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jueves, 28 de julio de 2011

NUEVA ERA. CAPITULO 50: EN CASA




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NO DUDEIS EN DEJAR VUESTROS COMENTARIOS, PREGUNTAS, ETC, YO CONTESTARE A TODO GUSTOSAMENTE ^^



NUEVA ERA II. COMIENZO 1ª Parte (Continuacion de "NUEVA ERA. PROFECÍA")
Para leer este fic, primero tienes que leer "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog, y "Nueva Era I. Profecía". Si no, no te enteraras de nada 😉


CAPITULOS:

PARTE UNO: COMIENZO:

RENESMEE:

43. DESPEDIDA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-43-despedida.html
44. COMIENZO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-44-comienzo.html
45. CELEBRACION: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-45-celebracion.html
46. FUEGO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-46-fuego.html
47. NADAR: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-47-nadar.html
48. EXTRAÑO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/este-es-el-segundo-capitulo-de-hoy-para_26.html
49. REY Y REINA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-49-rey-y-reina.html


EN CASA


Lo primero que hicimos nada más entrar en casa fue respirar tranquilos. El viaje había sido muy largo, y otra vez sufrimos los retrasos de los vuelos. Así que cuando Seth y Brenda nos dejaron en el jardín, se marcharon y entramos en nuestro hogar estábamos bastante cansados.
Nos daba pena que nuestra luna de miel se hubiera terminado, bueno, nuestra luna de miel oficial, claro, porque nosotros no necesitábamos de eso para vivir nuestra pasión, pero por otro lado ya nos apetecía llegar a nuestra preciosa casita roja, que sería pequeña, pero era acogedora y formaba nuestro hogar.
Respiré hondo nada más entrar por la puerta, inspirando los aromas que conformaban nuestra casa, ese olor que estaba mezclado con nuestros efluvios, con el océano, los árboles, la hierba del jardín, la tierra… Todo eso que nos hacía sentir tan a gusto, que nos acogía, entremezclándose en completa armonía y que me recordaba cada día que este era mi verdadero hogar.
Todavía recordaba todo lo que había echado de menos mi casa.
Después de inspirar el olor del interior, de sonreírnos y de darnos un beso en los labios, subimos las maletas a nuestro dormitorio.
Las dejamos a un lado y me tiré en la cama con los brazos en cruz, boca arriba, para sentir ese colchón tan añorado en mi espalda. Jake gateó desde los pies del camastro y se acomodó entre mis piernas con una enorme sonrisa dibujada en su rostro y yo rodeé su cuello con mis brazos, correspondiendo su alegría.
―¿Contenta de estar en casa? ―preguntó.
―Me da pena que nuestra luna de miel se haya terminado, pero sí, ya tenía ganas de llegar ―le contesté.
―Se acabaron los lujos ―suspiró.
―No, yo todavía tengo el mayor de todos conmigo ―y mi sonrisa se amplió, junto a la suya.
Llevó sus labios a los míos y nos besamos durante un rato, dejando que la energía fluyera despacio a nuestro alrededor.
Después, terminamos ese beso, tomando una buena bocanada de aire para recuperarnos.
―¿No tienes hambre? ―sugirió cuando lo consiguió, sonriéndome―. Porque yo tengo un poco.
―Sí, yo también ―coincidí.
―Entonces vamos a hacernos unos bocadillos ―propuso, despegándose de mi cuerpo para salir de la cama.
Me tomó de las manos y me ayudó a incorporarme. Intenté hacer ese juego suyo de no dejarme levantar, pero por más contrapeso que hice, me levantó con facilidad, entre las carcajadas de los dos. Me estampé contra su cuerpo, que enseguida me acogió con sus fuertes brazos, si bien los míos también rodearon su cuello.
―No puedes ganarme ―fanfarroneó a un palmo de mi rostro, con una enorme sonrisa.
―¿Tú crees?
Y me separé súbitamente de él para iniciar una carrera hacia la cocina, aunque él ya había adivinado mis intenciones, cómo no, y saltó casi a la vez para perseguirme, otra vez entre las carcajadas de ambos.
―¡No vale, eso es trampa! ―se quejó a mis espaldas, riéndose, cuando conseguí salir la primera por la puerta.
―¡No es trampa! ¡Es astucia! ―maticé, carcajeándome con malicia mientras ya corría por el pasillo con él pisándome los talones.
