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NUEVA ERA II. COMIENZO 1ª Parte (Continuacion de "NUEVA ERA. PROFECÍA")
Para leer este fic, primero tienes que leer "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog, y "Nueva Era I. Profecía". Si no, no te enteraras de nada 😉
CAPITULOS:
PARTE UNO: COMIENZO:
RENESMEE:
43. DESPEDIDA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-43-despedida.html
COMIENZO
Me resultó un poco raro
dormir en mi antigua y enorme cama sin Jake, ahora que todo se había arreglado,
aunque también me trajo muchos recuerdos.
Recordé la primera vez que
Jake durmió en esta cama, sobre la colcha, después de aquella horrible
pesadilla, y cómo yo me fijaba en su impresionante pecho a la luz de la luna
llena; las veces que nos tumbábamos, me acurrucaba sobre su torso y él me
pasaba los dedos por el pelo, haciéndome casi ronronear; aquella otra noche de
luna llena en la que él regresó después de marcharse por mi culpa, por mentirle
y decirle que solo quería ser su amiga, en la que la luz de ese satélite
iluminaba sus iris negros, confiriéndole un brillo especial con ese reflejo
blanco, y su rostro me parecía aún más hermoso…
Finalmente, me dormí por
puro agotamiento.
En cuanto me desperté, lo
primero que hice fue coger el móvil de la mesita. Me quedé sentada, marqué el
número de Jake a toda velocidad y esperé al único tono que sonó.
―Buenos días, preciosa ―me
saludó nada más descolgar, se notaba que con una enorme sonrisa.
Sonreí al imaginármelo.
Escuchar su ronca voz fue como música para mis oídos.
―Buenos días.
―¿Has dormido bien? ―me
preguntó.
―Regular. Te he echado
mucho de menos ―confesé, enroscando mi dedo índice con la sábana.
―Sí, yo también ―volvió a
sonreír―. ¿Estás nerviosa? Porque yo estoy neurótico perdido.
―Estoy histérica ―reí.
Jacob acompañó mi risa al
otro lado de la línea.
―Me parece que hoy va a ser
un día muy largo para los dos.
―Sí ―asentí, sonriendo―.
Por cierto, ¿dónde has dormido? ¿En casa o con Billy?
―Con mi viejo ―contestó.
Entonces, escuché las voces de Billy, Rachel y otra voz femenina que me pareció
la de Rebecca. Estaban montando un barullo tremendo―. Mierda. Escucha, tengo
que dejarte, nena, ya me están liando para que vaya a la peluquería.
―Vale ―reí otra vez.
―Nos veremos en el altar.
―Sí ―sonreí.
―Te quiero.
―Te quiero.
Y colgamos.
Dejé caer la espalda sobre
el colchón con los brazos en cruz y sonreí de felicidad. Estuve mirando el
techo un buen rato de esa guisa, con cara de tonta, hasta que me cansé.
La luz del sol entraba por
la cristalera, invadiéndolo todo, hoy hacía un día precioso. Que esto sucediera
en Forks, era tener suerte.
Me levanté, me duché y bajé
a la cocina para desayunar. Cuál fue mi sorpresa cuando vi que Esme me había
preparado un delicioso desayuno.
―Muchas gracias, Esme ―reí
con entusiasmo, y le di un beso en la mejilla―. ¡Y hasta me has hecho tarta de
fresas! ―exclamé cuando la vi, sentándome a la mesa.
―Por supuesto, cielo, sé
que es tu favorita ―sonrió, mostrando esos adorables hoyuelos mientras pasaba
su mano por mi pelo húmedo―. Hoy tienes que alimentarte bien, es un día muy
importante.
―No sé si seré capaz de
comer algo ―reconocí, partiendo los huevos revueltos con el tenedor―. Creo que
esta comida va a ser la única que pueda meterme hoy.
Esme sonrió de nuevo y se
sentó frente a mí.
―Estar nerviosa es normal,
es un paso muy importante en tu vida.
―Más que nerviosa, estoy
ansiosa ―le confesé, un poco ruborizada―. Ahora mismo me hubiera gustado que
las bodas quileute fueran al amanecer, en vez de al anochecer ―reí.
―Por cierto, eso me
recuerda algo ―dijo―. El vuelo hacia la isla de Santa Lucía sale a las cinco de
la mañana, así que tendréis que estar en el aeropuerto a las cuatro como mínimo
para que os de tiempo de embarcar sin problemas.
Sonreí al recordar nuestro
viaje de luna de miel. Por fin íbamos a poder irnos a ese islote privado que
quedaba a unos kilómetros de la isla de Santa Lucía. Lo malo es que íbamos a
tener que viajar justo después de la celebración de la boda, con lo cual, la
noche de boda se iba a retrasar, pero sabía que la espera iba a merecer la
pena.
―De acuerdo ―asentí―.
Gracias por todo, abuela, aunque ya le daré las gracias al resto, también.
―De nada, cielo ―sonrió,
satisfecha y complacida―. No tienes por qué agradecernos nada, es el regalo de
boda de todos.
―De todas formas, gracias
―insistí.
