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martes, 20 de septiembre de 2011

NUEVA ERA. CAPITULO 86: FALLO

HOY OS DEJO ESTO.
ESTA ES LA CASITA DE JACOB Y NESSIE ^^
PARA VERLA MÁS GRANDE, PINCHAD EN EL DIBUJO





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NO DUDEIS EN DEJAR VUESTROS COMENTARIOS, PREGUNTAS, ETC, YO CONTESTARE A TODO GUSTOSAMENTE ^^




NUEVA ERA II. COMIENZO 2ª Parte (Continuacion de "NUEVA ERA II. COMIENZO 1ª Parte").

Para leer este fic, primero tienes que leer el anterior "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog, "Nueva Era I. Profecía" y "Nueva Era II. Comienzo 1ª Parte". Si no, no te enterarás de nada 😏


CAPITULOS:

PARTE DOS: NUEVA ERA

RENESMEE:

77. ACAMPADA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-77-acampada.html
78. EL LAGO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-78-el-lago.html
79. EN MEDIO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-79-en-medio.html
80. LICÁNTROPO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-80-licantropo.html
81: DECISIÓN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-81-decision.html
82. CUMPLEAÑOS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-82-cumpleanos.html
83. IRRUPCIÓN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-83-irrupcion.html
84. REENCUENTRO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-84-reencuentro.html
85. GRIPE: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-85-gripe.html


