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NUEVA ERA II. COMIENZO 2ª Parte (Continuacion de "NUEVA ERA II. COMIENZO 1ª Parte").
Para leer este fic, primero tienes que leer el anterior "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog, "Nueva Era I. Profecía" y "Nueva Era II. Comienzo 1ª Parte". Si no, no te enterarás de nada 😏
CAPITULOS:
PARTE DOS: NUEVA ERA
RENESMEE:
77. ACAMPADA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-77-acampada.html
78. EL LAGO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-78-el-lago.html
79. EN MEDIO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-79-en-medio.html
80. LICÁNTROPO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-80-licantropo.html
81: DECISIÓN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-81-decision.html
82. CUMPLEAÑOS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-82-cumpleanos.html
83. IRRUPCIÓN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-83-irrupcion.html
84. REENCUENTRO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-84-reencuentro.html
85. GRIPE: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-85-gripe.html
86. FALLO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-86-fallo.html
87. GIRO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-87-giro.html
88. BUENA Y MALA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-88-buena-y-mala.html
89. FELICITACIONES Y PLANES: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-89-felicitaciones-y.html
90. APOYO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-90-apoyo.html
91. CARTA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-91-carta.html
92. INTERESES: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-92-intereses.html
93. BENEFICIO COLATERAL: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-93-beneficio.html
94. ECOGRAFÍA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-94-ecografia.html
95. FANTASMAS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-95-fantasmas.html
96. MANIOBRA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-96-maniobra.html
“NO PUEDO”
Carlisle nos había hecho el magnífico regalo de volver a hacerme otra
ecografía para que nos animásemos. Y sirvió. El despacho de mi abuelo también había
sido desvalijado, pero el aparato de ecografías se pudo arreglar sin más
problemas, gracias a Dios. Volvimos a ver a nuestro pequeño bebé respirando y
moviéndose, esta vez en privado, y eso fue todo un balsámico para nosotros. Cuando
llegamos a nuestra preciosa casita roja, Jacob y yo estábamos mucho más
tranquilos y calmados.
Se había hecho de noche con demasiada prontitud, o eso me pareció a
mí. Cenamos esos filetes tan ricos con guarnición que Esme nos había preparado
y nos sentamos un rato en el sofá junto con el resto de mi familia para hacer
un poco la digestión antes de irnos a dormir. Ahora que había pasado la etapa
de las náuseas y los vómitos, comer era toda una gozada.
Últimamente siempre tenía bastante sueño, dormía como un lirón, y
hacía numerosas siestas a lo largo del día en las que siempre me quedaba
dormida en el sofá, acurrucada en el costado de Jake, entre sus brazos. Él
aguantaba estoicamente a mi lado hasta que me despertaba, lo cual podían ser una
o dos horas. En cuanto abría los ojos, lo primero que veía era su hermoso
rostro sonriéndome y observándome engatusado, cosa que me encantaba. En estos
momentos, en los que estábamos viendo la televisión con mi familia, también
estaba acomodada a su lado, con su protector y acogedor brazo rodeando mis
hombros y sus prodigiosos dedos pasando por mi cabello, y estaba tan a gusto,
que no faltaba mucho para que mis párpados se cayeran del todo y no volvieran a
abrirse hasta el día siguiente.
―¿Quieres ir a la cama? ―me
preguntó Jake con un murmullo, ya que se había percatado de mi somnolencia.
Alcé el rostro para
mirarle.
―Sí ―ronroneé, sonriéndole―.
Pero tú puedes quedarte, si quieres.
―Ni hablar, yo me voy
contigo ―me sonrió él también, dándome un toque en la punta de la nariz con su
dedo.
―Vale ―mi sonrisa se
amplió.
Retiró su cálido brazo de
mis hombros, dejándome libre, y nos levantamos del sofá.
―Hasta mañana ―me despedí
de mi madre, Rosalie, Emmett y Esme, que eran los que se habían quedado en
casa, puesto que el resto de mi familia estaba en el bosque, junto a los lobos
y el aquelarre de Denali.
