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sábado, 25 de junio de 2011

NUEVA ERA. CAPITULO 16: ANTIDOTO

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NUEVA ERA (Continuacion de "DESPERTAR")
Para leer este fic, primero tienes que leer el anterior "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog. Si no, no te enterarás de nada XDD


CAPITULOS:

2. SAGRADOS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-2-sagrados.html
3. PRACTICAS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-3-practicas.html
4. HELEN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-4-helen.html
5. ANIVERSARIO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-5-aniversario.html
6. EXCURSION: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-6-excursion.html
7. ENCUENTRO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-7-encuentro.html
8. RYAM: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-8-ryam.html
9. MAL PRESAGIO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-9-mal-presagio.html
10. ENTREGA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-10-entrega.html
11. OTRA PREOCUPACION: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-11-otra-preocupacion.html
12. VIAJE: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-12-viaje.html
13. PREMONITORIO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-13-premonitorio.html
14. CONVERSACION PENDIENTE: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-14-conversacion.html
15. MENSAJE: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-15-mensaje_23.html




ANTÍDOTO

El salón se llenó de saludos de bienvenida cuando Carlisle y Esme llegaron junto con Louis y Monique.
―Hola, ¿cómo estáis? ―saludaba Louis con su acento francés mientras se movía con rapidez para abrazarnos uno por uno con unos movimientos propios de una persona hiperactiva que hacía que sus rizos castaños se balanceasen a todas partes.
Su mujer se limitó a darnos un beso a cada uno. Al contrario que su marido, Monique era mucho más comedida y sosegada, haciendo un total contraste con él.
―¿Qué tal el viaje? ―inquirió Alice.
―Bien, gracias ―respondió Monique―. Sufrimos unas cuantas turbulencias, pero en general fue un vuelo muy tranquilo.
―Llevaré vuestras maletas a vuestra habitación ―dijo Emmett, asiendo las mismas.
En un parpadeo, mi tío desapareció.
―¿Cómo estáis, mis queridos metamorfos? ―nos preguntó Louis a Jacob y a mí con una enorme sonrisa, llevando sus rizos hacia atrás.
Mi boca se curvó en una risilla.
―De lujo, nos hemos tomado unas pequeñas vacaciones y aquí estamos ―contestó Jake, sonriéndole.
―Venid, sentémonos un poco ―les exhortó Carlisle, indicándoles el camino hacia el sofá con la mano.
―Oh, sí, estupendo ―aprobó Louis.
Todos tomamos asiento, incluido Em, que bajó como una exhalación del piso superior.
Después de un momento de charlas típicas que sirvieron para que nos explicaran cómo les iban las cosas por París, cómo había sido el viaje y todas esas cosas, la estancia se quedó en silencio.
Aunque fue breve.
―Bueno, ¿dónde están esas ecuaciones y esa sangre que hay que analizar? ―interrogó Louis enseguida, dando una palmada alegre―. Estoy ansioso por comenzar nuestra pequeña investigación científica.
―No ha pensado en otra cosa durante estas últimas semanas ―nos reveló Monique con una risa de resignación.
Mi familia se rio.
―Lo tengo todo preparado en el laboratorio de mi despacho ―le contestó Carlisle con una sonrisa.
―Ya ves que mi esposo tampoco ―dijo Esme con otra sonrisa igual.
Mi familia volvió a reírse.
―¿Pues a qué esperamos? ―sonrió Louis, poniéndose en pie de un brinco.
