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jueves, 4 de agosto de 2011

NUEVA ERA. CAPITULO 59: SÍ, VALE, NO SÉ DE QUÉ ME ASUSTO YA, PERO ES QUE ESTO ES DEMASIADO



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NO DUDEIS EN DEJAR VUESTROS COMENTARIOS, PREGUNTAS, ETC, YO CONTESTARE A TODO GUSTOSAMENTE ^^




NUEVA ERA II. COMIENZO 1ª Parte (Continuacion de "NUEVA ERA. PROFECÍA")
Para leer este fic, primero tienes que leer "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog, y "Nueva Era I. Profecía". Si no, no te enteraras de nada 😉


CAPITULOS:

PARTE UNO: COMIENZO:

RENESMEE:


JACOB:

57. ESTO ES EL HOTEL DE LOS HORRORES: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-57-esto-es-el-hotel.html
58. NO TE IMAGINAS LO DESESPERANTE QUE ES LA ESPERA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-58-no-te-imaginas-lo.html


SÍ, VALE, NO SÉ DE
QUÉ ME ASUSTO YA,
PERO ES QUE ESTO
ES DEMASIADO


Esperar cuatro días sin hacer nada, rodeados de apestosos chupasangres por todas partes, no es nada fácil, sinceramente. Y menos para nosotros. No me fue difícil convencer a gran parte de la manada, y Leah se apresuró a venir con más efectivos encantada de la vida, se notaba cuánto le había gustado que contase con ella para la batalla.
Estaba como loca por ascender del todo en la pirámide del grupo. Bueno, para mí los dos eran iguales, por supuesto, pero mientras Sam estuviera, el puesto de segundo al mando era compartido. En realidad, por linaje le correspondía a ella, pero Sam era Sam, era el hermano mayor, seguía siéndolo, al menos para mí. Era mi consejero más fiable, y era el maestro de todos nosotros, así que, ¿cómo iba a relevarle? Vale, sí, él me había repetido mil veces todo ese rollo del linaje y me había dicho que él lo aceptaría con orgullo y honor, típicas palabras suyas. Pero me negué en rotundo. Sam había sido el Alfa, siempre lo había sido hasta que yo me marché por mi cuenta, lo había sido de su manada no hace tanto, cuando pasaron a ser dos en aquel entonces, y se merecía un reconocimiento. También tenía que reconocer que Leah, por mucha fachada que aparentase, era muy benevolente. No solo había soportado ese pasado con Sam oscuro y amargo que a punto había estado de pudrirnos a todos, sino que, además, había aceptado ese cargo compartido con él sin rechistar, acatando mis órdenes con total lealtad y obediencia. Así que hace tiempo le prometí que en cuanto él lo dejase, ese puesto sería todo para ella. Se lo merecía, por linaje y por comportamiento. El que yo contase con ella también para esto y no la hubiese dejado en La Push al cuidado y mando de los otros, le demostraba que pensaba cumplir mi promesa. Eso le gustó.
No hizo falta que ellos vinieran hasta la guarida de los Vulturis, habían tenido suerte; Aro me comunicó un sitio cercano al claro donde sería la batalla y quedamos allí con Leah y su grupo, dándoles todas las instrucciones necesarias para que llegasen sin problemas. Eso sí, después de esos cuatro días larguísimos y tediosos, nosotros por fin nos piramos de ese antro maloliente.
Ahora caminábamos en silencio por esos bosques mediterráneos, ni siquiera sabíamos dónde estábamos. Dependiendo de la zona, de si pasábamos por el margen de algún río o lago, nos encontrábamos con álamos, chopos y olmos, y si la zona ya era más árida, nos topábamos con alcornoques, robles y pinos. Eso sí, el árbol por excelencia era la encina, este estaba por todas partes, ya fueran zonas más húmedas o secas. En cambio, en el sotobosque que nos acompañaba siempre prevalecía una variedad de arbustos de aspecto leñoso y espinoso que, sin embargo, eran muy aromáticos. Bueno, no entendía mucho de especias, pero los que conseguí distinguir olían a romero y tomillo. Era toda una gozada oler eso después de tener que soportar aquel hedor durante cuatro días. De veras, era horrible, asqueroso, llegue a creer que ese ácido había terminado quemándome la nariz por dentro y que eso afectaría a mi agudo olfato, pero no. Gracias a Dios, pudimos respirar aire fresco, notando todos los matices que nos traía esa brisa cálida, y mis ocho hermanos y yo lo disfrutamos como nunca.
