las suyas, otra vez con ruego.

―No puedo abandonarla ―defendí.

La crítica inicial de Sephis pronto fue sustituida por un parpadeo sorprendido.

―¿Vas a ir a buscar a Nala? ¿Tú?
―Sí ―le ratifiqué, aunque con timidez.

Se quedó un momento en silencio, contemplándome atónito.

―Eso es… una locura. Una locura que lo es todavía más viniendo de ti ―para mi sorpresa, las palabras de Sephis no parecieron una crítica. Es más, hasta juraría ver asomar una pequeña sonrisa por sus labios.
―Es mi hermana pequeña, no puedo dejar que Jedram le haga daño.

La expresión de Sephis volvió a cambiar. Se puso tan serio, que me dio un apuro terrible.

―Pero ella es la razón de que tú y yo hayamos roto. ¿No te importa eso?

Sus palabras, y la forma tan directa con la que lo dijo, me dolieron. Pero, aun así, Nala seguía siendo mi hermana.

―No importa lo que ella haga, es sangre de mi sangre, yo la quiero y la querré siempre ―afirmé.
―Eres demasiado bondadosa ―me achacó con otro suspiro, echando el rostro a su vera. Luego, lo sesgó hacia mí otra vez―. Sabes que Nala nunca iría a buscarte a ti, si hubiera sido al revés. 
―Sí lo habría hecho ―rebatí con la calma del convencimiento―. Bajo esa capa dura se esconde un buen corazón. Nala me quiere, lo sé.

Otro resollado inquieto y disconforme se fugó de la boca de Sephis, quien volvió a mirar a un lado. Pero, entonces, su rostro se puso tenso de repente».



jueves, 20 de julio de 2017

YEZZABEL


YEZZABEL 😈

«Dirigí mi bastón hacia Yezzabel vertiginosamente y le arrojé un disparo. 

―Mierda, July ―farfulló Nathan, más que inquieto, sacándose la katana de la vaina.
―¡No te metas! ―le pedí, poniéndome delante de él.

No era por orgullo, era por protegerle. 

―Joder ―protestó con un gruñido.

Sabía cuánto le costaba mantenerse al margen, pero si luchaba contra la magia perdería una energía preciosa.

Mi chorro anaranjado se precipitó hacia la bruja, sin embargo, esa arpía logró bloquearlo con otro manguerazo negro.

Yezzabel escupió una risotada que me ofendió en el alma.

―¿Piensas detenerme con eso? ―se mofó, y alzando su mano, envió una orden a sus pájaros mitad cuervos mitad buitres.

Apreté los dientes. 

―Claro que no.

La horda de pájaros invadió nuestro techo, arrojándose automáticamente hacia el grupo.

―¡En guardia! ―gritó Mark.

En un fugaz latido se inició una lucha encarnizada.

―Ten cuidado ―me pidió Nathan, sesgándole el pescuezo a un pájaro de Yezzabel con su katana.

El animal continuó moviendo sus patas, ya en el suelo, mientras su cuerpo perdía la vida poco a poco.

―Tranquilo, sé lo que hago ―y se me escapó una sonrisita maquiavélica que le dediqué a Yezzabel.

Un fogonazo explotó de mi bastón, y ese fuego se transformó en mi ave Fénix. 

―Bueno, pero ten… ten cuidado ―volvió a pedirme mi chico.

Mi ave Fénix dio su aviso con un chillido y se arrojó con furia hacia la bruja. Esa arpía no tardó en responder. 

Otra ave Fénix, esta negra, colisionó con la mía, enzarzándose en una pelea. Mientras luchaban, la Bruja Negra soltó otra de sus carcajadas.

―¿Creías que con eso ibas a terminar conmigo? Como ves, yo también puedo crear un ave Fénix.

Su pajarraco cogió a mi ave por el cuello y la zarandeó. Después, le rompió el cuello sin compasión y mi ave de fuego se desintegró. 

―Te recuerdo que soy la bruja más poderosa de las Cuatro Tierras, querida ―presumió.
―Ya no ―no titubeé.