―Si nos disculpáis ―nos dijo Carlisle.
―Nosotros iremos a la ciudad para que Monique, Jacob y Renesmee la conozcan ―le avisó mi padre―. ¿Os apetece? ―nos preguntó.
―Sí, genial ―aprobó Jacob, levantándose.
―Entonces, nos veremos después ―manifestó mi abuelo, ya caminando junto con Louis hacia las escaleras.
―De acuerdo ―asintió mi progenitor.
Carlisle y Louis se perdieron escaleras arriba y los demás nos levantamos para marcharnos.
Esta vez Jacob se puso la cazadora para disimular, aunque debajo solamente llevaba una camiseta de manga corta. Se me hizo raro verle así, puesto que jamás le había visto con ropa de abrigo. Nos repartimos entre el Volvo de mi padre, el Jeep de Emmett y el Porsche plateado de Alice. Por supuesto, a Jake le hubiera gustado ir en este último, pero su altura no se lo permitía, así que se quedó con las ganas y terminamos yendo en el nuevo Jeep de Em, que tampoco estaba nada mal, por otra parte.
Mi familia nos llevó por la zona principal de la ciudad, que estaba al noroeste de la misma; era el único sitio de la localidad que gozaba de edificios altos, ya que el resto de Anchorage constaba de casas bajas de una o dos plantas, a lo sumo. Eso sí, había nieve y frío por doquier. Menos mal que yo tenía a mi Jacob para arrimarme.
Pasamos toda la tarde visitando la ciudad, aunque enseguida anocheció, así que volvimos a los vehículos y regresamos a la casa.
Mi abuelo y su amigo se encontraban en el sofá, charlando animadamente con una terminología que ninguno de nosotros comprendíamos.
―¡Buf! ¡Qué calor he pasado! ―protestó Jake, quitándose la cazadora con precipitación y colgándola del perchero que había en la entrada.
―Tienes un montón de nieve ahí fuera ―le sugirió Emmett―, si quieres, puedes salir y rebozarte un poco ―y su sonrisa burlona se amplió.
―Muy gracioso ―le replicó Jake con retintín.
Me quité la parca y el gorro y los colgué detrás de él mientras me reía.
―Oh, ¿ya habéis llegado? ―inquirió Louis.
―Hola, ¿qué tal la visita? ―nos preguntó Carlisle cuando se dio cuenta de que estábamos allí.
Esa conversación debía de tenerles muy entretenidos.
―Ha sido muy interesante ―contestó Monique, tomando asiento junto a su marido y dándole un corto beso en los labios―. ¿Y vosotros? ¿Habéis averiguado algo?
―Sí. Por favor, tomad asiento ―nos instó Carlisle, dirigiéndose a Jacob y a mí, pues éramos los interesados.
―¿Ya? ¿Tan pronto? ―mis ojos se iluminaron y me senté en el sofá, junto a Jake.
Mis padres y mis tíos también se sentaron.
―La fórmula ha sido bastante fácil de deducir, puesto que la ecuación que nos aportasteis estaba casi concluida ―declaró Louis, jugando con sus dedos sin parar.
―O sea, que ya tenéis la fórmula ―afirmé, alegre.
―Bueno, tengo que prevenirte ―me advirtió Carlisle.
Mi sonrisa se esfumó y cogí la mano de Jacob.
―¿Prevenirme?
―Hemos terminado la ecuación y tenemos la fórmula completa ―empezó a explicar―, pero tenemos un problema respecto al asunto del antídoto.
―¿No… no hay antídoto? Pero si tenéis la fórmula…
―No he dicho que no haya antídoto ―me corrigió Carlisle.
―Entonces, ¿lo hay? ―interrogué, sonriente.
―Por favor, déjame terminar.
―Lo siento ―murmuré, ruborizada.
―Hemos encontrado un antídoto ―alzó la mano antes de que me diera tiempo a sonreír más―, pero su elaboración es muy complicada.
Bajé las cejas a modo de pregunta.
Mi abuelo y su amigo se miraron con cautela.
―La fórmula compone un veneno muy potente ―comenzó a explicar Carlisle―. Como había supuesto, este no cambia la genética del individuo en el cual ha sido inoculado, sin embargo, es lo suficientemente fuerte como para interferir en el sistema endocrino.
