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sábado, 29 de octubre de 2011

NUEVA ERA. CAPITULO 103: PACIENCIA



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NUEVA ERA II. COMIENZO 2ª Parte (Continuacion de "NUEVA ERA II. COMIENZO 1ª Parte").

Para leer este fic, primero tienes que leer el anterior "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog, "Nueva Era I. Profecía" y "Nueva Era II. Comienzo 1ª Parte". Si no, no te enterarás de nada 😏


CAPITULOS:

PARTE DOS: NUEVA ERA

RENESMEE:

77. ACAMPADA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-77-acampada.html
78. EL LAGO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-78-el-lago.html
79. EN MEDIO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-79-en-medio.html
80. LICÁNTROPO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-80-licantropo.html
81: DECISIÓN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-81-decision.html
82. CUMPLEAÑOS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-82-cumpleanos.html
83. IRRUPCIÓN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-83-irrupcion.html
84. REENCUENTRO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-84-reencuentro.html
85. GRIPE: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-85-gripe.html
86. FALLO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-86-fallo.html
87. GIRO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-87-giro.html
88. BUENA Y MALA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-88-buena-y-mala.html
89. FELICITACIONES Y PLANES: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-89-felicitaciones-y.html
90. APOYO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-90-apoyo.html
91. CARTA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-91-carta.html
92. INTERESES: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-92-intereses.html
93. BENEFICIO COLATERAL: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-93-beneficio.html
94. ECOGRAFÍA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-94-ecografia.html
95. FANTASMAS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-95-fantasmas.html
96. MANIOBRA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-96-maniobra.html
97. "NO PUEDO": http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-97-no-puedo.html
98. SANGRE: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-98-sangre.html
99. HERIDOS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-99-heridos.html
100. PRUEBA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-100-prueba.html
101. ENTRENAMIENTO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-101-entrenamiento.html
102. 6 DE FEBRERO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-102-6-de-febrero.html