Sí, nuestra luna de miel
era el regalo de toda mi familia, bueno, de casi toda, porque mis padres le
iban a regalar la Harley a Jake y un regalo secreto para mí que no había manera
de sonsacarles. Carlisle y Esme ponían el viaje, Rose y Em ponían el alojamiento,
esa enorme casa de lujo que tenían en el islote y al que habían ido varias
veces, seguramente en una de sus múltiples lunas de miel, con un servicio de
abastecimiento y limpieza incluido que venía en barco todas las mañanas; y Jazz
y Alice nos habían alquilado una avioneta privada para que fuéramos a la isla
de Santa Lucía todas las veces que quisiéramos y a cualquier hora. El aquelarre
de Denali, Louis y Monique también nos habían preparado algo, aunque no nos lo
habían querido decir para no estropear la sorpresa.
Me tragué el desayuno como
pude, si bien la tarta de fresas me entró estupendamente, y ayudé a Esme a
recoger mi plato, ya que ella lo había hecho todo en escasos segundos.
Justo cuando salía por la
puerta de la cocina, escuché el ruido de un motor acercándose.
―Es Sarah, te trae tu
vestido de novia ―me reveló mi padre, que estaba en el níveo sofá leyendo el
periódico, junto a mi madre―. Y le ha quedado precioso, por cierto.
Mi sonrisa se amplió aún
más.
―¿Mi vestido de novia?
Antes de que Sarah aparcara
su vehículo, yo ya le estaba esperando en la puerta.
Salió del coche, se acercó
al maletero, el cual abrió, sacó una funda y una caja redonda de cartón, cerró
el maletero y llegó hasta el umbral.
―Buenos días, Ness, te
traigo tu vestido y tu corona de flores ―me anunció con una sonrisa.
La mía ya no me entraba en
la cara.
―Pasa ―le cogí de la muñeca
y la llevé hacia dentro con presteza.
En un abrir y cerrar de
ojos, todas mis tías, mi madre y mi abuela estaban revoloteando a nuestro
alrededor.
―¡Vamos arriba para que te
lo pruebes! ―clamó Alice, ahora tirando ella de mí.
―Esto es como abrir la caja
de Pandora ―se rio Emmett, que se sentó al lado de mi padre.
―Sí, imposible de parar
―siguió Jasper, haciéndolo en la butaca de al lado.
Ambos se rieron.
No sé cómo fui capaz de
subir las escaleras sin caerme, ya que las tenía pegadas a mí como lapas. Menos
mal que mis tías de Denali habían salido de caza junto a Teresa y el resto de
su aquelarre. Mercedes observaba la escena desde uno de los sillones con una
sonrisa tímida.
Entramos todas en mi cuarto
y, cuando Sarah y yo nos dimos cuenta, mamá, mis tías y Esme estaban sentadas
en la cama, esperando.
―Venga, ¿a qué esperas?
―azuzó Rosalie―. Tengo que ver cómo es para ir pensando en el peinado que te
voy a hacer.
―Voy a llevar el pelo
suelto ―le adelanté ya, por si acaso.
―Alguna orquilla para
despejar tu cara te quedaría mejor ―afirmó ella.
―Bueno, ya veremos
―respondí.
Sarah posó la funda en la
cama, un neceser con material de costura, y abrió la cremallera de lo primero.
―Espero que te guste ―me
dijo, sacando el vestido con cuidado.
Cuando lo extendió sobre la
colcha, mi rostro se iluminó como si el sol estuviese enfocándome con uno de
sus rayos.
―¡Es precioso! ―exclamó
Alice con entusiasmo, levantándose de un salto para verlo mejor.
Mi amiga quileute lo cogió
y lo alzó para que lo viese mejor.
―¡Sí, es precioso! ―alabé,
emocionada. Y nerviosa. Tener mi vestido ahí, me hacía recordar lo cerca que
estaba mi sueño. Solamente faltaban unas horas―. ¡Te ha quedado genial, Sarah,
muchas gracias! ―reí, abrazándole.
―Cuidado, el vestido ―me
paró entre risas.
―Oh, sí, perdón ―murmuré,
ruborizada, apartándome de ella―. No sé cómo hacer para pagártelo, en serio, ni
para pagarte todo el tiempo y el esfuerzo que le has dedicado, creo que no
serviría ni todo el dinero del mundo.
―No tienes que pagarme
nada, tu vestido y el traje de Jake es mi regalo de boda ―afirmó, sonriente.
―No puedo aceptarlo, Sarah,
es demasiado…
―Para mí es un honor haber
hecho los trajes de novios del Gran Lobo y su esposa ―me cortó con un poso de
respetabilidad.
Sabía que era así y que
jamás aceptaría que se lo pagase. Y yo debía aceptar el regalo para no
ofenderla.
―Está bien. Muchas gracias,
Sarah, de verdad ―sonreí, y le di un beso en la mejilla.
Ella sonrió, complacida y
orgullosa.
―Venga, ¿a qué esperas?
Pruébatelo ―me apremió mamá, riéndose.
―Sí, sí ―asentí, comenzando
a quitarme la ropa.
Todas esperaron expectantes
a que terminara y me pusiera el vestido, hasta que, por fin, Sarah acabó de
abrocharme toda esa fila de botones de la espalda.
Se hizo un momento de
silencio en el que las cinco se quedaron absortas, mirándome.
―Bueno, ¿cómo estoy?
―inquirí, ya que no decían nada.
―Estás maravillosa ―sonrió
Esme, algo emocionada.
―Estás realmente preciosa,
cielo ―siguió mamá, también con chiribitas en los ojos.
―Te queda como un guante
―declaró Alice.
