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NO DUDEIS EN DEJAR VUESTROS COMENTARIOS, PREGUNTAS, ETC,
YO CONTESTARE A TODO GUSTOSAMENTE ^^
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Para leer este fic, primero tienes que leer el anterior "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog. Si no, no te enteraras de nada XDD
CAPITULOS:
PARTE UNO: HORIZONTE:
RENESMEE:
1. MAS HUMANA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-1-mas-humana.html
RENESMEE:
1. MAS HUMANA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-1-mas-humana.html
2. SAGRADOS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-2-sagrados.html
3. PRACTICAS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-3-practicas.html
4. HELEN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-4-helen.html
5. ANIVERSARIO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-5-aniversario.html
6. EXCURSION: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-6-excursion.html
3. PRACTICAS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-3-practicas.html
4. HELEN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-4-helen.html
5. ANIVERSARIO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/05/nueva-era-capitulo-5-aniversario.html
6. EXCURSION: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/06/nueva-era-capitulo-6-excursion.html
ENCUENTRO
No
me dio tiempo a decir más.
―¡¿Cómo se atreve?! ―gritó
el que se había arrojado hacia mi amiga.
Su
media melena lisa y morena estaba suelta y se dividía en dos por medio de una
raya rectísima y perfecta que cruzaba toda su cabellera y que la dejaba caer
sobre su cara a modo de cortina entreabierta. Aun así, eso no impidió que sus agresivos
ojos rojos escarlata resaltaran sobre esa tez blanca como la cal.
Pero
no eran solo esos ojos los que nos amenazaban. Los otros tres encarnados pares
no eran menos asesinos.
En
cuanto vi cómo los cuatro vampiros se abalanzaban hacia nosotras, me levanté de
un salto vertiginoso, tirando de Helen por su brazo para cargarla a mi espalda,
y eché a correr a la velocidad del sonido.
―¡Sujétate bien! ―le
mandé a mi amiga, agarrándola yo a ella también para que no se cayera hacia
atrás.
―¡Eres uno de ellos! ―chilló
con histerismo, tirándome de los pelos―. ¡Suéltame!
Los
vampiros ya estaban pisándome los talones.
―¡¿Quieres que te entregue a esos cuatro?! ―amenacé.
Los
casi imperceptibles tirones de mi cabeza cesaron y sus brazos pasaron a rodear
mi cuello para aferrarse bien fuerte.
Apreté
el paso para tratar de aventajarlos, pero ellos seguían corriendo más deprisa
que yo, y tampoco podía acelerar más, puesto que Helen no podría soportar tal
velocidad.
―¡Casi no puedo respirar! ―afirmó
Helen con voz quejumbrosa, ratificando mis pensamientos.
―¡Ya los tengo encima, si reduzco la velocidad…!
Mi
frase se quedó colgando. Uno de los vampiros llegó a nuestra altura y se puso a
correr a nuestro lado izquierdo. Era enorme, más alto que Emmett, incluso. Su
pelo era de un rubio muy claro, casi blanco, con un corte muy apurado, y su
piel era tan albina, que las venas muertas que atravesaban su cara se
transparentaban.
El
vampiro se quedó observándome, extrañado, mientras corríamos a la par y después
chistó con desprecio.
―¿Qué es esto? ―se burló
con esa voz grave, tocando mi mejilla con su enorme dedo. Luego, arrugó la
nariz―. ¿Un vampiro que huele a
perro?
Helen
estaba aterrada, los latidos de su corazón eran frenéticos, latían con tanta
fuerza, que retumbaban en mi espalda. Su garganta se quedó muda y su brazo
estranguló aún más a mi cuello, del miedo que tenía.
Aparté
la cara de ese dedo a la vez que apretaba los dientes e iniciaba el desvío
hacia la derecha.
Sin
embargo, otro de los vampiros se puso al otro lado y cortó mi trayectoria. Este
también era rubio, pero la longitud de su cabello era un poco superior y su
color era bastante más oscuro que el de su gigantesco compañero, era un tono
dorado, y lucía una barba bien arreglada de la misma tonalidad. Su altura era
semejante a la de mi padre y su piel era idéntica a la del gigantón.
Ahora
me encontraba en medio de los dos, y los otros me pisaban los talones,
flanqueando a sus amigos.
―Vamos, hermosura, entréganos a la chica ―me instó mi nuevo vecino con un tono fingidamente amable y una media
sonrisa forzada que pretendía simular amabilidad.
Por
fin identifiqué su acento. Era de Europa del este.
―¡No! ―grité yo.
El
semblante del vampiro cambió de sopetón, mostrándome su verdadera faz ya sin
tapujo alguno. Su comisura cayó repentinamente y sus cejas bajaron
profundamente, inyectándose con ira en esos ojos rojos y despiadados.
Retiró
su labio hacia atrás y se arrojó a nosotras de costado, seguido del enorme vampiro
rubio platino, que lo hizo por el otro lado.
Ellos
eran más rápidos y fuertes, pero yo era más flexible y ágil. Frené mis pies en
seco, deteniendo mi carrera súbitamente por un instante; instante que fue
suficiente para que ellos siguieran corriendo por la inercia y chocasen entre
sí, aunque la cara de mi amiga también lo hizo con brusquedad contra mi
coronilla, e inicié el galope de nuevo en otra dirección, esquivando a los
otros dos milagrosamente, que ya venían a por mí.