―¿Ah, sí? Ahora verás.
De pronto, apoyó la mano en la barandilla y, con un acrobático salto, pasó por encima de la misma, aterrizando directamente en las escaleras.
―¡No, eso sí que es trampa! ―protesté entre risas, llegando al comienzo de la escalera para empezar a descender a toda prisa.
―¡Ja, ja, ni hablar, nena! ―contradijo, bajando los peldaños de tres en tres con unas enormes zancadas.
Pero yo no me pensaba rendir.
―¡Te voy a dar tu merecido, tramposo! ―y pegué un brinco.
Logré encaramarme a su espalda justo cuando ya estaba llegando al final de la escalera y se disponía a girar para correr por el vestíbulo.
Uf, a tiempo.
―¡Eso sí que es trampa! ―rio, aunque sus brazos se abrieron para que mis piernas se acomodasen mejor en su cintura y me sujetaron; los míos rodearon su cuello.
Solté una risilla traviesa y le di un beso en la mejilla.
Dejó de correr y bajó el último peldaño. Caminó por el vestíbulo, dando un tranquilo paseo conmigo en su espalda, y nos dirigimos al saloncito para entrar en la cocina, cuyo acceso quedaba en el mismo.
Giró a la derecha y, entonces, sus pies se quedaron clavados en el sitio, así como nuestros ojos.
―¿Qué es esto? ―inquirió, parpadeando.
―Un piano ―exhalé, sorprendida.
Sí, era un piano, un piano de pared de estudio. Estaba junto a la puerta de la cocina, aunque no pegado a ella, aún quedaban unos cincuenta centímetros que los separaban, y se ubicaba detrás de uno de los butacones de la chimenea, mimetizándose perfectamente con el mobiliario de la sala. Era de madera, pero estaba lacado en color gris, haciendo juego con las alfombras y un banco acolchado que estaba colocado justo delante del instrumento, puesto ahí para que solo me tuviera que poner a tocar. Había una nota doblada sobre la tapa de las teclas.
Me bajé de la espalda de Jake, todavía boquiabierta, y me acerqué al piano para coger la nota y leerla.
―Para que las notas que salgan de tus dedos llenen vuestro hogar de música de verdad. Os queremos ―cité, sonriendo por la broma de mi padre―. Es el regalo de boda que mis padres me han hecho.
―Guau ―murmuró Jake.
―Es precioso ―exclamé, levantando la tapa para acariciar las teclas nuevas con mis dedos.
―Toca un poco ―me pidió, llegando al butacón de dos zancadas.
Lo giró hacia mí y se repantingó en él con una sonrisa enorme.
―No sé si me acordaré muy bien ―reí, entrelazando los dedos para estirarlos.
―Claro que sí, ya verás ―me animó.
Me senté, dándole la espalda inevitablemente, y toqué una escala creciente.
―Está muy bien afinado ―comprobé, sonriendo.
―Si tú lo dices… ―rio.
Pensé durante un segundo lo que iba a tocar y, cuando ya di con algo, me lancé a la piscina. No tenía partitura, pero no me hacía falta, me la sabía de oído.
Comencé a hundir las teclas con mis dedos y esas rápidas notas sonaron alegres y limpias, con un sonido contundente, claro, vibrando en la caja del piano con rotundidad. Mis dedos se movieron con total soltura, como si nunca hubiesen dejado de tocar, y mi cerebro me iba redactando las notas musicales sin ningún problema, componiendo a su paso esa pieza musical. La toqué entera, de pe a pa, y mis manos detuvieron su movimiento, quedándose un rato en silencio.
Cuando me giré, Jake estaba observándome, embelesado.
―Está claro que la música amansa a las fieras ―bromeé con una risilla.
―Muy graciosa ―respondió con retintín. Se me escapó otra risita―. ¿Y qué canción era esa?
―El Gran Vals Brillante, de Chopin.
―Es divertida.
―Sí, no está mal ―asentí, haciendo una mueca―. A ver qué te parece esta.
Llevé mis dedos por las techas de nuevo y toqué una canción más elaborada y alegre. Las notas resbalaban por mis yemas con agilidad y rapidez, fluyendo por todo el saloncito para extenderse al resto de las estancias. Al terminar, me volví hacia Jake de nuevo, que me miraba atontado una vez más.
―¿Qué te ha parecido? ―le pregunté, exultante.
―Esa canción mola, ¿de quién es? ―quiso saber.
―¿De verdad te ha gustado?
―Sí, ¿quién es el compositor?
―Mi padre ―y se me escapó una sonrisita orgullosa.
―No ―dudó con sorpresa.
―Sí ―me reí.
―Vaya, pues está guay, tengo que reconocerlo ―admitió.