―Preciosa ―afirmó Rosalie,
sumándose a la emoción de las demás.
―Traía el neceser, por si
tenía que hacerte algún ajuste de última hora, pero ya veo que te queda
perfecto ―manifestó Sarah, analizando cada parte del vestido con satisfacción.
―Mírate en el espejo
―sugirió mi madre, levantándose para acompañarme al vestidor.
Entramos, encendimos la luz
y me plantó delante del espejo.
Una vez más, mi rostro se
iluminó.
La parte de arriba era la
misma, ese corsé hecho con esa tupida tela de seda blanca que dejaba mis
hombros desnudos y que llegaba hasta mis caderas. Seguía estando revestida en
su parte superior de esas grandes flores de seda vaporosa y en la parte
izquierda delantera de la cadera continuaba llevando esas dos flores que eran
semejantes a las del corpiño, solo que más pequeñas.
El cambio venía en la
falda.
Ahora era una falda ligera
y más estrecha que llegaba hasta los tobillos, hecha de una vaporosa seda que
tenía más movimiento y caía libre desde mis caderas, ciñéndose más a mi cuerpo.
En definitiva, se parecía
bastante al anterior, solo que la falda ya no tenía volantes ni hacía esa forma
de “A”, sino que era más suelta y ligera.
―Es precioso ―repetí,
mirándolo sonriente.
―Bueno, pues hala, ya está
―irrumpió Sarah, entrando en el vestidor con precipitación―. Quítatelo ya, que
da mala suerte probárselo mucho tiempo antes de la boda.
―Vale, vale ―me reí.
Salí del vestidor,
acompañada de mi madre.
―En fin ―suspiró Alice―, ya
te hemos visto el vestido, así que te dejamos a solas para que te vuelvas a
cambiar.
―Id bajando vosotras, yo
voy ahora ―le dijo mamá.
―Por supuesto ―aceptó Esme.
Sarah cogió su neceser y
salió con el resto, cerrando la puerta a sus espaldas.
―¿Qué pasa? ―quise saber,
algo extrañada, aunque ya intuía que me iba a dar uno de esos discursos que dan
las madres antes de una boda.
―Quería darte una cosa
―declaró para mi sorpresa, porque eso sí que no me lo esperaba.
―¿Una cosa?
Metió la mano en el
bolsillo de su chaqueta y sacó una pequeña bolsita de tela violeta que iba
cerrada en la parte superior por medio de una cinta. Cogió mi mano, poniendo mi
palma hacia arriba, y dejó su regalo encima.
―Mamá, no tenías por qué
haberte molestado.
―Oh, sí, claro que sí
―sonrió―. No se casa tu única hija todos los días. Y, además, con una de las
personas que más quiero del mundo, como es Jacob. Así que, venga, ábrelo.
―Vale ―sonreí yo también.
Tiré de uno de los extremos
de la cinta, le di la vuelta a la bolsita y dejé caer su tintineante contenido
en la palma de mi mano.
Era una tobillera de oro
blanco. De los eslabones de la cadena, colgaban una serie de figuritas talladas
artesanalmente, también del mismo material, que se distribuían a lo largo de la
tobillera.
―Son lobos ―murmuré,
gratamente sorprendida.
―Sí. Mira la inscripción ―y
me señaló el final de la cadena, donde uno de los eslabones no era hueco.
Lo cogí con mis dedos y le
di la vuelta para poder leerlo.
Más que mi propia vida, rezaba con unas letras diminutas.
―Mamá…
―susurré,
emocionada.
―Me
gustaría que la llevases hoy ―murmuró, acariciando mi mejilla con dulzura.
―Claro
que sí ―y
me abalancé a ella para abrazarla―. Gracias. Te quiero, mamá.
―¿Te
gusta de verdad? ―me preguntó, separándome por los hombros para mirarme.
―Me encanta ―asentí,
secándome las lágrimas.
―Me alegro ―sonrió.
Se hizo un silencio en el
que aproveché para mirar la tobillera un poco más.
―Siento que papá y tú no
podáis ser los padrinos ―lamenté, alzando la vista para observarla a ella con
pesar―. No pensábamos que esa tradición de bailar con los padrinos fuera tan
importante.
Pero lo era. Y Jacob no
había podido convencer al Viejo y testarudo Quil para que pasara por alto eso.
Mis padres podrían bailar perfectamente con los lobos y sus parejas, ya sabían
que eran vampiros, pero con el resto de quileutes que desconocían todo este
mundo no podrían. A ver cómo se les explicaba que eran congelados al tacto, y
no iban a llevar guantes en pleno junio, además, ni siquiera unos guantes servirían
para disimular el frío de sus manos y sus brazos. El Viejo Quil era un hombre
de costumbres arraigadas, así que no nos quedaba más remedio que acatar la
tradición. El año pasado no le habíamos dicho nada, menos mal que esta vez a
Jake le dio por preguntárselo, si no, hubiéramos llegado al altar y hubiésemos
tenido que cambiar los padrinos de sopetón e improviso; seguro que eso es lo
que nos hubiera pasado el año anterior.
―No importa, después de
todo lo que ha pasado esto es una tontería. Nosotros estamos muy felices por
ti, igualmente ―aseguró con una sonrisa orgullosa, metiéndome el pelo detrás de
mi oreja―. Además, me gusta que lo vayan a ser Seth y Brenda, sobre todo por
Seth, claro, a Brenda la conozco menos.
