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jueves, 18 de enero de 2018

EL ADELANTO DE SOL Y LUNA



Hola, mis guerreros ❤

Ayer anuncié un adelanto de mi nueva novela ☀SOL Y LUNA🌛 y aquí lo tenéis. Espero que os guste ^-^ Después del parón de diciembre por motivos laborales, por fin he podido reanudar la novela. Día a día voy adelantando en la historia; ahora estoy empezando la parte final, así que espero tenerlo listo para primavera, aunque ya sabéis que siempre puede haber imprevistos ajenos a mi voluntad 😉 

En fin, os dejo una canción para que os inspire en esta pequeña lectura. 


¡Aquí lo tenéis! Lupra es un personaje que acompaña a Soka y Sephis y que ya conoceréis cuando leáis la novela ;)

SOKA.

«Chillitz no dijo nada, pero acató la petición de Lupra. Dio un par de palmadas y dos sirvientas aparecieron por la puerta.

―Acondicionad los aposentos de la torre sur ―se dirigió a Lupra―. Desde allí se ve el amanecer y el atardecer, son las mejores habitaciones de las que gozo.
―Estupendo ―sonrió ella.
―Mi señor, la torre sur únicamente dispone de tres aposentos ―le recordó una de las sirvientas al rey.
―No os daré más aposentos ―le dejó claro Chillitz a Lupra, y por primera vez, alzó el mentón con orgullo y decisión―. Tres son más que suficientes. Uno para tus secuaces, otro para el matrimonio wakey y otro para ti.
―Oh, no son matrimonio ―le reveló Lupra, haciendo un ademán con su mano que denotaba lo poco que yo le importaba.

El recordatorio me dolió.

―Eso no es de mi incumbencia ―Chillitz enorgulleció aún más su barbilla―. Solo tres aposentos. Si yacen juntos o no es asunto suyo.

Eso hirió a mi honor. ¿Qué pensaría mi padre si oyera semejante cosa? ¿Y la tribu? Después de todo, no podía obviar que Sephis se había marchado conmigo, toda la tribu lo sabía ya. Si algo como esto llegara a sus oídos…

―Yo no duermo con un hombre con el que no estoy casada ―en esta ocasión fui yo quien izó la cara con el orgullo herido.
Sephis ladeó la suya.
―Ya habéis dormido juntos durante vuestro viaje ―me recordó Lupra.

La observé precipitadamente, colorada.

―Es distinto ―excusé apurada―. Dormimos a cielo abierto, y en la aldea de los murth dormimos en habitaciones separadas.
―Entiendo… ―murmuró, observándome como si supiera algo que yo no supiera―. Bueno, si tanto te preocupa eso, puedes dormir con Gramus, Corpro y Re y dejar tus aposentos para Sephis ―sugirió con una sonrisa altiva. Su mirada era intimidante―. Aunque son sonámbulos. Cuando se levantan en sueños hacen cosas de las que no se acuerdan por las mañanas. Y a veces tienen sueños realmente malos.

Palidecí ante las risitas guturales de los mencionados.

―Yo no… no dormiré con ningún hombre ―reiteré―. Pero podría dormir contigo.
―Oh, tú no dormirás con hombres, pero yo no duermo con mujeres, querida ―me sonrió, aunque aprecié el desprecio implícito en esos dientes―. Creo que lo mejor es que Sephis y yo compartamos dormitorio.

Un estallido gélido me dejó fría.

―¿Vosotros?

Sabía que ya no era de mi incumbencia, pero no pude evitar preocuparme al imaginarme la situación. Ellos dos juntos, en un sitio cerrado. Lupra, aunque no era bella, tenía un atractivo especial, y una labia envidiable. No debía de costarle demasiado conquistar a un hombre, y era más que evidente que Sephis le gustaba. La imagen que se formó en mi cabeza me horrorizó. Una imagen en la que Lupra se quitaba la ropa, fingiendo que era para dormir, mientras Sephis se quedaba prendado…

Sephis sesgó la vista hacia mí. Parecía enfadado.

―¿Por qué no? Tú no quieres dormir con ningún hombre ―soltó con una acidez resentida.

Su actitud me sorprendió. ¿Qué le ocurría?

―Pero vosotros tampoco estáis casados ―censuré con un hilo de voz.

Intenté mantener la mirada con Sephis, pero él la apartó, todavía ofuscado. Otra risotada de Lupra lo colonizó todo.

―¿Y qué importancia tiene eso? La tribu wakey siempre ha seguido anclada en el pasado. Tal vez para tu tribu la tenga, pero ya no estás allí, querida, y en el mundo real las mujeres libres hacemos lo que nos viene en gana. Si queremos dormir con un hombre, dormimos. Si queremos follar con un hombre, follamos.

Mi rubor se escapó con un jadeo que desaprobaba ese comportamiento y viré el semblante. Tampoco pude evitar que esa última palabra rebotara en mi cabeza. Se mezcló con la imagen de Sephis».




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