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jueves, 2 de junio de 2011

NUEVA ERA. CAPITULO 6: EXCURSION

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NUEVA ERA (Continuacion de "DESPERTAR")
Para leer este fic, primero tienes que leer el anterior "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog. Si no, no te enteraras de nada XDD

CAPITULOS:

2. SAGRADOS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-2-sagrados.html
3. PRACTICAS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-3-practicas.html
4. HELEN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-4-helen.html
5. ANIVERSARIO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-5-aniversario.html




EXCURSIÓN

En cuanto el timbre sonó, atravesé la puerta de clase corriendo. Respiré tranquila al ver que el profesor todavía no había llegado y me dirigí a mi pupitre.
El asiento de Helen otra vez estaba vacío, el lunes no había venido a clase, y ayer, martes, tampoco. Suspiré con preocupación y seguí caminando para llegar al casi final del pasillo, donde se encontraba mi mesa.
Brenda me enseñó tres dedos de la mano con una sonrisita pícara. Sí, vale, el lunes había llegado justa, y ayer y hoy lo mismo. Le hice un mohín y me senté en mi silla. Ella se rio y llevó su vista al frente.
Antes de que me diera tiempo a sacar las cosas de la mochila, el señor Grant apareció como una exhalación por la puerta con esa animosidad y pasión que siempre ponía para todo, sin embargo, esta vez no cerró la puerta.
Hola, chicos. No desempolvéis las mochilas, porque hoy nos vamos de excursión toda la jornada anunció, dando una gran palmada y quedándose con las manos juntas mientras observaba la clamorosa reacción de la clase, que empezó a parecerse más a una jauría de la manada de Jake que a otra cosa. Alzó las manos para calmar a la muchedumbre y, entre todos esos gritos, siguió hablando. He arreglado los horarios con el resto de profesores para que no perdáis ninguna clase, así que lo que queda de semana y la siguiente, tendréis otras clases que sustituirán a la mía para compensar un ooooooh generalizado cambió el ambiente por completo, pasando de la locura colectiva por poder airearse de estas cuatro paredes en las que nos veíamos encerrados todos los días, a la desilusión total por no ver posibilidad alguna de perder el resto de las aburridas clases. Las voces pasaron a ser un murmullo y el señor Grant pudo continuar hablando con normalidad. Vamos a recoger hojas para confeccionar una biblioteca de los diferentes tipos de bosques de Norteamérica. Cuando terminemos esa biblioteca, tendréis que encontrar las semejanzas y diferencias entre ellos, así como la fauna y la flora que los habita, etcétera. Ya lo iré explicando a medida que avancemos el trimestre. Por supuesto, esto entrará en el examen y contará para la nota. Hoy empezaremos con los bosques que están cerca del mar. Las mochilas podéis dejarlas aquí, pero tendréis que llevar algún cuaderno para tomar notas. Iremos con el otro grupo al que le doy clase, que ya está fuera. El autocar nos está esperando, así que saldremos en silencio y ordenadamente.
No le dio tiempo ni de terminar la frase. Mientras la amplia mayoría de las féminas de la clase esperaban pacientemente a que él acabase de hablar, los chicos ya comenzaron a arrastrar las sillas y a desfilar por los pasillos de entre los pupitres para salir del aula.
Señor Grant, ¿y adónde nos vamos de excursión? quiso saber una de mis compañeras, tímidamente.
Me dio la sensación de que lo que menos le importaba era saber el sitio, sino que lo que le interesaba en realidad era hablar con él, más bien obtener una contestación que fuese dirigida a ella.
A los bosques de La Push respondió él.
Brenda y yo giramos los rostros automáticamente para mirarnos alarmadas.