El
vampiro moreno de antes se abalanzó con fiereza hacia nosotras por detrás,
saltando y estirando los brazos para llegar a mi amiga.
―¡Nessie! ―chilló Helen,
despavorida.
Antes
de que terminara de pronunciar mi nombre, pegué un brinco altísimo y enganché
mis manos a una rama, dejando al vampiro debajo de mí.
Aunque
sabía que eso no sería por mucho tiempo.
―¡Agárrate fuerte pase lo que pase! ―le ordené a mi compañera mientras mis piernas ya se balanceaban hacia
delante vertiginosamente y ella profería un grito y enganchaba las suyas
alrededor de mi cintura.
―¡Tengo vértigo! ―lloriqueó,
asustada.
Todo
sucedía a la velocidad de la luz.
No
fue solo el moreno; el vampiro gigante y el rubio dorado saltaron a la vez
junto al primero y los tres se encaramaron a las ramas del trío de árboles
anexos al mío para acorralarme, mientras el otro que quedaba seguía en el
suelo, esperando mi caída como la hiena que espera los restos de una presa.
El
vampiro de barba volvió a lanzarse a por nosotras desde su puesto con los
brazos extendidos para arremeternos sin piedad, sin embargo, mis piernas ya
estaban volando con los pies por delante, y estos se posaron sobre el tronco de
enfrente para impulsarme y dispararme en la dirección contraria, usando el
ancho leño como si de una catapulta se tratase.
Helen
chilló de nuevo cuando volé como una bala por encima del vampiro de pelo dorado
a la vez que él lo hacía por debajo y nos cruzábamos a un metro de distancia.
―¡Estúpido! ―escuché que
le reprochaba el moreno.
―¡Es demasiado escurridiza! ―se defendió su compañero, sujetándose a otra rama.
Me
estampé contra el tronco de un enorme pino, pero no me hice daño, ya que mi
cuerpo ahora era duro como el acero, y logré sujetarme a tiempo para amortiguar
el golpe. La que se llevó un buen mamporrazo contra mi espalda fue la pobre
Helen, pero tampoco se quejó. Su pavor debía de tenerla tan paralizada, que ya
no sentía ni dolor. La sujeté con la otra mano para que no se me cayese.
Y
a mí no me daba tiempo ni a pestañear.
Un
espantoso crujido se oyó a unos pocos metros de mis pies, seguido de una serie
de resonantes restallidos, y la zona superior del pino donde me encontraba
encaramada comenzó a inclinarse hacia delante, arrastrándonos con él en su
descenso. El vampiro que estaba esperándonos en el suelo había empujado el
árbol para quebrarlo. El tronco empezó a descender lentamente al principio,
pero después siguió su caída con un movimiento más acelerado.
La
suerte estuvo de nuestro lado y la copa del alto pino quedó atravesada entre
las ramas de los árboles contiguos, deteniendo su caída total y haciendo que
nosotras sufriéramos un pequeño embiste, del impacto.
En
el mismo momento en que sucedió esto, los tres vampiros brincaron de sus ramas
para intentar atraparnos, impulsándose lateralmente con los troncos, en zigzag,
como expertos y gráciles acróbatas.
Salté
hacia abajo, empujándome con todas mis fuerzas, y conseguí caer a unos pocos
metros de donde estaba el vampiro que esperaba en tierra firme, que ya se había
lanzado a por nosotras junto con los otros tres.
Corrí
a todo lo que daban mis piernas por el bosque, metiéndome una y otra vez por
los árboles para despistarlos, aunque sabía que no iba a poder seguir
haciéndolo durante mucho más tiempo, las casi imperceptibles pisadas estaban a
muy poco de nuestras espaldas.
Tenía
que encontrar a Sam y a su grupo como fuera, no tenían que andar muy lejos. El
problema es que no sabía cómo hacerlo. Me di cuenta de que estaba corriendo en
círculos por ese sector del bosque, todo era desconocido para mí y no sabía ni adónde
me estaba dirigiendo.
Y
entonces, escuché unos sonoros gruñidos y chasquidos a unos pocos kilómetros de
allí. Eran Embry y los suyos, que estaban luchando contra esos otros vampiros.
Lo
único que se me ocurría era ir hacia allí. Sabía que era peligroso, era meterse
en medio de una batalla mortífera con más vampiros por el medio saltando y
atacando, pero si solo me pasaba por delante, alguno de mis hermanos lobos me
vería, se comunicaría con Sam y él ya sabría dónde nos encontrábamos. Y tal vez
la lucha también despistara a los cuatro que nos estaban persiguiendo.
Aceleré
y comencé a dirigirme hacia esa zona.
Pero
solo me dio tiempo a comenzar, porque el vampiro enorme de pelo casi blanco
salió de la nada y se interpuso en mi camino, obligándome a desviarme en otra
dirección.
En
un momento, me vi asediada por el cuarteto de matones, que me cercaron para
conducirme por donde ellos querían sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo.
