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martes, 26 de julio de 2011

NUEVA ERA. CAPITULO 47: NADAR



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NUEVA ERA II. COMIENZO 1ª Parte (Continuacion de "NUEVA ERA. PROFECÍA")
Para leer este fic, primero tienes que leer "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog, y "Nueva Era I. Profecía". Si no, no te enteraras de nada 😉

CAPITULOS:

PARTE UNO: COMIENZO:

RENESMEE:

43. DESPEDIDA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-43-despedida.html
44. COMIENZO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-44-comienzo.html
45. CELEBRACION: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-45-celebracion.html
46. FUEGO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-46-fuego.html


NADAR


Estaba en la gloria.
Mi mejilla descansaba en su ardiente pecho desnudo, mi cuerpo estaba pegado al suyo, piel contra piel, las cuales aún estaban húmedas por aplacar nuestra última llamarada de la mañana, la suya olía extremadamente y afrodisíacamente bien, y sus brazos me arropaban con seguridad y mimo mientras sus manos jugueteaban con mi enredado cabello. La verdad es que tenía bastante calor, pero no me importaba en absoluto. Estaba en el paraíso, en mi paraíso particular y exclusivo, todo para mí.
Desde luego, no había nada ni nadie mejor que Jacob en todo el universo.
Sonreí con satisfacción y giré el rostro para inspirar su efluvio profundamente. Sí, cómo había echado de menos esto durante mi largo encierro. La pulsera me había ayudado a mitigar aquel dolor, soltando su fragancia por la noche, sin embargo, no era lo mismo que inhalar su aroma de primera mano, obviamente, con mi nariz pegada a su piel, con mi cuerpo sintiendo el suyo… Pero ahora lo tenía todo para mí, por fin estábamos juntos de nuevo, y no merecía la pena perder mi valioso tiempo junto a él recordando ese infierno que ya había terminado para siempre, y menos en nuestra luna de miel, así que me prometí a mí misma no pensar en esos malos momentos nunca más.
Volví a apoyar mi mejilla en su cálido torso y escuché los potentes y calmados latidos de su corazón más de cerca. Mientras entraba en un estado de trance total gracias a su vivo ritmo cardíaco y a las continuas incursiones de sus prodigiosos dedos en mi pelo, me dio por observar mi mano sobre su pecho. Mi blanca y pálida piel hacía un bonito contraste con su preciosa tez cobriza, pero ahora, además, se le sumaba esa alianza dorada que tanto había soñado. Esta brillaba con ganas, parecía el reflejo de mi felicidad plena y absoluta.
Alcé el rostro para mirar mis adorados ojos negros. El suyo ya llevaba un rato mirándome. Me sonrió con ternura, observándome completamente embelesado, me apartó unos cabellos mojados de la cara con sus sedosos y ardientes dedos y me dio un beso en los labios que hizo que me estremeciera de nuevo.
Despegué mi mano de su pecho y la posé sobre su mejilla, dejándole ver todo lo que le amaba, lo maravillosas, increíbles y mágicas que eran todas las veces que hacíamos el amor… Jacob cerró los ojos y jadeó al sentirlo, rozando su frente con la mía.
―Yo también siento exactamente lo mismo ―murmuró, abriendo los párpados de nuevo para clavar esos profundos e intensos ojazos en los míos.
―Lo sé ―sonreí.
Correspondió mi sonrisa y llevó sus labios a los míos, besándome otra vez.
Me separé de él momentáneamente para ponerme boca arriba, aunque mi costado siguió muy pegado a su torso, y me quité el anillo para verlo mejor, con tanto trajín estos días no había podido fijarme bien en él.
Bueno, no había mucho que ver, la verdad, el aro de oro era muy sencillo, liso, no muy ancho… Pero era mi anillo de casada y para mí tenía un valor incalculable.
Sin embargo, al girarlo entre mis dedos, me fijé en que había una inscripción grabada en la parte interior de la alianza.
Renesmee y Jacob, rezaba, junto con la fecha de nuestra boda. Pero había algo más. Que quowle.
Giré mi rostro hacia él para mirarle sorprendida.
―Espero que no te parezca muy cursi ―rio.
―Mírate el tuyo ―le indiqué, animada.
―¿El mío? ―preguntó, ya sacándose su anillo del dedo.
Lo ladeó un poco y vio mi inscripción.
Jacob y Renesmee, ponía, junto con la fecha de nuestra boda. Pero, otra vez, había algo más. Que quowle.
Nos miramos y sonreímos de oreja a oreja.
―¿Sabías que yo te había puesto eso? ―inquirió, sorprendido.
―No ―confesé con una risilla―. ¿Y tú?
―Qué va ―negó, sonriendo aún más.
Nos reímos y nos abrazamos con ímpetu. Después, me quedé de costado, pegada a su pecho de nuevo.
―Qué guay ―reí, poniéndome el anillo.
Mi dedo ya lo echaba de menos.
―Es por nuestro vínculo, preciosa ―afirmó él. Yo no podía estar más de acuerdo―. Tenemos telepatía hasta para esto ―y él también se puso su alianza de nuevo.
―Pues me encanta… ―murmuré, dándole una serie de besos en los labios que él correspondió con ganas―. Me encanta tu inscripción… ―le di más besos―, y sobre todo me encanta lo que simboliza este anillo ―concluí, ya besándole efusivamente.
Jacob me apretó contra su cuerpo, haciéndome estremecer.
―Que quowle… ―susurró en mi boca.
Cada vez que me decía te amo en quileute me derretía sin remedio.
―Que quowle… ―jadeé, llevando mi mano a su nuca con fervor.
Comenzamos a besarnos con pasión y…
…finalmente terminamos haciendo el amor otra vez.