PACIENCIA


Nessie…
―¡Mi bebé!
Mis ojos observaban aterrorizados cómo mi vientre había manchado mis manos de sangre.
Nessie, despierta…
―Ahora ya serás mía ―aseguró Razvan con su voz de ultratumba, clavándome esa mirada malvada, escalofriante.
Pero yo solo podía prestar atención a mi ensangrentada barriga, mis horrorizadas pupilas no se podían despegar de ella.
―¡NOOOOO, MI BEBÉ! ―mi alarido fue tan desgarrador, que me hizo daño en la garganta.
Nessie…
Comencé a sentir unos leves balanceos, aunque lo único que buscaba con desesperación era notar las pataditas de mi bebé. Ya no las sentía…
Nessie…
Era la voz de mi salvador, él podía salvarnos...
―¡Jake! ―grité en mi sueño, sin despegar mis manos de mi vientre lleno de sangre, escudriñando los alrededores con ansiedad para dar con él.
Nessie…
El balanceo fue un poco más fuerte y todo empezó a difuminarse a mi alrededor.
―Nessie, despierta ―esa voz ronca me hizo salir disparada de la tormenta de arena que ya se había levantado en torno a mí.
Me desperté sobresaltada y todavía algo desorientada, pero mis ojos enseguida se encontraron con Jacob.
―¡Jake! ―jadeé, incorporándome súbitamente para lanzarme a sus brazos.
―Ya pasó, pequeña ―me susurró mientras me abrazaba―. Estoy aquí ―y me dio un beso en la cabeza.
Me apreté contra él. Me sentía tan segura y protegida entre sus brazos. Nadie de mi familia subió, porque sabían que no hacía falta. Esta noche mi padre estaba en casa, por lo que seguramente ya sabía de mi pesadilla y que Jake ya me tenía muy bien atendida.
―¿Estás mejor? ―me preguntó con un murmullo.
―Sí.
Se despegó un poco de mí para mirarme y me clavó sus ojazos negros con certidumbre y seguridad.
―Esa pesadilla no se cumplirá ―afirmó, acariciando mi rostro―. No quiero que te preocupes, ¿de acuerdo?
Esta era la tercera vez en los dos últimos de mis seis meses de embarazo que seguía teniendo la misma pesadilla, solo que se había modificado un poco. Desde hace tiempo, Razvan no solo me lanzaba ese puñal que no lograba alcanzarme, sino que añadía esa frase, sin embargo, hoy había otro cambio más. La voz de Jake siempre había aparecido cada vez que intentaba despertarme, pero en esta ocasión había adquirido un nuevo protagonismo. Un protagonismo muy revelador.
―Tú eres la clave ―me percaté, sorprendiéndome a mí misma por ese descubrimiento.
―¿Qué? ―inquirió, extrañado por mis palabras.
―En esta pesadilla te vi como nuestro salvador ―le revelé, mirándole a los ojos fijamente―. Tú puedes salvar al bebé si Razvan le hace daño.
―Eso no pasará. No podrá acercarse a vosotros, estáis muy protegidos ―aseguró, firme.
―Vamos, Jake, mientras Razvan siga vivo, sabes tan bien como yo que el peligro sigue ahí ―discutí, hablándole con suavidad―. Por eso continúo teniendo estas pesadillas.
Jake miró a un lado y resopló por la nariz. Sabía que tenía razón. Aunque pronto volvió a clavar sus pupilas en las mías.
―Daremos con él antes y le mataremos ―manifestó en un tono seguro y contundente.
―Sí, cielo, ya sé que todos haréis todo lo posible por atraparle y matarle, y yo no dudo de vosotros en absoluto, confío al cien por cien en todos ―dije, sincera―. Pero tenemos que reconocer que Razvan, Nikoláy y Ruslán son muy poderosos, y si eso pasara, si Razvan consiguiera hacer realidad mi pesadilla… ―solo recordarla, hacía que se me parase el corazón―, el único que podría salvarnos eres tú.
Su mano se posó en mi abultada barriga.
―Claro que os salvaré, porque terminaré con esos malditos magos antes de que se les ocurra acercarse a vosotros ―afirmó, haciendo salir sus palabras con una confianza teñida de rabia―. Ese maldito Razvan jamás os hará daño, te lo prometo.
