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NUEVA ERA II. COMIENZO 1ª Parte (Continuacion de "NUEVA ERA. PROFECÍA")
Para leer este fic, primero tienes que leer "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog, y "Nueva Era I. Profecía". Si no, no te enteraras de nada 😉
CAPITULOS:
PARTE UNO: COMIENZO:
RENESMEE:
43. DESPEDIDA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-43-despedida.html
44. COMIENZO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-44-comienzo.html
45. CELEBRACION: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-45-celebracion.html
46. FUEGO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-46-fuego.html
47. NADAR: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-47-nadar.html
48. EXTRAÑO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/este-es-el-segundo-capitulo-de-hoy-para_26.html
49. REY Y REINA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-49-rey-y-reina.html
50. EN CASA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-50-en-casa.html
51. BUSQUEDA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-51-busqueda.html
JACOB:
52. HAY QUE VER LAS VUELTAS QUE DA LA VIDA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-52-hay-que-ver-las.html
53. DIOS, ESTO ES PARA TIRARSE UN TIRO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-53-dios-esto-es-para.html
54. ¡¿Y AHORA ME PIDE ESTO?! INCREIBLE: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/07/nueva-era-capitulo-54-y-ahora-me-pide.html
55. CUANDO UNO LE VE LAS OREJAS AL LOBO...: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-55-cuando-uno-le-ve.html
NEGOCIANDO CON
LOS HERMANOS MARX
Casi vomito del asco al ver
la cara de satisfacción de Aro cuando Carlisle le transmitió nuestra decisión.
No sé por qué fingía tanto, la verdad, sabía de sobra que no nos quedaba otra
opción, pero el muy estúpido seguía esa farsa. En cambio, el senil de pelo
canoso, Cayo, tenía una cara similar a la mía, solo que pensando a la inversa,
claro, y, bueno, esa momia adormilada de Marco mantenía ese semblante inapetente
y cansado de siempre, creo que todo esto le daba exactamente igual. Parecían
los hermanos Marx. Bien, estaba claro quién representaba a quién, ¿no?
Volvíamos a estar en la
misma habitación del principio, pero ahora estaban los tres Vulturis juntos, y
se encontraban sentados en esas enormes sillas de madera maciza que trataban de
imitar a tronos. Menudos idiotas.
Varick se situaba al lado de
Aro, por detrás, para no taparle la visión hacia los otros dos vejestorios. En
esta ocasión no llevaba su capucha puesta, así que por fin pude ver su cara. En
fin, no distaba mucho de la del resto de chupasangres, para mí eran todos más o
menos iguales. Esos repugnantes ojos rojos de rata, esa piel paliducha casi
transparente y esa frialdad que desprenden casi todos los vampiros. Tenía el
pelo muy corto, eso sí, y por lo rubio que era y su nombre, deduje que era
alemán.
Mi mano no había soltado la
de Nessie desde que ella había llegado a este antro, y no pensaba soltarla
jamás. No me fiaba de nadie allí dentro, no podía olvidar que la habían
secuestrado una vez; diablos, a mí mismo me habían llevado a la fuerza hacía
unas horas, incluso Ryam había sido atrapado, así que como para fiarse. Este
sitio no me gustaba nada para ella, pero al menos estábamos juntos.
―Me alegro de que hayáis
accedido a prestarnos ayuda, mi querido Carlisle ―dijo ese vejestorio chiflado
de Aro, curvando su asqueroso y fino labio hacia arriba―. Os lo agradecemos, y
os aseguramos que tendréis una justa recompensa.
El careto de Cayo seguía
diciendo lo contrario.
―La única recompensa que
buscamos es dar con Edward, Bella, Alice y Jasper para que regresen con
nosotros a casa sanos y salvos ―declaró el doctor con una tensión notable en el
rostro―. Bueno, si es que es cierto que se encuentran con Vladimir y Stefan.
Eso, eso.
―No dudes de nosotros, amigo
mío. Lo es.
―No es que dude de tu
palabra, Aro, pero realmente me quedaría mucho más tranquilo si pudieses
aportarme una prueba de ello ―soltó Carlisle, eso sí, con ese tono mesurado que
solía usar siempre.
¡Ja! Eso había sido un
puñetazo directo.