―Sí, creo que lo harán bien
―reí.
Habíamos escogido a Seth y
Brenda como los padrinos de boda. Quil y Embry eran los mejores amigos de Jake,
sin embargo, Claire aún era una niña, y Embry no tenía pareja. No era
obligatorio que los padrinos fuesen pareja, por supuesto, nosotros mismos
habíamos sido los padrinos de Rachel y Paul, y en aquel entonces no éramos
novios, pero también estaba Seth en una de nuestras opciones, y su pareja daba
la casualidad que era una de mis mejores amigas, así que nos decantamos por
ellos. Además, Seth siempre había sentido debilidad por Jake, y había sido el
primero en formar manada con él cuando Jacob se marchó en solitario.
Al principio, Brenda iba a
ser una de mis damas de honor, pero como ahora iba a ser la madrina, metí en su
puesto a la pequeña Claire, a la que le hacía muchísima ilusión. Sarah también
había tenido que arreglar el vestido de dama de honor de Brenda, para
adaptárselo a Claire. Desde luego esa mujer se merecía un premio.
―En fin, ahora sí, me voy
abajo con tu padre ―y empezó a caminar hacia la puerta.
―Sí, y yo me quitaré esto
antes de que caiga un maleficio sobre mí o algo, ya he tenido bastante con
todos aquellos hechizos ―bromeé―. Ah, ¿me desabrochas los botones? ―le pedí
antes de que saliese.
―Claro ―se acercó a mí y
desabotonó mi espalda con gran agilidad―. Ya está.
―Gracias ―le di un beso en
la mejilla.
―Te veo abajo ―repitió,
ahora sí, saliendo de la habitación después de que yo asintiese.
Mamá cerró la puerta y yo me
quedé observando la tobillera un buen rato antes de quitarme el vestido,
fijándome en los detalles con más calma.
Más que mi propia vida, volví a leer. Y sonreí.
La mañana pasó más bien despacio. Entre lo nerviosa que estaba, y lo
que echaba de menos a Jake, no veía el momento de que llegase la tarde.
Pero llegó.
El cuarto de baño se había convertido en un salón de belleza. Mientras
Alice me maquillaba, Rosalie se dedicaba a darme tirones supersónicos en el
pelo. Mamá me estaba haciendo la manicura a la francesa y Esme se dedicaba a
traerme tilas de vez en cuando.
Sí, estaba hecha un flan. En ese momento estaba sentada, pero temía
levantarme y que mis piernas cedieran. Estaba tan nerviosa, tan ansiosa de que
llegase el momento…
Después de toda esa sesión, mis tías y mi madre me obligaron a
vestirme sin dejar que me mirase en el espejo.
Esme ya tenía mi vestido preparado en mi habitación, así que fue
llegar y cambiarme. Mi madre abrochó toda esa retahíla de botones y Alice me
puso delante unos bonitos zapatos de tacón, no muy altos, de color blanco para
el trayecto, ya que en la playa iba a tener que quitármelos. Mientras me
calzaba, mamá me puso la tobillera y Rose abrió la caja redonda de cartón,
donde se encontraba la corona de flores. Mi tía la sacó y se acercó a mí.
La corona de flores estaba construida a base de unas preciosas
orquídeas y campanillas blancas, Estas se unían entre sí por medio de unos
verdes tallos que también estaban llenos de unas pequeñas flores níveas,
confiriéndole a toda la corona un aspecto armonioso, compacto y homogéneo.
―Trae, yo se la pondré ―se
ofreció mi madre, cogiéndola.
La llevó sobre mi cabeza y
la colocó con cuidado, enganchándola bien para que no se moviera.
Cuando terminaron, las cuatro se quedaron observándome maravilladas y
emocionadas. Si no hubieran sido vampiros, se habrían puesto a llorar.
―Estás maravillosa ―alabó mamá con ojos vidriosos―. Jacob tiene razón, pareces un ángel.
―Toma, el ramo ―me dio Rosalie.
Cogí ese ramo también hecho de orquídeas y campanillas blancas que
hacía juego con mi corona.
―Ahora ya puedes mirarte ―me anunció Alice, haciendo rodar un enorme y
alargado espejo con ruedas que seguramente solo había comprado para esta
ocasión.
Lo colocó justo frente a mí y por fin pude mirarme.
Tengo que reconocer que yo misma me quedé anonadada. Sí, por qué no
decirlo, estaba muy guapa, preciosa, como diría Jake.
Rosalie había despejado mi cara sujetando los mechones laterales de mi
pelo hacia atrás con unas horquillas que no se veían y que tampoco lo dejaban
tirante, sino que simplemente lo amarraban de una forma casi ocasional, eso
hacía que mi pecho y mis hombros se vieran mucho más, dándole también
protagonismo a la parte superior de mi vestido. Mi cabello caía con una cascada
de rizos sobre mi espalda, sueltos, naturales, vivos, y la corona de flores se
adaptaba perfectamente a ese peinado, formando parte del mismo.
Mi maquillaje era muy suave y natural, sutil. El rosa claro de los
párpados le confería más luminosidad a mis ojos, llevaba el toque justo de
rimel y una fina línea negra perfilaba mis pestañas. Alice había preferido no
pintarme mucho los labios, según ella, para no recargarme, tan solo les había
puesto un ligero toque de carmín prácticamente del mismo color de mis labios.