Me quedé atontada mirando esos ojos de ébano que reflejaban la blanca luz de la luna, decididos, seguros, y no fui capaz de rebatírselo. Desplazó su mano hasta mi cintura y, lentamente, acercó su rostro al mío, uniéndolos del todo. Rozó nuestros labios una y otra vez, deslizando los suyos con extremada suavidad y calma. La energía comenzó siendo una brisa ligera, sin embargo, mis mariposas ya se revolvían por mi organismo con emoción. Su abrasador y dulce aliento jugaba con el mío cuando ambos salían en forma de bajos suspiros. Su labio inferior acarició los míos una última vez, repasando toda mi boca de abajo arriba, haciéndome jadear en silencio, elevando mi labio superior, y, entonces, Jacob terminó el beso.
Mi chico dejó mi boca, aunque mantuvo nuestras frentes unidas. Tomó aire, momento en el cual yo también aproveché para acordarme de respirar, y habló.
―¿Te encuentras mejor? ¿Más tranquila? ―me susurró.
Asentí, porque en estos momentos no era capaz ni de hablar.
―Bien, entonces será mejor que duermas y descanses ―siguió, separando nuestros rostros del todo.
Asentí otra vez.
Nos tumbamos en la cama y me ayudó a que me acurrucase en sus brazos. Inspiré su maravilloso efluvio y sonreí, aunque su nariz también olió mi pelo. Sus dedos enseguida comenzaron a trabajar con mi cabello, ayudando a que me relajara. Los minutos pasaron en silencio mientras sentía sus engatusadoras caricias por mi melena. Mi barriga ya era más abultada, pues estaba de poco más de seis meses, y esta se interponía entre Jake y yo, aunque él parecía amoldarse muy bien. A mí me encantaba sentir a nuestro bebé entre los dos, como si lo acunásemos juntos. Me hubiera dormido al instante si no fuera porque de pronto comencé a sentir otra cosa que reclamaba ser saciada ya. En cuanto la imagen vino a mi cabeza, ya no pude refrenarlo. No hubiera dicho nada si Jake hubiera estado dormido, pero sus dedos me indicaban que aún no lo estaba, así que...
―Me muero por unas cerezas ―confesé con un murmullo mientras me mordía mi labio inferior.
Jake dejó de peinar mi cabello y se separó un poco de mí para mirarme.
―¿Ahora? ―parpadeó―. No tenemos cerezas ―se giró para echarle un vistazo al despertador de su mesita y después volvió a hacerlo para observarme a mí―, y son las tres de la mañana.
―Sí, lo sé ―hinqué los dientes en mi labio de nuevo y le miré con cara de cordero degollado.
―Vaya unas horas para un antojo ―se burló―. ¿No puede esperar?
―No, tiene que ser ahora, no puedo evitarlo ―le dije con voz y ojos implorantes, arrimándome más a él―. Si no como unas cerezas ahora, me moriré, en serio. Tengo que comerlas, por favor, te prometo servidumbre eterna.
Mi chico se rio por esta reacción exagerada, que lo era, incluso yo misma me daba cuenta y lo reconocía, pero ahora mismo necesitaba esas cerezas como si fuese el último vaso de agua que hubiera en un desierto.
―Nessie, el supermercado está cerrado, y estamos a finales de marzo, ni siquiera sé si es temporada de cerezas ―objetó, sonriéndome con dulzura.
Las hay, las vi esta mañana ―le desvelé. Eran un poco caras, pero un antojo es un antojo.
Hoy Esme no había ido sola a la compra. Jake y yo la habíamos acompañado para que no tuviera que ocuparse de todo. Bastante hacía ya con prepararnos el desayuno, la comida y la cena. Sabíamos que le encantaba hacerlo, pero aun así decidimos ayudarla un poco, al menos con la tarea de llenar nuestra despensa.
―¿Y dónde consigo yo unas cerezas a estas horas, eh? ―se preguntó, dándome un toque en la punta de la nariz con la yema de su ardiente dedo.
―Hay un supermercado de veinticuatro horas en Port Angeles, lo vi la noche que fuimos al Wolf a celebrar nuestro aniversario ―recordé.
Me sentía mal por intentar convencerle, por obligarle a que se levantara de la cama para que me fuera a buscar unas cerezas hasta Port Angeles a las tres de la mañana, pero es que de verdad que las necesitaba. Solo pensar en esas cerecitas rojas, gordas, dulces, jugosas…