Si el bosque se llenaba de gente, no sería tan difícil que alguno pudiese ver a los enormes metamorfos; no es que pasasen desapercibidos, precisamente. Y no solo eso, los bosques quileute eran invadidos continuamente por docenas de vampiros sedientos de sangre.
El profesor se dio la vuelta y las alumnas que se habían quedado empezaron a levantarse para salir junto a él.
Esto…, Señor Grant, no… no se puede ir intervine yo, haciendo que se volviese hacia mí.
El séquito que le seguía se detuvo detrás.
¿Cómo dices?
Mi amiga y yo nos miramos de nuevo por un instante.
En esos bosques hay… osos, animales salvajes y… lobos murmuré, frotándome las manos con nerviosismo.
Aunque no los lobos que él se imaginaba.
Para mi asombro, el señor Grant se echó a reír.
No te preocupes, Renesmee, iremos con un guarda que actuará en caso de que se nos acerque algún animal salvaje se rio. Lleva la pistola cargada de dardos sedantes apuntilló sin dejar de sonreír.
Su séquito acompañó su risa.
Contra los animales salvajes que había allí, no creo que los dardos sedantes pudieran hacer nada, ni siquiera una bala de plata podría terminar con un vampiro.
El profesor ya volvía a girarse hacia la puerta.
Señor Grant le llamé otra vez. El aludido volvió a girarse y me miró algo extrañado. ¿No podríamos a ir a otro bosque?
¿Por qué? ¿Qué le pasa a ese?
No, nada se me escapó una risilla nerviosa. Es que, no sé, hay otros que también quedan cerca del mar, ¿no?
Pero ninguno está tan cerca como los de La Push alegó él. De aquí a allí solo hay una media hora, y tenemos que aprovechar bien la mañana para recopilar el mayor número de datos posible.
Fruncí los labios, con el gesto claramente disconforme. Brenda tenía la misma cara que yo. Esto no me gustaba nada, iban a meterse en la boca del lobo, nunca mejor dicho. Sin embargo, el señor Grant no parecía dispuesto a cambiar de ruta, probablemente estaba supeditado al presupuesto que el director le había dado para la excursión. La Push no solo quedaba cerca para ahorrar tiempo, también ahorraba dinero en gasolina.
Dado que iba a ser imposible modificar el peligroso destino de la salida lúdica, tendría que cambiar al no menos arriesgado plan B. No veía otra solución.
¿Y dice que vamos a estar allí toda la mañana? le pregunté.
Sí, exacto asintió con alegría. Tenemos que coger el mayor número de hojas, y también semillas, que en esta época algunos árboles ya empiezan con la germinación y…
¿Vamos a estar en una sola zona en concreto o vamos a recorrer varios kilómetros? quise saber, cortándole.
El señor Grant pestañeó, un poco confuso por mi pregunta.
Pues sí, recorreremos varios kilómetros, puesto que ese bosque tiene una fauna y una flora muy concreta y variada, ya que no solo está el mar, el río Quillayute también lo cruza sí, desde luego la fauna era muy, muy concreta y variada, no se imaginaba cuánto. Mi mirada se volvió a encontrar con la de Brenda. Pero no te preocupes, el autocar os traerá de vuelta al instituto antes de que suene el último timbre, aunque, según creo, tú vives en La Push, ¿no? Bueno, si quieres a ti te puede dejar cerca de tu casa. ¿Era por eso?
¿Eh? Ah, no, ya tengo quien me lleve a casa, gracias le contesté con otra risita nerviosa por la situación que se nos echaba encima.
Aunque me había examinado para sacar el carné de conducir el lunes y había aprobado, prefería que Jake me trajese y me llevase siempre que pudiese. Le quedaba de paso, y así nosotros también ahorrábamos en gasolina y aprovechábamos la media hora de trayecto para estar más tiempo juntos.
Como quieras aceptó con una sonrisa.
Los pasos del profesor iniciaron su andadura hacia la puerta de nuevo, con el resto de pies que le seguían.