―Cómo, ¿acaso desconfías de
nosotros? ―intervino Cayo, frunciendo esas tupidas cejas blancas con disgusto
total.
―Nuestra relación se ha
visto afectada por lo ocurrido hace dos años, Cayo ―alegó el doctor, ahora
utilizando una voz un poco más tensa―. Como bien comprenderás, no puedo olvidar
que una vez os llevasteis a Renesmee, eso fue un hecho muy grave, desde mi
punto de vista.
Este Doc, siempre suavizando
las cosas.
―Fue por su propio bien
―rebatió el viejo canoso, señalándome con la mano con desagrado―. Y la prueba
de que eso era necesario, para que no se descarriase, es su matrimonio. Es un
error claro.
―¿Todavía seguís con ese
rollo? ―protesté enérgicamente.
―Casarme con Jacob ha sido
lo mejor que he hecho en mi vida ―manifestó Nessie, muy molesta―. Yo le amo con
toda mi alma, y él a mí.
Ambos apretamos nuestro
amarre.
―Desde luego. Por favor,
Cayo, ellos se aman, solo hay que verles ―defendió Aro, juntando esas tísicas
manos―. ¿Verdad que es cierto, Marco? ―le preguntó al adormilado, girando su
cara seca hacia él.
―Sí ―afirmó este sin más, ni
siquiera se molestó en mover una pestaña.
Ahora Aro nos defendía, por
supuesto, necesitaba hacerme la pelota bien.
―Comprendo perfectamente tu
malestar, Carlisle ―siguió ese decrépito tarado, continuando con su peloteo
interesado―. Y os pido perdón, he de reconocer que nos equivocamos con esa
intervención ―el Vulturis gruñón no pudo evitar resoplar, aunque se quedó mudo,
claro, ninguno de esos dos idiotas parecía atreverse a llevarle la contraria a
Aro―. No obstante, puedo asegurarte que no lo hicimos con mala intención, nada
más lejos de la realidad, sino que actuamos creyendo que obrábamos
correctamente ―sí, claro, seguro. Maldito hipócrita―. Por eso creo sinceramente
que esta es una buena ocasión para limar esas pequeñas asperezas y recuperar
esa amistad de la que gozábamos en el pasado. ¿Dejarás que os lo pague cuando
todo este incómodo asunto se solucione?
―Yo también me considero un
hombre generoso, Aro, así que por supuesto que dejaré que nos lo pagues ―afirmó
Doc, imitando la inmodestia de ese viejo decrépito para seguirle el juego. Aro
sonrió, aunque se notaba que solo por esa estúpida y absurda diplomacia
vampírica―. Pero, insisto, podías empezar por darnos una prueba de que mi
familia se encuentra con Vladimir y Stefan.
Las cejas de Cayo se
hundieron un poco más.
―Desgraciadamente, no puedo
darte ninguna ―dijo Aro, volviendo a ese semblante apergaminado y
exageradamente triste de antes―. Todas las pruebas que tengo están en lo que
Demetri me ha dejado ver, ¿no es así, Demetri? ―inquirió, mirando a este, que
se encontraba junto a la rubia canija, el igual de enano de Alec, ese gigantón
de Felix, el pelirrojo y ese chino bastardo.
―Cierto, maestro ―asintió el
mencionado.
―Es una lástima que Edward
no esté aquí, él podría ratificar que lo que digo es cierto ―sí, ya―. No
obstante, te ruego que confíes en mí, te aseguro que Edward, Bella, Alice y
Jasper se encuentran retenidos por Vladimir y Stefan.
―Eso de confiar en ti es
difícil cuando tú no quieres decirnos dónde están solo para chantajearnos ―me
quejé yo, cansado de toda esta monserga inútil―. Eres un miserable, serías
capaz de vender a cualquiera con tal de conseguir tus fines.
Todo el mundo en la
habitación se quedó mudo, mirándome estupefacto. Excepto Aro, que sonrió como
el tarado que era, el Vulturis adormilado, que seguía dormitando con los esos
párpados de cartón, alicaídos, y Nessie, que apretó mi mano para regañarme. Sí,
bueno, sabía que mis formas no eran las más… diplomáticas, pero era lo
que pensaba y no iba a callarme.