―¿Tan lejos? ―se sorprendió.
―No querrás que nuestro hijo salga con una mancha en la mejilla con forma de cereza, ¿no? ―le pinché, sonriéndole―. Sería el hazmerreír de todos sus amigos, y cuando fuera un chaval, las chicas se mofarían de él. No ligaría nada con eso en la cara, te lo aseguro. A las chicas una mancha en la mejilla con forma de cereza no nos parece nada sexy.
―Eso es chantaje emocional ―se rio.
―De ti depende que nuestro hijo tenga éxito con las chicas o no, tú verás ―azucé con una sonrisita.
―Ay ―suspiró, intencionadamente alto, con una sonrisa de satisfacción que se le salía de la cara―. Está bien, te conseguiré esas cerezas, ya que te pones así.
Entonces, por su entonación y su cara, me di cuenta de que me había estado tomando el pelo.
―Eres un tonto ―reí―. Ibas a hacerlo igual, pero me has hecho decir todo esto para hacerte de rogar.
―Bueno, es que a veces me gusta hacerte suplicar, nena, qué quieres que te diga ―y me mostró su maravillosa sonrisa torcida.
―Idiota ―reí otra vez, empujando su rostro con mi mano para ladearlo, aunque luego no pude evitar darle un beso corto en los labios.
Se carcajeó, se separó de mí y se levantó de la cama.
―Voy abajo. Me transformaré y avisaré a alguien de la manada para que vaya a Port Angeles a por tus cerezas ―declaró, caminando hacia la puerta.
Me incorporé para quedarme sentada.
―¿Vas a molestar a alguien de la manada para que me vaya a buscar cerezas? ―inquirí, ahora sintiéndome un poco culpable.
Jake se paró y se giró para mirarme.
―Claro, no pretenderás que vaya yo, ¿no? ―sonrió.
―Jacob Black, eres un caradura ―le regañé, frunciendo el ceño―. Y luego dices que no te gusta mandar ―chisté, mirando hacia otro lado.
Puso los ojos en blanco.
―No se trata de eso ―se defendió―. No quiero separarme de ti. Si fuera yo a buscarte las cerezas, tendrías que venir conmigo, y no quiero que te levantes de la cama, ¿entiendes?
Vale, ahora me sentía peor. ¿Por qué tenía que liar tanto las cosas? Sin embargo, no podía evitarlo. Si iba él, me sentía mal, y si iba alguien de la manada, también. Menudo lío mental.
―Ah, claro ―asentí, algo avergonzada por mi metedura de pata―. ¿Y por qué no te transformas aquí? ―le pregunté.
―Es que así, de paso, me bebo un vaso de agua, que estoy muerto de sed ―se encogió de hombros.
―Ah.
―Bueno, vengo ahora ―me sonrió, y se dio la vuelta hacia la puerta.
―No tardes ―le dije mientras la abría, al tiempo que yo me tumbaba en la cama de nuevo―. Ya te echo de menos.
Se giró una vez más en el umbral para observarme.
―Tranquila, pequeña, me tendrás aquí en un plis ―aseguró, siguiendo con esa sonrisa.
Le correspondí la sonrisa, se dio la vuelta y salió de la habitación.
Me quedé pensando en las cerezas, en estos estúpidos y absurdos antojos que nos daban a las embarazadas, y en lo que hacíamos trabajar a los pobres y sufridos padres por culpa de eso. Se me escapó una risita sorda.
No habían pasado ni dos minutos, cuando Jake volvió a entrar en el dormitorio.
―Pues sí que has sido rápido ―pestañeé.
Mi chico cerró la puerta y se rio.
―Sí, es que ya está todo arreglado.
―¿Ya? ―volví a pestañear.
Llegó hasta la cama y se metió dentro, arrimándose bien a mí.
―Al parecer, tu padre ya hace un buen rato que está de camino a Port Angeles ―me reveló, acogiéndome entre sus brazos―. En cuanto pensaste en las cerezas, ya se piró a buscártelas.
―Qué bien ―sonreí.
Y lo hice con una sonrisa muy amplia, porque ahora nadie de la manada iba a tener que molestarse en ir. Bueno, se había tenido que molestar mi padre, pero total, como él no dormía ni tenía que descansar… Alguna ventaja tenía que haber en tener un padre vampiro, ¿no?
Me acurruqué, feliz, en el pecho de Jacob y esperamos a que mi padre llegase con mis jugosas y deliciosas cerezas.