Nessie iba sobre mi lomo, por si acaso. No me fiaba de ningún chupasangres que no fuera alguno de los Cullen, y me sentía más tranquilo llevándola encima de mí, además, nunca se sabía cuándo había que echar a correr y, aunque ella era más rápida en su forma de casi vampiro, no quería que se transformase ni gastase energías innecesarias.
Podía notar lo tensa que estaba, por el abrazo de sus piernas y por cómo se aferraba a mi pelaje. Sí, estaba muy preocupada por sus padres y sus tíos, lógicamente, pero también estaba ansiosa por verles, por rescatarles. Y yo también.
A diferencia de las dos veces que nos las tuvimos que ver con esos viejos decrépitos, esta vez no viajaba todo su séquito. Las aparentemente frágiles esposas de Aro y Cayo se habían quedado en casa, bien resguardadas, y tampoco nos acompañaba ningún testigo. Esto era una guerra, y las guerras son sucias, están mal vistas, producen un mal efecto.
Para lo anticuadas que parecían, las tres momias correteaban con mucho sigilo, casi parecía que flotaban en el aire. No sé qué parecían, la verdad. Tres espectros de capas negras revoloteando como fantasmas entre la espesura de ese bosque. Menos mal que era de día y todavía había mucha luz, si no, entre la capucha negra y ese trotar levitante, solo les faltaría la guadaña. Lo hacían a la cabeza de su ejército, cómo no, creando ese abanico cromático con sus estúpidas capas que era más oscuro en el centro, donde se encontraban ellos, y que se iba aclarando hacia los lados, según el grado de la guardia.
Finalmente, esos fósiles permitieron que Ryam nos acompañase. Meditaron bien la idea, porque no lo supimos hasta justo el momento de partir. Eso sí, no fuimos capaces de hacer que lo sacaran de esa  mugrienta celda durante estos cuatro días. Malditas alimañas. Yo ya había hablado con él el segundo día para explicarle toda la situación, y me había costado lo mío convencerle para que accediera. Idiota testarudo. El muy borrego no se daba cuenta de que no se trataba de servir a los Vulturis o no, sino de tener una oportunidad de vivir y ser libre. Sí, vale, esto era una mierda, pero lo era para todos, y ¿qué tenía que perder? Si no se aliaba con esos muertos vivientes, él sí que terminaría muerto del todo, así que por lo menos había que intentar esto, ¿no? En fin, sonaba fatal, pero si los Vulturis lo veían como alguien útil, no se desharían de él. Yo se lo estaba brindando en bandeja, y el muy imbécil seguía erre que erre. Menos mal que al final conseguí convencerle, aunque creo que lo hizo más por ayudar a esos gigantes que por lo demás. Una ayuda inútil, por otra parte, porque yo dudaba mucho de que esos tuvieran cura.
Total, que parecíamos una tropa extraña que no pegaba ni con cola, aunque los dos grupos íbamos claramente por separado. En un lado del ring, se encontraba el boxeador italiano, con una potente diestra formada por la Pitufina y su hermano el Pitufo, una zurda no menos fuerte, consistente en el resto de su guardia, y una cabeza pensante representada por los espeluznantes padrinos mafiosos llamados Vulturis. Y en el otro lado del ring nos encontrábamos nosotros, una manada de lobos enormes, un gigantón que no sabía luchar y que era un cabezota solitario, una semivampiro preciosa, dulce, espectacular, maravillosa y valiente que se podía transformar en un vampiro casi completo, y cuatro vampiros liderados por una mente prodigiosa como la de Carlisle. Sí, éramos un grupito de lo más surrealista. Genial, íbamos a dar el cante pero bien.
