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sábado, 15 de octubre de 2011

NUEVA ERA. CAPITULO 97: "NO PUEDO"



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NUEVA ERA II. COMIENZO 2ª Parte (Continuacion de "NUEVA ERA II. COMIENZO 1ª Parte").

Para leer este fic, primero tienes que leer el anterior "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog, "Nueva Era I. Profecía" y "Nueva Era II. Comienzo 1ª Parte". Si no, no te enterarás de nada 😏


CAPITULOS:

PARTE DOS: NUEVA ERA

RENESMEE:

77. ACAMPADA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-77-acampada.html
78. EL LAGO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-78-el-lago.html
79. EN MEDIO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-79-en-medio.html
80. LICÁNTROPO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-80-licantropo.html
81: DECISIÓN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-81-decision.html
82. CUMPLEAÑOS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-82-cumpleanos.html
83. IRRUPCIÓN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-83-irrupcion.html
84. REENCUENTRO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-84-reencuentro.html
85. GRIPE: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-85-gripe.html
86. FALLO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-86-fallo.html
87. GIRO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-87-giro.html
88. BUENA Y MALA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-88-buena-y-mala.html
89. FELICITACIONES Y PLANES: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-89-felicitaciones-y.html
90. APOYO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-90-apoyo.html
91. CARTA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-91-carta.html
92. INTERESES: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-92-intereses.html
93. BENEFICIO COLATERAL: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-93-beneficio.html
94. ECOGRAFÍA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-94-ecografia.html
95. FANTASMAS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-95-fantasmas.html
96. MANIOBRA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-96-maniobra.html


“NO PUEDO”


