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CAPITULOS:
PARTE UNO: HORIZONTE:
RENESMEE:
1. MAS HUMANA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-1-mas-humana.html
RENESMEE:
1. MAS HUMANA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-1-mas-humana.html
PRÁCTICAS
El calor, el olor y unos
estupendos y cálidos dedos que pasaban a través de mi pelo, hicieron que mis
sentidos salieran de su sueño y me despertara. Ronroneé, desperezándome, y ceñí
aún más mis brazos sobre su espalda para apretarme contra él y achucharle otro
poco. Jacob hizo lo mismo. Aún estábamos desnudos, así que no pude evitar
estremecerme cuando noté su ardiente y sedosa piel tan pegada a la mía. Giré mi
cara, todavía con los párpados cerrados para apreciarlo mejor, e inhalé el
maravilloso efluvio de la piel de su pecho hasta que mis bronquios ya no se
pudieron llenar más. Pero cuando abrí los ojos, los alcé y vi su hermoso
rostro, fue mucho mejor. Sus grandes ojos negros y brillantes, penetrantes y
dulces al mismo tiempo, me observaban como si hiciera un millón de años que no
lo hubieran hecho. Mis mariposas ya querían escaparse con él. Todas las mañanas
me pasaba igual, no sabía si seguía soñando. No podía creerme que un hombre
como este estuviera imprimado y enamorado de mí, que todas las noches mi alma
fuera libre entre sus brazos, que me despertara a su lado todos los días, que
abriera los ojos y lo primero que viesen fuera ese hermoso semblante mirándome con
ese amor y esa adoración. Casi me parecía estar en el cielo.
Aunque yo también debía de
tener la misma cara que él, porque esbozó una de sus mejores sonrisas torcidas
al verla.
―Buenos días, preciosa ―murmuró.
Sí, si el cielo existía,
debía de ser lo más parecido a esto.
―Buenos días ―sonreí, aproximándome
a sus labios y llevando mi mano a su nuca.
En cuanto acercó su rostro
al mío y comenzó a besarme, mi cuerpo empezó a reaccionar como siempre. Era
inevitable, y tan fácil.
Hoy era sábado y teníamos
toda la mañana para nosotros, puesto que Jake no tenía que irse a trabajar y
también era su día libre en la manada.
Desde que Jacob había
encontrado un empleo a media jornada como mecánico en un taller de Port
Angeles, patrullaba menos horas. Yo lo prefería, la verdad, así él no estaba en
peligro tanto tiempo y me iba a clase más tranquila. Su jefe, el señor Farrow,
era un poco estricto, pero era un buen hombre y no pagaba mal. Al principio, no
estaba muy seguro de contratar a un chico de veinticuatro años sin estudios ni
título alguno relacionado con el mundo de la mecánica, sin embargo, en cuanto
vio la destreza y el talento de Jake dentro del compartimento del motor, no lo
dudó ni un instante y le dio una oportunidad. Las buenas artes de Jake con la
mecánica, la labia y el carisma que derrochaba y le caracterizaba, hicieron que
en solo tres meses se ganara al señor Farrow, tanto, que ahora incluso era su
ojito derecho. Por eso Jacob solamente trabajaba de lunes a viernes y había conseguido
que su jefe le dejara los fines de semana libres.
Aunque habíamos pasado
buena parte de la noche deshaciendo la cama, aprovechamos la mañana para
deshacerla un poco más.
Tanto como había criticado
a mis padres por su fogosidad y apasionamiento, y ahora nosotros éramos peores
que ellos. Nuestra vida sexual no era activa, era activísima. Puede que fuera
porque solamente llevásemos pocos meses viviendo juntos, pero teniendo a un
hombre como Jacob a mi lado, con esa forma de ser y ese cuerpazo perfecto, era
completamente imposible resistirse, aparte de la energía que nos rodeaba y que,
encima, nos incitaba aún más.
Cuando conseguimos
convencernos el uno al otro de que ya era hora de levantarse, y después de
charlar y juguetear un poco en el lecho, nos levantamos.
Como la ducha era bastante
grande, nos duchamos juntos para ahorrar agua, aunque acabamos jugueteando otro
poco bajo la misma.
En cuanto terminamos, abrí
la mampara y cogí mi toalla.
―Espera ―me paró cuando la
extendí.
Me la quitó y me la puso
por encima de los hombros. Se arrimó a mí por detrás y me rodeó con sus brazos
para cubrirme bien con ella y arroparme. Su abrazo fue cálido y acogedor, como
él. Después, me dio un beso en la sien que me puso todo el vello de punta.
