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jueves, 8 de septiembre de 2011

NUEVA ERA. CAPITULO 81: DECISIÓN






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NUEVA ERA II. COMIENZO 2ª Parte (Continuacion de "NUEVA ERA II. COMIENZO 1ª Parte").

Para leer este fic, primero tienes que leer el anterior "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog, "Nueva Era I. Profecía" y "Nueva Era II. Comienzo 1ª Parte". Si no, no te enterarás de nada 😏


CAPITULOS:

PARTE DOS: NUEVA ERA

RENESMEE:

77. ACAMPADA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-77-acampada.html
78. EL LAGO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-78-el-lago.html
79. EN MEDIO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-79-en-medio.html
80. LICÁNTROPO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-80-licantropo.html


DECISIÓN


El día era nublado, como casi siempre. Salí de casa y me dirigí al garaje para coger el coche. Me subí a mi forito blanco, arranqué y lo saqué de allí.
No tardé en encaminarme hacia la senda que unía nuestra casita roja con la carretera de La Push. Pasé por delante del hogar de Billy, el cual se encontraba en el porche, haciendo uno de sus crucigramas, y detuve el vehículo para saludarle. Él también me sonrió cuando me vio. Me incliné sobre el asiento vacío del copiloto e hice girar la manivela para bajar la ventanilla.
―Buenos días, Nessie ―me saludó.
Parecía realmente contento al verme.
―Hola ―sonreí.
―¿Cómo os encontráis hoy?
Me extrañó que lo preguntase en plural, pero enseguida me percaté de que se refería a Jacob y a mí.
―Ah, muy bien ―le contesté.
El quileute asintió, feliz.
―¿Y adónde vas? ―se extrañó de pronto.
―Al supermercado, a hacer la compra semanal ―le revelé.
―¿Y vas tú sola? ―se volvió a extrañar―. ¿No va nadie de la manada contigo?
Fruncí el ceño, sin entender. ¿Y por qué iba a tener que venir conmigo nadie de la manada para hacer la compra?
―No ―vocalicé, dejando notar mi estupor―, creo que yo sola puedo arreglármelas bien.
Billy resopló entre dientes, nada conforme. ¿Pero qué le pasaba hoy?
―No deberías ir tú sola por ahí ―declaró, algo nervioso.
¿A qué venía ahora esa preocupación por mí?
―Solo voy al supermercado, Billy, no va a pasarme nada ―afirmé, quitándole importancia para que él se tranquilizase.
―Bueno, supongo que ese sitio estará lleno de gente, aunque de todas formas llamaré a alguno de los chicos para que te acompañe.
Qué insistencia.
―No hace falta, puedo yo sola, de verdad ―reiteré―. En fin, tengo un poco de prisa ―mentí―, así que me voy.
Mi suegro asintió, si bien su cara decía a las claras que no iba a ceder en sus intenciones de llamar a alguien.
Suspiré.
―Hasta luego ―me despedí, empezando a cerrar la ventanilla.
―No debes hacer esfuerzos, recuérdalo ―me aconsejó, ahora usando un tono más bien protector y paternal―. Ve poco a poco.
Pestañeé, perpleja.
―Yo soy muy fuerte, Billy ―le recordé, y subí el cristal del todo.
Me despedí con la mano y él hizo lo mismo, pero cuando arranqué, por el espejo retrovisor vi cómo giraba las ruedas de su silla a toda prisa para meterse en casa.
Oh, no. Este iba a llamar a alguno de los chicos. Resoplé. ¿Desde cuando se había vuelto tan sobreprotector conmigo? ¿O es que se había vuelto tan machista como para buscarme una carabina? No lo entendía.
Salí a la carretera de La Push y me encaminé hacia el supermercado del pueblo. Mi plan inicial era ir tranquilamente, sin prisas, pero aceleré, porque solo de pensar en que uno de los chicos apareciese por allí para acompañarme hacía que me muriese de la vergüenza. Como si fuese una niña. Chisté.
Mi forito se movió con rapidez por la carretera y fui rezando todo el camino para que llegase antes que alguno de los metamorfos.
No tardé mucho más en llegar al parking del supermercado. Entré como una bala y estacioné del mismo modo. Miré a mi alrededor y suspiré con alivio cuando vi que no había ningún metamorfo a la vista. Apagué el motor y me bajé del coche.
Entré en el establecimiento y cogí uno de los carritos, la compra iba a ser grande. Con un lobo en casa había que llenarlo. Enseguida me puse manos a la obra. Rodé las ruedas de aquí para allá, recorriendo esos pasillos que ya me sabía de memoria mientras iba cargando el carro con los productos de sus estanterías.