Una ligera bruma cubría la playa de First Beach. Las olas que nos traía el océano se arrastraban por la orilla con suavidad, las conducía sutilmente desde mar adentro y apenas las empujaba, dejando que ellas mismas muriesen sobre la arena con lentitud. La marea estaba baja, y estas alargaban su muerte sin prisas, con una marcha lenta y cadenciosa. Se limitaban a dejarse llevar por la inercia de los ritmos que marcaba la bajamar, recorriendo esa orilla que ahora era más larga, extendiéndose todo lo que podían, hasta que se convertían en una fina capa de agua y espuma que lamía la arena y que ya no podía estirarse más, entonces iniciaban un retroceso de vuelta al océano igual de tranquilo.
Un grupo de gaviotas revoloteaba cerca del espigón de madera, parecían concentradas en un mismo sitio, donde se posaban y chillaban, peleándose por algún tipo de presa, seguramente por algún pez que había acabado siendo arrastrado por el mar a causa de los fuertes oleajes de estos días, producidos por el último temporal.
Jake y yo paseábamos por la arena con la misma calma con la que se movían las olas. Esta tarde habíamos decidido salir a pasear, ya que a mí me venía bien caminar un poco. Por supuesto, llevábamos escolta, sin embargo, todos estaban bien escondidos y daba el suficiente pego como para sentir cierta intimidad. Los troncos blanquecinos se dispersaban en la parte alta de la playa, dejando una huella clara de la longitud que alcanzaba el mar cuando había marea alta, mientras que nosotros caminábamos por ese terreno extra que el océano nos había concedido temporalmente hasta que se decidiera a recuperarlo de nuevo.
El día estaba nublado, aunque esas nubes eran más bien blancas y no tenía pinta de que fuera a llover. La temperatura no es que fuera muy agradable, pero esa ropa que me había regalado Esme era de lo más cómoda y abrigaba bastante. Como había engordado y ya no me servía mi ropa, mi abuela se había encargado de comprarme una surtida gama de prendas que abarcaba todos los meses que me quedaban de mi embarazo. Tuve que guardar mi ropa normal en el garaje para que esta otra me entrase en el armario.
Nuestros pies avanzaban con calma al tiempo que manteníamos una conversación muy amena, consistente en diversas anécdotas de Jacob con la manada, cuando distinguimos dos siluetas lejanas entre la bruma. Esta no era nada densa, así que enseguida vimos que se trataba de Quil y Claire, que se encontraban cerca del extremo norte de la media luna de la playa.
―Mira quién está ahí ―sonrió Jake.
Supuse que a Quil le tocaba el turno de noche y que estaba aprovechando su tiempo libre para pasarlo con Claire. Quil no tardó en vernos también y alzó el brazo para saludarnos.
Nos acercamos con paso presto y llegamos a ellos.
―Qué pasa tío ―le dijo Quil, sonriente, ofreciéndole el puño.
―¿Cómo va todo? ―le correspondió Jake, haciéndolos chocar a modo de saludo―. ¿También paseando por aquí?
―Sí, ya ves, hemos tenido la misma idea ―rio su hermano de manada.
―Hola ―saludé yo, en general, con una sonrisa.
―Hola, Nessie ―me sonrió Claire.
Mientras que yo llevaba una blusa de manga larga y una chaqueta, la joven Claire iba ataviada con una ajustada camiseta de tirantes y una fina chaqueta que no es que tapase mucho. Me pregunté si no tendría frío, sin embargo, la respuesta no era muy difícil de deducir. Se había soltado su larga y lisa melena negra y se había maquillado, dando el aspecto de alguien más mayor, aunque tenía que reconocer que Claire no aparentaba catorce años, sino unos dieciséis o diecisiete. Eso sí, aún quedaba un matiz algo infantil en su rostro que la delataba. Por supuesto que tenía frío, pero a esa edad todo vale con tal de conquistar al chico que te gusta.
―Hola, Ness ―me saludó Quil―. ¿Cómo lo llevas hoy?
Jake se colocó detrás de mí y rodeó mi barriga con sus manos para acariciarla.
―Pues genial ―su mejilla estaba pegada a mi sien y no le veía el rostro, pero por la entonación supe que lo había dicho sonriendo―. Cada día crecemos un poco más, ¿a que sí?
―Sí ―solté una risilla.
Mi chico me dio un beso en la sien que levantó mi vello.
―Me alegro ―asintió Quil con una sonrisa.
―Bueno, os dejamos tranquilos ―dijo Jake, poniéndose a mi lado para cogerme de la mano otra vez.
El labio de Claire se curvó hacia arriba con satisfacción. Estaba claro que quería quedarse a solas con Quil.
―No, quedaros un rato más con nosotros ―espetó él. Parecía un poco nervioso.
El labio de Claire se cayó en picado y su vista se fue hacia su imprimado con una extraña mezcolanza que recorría un amplio espectro de emociones, desde la desilusión hasta las ganas de matarle.
Jacob se percató de esto.
―Eh…, no, tío, creo que será mejor que nos piremos.