Carlisle nos había hecho el magnífico regalo de volver a hacerme otra ecografía para que nos animásemos. Y sirvió. El despacho de mi abuelo también había sido desvalijado, pero el aparato de ecografías se pudo arreglar sin más problemas, gracias a Dios. Volvimos a ver a nuestro pequeño bebé respirando y moviéndose, esta vez en privado, y eso fue todo un balsámico para nosotros. Cuando llegamos a nuestra preciosa casita roja, Jacob y yo estábamos mucho más tranquilos y calmados.
Se había hecho de noche con demasiada prontitud, o eso me pareció a mí. Cenamos esos filetes tan ricos con guarnición que Esme nos había preparado y nos sentamos un rato en el sofá junto con el resto de mi familia para hacer un poco la digestión antes de irnos a dormir. Ahora que había pasado la etapa de las náuseas y los vómitos, comer era toda una gozada.
Últimamente siempre tenía bastante sueño, dormía como un lirón, y hacía numerosas siestas a lo largo del día en las que siempre me quedaba dormida en el sofá, acurrucada en el costado de Jake, entre sus brazos. Él aguantaba estoicamente a mi lado hasta que me despertaba, lo cual podían ser una o dos horas. En cuanto abría los ojos, lo primero que veía era su hermoso rostro sonriéndome y observándome engatusado, cosa que me encantaba. En estos momentos, en los que estábamos viendo la televisión con mi familia, también estaba acomodada a su lado, con su protector y acogedor brazo rodeando mis hombros y sus prodigiosos dedos pasando por mi cabello, y estaba tan a gusto, que no faltaba mucho para que mis párpados se cayeran del todo y no volvieran a abrirse hasta el día siguiente.
―¿Quieres ir a la cama? ―me preguntó Jake con un murmullo, ya que se había percatado de mi somnolencia.
Alcé el rostro para mirarle.
―Sí ―ronroneé, sonriéndole―. Pero tú puedes quedarte, si quieres.
―Ni hablar, yo me voy contigo ―me sonrió él también, dándome un toque en la punta de la nariz con su dedo.
―Vale ―mi sonrisa se amplió.
Retiró su cálido brazo de mis hombros, dejándome libre, y nos levantamos del sofá.
―Hasta mañana ―me despedí de mi madre, Rosalie, Emmett y Esme, que eran los que se habían quedado en casa, puesto que el resto de mi familia estaba en el bosque, junto a los lobos y el aquelarre de Denali.
―Hasta mañana ―contestó mamá, hablando por todos―. Que descanséis.
El resto sonrió como despedida.
Tomé a Jacob de la mano y dejamos el salón para dirigirnos al vestíbulo. Subimos las escaleras, atravesamos el pasillo y entramos en el dormitorio.
Una vez allí, encendimos la lamparita de mi mesilla, Jake cerró la puerta y le solté para acercarme al armario. Lo abrí, saqué del cajón sus pantalones de pijama largos y su camiseta interior de tirantes blanca y se lo pasé.
―Gracias ―me sonrió, dándome un beso corto.
―De nada.
Para mí saqué mi camisón de tirantes hecho de algodón, en color azul claro. Nos aproximamos a la cama, dejándolo encima de la misma, y comenzamos a cambiarnos.
Entonces, mis ojos actuaron por cuenta propia cuando Jacob se quitó la camiseta, y ya no se pudieron despegar de él. Mientras yo misma también me desvestía, mis pupilas repasaban su portentosa espalda, los impresionantes músculos de su torso, sus fuertes brazos, sus robustas piernas y todo lo que iba quedando al descubierto de su poderoso cuerpo… Irremediablemente, el sueño que tenía antes se esfumó con rapidez y fue sustituido por otro tipo de sensaciones, unas de naturaleza muy distinta.
Estaba demasiado distraída y concentrada mirándole, pero me percaté de que mis ojos no fueron los únicos que aprovecharon para mirar. Jacob también parecía observarme a la vez que se iba cambiando, repasando todo mi cuerpo con esa mirada tan penetrante y esa media sonrisa que me volvía loca. Ambos nos descubrimos observándonos y nos sonreímos.
En cuanto terminó de ponerse el pijama y yo lo hice con mi camisón, se acercó a mí. Se colocó detrás y rodeó mi vientre con sus manos al tiempo que arrimaba su rostro a mi sien y me daba un beso tierno y dulce. Todo el vello se me puso de punta, por supuesto, y mis mariposas ya saltaron en mi estómago.
Me di la vuelta y rodeé su cuello con mis brazos, haciendo que sus manos pasaran a mi cintura. Nuestras miradas se engancharon, hipnotizándonos el uno al otro, y la energía comenzó a danzar a nuestro alrededor. Mi pulso ya se había acelerado solo con perderme en sus penetrantes e intensos ojos negros, pero cuando comenzó a acercar su rostro lentamente sin despegar esas profundas pupilas de las mías, mi corazón se desbocó por completo. Sí, mi corazón era un caballo salvaje que galopaba hacia él, corría frenéticamente para alcanzarle, aunque también noté cómo el suyo latía a mil por hora. Su frente rozó la mía y nuestros párpados se cayeron, rindiéndose, entregándose, y yo me moría por notar sus ardientes labios. Mi boca ya suspiraba sin cesar, como la suya, era inevitable, inevitable. Jacob era mi droga, mi dulce droga, siempre lo había sido y siempre lo sería, para