Imagen

Imagen
PINCHA SOBRE LA IMAGEN SUPERIOR para acceder a los CAPÍTULOS de la saga DESPERTAR

Seguidores

Translate

viernes, 30 de junio de 2017

PRÓLOGO SOL Y LUNA


Hola, mis guerreros.

Hoy os traigo un adelanto de Sol y Luna, mi nueva novela que aún estoy escribiendo. Se trata del prólogo. Para ayudaros a sumergiros en las líneas, también os dejo una canción de las que me inspiran a la hora de escribir. Espero que todo os guste 😉


Invocation, del compositor Peter Gundry.

******************************************************

–PRÓLOGO–

PRIMER BESO

«Llovía. Una cortina de millones y millones de gotas se desplegaba desde el cielo encapotado, atravesando el verde paisaje con su manto húmedo y semitransparente, transformándolo en algo lánguido y triste. Como solía pasarme cuando el día se empapaba, me aburría encerrada en la cabaña.

Por enésima vez, suspiré mientras observaba esa estampa por una de las aberturas que cedía el entramado de la choza, con la cabeza apoyada sobre los brazos.

―¿Por qué no nos ayudas? ―me propuso Soka con su voz dulce de siempre.

Ni me moví. Hice girar los ojos para estudiar la situación de soslayo. Mamá y Soka estaban limpiando el pescado para la cena. ¡Uf, aj! Odiaba limpiar pescado. 

―No lo hará ―refunfuñó mamá solo con verme la cara―. Hacer las tareas propias de las mujeres no es algo que case con ella. Nala prefiere hacer cosas de hombres. Eso sí, para comerse el pescado no tiene ninguna pega.
―Eso es porque todavía es muy pequeña. Solo tiene doce años, ya aprenderá ―me defendió Soka, dedicándome una sonrisa. 

Agradecía su gesto, pero no tenía pensado cambiar.

―Tú solo le sacas un año y ya cumples con tus responsabilidades sin que nadie tenga que recordártelo a cada rato ―siguió mi madre, arrancándole las tripas a uno de los peces―. Yo también cumplía con mis responsabilidades a su edad. Y mi madre. Y su abuela y bisabuela.

Y mi tatarabuela. Y la tatarabuela de mi tatarabuela…

Bostecé y me despegué del diminuto agujero.

―Voy a buscar a papá ―dije, estirándome.
―Pero llueve mucho, y pronto se hará de noche ―se preocupó Soka.
―He cambiado de opinión.
―¿Lo ves? ―protestó mamá sin hacer caso de la preocupación de mi hermana―. Prefiere ir junto con los hombres, hacer cosas de hombres.

Pues sí.

Me encaminé hacia la puerta circular y la abrí.

―Ten cuidado. ¡Y ven antes de que anochezca! ―escuché al salir.

Dejé a Soka con la parte final de su frase colgando cuando cerré de un portazo. Bajé la escalera que se pegaba al tronco del árbol de donde pendía nuestro hogar y salvé los últimos peldaños de un brinco. Hoy nadie parecía querer salir de su cabaña, por lo que el poblado gozaba de un inusitado y relajante silencio. Tan solo la música de la lluvia amenizaba el ambiente. 

Cogí un palo del suelo y comencé a caminar dando saltitos, atizando a todos los charcos con los que me topaba. La lluvia no tardó en empapar mi cabello anaranjado. Las ondas de mis rizos pronto pasaron a alisarse, alargando su longitud hasta la cintura. Sonreí al verme con el pelo liso y tan largo. Lo tenía tan largo como Soka, aunque jamás igualaría el precioso color azabache de su cabellera. 

Bailoteé, jugando a que tenía el pelo de Soka, y tras un largo rato de entretenimiento llegué al puesto de papá. Hoy le tocaba vigilar la entrada del poblado para que no entrara ningún noqui. 

Subí la escalerilla y me interné en ese chamizo de mala muerte.

―Hola, papá ―saludé, tirándome en una de las dos viejas sillas, la cual se quejó con un crujido.
―¿Qué haces aquí? ―me regañó―. Deberías irte a casa con tu madre y tu hermana, estar aquí podría ser peligroso.
―No va a venir ningún noqui ―aseguré tranquila, balanceando mis piernas hacia delante y atrás mientras golpeaba la pata del asiento con el palo.
―¿Ah, no? ―se sorprendió mi padre, alzando una ceja crítica y burlona al mismo tiempo―. ¿Y cómo lo sabes?
―Porque estos meses tienen abundancia de comida ―afirmé con tedio por tener que explicar algo tan obvio―. Nunca atacan cuando tienen comida de sobra.
―Es cierto ―asintió, dándome la razón―. Sin embargo, ahora están en plena época de celo, y eso les vuelve inquietos e impredecibles. Nunca se sabe lo que van a hacer cuando están en celo.