―Gracias ―sonreí, girando
un poco el rostro para mirarle y darle un merecido beso.
Fue corto, pero tan dulce.
Salí de la ducha y le pasé
su toalla. Sequé un poco mis pies con la toallita del suelo y me calcé con las
zapatillas de baño para quitarme de ahí y dejarle sitio a Jake.
Mientras él salía de la
ducha y se secaba el pelo, yo me acerqué a la lavadora; sobre ella dejábamos
siempre la ropa preparada para vestirnos.
Terminamos de secarnos y
nos vestimos. Me desenredé el pelo y me lo peiné, pero opté por dejar que se
secara al aire, no tenía ganas de pelearme con el secador, y, además, mi rizo
natural me quedaba bastante bonito, la verdad.
Y entonces, cuando
estábamos a punto de salir por la puerta, caí en una cosa.
―¡La colada! ―exclamé con
pesar, acercándome corriendo a la lavadora y abriendo el tambor―. Ayer se me
olvidó tenderla ―saqué una de las prendas y la levanté―. Genial, ahora está toda
arrugada.
―Bueno, no te preocupes, ya
la tiendo yo ―dijo Jake, apartándome del sitio con suavidad―. Tú ve haciendo la
cama.
―Pero si la colada me
tocaba a mí.
―Bah, da igual ―cogió el
barreño de la colada y empezó a sacar la ropa, depositándola en él―. Vete,
vete, ya me encargo yo ―insistió, haciendo gestos con las manos para que me
fuera.
Fruncí el ceño, un poco
extrañada. Lo de la colada no es que fuera de las tareas favoritas de Jacob, y
mucho menos tender la ropa. Eso siempre le daba bastante pereza. Aun así, no le
di más importancia, a lo mejor solo quería ser amable.
―Bueno, vale ―acepté―. Pero
acuérdate de poner el plástico, parece que va a llover.
―Que sí, que sí. Vete ya ―se
rio.
Volví a fruncir el ceño,
aunque en esta ocasión sonriendo, y salí del cuarto de baño.
Estaba empezando a hacer la
cama, cuando escuché los acelerados pasos de Jake por el pasillo; bajó las
escaleras a toda prisa y acto seguido se escuchó el portazo de la puerta de
casa.
―¿Pero qué le pasa hoy? ―me
reí para mí.
Una vez que rehice el
lecho, terminé de acondicionar el edredón, coloqué los cojines y cerré la
ventana.
Bajé las escaleras y, en
cuanto llegué al vestíbulo, llamé a Brenda para contarle mi agradable
experiencia con el padre de Helen y lo poco que me había servido, pues no había
conseguido averiguar nada sobre nuestra amiga. Después, me dirigí a la cocina.
Nada más llegar allí, Jacob
entró en casa. Escuché sus pasos de nuevo hacia el baño, probablemente para
dejar el barreño, y luego bajaron las escaleras de tres en tres hasta que se
pararon en el vestíbulo.
Marcó un número en el
teléfono fijo y se puso a hablar con alguien; enseguida descubrí que era Leah y
que le estaba preguntando por el vampiro de ayer. Al rato, colgó y vino hasta
la cocina.
―Bueno, ¿qué desayunamos
hoy? ―preguntó con su ánimo de siempre, pasando por la puerta mientras se frotaba
las manos.
―Iba a preparar tortitas,
¿te apetecen?
―Claro ―exclamó, rodeando
mi cintura para darme un beso corto―. Pero también voy a preparar unos huevos
revueltos, hoy tengo un hambre voraz, ¿quieres tú también?
No me extrañaba que tuviera
hambre. Ayer nos habíamos ido a la cama sin cenar, y después de todo lo de
anoche y esta mañana…
―Sí, vale. La verdad es que
yo también tengo bastante hambre ―reconocí, sonriendo, mientras agitaba la masa
que ya había empezado a hacer en el recipiente redondo de cristal.
―De acuerdo ―aceptó con
alegría.
Se separó de mí y se
dirigió a la nevera para coger los tropecientos huevos.
―¿Qué te ha dicho Leah? ―inquirí―.
¿Atraparon al vampiro?
―Sí ―respondió con una
enorme sonrisa de tranquilidad―. Lo pillaron en el Parque Nacional de Olympic y
le dieron su merecido.
―Me alegro ―sonreí yo
también.
―Lo único malo es que no
pudieron recuperar la pata del lobo y no podremos enterrarla con el resto del
cuerpo ―declaró, sacando la sartén de su sitio―. Debió de asustarse y deshacerse
de ella en algún sitio, o no sé, puede que se la tragara.