Cogí el cuaderno, un bolígrafo y mi móvil y me acerqué a Brenda con premura. Nosotras también empezamos a caminar mientras hablábamos.
¿Puedes llamar a Seth para avisarle? le pedí. Yo voy a llamar a Jake, aunque está trabajando, no sé si me lo podrá coger.
Claro asintió, sacando su móvil del bolsillo de su cazadora.
Brenda calcó el botón de la última llamada y yo marqué el teléfono de Jake a una velocidad ultrasónica.
Mi móvil llegó primero a mi oreja y, según caminábamos por el pasillo hacia la calle, escuchamos los tonos de las llamadas.
Al sexto en mi móvil, saltó el buzón de mi chico.
Hola, soy Jake. Ahora da la casualidad de que no me puedo poner, pero si me dejas un mensaje después del pitidito, puede que te llame más tarde, ¿vale? Pues eso, chao.
Piiiiiiiiiiiii.
Jake, soy yo. Escucha, el señor Grant nos está llevando de excursión a los bosques de La Push comencé a explicar lo más deprisa que pude para que me diera tiempo a decirlo todo antes de que se cortara. Vamos a salir hacia allí ahora mismo, que es la primera hora de clase. Ya sé que tú no puedes venir, pero si tuvieses un rato para, no sé, transformarte o algo y avisar a la manada miré a mi amiga, que también estaba dejándole un mensaje a su novio. Brenda está intentando contactar con Seth, y yo haré lo que pueda en el bosque, pero…
Piiiiiiiiiiiii.
Mierda mascullé. Bueno, por lo menos me ha dado tiempo a decirle lo importante. Espero que lo oiga.
Yo también le he dejado un mensaje a Seth en el buzón declaró Brenda. Pensé que todavía no había llegado a La Push, pero ya debe de estar patrullando entonces, frunció el ceño. Mira que le digo que no corra con el coche…
Voy a llamar a Sam dije, buscando su número en la agenda del teléfono. Hoy le tocaba el turno de mañana a Leah, así que seguro que está en casa.
Igual está durmiendo.
Pues que se aguante.
Empujamos la puerta de salida y continuamos caminando detrás del grupo formado por el profesor y ese gran número de alumnas, que se dirigían hacia un autocar estacionado en el aparcamiento. El resto de estudiantes de las dos clases estaban esperando junto al mismo mientras charlaban entre ellos, produciendo un murmullo eufórico.
El cuarto tono sonó y Sam descolgó el teléfono, a la vez que llegábamos a donde se encontraba el largo vehículo estacionado.
¿Diga?
Sí, estaba durmiendo.
Sam, soy Nessie.
Nessie, ¿qué pasa? su voz sonó más despierta, como si se hubiera incorporado de sopetón.
El señor Grant empezó a pasar lista.
Tienes que avisar a la manada comencé a advertirle en voz baja para que la gente de alrededor no me escuchara. Mi clase y la de al lado estamos a punto de subirnos a un autocar para ir a los bosques de La Push de excursión. Brenda y yo ya les hemos dejado un mensaje en el buzón de voz a Seth y Jake, pero uno está patrullando y el otro en el trabajo, así que no creo que puedan escucharlos a tiempo.
De acuerdo, ahora mismo aviso a Leah. ¿Por dónde vais a estar?
No lo sé, ese es el problema Brenda me dio un codazo para avisarme de que el señor Grant me estaba nombrando. Ah, aquí voceé, levantando la mano para que el maestro me viera. Perdona, el profesor está pasando lista volví a cuchichear.
Bien. Le diré a Leah que mande a alguien para que os vigile. Así el resto siempre sabrá dónde estáis y podrán entretener a los vampiros que vayan hoy por el bosque, para desviarlos de vuestro camino. Con eso la lucha estará lejos de vosotros hasta que la manada termine con ellos y nosotros no correremos el riesgo de que nos vea nadie. Cuando sepas adónde vais, avísame. Yo te mantendré informada de todo. No te preocupes, todo saldrá bien.
Respiré, más aliviada. La voz de Sam sonaba tan madura y sabia, tan serena, que era imposible no sentir tranquilidad.
Gracias, Sam.
Gracias a ti por avisar.
Dales un beso a Emily y a los niños de mi parte.