Y, otra vez más, acabé entre sus brazos, con mi feliz mejilla apoyada en su ardiente pecho.
Mi rostro de felicidad lo decía todo. Era la mujer más feliz del universo entero, porque estaba con el hombre más maravilloso del planeta. Llevábamos un rato en silencio, escuchando cómo latían nuestros corazones y el sonido del mar, en el exterior.
Sí, esto era el paraíso.
―¿Qué te parece si hoy salimos un poco por la playa? ―me propuso, pasando sus dedos por mi pelo―. ¿Te apetece?
Despegué mi cara de su torso y la alcé para mirarle.
―Vale ―acepté, sonriendo.
―Genial, entonces vamos a desayunar ―sonrió, haciendo el amago de incorporarse.
―Espera que se vaya el servicio de limpieza ―le cuchicheé, parándole.
Después de pasarnos tres días en la cama sin que prácticamente nos levantásemos ―tan solo lo habíamos hecho para comer y poco más―, me daba una vergüenza horrible toparme con alguno de ellos.
―Podemos ir duchándonos ―sugirió con su preciosa sonrisa torcida.
―Solo si lo hacemos juntos ―maticé yo, también levantando mis labios.
―Claro que sí, nena ―asintió, dándome un beso corto.
Nos sonreímos y nos separamos el uno del otro para levantarnos de esa más que enorme cama.
Caminamos desnudos por la habitación, cogidos de la mano, y pasamos por esa entrada de la pared para acceder al cuarto de baño.
Nos duchamos en esa enorme ducha, en la que, jugueteando a lo tonto, también terminamos apagando otra llamarada, y nos pusimos esos albornoces blancos para dirigirnos al amplio y surtido vestidor.
Habíamos traído bañadores, pero Eleazar y Carmen nos habían regalado mucha ropa, entre ella, trajes de baño, así que aprovechamos.
Jacob se puso un bañador tipo bermudas de color azul, con un estampado abstracto, y yo elegí un escotado bikini en motivos florales que no me hubiera atrevido a ponerme nunca si no fuera porque estábamos en un islote desierto para nosotros solos. Jake sonrió con gran satisfacción cuando me lo vio puesto y yo lo hice con más, pues la prenda no solo me servía para ponerme morena, si es que lo conseguía, sino para tener a mi chico contento. Yo tampoco pude evitar echarle un buen vistazo a ese cuerpazo suyo, y eso que ya le había visto desnudo un montón de veces, pero es que no me cansaba nunca, todo lo contrario, cuanto más le miraba, más perfecto y espectacular le veía.
Los empleados del servicio doméstico ya se habían ido, fue entonces cuando me puse un pareo, dejamos el dormitorio y bajamos a la cocina.
Nos habían dejado el desayuno preparado, así que fue llegar y desayunar tranquilamente. Después, nos lavamos los dientes, cogimos las toallas, la bolsa y salimos a la playa.
Ya teníamos preparadas dos tumbonas a unos metros de la casa, con una mesita de madera y una sombrilla cerrada en medio de las dos. Caminamos hacia allí y extendimos las toallas sobre ellas, donde ya nos tumbamos al sol. Saqué la crema de la bolsa y me la eché por el cuerpo.
―Trae, yo te echo por la espalda ―se ofreció él con una enorme sonrisa, sentándose a los pies de mi tumbona.
―Qué amable ―reí, pasándole el bote.
Me giré, de modo que mi espalda quedase en su dirección, y aparté mi coleta hacia delante para dejar mi piel libre.
Jake se echó un chorro de crema en la mano, dejó el bote a su lado y comenzó a extendérmela por la espalda. Cuando la crema tocó mi piel, ya estaba caliente, ya que su mano la había caldeado. Sus grandes y sedosas palmas se movían por mi piel con soltura, acariciando toda mi espalda. Las subió y las deslizó por mis hombros con gran habilidad, haciéndome un pequeño masaje con los dedos. Su forma de tocarme me estaba gustando tanto, que no ronroneaba de milagro.