Me sentí como uno de esos pequeños impalas de África que son perseguidos por un
grupo de leonas hasta que lo alejan del grupo para clavarle sus garras.
El
corazón de Helen latía a mil por hora.
Ya estoy aquí, chicos, anunció Jake en mi cabeza
de repente; y a la vez se llenaba de las diferentes voces de los metamorfos. Sam, voy a ir
con vosotros.
Escuchar
su voz fue como ver el sol por primera vez.
De acuer…
¡Jake!, le llamé, cortando a Sam.
¡¿Nessie?!, se alarmó.
¡Tenéis que venir a ayudarme! ¡A Helen y a mi nos
están persiguiendo cuatro vampiros y la cosa está muy fea!
¡¿Y qué demonios haces ahí con…?!, dejó la protesta en el
aire, lo otro urgía más. ¡Mierda! ¡¿Dónde estáis?!, quiso saber, ya corriendo
a la velocidad del sonido.
¡No lo sé! ¡Es la primera vez que estoy en este
bosque!,
contesté mientras seguía huyendo de nuestros cuatro hostigadores.
¡Fíjate en algo para que nosotros podamos verlo!, me indicó con nerviosismo.
Eso
era fácil de decir, pero todo eran árboles por todas partes, pinos, abetos y
demás que no se diferenciaban mucho entre sí.
De
repente, vi un árbol con una forma extraña, retorcido.
¡Lo tengo!, gritó Sam.
¡Yo también! ¡Os veo allí!, siguió mi chico, que continuaba
corriendo en solitario con premura.
¡De acuerdo!, asintió el lobo negro, que lo hacía con su grupo
por otra zona del bosque.
¡Aquí se nota tu olor, Jake!, advirtió Paul. ¡Está
mezclado con otro, así que tiene que ser ella!
¡Ya vamos, Nessie!, dijo Jacob con frenetismo. ¡Aguanta, ya
estamos ahí!
No
pude ni responderle.
Uno
de los vampiros consiguió arremeternos por la espalda y Helen y yo nos caímos
al suelo, entre los gritos de pavor de mi amiga.
¡NESSIE!, gritó Jacob, encolerizado.
Su
rugido fue tan potente, que atronó por todo el bosque, haciendo que el vampiro
que se nos había echado encima se levantase de un salto, sobresaltado.
Fue
entonces cuando pude ponerme en pie y vi que había sido el matón moreno el que
nos había tirado.
¡Estamos bien!, dije para tranquilizarle.
¡Ya nos queda poco!, aseguró Sam.
¡Daos prisa!, pidió Jacob.
Los
ojos de mi lobo me mostraban que seguía galopando vertiginosamente, aunque no
sabía si ya se encontraba cerca o no.
Miré
a mi alrededor. Estábamos rodeadas por el cuarteto de vampiros, que habían
hecho una especie de círculo para acorralarnos. Helen se levantó y se pegó a
mí. Apreté los dientes y cubrí a mi amiga para protegerla.
Justo
en el momento en que el vampiro de pelo dorado se abalanzaba a por nosotras por
detrás, mi colosal y enfurecido lobo rojizo salía de la nada y lo embestía de
costado con otro rugido estremecedor. Helen profirió un chillido de horror. Ambos
cayeron en el suelo con violencia y rodaron sobre sí varios metros, aunque
enseguida se pusieron en pie de nuevo. Jake saltó para ponerse delante de
nosotras y el vampiro se unió a sus compañeros, que habían formado una línea
frente a nosotros.
Jacob
les mostró su mortífera y ahora más que nunca letal dentadura a la vez que les
clavaba los ojos con inquina y emitía unos gruñidos extremadamente
amenazadores.
―Oh, Dios mío ―exhaló
Helen casi sin voz y asustadísima al ver a ese descomunal lobo delante de
nosotras.
―Tranquila, es de los nuestros ―la intenté calmar.
¿Estáis bien?, me preguntó Jake sin quitarle ojo a los cuatro
vampiros y sin modificar su postura ni un ápice.
Sí, asentí.
Entonces,
cuando desvié la vista hacia los vampiros, mis pupilas se quedaron asombradas y
maravilladas. Vieron cómo sus cuerpos estaban envueltos con una luz apagada y
malva, mientras que nosotros tres lo estábamos con una luz dorada y brillante; la
de Jake brillaba más que el sol. Jadeé, de la impresión. Era la primera vez que
veía los efectos del poder espiritual de Jacob de primera mano.
Y
no solo eso. Tres de los vampiros: el gigante, el moreno y el del cabello
dorado, los cuales observaban a Jacob con perplejidad y asombro, emanaban una especie
de vaho húmedo de color azulado, y supe al instante que era miedo, gracias al
entendimiento que la mente de Jacob me transfería.
Pero
no era así con el cuarto vampiro, el mismo que había quebrado el árbol y que no
había podido ver bien. El vaho de este era de un color más verdoso, era temor,
sí, aunque más afín al respeto, y le miraba como si ya le conociera.
―¿Es él? ―exclamó el
vampiro de corta melena morena, en voz baja, hablando para el cuarto vampiro
sin quitarle ojo a Jake.