Mi ave renació al instante. Sin más dilación, volví a lanzarla contra Yezzabel. Pero se topó con su magia de nuevo. Cuando esa ave negra venció y se arrojó a por mí, Nathan se interpuso con su impulsividad habitual, quitándose de encima a otro pájaro gigante de un sablazo certero.

―Lo siento, pero no puedo quedarme de brazos cruzados ―gruñó con su katana por delante.

De una explosión, mi ave Fénix resurgió y se precipitó hacia el ataque de Yezzabel, bloqueándolo justo antes de que el filo de Nathan se interpusiera.

―De esto me encargo yo ―le reprendí. 
―July ―protestó.

Tomé aire mientras conducía a mi ave para que se enzarzara con la de la bruja.

―No es por orgullo, ni nada de eso. Es que no quiero que desperdicies tu energía ―le aclaré, hablándole con más calma―. Si luchas contra la magia, tu energía también se verá mermada. 
―Joder, esto es una mierda ―protestó, impotente.
―Tú protégeme de esos pajarracos.

Mi guerrero alzó la vista al ver cómo la sombra de unas enormes alas sobrevolaba nuestras cabezas y cómo un potente graznido ensordecía nuestros oídos. 

―¡Joder! ―masculló, poniéndose manos a la obra. Luego, cuando se deshizo de nuestro atacante de plumas, farfulló algo ininteligible―. Mierda, de acuerdo, July ―aceptó por fin, aunque se percibía cuánto le seguía costando―. Acaba con ella.

Eso tenía pensado hacer.

Mi ave Fénix era una marioneta bien dirigida, y yo aprendía rápido. Como en el béisbol, todo era cuestión de estrategia y de cogerle el ritmo a tu rival. En cuanto Yezzabel realizó un quiebro con su ave, la mía la enganchó. El pájaro de la bruja se desintegró en el acto, al igual que haría una efímera ilusión de humo, pero a diferencia de mi ave Fénix, la suya no resurgió; Yezzabel tuvo que crear otra nueva.

Su ave solo era una burda imitación.

―¿Eso es lo único que puedes hacer? ―me burlé con una ceja  y mi labio despuntados hacia arriba.

Yezzabel hizo crujir su mandíbula y ella misma hizo desvanecer a su falsa ave Fénix.

―Veamos qué puedes hacer contra esto, jovencita ―amenazó, entornando los ojos con inquina mientras soltaba la caracola. La concha se quedó quieta en el aire, si bien no se despegó de ella en ningún momento. Seguía todos sus movimientos, como un extraño satélite. 

El cabello azabache de la bruja y su capa se levantaban con los súbitos arrebatos de la acción del fortísimo viento, dándole un aspecto más fiero, pero a mí me sucedía lo mismo con mi trenza pelirroja, así que supongo que yo también tenía más o menos ese porte. Sus pupilas me apuñalaron sin cuartel mientras sus manos se izaron para componer una maléfica sinfonía de magia. Entre tanto, el grupo continuaba luchando contra sus gigantescos pajarracos. Incluso Daero tenía que emplear su espada. Al tratarse de un príncipe, había recibido entrenamiento en el arte de la lucha, sin embargo se notaba que a Daero no le gustaba la violencia, eso hacía que no fuera tan diestro como el resto. Al menos se defendía, aunque Mark y Oliver mantenían su cabeza a salvo. 

La Bruja Negra clamó al sombrío cielo con sus engarrotados dedos en alto y de pronto la tierra comenzó a removerse. Tembló, provocando más de un tambaleo entre los nuestros, y se agrietó después. El viento empezó a girar y girar, aprovechándose de la potencia del tornado que custodiaba el castillo. Varios fragmentos del terreno fueron arrancados por la actividad y se formó un tifón fino y alargado, pero potente. La arenisca y las piedras parecían un enjambre que se centrifugaba sin parar dentro de él.

