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martes, 14 de junio de 2011

NUEVA ERA. CAPITULO 11: OTRA PREOCUPACION

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NUEVA ERA (Continuacion de "DESPERTAR")
Para leer este fic, primero tienes que leer el anterior "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog. Si no, no te enteraras de nada XDD

CAPITULOS:

2. SAGRADOS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-2-sagrados.html
3. PRACTICAS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-3-practicas.html
4. HELEN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-4-helen.html
5. ANIVERSARIO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-5-aniversario.html
6. EXCURSION: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-6-excursion.html
7. ENCUENTRO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-7-encuentro.html
8. RYAM: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-8-ryam.html
9. MAL PRESAGIO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-9-mal-presagio.html
10. ENTREGA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-10-entrega.html



OTRA
PREOCUPACIÓN

Las amenazantes nubes, ayudadas por el viento templado de este inestable final de febrero, habían empezado a formar un denso mantón en el cielo, cubriéndolo como si de una lona de algodón gris se tratase. El horizonte lejano, todavía azulado, era el único vestigio de que el presente día había sido más o menos despejado. Hasta ahora.
Accioné los limpiaparabrisas cuando las nubes se cansaron de alargar la tregua y unos goterones enormes comenzaron a estamparse contra el cristal de mi coche. Como venía sucediendo en este mes, el astro rey no quiso quedarse atrás y también hizo su particular aparición. Un halo de sol consiguió abrirse paso entre las nubes y me apuntó justo a la cara, iluminándome como si de un foco se tratase y deslumbrando a mis pobres ojos. Bajé el parasol, y cuando mis pupilas se recuperaron y los puntitos desaparecieron, pude disfrutar del extraño pero hermoso paisaje que se abría paso ante mí.
Las copas de los árboles que bordeaban la carretera de La Push eran agitadas con virulencia por las ráfagas del fuerte aire de hoy, y también se veían hojas volando. La mezcla de lluvia y sol hizo aparecer un arco iris a lo lejos, era tan nítido, que se distinguía a la perfección todo su abanico cromático.
El viento azotaba de frente a mi Ford Festiva del 90, obligándole a ir contra corriente, sin embargo, y aunque mi coche era pequeño y las ráfagas racheadas, potentes, mi vehículo tiraba como un auténtico bólido.
Hacía poco que Jake y yo le habíamos puesto el estéreo a mi forito, por eso no me había acordado de encenderlo antes. Cuando llevas un tiempo conduciendo un coche sin música ni sonido alguno, parece que te acabas acostumbrando un poco. Pero ahora ya tenía estéreo, así que lo encendí y puse la radio.
Mientras el hombre de las noticias hacía su trabajo, llegué al final de la carretera de La Push y salí a la de Forks. Las nubes volvieron a dar una tregua y la lluvia cesó, así que desactivé los limpiaparabrisas. El arco iris desapareció con ella y el horizonte volvió a quedar en blanco y negro. El locutor radiofónico empezó a dar una noticia que me llamó un poquito más la atención y subí el volumen.
[…] La población de Sequim se encuentra realmente conmocionada por esta desaparición, ya que la chica era muy conocida en el pueblo y ya van siendo dos las desapariciones en esta localidad. La joven Hilari Sheffer desapareció el pasado viernes después de regresar de una fiesta. Perros policiales de los equipos especiales de búsqueda han encontrado su rastro en el Parque Estatal de la Bahía de Sequim, sin embargo, esa búsqueda ha concluido sin éxito. La policía está investigando su entorno más…
Mi pie pisó el freno súbitamente y el coche se paró tan en seco, que casi me ahogo con el cinturón de seguridad, del tirón. Todavía aturdida por tener que salir disparada de mi concentrada escucha y con el susto en el cuerpo, vi cómo el mapache culpable de esa reacción terminó de cruzar la calzada a toda velocidad.
Cuando mi corazón volvió a latir a su ritmo normal, apagué el motor y lo arranqué de nuevo, ya que, del frenazo, se me había calado. Inicié la marcha y puse atención otra vez al locutor de radio.
Demasiado tarde.
Dime, Mike, ¿crees que este año los Lakers volverán a conseguir ese precioso anillo una vez más?
No solo lo creo, Rob, sino que apuesto lo que quieras a que Kobe Bryant va a tener que montar una escuela para enseñar a unos cuantos profesionales de la NBA lo que es jugar de verdad.
Bueno, está haciendo una temporada estupenda, Mike, pero no sé si eso que dices…
―Te lo aseguro, Rob.
―No sé, Mike.
―En serio, Rob.
Click. Y cambié a modo CD para poner algo de música.
Esa canción de 30 seconds to mars hizo que me sumergiera en mis pensamientos con más facilidad. Unos pensamientos que llenaron mi cabeza de preocupación y tristeza, puesto que lo primero que vino a mi mente fueron los gigantes que estaba creando Razvan. Ya había perdido la cuenta de los desaparecidos, pero con cada nueva noticia a este respecto, todo mi ser se llenaba de escalofríos. Cada vez estábamos más seguros de que todo ese asunto de las desapariciones tenía que ver con Razvan y sus extrañas intenciones. Y ni siquiera podíamos hacer nada para impedirlo, porque, como yo misma le había dicho a Helen, no se podía saber a quién iban a transformar Razvan y los suyos, eso añadiendo que los propios gigantes podían ser los causantes de otros contagios, y, por lo tanto, desapariciones. El hecho de que los gigantes pasaran prácticamente desapercibidos en su forma humana, complicaba mucho las cosas. No sabía cómo Razvan conseguía dominarles y esconderles, pero estaba claro que tenía que tener alguna forma de hacerlo. Eso hacía que me rechinasen los dientes. Tampoco entendía cómo es que los Vulturis no habían actuado aún para detener todo esto. Puede que no se hubiesen enterado todavía, o tal vez ya lo sabían, por lo que no tardarían mucho en reaccionar. Como fuere, todo llevaba a un único punto: problemas.