Pasé a la sección de frutería y también fui llenando bolsas. Cuando terminé allí, deposité la última bolsa en el carro e inicié la marcha hacia otra sección. Caminé por delante de unas baldas llenas de envases de cerezas y pasé de largo, sin embargo, mis pies se pararon de sopetón y recularon hacia atrás para mirarlas mejor. Me mordí el labio inferior al verlas, porque, de pronto, me entraron unas ganas enormes de comerme unas cuantas. Eran tan redondas, tan rojas, tan jugosas… Cogí un envase, no, mejor dos, y eché a caminar de nuevo.
El resto de la compra la hice con rapidez y de forma automática, ese supermercado lo conocía bien. Pagué en la caja, lo cargué todo en bolsas de papel, metiéndolas otra vez en el carro para llevarlas al coche, y salí al exterior, empujando el dichoso carrito.
Llegué a mi forito y abrí el maletero. Fui cogiendo las bolsas y las fui colocando en el interior del mismo, hasta que me giré hacia el carro una vez más y agarré la última. Entonces, cuando me estaba volviendo de nuevo, mis ojos se abrieron como platos.
Razvan estaba frente a mí, a unos metros, clavándome esa mirada carmesí, malvada. Decir que sentí escalofríos se quedaba corto, porque esa sensación era punzante, y había llevado tanto tiempo asaparecido. Razvan no había cambiado nada, seguía siendo ese ser maléfico de siempre, pero mis sensaciones hacia él se habían transformado un poco. Desde que me había encerrado durante un año, separándome de Jacob, mi repulsión hacia él se había vuelto infinita, y si antes ya me daba miedo, ahora le tenía pavor.
De repente, añadiéndose a ese miedo que ya invadía mi mente, algo más me dejó paralizada totalmente. Y era algo muy diferente. Muy, muy diferente. Eran… eran unos golpecitos. Unos cálidos y tiernos golpecitos que nacían del interior de mi vientre.
Mi vista bajó automáticamente para mirarme y, cuando vi mi barriga, la bolsa que sujetaba se me cayó al suelo. No me lo podía creer. Estaba… estaba embarazada. Y de mucho, lo menos estaba de siete u ocho meses. Podía sentir las pataditas que mi bebé me propinaba desde el interior, incluso podía notar sus pequeñitos pies apoyándose en la pared de mi vientre.
Ahora lo entendía todo. Ahora entendía ese extraño comportamiento de Billy.
Mi primera reacción fue la de exhalar impetuosamente, con una sonrisa sorprendida y feliz, y llevar mi mano a mi abultada barriga para acariciarla. Mi vientre albergaba a mi bebé, al bebé de Jacob. Nuestro bebé, nuestro precioso bebé… Pero inmediatamente después mi boca volvió a exhalar, mis ojos se alzaron, temerosos, y ese sentimiento de inmensa felicidad se transformó en un hondo miedo. Me cubrí inmediatamente con los dos brazos para proteger ese tesoro. Sí, este miedo era peor que el anterior, mucho peor. Era pánico, porque ahora sabía a qué había venido Razvan. La vida de mi bebé corría grave peligro.
Los ojos de Razvan descendieron a esa zona y su semblante se volvió más agresivo cuando los alzó otra vez. Algo dentro de mí estalló con una furia nueva, instintiva, y mi labio superior se retiró hacia arriba para mostrarle mis amenazantes colmillos. No me importaba quién pudiera verme, NADIE tocaría a nuestro bebé. Me agazapé un poco, sin soltar mi barriga y le rugí con cólera, dejándole claro que moriría por ese tesoro.
Busqué la hirviente lengua de fuego en mi interior y comencé a llevarla por toda mi columna vertebral. Pero, entonces, otra patadita me avisó de algo y detuve el proceso de transformación de inmediato. Si me transformaba, mi cuerpo sería el de un vampiro casi completo, y no sabía cómo afectaría eso al bebé. Además, mi organismo comenzaría a consumir mi propia sangre para mantenerse fuerte y eso sería muy perjudicial para él, por no decir… mortal. Me costó mucho pensar en esta palabra.
―Los hijos del Gran Lobo deben morir ―afirmó Razvan con esa voz de ultratumba.
De pronto, sacó un cuchillo grande y afilado de su bolsillo trasero y, sin darme tiempo a reaccionar, lo lanzó con saña contra mi vientre.
―¡NOOOOOOO! ―chillé, horrorizada, inclinándome hacia delante para protegerle más.
Sin embargo, fue inútil.
No sentí ningún pinchazo, pero, de repente, noté cómo la vida se esfumaba de mi barriga a pasos agigantados. Me miré con auténtico pavor y, al despegar mis temblorosas manos, vi que estas estaban llenas de sangre. ¡No, sangre! ¡Había sangre por todas partes!