―Lo comprendo, Jacob, pero
tú también has de entender que nosotros tenemos que cubrirnos las espaldas ―se
defendió ese loco, manteniendo esa sonrisa de idiota. Él se creía muy elegante,
menudo imbécil―. No podemos exponernos a deciros dónde se encuentran, y que
luego faltéis a vuestra palabra y nos abandonéis antes de la batalla para ir a
buscarlos por vuestra cuenta.
―Nosotros jamás hemos
faltado a nuestra palabra, Aro ―dijo Carlisle, visiblemente y, raramente en él,
ofendido.
―Oh, no te ofendas,
Carlisle, no estoy diciendo eso ―el careto de Aro cambió para adoptar una
expresión de grandilocuente preocupación―. Pero, al igual que vosotros os
queréis asegurar de que yo no miento, nosotros también tenemos que asegurarnos
de que vosotros no vais a fallarnos.
―¡Aj, venga ya! ―protesté,
frunciendo el ceño todo lo que pude―. Aquí los únicos que faltan a la palabra y
que traicionan sois vosotros ―le espeté a la cara mientras notaba los continuos
apretamientos de dedos de Nessie. Pero no me callé―. Y, encima, nos decís que
es para cubriros las espaldas, cuando en realidad este tema solamente es un
instrumento para chantajearnos. No seas tan hipócrita y di la verdad de una
maldita vez.
―¡Esto es vergonzoso, Aro!
¡Qué falta de respeto! ―voceó el chupasangres canoso con indignación―. ¡No
permitirás que este salvaje te hable así, ¿verdad?!
―¡¿Qué me has llamado?!
―grité, echándome hacia delante.
Los miembros de la guardia
que se encontraban allí, consistentes en el chino bastardo, ese grandullón de
Felix y el rastreador, se agazaparon instantáneamente, en cambio, la Pitufina y
su hermano el Pitufo solamente entornaron los ojos, preparándose por si me
tenían que torturar otro poco, y el pelirrojo ni se movió.
Pero Emmett y Rosalie no se
quedaron atrás. Los dos me acompañaron, agazapándose también y rechinando los
dientes. Em incluso hizo restallar las falanges de sus dedos mientras le
sonreía a Felix con una provocación maliciosa. Este le correspondió la sonrisa,
cómo no. La pobre Esme se mantenía al margen, aunque no podía evitar tener ese
rostro de preocupación y desasosiego total.
―Jake, por favor ―me rogó
Nessie, asustada.
Mierda. Si me calmaba, era solo
por ella. No soportaba verla preocupada ni asustada, y mucho menos ponerla en
peligro.
―Paz ―solicitó Aro, alzando
ambas manos, aunque ni siquiera se levantó de su trono.
Los chupasangres de su
guardia se relajaron al instante, así que nosotros hicimos lo propio.
―¿Acaso vas a permitir este
comportamiento? ―bufó Cayo.
―Calma, hermano ―le relajó.
―Esto es intolerable ―masculló
el Vulturis canoso para sí.
Se hizo otro tenso mutismo,
y, en esta ocasión, Aro no sonreía nada de nada.
―De acuerdo ―habló al fin,
relajando ese semblante de muerto disecado. Cayo resopló de nuevo―. Reconozco
que estamos utilizando este hándicap para forzaros un poco, pero no lo llames
chantaje. Como ya te expliqué antes, se trata de una simbiosis. Vosotros nos
ayudáis a vencer en esta batalla y nosotros os ayudamos a recuperar al resto de
vuestro aquelarre. Sin embargo, y a pesar de eso, os aseguro que ellos están
con Vladimir y Stefan.
Carlisle se quedó pensativo
durante unos segundos, mirando al Vulturis con firmeza, y yo me tragué la
lengua por Nessie.
―Está bien, puesto que en
esto has sido sincero, te daré una oportunidad y te creeré ―respondió
finalmente, aunque me pareció que dijo eso más bien para seguirle ese juego de
educación pija―. Sin embargo, hay otra cosa que me preocupa.
―Habla con total libertad,
mi estimado amigo, debéis de haceros a la idea de que estáis en vuestra casa,
como ha hecho Jacob ―sonrió Aro con esa pose de actor malo.
Idiota…
Automáticamente, Em y yo
miramos a los chupasangres de la guardia de nuevo, a la vez que ellos lo hacían
con nosotros. Si hubiera estado en mi forma lobuna, creo que hubiese podido ver
las chispas y rayos fulminantes que salían por los ojos de todos.