―El sistema endocrino es el encargado de regular, coordinar e integrar gran cantidad de procesos fisiológicos ―siguió Louis, haciendo unos efusivos gestos con las manos que provocaban que sus ricillos se movieran con soltura―. Para llevar a cabo sus funciones, el sistema endocrino se vale de hormonas, que son unas sustancias químicas producidas por las células endocrinas como respuesta a estímulos específicos. Estas hormonas son las que regulan y coordinan las funciones fisiológicas, ejerciendo sus funciones sobre las llamadas células diana. A través de la sangre o por difusión en el líquido intersticial, las hormonas llegan a las células y…
―Para, para, para ―interrumpió Jake, agitando las manos mientras fruncía el ceño con extrañeza―. No entiendo nada de nada. No sé para los demás, pero a mí me parece que estáis hablando en chino.
―Yo estoy con Jacob ―apoyó Jasper―. ¿No podéis ser más claros?
―Lo simplificaré todo lo que pueda ―Carlisle carraspeó y siguió con su exposición―. El veneno actúa directamente en el hipotálamo, que forma parte del sistema endocrino; es el encargado de controlar la secreción de la hormona del crecimiento. Como su propio nombre indica, esta hormona es la que estimula el crecimiento de tejidos y órganos durante la niñez y la adolescencia. El hipotálamo la segrega a intervalos cada dos horas, y la mayor descarga la realiza durante el sueño, es decir, aumenta mientras se duerme y disminuye durante la vigilia. La producción de la hormona del crecimiento es elevada en niños y adolescentes, y es menor en adultos. Su regulación depende, además del metabolismo, de factores hormonales y nerviosos. Y en este último es donde actúa el veneno.
»Mediante unos complejos procesos químicos, el veneno hace que el hipotálamo responda a estímulos fuertes como la furia o la ira, y esto hace que segregue más hormonas de las necesarias cuando el individuo se excita demasiado, de modo que expulsa la hormona sin intermitencia alguna y de una forma brutal. Me ahorraré la explicación, ya que son procesos muy complicados, pero esto hace que se desaten una serie de reacciones en el organismo para que crezca desmesuradamente. Cuando el contagiado se tranquiliza, el hipotálamo deja de segregar la hormona y el organismo vuelve a su estado normal por otra serie de reacciones también muy complejas. Por eso vuestros amigos se transforman en humanos gigantes al enfadarse y vuelven a ser humanos normales cuando se relajan.
―Haber empezado por ahí ―resopló Jacob.
―Ahora explica lo del antídoto ―le pedí, mordiéndome el labio inferior con preocupación.
―Hemos estudiado la fórmula del veneno a fondo ―continuó Louis―, y solo hay una sustancia que podría contrarrestar sus efectos y eliminarlo por completo. Se trata de una sustancia que se encuentra en una flor: la Drakaea Glyptodon.
―¿Draka qué? ―inquirió Jacob, otra vez frunciendo el ceño sin entender nada.
―Drakaea Glyptodon ―repitió Carlisle―. Es una flor que pertenece a la familia de las orquídeas. La sustancia se encuentra en su pulpa, lo cual ya resulta un reto por sí solo. Extraer la cantidad necesaria para la elaboración del antídoto resulta muy dificultoso, se necesitaría una buena cantidad de orquídeas para ello.
―Y no solo eso ―volvió a intervenir Louis―. Esta orquídea solamente crece en los suelos arenosos húmedos de la Australia occidental, y para complicar más las cosas, se encuentra en peligro de extinción, puesto que su forma de reproducción es muy limitada, ya que solo puede ser polinizada por un macho de avispa.