―¿Sabes a qué me recuerda esto? A aquel masaje que me diste en ese motel ―recordó mientras acariciaba mi piel; y por su tono de voz pude deducir que sonreía con picardía.
Me ruboricé un poco al acordarme de aquello, aunque yo también sonreí al evocarlo. Me volteé para tenerle de frente.
―¿Y te gustó? ―le pregunté para tontear un poco con él.
―Uf, ¿que si me gustó? Casi salgo ardiendo de allí ―rio―. Entre el masaje y tu mini toalla, estuve a punto de entrar en combustión. Con decirte que luego tuve que darme una ducha fría…
―Y, sin embargo, desaprovechaste la oportunidad que te puse tan en bandeja ―le reproché en broma―. Me llevé una desilusión horrible, ¿lo sabías? Ya no sabía qué hacer para seducirte, a poco más, y me quedo desnuda directamente.
―Estaba confuso, en realidad, mi tarro era un completo lío ―alegó. Entonces, se quedó pensando en algo de mi frase y su sonrisa se volvió golfa―. Si te hubieras desnudado del todo, ya no habría estado confuso.
―Ja, ja ―articulé con ironía.
Jacob se rio y me dio un beso en los labios.
Cogí el bote de crema y lo abrí.
―¿Qué vas a hacer con eso? ―inquirió, mirándome con un cierto estado de alerta, ya apartándose un poco.
―Tú también tienes que echarte crema ―le dije, llevando el bote hacia él para soltarle un chorretón en el hombro.
―Puaj, ni hablar ―rechazó, levantándose con rapidez para apartarse―. Mi piel ya está muy curtida.
―Aunque tu piel sea oscura, tienes que protegerte igual ―rebatí, poniéndome en pie para echársela.
Jake interceptó mis manos entre las risas de los dos.
―Mira, lo mejor para protegerse del sol es la sombra ―soltó mis manos y desplegó la sombrilla―. ¿Ves? Así no me da el sol.
―Claro, y a mí tampoco ―fruncí el ceño.
―Espera, que la oriento para que solo me de a mí, a ver ―la sacó de la arena, la cogió y la clavó al otro lado de su tumbona―. Ya está, ¿ves?
―Eso está mejor ―sonreí.
Dejé la crema en la mesilla de madera y, cuando estaba a punto de sentarme en la tumbona para echarme, Jacob me cogió de la mano y me detuvo.
―Vamos al agua ―propuso, tirando de mí hacia la orilla.
―¿Al agua? Pero yo quiero tomar el sol.
―Eso luego, ahora vamos a nadar.
―No sé nadar, ya lo sabes ―le recordé.
―Un vampiro que no sabe nadar ―se burló, ya llegando a la orilla.
―Un semivampiro ―maticé―. Un semivampiro metamorfo, para ser exactos.
Nuestros pies fueron bañados por una de las suaves olas que llegaron para morir en la arena, mojándonos hasta los tobillos. A diferencia de las playas de La Push, esta agua era cálida.
―Bueno, me da igual ―siguió, metiéndose en el agua conmigo colgando―. Eso es muy raro, ¿no te parece? Todos los vampiros, o semivampiros ―apuntilló con intención, mirándome del mismo modo―, saben nadar, y tú seguro que no eres una excepción.
―Jake, no sé nadar ―insistí, caminando ya con cautela por esas aguas tan cristalinas de color turquesa que me llegaban a las rodillas.
―Claro que sabes, lo que pasa es que siempre le has tenido miedo al agua, no entiendo por qué, desde niña. Cuando eras pequeña y te llevaba a La Push, solamente era capaz de meterte en las charcas, porque en el mar no había quién te metiera.
―Sí que me metía ―rebatí, observando esa agua que ya me alcanzaba la cintura mientras tragaba saliva.
―Sí, claro, pero solo si te llevaba en mi cuello, no te digo ―chistó, riéndose―. Pero tú suelta, no había manera.
―Bueno, en aquellos tiempos ya era una chica lista ―confesé con una sonrisita pillina―. Me encantaba estar ahí, ¿para qué iba a preocuparme por el agua?
―Ese es el problema, que nunca te has enfrentado al agua tú sola y siempre le has tenido miedo, por eso nunca has probado a nadar, pero ya verás como sí sabes.
El líquido salino ya sobrepasaba mi pecho.
―Jake, creo que aquí ya está bien, ¿no? ―le detuve, tirando de su mano para que no siguiera.