siempre, eternamente. Por fin, sentí el roce de sus labios en los míos y su aliento los acarició como un frágil y abrasador susurro. Mis mariposas explotaron, multiplicándose por mil; consiguieron salir de mi estómago y se repartieron por todo mi organismo, encendiéndolo como una mecha. Los dos palpitamos y nuestra respiración se agitó un poco más. Su boca comenzó a moverse con la mía con suavidad, dándome una serie de besos cortos y lentos que me estremecían de punta a punta, mientras una de sus manos pasaba a recorrer mi espalda despacio, aunque podía sentir esa avidez retenida con que lo hacía. Jadeé con más intensidad y me pegué a él con vehemencia. Entonces, obtuve lo que quería. Poco a poco, sus labios pasaron a moverse con más efusividad, dándome besos más largos y apasionados, a la vez que nuestros alientos se mezclaban con agitación y la energía empezaba a girar ansiosamente. Llevé mi mano a su pelo para que no quedase ni un milímetro entre nosotros y lo aferré con mis dedos. Sin embargo, de repente, Jacob soltó mi boca con prisas.
―Lo siento ―susurró, apoyando su frente en la mía mientras respiraba aceleradamente.
―¿Qué? ―pregunté, perpleja ante su extraña reacción, si bien mis bronquios tampoco dejaban de trabajar.
Aunque el motivo de mi respiración empezaba a ser otro muy diferente al de antes. Ahora mi boca exhalaba con rapidez, de la ansiedad que su reacción me provocaba.
―Lo siento. No… no puedo ―volvió a murmurar, despegándose de mí, algo agobiado.
Me quedé mirando, atónita, compungida y desesperada, cómo Jacob me daba la espalda y llevaba la mano al corto pelo azabache que nacía de su frente. Después, la bajó para restregar su cara al tiempo que parecía coger aire.
Esta era la primera vez en los seis años que llevábamos juntos como pareja que recibía una negativa por parte de Jacob. Me descolocó por completo. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué decía que no podía? ¿Era por mí? ¿Es que… es que ya no le gustaba? ¿Mi cuerpo le parecía desagradable? ¿Ya no le atraía? Me embargó una desazón enorme que me abrumó por completo, tanto, que un fuerte nudo se aferró a mi garganta, estrangulándola con fuerza. Empecé a sentirme aturdida, confusa… Mis ojos no hacían más que buscar respuestas en su espalda, en el suelo, me hacía mil preguntas y ninguna obtenía contestación, al menos, no la que a mí me gustaba. No quería llorar, y menos delante de él, pero esta estúpida sensiblería que se había multiplicado por tres en los últimos meses me dominaba y las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas sin descanso. Metí la mano en el pelo de mi frente, todavía desesperada, y me di la vuelta para que no me viera.
No obstante, Jacob pareció darse cuenta de mis tontos sollozos, porque se dio la vuelta hacia mí con rapidez.
―¿Estás llorando? ―me preguntó, poniendo sus cálidas manos sobre mis hombros para darme la vuelta con delicadeza.
Observé su rostro, que ahora estaba preocupado.
―No ―mentí con una voz ñoña y tonta que no sé de dónde salió y que encima no engañaba a nadie.
Genial. Era patética. Estúpida sensiblería…
―Mierda, no tenía que haber dejado que pasara esto ―lamentó, secándome esas incesantes lágrimas de mis mejillas con sus dedos.
Sabía que ahora iba a ser incapaz de articular dos palabras seguidas sin ese sollozo bobalicón incordiándome a cada momento, y encima no quería que mi voz volviera a sonar ñoña y tonta, así que coloqué mi mano en su mejilla y dejé que mi don se expresase por mi garganta. Me concentré para hablar pensando las palabras, porque si dejaba que mi mente fluyera sola, seguramente saldría un torbellino de sentimientos entremezclados con miles de preguntas que ni siquiera él iba a ser capaz de comprender.
¿Es por mí?, quise saber, clavando mis taciturnos ojos en los suyos para ver cómo reaccionaban. ¿Ya no te gusta mi cuerpo?
―¿Qué? ―inquirió, extrañado.
Tomé aire, intentando que mis lágrimas no siguieran brotando. No quería que influyeran en su respuesta.
¿Ya no te atraigo?
―¿Qué dices? Claro que me atraes ―afirmó, sincero, siguiendo con esa mirada desconcertada. Entonces, su rostro se relajó y sus manos se engancharon a mi cintura―. Estás… estás preciosa ―aseguró con un susurro, repasándome entera, maravillado―. No te imaginas cuánto me gustas.
Escuchar esas palabras hizo que mi corazón se agitase de nuevo y mis mariposas se pusieran a volar como locas otra vez. Creo que fueron ellas las que hicieron que mis brazos rodeasen su cuello y  pegase mi frente a la suya con avidez, bajando mis párpados.
―Entonces, bésame ―le pedí con ansia, casi con exigencia.
Llevé mis labios a los suyos y empecé a besarle con ganas, dejando escapar unos estimulados suspiros. Jacob correspondió a mi boca y a mis jadeos, moviendo la suya al mismo compás, aunque sus manos se aferraron a mis caderas, interponiendo una especie de barrera invisible entre nosotros. Eso me desesperó y moví mis labios más deprisa.
―Sabes que si empiezo ya no podré parar… ―jadeó entre beso y beso.