No pude evitar pensar en Helen y en Ryam. Si esas ecuaciones constituían las fórmulas del veneno que había contagiado a Ryam, Carlisle y Louis podrían encontrar el antídoto para curarles, y tal vez para curar a esas otras personas, aunque eso iba a ser más difícil, puesto que primero habría que encontrarlas y después terminar con Razvan y sus secuaces. Y, bueno, si es que tenía curación, porque a lo mejor nos estábamos haciendo demasiadas ilusiones y después resultaba que no había remedio.
Miré a ambos lados de la carretera. No se podía ver nada entre todos aquellos árboles, pero sabía que Jake había mandado algún lobo para escoltarme todo el camino. No solo Helen estaba bien protegida, a Jacob no le había gustado nada la forma en la que Razvan me había mirado en aquel encontronazo del bosque, por lo que siempre que salía sola me tenía vigilada. La verdad es que no me molestaba nada, ya que apenas se notaba la presencia de esos enormes y peludos guardaespaldas, tan solo su olor cuando salía al exterior, pero no interferían en mis asuntos en absoluto.
Tampoco pude hacer nada contra esa imagen que se plantó en mi cerebro de la carpeta azul. La manada llevaba una semana encargándose de custodiar dicha carpeta, y La Push parecía un verdadero fortín, hasta los vampiros nómadas tenían problemas para entrar en ese territorio, y los pocos que lo conseguían, eran interceptados enseguida por el resto de lobos que permanecían dentro y que eran avisados instantáneamente por los que vigilaban los límites fronterizos. Eso sí, para conseguir tanta efectividad, toda la manada al completo estaba trabajando de sol a sol, haciendo turnos dobles, casi sin descanso. Se relevaban los unos a los otros en los distintos cargos, que consistían en vigilar La Push, custodiar los documentos y proteger a Helen, y a mí cuando salía sola de la tribu. Así que, como ya tenían bastante con lo que tenían, esto último procuraba no hacerlo mucho, para no hacer que los pobrecitos trabajasen más.
Lo raro era que Razvan y los suyos no hubiesen aparecido todavía por aquí para recuperar esos documentos. Puede que estuviesen esperando a que la manada bajase la guardia o algo, o puede que aún no se hubiesen dado cuenta de que esos papeles faltaban. Sin embargo, en cuanto se dieran cuenta, vendrían por aquí, seguro. Gracias a Dios, solamente quedaba una semana para que nos marcháramos a Anchorage y llevásemos esa dichosa carpeta, y la manada podría volver a su rutina de siempre, si bien tenían que seguir protegiendo a Helen, pero eso no suponía el esfuerzo que estaban haciendo ahora. Aunque, pensándolo bien, que mi familia se viese involucrada también en ese peligro…
Agité mi cabeza y procuré pensar en cosas más agradables. No fue muy difícil encontrar el tema, y, por supuesto, relacionado con Jake.
Mi labio se había curvado hacia arriba solo de pensar en su nombre, pero se elevó todavía más cuando pensé en nuestra luna de miel. Y hablaba de la luna de miel de verdad. Tenía unas ganas tremendas de que pasase mi graduación y llegase el 18 de junio para convertirme en Renesmee Carlie Black de una vez por todas, de que hiciéramos ese deseado viaje a Santa Lucía por fin.
Mi familia iba a venir desde Alaska para mi graduación, y ahora solo quedaba que Jake lo arreglara todo para que pudieran asistir a nuestra boda a la semana siguiente. Eso no parecía importarle demasiado a papá, que confiaba plenamente en la labia y el carisma que derrochaba Jacob. Desde que le habíamos dado la noticia en septiembre, estaba pletórico, y ansioso porque su hija ya no viviera más en pecado. Aunque no era el único. Mi madre casi estaba más nerviosa que yo a medida que se acercaba la fecha, y eso que todavía quedaban tres meses y medio.
Tanto me interné en mis pensamientos, que cuando me quise dar cuenta, ya había llegado a mi destino. Estacioné el vehículo frente a la casa de Charlie, cogí la bolsa del asiento del copiloto y me bajé del coche.
Una ráfaga de aire enseguida le dio un manotazo a mi pelo y este se azotó contra mi cara, tapándome algo la visión. Intenté despejarme el rostro, pero por más que apartaba el cabello, el viento volvía a ponerlo por delante de mis ojos. En ese momento me arrepentí de no haberme hecho una coleta. Lo dejé por imposible y caminé casi a ciegas entre esa revolución de pelos.
Mientras caminaba, escuché una conversación que venía del porche. La maraña de mechones me dejó ver algo y vi que Charlie hablaba con una mujer. Por fin, conseguí llegar al porche, y justo cuando lo hice, otra ráfaga despejó mi rostro al llevar todo mi pelo hacia atrás.