―Y ahora vamos a ver tu regalo ―le dije, levantándome del banco acolchado.
―¿Mi regalo? ―entonces, se dio cuenta de que a él también le esperaba algo, algo que llevaba deseando hace mucho tiempo―. ¡Mi regalo! ―exclamó acto seguido, levantándose de la butaca como un muelle.
Me cogió de la mano y tiró de mí para echar a correr hacia la puerta de la casa, entre risas.
Salimos volando y nos dirigimos al garaje de igual modo. Cuando entramos por la puerta, nos quedamos patidifusos.
―¡Guau, es genial! ―clamó, soltando mi mano para acercarse a la Harley Davidson con rapidez.
―¡Es preciosa!
Empezó a tocarla mientras la observaba completamente alucinado, dando vueltas a su alrededor para no perderse detalle. La Harley era de color negro, excepto el depósito del combustible, que, además, tenía un dibujo en rojo; y el metálico del manillar, el tubo de escape y los radios de las ruedas brillaban a rabiar.
―Mira esta preciosidad ―me indicó, entusiasmado, sin dejar de acariciar la moto―. Depósito del combustible acabado a mano, asiento de cuero… ¡Dios, y mira qué tubo de escape, esto va a rugir que no veas! ¡Dios, y son 1.584 centímetros cúbicos!
Sus manos no hacían más que pasar por encima de la Harley, acariciándola sin cesar.
―No sé si esto me gusta. Voy a ponerme celosa de esa moto ―bromeé.
Jake se carcajeó y se lanzó a mí para abrazarme. Me elevó por el aire y dio unas cuantas vueltas conmigo colgando a la vez que nos reíamos, yo contagiada por su enorme entusiasmo.
―¡Es genial! ―y me dejó en el suelo para darme un efusivo beso que, a poco más, y hace que mis mariposas explotasen, de la emoción.
Soltó mis labios, aunque algo a regañadientes, y ambos cogimos aire para volver a la realidad. Y qué realidad.
―¿No vas a leer la nota? ―inquirí, señalándosela.
―Ah, sí, la nota.
Me reí, ni siquiera se había fijado.
Cogió el papel que reposaba sobre el asiento y lo leyó en voz alta.
―Como ves, lo prometido es deuda. Ahora ten cuidado, lobo. Ah, y que Renesmee se ponga el casco. Os queremos, otra vez ―citó―. Capullo… ―rio después, dejando la nota en una de las estanterías.
―Es preciosa ―repetí, mirándola alucinada.
Pasó la pierna por encima y se sentó en la moto, llevando las manos a ese brillante manillar.
―¿Te apetece dar una vuelta, nena? ―me propuso con voz seductora, clavándome esos ojazos negros con ganas.
Las mariposas de mi estómago volvieron a agitarse. Estaba realmente guapo subido a esa Harley, mejor dicho, se le veía muy, muy sexy.
―No sé, no te conozco de nada ―le respondí, siguiendo con su juego de seducir.
―Vamos, lo pasarás muy bien, te lo aseguro ―afirmó, mostrándome esa sonrisa torcida que me volvía loca.
Sí, estaba tan sexy…
―¿Correrás mucho? ―quise saber, apoyándome en la enorme máquina junto a él para insinuarme.
―Correré todo lo que tú quieras, preciosa ―aseguró, acercando su rostro al mío para besarme.
Me moría por besarle, pero me contuve. También me gustaba jugar.
―Vale, pero en esto no corras tanto ―le advertí con una sonrisa traviesa, apartándome de él. Se rio y yo me fui a la parte trasera de la moto para montarme―. Primero quiero que me demuestres lo que sabe hacer esta máquina ―pasé la pierna por encima y me senté detrás de él, sujetándome a su cintura.
Le dio al pedal de arranque y la moto rugió con ímpetu. Era ese rugido inconfundible que solo sabe hacer una Harley Davidson.
―¿Sientes cómo ruge entre tus piernas? Pues esto no es nada, pequeña, ya verás ―presumió.
La verdad es que, más que la moto, a mí ya casi me apetecía más que rugiera otra cosa…
Jake hizo virar la moto para dirigirla hacia la puerta y salimos del garaje entre ese mágico bramido de la Harley.
La condujo, no muy deprisa, por el sendero que daba a la carretera, pasamos por delante de la casa de Billy, que no estaba porque se había ido a pescar, y, por fin, salimos a la carretera asfaltada que comunicaba La Push con Forks.
Entonces, sí que aceleró. Rodeé su torso con mis brazos y me pegué bien a su amplia espalda. La Harley Davidson rugía con contundencia por el asfalto mientras se movía a una velocidad extraordinaria.
―¡Qué pasada! ―grité con entusiasmo entre el rugido del tubo de escape.
―¡Esto es la caña! ―aulló, exultante.