―Y tú sabes que no quiero que pares… ―susurré con deseo, metiendo mis dedos entre el corto pelo de su nuca.
De pronto, Jacob despegó nuestros labios y separó un poco su rostro para mirarme.
―¿Cómo? ―bajó las cejas con extrañeza, aunque parecía más bien sorprendido.
―¿Qué te pasa? ―quise saber, bajándolas yo también―. No… no te entiendo.
―¿No quieres que pare? ―preguntó con una media sonrisa, mirándome a los ojos para cerciorarse, como si no se creyese lo que acababa de oír.
Ese entusiasmo de ahora me descolocó un poco. Volví a poner mi mano en su mejilla, observándole algo desconcertada, y empecé a mostrarle lo mucho que le deseaba, lo mucho que ansiaba que me besase, que me acariciase con sus ardientes manos, estar entre sus brazos, que me hiciera el amor… En ese momento, fue Jake el que cerró los ojos y el que pegó su frente a la mía con vehemencia a la vez que sus manos pasaban a mi cintura y me arrimaban más a él.
Los coloridos insectos que colonizaban mi estómago batieron sus alas una vez más.
―Dios, Nessie, yo también me muero por hacerte el amor ―susurró en mi boca con furor, haciendo que me estremeciera con intensidad―. No te imaginas lo mucho que te deseo.
Toda mi alma se iluminó cuando escuché esos fogosos vocablos. Pero separé mi cara para mirarle, todavía un poco confusa.
―Entonces, ¿por qué me has dicho antes que no puedes? ―quise saber, llevando mi mano a su cuello de nuevo para que se uniera a la otra―. ¿Por qué no querías besarme?
―Pues por eso mismo ―respondió con otro murmullo que salía de su maravillosa sonrisa torcida, arrimando su frente otra vez―. Te deseo con toda mi alma, nena, no te imaginas lo mucho que me cuesta controlarme.
―¿Controlarte? ―susurré, pues ya me derretía y era lo único que mi garganta conseguía emitir, aparte de mis hiperventilaciones.
―Creía que tú no querías ―me aclaró, hablándome entre suaves murmullos que rozaban mi boca continuamente, poniéndome todo el vello de punta―. Bueno, es decir, estos meses apenas querías hacer nada; aunque nunca me lo dijiste, yo lo sé ―empecé a sentirme culpable. Le había echado toda la tierra a él sin darme cuenta de que, en realidad, esto lo había provocado yo misma. Ahora recordaba las veces que él se acercaba a mí por la noche y me besaba o me hacía una intencionada caricia y yo, inconscientemente, me acurrucaba a su lado e ignoraba esas señales al interpretarlas como un gesto de cariño, consecuencia de mi escasa libido. Lo había hecho sin darme cuenta, por supuesto, jamás le rechazaría, jamás, porque siempre le había deseado, pero, sin querer, lo había hecho. Mi pobrecito Jacob. Cuántas veces se habría quedado con las ganas mientras yo no me daba ni cuenta, y ahora, egoísta de mí, me desquiciaba porque él no me había besado con el ímpetu que yo quería―. Por eso nunca insistí ―siguió él―, no quería presionarte ni agobiarte, no quería que te vieras obligada a hacer nada conmigo.
―Yo jamás me vería obligada ―rebatí, hablando con susurros―. Sabes que siempre te deseo.
―Sí, eso ya lo sé, pero escucha ―asintió, rozando mi frente con la suya―. Si antes te dije “no puedo”, es porque si los besos se alargan demasiado y pasan a ese nivel que tú y yo sabemos entonces sí que me es imposible parar, ¿entiendes? No podía seguir besándote, tenía que dejarlo antes de que pasara esa línea, porque creía que todavía seguías en esa primera etapa de inapetencia sexual.
―¿Primera etapa de inapetencia sexual? ―me reí al escuchar esas palabras tan técnicas de su boca.
Jacob sonrió.
―Sí, vale, lo leí en una de esas revistas de embarazadas que tienes por casa ―admitió―. Pero ahí es donde pone que en los primeros meses del embarazo las mujeres no tenéis ganas de nada, por eso no quería agobiarte.
―Yo tengo mi parte de culpa, pero creo que tiraré esas revistas, por meterte esas ideas en la cabeza ―pensé en voz alta, en broma.
―El caso es que yo sabía que querías besarme y todo eso, pero creía que no querías pasar de ahí, por eso cortaba el asunto antes de que me abalanzara a ti como un poseso. Tenía que respetarte, ¿sabes? Y no te imaginas cuánto me cuesta hacer eso ―volvió a acercar sus labios a los míos para hablarme entre abrasadores susurros―. Cada vez que te miro, cada vez que te beso o te acaricio, me vuelvo loco…
Jadeé.
―Bueno, pues ahora ya se ha aclarado todo ―murmuré, arrimándome más a él para besarle―. Ahora ya sabes lo que quiero ―y le coloqué la mano en la mejilla para mostrárselo.
Le dejé ver lo mucho que me apetecía estar entre sus brazos, sentir sus ardientes manos por todo mi cuerpo, acariciarle, que me acariciase, sentir sus besos, sentirle a él…
Su respiración se agitó al ver esas tórridas imágenes, pero consiguió hablar.
―¿Es una especie de antojo o algo así? ―sonrió, haciéndose el remolón.
―Sí ―susurré, dándole besos cortos, aunque efusivos―. Y no te imaginas lo enorme que es…
―Entonces, tendremos que hacer algo para remediarlo…