―Edward, Bella, Alice y
Jasper estarán en el bando contrario, y lo más probable es que ellos se vean
obligados a luchar ―expuso Carlisle.
Noté cómo la mano de Nessie
temblaba levemente por el temor que eso le ocasionaba. Ya teníamos los dedos
entrelazados, pero los apreté aún más para tranquilizarla.
―Bueno, para eso contamos
con la inestimable ayuda del Gran Lobo, él romperá la barrera de Bella y
podremos atacar sin problemas ―declaró Aro como si nada―. Incluso puede
fulminarlos a todos sin moverse del sitio, según tengo entendido ―siguió,
oscilando la mirada hacia mí para hacerme una especie de reverencia a modo de
reconocimiento.
Ahora la mano de Nessie
sufrió un espasmo.
―¡¿Qué estás diciendo?! ¡No
pienso hacer eso! ―protesté con energía mientras volvía a achuchar la mano de
mi chica un poco más.
―No quiero que sufran
rasguño alguno ―exigió Carlisle, muy serio.
―No me habéis comprendido.
Por supuesto que no haremos eso, solo era un decir ―y rompió a reír en unas
estúpidas carcajadas que me hicieron rechinar los dientes. Cayo seguía con el
ceño sobre los ojos y el otro ni se inmutó. Después de esperar a que ese
chiflado terminase de reírse, volvió a hablar―. Jacob solamente tiene que
eliminar esa barrera y los dones de nuestros contrincantes, del resto nos
encargamos nosotros. Por supuesto, también contamos con vosotros para batallar.
―Si Jacob elimina esa barrera,
los miembros de mi familia quedarán a merced de vuestros ataques ―intervino el
doctor de nuevo. Esta vez, Nessie se pegó a mi costado, buscando ese beso en la
cabeza que le di―. Además, como ya he dicho, ellos se verán obligados a
combatir, y no quiero que ningún miembro de tu guardia les haga daño.
―Mi guardia no los atacará,
te lo garantizo, y tampoco usarán sus dones contra ellos ―prometió ese viejo
acartonado.
―Bien ―aprobó Doc,
asintiendo con la cabeza―. Otra cosa más.
―Habla ―le instó, haciéndole
un gesto con la mano.
―Me gustaría que liberases a
Ryam.
―Me temo que eso no es
negociable ―contestó Aro, más serio.
―Louis y yo estamos
trabajando en un antídoto que puede curarle ―le reveló―. Ya lo tenemos casi
terminado.
―Sigue sin ser suficiente
―afirmó ese decrépito sin escrúpulos.
―¿Por qué no? ―se quejó
Nessie.
―Conoce demasiadas cosas de
nuestro mundo, y, como ya sabes, mi querida Renesmee, nuestra primera ley es la
de salvaguardar el anonimato de todos nosotros.
―Pero él no le contará nada
a nadie ―intentó alegar ella, transformando su adorable carita en una llena de
súplica.
Dios, esto se me clavaba en
el corazón.
―Eso no lo sabemos, y la ley
es la ley ―intervino Cayo, malhumorado.
Mi chica rechinó los dientes
con frustración y yo volví a apretar su mano, pero esta vez para decirle que ya
buscaríamos una solución. Ella comprendió mi mensaje a la perfección, respiró
hondo y se tranquilizó un poco.
―¿Cuándo será esa batalla?
―quise saber.
―Estimamos que pudiera
producirse dentro de unos días, puede que la semana que viene ―me respondió.
―Tienes que concretarme más
―le pedí―. No sé cuántos miembros de mi manada han venido hasta aquí, pero
necesitaremos contar con más efectivos y tengo que convencerlos y organizarlos
a todos. Además, tienen que venir desde La Push y eso conlleva un tiempo de
adaptación.
―Creemos que lo más probable
es que sea dentro de unos cuatro días ―me reveló―. Y no te preocupes, todos los
gastos correrán de nuestra cuenta.
―Quiero ver a mis hermanos
ahora, quiero que estén aquí ―exigí, alzando la barbilla, reconozco que con un
poco de chulería―. Si quieres que trabajemos juntos, ellos tienen que estar
conmigo y con el resto. Ya sabes, para acostumbrarnos a tus chupasangres.