FALLO


Hoy Jake y yo habíamos quedado en ir de caza por el bosque de mi familia. Hacía bastante tiempo que no me alimentaba de sangre, y me apetecía, la verdad. En los bosques de La Push estaban bastante ocupados con todos esos vampiros nómadas, así que decidimos ir a territorio Cullen, había más tranquilidad.
Terminé de vestirme con ese chándal viejo, me puse las deportivas y bajé al vestíbulo, donde ya me esperaba Jacob.
―¿Ya estás?
―Sí ―le respondí, sonriéndole y dándole un beso corto, gestos que él correspondió.
Me cogió de la mano, abrió la puerta y salimos de casa. Nos dirigimos al garaje, donde nos montamos en el Golf, y cuando atravesamos todo el sendero que llevaba a la carretera de La Push, Jake aceleró.
―Voy a llamar a Helen, a ver cómo se encuentra Ryam hoy ―dije, sacándome el móvil del bolsillo.
Yo no había sido la única que había cogido esa dichosa gripe. Helen, Ryam y Brenda también la habían pillado, contagiados por las gemelas. Además de eso, algunas de mis amigas habían sufrido una gastroenteritis en los días finales de la enfermedad. Al parecer, el virus, aparte de la tos, también venía acompañado en algunos casos de vómitos y diarreas. A mí la gripe me duró cuatro días y no tuve tos ni gastroenteritis, por ser mitad vampiro, pero a mis amigos les duró una semana entera, y pasados más días todavía arrastraban las consecuencias de ese fuerte virus. Sobre todo Ryam, que no sufrió la gastroenteritis, pero cuya tos no cesaba. Helen ya empezaba a preocuparse.
―Si ese idiota no fumara tanto no estaría así ―farfulló Jake.
Yo sabía que Jacob también estaba preocupado por él, porque en el fondo lo consideraba su amigo. Sí, se llevaban fatal y estaban con ese toma y daca todo el día, pero eso era parte de su juego.
Marqué el número con rapidez y me coloqué el aparato al oído. La voz de Helen no tardó en sonar.
―Hola, Ness.
―Hola. ¿Cómo va todo? ―le saludé.
―Ah, muy bien. La tienda va viento en popa.
Desde hacía tres meses, Helen tenía una tienda de ropa gótica en Port Angeles. Después de su intento fallido por sacarse una carrera, había optado por lo que realmente le gustaba: el estilismo. Así que tenía una amiga casi peluquera y otra que ya tenía el título de estilismo. Las dos a mi disposición.
―Me alegro. ¿Y qué tal va Ryam? ―le pregunté.
―Está mejor ―declaró, para mi alivio―. Ya no tiene tanta tos.
―Genial.
―Oye, tengo que dejarte, que me ha entrado una clienta ―me anunció, hablando con prisas.
―Vale, no te preocupes.
―Hasta mañana, muchos besos ―y se puso a darme besitos por el móvil.
―Hasta mañana ―me reí.
Y colgamos.
―Así que ese idiota ya está mejor, ¿eh? ―escuchó Jacob.
―Sí, tranquilo ―sonreí, guardando el móvil en la guantera.
―No, si a mi me da igual ―disimuló, echando un vistazo por su ventanilla.
Solté una risilla y seguimos la marcha, escuchando la música del estéreo.
Después de recorrer la carretera de La Push, transitar por Forks y pasar parte de la autopista, nos desviamos por el sendero que conducía a la casa de mi familia. Me pasé esa parte del trayecto mirando el paisaje por la ventanilla, observando los pájaros que cantaban en las ramas de los árboles y que revoloteaban por sus copas.
Cuando por fin atravesamos los últimos árboles que bordeaban la vivienda, Jake estacionó donde siempre: frente al porche. Se quitó la camiseta y las deportivas en el coche, para dejarlo en el asiento trasero, y nos bajamos. Nos cogimos de la mano y nos encaminamos hacia el bosque, dando un tranquilo paseo que pronto se convirtió en un trote entre bromas primero y en toda una carrera después.
―Espérame, voy a transformarme ―me pidió mientras corríamos.
―¡Ni hablar! ―me reí, acelerando.
―¡Hey, eso es trampa! ―se quejó, eso sí, parándose a mis espaldas.
Seguí corriendo, pues sabía que en cuanto se transformase, me iba a alcanzar. Y así fue. En diez segundos, tenía una bala de color bermejo pasándome a toda velocidad.
―Maldición… ―mascullé por lo bajinis.
Pude escuchar ese gañido a modo de risa lupina.