Se hizo un momento de silencio en el que todos tuvimos que pestañear ante tanto exceso de rara información.
―¿Y no hay otra flor o algo que sirva para el antídoto? ―quiso saber Jake, rompiendo ese mutismo.
―No, que sepamos ―respondió Carlisle, frunciendo sus labios con pesar al mirarme―. Seguiremos investigando para ver si podemos dar con alguna otra solución, pero no os podemos garantizar nada, lo siento.
Mis ojos bajaron a la vez que mi boca soltaba un suspiro de desánimo total. Jacob me observó y se quedó pensativo durante un instante.
―¿Cuántas orquídeas de esas se necesitarían? ―le preguntó a Carlisle acto seguido, con determinación.
Mi rostro se alzó para mirarle.
―Jacob, es muy difícil ―irrumpió papá.
―Pero no imposible, ¿verdad? ―y cuando terminó su afirmación, sus ojos regresaron para mirar a Carlisle a modo de pregunta.
―No, no es imposible ―le contestó este―, pero, como ha dicho Edward, sí muy complicado.
―¿Cuántas? ―repitió Jake.
―Puede que una docena. Una docena por cada antídoto ―matizó―. Es decir, necesitaríamos dos vacunas con el antídoto, así que ya serían veinticuatro. Eso sin contar al resto de gigantes.
―¿Es que vas a ir a Australia a buscar las orquídeas? ―inquirí, mirándole sorprendida.
―Ya sería muy difícil que encontraras tantas, pero aunque consiguieras recolectar una sola docena, sería imposible que pasaran el registro en el aeropuerto ―habló mi abuelo―. Esas flores están protegidas por el país al estar en peligro de extinción, y la policía lleva a cabo registros muy minuciosos. No es fácil esconder ni una sola orquídea como esa.
―Pero sí que es más fácil esconder las semillas ―puntualizó él con una media sonrisa.
―¿Las semillas? ―mis pestañas subieron y bajaron varias veces.
―Es una locura ―desaprobó mi padre, adelantándose a lo que ya se fraguaba en el cerebro de Jacob.
―Digo yo que esas flores producirán semillas para la reproducción, ¿no? ―respondió Jake―. Si trajera unas cuantas, se podrían plantar y…
―Sería muy complicado con la meteorología de aquí, el clima de Australia no tiene nada que ver con este ―opinó Carlisle.
―El clima de La Push es más templado ―declaró Jaco con otra media sonrisa―, y allí también tenemos suelos arenosos húmedos.
―¿Piensas poner una plantación en el jardín de tu casa? ―se rio papá al ver las ideas de mi chico.
Mi abuelo miró a Jacob como si acabara de caer en algo.
―No es tan mala idea, Edward ―discrepó él, haciendo que le cambiara el semblante a mi padre―. La primavera está a punto de comenzar, por lo que el clima en La Push será más templado. Si se cubriera la plantación, creando una especie de invernadero que mantuviese la temperatura y la humedad necesarias, esas orquídeas podrían crecer perfectamente. Solamente tendría que seguir una serie de instrucciones para su correcto mantenimiento.
―Yo me encargaré de eso ―me ofrecí, entusiasmada.
―Sí, mejor, no me imagino a Jacob cuidando unas orquídeas con esas manazas ―se burló Em.
―Mira quién va a hablar ―le replicó Jake con sarcasmo.
―En fin, si tú lo ves factible ―aceptó mi progenitor, hablando para Carlisle.
―Sí, totalmente factible ―ratificó este.
―El único inconveniente es que las plantas no darán su flor hasta la próxima primavera, por tanto, tendremos que esperar un año para obtener la sustancia que necesitamos ―nos avisó Louis.
―Supongo que esperar un año no es nada si luego puedes curarte ―opinó Jacob con una sonrisa―. Es mejor que nada, ¿no?
―Claro ―le sonreí.
―¿Y cómo piensas ir a Australia? ―quiso saber Jasper, dirigiéndose a Jacob.
―Bueno, vosotros lo podéis pagar, ¿no? ―sonrió él―. Es por una buena causa.
―Iré contigo ―afirmé, sonriendo.