Jacob correspondió mis besos, aunque fue por un corto espacio de tiempo. Logró despegar su boca de la mía y tomó una buena bocanada de aire para poder hablar.
―Espera aquí un momento ―me pidió, sonriéndome. Quitó una de sus manos de mi cintura para alzarla y poner su dedo índice sobre mis labios―. Vuelvo enseguida, ¿vale? Aguanta.
Se separó de mí y empezó a caminar hacia la puerta.
―¿Adónde vas? ―le pregunté con una sonrisa.
―Voy a por la radio. Vengo enseguida.
―¿A por la radio?
No me dio tiempo a preguntar más. Jake salió disparado del dormitorio y atravesó el pasillo de tres zancadas. Mientras él bajaba las escaleras a toda pastilla, sonreí y recogí un poco la ropa que había quedado sobre la cama, dejándola colgada en el galán que reposaba en el otro extremo de la habitación.
Escuché unos ruidos en la estancia que quedaba justo debajo de nuestro dormitorio, es decir, la cocina, por lo que supe que mi chico estaba cogiendo la radio que teníamos en la encimera. Solíamos encenderla en las horas del desayuno, a fin de oír las noticias y esas cosas, pero hoy nos iba a servir de utilidad para otra cosa.
―¿No ibais a dormir? ―se oyó que le reprochaba Rosalie, seguramente de la que Jacob salía de la cocina.
―Métete en tus asuntos, rubia.
Emmett se carcajeó.
Se escuchó cómo mi tía refunfuñaba algo que no entendí, dado lo deprisa que lo dijo, y después cómo voceaba:
―¡Pon la música alta!
Pero Jake ya estaba subiendo las escaleras, y por los pasos que conté, lo hizo de tres en tres. Atravesó el pasillo corriendo, sin embargo, todavía no se metió en nuestro dormitorio, sino que lo hizo en el de al lado. No se oyó nada durante dos segundos, pero acto seguido arrancó una hoja de alguna libreta, tiró un bolígrafo sobre el escritorio y salió como una bala de allí.
―Ya estoy aquí, preciosa ―anunció con una enorme sonrisa en la cara―. Con esto no nos oirán tanto.
Solté una risilla al verle. Traía esa hoja de libreta cuadriculada, que era un cartel hecho a mano que ponía “no molestar”, y lo insertó en el pomo de la puerta por la parte de arriba del papel, para que quedase colgando. Cerró la puerta y llevó la radio hasta su mesita, donde la enchufó y se puso a sintonizar una emisora de música. Al tiempo que iba buscando, se encontró con una muy adecuada en la que emitían música de los años cincuenta y sesenta, o al menos, a mí me lo parecía.
―Deja esa ―le pedí, mirándole con deseo.
Jacob me observó y, sin dejar de clavarme su intensa y profunda mirada, subió el volumen.
Mi corazón ya empezaba a galopar hacia él, pero cuando se acercó a mí con presteza y decisión y me cogió de la cintura, pegándome a su cuerpo, se desbocó por completo, haciendo que mis mariposas también estallasen.
Nuestros labios se abalanzaron para besarse con pasión entre esa melodía de blues que salía de la radio, la cual nos envolvía junto con la energía que comenzó a emanar de nosotros. Dejé sus labios, pero solo para levantar su camiseta interior y quitársela, aunque no pude evitar observar su impresionante y poderoso torso. Lo repasé con mis manos una, dos, tres veces, lentamente, minuciosamente, al tiempo que él se encendía más y aceleraba su respiración. Hasta que ya no aguantó más.
Me empujó hacia él e hizo que mi cuerpo se pegase al suyo. Mi pequeña pancita chocaba contra su fornido abdomen, pero eso no pareció importarle. Ahora nuestros rostros estaban juntos de nuevo y nuestros labios empezaron a comerse otra vez. Llevé mis brazos alrededor de su cuello y él deslizó sus manos por mi espalda más baja. Descendió un poco más y sus enormes, ardientes y suaves palmas cubrieron la parte trasera de mis muslos. Me estremecí al sentir su tacto en mi fina piel, pero me volví loca cuando ascendió, alzando mi camisón a su paso, e hizo un recorrido lento y ávido que terminó en mi espalda.
Retiré los brazos de su cuello y los levanté al mismo tiempo que él subía mi camisón para quitármelo. Nuestros labios se habían separado momentáneamente para que pudiera hacerlo, y Jacob también aprovechó para observarme bien, repasándome con deseo. Retiró mi cabello hacia atrás para verme mejor y volvió a unir su boca a la mía enseguida mientras mis manos volvían a su nuca y a su espalda, pegándome a su ardiente piel.
Me tomó en brazos y, sin dejar de besarnos, se acercó a la cama y me dejó sobre la misma con suma delicadeza. No se echó encima, pero se acomodó sobre mí, dejando que mi cuerpo tuviera el privilegio de estar entre sus fuertes brazos. Nuestros labios se movían con pasión, jadeando sin cesar, y mis manos pasaron a acariciar su espalda con ansias. Entonces, Jake soltó mi boca, aunque esta vez ya fue la última que lo hizo.
―Si te hago daño quiero que me lo digas ―susurró en mis labios, hablando con fervor.
Sabía que iba a ser delicado y que no me iba a hacer ningún daño, pero asentí, más bien para que siguiera y no se demorase más.
Y así fue. No perdió más tiempo. Con aquellas canciones a ritmo de blues, soul y Motown, sus labios comenzaron a descender por mi cuello y ya empecé ese vuelo hacia el cielo infinito.