―¡NOOOOOOO, MI BEBÉ! ―grité, llorando sin consuelo.
Pero no había ningún cuchillo clavado en mi barriga. Me erguí un poco para observarme mejor, mientras temblaba y lloraba. El cuchillo se había clavado en el tronco del árbol que reposaba junto a mi coche. Sin embargo, mi vientre estaba lleno de sangre, y ya no notaba las pataditas, ni la calidez… Solo notaba muerte…
Entonces, mi horrorizada mente comprendió lo que estaba pasando. Era yo. Yo estaba perdiendo a mi bebé, a nuestro bebé… ¡No! ¡No podía ser! Mis ojos y mi garganta lloraban desconsolados mientras mis ensangrentadas manos se afanaban en acariciar algo que ya había muerto, como si así fuera a devolverle la vida.
¡No! ¡No! ¡NO! ¡NOOOOOOO!
Nessie…, Nessie…, ya me parecía escuchar la voz de Jacob, llamándome en esa oscuridad que empezó a cernirse sobre mí.
¡MI BEBÉ! ¡NUESTRO BEBÉ! ¡LO ESTOY PERDIENDO! ¡LO ESTOY PERDIENDO!
Nessie…
―¡Noooo! ―voceé, abriendo los ojos mientras me incorporaba súbitamente en algún sitio.
Era un lugar extraño y mis bronquios seguían espirando el aire a toda pastilla, así como mis manos, que continuaban pegadas a mi vientre. Me miré con precipitación. Ya no había sangre, ni barriga abultada…
―Nessie, cielo, mírame, estoy aquí ―murmuró mi adorada voz ronca al tiempo que sus cálidas manos acariciaban mi rostro con ansiedad.
Tardé un poco en darme cuenta de dónde estaba, pero finalmente lo hice. Era la tienda de campaña. Todo había sido una horrible pesadilla, aunque eso no me tranquilizaba nada. Mi rostro se giró y por fin vi a Jacob.
―Jake… ―sollocé, lanzándome a sus brazos.
―Ya pasó, pequeña ―me susurró, apretando su abrazo.
―Jake, ¿pasa algo? ―preguntó el cuchicheo de Cheran desde fuera.
Genial. Seguro que había despertado a todo el mundo.
―No. Nessie ha tenido una pesadilla, eso es todo ―le contestó, hablándole en voz baja.
―Ah, vale ―se calmó el metamorfo―. Solo ha sido una pesadilla ―le explicó acto seguido a alguien―, así que volved a las tiendas ―sí, al resto. Había despertado a todo el mundo.
Ahora que prestaba atención, escuché cómo mis amigos y amigas se iban metiendo en sus tiendas mientras murmuraban para comentar el susto que les había dado.
Los fuertes y protectores brazos de Jake me reconfortaron al instante, y sentir su ardiente torso desnudo pegado a mi pecho, transmitiéndome sus pausados y potentes latidos, más esos prodigiosos dedos que ya peinaban mi cabello, me calmó con rapidez. Nos quedamos un rato así, abrazados, hasta que mis lágrimas dejaron de salir de mis lacrimales.
―He tenido una pesadilla horrible ―murmuré cuando ya fui capaz de hablar, sin apartarme ni un ápice de él.
Todavía necesitaba sus brazos.
―Lo sé. La he visto ―reveló, hablándome con un murmullo.
Ahora sí. Me despegué un poco de su cuerpo para observarle mejor.
―¿La has visto? ―inquirí, mirándole con preocupación.
―Sí, bueno, ya sabes, con tu mano y eso ―confesó, mordiéndose el labio, un tanto arrepentido―. Hablabas en voz alta y quería saber qué estabas soñando.
―Ya sabes lo que eso significa ―le recordé, temerosa―. Ya sabes lo que pasa con estas pesadillas. ¿Y si yo…? ¿Y si yo no puedo tener hijos? ―de repente, mil dudas empezaron a azotar a mi cabeza; dudas que no había tenido jamás y que esta pesadilla hacía que me plantease atropelladamente.
Su hermoso rostro cambió de inmediato para ponerse serio.
―Claro que puedes tenerlos ―aseguró, mirándome con absoluta confianza―. Tu sistema reproductivo es idéntico al de una humana.
―Sí, pero… ―mis ojos bajaron para buscar respuestas con nerviosismo―, quizá pueda quedarme embarazada, por mi condición de semihumana, pero mi condición de semivampiro tal vez haga que mi cuerpo no logre…
―Para ―me interrumpió, alzándome la barbilla con su cálida mano con el fin de que mis pupilas se enganchasen a las suyas de nuevo. Sus ojos volvieron a mirarme con determinación―. Puedes tener hijos, lo sé. Además, la profecía lo corrobora.
Sus palabras fueron un balsámico fresco y tranquilizador, porque me recordaron lo que esa invasión de dudas me habían hecho olvidar tontamente durante este momento de fragilidad.
Cerré los ojos y suspiré, muy aliviada.
―Es verdad ―asentí, ya mirándole.
―Esa pesadilla tiene que significar otra cosa ―afirmó, metiéndome el pelo detrás de las orejas.