―Bueno, el caso es que ese
vampiro se ha llevado lo suyo y no volverá a maltratar a ningún animal ―y me
acerqué a él para darle un beso en la mejilla, a lo que él me correspondió con
otro en los labios y una sonrisa.
―De todas formas le
preguntaré a Carlisle si sabe el porqué de ese comportamiento ―declaró,
vertiendo el aceite en la sartén.
―¿Para qué? Ya le habéis
pillado.
―Ya, pero ahora tengo
curiosidad ―y se encogió de hombros.
Hicimos las tortitas, más los
huevos revueltos con beicon. Desayunamos tranquilamente, entre charlas y risas,
y después recogimos la cocina.
En cuanto dejé el trapo en
su sitio, Jake me cogió de la mano.
―Ven, quiero enseñarte una
cosa ―anunció con otra sonrisa gigante, tirando de mí hacia el vestíbulo.
―¿Una cosa? ¿El qué? ―quise
saber, riéndome por su contagioso entusiasmo.
―Ya lo verás.
Abrió la puerta de casa y
me llevó a la parte lateral izquierda de la vivienda.
―¿Adónde vamos? ―pregunté,
intrigadísima.
―Al garaje.
―¿Al garaje? ¿Para qué?
―Ah, ya lo verás ―se rio.
De la que llegábamos al
garaje, no pude evitar echarle un vistazo a las cuerdas del tendal, que estaban
justo al lado. Normalmente, Jacob siempre tendía la ropa de cualquier manera,
pero hoy estaba peor que nunca. Se notaba que las había colgado con prisa, en
algunas prendas ni se había molestado en poner pinzas. En fin, por lo menos
estaban tendidas y se había acordado de poner el plástico por encima. No le
dije nada, si le regañaba, ya tendría una excusa para no volver a hacerlo más.
Además, había cosas que a mí también se me daban mal y que a él, en cambio, se
le daban de maravilla, como, por ejemplo, planchar. A mí eso sí que me
aborrecía, sin embargo, a Jacob no le importaba hacerlo. Tardaba muchísimo,
pero luego la ropa le quedaba perfecta. Yo no tenía tanta paciencia.
Los dos paneles de chapa
que hacían las veces de portón estaban abiertos de par en par. Eso ya era raro,
porque solía estar abierto solamente uno. Antes de que me diera tiempo a preguntar
la razón, Jake se colocó detrás de mí con rapidez y me tapó los ojos.
―Jake, ¿qué es esto? ―me
reí.
―Ya lo verás, es una
sorpresa ―repitió―. Camina un poco más, que yo te guío.
―¿Una sorpresa?
―Aquí, ya llegamos ―me
avisó, obligándome a pararme con él―. Bueno, ¿no te imaginas lo que es?
Una sorpresa… Algo dentro
del garaje…
Mi boca tomó aire con
precipitación, del asombro repentino que me entró cuando me imaginé lo que era.
―No puede ser. ¿No será…?
―Ajá.
Y Jacob por fin retiró sus
manos de mis ojos, para que comprobaran por ellos mismos lo que había
adivinado.
Era mi pequeño Ford Festiva
del 90, y tenía el capó abierto.
Nos había costado mucho
encontrar algunas piezas y recambios, y eso que ahora que Jake trabajaba en ese
taller tenía contactos, pero al final lo habíamos dejado impecable. El blanco
de la chapa brillaba y relucía como si estuviese recién sacado de fábrica, los
tapacubos también los habíamos pintado en blanco, y le habíamos puesto unas
fundas nuevas a los asientos que eran de color gris y llevaban un ribeteo en
rojo, a juego con las alfombrillas, también recién compradas. Mi forito no se parecía nada a aquel
vehículo viejo y cochambroso que habíamos conseguido por una ganga en uno de
esos puntos de venta de ocasión y que casi estaba para llevarlo al desguace. El
esfuerzo y las largas horas de trabajo en el garaje de casa habían merecido la
pena, aunque, en realidad, me lo había pasado muy bien, sobre todo por estar
junto a Jake. La mecánica me fascinaba de verdad, hasta el olor de la grasa me
gustaba.
Pero lo único que le
faltaba a mi coche era algo que estaba inservible y que habíamos tenido que
tirar, lo más importante, el corazón de un coche: el motor. Y ahí estaba, en su
sitio. Estaba tan brillante, que relucía como un espejo.
―¡Mi motor! ―exclamé con
alegría―. ¿Pero cómo…? ¿Cuándo…?
Me acerqué al capó y asomé
la cabeza para verlo mejor.