Yo sentí alivio, pero Charlie pareció ponerse pálido cuando me vio aparecer frente a sus narices. La conversación que tenía con esa mujer parece ser que lo tenía muy distraído y mi presencia le había tomado por sorpresa. Aunque lo que más me extrañó fue la reacción de ella. Sus ojos se abrieron como platos y su rostro se tornó al desconcierto total. Parecía que le hubiese dado un shock.
―Hola, ab…
―¡Hola, Nessie! ―me cortó él con nerviosismo―. ¿Qué… qué haces aquí?
―Vengo a traerte esto de parte de Sue ―y le entregué la bolsa con los herméticos llenos de comida que esta me había dado esa mañana para que se los trajera.
―Ah, qué amable. Gracias.
―¿Quién es? ―preguntó la mujer, estudiándome frenéticamente con esa mirada de antes.
―Es Ren… Nessie ―rectificó Charlie―, Nessie Clearwater, la sobrina de Sue ―respondió con rapidez y con ansiedad evidente.
Las dos giramos los rostros para mirarle. Yo frunciendo el ceño con extrañeza, ella mirándole como si la estuviese tomando el pelo.
―Es… adoptada ―siguió, secándose el sudor de la frente con la manga de su camisa de policía.
¿Qué estaba pasando? ¿Acaso me había perdido algo?
La mujer volvió su cara hacia mí de nuevo y siguió su exploración facial, entrecerrando sus azules ojos.
―Perdona, es que me recuerdas tanto a una persona… ―dijo la mujer finalmente, mordiéndose el labio―. A dos, en realidad…
―Ella es Renée Dwyer, mi ex-mujer ―habló Charlie casi entre dientes, haciéndome un gesto con los ojos para ver si yo pillaba el porqué de todo este teatro de una vez.
¿Qué? ¿Renée? ¿La famosa Renée? ¿Mi… mi abuela?
Una descarga de alegría empezó a extenderse por todo mi cuerpo, ya que por fin la conocía, sin embargo, pronto se disipó. Porque ella no sabía de mi existencia, por supuesto, y no podía saber nada, tenía que seguir siendo de ese modo.
―Vaya, qué maleducada soy ―intervino ella―. Ni siquiera me había presentado.
―No importa ―le contesté con una sonrisa. Ella pareció quedarse engatusada―. Así que tú eres… la madre de Bella.
Sus ojos volvieron a abrirse como platos, aunque esta vez había un matiz de desasosiego en ellos que se percibía a las claras.
―¿La conoces?
―Sí. Bueno, Jake me ha hablado de ella en alguna ocasión ―mentí; no me quedó otro remedio.
―¿Recuerdas a Jacob Black? ―le preguntó Charlie, todavía sudando la gota gorda.
―Claro, cómo iba a olvidarle. Era el mejor amigo de Bells, antes de que se casara con Edward ―el final de la frase estaba cargado de un resentimiento que me chocó un poco.
―Pues Nessie es la prometida de Jake. Se casan el próximo 18 de junio, en La Push ―le anunció él sin poder evitar que se le escapara una sonrisilla tonta de orgullo y satisfacción que a poco más, y decía a gritos que yo era su nieta.
Carraspeé para que recuperase la compostura, y así lo hizo.
―Oh, vaya, enhorabuena ―exclamó Renée con alegría.
―Gracias ―respondí con otra sonrisa bobalicona.
―No te imaginas lo que me alegro por Jacob. Siempre me ha parecido un chico estupendo.
―Sí, lo es ―y volví a sonreír.
Las pupilas de Renée empezaron a oscilar de mis ojos a los de mi abuelo, estudiándome al igual que antes. Yo sabía lo que estaban viendo. Estaban viendo mis ojos en los de Charlie, y, por tanto, los ojos de mi madre.
―Bueno, tengo que irme ―dije, antes de que encontrara las demás semejanzas, en este caso con mi padre.
―Claro. Dile a Sue que iré mañana por allí ―me pidió Charlie.
―Sí, no te preocupes. Bueno, Renée, encantada de conocerte.
―Igualmente, Nessie.
Sus ojos seguían escudriñándome, así que me di la vuelta y comencé a caminar hacia el coche.
―Entra en casa, ¿no quieres tomar nada? ―escuché que le decía Charlie mientras abría la puerta de su domicilio.
―La verdad es que no me apetece, gracias. Estoy muy preocupada por ella, Charlie, te lo digo en serio…
Y la puerta se cerró.
No lo pude evitar. Esas palabras hicieron que me girase de nuevo y me quedase observando la edificación mientras me mordía el labio, pensando, y los pelos se me arrebujaban otra vez en la cara.
¿Esa frase se referiría a mi madre? Sí, eso tenía que ser, ¿por quién iba a estar preocupada Renée? Aun así, tenía que cerciorarme.
Seguí mi impulso y corrí hacia la casa.
Aunque el viento aullaba en él, mi oído medio vampiro no me engañaba, estaban en la sala de estar. La conversación se oída clara y limpia.
―Tienes que hacer algo. Tú eres jefe de policía, algo podrás hacer.
―Mi jurisdicción no alcanza tanto, Renée, lo sabes.
―¿Y no puedes investigar por tu cuenta? ―le replicó ella, un tanto indignada―. Por el amor de Dios, es tu hija.
―Ya lo sé ―bufó él; debía de estar sudando la gota gorda otra vez―. Pero es mayor de edad y está casada, legalmente no podemos hacer nada. Además, tampoco está desaparecida, hablas con ella todos los días, ¿no es así?