―Por supuesto, preciosa, no tenía pensado separarme de ti ni un segundo ―y me dio un beso corto.
―Ni lo pienses, jovencita ―me regañó mi padre―. Tú tienes que ir al instituto. Recuerda que tienes que graduarte este año.
―Bah, pero eso no es nada para mí, lo sabes ―repliqué yo―. Enseguida cogería el ritmo de la clase.
―Eso ya lo sé, sin embargo, la dirección del instituto podría expulsarte si te ausentas demasiado tiempo ―manifestó él.
―Pero si Jake se marcha solo, no podré soportarlo… ―murmuré, apretando la mano de mi chico.
Jacob se mordió el labio con preocupación al darse cuenta también de este punto. A él también le costaría mucho estar sin mí demasiado tiempo, y ninguno de los dos soportaríamos ver preocupado al otro.
―No iréis ninguno de los dos ―intervino Emmett―. Iremos Rose y yo.
―¿Vosotros? ―interrogó Jake.
―Nosotros ya hemos estado en Australia en alguna ocasión ―desveló mi tío con una sonrisa de oreja a oreja―. Conocemos bien la zona, la cultura, el aeropuerto… En fin, que nos moveremos mucho mejor que una persona que no haya estado jamás por allí. Además, tú tienes que estar con Nessie, y también con tu manada para proteger a Helen y a Ryam.
―Es verdad ―caí, frunciendo mi boca.
―Bueno, vale, si los demás están de acuerdo, a mí me da igual ―aceptó Jake de buen grado―. El caso es conseguir esas semillas para tener esas dichosas Draka… Draka...
―Drakaea Glyptodon ―le ayudó mamá con una sonrisa.
―Eso ―asintió mi chico.
―Bien, pues ya está ―aceptó Emmett―. Nosotros nos prepararemos para partir la semana que viene, cuando ya no estéis.
―Os daré una fotografía de la orquídea para que la podáis identificar, otra de las semillas, así como la zona geográfica exacta de su ubicación y otros datos que necesitaréis ―les dijo Carlisle a mis tíos, los cuales asintieron―. Nosotros seguiremos investigando para explorar otras posibles soluciones, por si acaso esto no diera los frutos deseados ―manifestó Carlisle para concluir.
―Ya verás cuando se lo diga a Helen ―sonreí. Me giré hacia Jacob y lo abracé con alegría y orgullo, pues todo esto había sido idea suya―. Qué listo es mi chico ―aclamé mientras le daba una serie de besos cortos que él correspondió encantado, sonriéndome.
―No te emociones todavía, Renesmee ―me advirtió mi padre―. Como acaba de decir Carlisle, esto podría no resultar como quisiéramos.
―Bueno, pero todo apunta bien ―afirmó mamá―. Lo último que se puede hacer es perder la ilusión ―y me sonrió.
Papá no dijo nada, pero su gesto se torció en una mueca disconforme. Él prefería que no me hiciera ilusiones que luego fueran en vano y me llevase una desilusión. Mi padre siempre tratando de protegerme.
―¿Qué te parece si vamos afuera a jugar un poco con la nieve? ―me propuso Jake con una enorme sonrisita que me retaba a las claras.
―¡Eso ni se pregunta! ―exclamé, ya echando a correr hacia el perchero.
Jacob se rio y se levantó, mientras yo ya me estaba poniendo la parca, el gorro y los guantes a toda mecha.
Conseguí terminar antes de que él llegara a mi lado y salí por la puerta la primera a la vez que los dos nos carcajeábamos.
―¡No tardéis demasiado, que la cena enseguida estará lista! ―voceó Esme a nuestras espaldas.
Jacob cerró con un portazo y yo corrí por la nieve, alejándome unos metros de él, aunque siempre delante de la casa, pues ya era de noche y no conocíamos la zona.
―¡Te vas a enterar! ―amenacé, cogiendo nieve con las dos manos para hacer una bola grande.
―¡No tanto como tú! ―rio él, haciendo otra bola mucho mayor que la mía.
―¡No, esa es muy grande! ―protesté entre risas.