Todo era armonioso y sencillo en el conjunto, justo lo que yo había
buscado.
―Estoy preciosa ―reconocí, boquiabierta.
―Bueno, pues, venga ―me azuzó mamá, empujándome hacia la puerta―. Tu padre ya te está esperando abajo para
marcharos.
―Sí ―de repente, mis nervios subieron hasta el infinito
de nuevo.
No sé ni cómo fui capaz de bajar esas escaleras, porque mis pies no
obedecían muy bien a mi cerebro. Cuando llegué abajo, mis tíos, Carlisle y mi
padre, que eran los únicos que se encontraban aquí, puesto que el resto ya
estaba en La Push, exclamaron impresionados.
―Guau, nunca he visto una
novia más bonita ―aclamó Emmett.
―Desde luego, está muy, muy
hermosa ―coincidió Carlisle,
sonriendo con orgullo.
―Está bellísima ―dijo Jasper.
―Estás maravillosa,
impresionante ―sonrió papá, emocionado,
dándome un beso en la mejilla cuando llegué a su lado.
Todos los vampiros que acudían a la boda, incluida mi familia, también
iban maquillados con una base opaca, pero muy suave, cuya misión solamente
consistía en mitigar todo lo posible los destellos de su piel con el sol.
Apenas se les notaba, pues Alice había utilizado el color más claro que había
encontrado en el mercado, aunque, aun así, su piel de verdad seguía siendo más
nívea. Los rayos iban a ser débiles, puesto que la ceremonia era al anochecer,
pero toda precaución era poca.
―Gracias ―sonreí yo también, algo ruborizada por las miradas y
los comentarios de todos.
―¿Preparada para casarte con
Jacob Black? ―me preguntó, sonriente,
ofreciéndome su brazo.
―Llevo preparada toda la vida
―reconocí con una sonrisa,
enganchándome a él.
Emmett se frotó las manos
con emoción y todos comenzamos a caminar hacia la puerta de la casa.
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Hoy tenía licencia, así que
mi padre aparcó cerca del tramo final de la media luna de la playa. Nos bajamos
de su Volkswagen marrón metálico, que estaba adornado para la ocasión, me
agarré a su brazo derecho y comenzamos a caminar hacia la playa de First Beach.
Mi padre estaba
especialmente callado, pero creo que no me decía nada porque sabía que yo no le
iba a escuchar. Estaba demasiado nerviosa, ya observando a esa muchedumbre que
se veía entre los árboles y que ya estaba esperando mi aparición.
El cielo era de color
anaranjado, solo unas dispersas nubes salpicaban el firmamento de pinceladas
blancas y rosadas. El astro rey parecía estar suspendido sobre el horizonte de
ese chispeante y brillante océano, también esperando mi llegada para comenzar a
sumergirse. Hoy el sol parecía más grande que nunca. Los escarpados acantilados
parecían estar encendidos en las zonas donde la sombra no podía llegar, casi
parecían enormes bloques volcánicos debido al azafranado tan intenso con que la
luz solar del anochecer los bañaba.
Las altas y rojas llamas de
la pira también sobresalían de entre los árboles, podía notar su calor desde
nuestra posición, y verla me ponía más ansiosa, porque justo ahí es donde me
esperaba Jacob.
Llegamos al borde de la
playa y papá me ayudó a descalzarme. Conseguí poner un pie sobre la arena y
después el otro, y así fuimos avanzando poco a poco hasta llegar al fondo de
ese ancho pasillo de gentío, donde nos quedamos quietos.
Entonces, por fin vi a
Jacob.
El corazón no podía latirme
más deprisa, casi se me salía del pecho, y las mariposas iniciaron ese
revolucionado vuelo, incitándome a acercarme a él. No pude evitar que se me
escapase un suave jadeo, de la impresión. Estaba guapísimo, perfecto, más que
eso. Dios mío, ni siquiera podía describirle.
Estaba nervioso, se
balanceaba levemente, oscilando el peso de su cuerpo de una pierna a otra
mientras sus manos no sabían dónde colocarse. Como marcaba la tradición
quileute, también iba de blanco, pues era símbolo de castidad y fidelidad
absoluta, y aquí no solo las mujeres tenían que cumplir eso, aunque ya se sabe
que, hoy en día, lo primero casi nadie lo cumplía. Vestía una elegante pero
informal camisa de lino de manga larga, de color hueso, que hacía juego con
unos pantalones del mismo estilo y tonalidad y que hacía resaltar su preciosa
piel cobriza. La camisa caía sobre los pantalones, libre, suelta, así como estos,
que lo hacían sobre sus pies descalzos.
Noté cómo mi cara reflejaba
el encantamiento al que fue sometida con esa espectacular imagen. Las fuertes
llamas de la hoguera lo hacían todo más mágico. El sol todavía se sostenía en
el horizonte y sus rayos se reflejaban en el blanco de su ropa, haciendo que su
hermoso rostro contrastara y se iluminara más. Me obligué a respirar para no
ahogarme.
Pero mi corazón pasó a latir
a trompicones cuando él también me vio, quedándose paralizado al momento. Pude
escuchar cómo se quedaba sin respiración por un instante, aunque su ritmo
cardíaco enseguida se aceleró, y sus ojos me repasaron entera para, después,
clavarse en los míos, maravillados, totalmente deslumbrados. El ramo de flores
no se me cayó al suelo de puro milagro.