Los dos detectamos esos efluvios lejanos que nos indicaban que había una manada de ciervos hacia el este, así que Jake me esperó para correr a mi lado y ambos nos dirigimos hacia allí con rapidez. Mi espléndido, colosal y espectacular lobo rojizo galopaba con la destreza y majestuosidad propias de un rey. Todo en mi lobo era impresionante y perfecto. Su enorme tamaño no era ningún impedimento para él. Esquivaba los troncos de los árboles con una habilidad y velocidad asombrosas, ni siquiera los rozaba, y sus enormes y fuertes patas apenas producían ruido sobre las hojas que ya comenzaban a caer de los árboles. Era el Gran Lobo, y eso se notaba con un simple primer vistazo. Me sentía tan orgullosa de él, que a veces, si le miraba demasiado, ese sentimiento incluso me abrumaba un poco, así que prefería pensar en él simplemente como mi Jacob, el Jacob que conocía desde que era niña y del cual me había enamorado por ser como era, el mismo Jacob de siempre.
Los rápidos repiqueteos de los corazones acompañaron a los efluvios de los ciervos. Ya estaban muy cerca. Aceleré, adelantando a Jake, el cual se dejó pasar, claro, y me dirigí hacia esa zona. La manada se hizo visible entre los árboles; elegí a mi presa y ya no tuvo escapatoria.
Salté sobre ella con un brinco ágil y alto, rápido y certero. El resto de la manada salió en estampida, tratando de poner a salvo sus vidas, cuando yo ya había atrapado a mi presa. Jacob llegó acto seguido y corrió tras un macho que, milagrosamente, consiguió esquivar una de sus dentelladas.
La cierva que había atrapado se revolvió bajo mi cuerpo, pero ya no tenía nada que hacer. Preparé mis colmillos para llevarlos a la protuberancia de su cuello que latía a mil por hora, con el fin de asfixiarla lo más rápido posible. Sin embargo, no sé qué ocurrió. De pronto, el olor de la sangre que corría por esa cardiaca yugular se incrustó en mi nariz como un arpón, penetrando con tanta fuerza que lo sentí hasta en el inicio de mi faringe, trayendo enganchado un extraño y nuevo matiz que me hizo reaccionar con una repulsión súbita.
Solté a la cierva repentinamente al tiempo que ladeaba mi rostro con una mueca de hastío total y emitía un gemido que acompañaba a ese sentimiento. Eso llamó la atención de Jake y él también liberó a ese ciervo con suerte, al mirarme, extrañado. Pero ahí no terminó la cosa. Mientras mi presa escapaba a toda velocidad junto al macho, me levanté con precipitación, con la mano en la boca, y llena de arcadas corrí hacia el tronco de uno de los enormes pinos que nos rodeaban.
Conseguí apoyar las manos a tiempo antes de inclinarme, pero no pude reprimirlo más tiempo. Mi estómago desahogó lo poco que le quedaba dentro con unas ganas tremendas. Cuando terminé de vomitar, Jake ya había adoptado su forma humana y estaba a mi lado para atenderme.
Antes de que se acercase, logré sacar el paquete de pañuelos que guardaba en mi bolsillo y me limpié con uno. Me daba una vergüenza horrible.
―¿Te encuentras bien? ―inquirió, llevando sus ansiosas manos a mi rostro para examinarme con preocupación.
―Sí, ya estoy bien ―le calmé, sonriéndole con un ligero levantamiento de mi labio.
Era lo único que se me ocurría hacer para aplacar esa enorme vergüenza. Genial.
―¿Qué te ha pasado?
―La sangre de ese ciervo… ―arrugué la nariz al recordar ese olor―. Puede que me sentara mal la cena y reaccionase así, no sé. Tendré el estómago revuelto ―pensé, aunque dudosa.
―Vamos, te llevaré a casa ―me instó, cogiéndome de la mano para iniciar la marcha―. Será mejor que te tomes una infusión o algo.
―No, si ahora me encuentro mucho mejor ―ahora que ya lo había desahogado todo…―. Incluso tengo hambre ―seguí en voz alta.
Jacob se detuvo, obligándome a parar a mí también.
―¿Quieres seguir cazando? ―me preguntó.
Ugh. La sola idea de hincarle el diente a un ciervo me revolvía el estómago de nuevo. No sé por qué, pero ese olor…
―No, me apetecen más unos huevos con beicon o algo así ―afirmé, poniendo cara de hambre al imaginármelos.
Mi chico sonrió.
―¿No decías que hoy te apetecía cazar?
―Ya, pero después de esto… ―y se me escapó otra mueca de asco―. Creo que hoy prefiero los huevos. Tal vez mañana.
―Vale ―rio, echando a caminar de nuevo.
―Perdona. Te he hecho venir hasta aquí para nada ―me mordí el labio.
―Nah, qué va. Lo hemos pasado bien, ¿no crees?
―Sí ―sonreí―. Bueno, hasta antes de esto, sí.
―Desayunaremos en casa ―sonrió, pasándome el brazo por los hombros.
―Gracias ―y le di un beso en la mejilla.
Le cogí esa mano que colgaba, entrelazando nuestros dedos, y seguimos caminando entre los árboles, dando un paseo calmado mientras iniciábamos una charla.