Recordé las palabras de mi madre. Eso me dio fuerzas y me llenó de confianza. Y sabía que ella, aunque no pudiera salir del Cementerio Oscuro, estaba aquí conmigo de alguna forma. Sí, estaba aquí conmigo, y mi padre también. Quería que se sintieran orgullosos de mí, más orgullosos de lo que ya estaban. Quería que mi madre viera que su sacrificio había merecido la pena.

Mi bastón recogió a mi ave Fénix con súbita presteza. Mirando a la bruja con una sonrisita desafiante, moví la empuñadura de mi báculo en círculos continuadamente. El suelo tembló con otro seísmo, aunque en esta ocasión fue más fuerte y arrancó más trozos de terreno, hasta que modelé otro tornado. El mío fue más alto, tanto, que incluso atraía y tragaba a las mismísimas nubes. El grupo tuvo que aferrarse bien a lo que pudo para no salir volando. Martha aguantó gracias a Tom; Mark, Daero y Oliver formaron un tándem para tener más peso; Mike tuvo que sujetar a Tulio por el tobillo cuando este, aún inconsciente, se elevó; Ágatha se agarró a Basam; Nathan hundió su katana en el terreno y los demás le imitaron. Los pajarracos de la Bruja Negra tuvieron que emplearse a fondo para poder sostenerse en el aire.

―Vamos a dejarnos de juegos, ¿no te parece? ―le reté, enviándole mi tornado.

Las dos masas de aire chocaron entre sí varias veces, hasta que el mío engulló al suyo y se hizo más grande.

Los ojos de Yezzabel ya estaban abiertos de par en par, pero cuando vio cómo mi tornado giraba en rededor a una velocidad trepidante y se arrojaba hacia ella, su boca se cerró abruptamente con una tensión cortante. Con un gruñido sordo, se apartó de un salto urgente. El viento procedente del castillo la arrastró hacia atrás, aunque logró sujetarse con sus largas uñas. Un segundo después, y gracias a un salto respaldado por su magia, volvía a ponerse en pie.

Yezzabel tampoco desperdició el tiempo. Impuso una barrera que bloqueó mi tornado y alzó los brazos de nuevo. Las armas de los caídos en la batalla de Kádar y Orfeo se levantaron solas e iniciaron un acercamiento galopante e implacable en nuestra dirección. Los implicados en la guerra estaban tan concentrados, que no se percataron de nada.

―¡Cuidado! ―gritó Tom.

A la bruja no le importó que algunos de sus pajarracos fueran heridos por los filos de las espadas y los tridentes en esa ruta programada hacia mí. 

―¡July! ―gruñó Nathan, a punto de intervenir.

Detuve mi tornado, haciendo que se desintegrara; todas las rocas y trozos de terreno que arrastraba se desplomaron de una forma intencionadamente brusca. 

No tuve ni que mover un dedo. Simplemente empleando una mirada, las armas se detuvieron y se quedaron suspendidas en el aire. Un segundo después, y oscilando la vista hacia Yezzabel, cambiaron de dirección inopinadamente. La Bruja Negra se vio forzada a utilizar su barrera otra vez.

―¡Maldita! ―farfulló con rabia».

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lunes, 17 de julio de 2017

IGOR


IGOR ;)

«Mark, Tom, Luke y yo asentimos y empezamos a desalojar la sala de los tronos. Los miembros del Consejo lo hicieron delante de nosotros, como mandaba el protocolo, salvo Igor, que por alguna razón prefirió no marcharse.

―Un día voy a tener que sujetarte la lengua con una cuerda ―estaba farfullando Mark a mi lado, en voz baja…
―Nathan, ¿tú puedes quedarte un momento conmigo, por favor? ―cuando Igor hizo ese ruego.

Me dejé la réplica destinada a mi amigo en el gaznate y me detuve para mirarle.

―Sí, claro ―asentí, extrañado.

Luke, Tom y Mark nos observaron con la rareza estampada en sus rostros mientras se alejaban, hasta que tuvieron que largarse con el resto de Sabios y la puerta se cerró.

―¿Qué pasa? ―pregunté.

Igor caminó por la estancia y se paró delante de los dos tronos, dándome la espalda.