―¿Me tomas el pelo? Hace más de siete años que no veo a nuestra hija ―protestó―. Tengo que reconocer que Edward parece muy amable, educado y correcto, pero desde que se casó con él no he vuelto a verla ―su voz se tornó con un cierto resentimiento hacia mi padre que me dolió un poco―. No sé dónde está, ni dónde vive, ella siempre evita el tema, siempre me pone excusas para no venir a verme o para que yo no vaya a verla a ella. No la veo ni en el Día de Acción de Gracias. Lo único que sé es que ha vuelto a los estudios, aunque no sé en qué universidad estudia, ni qué, ni nada. Ni siquiera sé el aspecto que tiene ahora, porque no pone la dichosa Webcam cuando chateamos. No sé, Charlie, esto es muy raro. Creo que está metida en una secta o algo así.
―¡Por Dios, mujer! ―exclamó él, riéndose como quitándole importancia―. Creo que estás exagerando. Bella se ha casado y ahora vive su vida.
―Hablo en serio, Charlie ―Renée parecía ofendida―. Si ella fuera una alocada como yo, no le daría tanta importancia, pero Bella siempre ha sido muy responsable. Y te digo que aquí pasa algo raro. ¿Por qué te crees que he venido hasta aquí? Quiero que lo investigues. Si no lo haces tú, contrataré un detective privado.
¡Uf! Eso iba a ser peor.
―Está bien, está bien ―accedió él a regañadientes, seguramente pensando lo mismo que yo―. Veré lo que puedo hacer, aunque no te garantizo nada, ya te he dicho que no tengo jurisdicción para esto, y, además, sigo diciendo que estás exagerando.
―Perdóname por ponerme así. Es que la echo tanto de menos.
―Lo sé, yo también. Pero seguro que esto es una tontería que se solucionará hablándolo con ella, ya lo verás.
―Y esa chica…, Nessie, ¿no te parece que se da un aire a Bella?
¡Ups!
―No. Yo no le veo el parecido, no le veo parecido ninguno, nada de parecido ―negó Charlie, atropellando las palabras.
―Pues a mí me ha dado un vuelco el corazón cuando la he visto ―reconoció Renée con un murmullo―. Ya no sé si es obsesión mía, pero se me parecía a los dos. A Bella y a Edward…
―¡Qué cosas tienes! ―mi abuelo se volvió a reír con esa risa nerviosa de antes―. ¡Siempre has tenido mucha imaginación! ¡No cambiarás nunca!
―Era realmente preciosa, parecía un ángel, un ángel de verdad ―murmuró ella con un aire maravillado―. Desde luego, Jacob tiene muy buen gusto.
―Sí, y además es una chica maravillosa ―siguió Charlie―. No te imaginas el bien que le ha hecho a Jake.
Vaya, empezaba a ponerme roja y todo.
―Jacob era perfecto para Bella, qué pena ―declaró Renée con un suspiro.
No. Jacob es perfecto para mí, solo para mí, pensó mi mente automáticamente.
―Edward es un gran chico, también ―defendió él―. Y es un buen marido, de verdad, Renée, créeme.
―No sé. A veces creo que es Edward el culpable de que no nos veamos. Bella siempre ha parecido un satélite de él ―otra vez su voz sonó con resquemor.
Si ella supiera que Jake y yo éramos un satélite el uno del otro, casi literalmente…
―Pues te aseguro que no es así. Edward es el mejor marido que Bella pudo encontrar, y él la adora, en serio, a mí me parece que el satélite es él.
Se hizo un silencio corto.
―Creo que voy a hacerme una tila ―dijo ella.
―No, no te levantes. Espera, ya te la preparo yo.
―Ni hablar. Te conozco, y sé que vas a poner la cocina patas arriba solamente para calentar el agua.
―Bueno, como quieras. La tila está en el segundo cajón. No, en el tercero. O era en el armario…
―Deja, ya la busco yo…
Y sus pasos se oyeron dirigiéndose a la cocina.
Me despegué de la pared y caminé medio en puntillas hacia mi coche. En cuanto me monté, arranqué el motor y salí despacio para que el vehículo hiciera el menor ruido posible.
Me pasé todo el viaje de vuelta a La Push con una sensación agridulce embarullándome la cabeza. Estaba contenta de haberla conocido por fin, aunque fuera de esta forma tan estrambótica y extraña en la que ella seguía sin saber que yo en realidad era su nieta, pero no podía negar que ahora me había quedado muy intranquila.
Renée estaba buscando a mi madre, y sin duda esta última vendría volando hasta aquí para reencontrarse con ella, si pudiera. Y ese era el problema, que no podía hacerlo, por eso le daba largas y mantenía el secreto como podía. Ahora bien, ¿debería decirle yo que Renée había venido hasta aquí para investigar? Porque, claro, si se lo contaba, mamá iba a preocuparse muchísimo, como es lógico, por su secreto y por la propia Renée. Hacía poco que por fin había salido de esa turbación que la había tenido tan martirizada, y decirle esto ahora… Pero, por otro lado, también tenía que saberlo, ¿no? Y Charlie seguro que se lo decía. ¿O no? Empecé a hacerme un lío, ya no sabía qué hacer, si decírselo, esperar a ver qué hacía Charlie, a ver qué pasaba, si llamarla ya para que le dijera a Charlie qué hacer…
Después de pasarme el trayecto de esta guisa, llegué a La Push. No hacía falta que los viera, sabía que en cuanto traspasara el límite fronterizo, mis particulares guardaespaldas ya podrían marcharse tranquilamente para seguir con otro trabajo, puesto que no había sitio más protegido de vampiros ahora mismo que La Push.