―¿Recuerdas esas horas
extra que he tenido que hacer durante este mes? ―preguntó, poniéndose a mi
lado.
―Sí… ―asentí, sorprendida y
expectante.
―Bueno, pues se las pedí yo
al señor Farrow para poder pagar este precioso motor ―declaró, dándole unos
golpecitos al susodicho―. Este trasto llegó hace un mes al taller y le pregunté
a mi jefe si podía guardármelo. Le dije que yo haría unas horas de más para comprárselo
y él me contestó que si se lo pagaba, no tenía ningún problema. Así que hace
dos días lo compré, me lo traje y ayer lo puse antes de ir a buscarte. Limpié
tu moto y tapé el coche con la lona para que no sospechases nada.
―Jake, no… no sé qué decir ―murmuré,
algo emocionada―. No tenías por qué haberlo hecho, lo hubiéramos comprado entre
los dos.
―¿Qué dices? Ni hablar,
entonces no hubiese sido una sorpresa, y esta preciosa carita no me la pierdo
por nada del mundo ―aseguró, alzando mi rostro con la mano.
Me lancé a su cuello para
besarle con efusividad y él no tardó nada en corresponderme y en apretarme
contra su cuerpo, todo fue totalmente sincronizado, como siempre lo era todo
entre los dos. Después de saciar mis ganas de comérmelo y mi alegría con sus
labios durante un rato, logré despegarme para mirarle, eso sí, tuve que
respirar bien hondo para recomponerme y bajar de mi nube.
―¿Por eso saliste a tender
la ropa? ¿Para abrir el portón y levantar el capó? ―sonreí.
―Pues sí ―se rio―. Con la
pereza que me da a mí eso.
―Ya decía yo…
Jake volvió a reírse.
―Es un motor de segunda
mano, pero está muy bien ―afirmó, mostrándome una preciosa sonrisa de
satisfacción―. ¿Quieres que lo ponga en marcha para que veas cómo ruge?
―¡Por favor! ―le rogué, entusiasmada.
Jacob se rio con más
satisfacción todavía, se separó de mí y se metió en el coche, dejando la puerta
abierta para hablar conmigo. Lo puso en marcha e hizo sonar el motor, dándole
acelerones sin embragar el vehículo ni quitar el freno de mano.
Aquello no rugía, atronaba.
―¡Jake, suena genial! ―alabé
con entusiasmo―. ¡Me muero por probarlo!
―Pues, hala, vamos ―y me
instó a subirme al coche haciéndome una señal con los dedos.
―¿Ahora? ―la alegría se me
iba a salir por los ojos.
―Claro, ¿por qué te crees
que abrí el portón? ¿Para que ventilase esto? ―se burló―. Además, cuanto antes
aprendas a conducir, antes te podrás presentar al examen. Así que, venga, baja
el capó y vamos ―dijo, abriéndome la puerta del copiloto y acto seguido
cerrando la suya.
―Qué guay. Ayer clase de
moto y hoy clase de coche ―me reí, dejando caer el capó para cerrarlo. Me
aproximé al lado derecho del forito con celeridad y me senté en el asiento―. ¿Y
ya tiene gasolina? ―interrogué, cerrando mi puerta.
―Por supuesto, nena ―afirmó
con su preciosa sonrisa torcida―. Ayer lo dejé todo preparado y listo para
funcionar.
―Ya lo veo, ya ―sonreí,
dándole un beso en la mejilla.
Se volvió a reír con
satisfacción y comenzó a sacar el coche del garaje.
Comprobé que mi humilde
forito iba como la seda durante la conducción de Jacob. Lo llevó por la
carretera de Mora, pues en esta época era menos transitada, hasta que llegamos
al parking de Rialto Beach. Allí dio la vuelta y detuvo el vehículo.
Salimos del coche y
cambiamos los puestos. Yo tuve que llevar mi asiento un poco hacia delante para
llegar a los pedales, y él tuvo que llevarlo un poco hacia atrás para que sus
rodillas no chocasen con la guantera.
Me abroché el cinturón de
seguridad, calibré bien los espejos ―el de la derecha con la ayuda de Jake― y
esperé a las instrucciones de mi chico.
―Bueno, ¿llegas bien a los
pedales y al volante? ―me preguntó.
―Sí ―asentí, comprobándolo
bien.
―Los intermitentes, luces y
todo eso ya lo tienes controlado, ¿no?
―Ajá.
―Vale. Ahora atenta. Pie
izquierdo, embrague. Pie derecho, acelerador y freno. El pedal del medio es el
freno y el de la derecha, el acelerador, ¿de acuerdo?