―Hasta mañana ―contestó
mamá, hablando por todos―. Que descanséis.
El resto sonrió como
despedida.
Tomé a Jacob de la mano y
dejamos el salón para dirigirnos al vestíbulo. Subimos las escaleras,
atravesamos el pasillo y entramos en el dormitorio.
Una vez allí, encendimos la
lamparita de mi mesilla, Jake cerró la puerta y le solté para acercarme al
armario. Lo abrí, saqué del cajón sus pantalones de pijama largos y su camiseta
interior de tirantes blanca y se lo pasé.
―Gracias ―me sonrió,
dándome un beso corto.
―De nada.
Para mí saqué mi camisón de
tirantes hecho de algodón, en color azul claro. Nos aproximamos a la cama,
dejándolo encima de la misma, y comenzamos a cambiarnos.
Entonces, mis ojos actuaron
por cuenta propia cuando Jacob se quitó la camiseta, y ya no se pudieron
despegar de él. Mientras yo misma también me desvestía, mis pupilas repasaban
su portentosa espalda, los impresionantes músculos de su torso, sus fuertes
brazos, sus robustas piernas y todo lo que iba quedando al descubierto de su
poderoso cuerpo… Irremediablemente, el sueño que tenía antes se esfumó con
rapidez y fue sustituido por otro tipo de sensaciones, unas de naturaleza muy
distinta.
Estaba demasiado distraída y
concentrada mirándole, pero me percaté de que mis ojos no fueron los únicos que
aprovecharon para mirar. Jacob también parecía observarme a la vez que se iba
cambiando, repasando todo mi cuerpo con esa mirada tan penetrante y esa media
sonrisa que me volvía loca. Ambos nos descubrimos observándonos y nos
sonreímos.
En cuanto terminó de
ponerse el pijama y yo lo hice con mi camisón, se acercó a mí. Se colocó detrás
y rodeó mi vientre con sus manos al tiempo que arrimaba su rostro a mi sien y
me daba un beso tierno y dulce. Todo el vello se me puso de punta, por
supuesto, y mis mariposas ya saltaron en mi estómago.
Me di la vuelta y rodeé su
cuello con mis brazos, haciendo que sus manos pasaran a mi cintura. Nuestras
miradas se engancharon, hipnotizándonos el uno al otro, y la energía comenzó a
danzar a nuestro alrededor. Mi pulso ya se había acelerado solo con perderme en
sus penetrantes e intensos ojos negros, pero cuando comenzó a acercar su rostro
lentamente sin despegar esas profundas pupilas de las mías, mi corazón se
desbocó por completo. Sí, mi corazón era un caballo salvaje que galopaba hacia
él, corría frenéticamente para alcanzarle, aunque también noté cómo el suyo
latía a mil por hora. Su frente rozó la mía y nuestros párpados se cayeron,
rindiéndose, entregándose, y yo me moría por notar sus ardientes labios. Mi
boca ya suspiraba sin cesar, como la suya, era inevitable, inevitable. Jacob
era mi droga, mi dulce droga, siempre lo había sido y siempre lo sería, para
siempre, eternamente. Por fin, sentí el roce de sus labios en los míos y su
aliento los acarició como un frágil y abrasador susurro. Mis mariposas
explotaron, multiplicándose por mil; consiguieron salir de mi estómago y se
repartieron por todo mi organismo, encendiéndolo como una mecha. Los dos
palpitamos y nuestra respiración se agitó un poco más. Su boca comenzó a
moverse con la mía con suavidad, dándome una serie de besos cortos y lentos que
me estremecían de punta a punta, mientras una de sus manos pasaba a recorrer mi
espalda despacio, aunque podía sentir esa avidez retenida con que lo hacía.