Como Jake no iba a llegar a casa hasta más tarde, paré primero en casa de Billy para hacerle una visita.
No estuve demasiado. Billy trató de impedirlo por todos los medios, pero no le hice caso, insistí en hacerle la cena y lo conseguí. Nunca pensé lo mucho que me iba a gustar cocinar, y se me daba bien, la verdad. Se la dejé preparada para que solamente la tuviera que calentar en el microondas, con los consecuentes numerosos agradecimientos de Billy, y al cabo de una hora me marché.
Me llevé una sorpresa cuando aparqué y vi luz en casa, puesto que no esperaba que Jake hubiera vuelto tan pronto. En cuanto apagué el motor de mi forito, me apeé a toda prisa y corrí hacia la vivienda.
―Jake, ya estoy en casa ―anuncié, alegre, tirando las llaves en el recibidor de la entrada al tiempo que cerraba la puerta.
No me dio tiempo ni de avanzar un paso más. Jacob apareció en un santiamén del salón con una sonrisa enorme y, de tres zancadas rapidísimas, llegó hasta mí para estrecharme entre sus brazos.
No fui la única, él también inspiró mi efluvio profundamente, luego me separó con delicadeza y pegó su rostro al mío.
―Hola, preciosa ―murmuró con su sonrisa torcida mientras ya acercaba sus labios a los míos.
Tampoco pude decirle hola, su boca me lo impidió cuando comenzó a entrelazarse con la mía con real entusiasmo. Sí, yo también le había echado muchísimo de menos. Metí los dedos entre su corto pelo y lo pegué tanto a mí, que de mi propio empuje mi espalda chocó con la puerta y su cuerpo se quedó casi fundido con el mío.
Si el Cielo existía, tenía que ser lo más parecido a esto.
Pude recuperar la cordura y volver a dominar a mi millón de mariposas cuando ese larguísimo e intenso beso terminó y la energía que fluía a nuestro alrededor se disipó lo suficiente. Tomé aire para que mi corazón bombease a su ritmo de siempre y mi aliento saliera a su velocidad normal.
―Hola ―conseguí susurrar después de todo ese proceso que ya era tan habitual.
Jacob sonrió. Me cogió de la mano y nos despegamos de la puerta para ir hacia el salón.
―¿Qué tal el día? ―le pregunté de camino―. ¿Habéis aniquilado a muchos vampiros hoy?
―Nah, a pocos. Hoy hubo poca acción ―suspiró como decepcionado.
―Ya me extrañaba a mí que hubieses llegado a casa tan pronto ―reí.
Jacob dejó caer su trasero en el sofá y dio unas palmaditas sobre sus pantorrillas con una sonrisa enorme para que yo lo hiciera ahí. Dicho y hecho. Me senté de frente, sobre él, y rodeé su cuello con mis brazos. Su sonrisa se ensanchó aún más cuando me arrimé bien a su cómodo y calentito cuerpo, y sus manos se adueñaron de mi espalda.
―Así que tuvisteis poca caza, ¿eh?
―Hoy no llegaban ni a doce. Los chupasangres cada vez se están volviendo más aburridos ―volvió a suspirar.
―A lo mejor es que también es domingo para los vampiros nómadas ―bromeé.
―Bah, y dice tu tía la Barbie que buscan emociones fuertes. Son unos muermos. Encima que eran pocos, unos cuantos se dieron el piro enseguida y nos estropearon la fiesta.
―Bueno, es que si ya impresiona ver a un montón de lobos tan grandes como caballos, imagínate ver a uno que es más que colosal y que encima tiene poder espiritual ―manifesté con una sonrisa orgullosa, pasándole mis dedos por el pelo.
―Entonces, ¿a qué vienen? ―criticó, riéndose.
Acerqué mi rostro hasta que mi frente tocó la suya.
―Vienen a ver al impresionante Gran Lobo ―murmuré―, y cuando ven lo impresionante que es, se les quitan las ganas de luchar y se van.
―Pues vaya unos blandengues ―consiguió susurrar, antes de que mi boca le interrumpiera.
Comenzamos a entrelazar nuestros labios con suavidad y calma, rozándolos una y otra vez, de arriba abajo, de abajo arriba… Se deslizaban casi con autonomía propia, sabiendo en todo momento cómo tenían que hacerlo, qué tempo tenían que usar, en qué momento tenían que dejar actuar a los labios del otro… Podía notar cómo nos acariciaba esa energía mágica y espiritual de siempre, cómo nos envolvía y nos incitaba a seguir, y cómo las cosquillas de mi estómago crecían y crecían y crecían...
Mientras nuestros labios y nuestros alientos se mezclaban lentamente, sus manos se metieron por debajo de mi ropa para acariciar mi espalda igual de despacio. Me estremecí al notar esos ardientes tactos en mi piel, al sentir cómo su abrasador aliento conseguía abrirse paso por mi garganta para caldear todo mi cuerpo, y mi boca dejó escapar un estimulado jadeo. Sus manos eran grandes, pero tan suaves y delicadas, que aunque la epidermis de mi espalda era bien abarcada por ellas, casi seguía sabiéndome a poco.