―Que no, hombre ―insistió Quil, soltando una risa nerviosa. Luego, se puso a mirar a su alrededor con rapidez, buscando algo. Y con ese algo debió de dar―. ¡Ah! ―exclamó, mirando a los cantos de la orilla―. Lancemos esas piedras al mar, a ver quién llega más lejos ―y sujetó a Jacob del brazo para tirar de él―. Te apuesto cinco dólares a que yo la mando más lejos.
Mis cejas bajaron con extrañeza ante esta actitud tan rara de Quil.
La mano de Jacob se vio obligada a soltarme y él me miró con dolor, aunque también pidiéndome comprensión. Le sonreí y asentí para que no se preocupase.
―Estoy aquí al lado ―me dijo al tiempo que caminaba junto a su amigo―. No te muevas de ahí, ¿vale?
Volví a asentir, sonriéndole, y terminó dándose la vuelta para llegar a la orilla con Quil, que ya estaba cogiendo una piedra de la arena húmeda y pesándola con la mano para comprobar que tuviera un peso y tamaño adecuados. Mi familia estaba en el bosque que quedaba justo a mis espaldas y Jake estaba tan solo a unos metros, nada que un enorme lobo bermejo no pudiera salvar de un salto, así que el bebé y yo seguíamos bien protegidos.
Quil lanzó el canto hacia el océano con todas sus fuerzas, simulando el lanzamiento de un pitcher de béisbol. El pedrusco voló como un misil, en línea recta, hasta que hizo una pequeña parábola y se insertó en el mar con el mismo ímpetu.
―¿Se puede saber qué demonios te pasa? ―escuché que le cuchicheaba Jake con una voz inaudible para un humano.
―Nada ―masculló Quil, igual de bajo―. Te toca a ti.
Volví a fruncir el ceño, extrañada.
―¿Puedo tocarla? ―me preguntó Claire de pronto, haciendo que desviara mi atención de ellos para mirarla.
―¿Qué? Ah, ¿te refieres a mi barriga?
―Sí. Bueno, si no te importa ―murmuró acto seguido, algo apurada―. Seguramente estarás un poco harta de que todo el mundo quiera tocarte la barriga.
―No te preocupes ―reí―. Las barrigas de las embarazadas parecen un imán para la gente, pero ya estamos acostumbradas. Puedes tocarla, no me importa ―le sonreí después, girándome hacia ella para que llegase mejor.
Claire posó su palma en mi vientre y, justo cuando lo hizo, el bebé la saludó con un par de pataditas. Claire no fue la única que sonrió, yo todavía me emocionaba cuando las sentía.
―Qué guay, se ha movido ―exclamó, mirándome con unos ojos de sorpresa enormes.
―Sí, es bastante inquieto ―reí de nuevo.
Jake se giró al escucharlo, y su cara decía claramente lo que le fastidiaba habérselo perdido, aunque Quil no tardó en darle codazos para que prestara atención a su nuevo lanzamiento.
―Dicen que da suerte, a ver si me la da a mí ―murmuró Claire, ahora observando mi panza mientras la frotaba.
―¿Acaso la necesitas para algún examen? ―aventuré, sonriendo.
―No, no es para ningún examen. Me va muy bien en la escuela ―entonces, sin levantar la vista, su rostro se puso más serio, melancólico―. Es para otra cosa ―y sin querer, sus ojos se escaparon hacia Quil.
Ups. ¿Y ahora qué le decía yo?
―Ah ―a la tonta de mí solo se me ocurrió decir eso.
La quileute dejó mi vientre y se volvió para observar mejor a los chicos, que ya estaban enzarzados en una cómica competición para ver quién lanzaba las piedras más lejos. Sonreí cuando vi que el canto de mi chico llegaba más allá que el de Quil y este último quería tomarse la revancha de nuevo a toda costa, pues ya iban dos veces que Jake le ganaba.
―¿Sabes? Te envidio ―declaró sin apartar la vista de Quil―. Tú no has tenido que esperar por Jake, creciste tan deprisa ―me quedé un poco parada al oír eso y no supe qué contestarle, porque tenía razón―. En cambio, yo tengo que esperar por Quil. ¿No es irónico? ―se rio con una risa desganada―. Quil lleva imprimado de mí desde que yo era un bebé, todos estos años, sin embargo, soy la única chica que tiene que esperar por su imprimado. Señor, tengo a mi alma gemela, al chico que amo delante de mis narices, y sé que es para mí, sé que no encontraré otro como él, que estamos hechos el uno para el otro y que terminaremos juntos, pero no puedo tenerle todavía porque él aún me ve y me trata como una niña ―protestó―. Es bastante frustrante, la verdad.
Claire siempre había sido una niña muy lista, y ahora, a sus casi quince años, me sorprendía su madurez. Seguía teniendo esos comportamientos propios de la adolescencia, como el empeñarse en vestirse así para aparentar más edad, pero era evidente que para otras cosas era muy madura. Tal vez se debía a que siempre había estado rodeada de gente adulta.
Aunque a mí no me había ocurrido lo mismo, la comprendía perfectamente. Jake no había pasado por esa etapa en la que estaba ahora mismo Quil, no exactamente, porque sí que había necesitado de un tiempo de adaptación cuando yo pasé de tener doce años a tener diecisiete en solo un mes y medio. Todavía recordaba aquellos dedos trémulos que casi no se atrevían a tocar mi mejilla en aquel entonces, como si Jacob aún no terminara de creerse que ya podía acceder a mí y tratarme como a una mujer, como si no terminara de creerse que ya lo fuera. Mi rápido paso de niña a mujer también había sido muy raro para él, y había tenido que asimilarlo. Eso sí, lo había hecho muy deprisa, claro, la atracción que siempre existió entre los dos era demasiado fuerte como para poder resistirse y esta había ayudado bastante.