―¿Qué ocurrió realmente en el castillo del Sur? ―inquirió.
―¿Cómo? ―arrugué las cejas sin comprender.
―¿Para qué te hizo ir Orfeo? ¿Por qué te invitó a ir a su castillo, a ti, a un guerrero? 
―Ya os lo dije. Me tendió una trampa, quería que confesara que fui yo quien terminó con Dick y que July… Juliah ―rectifiqué― lo escuchara.

No sé por qué coño no le dije toda la verdad, que Orfeo me había hecho llamar para pedirme que me uniera a él, pero, por alguna razón, preferí no contar nada al respecto.

―¿Y por qué tendría que escuchar eso Juliah? ―cuestionó, girándose hacia mí para fijar sus pupilas orientales en mí.

Me quedé inmóvil durante un instante. ¿A qué venía eso? ¿Acaso… acaso sospechaba algo de lo nuestro? Sostuve la mirada con él.

―No lo sé. Para que ella eligiera quedarse allí, supongo, para manipularla o algo así, aunque no tengo ni idea de qué intentaba en realidad ―respondí.
―¿Y el que saliera de tu propia boca era tan importante para Orfeo? ¿Tanto como para invitarte a ir a su reino? ¿Tan poderoso es que Juliah lo escuchara de tu boca como para que fuera capaz de influir en ella y decidiera quedarse allí? ¿Tanto como para poder manipularla? ―disparó, sagaz. 

Eso ya me mosqueó del todo.

―¿Qué estás insinuando?

Igor esperó un par de segundos.

―¿Hay algo entre Juliah y tú? ―quiso saber, muy serio.

Su pregunta directa me pilló algo desprevenido, aunque reaccioné. 

―¿Quieres saber la verdad? Está bien, lo reconozco, hay algo entre nosotros ―mantuve un pequeño silencio en el que Igor se quedó expectante y tieso. Entonces, lo solté―. Somos muy amigos, ya lo sabes, amigos de la infancia. Ella es mi mejor amiga y yo soy su mejor amigo. Por eso le dolió tanto que fuera yo quien matara a su padre. Me parece algo bastante lógico, ¿no te parece? ―concluí con sarcasmo.
―¿Estás enamorado de ella? ―inquirió de pronto, regio.

Mi corazón sufrió una punzada eléctrica, pero le miré con más intensidad.

―¿Es que ahora estar enamorado de alguien también está prohibido? ―una vez más, la ironía estalló en mis cuerdas vocales.
―No has respondido a mi pregunta ―protestó, tensando los músculos de su semblante.

Sopesé mi contestación un instante.

―No ―dije, firme.

Pero cómo me costó escupir esa mentira. 

―Bien, porque no hace falta que te recuerde que toda relación entre un guerrero con alguien de un estatus superior está terminantemente prohibida, ¿verdad? ―me avisó, tirándomela―. Incluida la amistad. Juliah y tú ni siquiera deberíais ser amigos.
―Lo sé, pero…
―Sin embargo ―me cortó, alzando un poco la voz para causar más efecto, al tiempo que iniciaba otro paseo―, como guerrero también debes hacer cualquier cosa por tu reino, todo lo que esté en tu mano, usar cualquier estratagema. Vosotros los guerreros del Norte protegéis el Fuego del Poder, es vuestro mayor cometido, pero también necesitamos a nuestra sacerdotisa para el mismo fin. Juliah es la sacerdotisa más poderosa de las Cuatro Tierras, es la elegida para controlar y proteger el fuego. Es la elegida para ser la sacerdotisa de las Tierras del Norte ―y se volteó hacia mí.
―¿Adónde quieres llegar? ―una vez más, no entendía nada. Mi careto lo decía todo.
―Quiero que aproveches esa amistad para hacerla volver.

En esta ocasión no pude ocultar mi perplejidad.

―¿Qué? ―parpadeé.
―Tienes que hacer lo que sea para convencerla lo antes posible y que regrese. Lo que sea.
―¿Lo que sea? ―arqueé las cejas con incredulidad.

¿Qué me estaba pidiendo?