El sol comenzó a bajar, topándose irremediablemente con las montañas que se avistaban desde los montes italianos por los que ya caminábamos. Algunos rayos todavía conseguían escapar de la presa de esas cordilleras rocosas cuando llegamos al sitio acordado para el encuentro con el resto de mi manada. Habíamos estado en contacto mental todo el tiempo desde que Leah y su grupo se habían transformado, así que no nos llevamos ninguna sorpresa al vernos los unos a los otros.
Ya era hora, protestó Leah en cuanto nos paramos frente a ellos.
Si fuéramos solos no hubierais tenido que esperar tanto, resopló Isaac.
Hola, hermanita, saludó Seth, sacando la lengua a modo de sonrisa.
―Hola, chicos ―dijo Nessie, se notaba que con una sonrisa, ajena a toda esta conversación.
―Mis queridos metamorfos ―intervino Aro de repente, impidiendo que mis lobos pudieran siquiera asentir a Nessie para corresponderle el saludo―. Os agradezco mucho que colaboréis en esta alianza.
La momia adormilada y la gruñona se quedaron más atrás, junto a su guardia, pero la que sí estaba con Aro era esa tal Renata, que tenía sus dedos sobre la espalda de ese vejestorio falso, creando esa burbuja a su alrededor. No sé para qué la hacía acercarse, ya que yo podía eliminar esa barrera con un solo soplido, si quisiera. Varick, en cambio, permanecía en la fila. Podía erigir su escafandra particular desde allí, supongo, estaba bastante cerca y, bueno, yo podía verla.
―Amo ―murmuró Renata con voz temblorosa.
―Tranquila, querida ―le contestó él, alzando la mano para hacerle un gesto hacia atrás sin dignarse a mirarla.
Sus repugnantes ojos no se podían despegar de mí y de mi manada, y estos decían claramente aquellas palabras que Edward nos había revelado en nuestro primer encuentro con estos viejos Vulturis. Todavía resonaban en mi cerebro: está intrigando con la idea de tener… perros guardianes.
No pude evitar que me rechinasen los dientes, porque, aunque solo fuera por esta vez, lo había conseguido. Aunque no fui el único molesto, la gran mayoría de la manada gruñó, mostrándole sus dentaduras a modo de disconformidad absoluta.
―Creo que sería mejor que hiciésemos noche aquí, Aro ―intervino Carlisle oportunamente―. Ellos necesitan descansar.
―Oh, es cierto ―se dio cuenta, volviéndose hacia él―. Ya no recordaba que ellos necesitan dormir.
¿Dormir? Con toda esta chusma aquí, imposible.
Los miembros de su guardia se miraron unos a otros con un tinte burlón y altivo en sus miradas. El vejestorio canoso resopló con cansancio y el adormilado ni se inmutó, como siempre. Imbéciles. Si no fuera por nosotros, todos ellos terminarían reducidos a cenizas.
La enana canija aprovechó nuestro desvío de atención hacia ellos para dedicarnos una mirada despectiva a Nessie y otra arrogante a mí. Pude escuchar el machacamiento de las muelas de mi chica, aunque sus dedos también aferraron mi pelaje con más fuerza.
Ese chino bastardo tampoco desaprovechó la ocasión para sonreírme con burla. Maldito farsante usurpador de identidades, algún día me vengaría por todo. Su estúpida expresión cambió de sopetón al ver ese sentimiento tan claro en mis ojos.
―Estoy seguro de que ellos se sentirían más cómodos si vosotros pasaseis la noche un poco más alejados  ―siguió pidiendo Doc con esa voz pausada―. No están acostumbrados a la presencia masiva de vampiros.
Sí, muy bien, Carlisle, aprobó Seth.