El tiempo pareció pararse para nosotros, aunque el reloj siguió marcando los minutos. Lo sé porque cuando fuimos capaces de dejar de besarnos, la luz del día ya no entraba por la ventana. Tuvimos que esperar un buen rato para recuperar el aliento y para dejar que la energía se disipara del todo, aunque le costaba. Le costaba porque nuestros rostros no querían separarse, y si no lo hacían, esa fuerza atrayente no dejaría de fluir nunca y nuestros labios terminarían unidos de nuevo, y estaríamos así para siempre. Para siempre sonaba demasiado bien, su boca me atraía mucho más que su dulce sangre y era casi imposible resistirme a ella…
Pero también me apetecía charlar con él, ya que casi no le había visto en todo el día. Me obligué a olvidarme de ese para siempre, aunque solo de momento, y conseguí despegar mi cara de la suya para recostarme sobre su cómodo y calentito pecho y apoyarla en su hombro. Así sería más fácil que la energía se disipase. Giré un poco el rostro hacia su clavícula e inspiré su maravilloso efluvio con ganas. Luego, volví a girar el semblante y pegué mi frente a su cuello con la felicidad rebosándome por todos sitios. El saloncito estaba a oscuras, pero yo refulgía, seguro.
Jake sacó sus manos de debajo de mi ropa y me abrazó con fuerza, estrechándome entre sus brazos. Después entré en trance cuando comenzó a pasar sus dedos entre mi melena para peinarme como solo él sabía hacerlo. Si fuera una gatita, ya llevaría un buen rato ronroneando. Esto ya era el paraíso.
Su ronca voz me hizo regresar al planeta Tierra.
―Tengo una buena noticia ―murmuró con voz alegre.
No me quedó más remedio que dejar ese rincón tan estupendo para mirarle, aunque, claro, con eso que tenía delante tampoco es que me costara mucho. Aunque había poca luz.
Antes de que me diese tiempo a pedirle que prendiera la lámpara de pie, que quedaba a su lado, Jake se estiró un poco y la encendió. No me extrañé de esto, él siempre parecía que me leía la mente.
Volvió a su posición y, entonces, le pregunté.
―¿Qué noticia?
―Ya he arreglado lo del perímetro ―me reveló con una sonrisa enorme.
―¡Jake, es genial! ―exclamé con alegría, abrazándole.
Jacob se rio con satisfacción. Me separé de él y le di unos cuantos y efusivos besos cortos que él correspondió de buena gana, hasta que también me forcé a parar.
―¿Y cuánto abarca? ―quise saber, sonriéndole.
―Bueno, no mucho, pero es mejor que nada. Verás ―y metió sus manos entre nosotros para empezar a gesticular―, el perímetro abarca todo el jardín de nuestra casa hasta los árboles que lo rodean y la línea que lo separa con la playa. Y también ese sendero que va desde el límite fronterizo fijado en el otro tratado hasta la parte posterior de casa, así que podrán pasar por ahí sin problemas y entrar aquí cuando quieran ―sonrió, y sus manos regresaron a mi cintura―. El tratado ha sido modificado y ya es vigente desde hoy.
Le sonreí con ganas y volví a abrazarle y a besarle, otra vez, forzándome a parar.
―Me muero de ganas de decírselo ―afirmé, separándome un poco de él para verle el rostro.
―Pues también tendrás que decirles otra cosa ―anunció con otra gran sonrisa.
―¿Hay más? ―me reí.
―Sí. También he arreglado lo de la boda ―mi cara empezó a iluminarse conforme él hablaba―. Tu familia podrá estar presente en la ceremonia y en el convite, aunque, bueno, no creo que podamos poner sangre en el menú ―bromeó.
Mis brazos volvieron a engancharse en su cuello y esta vez le di un beso mucho más efusivo y largo que me costó terminar el triple, tanto, que tuve que tomar una buena bocanada de aire para recomponerme, aunque él tuvo que hacer lo mismo.
―Eres increíble ―murmuré, frotando su frente con la mía.
―Te prometí que al final estarían en nuestra boda y que tu padre te llevaría al altar ―sonrió, metiéndome el pelo detrás de las orejas―. Y yo siempre cumplo mis promesas.
―Y yo te repito que eres increíble.
―Quiero que ese día sea perfecto para los dos ―afirmó con un murmullo mientras acariciaba mi mejilla con sus nudillos.
―Sé que iba a serlo igualmente aunque ellos no pudieran venir, porque en cuanto te viera esperándome en el altar me olvidaría de todo lo demás y sería la mujer más feliz del mundo ―aseguré sin un atisbo de duda―. Pero…
―Lo serás más si están ellos ―continuó mi frase, sonriéndome con ternura.
―Sí ―confesé, sonriendo yo también.
―Es normal, es tu familia, si no estuvieran, ya no sería lo mismo ―declaró, volviendo a pasar sus prodigiosos dedos por mi pelo―. Pero ¿ves?, te dije que irían e irán ―y sus labios desplegaron su maravillosa sonrisa de nuevo.
Le correspondí la sonrisa y le di otro beso corto.
―Les daremos la noticia hoy mismo ―sonreí.
―Pues vamos ―dijo, haciendo el amago de levantarse.
―Espera ―le paré al acordarme de otro asunto.
―¿Qué pasa? ―preguntó, un tanto extrañado.
―Es que… me ha pasado algo hoy y no sé que hacer ―revelé, mordiéndome el labio.
―¿Algo? ¿El qué? ―ahora parecía un poco alarmado.