Los mellizos de Paul y Rachel ya tenían casi tres años, suficiente edad para que ya correteasen por el jardín de casa y tuviéramos que estar pendientes de ellos a cada minuto. Andrew era un torbellino, no paraba quieto, trataba de coger todos los bichos que se pasaban por su lado con sus pequeñas manos. En cambio Zoe, como la mayoría de las niñas, era más tranquila. Se conformaba con permanecer sentada sobre la hierba y garabatear su bloc con esas pinturas de colores que Jake y yo le habíamos regalado en su último cumpleaños. Ambos niños se parecían mucho físicamente. Morenos de piel y cabello, ojos color chocolate… En lo único que se distinguían, aparte de la ropa, era en que Andrew tenía el pelo corto y a Zoe le llegaba a los hombros.
Los chicos estaban de patrulla, y Rachel había venido a hacerme una visita con los dos niños. Habíamos sacado unas sillas al porche para sentarnos, utilizando una tercera a modo de mesita para poner las tazas de café y las papillas de fruta de los críos.
―¡Andrew! ―chilló de pronto Rachel, cortando la conversación que manteníamos sobre ropa―. No. Eso no. Como no dejes eso ahí, se lo diré a papá; y ya verás cómo se va a enfadar ―amenazó. El niño soltó ese grillo que se iba a meter en la boca ipso facto. El pobre bicho huyó despavorido, abriéndose camino entre la hierba como podía. Mi cuñada soltó un suspiro que se prolongó durante un par de segundos―. Perdona, ¿por dónde íbamos?
―Estábamos hablando de lo cara que es la ropa de los bebés ―le recordé, aunque a regañadientes, porque a mí me importaba un bledo eso, es más, este tema me aborrecía un montón, pero qué le iba a hacer.
―Ah, sí ―recordó―. Pues eso. Ese peto que lleva Andrew me costó treinta dólares. Treinta dólares, ¿puedes creerlo? Una cosa tan pequeña. Pero ahí no termina la cosa. El vestido que lleva Zoe, ¡me costó cuarenta dólares! ¡Cuarenta!
Pues sí que era cara la ropa de bebé.
―¿Pero tú dónde compras la ropa? ¿En una boutique? ―me mofé.
―Muy graciosa ―me respondió con retintín.
Me reí.
―Bueno, ¿y tú cuándo fue la última vez que te compraste algo de ropa para ti? ―le pregunté para cambiar de tema, aunque fuera para que esta semivampiro que os habla también pudiese contar algo, como lo último que me había comprado yo.
Rachel miró al horizonte y se quedó pensando un buen rato.
―Déjalo ―le dije, soltando una risilla.
―Creo que hace mucho ―rio, cogiendo su taza de café para beber.
Aproveché ese momento de silencio para hacer lo mismo y le di unos tragos a la mía, ya se había enfriado lo suficiente como para probar los primeros sorbos. La dejé sobre la silla que hacía las veces de mesita y observé a los mellizos.
―¡Tita, tita! ―gritó Zoe con su aguda voz, alzando el bloc para que yo viese su dibujo al tiempo que su vestidito azul se levantaba cuando ella se puso de pie para venir―. ¡Mila, tita Esi!
―¡Qué boni…! ―intenté exclamar, pero la última vocal se me quedó atravesada en la garganta.
―Nunca vi a una niña a la que le gustase tanto dibujar ―sonrió su madre, orgullosa.
Me levanté con precipitación y corrí en dirección a la puerta de casa, ante los perplejos y sorprendidos ojos de Rachel.
Subí las escaleras de casa a mi velocidad de medio vampiro, aguantando las fuertes arcadas, y conseguí llegar al baño a tiempo. Cuando descargué todo lo que tenía en el estómago, tiré de la cadena y me levanté del suelo para dirigirme al lavabo. Apoyé las manos en el mismo, observando su cerámica, confusa y extrañada. Esta era la segunda vez que vomitaba hoy. Hoy, porque hace dos días había ocurrido el episodio del bosque y a partir de entonces había vomitado más veces. Estos días me había ocurrido lo mismo, el mismo patrón. Desayunar, vomitar acto seguido y tener que volver a desayunar, del hambre que me entraba. Después, por la tarde, parecía tener una réplica, aunque no siempre me ocurría detrás de probar algún bocado.
Enseguida di con el porqué. La gripe. Puede que a mí eso de los vómitos me hubiese afectado más tarde, debido a mi condición de semivampiro. Di gracias a Dios de, por lo menos, haberme librado de las diarreas.
Me lavé la cara y la boca, cerré el grifo y me sequé el rostro con la toalla. Me atusé un poco el pelo para mejorar un poco esa imagen y salí del baño. Bajé las escaleras y llegué al porche.
―¿Qué te ha pasado? ―me preguntó Rachel, que estaba de pie, con la niña en brazos.
―Mila, tita Esi ―me dijo Zoe, mostrándome su dibujo.
―Qué bonito ―exclamé, ahora sí, mirándolo.
―¿Qué ha pasado? ―repitió mi cuñada.
―Nada, la gripe. Todavía estoy arrastrando sus consecuencias ―le contesté mientras acariciaba la mejilla de la niña―. Ahora me da por vomitar.
―¿Por vomitar?
―Sí, el virus también traía más regalitos ―vocalicé con retintín―. Me libré de la tos, pero de lo otro…
Rachel me miró, pensativa.
―¿Cuánto hace que tuviste la gripe? ―interrogó.