Giré mi rostro hacia él y
puse los ojos en blanco.
―Sí, eso ya lo sé. Hasta
ahí llego ―afirmé con sarcasmo.
―Una cosa es saber de
mecánica, y otra muy distinta conducir un coche ―alegó, también con ironía―.
Venga, que te vea yo lo bien que lo haces.
―Está bien ―y pisé los tres
pedales con sus pies correspondientes para demostrárselo, y tenía que reconocer
que, además, para familiarizarme.
―Bueno, para cambiar de
marcha tienes que mantener el embrague bien pisado, hasta abajo. Pisa el
embrague y mantenlo así ―eso hice―. Bien ―cogió mi mano derecha con su
izquierda, me la colocó en la palanca de cambios y, sin quitar la suya de
encima, la guió para que metiera las marchas―. Primera…, segunda…, tercera…,
cuarta…, quinta… y marcha atrás. ¿Ves cómo lo hago? ―y empezó a repetir las mismas
acciones―. Con suavidad, sin forzar, con empujar un poco la palanca, la marcha
entra sola. Ahora hazlo tú ―y dejó mi mano desnuda, sobre aquella palanca
extraña.
―Primera…, segunda…, ter… ―la
palanca quería negarse a entrar en su sitio.
―Solo empújala ―volvió a
poner su mano encima de la mía, la empujó con suavidad y la palanca entró en la
marcha―. ¿Ves? Es llevarla hacia ahí, nada más.
Dejó mi mano libre otra vez
y probé de nuevo.
―Primera…, segunda…,
tercera…, cuarta…, quinta… y marcha atrás.
―Genial, pequeña ―me alabó
con una sonrisa―. Hazlo otra vez.
Empujé la palanca con
suavidad y metí primera, segunda, tercera, cuarta, quinta y la marcha atrás,
sin mayores problemas.
―Creo que ya le pillé el
tranquillo ―declaré, contenta.
―Bueno, eso ya lo veremos
ahora. Ponlo en punto muerto, pisa el embrague y el freno, y arranca.
―Vale.
Dejé la palanca de cambios
en punto muerto, hundí los pedales del freno y del embrague hasta abajo y giré
la llave en el contacto.
La mezcla de
aire-combustible de las cámaras de combustión de los cilindros explotó gracias
a la chispa eléctrica que saltó en el electrodo de la bujía y el motor de
cuatro tiempos de mi forito arrancó a la primera.
Sonreí con satisfacción y
Jacob lo hizo con más. Eso era música para nosotros.
―Vale. Ahora quita el freno
de mano, pero no dejes de pisar el embrague y el freno. Luego, mete primera.
―Sí.
Pulsé el botón de la
palanca del freno con el pulgar, la empujé hacia abajo y después alcé la mano
para meter primera.
―Ahora pon atención ―dijo,
alzando las dos manos en el aire como instándome a la calma, cosa que me hizo
un poco de gracia―. Manos en el volante, y muy, muy despacio, vas levantando el
pie del embrague a la vez que aceleras también muy suavemente.
―¿Esto también es una
granada? ―bromeé.
Jake se rio.
―No, lo único que puede
pasar es que se te cale.
―Ah, bueno.
―Venga, venga, hazlo ―me
azuzó.
―Voy, voy.
El coche cabeceó hacia
delante y se caló.
―No, mira ―volvió a alzar
las manos y las extendió con las palmas hacia abajo―. Tu pie tiene que soltar
el embrague muy despacio a la vez que el otro acelera suavemente ―me instruyó,
gesticulando con las manos para enseñarme cómo tenía que mover mis pies―. Así,
¿ves? Los dos al mismo tiempo.
―Vale ―asentí.
―Arráncalo otra vez e
inténtalo de nuevo ―me instó, poniéndolo en punto muerto y girando la llave del
contacto para apagar el vehículo.
Arranqué el coche como me
había enseñado antes, metí primera, tomé aire y, con él retenido en mi pecho,
levanté el pie del embrague más lentamente a la vez que pisaba el acelerador
igual de suave.
El Ford comenzó a moverse, temblequeando
en una serie de pequeñas sacudidas, hasta que aceleré un poquito más y solté el
embrague del todo, entonces el vehículo consiguió avanzar con un rodamiento
uniforme y estabilizado.
Jake pasó su brazo
izquierdo por detrás de mi respaldo y se arrimó a mí.
―Pisa el embrague y mete
segunda ―me dijo, sujetando un poco el volante con su mano derecha, por si
acaso el Ford se me fuera.
Hundí el pie izquierdo en
el pedal y llevé la palanca de cambios hacia abajo. La marcha entró sola.