Ahora
que lo tenía justo enfrente, pude fijarme más en ese. Y era evidente que era el
jefe de todos ellos.
Su
pelo rubio tostado también era largo, otra media melena, solo que esta estaba
atada en su totalidad por una corta coleta que dejaba todo su albo rostro al
descubierto. Sus facciones eran perfectas, como las de todos los vampiros, no
era nada que llamase especialmente mi atención, parecía que todos estuviesen
cortados por la misma plantilla. Pero sí que me fijé en sus ojos. También tenían
ese iris rojo escarlata, sin embargo, había algo en ellos que me espantó.
Solo
se limitó a asentir, sin dejar de mirar a Jacob. Sin embargo, luego su
semblante se giró levemente y clavó sus ojos en mí.
Todo
el vello se me puso de punta cuando percibí la extremada maldad que había en
él. Lo intuí, lo noté, lo supe. Puede que fuera por la influencia de Jake,
aunque no creo que me hubiese hecho falta para apreciarlo. Su luz malva era más
oscura que la del resto. Había algo espeluznante en ese hombre, y lo certifiqué
en cuanto sus extrañas pupilas se posaron en las mías, clavándose con
intensidad.
Se
quedó observándome con una mirada extraña, como si estuviese esperando algo de
mí. Y entonces, mi pulsera vibró como un insistente móvil.
Jake
también se dio cuenta de esto.
¡Aparta tus asquerosos ojos de ella!, gritó, rugiéndole furioso
mientras ya se agazapaba para atacarle.
―La profecía ha empezado ―habló
después, para sus compañeros, con una voz que hubiera sonado celestial si no
fuera por la aspereza de su tono.
Esa
no era una de las tres voces que había escuchado con anterioridad. Era la
primera vez que había hablado desde que había dado con ellos para salvar a mi
amiga.
¡Ya estamos aquí!, anunció Sam.
Y
de repente, cuatro enormes lobos más salían de entre la espesa vegetación a
ambos lados para ponerse junto a Jake. Viéndoles a su lado quedaba más evidente
el impresionante tamaño que ahora tenía Jacob. Antes ya era el más grande, pero
desde que había dejado salir todo su espíritu de Gran Lobo y había crecido, le
sacaba más de medio metro a Sam.
―Oh, Dios mío… ―volvió a
jadear Helen con esos ojos que no eran dorados falsos, sino fucsia, abiertos de
par en par.
Sam,
Paul, Jared y Rephael se agazaparon y acompasaron los gruñidos de Jake,
mostrando también sus dentaduras asesinas.
―¡Tres de ellos son los que mataron a Ion! ―voceó el vampiro grande con su voz grave,
apretando los dientes.
Su
vaho cambió del color azul al rojo en un santiamén, la mente de Jacob también
me hizo comprender que era la ira y la rabia que se desatan por las ganas de
luchar; se envaró y echó su pie hacia atrás para atacar, pero cuando estaba a punto
de impulsarse, su jefe le interpuso su brazo y le detuvo.
―Ahora hay otra prioridad ―declaró
este, otra vez con la misma entonación de antes.
Su
subordinado rechinó los dientes, sin embargo, obedeció y abortó su ataque, si
bien su emanación seguía siendo de color carmesí.
¡¿Quién diablos es ese Ion?!, quiso saber Jared.
La
mente de mi lobo se llenó de distintos pensamientos, todos avanzaban y se
relacionaban entre sí muy deprisa y no fui capaz de distinguirlos bien. Tan solo
pude ver la imagen de aquel lobo muerto, yaciendo en ese charco de lodo y
sangre. Jake se había parado a pensar en eso más tiempo.
Ese chupasangres cobarde y sádico que asesinó en vida
a nuestro lobo, masculló él con furia retenida, después de hacer todas esas
vertiginosas deducciones.
Los
gruñidos de los cinco lobos se intensificaron.
Quédate con ellas, ya nos encargamos nosotros de esta
escoria,
dijo el lobo negro, dedicándoles un rugido a los vampiros.
De acuerdo, aceptó Jake. Pero aseguraos de que paguen por lo que
han hecho,
habló después con la misma rabia de antes.
No
puso ningún inconveniente. La pulsión de quedarse a mi lado para protegerme era
más fuerte que cualquier otra cosa, incluso que el sentimiento de venganza. Y
yo sabía que confiaba en la eficacia de su manada al cien por cien.
En
cuanto Sam avanzó un paso, el vampiro rubio de coleta les hizo una señal con la
cabeza al resto de sus compañeros y todos se dieron la vuelta vertiginosamente,
saliendo despedidos para huir.
¡A por ellos, que se largan!, voceó Rephael con otro
rugido mientras ya echaban todos a volar para perseguirles.
¡Bien, un poco de acción!, aclamó Paul con una risa
malvada.
Los
cuatro lobos desaparecieron entre el boscaje como cuatro balas. Cuatro borrones
de distintas tonalidades que se perdieron por los árboles hasta que ya no se
les vio.
Sam, no te olvides de avisarme cuando los cojáis, ordenó Jake.
¡Cuenta con ello!, afirmó él.
Y
las diferentes voces, gritos y risas maléficas se apagaron hasta que solo
fueron un murmullo monocorde.