Lo haré. Hasta luego.
Hasta luego.
Colgué y volví a exhalar el aire, más relajada.
¿Qué te ha dicho? quiso saber Brenda.
Vaya, Nessie, qué casualidad interrumpió Matt Hoffman de repente, saliendo de nuestras espaldas y apartando a Brenda para posar su descarado brazo sobre mis hombros. Parece que iremos juntos, ¿eh? Te dejo sentarte conmigo.
Genial. Lo que me faltaba.
Me voy a sentar con Brenda afirmé, cogiéndole por la manga de esa cazadora que lucía siempre y tirando su brazo hacia atrás para quitármelo de encima.
Agarré a mi amiga de la mano desde que ella lo sabía todo, podía tocarla y la llevé con rapidez a los peldaños del autocar para subir.
Es odioso masculló Brenda, dirigiéndole una cara que reflejaba ese sentimiento, mientras subíamos.
Solo espero que no nos dé problemas resoplé, ya avanzando por el estrecho pasillo.
En medio de un tumulto de alumnos que ya se encontraban sentados, había justo dos asientos que estaban vacíos. Era el sitio ideal para que Matt no pudiera sentarse cerca. Aceleré y me dirigí hacia allí.
¿Qué te ha dicho Sam? repitió Brenda.
Esperé hasta que nos sentamos para explicárselo, otra vez hablando con una voz muy baja, tanto, que a mi humana amiga le costó un poco oírme.
Matt tuvo que conformarse con sentarse a varios asientos de nosotras, aunque, afortunadamente, estaba rodeado por su grupo de amigotes, que le distrajeron lo suficiente para que por fin pasara de mí.
El autocar enseguida salió de Forks y giró a la izquierda para iniciar la andadura por la carretera de La Push, recorrido tan familiar para mí. Siguió por este trayecto durante unos cuantos kilómetros y giró a la derecha en el cruce para seguir por la carretera de Mora. Al poco de rodar por esta calzada, atravesamos el puente de hormigón que cruzaba el tramo final del río Soleduck, justo donde se unía con el río Quillayute. La vegetación y los densos y enormes árboles que suscribían las distintas carreteras no nos abandonaron en ningún momento desde que salimos del instituto.
Nada más saber adónde nos dirigíamos, llamé a Sam para que avisase a Leah.
La carretera de Mora pasaba justo por el medio de los bosques de La Push, seguramente la manada estaba moviéndose ahora mismo por ellos, luchando contra algún vampiro nómada. Mientras el resto de alumnos chillaban y charlaban animadamente, Brenda y yo no dejábamos de mirar por la ventanilla para ver si veíamos alguna sombra sospechosa que se moviese.
Seguimos unos cuantos kilómetros más por esa calzada más bien recta que parecía un pasillo interminable entre todos aquellos altos árboles y el autocar empezó a recorrer la parte final del trayecto, ese tramo que acompañaba una zona de la desembocadura del río Quillayute y que terminaba en Rialto Beach.
Atravesamos el viejo y medio oxidado puente metálico de color grana que se elevaba por el río Dickey y que lo cruzaba; esa tranquila corriente también se abría paso entre los prominentes y tupidos pinos, haciendo las veces de pasillo acuático, para morirse en el río Quillayute, un poco más allá de su curso.
Los árboles que limitaban la carretera a nuestra izquierda pasaron a distribuirse por un empinado terraplén que colonizaban junto con helechos y demás vegetación esta pendiente era lo que separaba la carretera del río y comenzaron a ser más escasos, por lo que los claros que quedaban entre ellos en algunos intervalos por fin dejaron ver el ancho y caudaloso río Quillayute.
La extensa península a modo de isleta que quedaba entre este y el desenlace final del río Dickey también quedó a la vista, unos pocos árboles la vestían y estaba cubierta de verde hierba. Un águila volaba en círculos por encima de los gigantescos pinos y abetos que formaban el bosque que también limitaba con el río al otro lado del cauce.