―No, no tiene nada que ver con ningún vampiro ―le calmé―. Bueno, sí, pero se trata de mamá. Esta tarde, cuando le llevé los herméticos de Sue a Charlie, me encontré con Renée.
―¿Con Renée, la madre de Bella, tu… abuela?
―Sí.
―¿Y te reconoció o algo? ―inquirió, preocupado.
―No…, bueno, no sé. A Charlie no se le ocurrió otra cosa que decirle que yo era la sobrina de Sue ―chisté―. Ahora me llamo Nessie Clearwater.
A Jacob le dio la risa.
―¿Nessie Clearwater?
―Soy adoptada ―contesté con un sarcasmo burlón.
―Ah, vale, perdona ―replicó él sin dejar de reírse.
―Como comprenderás, no sé si Renée se habrá tragado eso. Encima, estuvo estudiándome con la mirada todo el tiempo, y hasta dijo que yo le recordaba a una persona ―maticé―, a dos, en realidad.
―A Bella, y a Edward ―adivinó, más serio.
―Sí ―suspiré.
Mi chico se quedó pensando un rato.
―Bueno, pero no creo que sospeche nada ―alegó, mostrándome esa sonrisa torcida que me encantaba para tranquilizarme―. Quiero decir, que, aunque te vea algún parecido, en cuanto se ponga a echar cuentas verá que eso es imposible. Así que no creo que tengas que preocuparte por eso, preciosa, ya verás cómo lo deja correr.
―En realidad, no es eso lo que me preocupa ―empecé a aclararle―. Cuando iba a marcharme, ellos entraron en la casa, y no pude evitar darme la vuelta para escuchar.
―Cotilla… ―se burló.
Le di un pequeño puñetazo en el brazo mientras él se reía.
―Idiota, no es eso, es que escuché a Renée decir que estaba muy preocupada por mamá cuando estaban entrando ―me defendí.
La risa de Jake se apagó de nuevo.
―¿Que estaba muy preocupada por Bella? ―repitió.
―Jake, quiere buscarla, y ha venido a ver a Charlie para que le ayude a investigar ―le desvelé con inquietud.
―Pues es lo que nos faltaba… ―se quejó, mordiéndose el labio.
―Sí, lo sé ―y me lo mordí yo también―. ¿Qué debo hacer? ¿Se lo digo a mamá, o espero a ver qué pasa?
―¿Y por qué no llamamos a Charlie para que nos explique él lo que Renée le ha contado? ―propuso―. Así sabremos cómo tiene pensado llevar este tema él, ¿no te parece?
Jake siempre tenía soluciones para todo.
―Sí, buena idea ―sonreí―. Voy a por el teléfono, espera.
Me bajé de sus piernas y corrí hacia el recibidor para coger el teléfono inalámbrico. Lo hice y regresé de inmediato a esas cómodas y calentitas extremidades.
―Toma, llama tú ―y le ofrecí el aparato.
―¿Por qué yo? ―cuestionó con una risa―. Eres tú la cotilla.
―Porque tú tienes más labia ―afirmé con otra―.Venga, llama tú.
―Ay ―suspiró con alegría―. A ver, trae aquí ―y cogió el teléfono.
Marcó el número de mi abuelo y se puso el aparato al oído.
Mientras esperaba a que esos tonos que yo también podía escuchar se terminasen con un descuelgue, sus pupilas comenzaron a observarme embobadas y sus dedos regresaron a mi cabello para atusármelo.
Un click sonó en el auricular.
―¿Diga? ―escuché preguntar a mi abuelo.
Jake seguía ensimismado, así que tuve que darle un suave meneo en el brazo para que despertase.
―Ah, hola, Charlie, soy Jake ―respondió por fin, después de regresar a este planeta.
―Jake, ¿cómo estás? ―saludó mi abuelo efusivamente―. Precisamente, Nessie estuvo hoy por aquí.
―Sí, de eso quería hablarte. Resulta que también estuvo Renée, ¿no?
―Oh, pero no te preocupes, enseguida solucioné el entuerto ―rio.
―Ya, eso… eso ya lo sé ―rio mi chico, dedicándome una mirada cómplice al recordar lo de Nessie Clearwater―. Lo que quería era comentarte… Bah, bueno, verás, sin rodeos. Nessie estuvo cotilleando bajo tu ventana y escuchó toda la conversación que tuviste con Renée.
Pero ¿sería bocazas? Desde luego, labia sí tenía, sí, pero para cascarlo todo. Fruncí el ceño, la boca, y le miré con cara de odio.
―Oh, vaya ―contestó Charlie.
―Queríamos saber qué tienes pensado hacer, si es que tienes pensado hacer algo. Ya sabes, para ver si le decimos algo a Bella o no.
―No os preocupéis, yo hablaré con ella. De momento, he conseguido convencer a Renée para que lo deje estar y mañana regresa a Phoenix. Le he dicho que Bella y Edward son jóvenes, que viven su vida, que viajan mucho y que nunca están en un sitio fijo. No sé si me ha creído del todo, no parecía muy conforme, aunque con eso he conseguido pararle los pies temporalmente. Pero hablaré con Bells igualmente, conozco a Renée y sé cómo es, no lo dejará estar así como así, por eso creo que Bella tiene que saberlo. No quería que ella se preocupase, pero no queda otra opción. Algún día Renée se dará cuenta de que le estoy dando largas y contratará a alguien para que investigue. Y entonces sí que será peligroso, por eso creo que Bells tiene que saberlo, para que le dé tiempo a actuar, porque si alguien descubre que son…, bueno, que…  ―se hizo un instante de silencio―. Ay, no, no, prefiero no saberlo…
―Estoy de acuerdo contigo, es mejor contárselo ―apoyó Jake―. Bueno, Charlie, entonces lo dejamos en tus manos.