―Muy bien, nena ―encomió,
dándome un beso en la mejilla―. Señala a la derecha, que vamos a girar para
salir del parking.
―Sí.
Empujé la palanca izquierda
del volante hacia arriba; el testigo verde parpadeante en forma de flecha y el
ruidito del intermitente me indicaron que lo había hecho correctamente.
―Bien, ahora, como tienes
que detener el coche del todo para hacer el stop, tienes que frenar suavemente
pisando también el embrague, para que no se te cale.
―Vale.
Hice lo que me mandó y mi
forito blanco se detuvo sin problemas frente al cruce.
Metí primera e inicié la
marcha con el mismo temblequeo de antes, pero, al igual que hace un momento, conseguí
controlarlo y pude girar a la derecha sin problemas, eso sí, con Jacob
pendiente de mis movimientos todo el tiempo. Cambié a segunda y seguí avanzando
por la carretera.
―Muy bien, preciosa ―me alabó
Jake―. Ahora mete tercera y ve despacio.
―De acuerdo ―acepté.
Pisé a fondo el embrague y
llevé la palanca de cambios hacia delante. Cuando levanté el pie izquierdo del
pedal, el coche se sacudió violentamente y embistió de cabeza con fuerza, a la
vez que el motor rugía enrabietado, aunque el coche no se detuvo y seguimos la
marcha, si bien el vehículo iba muy forzado.
―¿Qué ha pasado? ―quise
saber, asustada.
―Nada ―se rio Jake―, que
has metido primera en vez de tercera.
―Oh.
―No pasa nada ―me calmó,
cogiendo mi mano derecha para ponerla en la palanca de cambios otra vez―.
Cambia a segunda, acelera un poco y luego mete tercera.
Jacob siguió con su mano
sobre la mía, pero dejó que yo llevara a cabo las acciones. Metí segunda, el
motor descansó un poco, y después cambié a tercera, esta vez, bien.
Respiré tranquila cuando vi
que el forito marchaba como es debido.
Continué por la carretera
de Mora, siguiendo las instrucciones de Jacob al dedillo.
A diferencia de ayer con la
moto, en esta ocasión no tuve ningún percance importante, salvo que se me caló
un par de veces al salir de una cuesta, aunque finalmente conseguí arrancar y
avanzar, eso sí, con mi chico a mi vera todo el tiempo haciéndome esos gestos
con las manos, imitando lo que mis pies deberían hacer, y controlando el freno
de mano por si tenía que clavarlo para que no se me fuera el coche hacia abajo.
Fue la única vez que se me
resistió una cuesta, ya que enseguida le pillé el tranquillo a la mecánica de
conducir. Jake sonreía todo orgulloso, diciendo que se notaba que era su alma
gemela; eso me levantó el ánimo y me llenó de confianza.
Nos pasamos toda la mañana
practicando con el Ford, recorriendo la carretera de Mora una y otra vez.
Íbamos del parking de Rialto Beach al cruce donde desembocaba la calzada y la
unía con la carretera de La Push, y allí dábamos la vuelta para ir al parking
de nuevo, cosa que me servía para practicar la marcha atrás.
En ese parking, Jake me
enseñó a aparcar: de frente, hacia atrás, de lado... Y cuando ya lo hacía más o
menos bien ―no sé por qué, pero eso de aparcar se me resistía―, nos dirigimos
de nuevo a recorrer la carretera de Mora.
Hasta que al llegar al
dichoso cruce esa enésima vez Jake me dijo que girase a la derecha. Entonces obedecí
encantada y llevé yo misma mi precioso forito blanco a casa.
Toqué el claxon a modo de
saludo cuando pasamos por delante de casa de Billy, el cual estaba en el porche
y sonrió al vernos, seguí por el estrecho sendero que daba a nuestra casita y aparqué
frente al garaje.
Me quité el cinturón de seguridad
con una amplia sonrisa y me lancé a los brazos de Jake para abrazarle y
besarle. Me costó, pero conseguí despegarme de él, aunque me quedé con mis
brazos rodeando su cuello, bien pegada a su cuerpo.
―Gracias por todo ―le dije―.
Has tenido mucha paciencia.
―¿Qué dices? ―cuestionó con
esa preciosa sonrisa suya―. Pero si lo has hecho genial. Mira, mañana iremos
por Forks para que practiques un poco los semáforos, carriles y todas esas
cosas.
―¿Por Forks? ¿No será un
poco pronto?
