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lunes, 17 de julio de 2017

IGOR


IGOR ;)

«Mark, Tom, Luke y yo asentimos y empezamos a desalojar la sala de los tronos. Los miembros del Consejo lo hicieron delante de nosotros, como mandaba el protocolo, salvo Igor, que por alguna razón prefirió no marcharse.

―Un día voy a tener que sujetarte la lengua con una cuerda ―estaba farfullando Mark a mi lado, en voz baja…
―Nathan, ¿tú puedes quedarte un momento conmigo, por favor? ―cuando Igor hizo ese ruego.

Me dejé la réplica destinada a mi amigo en el gaznate y me detuve para mirarle.

―Sí, claro ―asentí, extrañado.

Luke, Tom y Mark nos observaron con la rareza estampada en sus rostros mientras se alejaban, hasta que tuvieron que largarse con el resto de Sabios y la puerta se cerró.

―¿Qué pasa? ―pregunté.

Igor caminó por la estancia y se paró delante de los dos tronos, dándome la espalda.

―¿Qué ocurrió realmente en el castillo del Sur? ―inquirió.
―¿Cómo? ―arrugué las cejas sin comprender.
―¿Para qué te hizo ir Orfeo? ¿Por qué te invitó a ir a su castillo, a ti, a un guerrero? 
―Ya os lo dije. Me tendió una trampa, quería que confesara que fui yo quien terminó con Dick y que July… Juliah ―rectifiqué― lo escuchara.

No sé por qué coño no le dije toda la verdad, que Orfeo me había hecho llamar para pedirme que me uniera a él, pero, por alguna razón, preferí no contar nada al respecto.

―¿Y por qué tendría que escuchar eso Juliah? ―cuestionó, girándose hacia mí para fijar sus pupilas orientales en mí.

Me quedé inmóvil durante un instante. ¿A qué venía eso? ¿Acaso… acaso sospechaba algo de lo nuestro? Sostuve la mirada con él.

―No lo sé. Para que ella eligiera quedarse allí, supongo, para manipularla o algo así, aunque no tengo ni idea de qué intentaba en realidad ―respondí.
―¿Y el que saliera de tu propia boca era tan importante para Orfeo? ¿Tanto como para invitarte a ir a su reino? ¿Tan poderoso es que Juliah lo escuchara de tu boca como para que fuera capaz de influir en ella y decidiera quedarse allí? ¿Tanto como para poder manipularla? ―disparó, sagaz. 

Eso ya me mosqueó del todo.

―¿Qué estás insinuando?

Igor esperó un par de segundos.

―¿Hay algo entre Juliah y tú? ―quiso saber, muy serio.

Su pregunta directa me pilló algo desprevenido, aunque reaccioné. 

―¿Quieres saber la verdad? Está bien, lo reconozco, hay algo entre nosotros ―mantuve un pequeño silencio en el que Igor se quedó expectante y tieso. Entonces, lo solté―. Somos muy amigos, ya lo sabes, amigos de la infancia. Ella es mi mejor amiga y yo soy su mejor amigo. Por eso le dolió tanto que fuera yo quien matara a su padre. Me parece algo bastante lógico, ¿no te parece? ―concluí con sarcasmo.
―¿Estás enamorado de ella? ―inquirió de pronto, regio.

Mi corazón sufrió una punzada eléctrica, pero le miré con más intensidad.

―¿Es que ahora estar enamorado de alguien también está prohibido? ―una vez más, la ironía estalló en mis cuerdas vocales.
―No has respondido a mi pregunta ―protestó, tensando los músculos de su semblante.

Sopesé mi contestación un instante.

―No ―dije, firme.

Pero cómo me costó escupir esa mentira. 

―Bien, porque no hace falta que te recuerde que toda relación entre un guerrero con alguien de un estatus superior está terminantemente prohibida, ¿verdad? ―me avisó, tirándomela―. Incluida la amistad. Juliah y tú ni siquiera deberíais ser amigos.
―Lo sé, pero…
―Sin embargo ―me cortó, alzando un poco la voz para causar más efecto, al tiempo que iniciaba otro paseo―, como guerrero también debes hacer cualquier cosa por tu reino, todo lo que esté en tu mano, usar cualquier estratagema. Vosotros los guerreros del Norte protegéis el Fuego del Poder, es vuestro mayor cometido, pero también necesitamos a nuestra sacerdotisa para el mismo fin. Juliah es la sacerdotisa más poderosa de las Cuatro Tierras, es la elegida para controlar y proteger el fuego. Es la elegida para ser la sacerdotisa de las Tierras del Norte ―y se volteó hacia mí.
―¿Adónde quieres llegar? ―una vez más, no entendía nada. Mi careto lo decía todo.
―Quiero que aproveches esa amistad para hacerla volver.

En esta ocasión no pude ocultar mi perplejidad.

―¿Qué? ―parpadeé.
―Tienes que hacer lo que sea para convencerla lo antes posible y que regrese. Lo que sea.
―¿Lo que sea? ―arqueé las cejas con incredulidad.

¿Qué me estaba pidiendo?

―Sí, lo que sea. Excepto seducirla, enamorarla o enamorarte de ella, por supuesto ―matizó con ojos y tono severos. 

Ya era demasiado tarde para eso…

―¿Seducirla? ―me burlé para disimular―. ¿De qué va esto?
―Por lo demás no me importa cómo lo logres ―continuó él, haciendo caso omiso―. Cuando la veas en el mundo de fuera pídele perdón, suplícale, implóraselo de rodillas, pero no puede quedarse en el Sur para siempre, sería catastrófico.