Los árboles de nuestra izquierda desaparecieron en su totalidad cuando el autobús comenzó a recorrer la cerrada curva hacia la derecha que seguía bordeando el agua y que solo estaba cercada por una barandilla metálica cuyo cromatismo era idéntico a la del puente del río Dickey. El poderoso río Quillayute apareció esplendoroso a nuestro lado sin que nada obstruyera a nuestros ojos, llenaba el paisaje con su plácido, apacible e impresionante caudal, acompañado de las vistas de las islas de La Push al fondo. Le quedaba poco para llegar al mar.
En cuanto salimos de esa curva tan amplia, la barandilla desapareció y los escasos árboles regresaron para taparnos un poco el hermoso paisaje, hasta que finalmente llegamos al aparcamiento de Rialto Beach.
Nos bajamos del autobús y empezamos a deshacer a pie el trayecto que había hecho el vehículo para llegar al parking, caminando por esa carretera tan conocida por mí y que ya me sabía de memoria y siguiendo la entusiasmada marcha del señor Grant, que no dejaba de parlotear sobre los tipos de árboles y arbustos que había en la zona. Nos internamos en el bosque que limitaba con la calzada y seguimos la marcha.
El guarda forestal iba en cabeza, seguido por el joven profesor, su séquito de alumnas, a las que se les había unido las de la otra clase, y los descontrolados chicos, que no hacían más que vocear mientras se gastaban bromas. Brenda y yo manteníamos una distancia prudencial del grupo, vigilando los alrededores, aunque sin alejarnos demasiado del mismo.
Mi olfato no me engañaba, y mi oído tampoco, esos potentes latidos resaltaban sobre el resto de corazones que bombeaban a ritmos muy entremezclados; y había varios, cinco. Leah ya había dado la orden y teníamos a cinco lobos vigilándonos. Cuando miré de reojo, vi la cabeza de Embry escondida entre las sombras de la vegetación del boscaje. Asintió levemente para recordarme que iban a estar cerca y yo le correspondí asintiendo también.
Brenda y yo nos dedicamos una mirada cómplice de tranquilidad y nos aproximamos más al grupo.
Por favor, chicos, no arméis escándalos aquí, ¿de acuerdo? nos pidió el señor Grant, caminando hacia atrás mientras hablaba. El griterío se convirtió en un murmullo más bajo. Tenemos que procurar que nuestra presencia perturbe la paz del bosque lo menos posible.
Paz, lo que se dice paz, no es que fuera lo que abundase por estos bosques, precisamente…
El joven e informal profesor desprendía una especie de camaradería que siempre conseguía que los alumnos le hicieran caso sin mayores problemas. El grupo siguió caminando en silencio, si bien se oían cuchicheos y murmullos de charlas y cotilleos.
Después de una caminata de unos veinte minutos, el profesor y el guarda se detuvieron, obligándonos al resto a hacer lo mismo, que formamos una especie de corrillo alrededor de ambos.
Mientras el guarda se puso a darnos una disertación sobre estos bosques y todos comenzamos a apuntar en nuestros cuadernos, el pesado de Matt aprovechó para acercarse junto con dos de sus amigotes. Puse los ojos en blanco y resoplé cuando se colocó a mi lado.
La semana que viene voy a dar una fiesta en mi casa. Voy a concederte a ti el privilegio de asistir como invitada preferente me anunció con esa estúpida sonrisa presuntuosa suya.
¿Es que nunca te cansas de dar fiestas? le criticó Brenda, poniéndole cara de asco.
Cualesquiera que fuesen las palabras que Matt tenía pensado soltar, fueron cortadas por el señor Grant, que nos mandó callar para que prestáramos atención a la explicación del guarda.
¡Uf! Menos mal.
Después de la charla de ese hombre y de los apuntes que tomamos, el profesor nos dio vía libre para distribuirnos en un reducido perímetro que había acordado con el guarda para que comenzásemos a recoger hojas, semillas y todo lo que encontrásemos relacionado con el hábitat que nos rodeaba.