Jadeé con más intensidad y me pegué a él con vehemencia. Entonces, obtuve lo
que quería. Poco a poco, sus labios pasaron a moverse con más efusividad,
dándome besos más largos y apasionados, a la vez que nuestros alientos se mezclaban
con agitación y la energía empezaba a girar ansiosamente. Llevé mi mano a su
pelo para que no quedase ni un milímetro entre nosotros y lo aferré con mis
dedos. Sin embargo, de repente, Jacob soltó mi boca con prisas.
―Lo siento ―susurró, apoyando
su frente en la mía mientras respiraba aceleradamente.
―¿Qué? ―pregunté, perpleja
ante su extraña reacción, si bien mis bronquios tampoco dejaban de trabajar.
Aunque el motivo de mi
respiración empezaba a ser otro muy diferente al de antes. Ahora mi boca
exhalaba con rapidez, de la ansiedad que su reacción me provocaba.
―Lo siento. No… no puedo
―volvió a murmurar, despegándose de mí, algo agobiado.
Me quedé mirando, atónita,
compungida y desesperada, cómo Jacob me daba la espalda y llevaba la mano al
corto pelo azabache que nacía de su frente. Después, la bajó para restregar su
cara al tiempo que parecía coger aire.
Esta era la primera vez en
los seis años que llevábamos juntos como pareja que recibía una negativa por
parte de Jacob. Me descolocó por completo. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué decía que
no podía? ¿Era por mí? ¿Es que… es que ya no le gustaba? ¿Mi cuerpo le parecía
desagradable? ¿Ya no le atraía? Me embargó una desazón enorme que me abrumó por
completo, tanto, que un fuerte nudo se aferró a mi garganta, estrangulándola
con fuerza. Empecé a sentirme aturdida, confusa… Mis ojos no hacían más que
buscar respuestas en su espalda, en el suelo, me hacía mil preguntas y ninguna
obtenía contestación, al menos, no la que a mí me gustaba. No quería llorar, y
menos delante de él, pero esta estúpida sensiblería que se había multiplicado
por tres en los últimos meses me dominaba y las lágrimas empezaron a rodar por
mis mejillas sin descanso. Metí la mano en el pelo de mi frente, todavía
desesperada, y me di la vuelta para que no me viera.
No obstante, Jacob pareció
darse cuenta de mis tontos sollozos, porque se dio la vuelta hacia mí con
rapidez.
―¿Estás llorando? ―me
preguntó, poniendo sus cálidas manos sobre mis hombros para darme la vuelta con
delicadeza.
Observé su rostro, que
ahora estaba preocupado.
―No ―mentí con una voz ñoña
y tonta que no sé de dónde salió y que encima no engañaba a nadie.
Genial. Era patética. Estúpida
sensiblería…
―Mierda, no tenía que haber
dejado que pasara esto ―lamentó, secándome esas incesantes lágrimas de mis
mejillas con sus dedos.
Sabía que ahora iba a ser
incapaz de articular dos palabras seguidas sin ese sollozo bobalicón
incordiándome a cada momento, y encima no quería que mi voz volviera a sonar ñoña
y tonta, así que coloqué mi mano en su mejilla y dejé que mi don se expresase
por mi garganta. Me concentré para hablar pensando las palabras, porque si
dejaba que mi mente fluyera sola, seguramente saldría un torbellino de
sentimientos entremezclados con miles de preguntas que ni siquiera él iba a ser
capaz de comprender.
¿Es por mí?, quise saber, clavando mis taciturnos ojos en los
suyos para ver cómo reaccionaban. ¿Ya no te gusta mi cuerpo?
―¿Qué? ―inquirió,
extrañado.
Tomé aire, intentando que
mis lágrimas no siguieran brotando. No quería que influyeran en su respuesta.
¿Ya no te atraigo?
―¿Qué dices? Claro que me
atraes ―afirmó, sincero, siguiendo con esa mirada desconcertada. Entonces, su rostro
se relajó y sus manos se engancharon a mi cintura―. Estás… estás preciosa
―aseguró con un susurro, repasándome entera, maravillado―. No te imaginas cuánto
me gustas.