Por un momento nos quedamos
inmóviles, hipnotizados el uno por el otro, sonriéndonos atontados. La energía
ya empezó a fluir incluso desde esa distancia, mágica, increíble, cálida,
giraba y giraba a nuestro alrededor, sumiéndonos aún más en ese estado de
deslumbramiento mutuo.
La pequeña orquesta empezó a
tocar la marcha nupcial quileute, una sencilla música tradicional india tocada
con instrumentos típicos de viento y percusión, y de repente, todo el mundo se
giró hacia mí.
Me pareció oír que se
producía una exclamación popular consistente en un sonoro y alegre ¡Oooooooh!,
pero apenas lo percibí.
Mis damas de honor
comenzaron a andar por la arena, portando sus pequeñas cestas. Rachel, Leah,
Helen y la pequeña Claire, con sus preciosos vestidos de gasa azul claro,
fueron lanzando los pétalos de rosas de color rojo y rosa para que yo caminase
por esa alfombra que caía sobre la arena.
Mi pulsera vibró suavemente
para avisarme, aunque papá tuvo que tirar levemente de mi brazo para que mis
pies reaccionaran y pudiesen comenzar a caminar, pues seguía embelesada mirando
a Jacob.
Mientras caminaba hacia él,
mi mano se aferró al brazo de mi padre, ansiosa.
Por fin mi sueño se estaba
haciendo realidad, por fin mis pies me llevaban por esa arena hacia mi destino,
yo había nacido para estar con él, y él había nacido para estar conmigo,
nuestras almas habían nacido para moverse como dos constelaciones
unidas e inseparables que bailaban una danza armónica, como si fuesen una. Caminaba nerviosa pero segura hacia mi mejor amigo,
mi ángel de la guarda, mi alma gemela, mi compañero, el amor de mi vida, el
hombre de mi vida, todo, él lo era todo para mí. Jacob era todo lo que deseaba,
lo único que ansiaba, Jacob era mi sueño, y había esperado tanto para esto.
Mi padre apoyó su mano
sobre la mía para infundirme confianza. La necesitaba, estaba hecha un flan,
porque no veía el momento en que el viejo Quil pronunciase esas ansiadas
palabras, pero todavía me quedaba la ceremonia por delante.
Ese sueño que había
esperado tanto tiempo estaba a punto de hacerse realidad. Aunque esto no era el
final de una meta, no era el final de nuestro cuento de hadas, era un comienzo,
un comienzo nuevo de nuestras vidas. Ese sueño iba a empezar ahora.
Todo el centro de atención
estaba puesto en mí, pero yo apenas noté las miradas de los invitados, ni
siquiera me fijé en mi familia y amigos. Mi único punto de visión, entre todo
aquel revoltijo de pétalos, era Jacob. Era como si casi estuviésemos a solas,
no había nada más alrededor. Él me observaba llegar completamente deslumbrado,
maravillado, y yo me acercaba a él exactamente con el mismo rostro.
Hasta que mis damas de
honor se retiraron hacia atrás, soltando los últimos pétalos, y por fin llegué
a él. Mi padre y yo nos colocamos al lado de Seth, que creo que me sonrió. Yo solo
podía mirar a Jacob.
Sus grandes ojos negros y
brillantes, penetrantes y dulces al mismo tiempo, profundos e intensos, no se
despegaron de los míos en ningún instante, hipnotizándome aún más, atrayéndome
hacia él aún más, reclamándome aún más. No hizo falta palabras, con mirarnos,
lo dijimos todo.
Sin embargo, cuando ya me
disponía a dejar a mi padre para agarrar la mano de Jacob, mi progenitor me
detuvo, quedándonos frente a él. Fue el único momento en que Jacob apartó la
vista de mí, para mirar a mi padre.
―Sé que aquí no es
costumbre, pero me gustaría decir unas palabras. Seré muy breve ―le dijo al
viejo Quil, pidiéndole permiso. Este miró al sol, algo apurado, pero asintió,
así que papá comenzó a hablarle a Jake, que clavó la vista en él con esa honorabilidad
con la que solo saben mirar los indios―. Ya te lo dije en una ocasión, sin
embargo, hoy lo hago públicamente. Aunque empezamos con muy mal pie en el
pasado, ahora te aprecio como a un hijo, Jacob, ya formas parte de mi familia
―los invitados que no estaban al corriente de que él era mi padre no entendían
nada, pero sonrieron ante el discurso tan emotivo de mi primo―. Amas a
mi… a Renesmee ―rectificó a tiempo―, darías la vida por ella, como ya has
demostrado, y eso es lo más importante para mí. Sé que no habría hombre para
ella mejor que tú, que nadie cuidaría de ella mejor que tú, nadie la amaría de
la misma forma en que tú la amas, y sé que será eternamente, por eso estoy
feliz y orgulloso de entregártela aquí y ahora. Os doy mi bendición.
―Gracias, Edward ―asintió
Jacob con la misma mirada―. Te prometo que siempre cuidaré de ella.
―Gracias, papá ―murmuré yo,
muy emocionada, dándole un beso en la mejilla.