―Unas dos semanas ―le contesté, jugueteando con Zoe.
―¿Y dices que eso son consecuencias de la gripe? ¿Después de dos semanas? ―cuestionó, alzando las cejas.
Mi vista se fue hacia ella.
―¿Qué quieres decir? ―inquirí, frunciendo el ceño sin entender.
―¿Cuándo vomitas?
―¿Cuándo vomito? Pues…, no sé. Por las mañanas y por las tardes…
Mi cuñada sonrió, mirándome como si supiera más que yo.
―Eso no es por la gripe. Dime, ¿te ha venido la regla?
Esa pregunta rebotó en mi cabeza, porque nunca me paré a pensar que los tiros pudieran ir por ahí.
―Quero bajar, quero bajar ―le pidió Zoe a su madre, revolviéndose en su cuello.
Rachel se agachó y la dejó en el suelo, donde la niña comenzó a bajar el bajo peldaño del porche a su manera.
―No, no vayas por ahí ―respondí, riéndome―. El periodo no me toca todavía, además, eso es imposible. Jake y yo tomamos precauciones. Yo estoy tomando la…
De repente, mi boca exhaló con ímpetu y mi vista se fue al suelo mientras mis manos se mezclaban en el pelo que nacía de mi frente. No podía ser, no podía ser… Era un fallo demasiado gordo…
―¿Qué pasa? ―preguntó Rachel, mirándome preocupada.
―No puede ser… ―murmuré.
Mi respiración se agitó y eché a correr hacia el interior de la casa una vez más, aunque esta vez por otros motivos. Mi cuñada no pudo seguirme, ya que no podía dejar de atender a los mellizos, pero volví a escuchar cómo me decía:
―Nessie, ¿qué ocurre?
Pero ahora no tenía tiempo a explicaciones, más que nada porque tenía que comprobar por mí misma que eso que deducía mi mente no era cierto.
Subí las escaleras otra vez y llegué al baño. Abrí el armario espejo que colgaba sobre el lavabo y cogí el pastillero donde guardaba las píldoras. Salí del baño a toda velocidad y me metí en el dormitorio del ordenador, donde teníamos ese calendario colgado en la pared.
Maldije mi manía de sacar las píldoras de su envase original ―con sus días de la semana puestos― por guardarlas en ese pastillero. Pero jamás me imaginé que a mí me pudiera pasar algo así, porque siempre, siempre me acordaba de tomarlas, llevaba un control perfecto, no me hacía falta ninguna guía con los días marcados, y ese cómodo y sobre todo discreto pastillero se podía llevar a todas partes si se iba de viaje o a comer fuera de casa, sin que nadie supiera de qué se trataba. Abrí el pastillero y lo vacié sobre la mesa del escritorio, llena de nervios. No me hizo falta contar las píldoras. Quedaba una.
―Por favor, por favor… ―rogué con un murmullo lleno de temor y ansiedad, cerrando los ojos.
Los abrí, alcé mi trémula vista hacia el calendario y mis pulmones exhalaron todo el aire, con desazón. El periodo me tenía que haber venido hace dos días, y yo era como un reloj. Ese pequeño retraso no hubiera supuesto ningún problema en otras circunstancias, porque podía haberse debido solo a que no había hecho los siete días de descanso que hay que hacer para que te baje la regla, es decir, ahora me encontraba en ese ciclo de días de descanso y había seguido tomando la píldora sin darme cuenta, hoy mismo la había tomado, y si no se hace el descanso, no te baja el periodo. Pero ese no era el quid. El quid de la cuestión es que, si había seguido tomando la píldora durante el descanso, era porque no la había tomado durante los cuatro días de gripe. Y el cuarto día Jake y yo habíamos… Todo el día…
Mi embarullada mente empezó a atar todos los cabos con facilidad. Los vómitos, el asco que me había entrado repentinamente hacia la sangre… Y mis cálculos con las píldoras, los días del mes, mi retraso… Todo cuadraba.
Durante mis días de gripe, me había olvidado por completo de tomarla, ya que lo único que había hecho era dormir y poco más. Lo cierto es que me encontraba tan mal, que no tenía la cabeza para nada. Y Jacob tampoco se había acordado, claro. Él no llevaba ningún control sobre mis píldoras, siempre me encargaba yo. Después, cuando sané, como siempre las tomaba de forma tan automática ―y encima, no tenía el envase con la guía de los días―, di por hecho que las había tomado, ni siquiera se me había pasado por la cabeza lo contrario, ni me acordé...
Me llevé las manos a la cabeza otra vez y comencé a respirar con agitación, dándome la vuelta para no ver ese calendario de nuevo.
¡Estúpida, estúpida! ¿Cómo había tenido semejante fallo? No podía ser… No podía ser… Esto no podía estar pasando…
La imagen de mi pesadilla se plantó en mi cabeza con rapidez y me entró pavor. Estaba aterrada, esa era la palabra. Este era el peor momento para esto, el peor. Comencé a dar paseíllos histéricos por esa pequeña habitación, escudriñando el suelo para ver si encontraba alguna respuesta.
¿Qué iba a hacer si estaba embarazada? ¿Y cómo iba a reaccionar Jacob cuando se lo dijera? Porque esto no era lo que habíamos hablado, lo que habíamos decidido… Él confiaba en mí y yo…