―Bueno, vale, la haré más pequeña ―consintió, tirando la mitad de su bola al suelo.
―¡Toma! ―y le lancé la mía a la cabeza antes de que terminara, riéndome con malicia.
Jacob se cayó al suelo, del fuerte impacto, y se quedó tendido sobre la nieve, boca arriba.
―¡Venga, ya, Jake! ―me reí. Pero Jacob no se movía―. Deja de tomarme el pelo, no cuela ―sin embargo, seguía sin levantarse―. Jake, me estás asustando, déjalo ya ―nada―. ¿Jake? ―mi voz se quebró.
Él continuaba tendido en el suelo por culpa de mi bolazo. Le había dado demasiado fuerte en la cabeza, y una bola de nieve era tan dura como una piedra.
―Oh, Dios ―susurré, asustada―. ¡Jake! ―grité. Me acerqué corriendo hacia él y me arrodillé a su lado―. ¡Jake! ¡Jake! ―murmuré ansiosamente mientras mis manos acariciaban su rostro.
De pronto, abrió los ojos y sonrió.
―Al final te lo creíste, ¿eh?
―Eres un idiota ―mascullé, mordiéndome el labio con rabia.
Se carcajeó y me atrapó por la cintura para tirarme a la nieve.
―¡Eres un tramposo! ―me reí, forcejeando con él.
―¡Fuiste tú la que empezaste! ―se rio, rodando conmigo por la nívea y helada superficie.
Nos carcajeamos un rato de esta guisa, hasta que los dos terminamos agotados por la pelea y nos quedamos tendidos en la nieve.
―¿Hacemos el ángel? ―sugirió―. Mira ―y comenzó a hacer aspas con los brazos y las piernas.
―A mí me sale mejor, observa.
Le imité y la nieve se fue removiendo, dibujando la silueta de un ángel sobre la superficie.
―Bah, mi ángel es más grande ―se burló.
―Pero el mío está mejor hecho.
―Ni hablar ―refutó.
Nos reímos y se hizo un silencio. Nuestros alientos salían en forma de vaho en cuanto eran exhalados por nuestras bocas.
Se giró hacia mí y me cogió de la cintura para arrimarme a él. Dio otra vuelta, llevándome con él, y me levantó para colocarme sobre su cuerpo.
―Vas a coger frío ―murmuró con su sonrisa torcida.
―¿Y tú no tienes nada de frío? ―le pregunté, apoyándome en su calentito pecho con mis brazos―. ¿Ni una gota?
―Ahora mismo la nieve que tengo debajo se está derritiendo ―reveló, ampliando su maravillosa sonrisa.
―Pero te estás mojando entero.
―No importa, ya me cambiaré después.
Su camiseta blanca estaba húmeda y se le ceñía más al cuerpo, dejando entrever cada músculo de su impresionante torso. No pude evitar acordarme de esa Jane observando a mi chico con deseo y me rechinaron algo los dientes.
Enana cínica. Resulta que la relación entre un metamorfo y un semivampiro le parecía una aberración, ¿y ahora a ella, que era un vampiro, le gustaba un hombre lobo? Era una hipócrita. Pues tenía que gustarle mucho, para tomarse las molestias de convencer a Aro y venir desde tan lejos con la excusa del regalo y la carta solo para verle.
Mis muelas volvieron a machacarse las unas contra las otras. Eso significaba que Jacob ya le gustaba demasiado. Había demostrado un interés excesivo por él. Nadie se tomaría tantas molestias solo porque alguien le pareciese atractivo. Tenía que haber algo más. Pero, ¿qué era lo que quería realmente Jane al venir aquí para verle? ¿Acaso se había vuelto loca y quería algo con Jacob? Eso estaba totalmente prohibido para ella. ¿O tal vez se conformaba solo con verle? Y Aro, ¿no había visto el verdadero propósito de Jane al ver su mente? Bueno, puede que no se la hubiese leído, ya que confiaba plenamente en ella, o puede que sí lo hubiera hecho y no viese más que una simple e inofensiva atracción, es decir, que Jacob le parecía guapo y ya está.
¡Uf! Por cada cosa que pasaba por mi cabeza, me ponía más enferma.
―¿En qué estás pensando? ―inquirió Jake al ver mi rostro ofuscado.