Escuchar esas palabras hizo
que mi corazón se agitase de nuevo y mis mariposas se pusieran a volar como
locas otra vez. Creo que fueron ellas las que hicieron que mis brazos rodeasen
su cuello y pegase mi frente a la suya
con avidez, bajando mis párpados.
―Entonces, bésame ―le pedí
con ansia, casi con exigencia.
Llevé mis labios a los suyos
y empecé a besarle con ganas, dejando escapar unos estimulados suspiros. Jacob
correspondió a mi boca y a mis jadeos, moviendo la suya al mismo compás, aunque
sus manos se aferraron a mis caderas, interponiendo una especie de barrera
invisible entre nosotros. Eso me desesperó y moví mis labios más deprisa.
―Sabes que si empiezo ya no
podré parar… ―jadeó entre beso y beso.
―Y tú sabes que no quiero
que pares… ―susurré con deseo, metiendo mis dedos entre el corto pelo de su
nuca.
De pronto, Jacob despegó
nuestros labios y separó un poco su rostro para mirarme.
―¿Cómo? ―bajó las cejas con
extrañeza, aunque parecía más bien sorprendido.
―¿Qué te pasa? ―quise
saber, bajándolas yo también―. No… no te entiendo.
―¿No quieres que pare?
―preguntó con una media sonrisa, mirándome a los ojos para cerciorarse, como si
no se creyese lo que acababa de oír.
Ese entusiasmo de ahora me
descolocó un poco. Volví a poner mi mano en su mejilla, observándole algo desconcertada,
y empecé a mostrarle lo mucho que le deseaba, lo mucho que ansiaba que me
besase, que me acariciase con sus ardientes manos, estar entre sus brazos, que
me hiciera el amor… En ese momento, fue Jake el que cerró los ojos y el que
pegó su frente a la mía con vehemencia a la vez que sus manos pasaban a mi
cintura y me arrimaban más a él.
Los coloridos insectos que
colonizaban mi estómago batieron sus alas una vez más.
―Dios, Nessie, yo también
me muero por hacerte el amor ―susurró en mi boca con furor, haciendo que me
estremeciera con intensidad―. No te imaginas lo mucho que te deseo.
Toda mi alma se iluminó
cuando escuché esos fogosos vocablos. Pero separé mi cara para mirarle, todavía
un poco confusa.
―Entonces, ¿por qué me has
dicho antes que no puedes? ―quise saber, llevando mi mano a su cuello de nuevo
para que se uniera a la otra―. ¿Por qué no querías besarme?
―Pues por eso mismo
―respondió con otro murmullo que salía de su maravillosa sonrisa torcida,
arrimando su frente otra vez―. Te deseo con toda mi alma, nena, no te imaginas
lo mucho que me cuesta controlarme.
―¿Controlarte? ―susurré,
pues ya me derretía y era lo único que mi garganta conseguía emitir, aparte de
mis hiperventilaciones.
―Creía que tú no querías
―me aclaró, hablándome entre suaves murmullos que rozaban mi boca
continuamente, poniéndome todo el vello de punta―. Bueno, es decir, estos meses
apenas querías hacer nada; aunque nunca me lo dijiste, yo lo sé ―empecé a
sentirme culpable. Le había echado toda la tierra a él sin darme cuenta de que,
en realidad, esto lo había provocado yo misma. Ahora recordaba las veces que él
se acercaba a mí por la noche y me besaba o me hacía una intencionada caricia y
yo, inconscientemente, me acurrucaba a su lado e ignoraba esas señales al
interpretarlas como un gesto de cariño, consecuencia de mi escasa libido. Lo
había hecho sin darme cuenta, por supuesto, jamás le rechazaría, jamás, porque
siempre le había deseado, pero, sin querer, lo había hecho. Mi pobrecito Jacob.