―¿Pero, el qué? ―cuestioné con preocupación―. Mis otras pesadillas se cumplieron tal cual las soñé.
Jacob se quedó pensando durante casi un minuto.
―Puede que tenga más que ver con Razvan ―conjeturó finalmente―. Tal vez eso del cuchillo simbolice un truco de magia o algo así, porque está claro que en la realidad no se sacaría una daga del pantalón para lanzártela, digo yo.
―Quién sabe ―suspiré, bajando mis párpados. Luego, los subí de nuevo―. Puede que tengas razón. Ya has oído a Thiago. Razvan, Nikoláy y Ruslán estarán al acecho el día que yo me quede embarazada ―recordé, preocupada.
―No te preocupes, esa pesadilla no se cumplirá ―aseguró, y sus intensos ojos negros corroboraban lo que decía.
―¿Y cómo lo sabes? ―dudé, no de él, sino de que pudiéramos hacer algo para evitarlo.
―No te quedarás embarazada.
―¿Cómo? ―parpadeé, perpleja y confusa.
No es que quisiera quedarme embarazada ahora. Bueno, ni ahora ni dentro de un año o dos. Pero tal vez sí dentro de tres o cuatro años, porque, aunque en estos momentos aún no me apeteciese, quería tener hijos con Jacob en un futuro, por supuesto. Aunque el verme en ese sueño embarazada de Jacob, hacía que mis mariposas saltasen, revoltosas. Y esto de no quedarme embarazada nunca…
―Quiero decir, todavía ―aclaró, sonriendo levemente al ver mi mala interpretación, y su ardiente mano acarició mi mejilla―. No tenemos prisa, ¿no? Pues esperaremos.
―Pero, Jake, da igual lo que tardemos en tenerlos ―le rebatí, angustiada―. No sabemos en qué fecha ocurrirá la pesadilla, puede que eso suceda dentro de unos años…
―Espera, déjame terminar ―me cortó, poniéndome sus tórridas yemas sobre mis labios. No pude evitar que el vello de mi cuerpo se pusiera de punta con ese roce. Su rostro volvió a ponerse serio y empezó a hablarme con decisión, enganchándome con esa mirada profunda―. Esperaremos hasta que demos caza a esos magos. Tú sigues tomando la píldora, ¿no?, así que no hay problema con eso. Les buscaré y les perseguiré hasta que me los cargue. No me importa cómo ni dónde, les buscaré por tierra, mar y aire hasta que dé con ellos, y después me aseguraré de que están bien muertos. Y luego, cuando ellos ya no existan y no haya peligro de que tu pesadilla se cumpla, si ya nos apetece tener críos, puedes dejar de tomarla.
―¿Pero cómo vas a encontrarles? Ni siquiera Demetri o Thiago parecen conseguirlo ―dudé de nuevo.
―No lo sé, pero lo haré ―afirmó con resolución―. Está claro que ellos están merodeando por estas tierras, a la espera. Lo mejor es que no tengamos hijos, por el momento. No hasta que liquide a ese Razvan y compañía ―rechinó los dientes.
―¿Y si tardas muchos años?
―No me importa esperar los años que hagan falta ―afirmó, seguro y decidido―. Tenemos muchos años por delante para tenerlos, no hay prisa. Pero les cogeré y acabaré con ellos, te lo prometo ―declaró, clavándome sus intensos ojazos.
Observé ese hermoso rostro y sonreí. Jamás me cansaba de mirarlo. Ya me sabía de memoria todas esas pequeñas imperfecciones de su piel, todas, cada una de ellas. Pero todas ellas eran precisamente las que hacían que su rostro me pareciese tan hermoso y perfecto. Era una contradicción, lo sé, pero, acostumbrada como estaba a ver semblantes tan sumamente perfectos e impolutos, el suyo me parecía tan especial. Y era precisamente por eso, por esas imperfecciones que hacían su rostro único, personal, diferente, cálido y, eso, especial. Aunque no solo estaba eso. También eran todos sus defectos, hasta estos me gustaban. Todos ellos se sumaban a sus virtudes para enamorarme más de él.
Me pegué a él y acerqué mi rostro al suyo para besarle. Sus tórridos labios enseguida correspondieron a los míos, pero los dos nos obligamos a parar. Cogí aire y le abracé otra vez. Sus brazos me acogieron con mimo y me ayudó a tumbarme con él en el saco, dejando que mi cabeza reposara en su cómodo pecho.
―¿Te encuentras mejor? ¿Ya estás más tranquila? ―susurró, y sus dedos comenzaron a jugar con mis rizos.
―Sí ―murmuré, sonriendo de felicidad.
Lo estaba, porque sabía que él cumpliría su promesa, y él era el Gran Lobo, el Rey de los Lobos, el rey de nuestro mundo, el ser más poderoso del planeta. Nada ni nadie podía vencerle.
Lo único que teníamos que hacer era seguir como hasta ahora: no tener prisa por tener hijos. No hasta que Razvan, Nikoláy y Ruslán murieran. Y eso era certero.