Cerré
los párpados y respiré aliviada, a la vez que el murmullo se moría del todo.
Cuando
los abrí, Jake salía de detrás de un enorme abeto en su forma humana. Eso no
escapó a los perspicaces ojos de mi amiga.
―Era cierto… Entonces, ¿vosotros sois…? ―musitó Helen sin creérselo, señalando a Jacob con el dedo y a la
espesura del bosque por donde se habían perdido el resto de los lobos―. Dios, mío, ¿en qué mundo vivimos? ―murmuró para sí, dándose la vuelta mientras
se llevaba la mano a la cabeza.
Jacob
llegó a mí y me agarró de la cintura para arrimarme a él.
―Jake, ¿qué has hecho? ―le
dije en voz baja―. Ahora va a
saber vuestro secreto…
―Ya sabe demasiadas cosas, y ha visto demasiado de nuestros mundos, y a
nosotros. No creo que el que sepa esto cambie nada sustancial ―alegó él, murmurando con esa voz ronca―. Además, después de este susto de muerte necesito
besarte ahora mismo o me volveré loco ―susurró, pegando su frente a la mía con avidez.
Y
yo también lo necesitaba, como una droga.
Pegué
del todo nuestros rostros y fundimos nuestros labios con un beso apasionado
mientras mis manos ya se perdían por su pelo y las suyas me apretaban contra su
ardiente pecho desnudo. Como aquel episodio en la playa de First Beach donde
casi se llevan a Jake en una jaula y en el que terminamos besándonos detrás de
aquel árbol, sus labios eran más abrasadores que nunca comparados con mi gélida
boca, pero, al igual que me había pasado en aquella ocasión, también me
parecieron más sedosos y suaves, si cabe. Todo su cuerpo radiaba calor y ardor,
su boca, sus manos, su torso. Lástima que yo llevase esta cazadora de pana y no
pudiese sentir su tórrida piel…
Entre
toda la energía que ya nos envolvía revolucionada, escuché el carraspeo de Helen
y recordé que no estábamos solos.
Despegué
mi boca de la de mi chico a regañadientes y, después de tomar una buena
bocanada de aire, logré que mi cara y mi cuerpo se separasen de él.
―Ugh, Nessie, pareces un cubito de hielo ―se burló Jake, respingándose mientras nos despegábamos―. Me has dejado el cuello congelado ―y se frotó la zona con la mano para
calentarla.
―Ja, ja ―articulé con
ironía―. Pues tú casi me
abrasas viva, estás que ardes.
―¡Uf! Y no te imaginas cuánto, nena ―insinuó él con una sonrisita pícara y un tono vacilón.
Le
iba a propinar un manotazo en el brazo, pero él lo esquivó, carcajeándose.
―No me toques, que me congelas ―siguió bromeando entre risas, apartándose de mí―, y todavía no había pensado en eso de la
criogenización.
―¿Criogenización?
―Sí, ya sabes, congelarse antes de morirse para que te resuciten años
más tarde.
―Idiota ―mascullé,
aunque no pude evitar reírme.
Se
hizo un silencio cuando nuestras risas se apagaron y entonces volví a recordar
que mi amiga estaba ahí. Y seguía ahí, lo cual ya era un alivio, pues eso
significaba que por lo menos no nos temía ni nos rechazaba.
Los
ojos de Helen y los míos se encontraron durante un instante con un montón de
preguntas recíprocas rebosando de ellos.
―Esto… Yo voy a traerte algo de comer, ¿vale? ―me dijo Jake.
―Vale ―le sonreí, y acto
seguido me dio un beso corto para empezar a alejarse de mí.
―Estaré justo aquí ―afirmó
al tiempo que caminaba con el torso girado para mirarme―. Vendré enseguida.
―De acuerdo.
Se
volvió hacia delante y me quedé observándole mientras se metía entre el boscaje
y desaparecía. A los pocos segundos, el murmullo monocorde regresó a mi cabeza.
Me
giré hacia mi amiga y me apoyé en el árbol que mi espalda tenía detrás, para
tenerla enfrente.
Ella
fue quien abrió la veda.
―Así que tú también eres un… vampiro ―le costó decir la palabra.
―Soy un semivampiro metamorfo ―puntualicé. Su expresión de perplejidad se transformó para adoptar una
mueca de extrañeza. Me dio un poco de risa―. Sí, ya sé que suena muy raro. Verás, soy semivampiro porque soy mitad
humana, mitad vampiro ―empecé a
explicarle―, pero también soy
un metamorfo porque puedo transformarme, como Jake y sus amigos, que lo hacen
en lobos, solo que yo lo hago en un vampiro casi completo.
La
boca de Helen ya llevaba un rato colgando. La cerró y pestañeó deprisa,
seguramente intentando despejarse para comprender.
―¿Casi? ―preguntó.
―Sí, no llego a transformarme del todo, ya que una parte de mí siempre
sigue siendo humana. A diferencia de los vampiros completos, mi corazón nunca
deja de latir. Ahora tengo que tomar sangre para volver a mi estado normal.
―¿Comes… ―tragó saliva
audiblemente― sangre? ―eso también le costó soltarlo.