―¿Estás bien? ―irrumpió de pronto Rachel, haciéndome salir de mis pensamientos.
Me giré hacia ella, mirándola con preocupación.
―Rachel, creo… creo que estoy embarazada ―murmuré, acercándome a ella con nerviosismo.
Mi cuñada sonrió.
―Sí, eso creo.
―¿Y qué hago? ―empecé a pasear otra vez, con mi mano izquierda entre mi pelo―. Yo no… Esto no es… No puede ser…
―Tranquilízate, Nessie ―intentó calmarme, cogiéndome por los hombros para detenerme―. Trata de calmarte, ¿vale? Si estás embarazada, estos sobresaltos no son nada buenos.
Dios, esa palabra todavía me sonaba demasiado extraña. Pero tenía razón, tenía que relajarme un poco para poder pensar con más claridad.
―Sí ―asentí, cerrando los ojos e inspirando profundamente.
―No te pongas nerviosa todavía, puede que no lo estés, ¿de acuerdo? Lo mejor sería que te hicieras la prueba del Predictor para cerciorarte. No sirve de nada ponerse tan nerviosa si luego no lo estás.
―Pero, Rachel, durante mis cuatro días de gripe no tomé la píldora ―le expliqué―. Y ese cuarto día Jake y yo… ―mis mejillas se encendieron―. Bueno, tú ya me entiendes.
Rachel se rio.
―Mujer, deja de darle tantas vueltas y cómprate el Predictor. Saldrás de dudas en un momento. Y de paso, ¡yo me quito estos nervios de encima! ―exclamó, dando saltitos emocionados delante de mis narices.
Ella estaba emocionada, claro, ignoraba todo lo que podía venírsenos encima.
―Sí, tienes razón ―asentí otra vez―. Pero es que ir a la farmacia y pedir eso me da una vergüenza horrible ―confesé, mordiéndome el labio.
―No te preocupes, te lo compro yo ahora mismo ―se ofreció, encantada de la vida.
―¿Tú? ¿Y los niños?
―Me los cuidas tú mientras tanto ―sonrió, ya dándose la vuelta hacia la puerta―. Los tengo en el salón, están entretenidos coloreando.
―Pero… Pero…
Ya no me dio tiempo a decir más. Rachel voló por las escaleras y cuando quise darme cuenta y bajé tras ella, salió por la puerta de casa, pegando un portazo.
Me mordí el labio de nuevo.
―¡Mío, mío! ―escuché protestar a Zoe desde el saloncito.
Estupendo. Encima de los nervios, tenía que cuidar de los críos.
Corrí hacia el salón y vi cómo Andrew le había quitado uno de los lápices a su hermana.
―A ver, Andrew, devuélvele el lápiz a tu hermana ―le ordené.
―Lápis mío ―se quejó él, frunciendo el ceño a la vez que envolvía su labio superior con el inferior para fingir un puchero.
―Mío, mío… ―refunfuñé, sentándome en suelo, en medio de los dos―. Sois hermanitos, ¿sabes? ―le dije, hablándole con suavidad, mientras cogía un lápiz de color rojo y comenzaba a colorear el tejado de la casa que salía en el dibujo―. Y los hermanitos tienen que quererse mucho y compartir, así que devuélvele el lápiz a Zoe y tú coge otro, que tenéis muchos.
Andrew me miró, anonadado, observando cómo coloreaba ese tejado, y le devolvió el lápiz a Zoe.
―¿Qué se dice, Zoe? ―le indiqué, sin dejar de colorear.
―Gasias ―y se levantó para darle un beso a su hermano.
Paul y Rachel querían inculcarles ese amor fraternal ya desde pequeños, así que los mellizos estaban acostumbrados a estas muestras de cariño entre ellos.
―Muy bien ―le alabé, sonriéndole―. Ahora a mí ―y le coloqué la mejilla delante.
La niña sonrió y abarcó mi cuello con sus pequeños bracitos para abrazarme y darme un cariñoso beso en la cara.
―¡Mmm, qué gusto! ―exclamé, al tiempo que mi sobrina se retiraba con las manos juntas y una enorme sonrisa de satisfacción.
―Y yo, mila ―declaró Andrew, poniéndose en pie para imitar a su hermana.
El niño me abrazó y estampó un beso húmedo en mi mejilla.
―¡Puaj, qué asco! ―bromée, riéndome, mientras me limpiaba con la mano―. Me has babado entera.
Andrew se rio y se abalanzó a mí para repetir la jugada y yo fingí caerme hacia atrás.
―¡No! ―protesté en broma, haciendo que mis manos eran torpes y que el niño conseguía llegar.
Al ver nuestras risas, Zoe se unió a su hermano para darme besos en la otra mejilla sin parar. Al final, terminamos los tres en el suelo carcajeándonos, yo con ambos críos pegados a mis mejillas. Cuando por fin se cansaron, pude incorporarme para quedarme sentada otra vez.
―Yo quero pintar el tejado ―dijo Andrew.
―Pues, hala, toma ―y le pasé el lápiz rojo.
Los niños no tardaron en ponerse manos a la obra y yo pude descansar un rato.
Me quedé observándoles mientras coloreaban sus dibujos con esas caritas de concentración, como si les fuese la vida en que el trazo no se saliera de la línea, lo cual les costaba un montón y, aun así, no lo conseguían. Eran tan tiernos e inocentes. Por un momento tuve una sensación extrañamente rara. Me sentía a gusto, y no lo estaba pasando tan mal. A decir verdad, mis sobrinos habían hecho que por un momento olvidase ese otro asunto que ya volvía a remover mi cabeza.