Los chicos estaban lo suficientemente entretenidos como para no prestarnos atención. Observé a Claire. No lo dudé ni un instante, ya era lo bastante madura como para comprender lo que significaba.
―¿Estás enamorada de él? ―le pregunté.
―Sí ―asintió sin titubeos.
Vaya, además de madura, era decidida.
―Debes tener paciencia ―le aconsejé, mostrándole una sonrisa amigable por sincerarse conmigo―. Para Quil ahora es muy pronto.
―Yo estoy preparada, le quiero ―afirmó, mirándome sin ninguna duda―. Y sé que jamás amaré a otro.
―Sí, lo sé, pero escucha. Dentro de uno o dos años tal vez las cosas cambien. Eres una chica muy guapa y muy madura, Claire, te lo digo en serio, así que puede que no tengas que esperar tanto ―observé a Quil con un aire analizador y yo misma me di cuenta de a qué se debía su extraña actitud―. Creo que Quil está nervioso porque ya no te ve tan niña y está algo perdido, no sabe muy bien cómo debe actuar contigo ―opiné, cambiando la vista hacia ella de nuevo―. Tómate las cosas con calma, dale tiempo, y ya verás como un día Quil se lanzará ―y le guiñé el ojo.
Claire miró a Quil y sonrió.
―¿Tú crees que está nervioso por eso?
―Claro, tonta ―la animé, dándole un suave codazo.
Su sonrisa se amplió.
―Gracias ―murmuró, bajando la mirada tímidamente hacia la arena.
―No tienes que dármelas, solamente te estoy diciendo la verdad.
―¡Hey, chicas, ¿queréis jugar?! ―gritó Jake desde la orilla, haciendo un aspaviento con el brazo.
Ambas nos miramos y sonreímos.
―Sí, vale ―aceptó Claire, ya correteando hacia Quil.
Fui detrás de ella y me acerqué a Jake, que me recibió con una sonrisa, un abrazo y me dio un beso corto, lo cual correspondí encantada.
Quil y Claire se pusieron a hacerse bromas con la arena de la orilla.
―Voy a tirar una piedra ―me lancé, despegándome de Jacob para coger una de la arena.
―Ten cuidado y no te esfuerces mucho ―me advirtió―. Lánzala despacio.
―Sí, papá ―me burlé.
Jake puso los ojos en blanco.
Sopesé el canto, haciéndolo saltar en mi mano.
―Mmm, esta no. Pesa demasiado ―y tiré la piedra.
Repasé la arena de mis pies con la vista para coger otra, pero no veía ninguna adecuada.
―Como sigas así, subirá la marea y no habrás lanzado la piedra ―se mofó Jake.
―Ja, ja… ―mascullé con ironía al tiempo que le cogía de la mano y le hacía avanzar conmigo para buscar un canto mejor―. La culpa es vuestra, habéis terminado con las mejores piedras.
Seguí caminando por la orilla, escudriñando la arena, y cuando me di cuenta, ya casi estábamos llegando al espigón. No me percaté de esto hasta que no vi a las gaviotas que antes habíamos divisado, a un par de metros de nosotros.
―Mira, ¿no te sirve esta? ―Jake se agachó y me cogió una.
―Sí, esa está bien ―aprobé, estirando la mano para cogerla.
Pero Jake la escondió detrás de su cintura, sonriendo con travesura.
―Si la quieres, tendrás que cogerla.
―¿Ah, sí?
Corrí a su espalda para quitársela de improviso, sin embargo, mi barriga ya me hacía más torpe y él consiguió darse la vuelta a tiempo. Nos reímos y lo intenté de nuevo, pero, una vez más, esquivó mi movimiento con facilidad.
―¿Qué pasa? ¿No puedes cogerla? ―sonrió, burlón.
―Ahora verás ―reí, lanzándome a por él.
Él escondió la piedra tras su cintura, creyendo que iba a por ella, pero se equivocaba. Mi objetivo era diferente. Arrojé mis manos a su abdomen y comencé a hacerle cosquillas. En cuanto inicié esta acción, empezó a carcajearse y a revolverse sin control. Tanto, que soltó la piedra para que ya parase.
El canto voló unos metros hasta que aterrizó justo donde se encontraba ese grupo de atareadas gaviotas, que salieron despedidas hacia el cielo, asustadas.
Entonces, nuestras risas cesaron de sopetón cuando vimos lo que estaban comiendo realmente.
Allí, delante de nosotros, reposaba la pierna de un cadáver. Una pierna humana.
Jadeé con horror y me giré para esconderme en los brazos de Jacob, que me acogieron con fuerza para calmarme, pero ya había sido demasiado tarde, la imagen de esa pierna destrozada, azulada e hinchada se me había quedado bien grabada en la retina.
―Mierda ―masculló Jake, apretando los dientes y su abrazo.
―¿Qué pasa? ―inquirió Quil desde su posición, extrañado.
Jacob se dio la vuelta con precipitación hacia él.
―¡No os acerquéis! ―le advirtió―. Es mejor que Claire no vea esto.
Quil asintió, alarmado, y abrazó a Claire, que nos miraba con preocupación.
―Será mejor que llame a Charlie ―murmuró Jake, serio.
Y mi chico sacó el móvil del bolsillo de su pantalón.