Mi
lobo rojizo apareció de pronto de entre los árboles con un enorme venado entre
los dientes. Helen se sorprendió y se asustó un poco cuando lo vio aparecer.
Mira lo que traigo para ti, preciosa, dijo él con satisfacción
mientras lo dejaba en el suelo, delante de mí. El más grande de todos. Tuve suerte, se
me cruzó una manada justo ahora.
Seguramente,
el pobre animal se moriría antes del susto por ver a ese descomunal depredador,
que de la acción de los colmillos de Jake.
―Gracias, cielo ―y me
acerqué a él para acariciar su gigantesca cabeza.
Jake
tuvo que agacharse un poco para que yo llegase. En cuanto mis dedos comenzaron
a meterse entre el pelaje de la parte lateral, su garganta empezó a prorrumpir
ese sonido tan parecido a un ronroneo lupino.
Ay, sí, sí, ahí…, murmuró con una voz un tanto implorante a
la vez que giraba la cabeza para que mis dedos llegasen más a fondo.
―¿No decías que era como un cubito de hielo? ―le recordé con retintín, aunque sonriendo―. ¿Ahora mis dedos no te congelan?
Tengo mucho pelo aislante y no llegan a mi piel…, señaló él con otro
ronroneo.
Se
me escapó una risilla que se cortó cuando me fijé en Helen, que nos miraba
estupefacta.
Carraspeé
y me aparté de mi lobo.
No, no pares…, protestó con súplica, volviendo a acercar esa
enorme cabezota suya.
Jake…, le regañé con otra risilla, apartándosela. Te recuerdo
que Helen está aquí.
Ah, sí, es verdad.
Y
se incorporó del todo. Yo me acerqué al venado muerto.
―Esto es lo que yo como ―le
mostré, cogiendo la presa―. No
bebo sangre humana, si es lo que querías saber ―le sonreí―. Y ya sabes
que también me alimento de comida normal, me ves comer todos los días en la
cafetería del instituto.
―Sí, claro ―asintió con
una risita nerviosa, como si se acabase de dar cuenta de eso.
―Creo que será mejor que me ponga detrás de este árbol, no querrás ver
esto.
―Sí, creo que por hoy ya he tenido bastante… ―masculló.
―Terminaré enseguida.
Me
senté, apoyando la espalda en el tronco y escondiéndome de su vista, y le
hinqué los colmillos al animal para beberme su sangre.
Jacob
se sentó y se quedó frente a Helen. Ladeé un poco la cabeza para poder mirar
por el rabillo del ojo mientras succionaba.
Mi
amiga lo observaba todavía con algo de estupor, pero también parecía fascinada.
No era de extrañar. No es porque fuera mi lobo, pero Jake era el más guapo de
todos los metamorfos, en su forma humana y en su forma lobuna. Si ya un lobo
normal y corriente era precioso, Jake era verdaderamente impresionante. Su largo
pelaje rojizo y bermejo brillaba saludablemente, de lo limpio y cuidado que
estaba. Aunque la capa externa era un poco más áspera, impermeable y resistente,
para que pudiera soportar las inclemencias de la lluvia y la nieve, la capa
interior de su pelambrera era más fina, aunque espesa, sedosa y algodonosa,
para aislarle del frío. Su gigantesco y descomunal tamaño ya te sobrecogía,
pero es que todo en él era perfecto y majestuoso. Sus facciones lobunas, orejas
y ojos eran totalmente simétricos, perfectos, todo en él parecía estar hecho al
detalle, y su musculatura y sus patas eran fuertes y poderosas. Hasta sus
movimientos tenían algo de la realeza. Era el Gran Lobo, y eso se notaba solo
con verle.
No
pude evitar sentirme profundamente orgullosa de Jacob, y sentirme la mujer más
afortunada del universo porque él estuviera conmigo. ¡Y yo me iba a casar con
él!
Las
mariposas de mi estómago revolotearon como locas solo de pensar en ese día. En
ese 18 de junio, cuando me convertiría en Renesmee Carlie Black…
Eso suena muy bien, nena, repítelo, intervino él de pronto.
¡Oh,
no! Se me había olvidado por completo que él podía escuchar todos y cada uno de
mis pensamientos. Si no fuera porque todavía no había vuelto a mi estado
normal, me hubiese puesto roja como el fuego.
―¿Puedo… puedo tocarte? ―le
preguntó Helen con voz trémula.
Solté
una risita maléfica entre dientes.
Sí, hombre, ni hablar, protestó él, aunque ella solo
escuchó el gañido.
Venga, Jake, deja que te acaricie un poco, le pedí.
No soy un perro, objetó.
Nadie ha dicho que lo seas. Es solo que ella ha visto
que yo te acariciaba y tiene curiosidad por ver cómo es, nada más.
Tú eres tú, alegó.
―¿Es que solo se deja acariciar por ti? ―quiso saber ella, dirigiéndose a mí.
¿Lo ves? Ahora está hablando como si yo fuera un
perro.
Venga, Jake, solo un poquito, le rogué.
Esto es muy incómodo para mí. Dime una cosa, si
estuviera en mi forma humana y ella me pidiera lo mismo, ¿también me dirías
eso? ¿Dejarías que ella me acariciase? Porque yo sigo siendo el mismo, sea
hombre o lobo.