―Qué va. Te será muy fácil,
ya lo verás ―aseguró con total confianza, metiéndome el pelo detrás de las
orejas―. Si lo haces tan bien como hoy, podrías presentarte al examen la
próxima semana.
―¿Tú crees? ―sonreí.
―Por supuesto que sí,
preciosa.
―Lo dices para halagarme ―dudé.
―Que no. Te lo digo en
serio, nena, nunca jamás he visto a nadie manejar un coche tan bien en una sola
mañana. Tengo una chica listísima, aunque, claro, siendo mi alma gemela… ―presumió
con una sonrisa torcida.
Me salió una risilla. Le
abracé de nuevo y nos besamos otra vez.
Después de volver a
obligarnos a separarnos, salimos de mi Ford blanco y entramos en casa. Preparamos
algo rápido para comer, hicimos un poco de sobremesa para reposar la comida y
nos marchamos otra vez al garaje, aunque esta para coger las motos.
Las llevamos al mismo sitio
que el día anterior y nos pasamos toda la tarde del sábado practicando con
ellas.
Conducir me gustaba mucho,
pero tenía que reconocer que lo de la moto me apasionaba. Tal vez fuera el
hecho de notar el viento en la cara a modo de libertad, o quizás fueran esas
carreras que nos echábamos Jake y yo, si bien no me dejaba ir demasiado deprisa
todavía. El ir en moto con Jake implicaba que los dos estábamos haciendo lo
mismo, interactuando a la vez en una misma acción, y eso me encantaba.
La fiesta se terminó cuando
empezó a llover y, además, con ganas, aunque ya había oscurecido bastante e
íbamos a tener que dejarlo igualmente. Llevamos las motos al garaje y nos
metimos en casa.
Una vez más, la noche del
sábado y parte de la mañana del domingo la dedicamos para repetir lo mismo que
habíamos hecho el día anterior, con lo que nos levantamos tarde. Aun así, nos
dio tiempo a ir a Forks para practicar con mi forito.
Por la tarde Jake tuvo que
marcharse con la manada para patrullar, así que yo aproveché para hacer unos
deberes que tenía pendientes y estudiar un poco en el saloncito. Últimamente me
había vuelto más aplicada en los estudios. No es que me importase especialmente
el sacar mejores o peores notas, pero estudiar era una de las maneras de estar
entretenida con algo para no pensar demasiado en el peligro que corría él. Sabía
que la manada era muy numerosa y que Jake gozaba de mucho poder por ser el Gran
Lobo, era muy difícil que le pasara nada, sin embargo, desde que había pasado
todo aquello con los Vulturis y había salido todo su poder espiritual, se había
corrido la voz y cada vez venían más vampiros nómadas para enfrentarse a él y
tratar de vencerle. Eso no me tranquilizaba nada de nada.
Al poco de anochecer, que
ahora en invierno era temprano, respiré aliviada cuando lo vi aparecer por la
puerta, y así se lo hice ver con mi enorme abrazo y el interminable beso que le
di acto seguido.
Pronto nos fuimos al cuarto
del ordenador para hablar un poco con mi familia y Jake aprovechó para
preguntarle a Carlisle si sabía de la razón que podía llevar a un vampiro a
arrancarle la pata en vida a un pobre lobo. Mi abuelo no dio con ninguna
respuesta lógica y lo achacó a “simple y horrenda crueldad”, a lo que Jake
contestó con un “maldito chupasangres” entre dientes.
Estuvimos cerca de una hora
de cháchara con mi familia, hasta que no nos quedó más remedio que cortar la
conexión, pues habíamos quedado con algunos de los chicos para que vinieran a
casa a jugar con la consola, que ya se estaba convirtiendo en todo un ritual
obligado de los domingos. La consola había sido uno de los regalos que mis
padres le regalaron a Jake por su cumpleaños. No es que fuéramos los únicos que
tuviéramos una aquí en La Push, pero nadie tenía el enorme surtido de juegos de
deportes y acción que venía añadido en el lote.
Los hermanos de Jake no
tardaron en llegar, y se presentaron puntuales. Picaron al timbre quinientas
veces a modo de broma y mi chico les abrió. El alboroto no tardó en notarse.
Quil, Claire, Embry, Seth, Brenda, Paul, Rachel, Shubael, Isaac, Canaan, Sarah,
Jared y Kim entraron entre risas, bromas y esa camaradería típica quileute
mientras cargaban con dos neveras portátiles llenas de cervezas sin alcohol y
portaban un montón de comida para quedarse a cenar.