Nos carcajeamos al unísono y volvió a acelerar.
Nos movimos vertiginosamente por la carretera de La Push, aunque no todo lo deprisa que a Jake le hubiera gustado, ya que era peligroso si nos encontrábamos con otro vehículo. Los árboles que dibujaban el trayecto eran borrones verdes que zumbaban en nuestros oídos y el viento de la carrera azotaba nuestros rostros sin cuartel, mi melena era abatida hacia atrás con virulencia, dándome latigazos en la espalda.
Recorrimos toda la carretera de La Push y salimos a la de Forks, continuando con ese movimiento veloz y ese sonido contundente. Ya en el pueblo, la gente se giraba para vernos, alertados por el rugido inconfundible de la moto, y eso que Jake ya iba más despacio.
Después, dio la vuelta donde pudo y comenzamos a dirigirnos a la reserva de nuevo. No tardamos mucho en volver a tomar la carretera de La Push, girando a la izquierda en ese cruce.
Mis brazos ya no podían abarcar más, estaban felices, rodeando ese torso con ganas, y mis manos se posaban en su pecho con vehemencia, palpando todo lo que podían. Apoyé mi mejilla en su espalda y sonreí de felicidad mientras me dedicaba a observar ese bello paisaje que tanto había echado de menos.
―¿Te gusta? ―me preguntó, girándose levemente hacia mí.
―Me encanta ―reí, achuchándole otro poco más.
Jacob se carcajeó con satisfacción e hizo que la moto aumentara las revoluciones, dejándose notar su gran cilindrada.
El olor del mar no tardó en aparecer en mi nariz y cuando me di cuenta nos metimos por la carretera de Mora para quemar ese asfalto. Observé el brillante río Quillayute, que serpenteaba a nuestro lado para acompañarnos bajo ese vago sol que se escondía en las nubes de vez en cuando. Seguimos su curso, entre todos aquellos árboles, y finalmente llegamos al parking de Rialto Beach.
Esta tarde estaba lleno, la temporada de verano ya se había iniciado y los surfistas y demás turistas lo tenían todo tomado. Pero la moto se aparcaba bien, así que Jacob estacionó en un hueco que vio, apagó el motor y se giró hacia mí.
―¿Qué te ha parecido, nena? ¿Te ha gustado? ―inquirió, siguiendo con el juego de antes.
Me bajé de la moto y caminé hacia delante, pasando mi mano por su hombro. Luego, me paré, me giré hacia él y le empujé con suavidad para que se pusiese más atrás.
Movió su trasero, mostrándome esa sonrisa torcida, y me dejó el hueco que yo quería, delante suyo. Me senté, mirándole de frente, y pasé las piernas por encima de las suyas para arrimarme lo más posible a su cuerpo. Rodeé su cuello con mis brazos y me pegué bien a él. Los suyos enseguida me apretaron contra su torso.
Las mariposas de mi estómago ya lo iban a hacer reventar.
―No ha estado mal ―contesté, haciéndome la dura.
―Conozco una manera de mejorarlo ―insinuó, mostrándome la misma sonrisa mientras ya acercaba su rostro al mío.
―Eso quiero verlo ―jadeé ya al notar su abrasador aliento en mis labios.
Los unió a los suyos y comenzamos a besarnos con efusividad, en medio del sonido del océano y del griterío de la gente que se encontraba en la playa, muy cerca del parking. Sin embargo, ya no fui capaz de escuchar nada más, la energía nos rodeó y el tiempo se detuvo; el sonido se apagó y la luz ahora era un velo rojo debido al impacto de los rayos del sol en los párpados cerrados. Lo único que podía sentir eran sus suaves y tórridos labios mezclándose con los míos, intercambiándose el aliento, las mariposas acariciando las paredes de mi estómago con ímpetu y esa energía que fluía al mismo ritmo.
No sé cuánto tiempo pasó, el tiempo parecía haberse detenido, pero cuando conseguimos terminar ese beso el sol ya se había movido un buen trecho en el cielo.
Como siempre nos pasaba, tuvimos que esperar un rato hasta que conseguimos recuperar el aliento y la razón.
―¿Te apetece dar un paseo? ―me propuso.
―Vale ―acepté.
Me despegué de él y me bajé de la moto. Acto seguido lo hizo él. Cogió la llave, se la guardó en el bolsillo de su pantalón corto y me tomó de la mano para empezar a caminar hacia la playa.