Me pregunté qué tendría de malo si estuviera embarazada. Lo cierto es que mi intención era tenerlos dentro de dos o tres años, cuatro, quizá. Bueno, para ser sincera del todo, nunca me había apetecido mucho, y encima ahora no era el mejor momento, con el asunto de mi pesadilla y Razvan pululando alrededor. Pero… Miré a Andrew y a Zoe y no pude evitar imaginármelos como nuestros hijos. Un niño moreno, como él, o una niña también morena, ¿por qué no? Ella sería una semivampiro como yo, pero también se podía parecer a él físicamente, iba a llevar sus genes. Mi estómago no tardó en llenarse de mariposas emocionadas. No puedo explicar lo que sentí en esos momentos, pero tenía que reconocer que el pensar en que ahora mismo podía llevar un hijo de Jake en mi vientre hacía que todo mi cuerpo vibrase con una energía nueva.
Sin embargo, esa maravillosa sensación se pasó demasiado rápido, porque el recuerdo de mi pesadilla era extremadamente fuerte, urgente. Casi podía oler ese peligro en el aire, poniéndome en una alerta que me bajaba de mi nube de un puntapié.
¿Qué iba a hacer si estaba embarazada? Una minúscula parte de mí todavía era lo suficientemente insensata, cabezota e ingenua como para recordar ese sentimiento de antes, y otra, mucho más grande, racional y cauta se encargaba de ponerme los pies en la Tierra, de recordarme el grave peligro que correríamos si eso era así, de preocuparme de la reacción de Jacob cuando se lo dijera… Lo malo es que esa pequeñísima primera parte también era lo bastante fuerte como para ya empezar a querer hacer mella en mí… Pero la preocupación estaba ahí, no podía negarlo.
No, no podía ser, era demasiada casualidad. Había parejas que intentaban tener hijos durante todo un año y no lo conseguían. ¿Iba a quedarme yo embarazada por una sola vez? Bueno…, en realidad…, habían sido más veces. Y más días… Porque, al no tomar la píldora durante esos cuatro días de gripe, la efectividad de la misma también había bajado… Y, después de mi gripe, nosotros habíamos seguido haciendo el amor todos los días, como siempre…
Pero no, no podía ser, seguro. Había parejas que lo intentaban durante un año y no había forma, y más cuando la mujer había tomado la píldora durante un largo periodo de tiempo. Era bien sabido que las mujeres que la tomaban y después la dejaban para tener hijos necesitaban de un tiempo hasta que su cuerpo se adaptaba a sus ciclos menstruales de siempre, y eso llevaba un tiempo. Intenté aferrarme a eso, aunque el tema de los vómitos no ayudaba nada… La gripe. Era por la gripe…
―¡Ya estoy aquí! ―voceó Rachel de repente, y su portazo hizo que saliera de mis pensamientos súbitamente.
Los nervios volvieron a invadirme, haciendo que mi cuerpo se electrizase de los pies a la cabeza. Mi cuñada entró al saloncito como un torbellino y, como tal, me agarró del brazo para obligarme a levantarme.
―Vamos, vamos ―me azuzó antes de que me diese tiempo a decir nada.
Me puse de pie y me empujó hacia las escaleras con prisas, así que cuando llegamos a las mismas no me quedó más remedio que comenzar a subir.
―Sabes cómo se usa esto, ¿no? ―bromeó, mostrándomelo.
―Muy graciosa ―le respondí entre dientes, cogiendo la pequeña caja.
Rachel se rio y por fin llegamos a la planta de arriba. Nos metimos en el baño, yo neurótica perdida y ella ansiosa.
―Bueno, te dejaré sola ―me dijo, cogiendo el pomo de la puerta para cerrarla.
―Gracias ―le sonreí, aunque no me salía, de los nervios que tenía.
―Te espero por aquí, ¿vale?
―Vale.
Y cerró.
Observé la caja del Predictor, cerré los ojos y tomé aire para relajarme un poco. La abrí y saqué todo su contenido. Desplegué el prospecto y lo leí bien, para saber cómo utilizarlo correctamente. Después de eso, pasé al siguiente paso: el test.
Seguí las instrucciones al pie de la letra y cuando terminé, metí el palito en el capuchón y esperé. Seguramente no lo eran, pero me parecieron los cinco minutos más largos de toda mi vida. El tic tac de mi reloj de pulsera casi me parecía que retumbaba en las paredes del baño, y mis pies se pusieron a pasear al tiempo que mis manos se convertían en un revoltijo de dedos. Hasta que la aguja de mi reloj me indicó que ya habían pasado los cinco minutos.
Entonces, me detuve a unos pasos de la lavadora, donde había dejado el Predictor, y lo observé, mordiéndome el labio con nerviosismo. A este paso iba a despellejármelo. Bajé los párpados, inspiré el aire profundamente y los abrí con decisión.
Me acerqué a la lavadora y cogí el Predictor. Respiré hondo de nuevo y comencé a destaparlo lentamente. Hasta que el capuchón hizo tope y por fin vi el resultado de test.
―Nessie, ¿ya has terminado? ―quiso saber Rachel desde fuera.
Necesité de un par de segundos para poder contestar.
―Sí ―musité sin quitarle ojo al resultado.
Mi cuñada no aguantó más y entró en el baño.
―Bueno, ¿y qué ha salido? ―preguntó, ansiosa, poniéndose a mi lado.
―Es positivo ―murmuré, aún en estado de shock―. Estoy… estoy embarazada.