Ese perímetro facilitaba mucho las cosas a los metamorfos, y Brenda y yo nos relajamos más.
Las horas que conformaban la mañana transcurrieron con más rapidez, al encontrarnos tan ocupados. Hicimos un descanso a medio día para tomar unos bocadillos que el guarda llevaba en su enorme mochila, y seguimos con la jornada.
Matt parecía un moscardón, revoloteaba a mi alrededor para intentar llamar mi atención mientras soltaba por esa boca todo tipo de lindezas, pero, por más muestras que le daba yo y más que le recordaba que tenía novio, se negaba a darse por enterado.
Y entonces, cuando mi paciencia tocó la campana de su límite y me giré para gritarle que me iba a casar, escuché un sonido que me sobresaltó e hizo que mis cuerdas vocales se quedasen mudas.
Los oídos humanos que me rodeaban no oyeron nada, puesto que el aullido de uno de los lobos que nos vigilaban y protegían, y que dio la voz de alarma, fue emitido a una frecuencia muy baja, pero yo lo escuché perfectamente, y lo descifré con igual facilidad.
El mensaje era muy claro: había vampiros cerca.
No tardé en verlo ratificado. Entre toda aquella vegetación, mis ojos de medio vampiro pudieron distinguir la cabeza de Embry, que volvió a hacerme un gesto, esta vez para que me acercase a él. Luego, se ocultó de nuevo.
Esquivé a Matt, que seguía dándome la tabarra para que fuera a su fiesta, y me acerqué a Brenda. La cogí de la mano y nos alejamos un poco de ese pelmazo.
¿Qué pasa? preguntó, frunciendo el ceño con preocupación al ver mi semblante.
Quédate aquí. Voy a ir a hablar con Embry bisbiseé.
¡¿Hay vampiros?! adivinó.
¡Shhhh, baja la voz! le regañé con un cuchicheo.
La risa arrogante de Matt, que empezaba a aproximarse a nosotras, nos interrumpió.
Sé que necesitáis mi ayuda espetó sin dejar de reírse. ¿O es que estáis hablando de mí?
Entretén a ese pelmazo mientras yo voy junto a Embry le cuchicheé al oído. No quiero que me siga.
¿Yo? Pero, pero, Nessie… protestó ella igual de bajito a la vez que yo empezaba a caminar hacia la zona donde había visto a mi hermano lobo.
¿Adónde vas? quiso saber Matt, aunque yo no le hice ni caso.
Me giré hacia atrás para cerciorarme de que el señor Grant y el guarda no me veían y entonces vi que ese presumido ya comenzaba a seguirme con una sonrisa engreída.
¿Pero qué estaba entendiendo el muy imbécil? Si no fuera porque la situación me urgía hacia otro asunto, me hubiese dado la vuelta para darle una patada en el trasero. A ver si así salía volando y se caía en el río para que se le enfriaran las ideas. Qué asco…
Va al baño respondió Brenda, malhumorada, cogiéndole del brazo para pararle.
Resoplé con indignación, negando con la cabeza, y seguí mi camino con celeridad, metiéndome entre los árboles y avanzando unos cuantos metros más de donde estaban mis compañeros del instituto.
Embry me estaba esperando en su forma humana; no parecía excesivamente preocupado. Me aproximé corriendo.
Dime le dije nada más llegar a su lado.
Escucha, vamos a tener que alejarnos de aquí un rato me empezó a explicar. Hay un grupo de vampiros que ha conseguido escapar de la otra parte de la manada y vienen hacia aquí atraídos por el olor a sangre humana. Algunos de los nuestros les están siguiendo, pero van a necesitarnos, Leah y los otros todavía están muy ajetreados y no ha podido mandar más gente. Vamos a acorralar a esos vampiros lejos para terminar con ellos antes de que puedan acercarse por aquí.
Vale asentí con preocupación.
No te preocupes, Sam ya se ha unido con más refuerzos y vienen hacia aquí declaró, llevando su pie hacia un lado para echar a correr de un momento a otro. Estarán cubriendo la zona en un periquete. Y Jake ya salió del taller, está de camino.