Arrugué el ceño. No entendía muy bien en qué consistía eso del “celo”, y mucho menos por qué según mi padre les volvía tan irascibles.

―Vuelve a casa y ayuda a tu madre ―me ordenó, regresando la atención al horizonte que tanto vigilaba.
―¿Por qué todos os empeñáis en que me meta en casa como una vieja? ―bufé.
―Porque pronto serás una mujer.
―Yo no seré una mujer nunca ―farfullé, mirando a un lado con mala cara.

Mi padre escupió una risotada. No sé por qué, pero siempre le hacía gracia lo que yo soltaba.

―Ya es un poco tarde para eso, ¿no te parece?

Le observé enfurruñada.

―¿Por qué lo dices? ―pregunté sin entender.

Papá se acercó a mí y se agachó para tenerme enfrente.

―Porque ya estás empezando a serlo ―sonrió, señalando los dos pequeños bultos que se marcaban en la tela de mi vestido. Arrugué el entrecejo y la boca―. No te queda mucho tiempo como niña. Solo tienes que fijarte en Soka. Solamente te saca un año, pero ya es casi una mujercita.

Volví a virar la cara, molesta.

―Yo nunca seré como Soka ―me negué.
―Claro que no ―me calmó papá, haciéndome sesgar el semblante en su dirección con dulzura―. Tú eres distinta, eres especial ―no pude evitar sonreír. Mi padre prosiguió―. Cuando menos te lo esperes, serás una mujercita preciosa. Un día, por fin sangrarás, convirtiéndote en una mujer, y cuando menos te lo esperes un chico del poblado te dará tu primer beso.

Lo de sangrar era asqueroso, pero lo último… Ugh, qué asco. Eso nunca.

―Los chicos del poblado no se fijan en mí. No les gusta mi pelo ―refuté con satisfacción.
―Eso es porque son tontos.

Mi sonrisa se amplió.

―Sí, son muy tontos ―coincidí.

Los dos reímos.

Papá me dio un beso en la mejilla. 

―Ya está anocheciendo. La luna ya ha sido liberada, ve a casa antes de que brille ―me dijo con un poso de advertencia.
Aunque lloviera, el influjo de la luna tenía tanto poder que se abría paso entre las nubes para apresarlo todo con su luz nívea y refulgente. El foco era tan potente, que conseguía agujerearlas conforme avanzaba en el cielo. 

Asentí y él regresó a su vigilancia. Me levanté de un salto y me dirigí a la salida.

―Hasta luego ―me despedí.
―Hasta luego, hija.

Inicié mi camino hacia casa, jugando con el palo de nuevo. Golpeé una piedra con demasiada fuerza y la vara se rompió.

―Vaya ―resoplé.

Mi vista enseguida se fijó en los árboles que perfilaban el sendero, buscando otra ramita que me sirviera de juego. Hallé una que podía servirme, así que tiré el palo seco que sostenían mis manos y me aproximé al árbol en cuestión. Me costó un poco, pero finalmente fui capaz de arrancar la verde ramita que sobresalía con gracia. 

Entonces, escuché otro crujido que sucedió al mío. Un crujido de lo más extraño.

¿Un noqui?

Me quedé quieta, alerta, con el corazón latiéndome muy deprisa. Como me topase con un noqui, me las iba a cargar…

Pero no ocurrió nada. La intensa lluvia continuó con su rutina como si nada, y yo al fin pude relajarme.

Menos mal.

Proseguí la andadura, jugando con mi nueva rama. Tenía algunas hojas que arrastré por los charcos. A pesar de la intensa lluvia que me caía encima, las moví en círculos, recreándome en las ondas que se creaban gracias a ese efecto. De pronto, esas mismas hojas se toparon con una zarpa peluda. Me paré de sopetón y, ahora sí, mis latidos se transformaron en algo frenético.

Alcé mi pálido rostro y vi al noqui delante de mí. Me sacaba medio cuerpo, aunque no le importó agachar su monstruosa cabeza para mirarme cara a cara. Sus colmillos ya sobresalían de su boca con ella cerrada, pero cuando la abrió y vi su envergadura, mi organismo se congeló. Me rugió con cólera, haciendo que su corcova y toda su extensa columna vertebral temblasen.

Abalanzó sus fauces contra mí, y de repente, logré reaccionar.
Su mandíbula chasqueó junto a mi tobillo cuando me tiré a un lado. Proferí un grito al ver que el noqui se arrojaba a por mí una vez más sin perder ni un segundo. No sé cómo, conseguí ponerme en pie antes de que eso ocurriera y eché a correr. 