―Sí, lo que sea. Excepto seducirla, enamorarla o enamorarte de ella, por supuesto ―matizó con ojos y tono severos. 

Ya era demasiado tarde para eso…

―¿Seducirla? ―me burlé para disimular―. ¿De qué va esto?
―Por lo demás no me importa cómo lo logres ―continuó él, haciendo caso omiso―. Cuando la veas en el mundo de fuera pídele perdón, suplícale, implóraselo de rodillas, pero no puede quedarse en el Sur para siempre, sería catastrófico.

Sacudí la cabeza para espabilarme.

―Espera, espera, espera. Juliah no va a quedarse en el Sur para siempre, ya os lo dije ―refunfuñé, harto de tener que repetirlo tantas veces―. Si se quedó allí es porque estaba dolida conmigo, pero volverá, estoy seguro. Ella jamás sentirá que pertenece a ese reino, sabe a cuál pertenece. 

Por eso había que sacarla de allí ya. Puede que en estos momentos estuviera arrepentida de haberse quedado y ya fuera demasiado tarde. Orfeo ya no la dejaría marchar, la retendría, como había hecho una vez. Así que me di cuenta de que la petición de Igor me daba una oportunidad de oro para ir a buscarla. No podía desaprovecharla.

Igor prosiguió, ajeno a mis tribulaciones internas.

―Si es verdad que se ha quedado allí por esa razón, tendrás que hacer que regrese al Norte antes de que acontezcan esos juegos. Necesito hablar con ella sobre ese asunto, es de suma importancia para nuestro reino.
―De acuerdo, obedeceré tu orden y haré lo que sea para que vuelva. Pero ¿después qué? ―pregunté, admito que levantando el mentón con chulería.
―¿Cómo? 
―Me estás pidiendo que utilice mi amistad con ella por el bien del reino. Pero cuando todo termine, ¿qué pasará? Ahora resulta que puedo ser su amigo, interesa, pero ¿y después? ¿Tendré que dejar de serlo? ¿Ahora sí pero luego ya no? 
―¿Me estás reclamando algo a cambio? ¿Algo a cambio por una orden? ―se ofendió Igor. 
―Para mí no es una maldita orden, lo que me has pedido iba a hacerlo de todos modos ―le espeté, clavándole una mirada segura y decidida―. No te estoy reclamando nada a cambio, pero tú sí lo haces, y lo que me pides es injusto. Me estás pidiendo que ahora sea su amigo, y que después deje de serlo. Pues bien, quiero que sepas que cumpliré esa… orden, pero que no pienso dejar de ser su amigo nunca, jamás. July y yo nos conocemos desde que éramos unos niños, incluso a veces dormíamos en la misma cuna, nada cambiará entre nosotros.

Y mientras pudiéramos, dormiríamos en la misma cama.

―Has perdido el juicio. Esto podría considerarlo rebelión, lo sabes ―me advirtió.

Sí, estaba loco. Estaba lo bastante loco como para rebelarme por July, como para hacer cualquier cosa por ella, cualquiera. Pero por ella precisamente también tenía que ser cauto y actuar con sensatez.

―Solamente estoy exigiendo lo que es justo ―contesté, decidido. Igor soltó un gruñido profundo, pero parecía estar ablandándose. Lo aproveché―. Si levantaras un poco la mano con este tema yo siempre te estaría eternamente agradecido, Igor, siempre. Sabes lo importante que es Juliah para mí, pero también lo que simboliza. Es mi mejor amiga, pero también es la hija de mi Maestro. Dick era como un padre para mí. Y con su cuerpo sin vida presente le prometí a Juliah que la protegería siempre, ¿cómo voy a evitarla de repente y dejar de ser su amigo? Ya es demasiado tarde para eso, ya no puedo dejar de serlo. Además, eso nos destrozaría a los dos, a Juliah y a mí.
Igor resopló con otro mugido, sin embargo, me observó con gesto reflexivo durante unos segundos que se me hicieron interminables.
―Eres el mejor de mis guerreros ―declaró, paseando de nuevo con pasos lentos―. El más fuerte, el más valiente, el más leal, el Dragón ―se paró abruptamente y se quedó pensando otro momento eterno, con la mirada perdida en un infinito que se parecía a mi desquiciada espera. Hasta que por fin viró en mi dirección, con ojos resolutivos―. Está bien, te concederé ese merecido privilegio por tantos años de buen servicio. No comentaré nada sobre esto con el resto de Sabios y haré la vista gorda con vuestra amistad. Pero siempre y cuando sea solo amistad y la llevéis con total discreción ―remarcó, ahora con una mirada de advertencia.
―Sí, solo amistad. Lo haremos, Igor, gracias ―sonreí.
―Espera, no he terminado, Nathan ―el tono de Igor se tornó muy trascendental.