13 comentarios:

  1. ¡Hola a todos! Soy JACOB&NESSIE ^^

    MUCHISIMAS GRACIAS POR SEGUIR AQUI!!! SOIS LOS MEJORES!!!! Y MUCHAS GRACIAS POR ESAS COSAS TAN BONITAS QUE ME PONEIS, SOIS UN SOL, COMO JACOB!!!! ¡Y BIENVENIDOS A TODOS LOS NUEVOS!

    Ha llegado el momento que tanto esperaban algunos... ;) Espero que os guste el capi a todos ;)

    Lametones!!!

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  2. Hola, soy JACOB&NESSIE otra vez ^^

    Antes se me olvió explicar por qué Nessie cogió esa gripe. Bueno, ella es mitad humana, no lo olvidéis, y en mi libro, es más humana que vampiro ;) Nunca se puso enferma porque no había virus lo bastante fuertes como para infectarla. Sin embargo, el virus de esta gripe sí que era muy fuerte y resistente (que los hay, a veces surgen virus muy fuertes y resistentes, en parte debido a que la gente toma antibióticos a la mínima y eso sólo hace que los virus, con el tiempo, se hagan resistentes a los mismos), ese virus era lo suficiente fuerte como para afectar a Nessie =S , aunque no le afectó del todo, como pudísteis ver (gracias a su parte vampiro), porque se libró de la tos xDD

    Bueno, y creo que nada más xD Si tenéis alguna duda, preguntármela, ¿vale?

    Lametones para todos!!!

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  3. hum..parece que llego el momento...genial..nessie embarazada...parece que nessie no puede escapar en cierta forma de sus sueños...se esta cumpliendo ya quiero ver como racciona jake...el jueves el proximo....sos la mejor escritora...la musa de jacobynessie...salu2

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  4. Hola jacob&nessie, que taaal ...nessie embarazada....vamos a ver que pasa....me gusta , me gusta...la casita muy bonita ...como siempre muy buena
    gracias
    elsa

    amigo andres , que tal vamos de animo? , espero que mejor , un abrazo....
    amigos: un gran saludo a todos

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  5. Wow, Nes embarazada, es increíble pero ojala no se cumpla su pesadilla. Supongo que los magos estarán cerca y así podrán darles caza mas rápido.
    Gracias por el capitulo ya quiero saber cual es la reacción de Jake u_u
    Saludos a todos amigos de la distancia y sepan que se les quiere y bien. =)
    Kiara !_!

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  6. gracias amiga....estoy bien de animos....gracias por preocuparte...estoy mejor...espero que todo por alla..estes bien salu2 y un gran abrazo amiga....y tambien salu2 ah todos los amigos en la distancia...salu2

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  7. guauu me a encantado este capitulo jajaja me encanta toddo lo qe as escrito asta ahoraaa i quieroo leer muxo mas!!
    como an dicho porai espero qe todo salga bien i no se cumpla esa pesadilla!! jajja
    sigue asiii eres una artistaaa!!!!
    Besoss....

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  8. TAMARAAAAAAAAA, jajajaja estoy en plena escuela y este capitulo casi me hace llorar jajajaja, muy bueno amiga, espero con ansias el siguiente capitulo con la reaccion de Jake :D lo unico que se es que me voy a desesperar mucho y enojar y llorar con los siguientes capitulos porque ya se van a enterar los otros vampiros y le van a querer hacer daño y asi :( pero bueno... gracias por este capitulo
    un abrazo!
    tu fan Isabeu Galan :D

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  9. Al fin!!! Esta embarazada!!! Siii!!!

    Razvan... ese idiota es lo demenos, lo que importa es que esta

    EMBARAZADA!!!! :D :D :D

    -Republica Dominicana

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  10. Por fiiiiiin...!!yo esperaba este momentoo!!!! espero q sea un embarazo normal, es mas tierno q jacob la cuide delicadamente.. sin problemas..

    Leonella, argentina

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  11. Hola Tamara u_u
    Me han encantado los capítulos, son fantásticos y Nessie ya embarazada Wow.
    Ya quiero leer cual va a ser la reacción de Jake. Eres INCREIBLE.
    Perdona por no haber comentado pero he estado ocupada entre la escuela, trabajo y el hospital no me queda mucho tiempo libre. Como sabes Cathy sigue leyendo tu historia t manda saludos.
    Andrés q bien q estés mejor n_n Saludos a todos los amigos que están detrás de una compu, lap o i phone y que leemos esta maravillosa historia u_u =) Kelly

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  12. Wuaaaaaaaaa! Quee emocion. Que alegron! Seguro q es un varon! AAAH mas tierno...
    sol`*

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