Atravesé los primeros árboles de la selva y me interné en él todo lo aprisa que pude, rezando a los dioses para que los troncos sirvieran de impedimento a los movimientos de esa bestia. Mis piernas ya no daban abasto, apenas era capaz de dominarlas a esa velocidad. Pero no podía parar. El noqui gozaba de seis patas, seis poderosas y fuertes patas, raudas y veloces, así que sabía que me alcanzaría si vacilaba solo un instante. 

Escuché sus pisadas y su respiración feroz justo detrás de mí. Lo tenía muy cerca, demasiado… Y mis piernas ya no daban a más… Miré a mis espaldas, y mis ojos se abrieron como platos.

El noqui salió despedido súbitamente, como si fuera arrancado de la mismísima vegetación, y desapareció ante mis pupilas cuando fue lanzado a varios kilómetros por encima del techo arbóreo. Una vez más, me detuve en seco, observando eso tan extraño que acababa de pasar con sorpresa mientras respiraba con apresuramiento.

¿Qué… había ocurrido?

Otro crujido llamó mi atención a un lado. Mi pulso no tuvo la oportunidad de relajarse. Sin que me hubiera percatado, el manto oscuro de la noche ya se había cernido sobre el bosque, y la densa lluvia aportaba una neblina que se mecía a la luz de la luna. 

La luna. Papá me lo había advertido y yo no me había dado cuenta. Hoy la luna estaba llena. Eso significaba que todo estaba bajo el influjo del dios Luna. El temido dios Luna. 

La luz alba del satélite empezó a alcanzar más fulgor conforme la diosa Sol terminaba de ocultarse en el horizonte.

Así fue como le vi aparecer. 

Una sombra alargada se deslizó sobre el terreno, arrastrándose con sigilo y peligro hasta que alcanzó mis pies. Ahí se detuvo. Alguien salió de entre la vegetación, un chico de mi edad, y de pronto su sombra, sin despegarse de mí ni un solo momento, comenzó a empequeñecerse conforme él se acercaba a mí. Me quedé paralizada en el sitio, sin poder moverme, atónita y a la vez desconcertada. Ese chico emanaba algo especial, algo… enigmático.

No vi su rostro; al contrario que con la selva y conmigo, la luna se negaba a iluminarle, dejándole en una completa oscuridad. Su pelo alcanzaba sus hombros, aunque tampoco pude apreciar su tonalidad. 

Pero sí vi sus ojos. Fue lo único que la luna me permitió vislumbrar. Sus ojos, de un vivo color violeta, permanecieron clavados en mí durante todo su recorrido. 
Hasta que al fin llegó a mi posición.

Se quedó frente a mí, muy cerca, insertándome esa mirada malva. Sin embargo, contrariamente a lo que se supone tenía que esperar, no sentí ningún miedo. No, ese chico era un ser misterioso, un ser sobrenatural, pero no sentí ningún temor. 

Su mano, también en su propia penumbra, tomó un mechón de mi pelo empapado y lo alzó. Sus ojos al fin se despegaron de los míos, si bien no fue por mucho tiempo. Observó mi cabello y acto seguido sus pupilas se insertaron en las mías de nuevo. No sé qué tenía ese ser, pero me dejaba completamente bloqueada…

Su rostro comenzó a acercarse.

Mi corazón latía muy deprisa, aunque ahora no por temor. Su frente tocó la mía y todo un torbellino de sensaciones que no comprendía se agitó dentro de mí, saliendo por mi boca en forma de un suave jadeo. Bajé los párpados cuando su rostro se pegó al mío. Era cálido… 

Y entonces, me besó.

Mi primer beso…

Sus labios eran extremadamente suaves y tiernos, y todo lo que sentía se disparó. La fuerte lluvia caía sobre los dos, pero no pareció importarle. Mantuvo su boca sobre la mía durante unos segundos que a mí me transcurrieron con demasiada rapidez. Cuando me di cuenta, sus labios abandonaron a los míos y su semblante se alejó. Me quedé quieta, con los ojos cerrados.

Cuando los abrí, ya no había nadie frente a mí. 

De repente, sentí algo caliente en uno de mis muslos. Bajé la mirada, aún confusa, y mi boca volvió a espirar.

Un fino hilo de sangre ya se estaba mezclando con las gotas de lluvia que caían sobre mis piernas.

Ya era una mujer».

5 comentarios:

  1. TENGO MUCHÍSIMAS GANAS DE LEER TU NUEVO LIBRO!!!

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Aida. De momento todavía lo estoy escribiendo, pero serán unos pocos meses de espera más ;) Iré publicando más adelantos para que la espera se os haga más cortita. Gracias por comentar. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Me encanta y solo es el prólogo...Ya quiero leerlo. Eres increíble.

    ResponderEliminar