No miré, pero noté cómo estos
me acuchillaban con la mirada.
―Oh, por supuesto ―accedió. Por
el contrario, Cayo refunfuñó por lo bajo―. Enguerrand, ve a buscar a esos
lobos.
―Sí, maestro ―asintió este,
haciendo una reverencia con una devoción ciega.
Y se marchó de la habitación
como un torpedo.
―Bueno, supongo que ahora
que hemos hecho esta alianza, le quitaréis ese cordón y esos grilletes a mi
marido ―habló Nessie con exigencia.
―Claro, cómo no, mi preciosa
Renesmee ―aceptó el Vulturis chiflado―. En cuanto terminemos esta reunión tan
importante, le ordenaré a mi guardia que lo liberen de tales cosas.
Uf, menos mal.
―Y quiero que mi marido deje
esa celda ya. Si vamos a quedarnos aquí unos días, me gustaría que nos dieseis
una habitación más cómoda, mi marido y yo necesitamos nuestros momentos de
intimidad ―soltó sin cortarse un pelo, observando a la rubia canija con esa
media y maléfica sonrisita de antes.
Solo dijo eso último para
ponerle los dientes largos a la Pitufina, y lo consiguió. Esta rechinó los
dientes por enésima vez, aunque a Cayo se le escapó una cara de asco que lo
decía todo. Imbécil.
Nunca había oído a Nessie
usar tanto el término marido. Bueno, vale, llevábamos muy poco tiempo
casados, pero era la primera vez que la oía pronunciarlo tantas veces, y,
además, con esa territorialidad. Eso me volvía completamente loco.
―Por supuesto. Todos
tendréis un cómodo e íntimo alojamiento ―volvió a aceptar el pelota de Aro,
dedicándole una mirada que pretendía cómplice a Nessie, que no coló.
―Ya sé que no queréis soltar
a Ryam ―seguí yo―, pero podíais dejar que viniese con nosotros a esa batalla.
Carlisle se giró hacia mí
para mirarme con sorpresa y Nessie me observó con esperanza. Sí, mi idea era
muy buena, tenía que reconocerlo.
―¿Venir a la batalla?
―repitió el vejestorio canoso sin entender nada de nada.
―Es un gigante, y podría ser
muy útil, pensadlo ―afirmé con confianza. Los dos Vulturis se miraron,
dudosos―. Sí, bueno, no sabe luchar, pero mis lobos y yo podríamos enseñarle
varias técnicas, incluso podría ser útil para manejar a esos otros gigantes.
Eso pareció interesarle a
Aro. Bien.
―Habla ―me instó,
interesado.
―Ya sé que no os gustan las
especies nuevas ―se me escapó un puntito de acidez que no pude reprimir, y todo
por lo de hace dos años con el tema de Nessie y su condición de semivampiro
metamorfo. En fin―, pero Ryam podría manejar a esos gigantes. Me explico. Esos
gigantes son inmortales, pero inmortales del todo, vamos, se regeneran y no hay
quién termine con ellos, así que no hay manera de ganarles. Bien, está claro
que la especie ya está creada y que no se puede eliminar, ¿no? Pues lo mejor
sería redirigirlos.
―¿Redirigirlos? ―preguntó
Cayo, frunciendo ese tupido ceño blanco con extrañeza.
―Sí, llevarles por el buen
camino ―expliqué, utilizando esa expresión para convencerles más―. Está claro
que acabaremos con esos dos rumanos y con su ejército, pero esos gigantes
seguirán ahí, ¿y qué vamos a hacer con ellos? ¿Los dejaremos tirados en
cualquier escondrijo, arriesgándonos a que alguien peor los encuentre y los
utilice en nuestra contra en el futuro? O a lo mejor siguen luchando contra
nosotros sin parar, quién sabe. En cambio, si la persona adecuada les dirige,
si alguien con buenas intenciones los lidera, ellos no supondrían ningún
peligro. ¿Y quién mejor que Ryam para eso? Él es otro gigante, aunque no como
ellos, claro, pero es un gigante, nadie va a saber manejarlos mejor que él.
―Pero Carlisle acaba de
decir hace un momento que Ryam va a curarse ―recordó Aro.