―¿Aquí? Pero si aquí no cubre nada ―dijo, mirando alrededor.
―No te cubrirá a ti, pero a mí sí.
―Vale, vale ―rio―. Pero yo no me quedo aquí.
Soltó mi mano y saltó hacia delante, sumergiéndose en el agua por un instante. Cuando salió, echó a nadar con gran soltura y maestría, alejándose de mí para adentrarse más.
―Jake, ¿dónde vas? ―quise saber, algo preocupada.
Se detuvo y se giró hacia mí, quedándose de pie. El agua le llegaba al cuello, señal de que en esa zona cubría mucho.
―Si vienes aquí, te doy un beso ―afirmó con esa sonrisa torcida que me volvía loca.
―Ni hablar ―reí, negando con la cabeza.
―Vamos, nena, solo tienes que mover los brazos y las piernas, ya me has visto hacerlo.
―Estás muy lejos, y ahí cubre mucho ―objeté.
―¿Qué pasa? ¿Es que no te atreves? ―me pinchó, riéndose.
―Claro que me atrevo ―le respondí, ya un poco picada.
―¿Entonces? ―volvió a reír―. Venga, preciosa, si llegas a mí te prometo que te haré un masaje que no olvidarás en la vida.
―¿Esta noche? ―sonreí.
―Esta noche o cuando quieras ―asintió―. Venga, lánzate. Yo estoy aquí, ¿ves? No voy a dejar que te pase nada, confía en mí.
―¿Seguro?
―Seguro, te lo prometo. No tengo pensado quedarme viudo ―rio.
―Más te vale ―le advertí en broma.
Jake se carcajeó.
―Ven a mí, preciosa ―me instó con una sonrisa, sacando las manos del agua para indicarme que me acercase.
―Idiota ―mascullé, riéndome.
Y se volvió a carcajear.
Observé la distancia y la profundidad de esa agua cristalina. Bueno, no era tan grave, ahogar no me iba a ahogar, con ponerme de pie…
―Me voy a arrugar ―se burló.
―Voy, voy.
Pero sí que iba a hacer el ridículo delante de Jake. Ya lo estaba viendo. Yo aquí toda mona con mi bikini sexy en estas aguas cristalinas que bien merecían un anuncio de bañadores, y ahora lo iba a estropear todo pataleando y haciendo aspavientos con los brazos para intentar salir a la superficie.
Sin embargo, qué le iba a hacer. Como decía Jake, algún día tendría que aprender a nadar, ¿no? Así que tomé aire, lo expulsé con determinación y me lancé.
Yo no pegué un salto como Jacob para sumergirme, simplemente me eché hacia delante, eso sí, con los pies preparados por si tenían que intervenir en cualquier momento para erguirme. Comencé a mover los brazos y las piernas, al igual que le había visto hacer a Jake, pero no se manejaban con la misma soltura que los suyos y, a cada poco, me hundía en el agua, teniendo que impulsarme con los pies para volver a salir a la superficie.
―¡Venga, preciosa, tú puedes! ―me animó Jacob, extendiendo los brazos hacia mí.
Conseguí avanzar un poco sin que mi cabeza se hundiera en el agua, pero después tuve que volver a llevar los pies sobre la arena de ese fondo que cada vez estaba más al fondo para tratar de salir a la superficie. Sin embargo, con esa profundidad daba igual que ya apoyase los pies, pues ya me cubría mucho, así que no me quedó más remedio que seguir chapoteando para mantenerme a flote.
Al final, y a trompicones, logré llegar a Jake, que me recibió con un abrazo y una risa orgullosa.
―¡Genial, nena! Lo has hecho, ¿lo ves? ―me alabó.
―Sí, lo he hecho. Lo he hecho fatal ―reí, contagiada por su entusiasmo, rodeándole con mis brazos y mis piernas para encaramarme a él.
―Pero has nadado y has llegado hasta mí ―me sonrió.
―Ahora quiero mi primer premio ―exigí con otra sonrisa, ya arrimando mi rostro al suyo.
―Claro que sí ―aceptó.
Y empezamos a besarnos.
Mis mariposas ya se agitaban con ganas. Sus ardientes labios sabían salados, debido al agua marina, pero su aliento seguía siendo dulce y abrasador…
De repente, noté algo frío rozándome la pierna a toda velocidad y separé mi boca de la suya, sobresaltada.