Tuve que respirar bien hondo para obligarme a bajar de esa oscura nube. Observé su semblante alegre y llegué a la conclusión de que no merecía la pena perder ni un segundo de mi valioso tiempo con Jacob en hablar de esa arpía.
―En nada ―le contesté, sonriendo. Eso era muy fácil de hacer teniendo esa maravillosa sonrisa suya delante―. En cosas mías.
―¿Seguro? No sé, parecías un poco enfadada ―se aseguró.
Cogí un poco de nieve con la mano y se la eché sobre la cara.
―Seguro ―me reí, apartándome de él y levantándome con rapidez.
―¡Puaj! ―se quejó, limpiándose la cara mientras se reía―. ¡Eres una tramposa! ―gritó a la vez que cogía nieve y se ponía de pie para perseguirme.
―¡No! ―me carcajeé, echando a correr.
―¡Ven aquí! ―voceó, lanzándome la bola.
La esquivé gracias a mis rápidos reflejos y me metí entre los primeros árboles del bosque, aunque sin internarme más adentro. Jacob me persiguió mientras corríamos en zigzag entre los troncos de esos enormes pinos y nos lanzábamos bolas el uno al otro. Algunas conseguían dar en la diana y otras se estampaban contra los troncos.
―¡Para! ―grité, riéndome, sin dejar de correr.
―¡Pues detente!
―¡Ni lo sueñes!
―¡Ahora verás!
Aceleró y, en dos segundos, sus piernas consiguieron alcanzarme, poniéndose justo a mis espaldas. Me cogió por detrás, rodeando mi cintura con sus brazos, y aprovechando la misma inercia de la carrera, me levantó del suelo y giró sobre sí mismo conmigo colgando mientras ambos nos moríamos de la risa.
―Te atrape, Caperucita ―me dijo.
Cuando me dejó en el suelo y me di la vuelta hacia él, nos tambaleamos y mi espalda se estampó en uno de los troncos que nos rodeaban. Su cuerpo chocó contra el mío y su rostro también se pegó a mi cara. Nuestras risas se apagaron poco a poco cuando nuestros ojos se encontraron; había fuego en ellos. El aliento que salía por nuestras bocas y que antes era fruto de las risas, ahora salía agitado, ansioso. Me quité los guantes, dejándolos caer en el suelo, y me dejé llevar por esa energía que ya empezaba a emanar de nosotros.
Su boca también se abalanzó a la mía entre jadeos, ambas empezaron a moverse frenéticamente, apasionadas, y mis manos se metieron entre su pelo mojado para pegarle más a mí. Las suyas se aferraron a mis caderas con ansia. Sabíamos que no podíamos pasar de ahí, pero controlar el deseo que sentíamos el uno hacia el otro era demasiado difícil como para resistir esto. Al menos, podíamos besarnos.
Mis manos cambiaron de objetivo y bajaron para meterse por debajo de su camiseta. Las deslicé lentamente, sintiendo la tórrida piel de su ancha y portentosa espalda. Esta estaba húmeda, pero estaba muy caliente, mis palmas enseguida se caldearon. Las moví por sus costados y finalmente terminaron en su torso, acariciando su enorme pecho con deseo.
Ahora todo mi cuerpo ardía.
Su lengua y la mía comenzaron a jugar; la suya estaba ardiente, como su más que agitado aliento, que se mezclaba con el mío con ansiedad, y era dulce, sabía extremadamente bien.
Jacob consiguió desabrochar los botones de mi parca y la abrió ligeramente, lo justo para poder colar su mano y meterla por debajo de mi jersey. Me estremecí al notar su tórrida caricia subiendo por mi vientre y deslizándose por mi estómago, y mis jadeos se intensificaron. Hasta que llegó a mi pecho. Entonces ya no pude evitar dejar de besarle para proferir un gemido sordo en sus labios. Mientras su mano se deslizaba por mi pecho y este se movía en consonancia, mi lengua pasó a saborear sus suaves labios lentamente, repasándolos bien.