Eso hizo que mi boca y mis cejas cayeran otra vez.

―Dime.
―Es sobre la arena ―explicó, y de repente pasó a observarme con ese orgullo y honorabilidad que tanto pesaba―. Sabes que todos tus compañeros te siguen ciegamente, para ellos es un honor luchar junto a ti. Dales ejemplo e infúndeles valor; ellos te seguirán y harán todo lo que les pidas. Vence a toda costa. Todos confiamos en ti, Nathan. Tú eres el Dragón de los Guerreros, sin ti no podremos ganar, eres nuestra única esperanza. Vence en cada lucha y gana el Fuego del Poder para la gloria de nuestro reino. Recupera lo que es nuestro por derecho y yo cumpliré mi promesa.

A pesar de lo bonito de su discurso, la parte final me fastidió un poco, porque ya me extrañaba a mí que me concediera ese “merecido privilegio” tan fácilmente. Aun con todo, le clavé una mirada llena de intenciones, confiada.

―Lo haré ―juré, asintiendo».

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lunes, 10 de julio de 2017

MARK


MARK 😁

«―Vamos, dime, ¿cómo es que has cambiado de opinión? ―repitió Mark, apoyando uno de sus codos sobre el medio tabique de madera mientras observaba a su amigo, alegre.

Nathan regresó su atención a él. Mojó el cepillo en un cubo con agua que supuse acababa de traer y comenzó a pasarlo por el lomo de su caballo para refrescarle un poco.

Qué envidia…

―Pues porque tengo ganas de volver, eso es todo.
―¿Y… Juliah? ―preguntó Mark, ahora con cautela.
―A July seguiré viéndola, por supuesto ―intentó hacerse el duro, pero la comisura de su labio se curvó hacia arriba inconscientemente.

Mis mariposas agitaron sus alas con ahínco, aunque Mark se puso serio de repente.

―Oye, no… habrá pasado nada entre ella y tú anoche, ¿no? ―quiso saber, enderezándose.
―¿Por qué lo dices? ―disimuló Nathan, cepillándole la crin a su caballo azabache.
―No sé, se te ve… como demasiado contento ―Mark le miró con algo de sospecha.

El caballo negro taconeó otra vez, intentando moverse, pero Nathan lo calmó con otra pasada del cepillo.

―¿Y qué tiene de malo estar contento?
―Deja de responderme con preguntas ―protestó su amigo, colocándose delante de él con evidentes muestras de inquietud―. No tendría nada de malo si no fuera porque se trata de Juliah, la sacerdotisa más poderosa de las Cuatro Tierras, la prometida de Orfeo, ¿recuerdas?  Mierda, ¿te has acostado con ella?

Mis mejillas se encendieron, hasta sentí un apuro enorme, y para colmo, Charlize estaba delante. Nathan giró el rostro y le clavó una mirada tan profunda, que casi resultaba amenazante.

―No, no me he acostado con ella.
―Vamos, estuviste con ella anoche, lo sé. Te conozco, apuesto un brazo a que fuiste a su torre, estás tan tarado como para hacerlo.
―Te repito que no me he acostado con ella. July y yo solo somos amigos.

Sabía que estaba fingiendo para encubrir lo que había pasado entre nosotros, pero aún así, escuchar esa frase de él con esa vehemencia me resquemó un poquito, tengo que reconocerlo.