Sacudí la cabeza para espabilarme.

―Espera, espera, espera. Juliah no va a quedarse en el Sur para siempre, ya os lo dije ―refunfuñé, harto de tener que repetirlo tantas veces―. Si se quedó allí es porque estaba dolida conmigo, pero volverá, estoy seguro. Ella jamás sentirá que pertenece a ese reino, sabe a cuál pertenece. 

Por eso había que sacarla de allí ya. Puede que en estos momentos estuviera arrepentida de haberse quedado y ya fuera demasiado tarde. Orfeo ya no la dejaría marchar, la retendría, como había hecho una vez. Así que me di cuenta de que la petición de Igor me daba una oportunidad de oro para ir a buscarla. No podía desaprovecharla.

Igor prosiguió, ajeno a mis tribulaciones internas.

―Si es verdad que se ha quedado allí por esa razón, tendrás que hacer que regrese al Norte antes de que acontezcan esos juegos. Necesito hablar con ella sobre ese asunto, es de suma importancia para nuestro reino.
―De acuerdo, obedeceré tu orden y haré lo que sea para que vuelva. Pero ¿después qué? ―pregunté, admito que levantando el mentón con chulería.
―¿Cómo? 
―Me estás pidiendo que utilice mi amistad con ella por el bien del reino. Pero cuando todo termine, ¿qué pasará? Ahora resulta que puedo ser su amigo, interesa, pero ¿y después? ¿Tendré que dejar de serlo? ¿Ahora sí pero luego ya no? 
―¿Me estás reclamando algo a cambio? ¿Algo a cambio por una orden? ―se ofendió Igor. 
―Para mí no es una maldita orden, lo que me has pedido iba a hacerlo de todos modos ―le espeté, clavándole una mirada segura y decidida―. No te estoy reclamando nada a cambio, pero tú sí lo haces, y lo que me pides es injusto. Me estás pidiendo que ahora sea su amigo, y que después deje de serlo. Pues bien, quiero que sepas que cumpliré esa… orden, pero que no pienso dejar de ser su amigo nunca, jamás. July y yo nos conocemos desde que éramos unos niños, incluso a veces dormíamos en la misma cuna, nada cambiará entre nosotros.

Y mientras pudiéramos, dormiríamos en la misma cama.

―Has perdido el juicio. Esto podría considerarlo rebelión, lo sabes ―me advirtió.

Sí, estaba loco. Estaba lo bastante loco como para rebelarme por July, como para hacer cualquier cosa por ella, cualquiera. Pero por ella precisamente también tenía que ser cauto y actuar con sensatez.

―Solamente estoy exigiendo lo que es justo ―contesté, decidido. Igor soltó un gruñido profundo, pero parecía estar ablandándose. Lo aproveché―. Si levantaras un poco la mano con este tema yo siempre te estaría eternamente agradecido, Igor, siempre. Sabes lo importante que es Juliah para mí, pero también lo que simboliza. Es mi mejor amiga, pero también es la hija de mi Maestro. Dick era como un padre para mí. Y con su cuerpo sin vida presente le prometí a Juliah que la protegería siempre, ¿cómo voy a evitarla de repente y dejar de ser su amigo? Ya es demasiado tarde para eso, ya no puedo dejar de serlo. Además, eso nos destrozaría a los dos, a Juliah y a mí.
Igor resopló con otro mugido, sin embargo, me observó con gesto reflexivo durante unos segundos que se me hicieron interminables.
―Eres el mejor de mis guerreros ―declaró, paseando de nuevo con pasos lentos―. El más fuerte, el más valiente, el más leal, el Dragón ―se paró abruptamente y se quedó pensando otro momento eterno, con la mirada perdida en un infinito que se parecía a mi desquiciada espera. Hasta que por fin viró en mi dirección, con ojos resolutivos―. Está bien, te concederé ese merecido privilegio por tantos años de buen servicio. No comentaré nada sobre esto con el resto de Sabios y haré la vista gorda con vuestra amistad. Pero siempre y cuando sea solo amistad y la llevéis con total discreción ―remarcó, ahora con una mirada de advertencia.
―Sí, solo amistad. Lo haremos, Igor, gracias ―sonreí.
―Espera, no he terminado, Nathan ―el tono de Igor se tornó muy trascendental.

Eso hizo que mi boca y mis cejas cayeran otra vez.

―Dime.
―Es sobre la arena ―explicó, y de repente pasó a observarme con ese orgullo y honorabilidad que tanto pesaba―. Sabes que todos tus compañeros te siguen ciegamente, para ellos es un honor luchar junto a ti. Dales ejemplo e infúndeles valor; ellos te seguirán y harán todo lo que les pidas. Vence a toda costa. Todos confiamos en ti, Nathan. Tú eres el Dragón de los Guerreros, sin ti no podremos ganar, eres nuestra única esperanza. Vence en cada lucha y gana el Fuego del Poder para la gloria de nuestro reino. Recupera lo que es nuestro por derecho y yo cumpliré mi promesa.

A pesar de lo bonito de su discurso, la parte final me fastidió un poco, porque ya me extrañaba a mí que me concediera ese “merecido privilegio” tan fácilmente. Aun con todo, le clavé una mirada llena de intenciones, confiada.

―Lo haré ―juré, asintiendo».

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