¿Jake ya viene hacia aquí? mi cara se iluminó.
Sí. Ah, por cierto siguió, empezando a caminar sin dejar de mirarme, te estuvo llamando, pero tu móvil está apagado, así que tuvo que llamar a Sam. Se lo dijo a él para que me lo dijese a mí y yo te lo dijera a ti se rio de su propio trabalenguas y echó a trotar. Bueno, hasta luego, y no te preocupes, todo saldrá bien se despidió, con medio cuerpo girado hacia mí y agitando la mano en el aire.
Hasta luego.
Se volvió del todo y desapareció entre la espesura del bosque.
Saqué el móvil del bolsillo de mi cazadora. Efectivamente, estaba apagado. Intenté encenderlo, sin embargo, la pantalla enseguida me avisó con un mensaje y esos molestos e inoportunos pitidos. Se había quedado sin batería. Menudo momento que había elegido para desconectarse.
Me disponía a regresar con el grupo de la excursión, cuando la suave brisa que llevaba soplando toda la mañana pegó un giro repentino, haciendo una especie de bucle invisible, y por un momento cambió de rumbo. El aire regresó a su dirección de antes, pero ese pequeño instante fue suficiente para que percibiese una mezcla de olores que me hizo quedarme tiesa en el sitio.
No muy lejos de allí, distinguí el olor de varios vampiros, aunque no fue eso lo que más me alarmó. Del mismo sitio, y mezclado con esos olores, también había otro efluvio. Estaba demasiado tapado con la esencia de los vampiros, pero ese diminuto matiz no engañaba a mi olfato y mi oído. Un plasma era bombeado por el rítmico latido de un corazón, un corazón humano, y latía a un ritmo completamente acelerado, estaba aterrado.
¡Embry! le llamé con una voz, aunque no tan alta como a mí me hubiese gustado, puesto que no quería que mis compañeros lo oyesen.
Pero no me había oído, y los latidos cada vez se aceleraban más, su cadencia se volvió vertiginosa. Esa persona estaba en grave peligro, estaba a punto de morir si alguien no hacía nada para impedirlo. Embry no me había escuchado, seguramente ya estaba lejos, con los lobos que estaban demasiado ocupados ahora mismo intentando terminar con ese puñado de vampiros que habían olido nuestras sangres, Leah y su grupo lo estaban con el resto de vampiros nómadas que habían venido para enfrentarse a ellos, Jake aún estaba en su coche, de camino a La Push, y Sam y sus refuerzos todavía no habían llegado. Y aunque lo hicieran rápido, no les iba a dar tiempo para salvar a ese humano.
Solo quedaba yo.
El corazón humano pegó un salto, despavorido.
No me lo pensé dos veces.
Eché a correr a toda velocidad para dirigirme al sitio de donde procedía esa mezcolanza de efluvios que había percibido gracias a la ráfaga de aire.
Busqué la lengua de fuego en mi interior y me transformé en plena carrera. Mis latidos se ralentizaron al mínimo, mi sangre se heló, mis músculos se volvieron duros como el acero y mi olor pasó a ser idéntico al de mi lobo. Mi cabeza no tenía ruido alguno, ni siquiera el zumbido monocorde que quedaba cuando Jake se desconectaba del resto, señal de que él todavía no había llegado a La Push.
Tenía el viento en contra, aunque tampoco soplaba rumbo a los efluvios. Más bien era una brisa lateral. Eso me daba cierta ventaja para el factor sorpresa, ya que los vampiros tampoco podrían olerme a mí y podría actuar sorpresivamente. También me tranquilizó un poco que no pudieran oler a mis compañeros, por lo menos, de momento no lo habían hecho, si no, ¿por qué iban a ir a por un humano solo si tenían a un grupo bien grande un poco más allá?
Sabía que yo tenía un hándicap; bueno, dos. Yo era una, y ellos varios, y encima solo era mitad vampiro. Bueno, tres, porque, además, aunque me transformase no llegaba a ser un vampiro completo, y ellos seguían teniendo ventaja numérica.