Cuántas veces se habría quedado con las ganas mientras yo no me daba ni cuenta,
y ahora, egoísta de mí, me desquiciaba porque él no me había besado con el
ímpetu que yo quería―. Por eso nunca insistí ―siguió él―, no quería presionarte
ni agobiarte, no quería que te vieras obligada a hacer nada conmigo.
―Yo jamás me vería obligada
―rebatí, hablando con susurros―. Sabes que siempre te deseo.
―Sí, eso ya lo sé, pero
escucha ―asintió, rozando mi frente con la suya―. Si antes te dije “no puedo”,
es porque si los besos se alargan demasiado y pasan a ese nivel que tú y yo
sabemos entonces sí que me es imposible parar, ¿entiendes? No podía seguir
besándote, tenía que dejarlo antes de que pasara esa línea, porque creía que
todavía seguías en esa primera etapa de inapetencia sexual.
―¿Primera etapa de inapetencia
sexual? ―me reí al escuchar esas palabras tan técnicas de su boca.
Jacob sonrió.
―Sí, vale, lo leí en una de
esas revistas de embarazadas que tienes por casa ―admitió―. Pero ahí es donde
pone que en los primeros meses del embarazo las mujeres no tenéis ganas de
nada, por eso no quería agobiarte.
―Yo tengo mi parte de
culpa, pero creo que tiraré esas revistas, por meterte esas ideas en la cabeza
―pensé en voz alta, en broma.
―El caso es que yo sabía
que querías besarme y todo eso, pero creía que no querías pasar de ahí, por eso
cortaba el asunto antes de que me abalanzara a ti como un poseso. Tenía que
respetarte, ¿sabes? Y no te imaginas cuánto me cuesta hacer eso ―volvió a
acercar sus labios a los míos para hablarme entre abrasadores susurros―. Cada
vez que te miro, cada vez que te beso o te acaricio, me vuelvo loco…
Jadeé.
―Bueno, pues ahora ya se ha
aclarado todo ―murmuré, arrimándome más a él para besarle―. Ahora ya sabes lo
que quiero ―y le coloqué la mano en la mejilla para mostrárselo.
Le dejé ver lo mucho que me
apetecía estar entre sus brazos, sentir sus ardientes manos por todo mi cuerpo,
acariciarle, que me acariciase, sentir sus besos, sentirle a él…
Su respiración se agitó al
ver esas tórridas imágenes, pero consiguió hablar.
―¿Es una especie de antojo
o algo así? ―sonrió, haciéndose el remolón.
―Sí ―susurré, dándole besos
cortos, aunque efusivos―. Y no te imaginas lo enorme que es…
―Entonces, tendremos que
hacer algo para remediarlo…
Jacob correspondió mis
besos, aunque fue por un corto espacio de tiempo. Logró despegar su boca de la
mía y tomó una buena bocanada de aire para poder hablar.
―Espera aquí un momento ―me
pidió, sonriéndome. Quitó una de sus manos de mi cintura para alzarla y poner
su dedo índice sobre mis labios―. Vuelvo enseguida, ¿vale? Aguanta.
Se separó de mí y empezó a
caminar hacia la puerta.
―¿Adónde vas? ―le pregunté
con una sonrisa.
―Voy a por la radio. Vengo
enseguida.
―¿A por la radio?
No me dio tiempo a
preguntar más. Jake salió disparado del dormitorio y atravesó el pasillo de
tres zancadas. Mientras él bajaba las escaleras a toda pastilla, sonreí y
recogí un poco la ropa que había quedado sobre la cama, dejándola colgada en el
galán que reposaba en el otro extremo de la habitación.
Escuché unos ruidos en la
estancia que quedaba justo debajo de nuestro dormitorio, es decir, la cocina,
por lo que supe que mi chico estaba cogiendo la radio que teníamos en la
encimera. Solíamos encenderla en las horas del desayuno, a fin de oír las
noticias y esas cosas, pero hoy nos iba a servir de utilidad para otra cosa.