Despegó las manos de mi pecho y las llevó al botón de mi pantalón para abrirlo. Me pegó a él con un movimiento enérgico, tomándome por mi espalda más baja, y mi garganta emitió otro gemido sordo a la vez que mis manos regresaban a su espalda y a su nuca. Nuestros labios volvieron a besarse con pasión durante un instante, y luego se quedaron quietos de nuevo, tocándose otra vez, mientras el vaho que salía por nuestras bocas se mezclaba con más que pasión. Mis dedos se aferraron a su escurridizo pelo con fervor, preparándome para el placer que iba a sentir. Su mano se metió por la abertura de mi pantalón y sus dedos empezaron a abrirse paso por mi ropa interior, haciendo que mi cuerpo ya comenzase a estremecerse sin control y que mi aliento se volviese loco.
―¡Renesmee! ¡Jacob! ―gritó mi padre de repente para llamarnos, provocando que los dos nos sobresaltáramos y que mi novio dejara mi ropa interior súbitamente―. ¡La cena ya está lista!
―Qué oportuno, ¿no? ―se quejó Jake.
Gemí de dolor, apoyando mi frente en su pecho, y lo abracé con fuerza.
―¡Renesmee! ¡Jacob! ―repitió papá, imitando una voz alegre que no se creía ni él.
―En fin, habrá que ir ―suspiré a regañadientes, separándome de Jake.
Me abroché el pantalón y la parca, haciendo un poco de tiempo mientras Jacob se recomponía, recogí mis guantes y después le tomé de la mano para dirigirnos a la casa.
Mi progenitor nos esperaba en la puerta con una sonrisita maléfica.
―Mírale cómo se ríe ―murmuró Jake entre dientes, de la que llegábamos.
La sonrisa de mi padre se ensanchó.
―¿He interrumpido algo? ―insinuó cuando llegamos.
―No, qué va ―sonrió mi chico con cinismo.
―Bien, me alegro ―declaró mi padre con voz amenazante, dándole una palmada en el hombro de la que posaba su brazo.
―Papá ―le regañé.
No fui la única, en cuanto mi padre abrió la puerta para entrar en la casa, mamá le esperaba con los brazos cruzados. Mi padre soltó a Jacob automáticamente. Mi madre le echó una regañina con la mirada y yo me desabrigué, colgándolo todo en el perchero.
―La cena ya casi está lista ―nos reveló Esme, corriendo hacia la cocina.
―¿No decías que ya estaba? ―le echó en cara Jacob a mi padre, mirándole enfadado.
―Casi ―sonrió este.
Mi madre volvió a regañarle con los ojos y papá carraspeó.
―Ya ―protestó mi chico―. En fin, voy a cambiarme y bajo ahora ―me anunció, dándome un beso corto.
―Vale, te esperamos en el salón.
―Vale ―dijo, trotando hacia la puerta que comunicaba con la vivienda de mis padres.
Y acto seguido mis padres y yo nos fuimos al salón para esperarle, donde ya estaban todos sentados a la mesa para observar el espectáculo de vernos cenar.


6 comentarios:

  1. Hola a todos!!! Soy JACOB&NESSIE!

    Aqui os dejo otro capi, espero que os guste ^^

    Muchas gracias a ti, Alecita!!!!

    BESITOS!!!

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  2. Me encanto, enserio escribes genial.
    Besos. Ya estoy deseando el siguiente capitulo =)

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  3. mejoe capi segui ...de andres

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  4. Soy JACOB&NESSIE ^^

    Actualizo martes, jueves y sabados, para que lo sepais ;)

    Besos a todos y gracias por leerme!!!!

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  5. aaaww me encantaa!
    que inoportuno Edward! jaja
    lindisimooo el capitulo!
    sigue publicandoo porfaa!
    Besos =)

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  6. WUAUUUUU ha estado super este capi como siempre tu escribes genial la verdad ya quiero el siguiente capi no se que hacer de los nervios jajajajja sigue asi no dejes de escribir please

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