5 comentarios:

  1. ¡Hola a todos! Soy Tamara o Jacob&Nessie, jaja.

    ¡¡MUCHAS GRACIAS POR SEGUIR AHÍ, Andres, Yanina, Elsa y Lizbeth!! ¡¡ME HACÉIS MUY, MUY FELIZ!! =º)

    Te gustó la imagen anterior, ¿eh, Elsa? ^^ Esa tb es de mis favoritas, y esta que puse hoy me encanta!!! Mira qué mirada de Taylor!!! Guau!!!

    Pues aquí tenéis otro capi más ^^ Espero que os guste!!!

    Lametones, os quiero mucho!!!!

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  2. Me quede en shock con lo de la pierna :O :S. Que risa me dio tema de las cerezas, no puedo creer wue alguien pida cerezas a la 3 de la manana. Y como siempre y como ya sabes ME GUSTO UN MONTON, principalmente el nerviosismo de Quil,

    Hasta el martes,

    Un beso,

    Lizbeth, Republica Dominicana

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  3. Pobre Claire me da un pesar...... como terminaran las cosas..... me tienen con los nervios de punta eres super tamara..... :)

    Como dijo lizbeth hasta el martes...
    Naty..... desde Colombia

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  4. hola tamara el capi de hoy.. el mejor ...esos antojos de las mujeres....ja bueno ...pobre claire....ya va a raccionar quil..bueno el martes ya veremos quien es el culpable de esa pierna....salu2 y tambien a a todas mis amigas de la distancia y las que leen este fincs

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  5. Hola Tamara:
    me encanta la relacion de jake&nessie , son momentos tan tiernos, tan de ellos, estuvo genial lo de las cerezas jaja a mi me encantan..... claire y quil una ansiosa y el otro nervioso, todo con calma que ya dara el siguiente paso quil....
    como siempre muy bueno el capitulo....
    y esta imagen tambien es de mis favoritas se ve tan GUAPO !!!con esa expresion tan de taylor ...esa mirada...esa boca..huuummmm .... gracias por alegrar mi vista ...me haces muy feliz
    elsa


    a mis todos que tengan un feliz fin de semana y un abrazo

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