―Ryam podría dirigir a esos
gigantes hasta que Louis y yo encontrásemos otra cura para ellos ―intervino
Doc, hablando con esa tranquilidad y mesura de siempre―. No estoy seguro de que
esos gigantes puedan curarse, pero podríamos intentarlo. Siempre sería mejor
que no hacer nada y que permitir que esa especie estuviera encerrada, con el
riesgo que eso supondría.
Se hizo un mutismo que duró
unos segundos, aunque a mí me parecieron eternos.
―No sabemos si él aceptaría
tal cargo ―dijo Aro, un tanto dudoso todavía.
―Yo hablaré con él ―me
ofrecí―. Ryam podría unirse a la alianza. Si él os ayuda y demuestra que podéis
confiar en él, ¿le dejaríais en libertad?
Los dos vejestorios
momificados se volvieron a mirar y después llevaron la vista hacia mí de nuevo.
―Tendríamos que deliberarlo
―declaró el Vulturis tarado.
Nessie apretó mi mano con
esperanzas, porque por lo menos no había sido un no rotundo. Además, se notaba
que mis palabras les había tocado un poco.
―Por supuesto ―asintió
Carlisle.
―Bien, ¿alguien quiere…
proponer algo más? ―inquirió Aro.
Nadie dijo nada.
De pronto, la puerta se
abrió y el pelirrojo pasó adentro, acompañado por mis hermanos de manada. Los
muy idiotas entraron medio agazapados mientras miraban a todas partes con cara
de alerta total y arrugaban la nariz con hastío.
Cuando me vieron, intentaron
recuperar la compostura, pero se notaba lo incómodos que estaban. Sam, Quil,
Embry, Seth, Paul, Jared, Shubael e Isaac se acercaron a nosotros con ese
recelo todavía palpable, sin quitar ojo a la guardia y a los propios Vulturis,
y el Zanahorio se colocó en su puesto, junto al resto de sanguijuelas.
―¿Estás bien? ―me preguntó
Sam con un cuchicheo.
―Sí.
Quil se fijó en mis
grilletes y en ese dichoso cordón metálico de mi cuello y le chirriaron los
dientes. Sus puños comenzaron a temblar, pero Sam posó su mano sobre una de sus
muñecas para tranquilizarle.
―Bienvenidos ―les dijo Aro
con otra sonrisa mal fingida. Mis hermanos no le dijeron nada, se dedicaron a
mirarle con desconfianza y rabia. Eso hizo que el Vulturis carraspeara para
seguir hablando―. En fin, puesto que ya estamos todos, podemos comenzar a
platicar sobre las tácticas a seguir en la batalla.
―¿Qué batalla? ¿Qué está
pasando aquí, Jacob? ―quiso saber Sam.
―Me gustaría hablar con mi
manada a solas ―declaré―. Tengo que explicárselo todo.
―Oh, desde luego ―aceptó
Aro―. Enguerrand, acompáñales a la sala contigua.
―Sí, maestro ―obedeció el
pelirrojo.
Este comenzó a caminar hacia
la salida y nosotros, incluida Nessie, por supuesto, le seguimos. Salimos de
esa habitación lúgubre y sombría y nos dirigimos por el mismo corredor de antes
hacia esa sala de puertas doradas, donde, una vez dentro, Enguerrand se piró y
tuve que explicarles todo el cuento a mis patidifusos hermanos.
padrisimooo........ te adoro tamara
ResponderEliminarMuchisimas gracias!!!! Y yo os adoro a vosotros!!! Sois los mejores!!!!
ResponderEliminarUn lameton para ti!!!!
JACOB&NESSIE (Tamara) xD
¡HOLA!SOY NOVIEMBRE:
ResponderEliminarLA MANERA DE ACTUAR DE JACOB, ES LA SUYA PROTESTÓN CUANDO ALGUIEN SE INTENTA APROVECHAR DE ÉL O DE LA GENTE QUE QUIERE. NO SERIA JACOB SI NO SE REBELARA CONTRA VIENTO Y MAREA SI ES NECESARIO; ES LÓGICO QUE ACTUE ASI.
NESSIE,PUES QUE QUIERES QUE TE DIGA QUE A MÍ ME PASARIA LO MISMO LE ARRANCARIA LA CABELLERA A ESA CURSI DE VAMPIRO SI VUELVE A TOCAR A MI LOBO.
MUCHOS LAMETONES.