Antes de pisar la arena, nos descalzamos y cada uno cogió su calzado. Mientras paseábamos, nos quedamos mirando las pericias de los surfistas, que galopaban sobre las olas con maestría. Los niños correteaban en la orilla, cargando con cubos de juguete repletos de arena húmeda para hacer sus castillos soñados, los chicos se retaban con balones y demás artilugios de playa y las féminas se dedicaban a intentar aprovechar los rayos de ese vago y ya escurridizo sol, en las toallas.
Dimos un largo y tranquilo paseo en el que también conversamos y recordamos nuestra luna de miel, y finalmente regresamos al parking para ir a casa.
Nos subimos a la Harley Davidson, que ya tenía unos cuantos admiradores alrededor, y nos pusimos en marcha de nuevo. Recorrimos la carretera de Mora, otra vez con el acompañamiento del río, que ahora nos dejaba atrás al seguir su curso hacia el mar, y Jacob giró a la derecha para continuar por la carretera de La Push. Estaba tan a gusto amarrada a su ancha y cómoda espalda, que cuando me di cuenta ya habíamos llegado a casa.
Jake aparcó la moto en el garaje y nos bajamos.
Se quedó un rato mirándola, acariciándola de nuevo.
―Creo que ya estoy celosa de esa moto ―reí.
Despegó la vista de la Harley para mirarme a mí y sonrió.
―No sé si dormir aquí esta noche ―y su sonrisa burlona se amplió.
―Ja, ja ―articulé con ironía―. Mira a ver lo que haces, o acabarás durmiendo en el sofá de verdad ―bromeé.
―Uf, vale, vale ―se rio―. Nada de serte infiel con la moto.
―Más te vale ―me reí, acompañando su risa―. Bueno, voy a conectarme para darles las gracias a mis padres, y de paso para darles una reprimenda por lo de los móviles.
Les habíamos estado llamando toda la semana para contarles el asunto de ese enviado de Aro y no habíamos sido capaces de contactar con ningún miembro de mi familia. Ya sabíamos que no habían querido molestarnos, pero una llamada de vez en cuando…
―Vale, yo voy ahora mismo ―declaró, observando la Harley otra vez―. Solo quiero verla un poco más detalladamente.
―¿No tenías hambre? ―sonreí.
―No, ahora no ―rio él.
―Vale, pero no tardes ―reí yo también.
―No, descuida.
Sin embargo, ya estaba enfrascado con la moto.
―Os dejaré intimidad ―me burlé.
―Ja, ja ―ironizó él, ahora mirándome a mí.
Solté una risilla y me giré, marchándome del garaje.
Entré en casa y subí a la habitación del ordenador. Sonreí cuando entré, hacía tanto que no pasaba allí. Me senté en la silla y encendí la computadora. Como siempre, no tardó mucho en hacerlo, salieron las cuatro ventanas del antivirus y poco más, las cerré y me conecté enseguida.
Escribí un hola y esperé a la respuesta.
Nada.
Volví a escribirlo y, una vez más, esperé.
Nada otra vez.
―Qué raro… ―murmuré para mí misma.
Sí, lo era, porque normalmente no tardaban nada en contestar. Pero entonces, otra persona de mi familia apareció en la pantalla.
―Hola, cielo ―me saludó Carlisle, algo serio.
Bueno, él también me venía bien para regañarle.
―Hola, abuelo ―sonreí―. ¿Dónde os habéis metido todos estos días? Os hemos estado llamando, pero ninguno teníais el móvil encendido. Es que queríamos comentaros una cosa.
―Yo también tengo algo que contaros ―su voz y su rostro denotaban una gravedad que no me gustó nada.
―¿Qué pasa? ―quise saber, ahora algo alarmada.
Se quedó en silencio un momento, atravesándome con esa mirada seria que ya me heló a través de la Webcam, como si me tuviese delante.
―Tus padres, Alice y Jasper han desaparecido.
Y lo que se congeló entonces fue mi corazón.

4 comentarios:

  1. ¡HOLA!SOY NOVIEMBRE:
    ¡VAYA! REGALO, CON LA MOTO, COMO LOS NIÑOS CUANDO LE COMPRAS UN JUGUETE,BUENO PERO COMO SE SUPONE QUE SON RICOS.
    Y ES VERDAD COMO EN CASA NO SE ESTÁ EN NINGÙN SITIO. MUCHOS BESOTES PARA TÍ

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  2. Hombreeeessss.. excelente libro, yo me he leido hasta aqui en solo 5 dias o menos, me pique.. felicidades

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    Respuestas
    1. Muchas gracias, zulema!! Me alegro mucho de que te guste. Muchas gracias por darme una oportunidad y leerme, espero que el resto de la historia te siga gustando.

      Un beso.

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  3. Como es la motito de jacke

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