―¿No ibais a dormir? ―se
oyó que le reprochaba Rosalie, seguramente de la que Jacob salía de la cocina.
―Métete en tus asuntos,
rubia.
Emmett se carcajeó.
Se escuchó cómo mi tía
refunfuñaba algo que no entendí, dado lo deprisa que lo dijo, y después cómo voceaba:
―¡Pon la música alta!
Pero Jake ya estaba
subiendo las escaleras, y por los pasos que conté, lo hizo de tres en tres.
Atravesó el pasillo corriendo, sin embargo, todavía no se metió en nuestro
dormitorio, sino que lo hizo en el de al lado. No se oyó nada durante dos
segundos, pero acto seguido arrancó una hoja de alguna libreta, tiró un
bolígrafo sobre el escritorio y salió como una bala de allí.
―Ya estoy aquí, preciosa
―anunció con una enorme sonrisa en la cara―. Con esto no nos oirán tanto.
Solté una risilla al verle.
Traía esa hoja de libreta cuadriculada, que era un cartel hecho a mano que
ponía “no molestar”, y lo insertó en el pomo de la puerta por la parte de
arriba del papel, para que quedase colgando. Cerró la puerta y llevó la radio
hasta su mesita, donde la enchufó y se puso a sintonizar una emisora de música.
Al tiempo que iba buscando, se encontró con una muy adecuada en la que emitían
música de los años cincuenta y sesenta, o al menos, a mí me lo parecía.
―Deja esa ―le pedí,
mirándole con deseo.
Jacob me observó y, sin
dejar de clavarme su intensa y profunda mirada, subió el volumen.
Mi corazón ya empezaba a
galopar hacia él, pero cuando se acercó a mí con presteza y decisión y me cogió
de la cintura, pegándome a su cuerpo, se desbocó por completo, haciendo que mis
mariposas también estallasen.
Nuestros labios se
abalanzaron para besarse con pasión entre esa melodía de blues que salía de la
radio, la cual nos envolvía junto con la energía que comenzó a emanar de
nosotros. Dejé sus labios, pero solo para levantar su camiseta interior y
quitársela, aunque no pude evitar observar su impresionante y poderoso torso.
Lo repasé con mis manos una, dos, tres veces, lentamente, minuciosamente, al
tiempo que él se encendía más y aceleraba su respiración. Hasta que ya no
aguantó más.
Me empujó hacia él e hizo
que mi cuerpo se pegase al suyo. Mi pequeña pancita chocaba contra su fornido
abdomen, pero eso no pareció importarle. Ahora nuestros rostros estaban juntos
de nuevo y nuestros labios empezaron a comerse otra vez. Llevé mis brazos
alrededor de su cuello y él deslizó sus manos por mi espalda más baja.
Descendió un poco más y sus enormes, ardientes y suaves palmas cubrieron la
parte trasera de mis muslos. Me estremecí al sentir su tacto en mi fina piel,
pero me volví loca cuando ascendió, alzando mi camisón a su paso, e hizo un
recorrido lento y ávido que terminó en mi espalda.
Retiré los brazos de su
cuello y los levanté al mismo tiempo que él subía mi camisón para quitármelo.
Nuestros labios se habían separado momentáneamente para que pudiera hacerlo, y
Jacob también aprovechó para observarme bien, repasándome con deseo. Retiró mi
cabello hacia atrás para verme mejor y volvió a unir su boca a la mía enseguida
mientras mis manos volvían a su nuca y a su espalda, pegándome a su ardiente
piel.
Me tomó en brazos y, sin
dejar de besarnos, se acercó a la cama y me dejó sobre la misma con suma
delicadeza. No se echó encima, pero se acomodó sobre mí, dejando que mi cuerpo tuviera
el privilegio de estar entre sus fuertes brazos. Nuestros labios se movían con
pasión, jadeando sin cesar, y mis manos pasaron a acariciar su espalda con
ansias. Entonces, Jake soltó mi boca, aunque esta vez ya fue la última que lo
hizo.