―¡Jake, me ha tocado algo! ―le dije, asustada, mirando al agua sin parar.
―Tranquila, cielo, solo son tiburones.
―¡¿Tibu… tiburones?!
Entonces, vi las formas grisáceas de los escualos nadando a nuestro alrededor. Se movían a gran velocidad y eran cinco individuos de un tamaño relativamente pequeño. Relativamente, porque su boca debía de ser lo suficientemente grande y debía de estar bien dotada para darte un buen mordisco.
―¡Jake, hay que salir de aquí! ―grité, aferrándome a él con fuerza.
―Shhhh, no grites, que les atraerás más ―me aconsejó con una voz y una pose demasiado tranquilas para mi gusto―. Además, tenemos que quedarnos muy quietos ―cuchicheó.
―Nos van a morder ―le advertí en voz baja, con miedo.
―No te preocupes, yo te protegeré y no te tocarán ni un pelo ―aseguró―. En todo caso me morderán a mí, pero como me curo muy rápido ―entonces, frunció los labios, entornó los ojos y se quedó pensativo―. Aunque, claro, el olor de mi sangre atraerá a más tiburones…
―¡No, Jake, hay que salir de aquí! ―chillé, revolviéndome sobre su cuerpo ya un poco presa del pánico.
Y, de pronto, un chorro de aire salió por el lomo de uno de los tiburones cuando salió a la superficie.
Sus manos me afianzaron con confianza y rompió a reír con ganas. Sus carcajadas se podrían escuchar hasta en la isla de Santa Lucía, seguro. Fruncí el ceño ante su graciosa bromita.
―Eres… eres… ―mascullé, rabiada.
―Ay, qué bueno ―soltó entre sus últimas risas.
―Idiota ―le pegué un manotazo en el brazo, aunque no pude evitar contagiarme de su risa―. Menudo susto me has dado.
―Deberías haberte visto la cara ―sonrió con malicia.
―Sí, claro, debería marcharme ahora mismo y dejarte aquí plantado ―le dije con retintín.
―Bueno, nena, no te enfades ―y me dio un beso en los labios―. Mira qué bonitos son los delfines.
La verdad es que sí que lo eran. Nadaban a nuestro alrededor, jugueteando los unos con los otros.
―Son preciosos ―sonreí, mirándolos―. Nunca los había visto así, ¿se dejarán tocar?
―Prueba, pero no creo.
Solté mis piernas de su cintura y, sin dejar de rodear su cuello con mi brazo, dejé que mi cuerpo se hundiera un poco más en el agua. Extendí la mano y esperé a que uno de los delfines se acercase. Pasó como un auténtico bólido, pero uno se deslizó bajo mi mano, permitiéndome sentir su piel.
―Se ha dejado ―exclamé, entusiasmada―. Es muy suave.
―¿A ver?
Jake probó a hacer lo mismo y otro delfín se acercó jugueteando, dejando que su mano rozase su lomo gris.
Los dos nos miramos y nos reímos.
Los delfines nos acompañaron durante un rato, jugando con nosotros, saltando y nadando a nuestro alrededor. Parecían estar tan a gusto con nosotros, como nosotros con ellos, pero, de pronto, se marcharon con precipitación, como si algo les hubiese espantado.
―¿Qué ha pasado? ¿Por qué se van así? ―inquirí, extrañada.
―No sé, cualquier ruido submarino, quién sabe ―manifestó, encogiéndose de hombros―. Los delfines tienen un sónar muy potente, pueden detectar sonidos a muchos kilómetros de distancia. Tal vez oyeran algún barco o algo.
―No será por un tiburón, ¿no? ―me mordí el labio.
―No, tranquila ―sonrió con confianza―. Los tiburones van en solitario y aquí suelen ser bastante pequeños. Los delfines van en grupo y saben defenderse muy bien de los tiburones.
―Ah.
―Bueno, venga, vamos a practicar ―me apremió, quitando mi brazo de su cuello para tomarme de las manos―. Estírate y trata de venir hacia mí.
Hice lo que me mandó, tomando sus manos como apoyo. Jacob caminaba hacia atrás a la vez que yo avanzaba en su dirección con la agitación de mis piernas, hasta que ya me fue soltando las manos. Cuando me di cuenta, nadaba hacia Jake casi sin problemas mientras él lo hacía de espaldas.