―¿Seguro? Esta mañana la has dejado allí, con Orfeo. Eso tendría que estar carcomiéndote por dentro, y en cambio estás aquí tan tranquilo ―dudó Mark, entrecerrando un ojo para observarle con desconfianza.
―Si estoy tranquilo es porque mientras Orfeo tenga el Fuego del Poder, ella estará a salvo. Seguirá necesitándola, no la hará daño ―entonces volvió su cara enfrascada hacia el caballo―. Pero no pienso dejar que ese malnacido la haga nada. Será cuando recuperemos el fuego cuando vaya a buscarla. La sacaré de allí ―concluyó, rechinando los dientes.

Mi pecho sufrió un espasmo. Nathan, mi guerrero…

―¿Te has vuelto loco? ―le regañó Mark, pegando un salto casi espasmódico para ponerse a dar paseíllos neuróticos por la cuadra. Estaba tan nervioso, que hasta el caballo de Nathan le miró con extrañeza, y eso que él también estaba inquieto―. No podrás entrar en el castillo, ni siquiera podrás acceder al peñón. En cuanto recuperemos el fuego, la gente de Orfeo se nos echará encima, nos perseguirán hasta los confines de la Tierra, lo sabes.

Mi corazón se detuvo.

―Lo haré ―determinó Nathan con fiereza».

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viernes, 7 de julio de 2017

JAMES Y EL TÍO CHAD


JAMES y el tío CHAD 😂

«James sonreía a los pies de la escalera, no con una alegría desbordante, pero sí con esa educación y saber estar que solo él tenía. Su pelo pulcro, ondulado y rubio claro había crecido algo más desde la última vez que le había visto, ya que ahora la capa más corta de su peinado le llegaba por las mejillas y la larga le cubría más allá de la nuca, aunque seguía dividiéndose en dos por medio de esa estudiada y recta raya que nacía en un lateral de su frente y que se extendía hasta poco antes de su coronilla. Lucía una camisa de manga larga de cuadros en tonos verdosos que acompañaban muy bien a unos pantalones de vestir de color marrón claro y unos zapatos del mismo color, y su suéter verde, el cual colgaba de su espalda, se anudaba en la parte delantera gracias a un cuidadoso nudo que envolvía los puños. Sus manos se amarraban en la parte trasera de su cintura y sus ojos de color chocolate claro estaban fijos en mí, esperando a que terminase de bajar los últimos peldaños. Sonreí con alivio al ver que no parecía haberse enterado de nada y me planté frente a él.

―Hola ―me saludó con una espléndida y correcta sonrisa.
―Hola ―le correspondí, lanzando mi brazo suelto a su cuello para rodearlo.

Le di un afectuoso beso en los labios, pero él apartó los suyos enseguida y se limitó a abrazarme y a darme uno en la sien. Me despegué de James, reconozco que un poco decepcionada, si bien curvé mi boca hacia arriba con la misma educación que ponía él. Sí, de acuerdo, ya sabía cómo era James para estas cosas, y más si teníamos público, sin embargo, no voy a negar que me esperaba un beso más largo y efusivo, puesto que llevábamos dos semanas sin vernos. Tampoco pareció darle importancia a mi sesión de belleza de hoy.

Cuando me separé de James, mi prima estaba terminando de bajar las escaleras y se colocó junto a Liam. Nuestras miradas se cruzaron, y la suya, crítica, ya lo dijo todo. Resoplé por la nariz e intenté no prestarle atención.

―Estábamos hablando con James sobre su carrera de Derecho ―me desveló el tío Chad, sonriente―. Al parecer, va viento en popa.
―Sí, aunque estudio mucho para conseguirlo ―declaró James, manteniendo esa sonrisa educada.

Que me lo dijeran a mí…

―No le quites valor, chico ―rio mi tío, todo contento y satisfecho, dándole una palmada en la espalda a James que le llevó hacia delante y casi lo rompe, puesto que mi novio no era flaco, pero sí más bien delgado―. La universidad de Standford es una de las más importantes y prestigiosas del país, no debe ser nada fácil sacar un aprobado allí.
―No, la verdad que no lo es ―presumió mi novio finalmente―. Aunque yo me esfuerzo para sacar notables y sobresalientes.