4 comentarios:

  1. ¡Hola a todos! Soy JACOB&NESSIE ^^

    MUCHISIMAS GRACIAS POR SEGUIR AHI!!! Y POR VUESTROS COMENTARIOS!!!

    Os he dejado un par de videos de una entrevista que le hicieron a Stephenie Meyer hace como un par de años. No sé si la habéis visto, pero por si acaso ;)

    Lametones para todos!!!!

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  2. muy lindo capi y los videos tambien esta muy bueno....segui asi tamara sos la mejor....

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  3. Tamara:
    Eres increíble, como siempre me encanto el capitulo lastima que ni en sus sueños Nessie este tranquila solo espero que no se cumpla lo que so~no y Jake cumpla su promesa espero.
    Disculpa por no haber comentado pero mi compu es re lenta y no pude comentar es que conseguí una pc vieja barata y pues eso esta ayudando a su lentitud pero ya estoy aquí y mejor que nunca saludos y espero el sábado un poco de acción y adrenalina. U_U
    Kiara :o

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  4. Hola jacob&nessie , buen capitulo... esperemos que no se cumpla esta pesadilla......y la foto de hoy esta muy bien , es un buen regalo para mi vista, gracias pues hoy es mi cumpleaños 8/ 09 y me hace muy feliz poder leerte, para mi es un privilegio
    gracias
    elsa

    saludos a todos

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