―Si te hago daño quiero que
me lo digas ―susurró en mis labios, hablando con fervor.
Sabía que iba a ser
delicado y que no me iba a hacer ningún daño, pero asentí, más bien para que
siguiera y no se demorase más.
Y así fue. No perdió más
tiempo. Con aquellas canciones a ritmo de blues, soul y Motown, sus labios
comenzaron a descender por mi cuello y ya empecé ese vuelo hacia el cielo
infinito.
Mi cara reflejaba la enorme
felicidad que sentía. Me encontraba relajada, satisfecha, amada, deseada,
plena, completa… Me pegué más al costado de Jacob, que reposaba boca arriba, y
comencé a recorrer su torso con mis dedos, repasando las curvas de sus fuertes y
tersos músculos. Él apartó los mechones mojados de mi cabello que invadían mi
rostro y siguió peinándome.
La música seguía sonando,
aunque Jake había bajado el volumen y ahora solamente hacía las veces de un
tenue hilo musical.
De pronto, noté un
movimiento en mi barriga.
―Oh, el bebé se acaba de
mover, ¿lo has notado? ―le dije, entusiasmada―. Se está moviendo.
―Déjame ver ―sonrió. Colocó
su cálida mano sobre mi vientre hinchado y esperó. A los diez segundos el bebé
volvió a moverse―. Sí, es verdad ―rio también con entusiasmo.
―Me parece que va a ser un
niño bastante inquieto ―sonreí, acariciando su mano.
Nuestros ojos se
encontraron y Jake acercó su rostro para darme un beso tierno y dulce que hizo
que mi vello se pusiese de punta. Después, se quedó mirándome, anonadado.
―¿Sabes? He visto su alma
―me reveló.
―¿Su alma? ¿La has visto?
―inquirí, sorprendida.
―Sí, en el bosque, mientras
jugábamos.
―Así que era eso lo que
notaste ―recordé, sonriéndole―. Por eso te pusiste tan contento y lamiste mi
barriga.
―Tu alma brilla mucho y lo
tapaba, pero tu barriga brillaba más, por eso me fijé ―me explicó, frotando la
misma con su mano al tiempo que la observaba―. En realidad, su alma brillaba
por debajo de la tuya. Es como si debajo de tu alma, tu barriga estuviera
envuelta por otra segunda capa fulgurante, ¿entiendes? Bueno, no sé si me
explico, es bastante difícil hacerlo con palabras ―y alzó los ojos, esperando
mi respuesta.
―Sí, creo que te he
entendido ―asentí con otra sonrisa.
―Oye, ¿y qué nombre le
vamos a poner? Todavía no hemos pensado ninguno.
―No sé ―reí, arrimándome
más a él―. ¿Cuál te gusta a ti?
―A mí me gustaba Ethan,
pero ya lo han cogido Sam y Emily para su segundo retoño ―hizo una mueca.
―¿Qué te parece Nathan? ―le
propuse―. Se parece bastante y es bonito.
―Con un Nathan en la manada
ya tenemos bastante ―suspiró.
―Bueno, ¿y qué más da que
haya un Nathan en la manada? ―rebatí, dándole un toque en la punta de la nariz
con la yema de mi dedo.
―Ya, bueno, tienes razón
―asintió, haciendo otra mueca de conformidad―. Ese es una opción, pero habrá
que pensar más ―puso cara reflexiva―. Mmm, veamos, con la “a”, a mí se me
ocurre… Adam ―soltó, mirándome sonriente.
―No está mal, pero a mí con
la “d” se me ocurre Daniel o David ―declaré.
―Bah, demasiado corrientes
―criticó, riéndose.
―Son bonitos y sencillos
―rebatí, dándole otro toque en la nariz―. También se me ocurre otro con la “e”
―y le miré con intención.
―Ni hablar ―se negó
enseguida―. No pienso ponerle ese nombre a mi hijo. A ninguno de mis hijos,
aviso.