Mi
boca soltó a mi presa de golpe y el último trago de sangre se me quedó
atravesado en la garganta.
―Sí, solo se deja acariciar por mí, lo siento ―le contesté a Helen sin un atisbo de duda ni
titubeo.
―Oh.
Eso está mejor, dijo Jake, satisfecho.
La
última de esas tres palabras ya la escuché con interferencias, porque en cuanto
bebí unos cuantos tragos más de la sangre del venado, mi cuerpo terminó la
transformación y todo en mi organismo volvió a la normalidad.
Dejé
al animal en el suelo y me levanté para ir junto a ellos. Jacob se puso de pie
y se colocó a mi lado, oliéndome y dándome unos pequeños lametones en la cara.
Después, se irguió y corrió para esconderse detrás de un pino.
―¿Ya vuelves a ser la misma de siempre? ―interrogó Helen con una expresión más tranquila, si bien todavía no
debía de creerse mucho todo lo que estaba viendo.
―Sí, la Nessie medio humana de todos los días ―sonreí.
Y
antes de que me diera cuenta, ella se arrojó a mis brazos y se puso a llorar en
mi pecho.
―Gracias por todo ―sollozó.
Me
quedé tan sorprendida de su reacción, que tardé unos segundos en poder
pestañear. Aun así, la abracé y esperé un poco más, para que se desahogase.
―Eh, venga, ya pasó todo ―le
calmé después de un rato, separándola por los hombros con suavidad―. ¿Tú estás bien? ¿Te has hecho daño?
―No, estoy bien ―respondió,
secándose las lágrimas.
―Ahora dime, ¿qué hacías por aquí? ¿Y por qué querían llevarte con ellos
esos cuatro?
―Es un poco largo de explicar ―exhaló.
―Tengo todo el día. Además, en cierto modo Jake y yo te hemos contado
nuestro secreto, lo justo es que tú nos cuentes el tuyo, ¿no crees? Y también
me tendrás que explicar por qué tienes esos ojos de color fucsia. Y no me digas
que ha sido la gripe o que es de nacimiento.
―No ―se rio, aunque un
poco a desgana―. Esto es porque
he sido contagiada ―y la voz se
le quebró al final de la frase a la vez que sus ojos se dirigían hacia el
suelo, melancólicos.
―¿Contagiada? ―pregunté,
extrañada―. ¿Contagiada de qué?
De
gripe no, eso seguro. No se me ocurría nada que tiñera el iris de ese color
fucsia chillón. Los neófitos y los vampiros que tomaban sangre humana tenían
los ojos de un escarlata fuerte, y los licántropos los tenían amarillos
reflectantes.
―Siento estropearos el momento, pero es mejor que os contéis todas esas
cosas en casa ―irrumpió Jake,
saliendo de su escondite como humano―. Sam acaba de comunicarse conmigo.
La
cara de Helen reflejaba a las claras que no entendía nada, pero ahora mismo no
podía explicárselo.
―¿Qué te ha dicho? ―quise
saber―. ¿Ya los han cogido?
―No, aún no. Por eso tenéis que iros, aquí corréis peligro ―afirmó con seriedad, cogiendo mi mano con rapidez
para empezar a caminar. Helen nos siguió y se puso a mi lado―. Los perdieron de vista al noreste, cerca
del río Soleduck, pero están siguiendo su rastro. Es posible que continúen por
estos bosques, así que esta zona no es segura ―aseguró, observando y escudriñando los alrededores―. Id a casa y esperadme allí. Yo os llevaré.
―¿Vas a ir con ellos? ―inquirí,
asustada, apretando su mano.
Estaba
acostumbrada a que se fuera a patrullar, sin embargo, la imagen de ese vampiro
rubio de coleta, con su alma malva oscuro envolviendo su silueta y mirándonos
con esa espeluznante maldad, se me clavó en el cerebro y me infundó un temor
extraño y helado que me atravesó el cuerpo.
―Tengo que ir, Nessie. La manada está dividida en cuatro grupos ahora
mismo, no nos quedan más efectivos. Verás, Leah y su cuadrilla todavía están
luchando con los vampiros nómadas que han venido hoy, Quil y otro grupo están
vigilando la tribu, y Embry y los suyos se han cargado a esos otros que olieron
la sangre de tus compañeros de clase, pero ahora se encuentran protegiéndolos
por si a otros vampiros se les ocurriese volver por allí. Así que Sam me
necesita, ¿entiendes? Cuantos más seamos para rastrear a esas ratas, antes les
encontraremos y nos los cargaremos.
De
pronto, las palabras compañeros de clase me recordaron algo.
―Mierda ―mascullé.
―¿Qué pasa?
―Yo tengo que volver con la excursión. Brenda debe de estar muy
preocupada por mí, y el señor Grant… Oh, no, mierda ―lamenté.
―Pues tendrás que decirle a tu profesor que te encuentras mal o algo y
largarte. Helen no estaba en la excursión, así que no puede aparecer por allí
como por arte de magia, tus compañeros y tu profesor se darían cuenta, seguro.