―Por supuesto, lo comprendo. Como gustéis ―accedió Aro sin más contemplaciones, asintiendo a modo de reverencia―. Nos alejaremos un kilómetro exacto, y estaremos aquí al alba.
―De acuerdo. Aquí os esperaremos ―aceptó Carlisle con otra reverencia.
Pero, de pronto, alguien totalmente inesperado salió corriendo de entre los árboles, haciendo que todos nos girásemos para mirar algo sobresaltados.
―¡Ryam! ―gritó Helen, sollozando.
Al interpelado casi se le caen los ojos de las cuencas y se quedó completamente inmóvil, de la impresión. No fue el único, todos los presentes, incluida Nessie, necesitamos parpadear varias veces para aclararnos la vista.
Helen llegó a Ryam y se abalanzó a él para abrazarle. Ella apretó su abrazo mientras lloraba en su cuello, y entonces fue cuando él reaccionó y la rodeó con sus brazos.
―¡Helen! ―exclamó Nessie.
Me agaché, echándome en el suelo, y ella se bajó de mi lomo con un grácil salto para acercarse a su amiga.
―¿Qué haces aquí? ―le preguntó él cuando la separó un poco cogiéndola por los brazos, con una mezcolanza de alegría, incredulidad y disgusto a la vez, aunque al final ganó esto último.
―Estaba muy preocupada por ti ―le contestó ella, secándose las lágrimas.
Nessie llegó junto a ellos y las dos amigas se abrazaron. Yo me coloqué a su lado en un plis.
―¿Estás loca? ¿Cómo se te ocurre venir? ―le reprendió mi chica con un cuchicheo―. ¿Y cómo has llegado?
―¡¿Qué es esto?! ―protestó la momia canosa, frunciendo su tupido entrecejo blanco―. ¡¿Qué hace una humana aquí?!
Menuda movida, murmuró Jared.
No, menudos idiotas, le corregí para regañarles. ¿No os habéis dado cuenta de que os seguía?
Era evidente que había sido así, y lo había hecho en su forma de gigante, ya que sus ropas estaban rasgadas.
El viento venía hacia nosotros, no podíamos olerla, declaró Leah.
Y, para ser un gigante, es muy sigilosa, siguió Cheran, antes de que me diera tiempo a abrir el pico.
Vuestra eficacia me abruma, dije con sarcasmo, imitando ese habla tan pija de los chupasangres que nos rodeaban.
―Esto es un gran contratiempo, sin duda ―secundó Aro, malhumorado.
Mi chica amarró la mano de Helen.
―No es una humana cualquiera, es otro gigante ―reveló Nessie en un intento de que esos vejestorios le diesen una oportunidad.
―¿Otro gigante? ―inquirió, observando la ropa de Helen.
Entonces, su asqueroso semblante semitransparente cambió al darse cuenta de que su vestimenta rota le daba la razón a Nessie.
―Podría ayudar a Ryam en su tarea ―propuso mi chica.
―¿Ayudarle en qué? ―preguntó Cayo, mosqueado.
―A reconducir a esos gigantes ―intervino Ryam―. Con ella, mi tarea me resultaría mucho más fácil.
Menos mal que ya veía el quid de la cuestión y se daba cuenta de que esto podía salvarles la vida.
―No sabemos de cuántos gigantes disponen Vladimir y Stefan ―habló Doc, ayudando a Ryam―, pero sería mucho más sencillo manejarlos a todos con dos líderes, en vez de uno.
El Vulturis canoso miró a un lado, resoplando, pero Aro se quedó pensativo durante un rato que se nos hizo eterno a todos.
Venga, venga, pensó Quil, como si así el Vulturis fuera a decidir más deprisa.
―¿Tú estás dispuesta a unirte a esta alianza? ―le preguntó Aro a Helen.
Cada vez que escuchaba la palabra alianza, me rechinaban los dientes. No fui el único, ese era el sentimiento general de la manada.
Esta miró a Nessie y a Ryam, que asintieron para que diera su brazo a torcer.
―Sí ―afirmó tímidamente.