―Pues nada, el nombre de
Edward queda totalmente descartado ―acepté, soltando una risilla, pues lo había
dicho en broma.
―Ya sé. Tengo uno con la
“s” muy bueno, nombre de actor ―afirmó, mirándome para esperar mi pregunta.
―¿Cuál? ―reí.
―Samuel.
―¿Samuel? ―fruncí el ceño
con extrañeza―. ¿Qué actor se llama Samuel?
―Samuel L. Jackson, por
supuesto, ¿quién va a ser? ―rio, como si fuera algo normal.
―Oh, Dios mío. Ni hablar
―me negué―. El nombre es bonito, pero ahora que has dicho eso creo que paso.
―Es un buen actor ―rebatió
él, confiriéndole a su frase un tono de evidencia para convencerme―. Y el
nombre es bonito, tú misma lo acabas de decir.
―Vale, está bien ―aprobé
finalmente―. Lo apuntaremos en la lista. ¿Cuántos nombres van?
―Pues… ―lo pensó durante un
par de segundos―, de momento, Nathan, Adam y Samuel.
―Daniel y David ―le
recordé, apretando su mejilla con mis dedos.
―Bueno, vale. Y Daniel y
David ―aceptó, poniendo los ojos en blanco.
―Tengo otro con la “s” ―se
me ocurrió.
―¿Cuál?
―Saul ―y le asigné al
nombre algo de musicalidad para que sonase mejor.
Pero no coló.
―Venga ya, ¿Saul? ―cuestionó, arrugando el entrecejo.
―Es bonito ―refuté con
convicción―. Y no es tan corriente.
―Vaaaaale ―accedió, a
regañadientes―. Lo apuntaremos, por apuntar, que no quede. Aunque no va a
salir, ya te lo digo.
―Eso ya lo veremos ―objeté,
espachurrando su mejilla una vez más.
―Te gusta pellizcar, ¿eh? ―rio,
volteándose sobre mí, aunque sin echarse encima―. Veremos si también te gusta
que te lo hagan a ti.
―¡No, por favor! ―me
carcajeé, interceptando sus manos, que ya se dirigían a mi cara.
―Sí, ya verás cómo te gusta
―siguió entre risas.
Y comenzamos un forcejeo,
riéndonos y bromeando, juego que terminó en arrumacos, besos y caricias.
Al final, Jake tuvo que
volver a subir el volumen de la radio.
¡Hola a todos! Soy Tamara ^^
ResponderEliminarMUCHAS GRACIAS POR SEGUIR AQUÍ LEYÉNDOME!!!! ME ANIMÁIS MUCHO!!!
Y muchas gracias por esas cosas tan bonitas que me ponéis, sois unos soletes!!!
Lametones para todos!!!
Hola tamara: primero una disculpa por no comentar , pero causas de fuerza mayor me lo impidieron....en fin ..con esto me di cuenta que de veras esta historia es adictiva ...me pone de malas no poder leerla...pobres de los que estuvieron a mi alrededor esos dias jajajaja....
ResponderEliminarEl capitulo como siempre muy bueno , me encanta la coneccion que tienen para todo....es muy romantico.
como siempre gracias por regalarnos esta MARAVILLOSA historia
elsa
Un saludo a todos mis amigos
TAMARAAAAAAAAAAAA
ResponderEliminarJajajaja soy yo Isabeu nuevamente, disculpame por no comentar pero ultimamente he leido los capitulos desde mi celular en la escuela ya que no aguanto a leer hasta que llege a mi casa tus capitulos jajajaja, me encanta tu historia, lo sabes, espero que un dia puedas hacer como un tipo maraton asi como de 3 capitulos :D seria genial (solo propuesta) jaja me encanta, sigue asi, no puedo esperar a que sea martes! de verdad, ya todos saben que los martes y jueves a las 7am que llego a la escuela nadie me debe molestar porque estoy leyendo Nueva Era :D besos amiga! sige asi
atte: Isabeu Galan