Mi padre asintió también
para los dos, aflojó su brazo y me dejó con Jacob. Se retiró de ese altar de
arena y fuego, y se colocó junto a mi madre, que agarró su mano y me sonrió,
visiblemente emocionada. Le correspondí la sonrisa y la emoción. Fue cuando me
fijé en que el resto de mi familia estaba allí, mas nuestros aliados, muy cerca
de nosotros, y que también se encontraban Sue, Charlie y Billy. Estos últimos
no podían reprimir una inundación en sus ojos, aunque ambos consiguieron que
las lágrimas no rebosaran.
Jacob volvió a pegar su
vista en la mía y, sin dejar de mirarnos con ese deslumbramiento, nuestras
manos se aferraron automáticamente, entrelazando los dedos para apretar ese
amarre.
Las mariposas de mi
estómago saltaron con ímpetu, haciéndome cosquillas sin parar. La energía era
electrizante y muy intensa, incluso mi pulsera de compromiso estaba ansiosa.
El Viejo Quil, que estaba
apoyado sobre su bastón de castaño e iba vestido con su traje tradicional
quileute, carraspeó para llamar nuestra atención y ambos nos obligamos a bajar
al planeta Tierra para mirar al frente, aunque las miradas de reojo se nos
escapaban continuamente.
Los chasquidos de la hoguera
hacían que las chispas volasen hacia arriba, cayéndose después, ya como
cenizas.
―Queridos hermanos y amigos
―comenzó el anciano Quil Ateara, usando su tono majestuoso―, estamos reunidos
frente a esta hoguera y esta puesta de sol para unir en matrimonio a Renesmee
Cullen y Jacob Black, dos almas gemelas que caminan juntas, que se aman, dos
espíritus que se mueven unidos para formar un único todo, un vínculo
inseparable y único, mágico y espiritual.
Jake y yo nos miramos y
volvimos a apretar nuestro amarre. Se hizo un brevísimo silencio y el fuego
quiso chasquear los leños de la pira para soltar otra descarga de chispas hacia
ese cielo que ya estaba más oscurecido. Ya fuimos incapaces de despegar los
ojos el uno del otro.
―Desde el principio de los
tiempos, todos los elementos de la tierra, el aire y el agua han tenido y
tienen un ciclo. El sol ―elevó la voz y señaló a ese medio círculo que quedaba
con la mano― es testigo y símbolo de que se cierra uno para dar comienzo a otro
más hermoso y prodigioso, como es el formar un vínculo inseparable y una
familia, pero también más importante y trascendental, puesto que una nueva era
llena de amor y paz también comienza ahora. Nuestros ancestros lo saben, y así
lo han querido.
»Si hay alguien que, delante
del fuego y de los espíritus, quiera oponerse a esta unión, que hable ahora o
que su boca sea sellada hasta el fin de los tiempos.
Jacob apretó aún más mi mano
y miró de reojo hacia atrás con una mirada un tanto amenazadora. Pero nadie
dijo nada, así que sus ojos regresaron a los míos.
El Viejo Quil siguió con su
discurso nupcial, pero yo apenas le presté atención.
La casi noche hacía que el
romántico fuego se reflejara en su hermoso rostro y en sus preciosos ojos
negros, que estaban clavados en los míos, enganchándome a cada segundo. Ya me
estaban besando con pasión. Otra vez esas luciérnagas de fuego bailaban a
nuestro alrededor, danzaban junto con la extraordinaria energía que emergía de
nosotros.
Entonces, algo llamó
nuestra atención en la alocución del anciano Quil Ateara y ambos volvimos la
vista al frente de nuevo.
―Los anillos, pequeña ―le
pidió a Claire, haciéndole un gesto con los dedos para que se acercase.
La niña se acercó,
sonriente, pasando por delante de su también sonriente y orgulloso imprimado, y
entró en la zona del altar. Me ofreció a mi primero una pequeña bandeja de
mimbre, donde reposaban las dos sencillas alianzas de oro. Cogí el aro más
grande y esperé. Claire se fue hacia Jacob y él cogió la mía.
―Podéis proceder a los votos
y al intercambio de anillos ―nos instó el anciano Quil Ateara.
Me giré hacia él, separando
nuestras manos para tomar la suya izquierda y alzarla.
Mis ojos ya estaban clavados
en los suyos, pero los hundí más, si cabe, y pronuncié las palabras lentamente.
―Yo, Renesmee Carlie Cullen,
me entrego a ti, Jacob Black, para ser tu esposa, y prometo amarte, serte fiel
y respetarte en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, durante
el resto de mis días y en la eternidad del más allá ―juré con la voz
entrecortada de la emoción, aunque con confianza y determinación.
Deslicé el anillo por su
dedo anular y se lo puse.
Los dos alzamos la vista y
sonreímos.
Jake cogió mi mano izquierda
y la levantó.
―Yo, Jacob Black, me entrego
a ti, Renesmee Carlie Cullen, para ser tu esposo, y prometo amarte, serte fiel
y respetarte en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, durante
el resto de mis días y en la eternidad del más allá ―juró él sin ningún titubeo
ni duda, enganchándome con esos ojazos negros.
La alianza dorada entró
perfectamente por mi dedo cuando él me la puso, parecía que este estuviera
hecho para llevarla.
―Por el poder que me otorgan
los espíritus, yo os declaro marido y mujer. Puedes…
Antes de que el Viejo Quil
terminara su frase, Jacob y yo nos abalanzamos el uno al otro para besarnos con
auténtica pasión y felicidad. El ramo se me cayó a la arena cuando arrojé mis
manos a sus hombros y a su pelo para acercarle más a mí y las suyas me
apretaron contra su cuerpo, mientras ya dejábamos descargar las lágrimas
contenidas durante la ceremonia.