Mi cara reflejaba la enorme felicidad que sentía. Me encontraba relajada, satisfecha, amada, deseada, plena, completa… Me pegué más al costado de Jacob, que reposaba boca arriba, y comencé a recorrer su torso con mis dedos, repasando las curvas de sus fuertes y tersos músculos. Él apartó los mechones mojados de mi cabello que invadían mi rostro y siguió peinándome.
La música seguía sonando, aunque Jake había bajado el volumen y ahora solamente hacía las veces de un tenue hilo musical.
De pronto, noté un movimiento en mi barriga.
―Oh, el bebé se acaba de mover, ¿lo has notado? ―le dije, entusiasmada―. Se está moviendo.
―Déjame ver ―sonrió. Colocó su cálida mano sobre mi vientre hinchado y esperó. A los diez segundos el bebé volvió a moverse―. Sí, es verdad ―rio también con entusiasmo.
―Me parece que va a ser un niño bastante inquieto ―sonreí, acariciando su mano.
Nuestros ojos se encontraron y Jake acercó su rostro para darme un beso tierno y dulce que hizo que mi vello se pusiese de punta. Después, se quedó mirándome, anonadado.
―¿Sabes? He visto su alma ―me reveló.
―¿Su alma? ¿La has visto? ―inquirí, sorprendida.
―Sí, en el bosque, mientras jugábamos.
―Así que era eso lo que notaste ―recordé, sonriéndole―. Por eso te pusiste tan contento y lamiste mi barriga.
―Tu alma brilla mucho y lo tapaba, pero tu barriga brillaba más, por eso me fijé ―me explicó, frotando la misma con su mano al tiempo que la observaba―. En realidad, su alma brillaba por debajo de la tuya. Es como si debajo de tu alma, tu barriga estuviera envuelta por otra segunda capa fulgurante, ¿entiendes? Bueno, no sé si me explico, es bastante difícil hacerlo con palabras ―y alzó los ojos, esperando mi respuesta.
―Sí, creo que te he entendido ―asentí con otra sonrisa.
―Oye, ¿y qué nombre le vamos a poner? Todavía no hemos pensado ninguno.
―No sé ―reí, arrimándome más a él―. ¿Cuál te gusta a ti?
―A mí me gustaba Ethan, pero ya lo han cogido Sam y Emily para su segundo retoño ―hizo una mueca.
―¿Qué te parece Nathan? ―le propuse―. Se parece bastante y es bonito.
―Con un Nathan en la manada ya tenemos bastante ―suspiró.
―Bueno, ¿y qué más da que haya un Nathan en la manada? ―rebatí, dándole un toque en la punta de la nariz con la yema de mi dedo.
―Ya, bueno, tienes razón ―asintió, haciendo otra mueca de conformidad―. Ese es una opción, pero habrá que pensar más ―puso cara reflexiva―. Mmm, veamos, con la “a”, a mí se me ocurre… Adam ―soltó, mirándome sonriente.
―No está mal, pero a mí con la “d” se me ocurre Daniel o David ―declaré.
―Bah, demasiado corrientes ―criticó, riéndose.
―Son bonitos y sencillos ―rebatí, dándole otro toque en la nariz―. También se me ocurre otro con la “e” ―y le miré con intención.
―Ni hablar ―se negó enseguida―. No pienso ponerle ese nombre a mi hijo. A ninguno de mis hijos, aviso.
―Pues nada, el nombre de Edward queda totalmente descartado ―acepté, soltando una risilla, pues lo había dicho en broma.
―Ya sé. Tengo uno con la “s” muy bueno, nombre de actor ―afirmó, mirándome para esperar mi pregunta.
―¿Cuál? ―reí.
―Samuel.
―¿Samuel? ―fruncí el ceño con extrañeza―. ¿Qué actor se llama Samuel?
―Samuel L. Jackson, por supuesto, ¿quién va a ser? ―rio, como si fuera algo normal.
―Oh, Dios mío. Ni hablar ―me negué―. El nombre es bonito, pero ahora que has dicho eso creo que paso.
―Es un buen actor ―rebatió él, confiriéndole a su frase un tono de evidencia para convencerme―. Y el nombre es bonito, tú misma lo acabas de decir.
―Vale, está bien ―aprobé finalmente―. Lo apuntaremos en la lista. ¿Cuántos nombres van?
―Pues… ―lo pensó durante un par de segundos―, de momento, Nathan, Adam y Samuel.
―Daniel y David ―le recordé, apretando su mejilla con mis dedos.
―Bueno, vale. Y Daniel y David ―aceptó, poniendo los ojos en blanco.
―Tengo otro con la “s” ―se me ocurrió.
―¿Cuál?
―Saul ―y le asigné al nombre algo de musicalidad para que sonase mejor.
Pero no coló.
Venga ya, ¿Saul? ―cuestionó, arrugando el entrecejo.
―Es bonito ―refuté con convicción―. Y no es tan corriente.
―Vaaaaale ―accedió, a regañadientes―. Lo apuntaremos, por apuntar, que no quede. Aunque no va a salir, ya te lo digo.
―Eso ya lo veremos ―objeté, espachurrando su mejilla una vez más.
―Te gusta pellizcar, ¿eh? ―rio, volteándose sobre mí, aunque sin echarse encima―. Veremos si también te gusta que te lo hagan a ti.
―¡No, por favor! ―me carcajeé, interceptando sus manos, que ya se dirigían a mi cara.
―Sí, ya verás cómo te gusta ―siguió entre risas.
Y comenzamos un forcejeo, riéndonos y bromeando, juego que terminó en arrumacos, besos y caricias.
Al final, Jake tuvo que volver a subir el volumen de la radio.