El tío Chad soltó una de sus risotadas. Se notaba cuánto le gustaba James, aunque yo fruncí el ceño, no todo en la vida era prestigio, al menos para mí.

―Dime, James, ¿se te ha hecho muy pesado el vuelo desde California hasta aquí? ―preguntó la tía Audrey, que mantenía el paquete de unos pasteles en la mano, seguramente detalle de mi novio.
―Si le soy sincero, no ―sonrió él―. He venido en un avión privado.
―Claro, mujer, qué cosas tienes, ha venido en un avión privado ―repitió el tío Chad con una voz que intentó sonar como algo normalizado pero que salió terriblemente exagerada.

Puse los ojos en blanco.

―Bueno, ¿nos vamos? ―le propuse.
―Como quieras ―asintió. Después, se dirigió al resto―. Ha sido un placer conocerles, señor y señora Grey ―sonrió, dándoles la mano―. Y a vosotros también, Lucy y… Liam.

Este le estrechó la mano con otra sonrisa e intentó soltársela cuando el saludo pareció terminar, pero James tardó algo más en hacerlo. La sonrisa de Liam se borró de su cara al ver la repentina y extraña expresión de enfrascamiento en el semblante de James, y la mía también. ¿Qué estaba haciendo? Finalmente, mi novio pareció salir de su mundo, sonrió de nuevo y dejó la mano de Liam libre, aunque Lucy se cruzó de brazos y le miró de reojo, con mala cara.

Mejor que nos largásemos ya.

―Es una pena que Nathan ya hiciera planes y no esté aquí, si no, hubiéramos comido todos juntos, en familia ―declaró mi tío con esa boquita que mejor estaba cerrada.

¡No! ¡Bocazas!

El rostro de James se oscureció inopinadamente otra vez y se giró hacia mi tío.

―¿Nathan?
―Venga, vámonos ―le azucé, cogiendo su mano.

Pero él me la soltó con brusquedad.

―¿Conoces a mi hermano? ―preguntó Liam, extrañado.
―No personalmente, pero Juliah me ha hablado de él en alguna ocasión. Creía que tal vez ya no vivía en este pueblo ―y su rostro se volvió hacia mí con un reproche claro.

Bajé la mirada al suelo.

―Oh, sí, claro que vive ―rio el tío Chad―. Es más, Liam y él viven aquí, en nuestra casa, ¿no te lo ha dicho Juliah?

Mis ojos se fueron hacia arriba con precipitación.

―Pues es que nunca había salido el tema, pero, en fin, ahora ya lo sabes, ¿verdad? ―le sonreí a James, tratando de quitarle importancia a esta tontería que en realidad no la tenía―. Ya podemos irnos ―y le cogí de la mano de nuevo.

Esta vez James no la soltó, sin embargo, la apretó de una forma extraña, tanto, que incluso me hizo un poco de daño. Me quedé a cuadros, porque él jamás había actuado así conmigo.

―Sí, será mejor que nos marchemos ―coincidió él, aunque manteniendo una sonrisa de forzada educación que no pegaba nada con el fuerte amarre que sostenía mi mano―. Tenemos una mesa reservada en un restaurante y no quiero que lleguemos tarde.
―Aún es muy temprano ―dijo Lucy, analizando su rostro.

Cuando pasó al mío, salté como un resorte.

―Bueno, vámonos ―concluí, tirando de él para dirigirnos a la puerta.
―Ha sido un placer conocerles ―repitió James.
―Igualmente ―sonrió la tía Audrey―. Espero que podamos comer todos juntos en alguna otra ocasión.
―Por supuesto, cuando gusten ―asintió mi novio.

Abrí la puerta y salí con prisas de allí, tirando de James.

―Adiós ―me despedí.
―No se la devolveré muy tarde ―añadió James.
―Me fío de ti, chico ―aceptó el tío Chad, sonriente».

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