Noté cómo la pulsera vibraba
suavemente, casi parecía que suspiraba, tranquila, pues ya había cumplido su
principal cometido.
Los integrantes de la manada
corearon unos aullidos entre aplausos y risas, uniéndose al resto de invitados,
que también aplaudían con entusiasmo y silbaban por nuestro efusivo e
interminable beso.
Sí, hoy era el día más feliz
de mi vida, por fin, por fin mi sueño se había cumplido, por fin era la joven señora
Black.
¡Hola a todos! Soy JACOB&NESSIE ^^
ResponderEliminarMUCHISIMAS GRACIAS A TODOS POR SEGUIR AQUI LEYENDOME!!! SOIS LOS MEJORES!!!
Kelly, ¿asi que tu hermana es Cathy? jajaja, que casualidad!! XD Y tienes otra hermana trilliza, guau!! Bueno, pues si quiere que se pase ^^
PUES SI!!! HOY ES LA BODAAAAA!!! Espero que os guste ;)
Lametones para todos!!!
super lindo este capi ........ porfin porfin la boda wuauuu que romantico me ha encantado tan emocionante , tierno ....indescriptible hermoso..........quiero más el siguiente ahora hay que esperar..:)
ResponderEliminarINCREIBLE me dejaste impactada con tan buena descripción realmente me imagine la boda simplemente hermoso como siempre.
ResponderEliminarKiara
Amiga JACOB&NESSIE!!!
ResponderEliminarGuao!!!! Este capítulo es indescriptible!!! Emocionante pero emotivo hasta el infinito!!! Tu descripción de la BODA... ESPECTACULAR!!! Brillante!!! al detalle!!!..... Los votos de JACOB y RENESMEE.... Waooooo!!!!
Hermoso y Romántico!!!!
Excelente!!!!
ME FASCINO!!! Me muero por leer los próximos capítulos de su Luna de Miel y su nueva vida juntos!!!!
FELICITACIONES SIEMPRE POR TANTO TALENTO!!!
Me haces viajar hasta esa historia y sentirme parte de ella.... Creas esa MAGIA y la transmites en lo que creas y escribes....
Por cierto... cuando vas a escribir sobre la imprimación de EMBRY???? Pobredito.... particularmente me encantaría que el también consiga a su imprimación....
Anita de Venezuela
Encerioo que lindo capitulo me hiciste llorar estaba con las lagrimas cuando dijieron sus votos, que hermosooo me encantooo despues de todo se casaron :')
ResponderEliminarYa quiero el siguiente cap!! sigue asi y felicidades!:D
Besos.
fabuloso este capitulo el mejor...la parte de la boda la mejor..como lo contaste pareciera que estuvimos ahi...eres una sabia de la literatura...mañana ya espero el proximo...y concuerdo con anita ..que enbry encuentre su imprimacion...je salu2
ResponderEliminar¡Hola a todos! Soy JACOB&NESSIE ^^
ResponderEliminarJajaja, mañana os llevareis una grata sorpresita, jajaja ;)
MUCHAS GRACIAS POR VUESTROS COMENTARIOS, ME ANIMAN MUCHISIMO, NO OS IMAGINAIS CUANTO!!!
LAMETONES PARA TODOS!!
jajaaja.........bueno esperamos mañana esa sorpresa.....salu2
ResponderEliminarDe verdad me encanto el capitulo. Me imagine la boda y el beso y todo realmente la historia es hechizante e indescriptible gracias.
ResponderEliminarPienso igual qu Anita no hay imprimada para embry realmente creo que la merece o quizá podrías hacer una historia de el estaría encantada de leerla saludos de Kelly & cathy
Hermoso realmente hermoso!!!!!,...al leerlo lo vives ,lo sientes ,lloras, sonries, un cumulo de emociones te atrapan ,muy romantico!!!!!
ResponderEliminargracias
elsa
hay dios...!!he llorado con este capitulo..!!porfin estan juntos me encanta...!!de verdad me alegra demasiado que porfin despues de todo lo que ha pasado alfin llegue ha este dia...!! de verdad se me salieron las lagrimas...!!
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarMuchas gracias por darle una oportunidad a mi libro!! =º) Me alegro mucho de que te esté gustando!!!
Espero que siga gustándote xDD
Lametones y FELIZ AÑO NUEVO!!
¡HOLA! SOY NOVIEMBRE:
ResponderEliminarPOR FIN YA SE HAN CASADO, MADRE MÌA LO QUE ME HAS HECHO LLORAR EN ESTE CAPÌTULO HAY QUE VER COMO LO EXPRICAS TU HISTORIA PARA QUE LOS LECTORES NOS PONGAMOS EN LA PIEL DE JACOB Y NESSIE PARA DAR RIENDA SUELTA A LAS HEMOCINES Y LLORAR COMO UNA TONTA.
ME HA GUSTADO MUCHOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
LAMETONES
me ha encantado este capitulo, pero me quedo faltando algo, en la boda de bella, rene le regala unas horquillas, que eran de la abuela swan, hubiese sido un detalle muy lindo que bella se la hubiese dado a nessie para que ella tambien la usase el dia de su boda... pero del resto precioso
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