―De acuerdo ―aceptó Aro por fin―. Puede venir con nosotros.
La momia canosa giró su semblante decrépito para mirarle con total disconformidad, pero solo se limitó a fruncir más el ceño y los labios.
―Te lo agradecemos, Aro ―y Carlisle volvió a hacerle una especie de reverencia con la cabeza.
―Estaremos aquí al alba ―repitió ese viejo chiflado con una cara que fingía una benevolencia de la que, en mi opinión, no gozaba nada.
Aro, acompañado de su guardaespaldas particular, se dio la vuelta y flotó hasta su retaguardia, junto con los otros dos fósiles, y comenzaron a darse el piro.
Ese tarado se fiaba de nosotros, claro, sabía que nos tenía bien cogidos con todo este asunto de Bella, Edward, Alice y Jasper. Le necesitábamos para saber dónde se encontraban.
En cuanto les perdimos de vista, todos nos relajamos.
¡Uf! Menos mal, suspiró Shubael. Ya creía que íbamos a tener que dormir junto a esas sanguijuelas.
Voy a transformarme para hacer más compañía a Nessie y a los Cullen, anuncié. El que quiera, puede hacer lo mismo, aunque tendremos que estar alerta, por si acaso.
Sí, yo voy a transformarme también, se unió Embry.
Y yo, ya puestos, coincidió Quil.
Mi cabeza se llenó de asentimientos y de voces que se apuntaban y, en un abrir y cerrar de ojos, todos nos escondimos, adoptando nuestra forma humana.
Salí de mi escondite con mis dos piernas y me puse junto a Nessie, que me recibió con un beso en los labios que a mí me hubiera gustado que durase más. Luego, nos cogimos de la mano, entrelazando nuestros dedos con ansia.
―¿Cómo se te ocurre venir hasta aquí? ―le regañó Ryam a Helen. Estaba realmente enfadado―. Ahora te has puesto en peligro.
―No sabía nada de ti y estaba preocupada ―respondió ella, también cabreada.
―Sabes que sé cuidarme, no tenías de qué preocuparte ―rebatió él―. Tenía la situación controlada.
―Sí, claro ―dudé, observándole de arriba abajo con escepticismo total―. Por eso sabías cuántas piedras había en el muro de la celda.
Ryam me dedicó una mirada asesina, pero me importó un bledo.
―Por eso te cogieron los Vulturis ―contestó ella con sarcasmo.
―Repito que ahora ―matizó, echándome un vistazo fugaz― tenía la situación bajo control. Hasta que llegaste tú ―le echó en cara.
―Bueno, chaval, que se te bajen los humos ―intervino Emmett, que estaba con los brazos cruzados, observando toda la discusión como el que ve un debate en la tele―. Si no fuera por Jake, ya estarías muerto.
A Ryam le rechinaron los dientes, pero tuvo que cerrar el pico.
―Si no te fueras por ahí tú solo, los Vulturis no te hubieran atrapado ―le criticó Helen.
―Si tú no hubieras venido, no te verías implicada en todo esto ―replicó él.
―Bueno, vale ya ―protesté para detener esa absurda disputa―. Ahora ella ya está aquí, así que todo eso no importa.
―¿Y cómo has llegado hasta aquí? ―le preguntó Nessie a su amiga.
―Me enteré de que Ryam estaba en Volterra y de que los lobos iban a venir ―nos desveló. Ryam la miró y resopló―. Me enteré del vuelo que iban a coger y, con mis ahorros, me compré un billete. Después, les seguí hasta aquí.
―¿Y cómo te enteraste de que Ryam estaba en Volterra y de que mis lobos iban a venir hasta aquí? ―quise saber, intrigado.
―Mercedes me lo dijo ―y se encogió de hombros.
Todos nos giramos para lanzarle una mirada acusadora a Embry, que se rascó la nuca con nerviosismo.
―Bocazas ―le reprendió Quil, dándole una colleja.
―¿Qué queréis? No puedo evitarlo ―se excusó él.