―¡Qué guay! ¡Estoy nadando! ―reí.
―¡Genial! ―se carcajeó, y se puso a aullar.
Nos pasamos mucho tiempo en el agua, practicando mi natación y jugueteando como los delfines hasta que casi me convertí en una experta. Bueno, para ser sincera, todavía me quedaba bastante que aprender, la verdad.
Después de esa hora larga, nos detuvimos para descansar un poco, manteniéndome a flote como Jake me había enseñado.
―Bueno, creo que ya estás lista para la moto ―declaró con una sonrisa.
―¿Para la moto? ―pregunté sin comprender.
Me hizo una señal con la cabeza y su sonrisa se amplió. Me giré y vi dos motos de agua junto a la casa.
―Venga, vamos ―me azuzó, echando a nadar hacia la orilla.
Le acompañé y nadamos unos metros hasta que ya hacíamos pie, entonces seguimos nuestro camino andando como podíamos entre el agua. Jake me mostró una sonrisa golfa y me tendió la mano.
―Ahora lo entiendo todo ―reí, cogiéndosela―. Por eso tenías tanto interés en que aprendiese a nadar. Lo que querías era que montásemos en las motos.
―Bueno, quería que aprendieses, era una vergüenza que un semivampiro como tú no supiera ―se burló. Yo le dediqué un mohín―. Pero así, de paso, ya podíamos subirnos a la moto sin que hubiese ningún peligro, ¿entiendes? Ahora si te caes por lo que sea, ya estaré un poco más tranquilo pensando que por lo menos sabrás salir a la superficie.
Torcí el gesto, pero no podía rebatírselo, eso era verdad.
Salimos a la orilla y mis piernas pesaban un quintal. Parecía que me hubiesen colgado cien kilos de cada una de ellas.
Llegamos junto a las dos motos acuáticas y nos fijamos en que había una nota sobre el sillín de una de ellas. Jake la cogió, la sacó del sobre y la leyó en voz alta.
―Esperamos que os guste nuestro regalo de boda. Seguro que en La Push son muy prácticas. No os preocupéis, todos los trámites y gastos del envío corren de nuestra parte. Un beso y que disfrutéis de ellas. Kate y Garrett. Guau ―esto último no venía en la nota.
―Madre mía, entre la ropa y las motos, ya no vamos a tener espacio en casa ―me reí.
―Ya te digo.
―Bueno, vamos a probarlas ―le insté, quitándole la nota de la mano para posarla en el sillín de la otra moto.
―Sí ―sonrió con satisfacción y con ansias por cogerla. Asió los dos chalecos naranjas que colgaban del manillar―. Toma, ponte esto ―me mandó, pasándome uno―. Toda precaución es poca.
Me puse el chaleco y él también lo hizo.
Se colocó en la parte de atrás de la moto y la empujó, arrastrándola hacia la orilla. La metió un poco en el agua y yo fui detrás de él, dando saltitos emocionados como una tonta. Cuando el agua ya nos cubría por sus rodillas, se sentó en el sillín, dejándome un hueco a mí.
―Vamos, nena ―me tendió la mano y me ayudó a subir.
Me senté detrás de él, arrimándome bien a su espalda, le rodeé con mis brazos, apretándole, y Jake puso la moto en marcha. El motor rugió con fuerza al principio, pero después pasó a ser un sonido continuo y llano, más suave.
―¿Lista? ―me preguntó, ladeándose hacia atrás para mirarme.
―Sí ―reí con entusiasmo y emoción.
―¡Pues allá vamos! ―exclamó, ya iniciando la marcha.
Y la moto salió disparada hacia delante, corriendo como un bólido entre los gritos emocionados de los dos.



3 comentarios:

  1. HERMOSO....ya era justo un poco de tranquilidad, y diversion......
    gracias
    elsa

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  2. awwww que hermosoo me encanto! y me divertio un buen como cayo Nessie con los tiburones jajaja!!
    Me gusto mucho estuvo muy tierno y divertido!

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  3. jajaj me encantaaan tus capitulosssssss =)

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