3 comentarios:

  1. ¡Hola a todos! Soy Tamara ^^

    MUCHAS GRACIAS POR SEGUIR AQUÍ LEYÉNDOME!!!! ME ANIMÁIS MUCHO!!!

    Y muchas gracias por esas cosas tan bonitas que me ponéis, sois unos soletes!!!

    Lametones para todos!!!

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  2. Hola tamara: primero una disculpa por no comentar , pero causas de fuerza mayor me lo impidieron....en fin ..con esto me di cuenta que de veras esta historia es adictiva ...me pone de malas no poder leerla...pobres de los que estuvieron a mi alrededor esos dias jajajaja....
    El capitulo como siempre muy bueno , me encanta la coneccion que tienen para todo....es muy romantico.
    como siempre gracias por regalarnos esta MARAVILLOSA historia
    elsa

    Un saludo a todos mis amigos

    ResponderEliminar
  3. TAMARAAAAAAAAAAAA
    Jajajaja soy yo Isabeu nuevamente, disculpame por no comentar pero ultimamente he leido los capitulos desde mi celular en la escuela ya que no aguanto a leer hasta que llege a mi casa tus capitulos jajajaja, me encanta tu historia, lo sabes, espero que un dia puedas hacer como un tipo maraton asi como de 3 capitulos :D seria genial (solo propuesta) jaja me encanta, sigue asi, no puedo esperar a que sea martes! de verdad, ya todos saben que los martes y jueves a las 7am que llego a la escuela nadie me debe molestar porque estoy leyendo Nueva Era :D besos amiga! sige asi
    atte: Isabeu Galan

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