Sin embargo, seguía sin dudarlo ni un segundo. Tenía que salvar a esa persona como fuera. Era un riesgo, porque iba a descubrir mi secreto, y tal vez el de los metamorfos, pero ya había visto a los vampiros, así que eso ahora tenía poca importancia. ¿Cómo iba a permitir que asesinaran a alguien casi delante de mis narices? Mi conciencia no podría soportarlo. Además, en cierto modo, yo era una loba encerrada en un cuerpo de vampiro, y los lobos estábamos hechos para proteger a los humanos luchando contra los vampiros malos. Yo era una más de la manada. No sabía cómo iba a hacer, pero tenía que actuar, una maniobra de distracción o algo hasta que a Sam y a los suyos les diera tiempo a llegar. Sin Jake, no podía comunicarme con ellos mentalmente, pero ya encontraría alguna solución para avisarles.
Seguí galopando por el bosque, esquivando con agilidad los árboles que se plantaban a mi paso. Entonces, escuché las agresivas voces de los vampiros, que me alertaron todavía más. Eran unas voces masculinas.
¡Si no vienes con nosotros, morirás! chilló una de las voces con un acento extraño que no conseguí identificar.
¡¿A qué esperamos, Razvan?! ¡Matémosla! siguió otro; este tenía una voz grave. No nos sirve para nada, y yo me muero de sed su tono se volvió aún más oscuro y ansioso.
¡Sí, a por ella! gritó uno más.
Por fin, los árboles dejaron un hueco por el que pude ver cómo el último que hablaba ya tomaba impulso para arrojarse sobre su víctima, que profirió un chillido de pánico.
¡No!
Apreté los dientes y agrandé las zancadas de mis piernas a todo lo que daban, para que pudieran llegar a tiempo.
Para ellos, salí de la nada. En cuanto atravesé los abetos que me quedaban para alcanzar mi meta, pegué un salto enorme y me abalancé sobre la chica. Caí encima de ella y conseguí apartarla justo en el mismo momento en que el vampiro aterrizaba en el suelo, en el sitio donde debería de estar ella para ser devorada.
Rodamos unos pocos metros, hasta que la fuerza de la inercia cesó y nuestro movimiento centrífugo paró, quedando las dos tendidas en el suelo, de lado.
Mi instinto me hizo incorporarme automáticamente, y cuando mis pupilas se toparon con lo que tenían enfrente, casi se me salen del sitio.
Y no solo por tener a esa persona delante, es que sus ojos, que se habían clavado en los míos también con asombro, no eran los dorados de siempre, no tenían lentillas, y eran de un color extraño, muy parecido al fucsia.
Helen… murmuré con sorpresa y perplejidad.
Nessie… musitó ella de igual modo.


5 comentarios:

  1. HOLA!! Soy JACOB&NESSIE
    (es que no se por que no me deja identificarme)
    Aqui os dejo otro capitulo!!
    Espero que os guste ^^

    Un besazo!!

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  2. me encaantaa! mil gracias por publicarlos! ya muero por saber que le ocurrio a helen! besos para ti!

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  3. AAAAh! Ya quiero saber que le paso a Helen tambn! Emm.. Que bueno! A partir de hoy puedo leer desde tu blog. Este me gusta mas! Deciq ue justo lei en un comentario tuyo el link de tu blog. Que buenoo.! Ahora te puedo llenar de comen aaca! xD Genia! Besos! Y gracias por seguir publicando.. Ya estoy re obseciva con tu historia. La trama es genial. :P Cuidate Hermosa!

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  4. Simplemente espectacular!!, llevo 3 semanas lleyendo esto y lla estoy en el segundo libro quiero agradecerte por mantener nuestra obsecion viva :) gracias gracias gracias nunca dejes de escribir ;) me encanta como escribes

    Nat :)

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  5. No se pasen OMG!!!
    Q hacia Helen hay???
    Ya descubrió su secreto, q va a pasar aora,q hará Nessie
    Te quire
    K=D

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