Y tampoco se puede quedar sola. Lo mejor es que vayáis a casa y os quedéis allí.
Y a Brenda ya se lo explicarás más tarde, ahora no hay tiempo.
―¿Entonces, voy al perímetro de la excursión y le digo al señor Grant
que me he puesto enferma y que me tengo que ir?
―Sí, eso. Bueno, invéntate algo mejor, seguro que tú puedes.
―Espero que cuele ―suspiré,
no muy convencida.
―Si le pones esos ojitos tuyos, seguro que se lo traga ―aseguró con una sonrisa torcida mientras
pellizcaba mi mejilla.
Le
hice una mueca y seguimos caminando con rapidez, en dirección a la excursión.
Cuando
llegamos vimos a Embry y a su grupo, que, efectivamente, estaban vigilando la zona.
Jacob se transformó para hablar con ellos, Helen me esperó, respaldada en todo
momento por los lobos, y yo entré en el perímetro puesto por el señor Grant y
el guarda.
Después
de aguantar una bronca monumental de Brenda por dejarla sola y haberla tenido
tan preocupada ―y encima por haber soportado al pesado de Matt, que al parecer no había
hecho más que preguntar por mí y había estado a punto de chivarse por mi
extraña tardanza―, se lo
expliqué un poco por encima para que me dejase en paz.
Se
quedó alucinada y no pudo evitar la tentación de salir del perímetro un minuto
para ir a hablar con Helen. Cuando ambas se vieron, las dos se asombraron. La
una estaba boquiabierta por ver los llamativos y extraños ojos fucsia, la otra
por descubrir que su amiga también estaba enterada de la existencia de un mundo
lleno de seres extraños y monstruos.
Tuve
que agarrar a Brenda del brazo para llevarla al perímetro de nuevo, ya que
seguía allí anclada frente a Helen, con la boca abierta y los ojos abiertos
como platos, preguntándose qué, cuándo, cómo…
Conseguí
convencerla para que fuera en el autobús con el resto de alumnos y se encargara
de mi mochila y mis cosas una vez en el instituto, prometiéndole que se lo
contaría todo cuando me lo trajera a casa, y me dirigí a hablar con el señor
Grant.
Le
dije que me encontraba indispuesta y que por eso había tardado tanto en volver.
No parecía muy presto a creerme al principio, pero como dijo Jacob, en cuanto
le puse cara de cordero degollado y fingí mi malestar, se lo tragó todo. Eso
sí, tuve que escuchar otro sermón.
Insistió
en que alguien me acompañase al parking cuando le dije que mi novio había
quedado en venir a buscarme allí, ya que él, como profesor, era responsable de
todos los alumnos. Según las normas del instituto, los profesores eran nuestros
tutores en el horario escolar, dentro y fuera del centro, y no podían permitir
que uno de ellos se fuera solo por ahí, y menos después de todas esas
desapariciones que estaban teniendo lugar en los alrededores y que tenían tan
preocupada a la población.
Brenda
se ofreció encantada y, cómo no, Matt se nos unió. Mi amiga resopló, enfadada,
pues delante de Matt no podía contarle nada y se iba a quedar con las ganas de
saber qué estaba pasando, aparte de que tenía que seguir aguantándolo.
Después
de esperar unos veinte minutos que se me hicieron eternos junto a ese
insistente y pesado pretendiente, el Golf rojo apareció en el aparcamiento.
Jake se inclinó sobre mi asiento y me abrió la puerta desde el interior.
Todavía iba sin camiseta, y todos esos músculos fuertes y poderosos no
escaparon a la vista de Matt, que frunció los labios con rabia, y pude percibir
un poco de envidia, también.
Me
reí entre dientes, me despedí de los dos, poniendo voz pusilánime e idéntica
cara, para que Matt no sospechase nada, y me subí en el coche con Jake.
Embry
e Ivah habían quedado con Jacob en llevar a Helen a un punto de la carretera para
que la recogiéramos.
Salimos
del parking de Rialto Beach, rodamos alrededor de un kilómetro por esa
carretera de Mora y paramos para que se subiera Helen.
¡HOLA! SOY NOVIEMBRE:
ResponderEliminarME TIENE INTRIGADISIMA ESTE CAPÍTULO Y EL PASADO, CON LO DE HELEN. ES LOGICO QUE EL SECRETO SE HAYA DESCUBIERTO, SI NO COMO IBA A VER SALBADO A SU AMIGA. A SI ES QUE ESTAN LOS CAPÍTULOS MUY INTERESANTES Y ENTRETENIDOS. MUCHOS LAMETONES Y ADIOS
Muchísimas gracias, Noviembre!!! Me alegro de que te esté gustando!!! Espero que lo demás también siga gustándote ^^
EliminarPues sí, a Nessie no le quedó más remedio, si no, no iba a poder salvar a su amiga =S Ahora, a ver qué pasa, sigue leyendo, jejeje ;)
Lametones!!!
Jajajajjaa!!!! Matt comparado con el bombón de jack no es ni un 0 a la izquierda
ResponderEliminarComo q Helen la contagiaron ??? Ahora q me acuerdo cuando Nessie la conoció dijo q hola diferente pero no le día importancia
Te quiere
K=D