―Sí, no os preocupéis. Hablaré con ella esta noche.
―Vale.
―¿Algo más? ―inquirió―. Es que estaba a punto de hincarle el diente a esta comida tan rica que me ha preparado Sue, y por vuestra culpa se me ha enfriado ―bromeó.
―Vaya por Dios ―lamentó Jake con aire irónico―. Bueno, caliéntala en el microondas, hombre. Ya sabes lo que es, ¿no? Ese aparato cuadrado que tiene una puertecita y bastantes botones a un lado ―se burló―. ¿Te digo cómo se usa?
―Muy simpático ―respondió mi abuelo, sarcástico―. Bueno, ¿algo más? ―repitió, refunfuñando.
―No ―rio Jake.
―Pues entonces hasta mañana. Ah, y dale un beso a Ness de mi parte, que con todo el trajín, casi no pude ni mirarla.
―Claro, jefe, no te preocupes, que yo le doy un enorme beso de tu parte y unos cuantos más ―insinuó, mirándome con su sonrisa torcida. Yo le di un manotazo en el brazo para regañarle y Charlie murmuró algo ininteligible que no fui capaz de entender―. Hasta mañana.
―Hasta mañana ―se despidió.
Y ambos colgaron el teléfono.
―¿Ves? Nada como llamar al jefe de policía Swan para solucionar el asunto ―y tiró el aparato al otro lado del sofá.
―Ya, pero, aun así, no se ha arreglado nada ―manifesté, mordiéndome el labio con preocupación―. Ya has oído a mi abuelo, tarde o temprano, Renée volverá a buscarla.
―Ya lo sé, cielo, pero eso ya es algo que no nos incumbe a nosotros, ¿entiendes? ―afirmó, metiéndome el pelo detrás de las orejas―. Bella escogió esta vida y sabía dónde se metía, ahora su elección empieza a tener consecuencias y ella tendrá que enfrentarse a todas esas cosas. No le queda más remedio. Nosotros no podemos hacer nada para evitarlo, tan solo apoyarla y ayudarla a superar el mal trago, como harán tu padre y el resto de tu familia.
―Ya lo sé, pero me da tanta pena de Renée… ―murmuré―. Y de mamá también, lo va a pasar fatal. Ahora que había superado la turbación…
―Nosotros estaremos siempre con ella para ayudarla ―repitió, acariciando mi mejilla.
Asentí y premié a mis labios con el suave contacto de los suyos.
―Te quiero ―susurré en su boca.
―Yo también te quiero ―me imitó.
Volví a unir mis labios a los suyos y nos besamos durante un rato que se me hizo cortísimo. Tomé aire cuando logramos separarlos, para relajar ese revoloteo revolucionado que tenía en el estómago, y retiré mi rostro para dejar que la energía desapareciera del todo.
―¿Qué te parece si le damos ahora la noticia del perímetro y la boda a tu familia? ―propuso después de respirar hondo él también.
―Sí, vamos ―exclamé con alegría―. Oh, por cierto, no le hemos dicho nada a Charlie ―caí.
―Con las prisas que tenía por zamparse eso, como para decirle nada ―rio―. Mañana, mañana le damos la noticia.
―Se va a alegrar muchísimo ―afirmé, bajándome de sus piernas.
Le cogí las manos y tiré de él para levantarlo, pero, como siempre, hizo contrapeso y me fue imposible alzar su trasero del asiento.
―¿De verdad eres mitad vampiro? ―se burló.
―Muy gracioso ―contesté con retintín.
Jake se carcajeó y se levantó del sofá. Me pasó el brazo por los hombros y nos dirigimos a las escaleras entre bromas para subir al dormitorio pequeño, donde teníamos el ordenador.

4 comentarios:

  1. ¡¡Hola!!
    Soy JACOB&NESSIE
    Muchas gracias, Alecita! XD
    Espero que te sigan gustando los capis!! ^^
    Aqui tienes otro.
    Muchos besazos, guapa!!!
    Y gracias por leerme!!!!!

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  2. Holaa JACOB&NESSIE! simplemente me ha encantado! la historia me tiene atrapada enserio! miiil gracias! tu solo no dejes de subirlos! muchos besos =)

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  3. ¡HOLA!, SOY NOVIEMBRE: ME DA UNA PENA DE RENÉE,PORQUE NO SE LO HAN DICHO A ELLA TAMBIÉN YGUAL QUE A CHARLY.UBIERA DISFRUTADO COMO ABUELA MUCHO, NESSIE TAMBIÉN ESTÁ PERDIENDO ESE CARIÑO. ES LOGICO LA DESESPERACIÓN DE RENÉE. Y BUENO CAMBIANDO DE ASUNTO AHORA SI INTENTARA LA TIA PREPARAR LA BODA. EN FIN YA VES QUE ESTAMOS PEGADOS AL ORDENADOR. MUCHOS BESOTES

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  4. Pobre de Reneé y de Nessie ser abuela y nieta y la abue ni en cuenta :(
    Te quiere
    K=D

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