El sofá de tres plazas lo
ocupamos las féminas ―Brenda y yo
tuvimos que conformarnos con los brazos del mismo― y los chicos se repantigaron por la alfombra como
pudieron, apartando la mesita roja de enfrente para que sus largas piernas
entraran. Después de ese pequeño jaleo de organización, nos sorteamos los
turnos de juego y nos pusimos a jugar.
no imbentes es ese no me lo puedo creer
ResponderEliminar¡HOLA!, SOY NOVIEMBRE. ME GUSTA QUE JACOB LE ENSEÑE A CONDUCIR, Y ME ACUERDO QUE TODOS EMPEZAMOS MUY TORPES PERO CON LA PRÁCTICA, Y EL TIEMPO YA PUEDES SOLTAR UNA MANO PARA RASCARTE LA CABEZA O COJER UN PAÑUELO Y LIMPIARTE LA NARIZ. COSA QUE AL PRINCIPIO ESO LO VES IMPOSIBLE.
ResponderEliminarES MUY GRATIFICANTE EL PODER HACER AFICCIONES JUNTOS, Y SENTIRSE LIBRE DE IR A CUALQUIER SITIO SIN DEPENDER DE JACOB. MUCHOS LAMETONES
hola soy angela me gusta tu blog
ResponderEliminarXq asesinaron al pobre lobo ?? > /
ResponderEliminarNo se vale … bueno q chido q Nessie aprenda a manejar Lugo ya me la imagino manejando como se padre
Te quiero
K=D
guuuau! estos libros son lo máximo te felicito por esa forma de escribir... créeme que transmites las emociones a los lectores y eo es genial!!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Wen, me alegro de que te gusten. Muchas gracias por darme una oportunidad y leer mis libros, y también por tus bellas palabras, ¡me animas un montón!
EliminarAhora te hablo un poco sobre mis nuevos libros, por si te animas a adquirirlos cuando termines con los de Jake y Nessie. Lo primero que quiero es dejar muy claro que esto NO SON FICS, son libros como los que se venden en las librerías, con todos los registros legales en las instituciones y administraciones españolas, en la Propiedad Intelectual, en el Ministerio de Cultura español, etc, de hecho, los estoy vendiendo en una librería virtual, por llamarlo de algún modo, en una página web que se dedica a publicar libros de auto edición o auto publicación (Bubok), ya que soy yo misma quien lo saca a la venta (no tengo editorial). Los libros forman parte de una saga de cuatro. La saga se llama LOS CUATRO PUNTOS CARDINALES, y consta de 4 libros: NORTE (ya publicado), SUR (el otro que acabo de publicar), ESTE y OESTE, éstos últimos aún sin escribir (ya estoy empezando con Este). Norte se puede descargar gratis y Sur está a la venta, pero solamente cuesta 2€, ¡prácticamente lo regalo! También he hecho una PÁGINA WEB DE LA SAGA, te dejo la dirección, por si te interesa saber más, antes de que te quiten Internet:
www.tgp7904.wix.com/los4pc
Como te dije, Norte se puede descargar GRATIS ;) Puedes descargártelo aquí, si te interesa:
http://www.bubok.es/libros/219589/Los-Cuatro-Puntos-Cardinales-Norte
Descarga de Sur, por 2€:
http://www.bubok.es/libros/226442/Los-Cuatro-Puntos-Cardinales-Sur-2-novela-de-la-saga
Book Tráiler de Norte:
https://www.facebook.com/photo.php?v=3892241884744&set=vb.543294289015488&type=3&theater
Book Tráiler de Sur:
https://www.facebook.com/photo.php?v=4904061979614&set=vb.543294289015488&type=3&theater
Página del Facebook de la saga, donde ya somos 545 guerreros!!!!
https://www.facebook.com/LosCuatroPuntosCardinales
Bueno, no me enrollo más. Muchas gracias por seguir el blog, espero que sigas disfrutando de la lectura ;)
Un besito!!
Y jake entro en ese carrito??? O:
ResponderEliminar¡Hola, yassi g g!
EliminarSi entra en su Wolkswagen Rabbit del 86, tendrá que entrar en este, ¿no? Jajajajaja. Te dejo una foto del coche de Jake en cuestión para que veas que son parecidos de tamaño: http://vpstestbringatrailercom.c.presscdn.com/wp-content/plugins/PostviaEmail/images/1979_Volkswagen_Rabbit_Euro_GTI_COnversion_For_Sale_Front_resize.jpg
A mí también me parece que es un coche muy pequeño para un tío de 2 metros, pero como Stephenie Meyer lo hizo así, pues yo también me permití esa licencia ;)
Muchas gracias por leer mi historia, ¡te doy la bienvenida!
¡Un lametón para ti!