―Bueno, ¿y los demás no la visteis en el avión? ―inquirí, echándoles la bronca con la mirada a todos.
―Me senté lejos de ellos ―confesó Helen, frunciendo los labios con cierto remordimiento.
―Allí olía a humanos por todas partes ―alegó Leah sin dejar que yo formulase otra pregunta.
Emmett rompió a reír a carcajada limpia, alzando su careto hacia arriba para que las risotadas se esparcieran mejor por el aire.
―¡Vaya panda! ―exclamó acto seguido, sin dejar de reírse―. ¡Os la ha colado bien!
Genial. Lo que me faltaba. Con esto Emmett tendría para una buena temporada.
―Quisiera ver si vosotros lo hubieseis hecho mejor ―dijo Paul.
―Por supuesto, a nosotros no se nos hubieran escapado esos detalles ―presumió Rosalie, alzando la barbilla mientras sonreía con esa petulancia suya.
―Ya, claro ―cuestionó él.
Carraspeé para cambiar de tema.
―Bueno, ¿qué os parece si encendemos una hoguera o algo? ―propuse.
La noche ya se cernía sobre nosotros.
―Sí, buena idea ―apoyó Seth, que, como siempre, era el primero en hacerlo.
―Pues, hala, id recogiendo ramas y eso ―les mandé.
―Tendrás morro ―rio Nessie.
Los demás se rieron, pero comenzaron a obedecer mi orden.
―No te lo imaginas, Ness ―se quejó Nathan.
―Sí, menos mal que no le gustaba mandar ―siguió Cheran.
―No lo entendéis ―rebatí, sonriendo con picardía―. Yo me tengo que quedar para proteger a Nessie.
―¿Protegerme? ―volvió a reír―. Creo que estoy muy bien rodeada ―y señaló a su familia con la mano.
―Ya, nena, pero por si acaso ―reiteré con otra sonrisa, dándole un beso corto en los labios.
―Lo dicho, que tienes una cara que te la pisas ―rio Nathan mientras ya echaba a andar con el resto del grupo para recoger ramas.
―Por algo es el jefe, tío ―le dijo Jared, que caminaba junto a él.
―Venga, sin rechistar ―les azuzó Sam, dándoles un pequeño empujón a los dos.
No tardamos nada en hacer una pira, estábamos más que acostumbrados a hacerlas. Todos nos sentamos alrededor, formando una especie de corrillo extraño donde la variedad de especies era más que evidente. No hacía nada de frío, pues era verano, pero Nessie se acurrucó a mi lado, bajo mi brazo protector, rodeándome con los suyos para que su mejilla se posase mejor en lo alto de mi pecho. Podía sentir la envidia sana que emanaban todas las cabezas quileute imprimadas que me rodeaban. Me sentí un poco culpable por poder disfrutar de mi chica en estos momentos; sabía que ellos se mordían las uñas, de lo que echaban de menos a las suyas, pero no pude evitarlo, Nessie me atraía demasiado como para negarme a tal privilegio.
Rephael, Michael y Nathan insistieron en cazar algo para cenar, así que se transformaron para tal fin, y los Cullen aprovecharon para escaparse un rato y saciar su sed, pero tanto unos como otros no tardaron en volver.
Doc, Esme, Em y Rose se sentaron de nuevo alrededor de la hoguera y mis tres lobos dejaron las presas en el suelo. El idiota de Michael trotó alrededor de la pira y soltó un aullido al viento para presumir de su gran caza. Entonces, de pronto, otro lobo, aunque normal, contestó a varios kilómetros.
―Vaya, qué curioso ―se sorprendió Esme, mostrando sus hoyuelos al sonreír.
Cómo no. El vacilón de Michael tuvo que repetir su hazaña, así que se detuvo y volvió a aullar. Otro de los lobos normales no tardó en responder a su saludo.
―Qué guay ―rio Nessie.
―¿Eso te parece guay? ―me burlé, bajando la cara para mirarla.
Ella alzó su rostro para hacer lo mismo y Michael gañó en protesta.
―Sí, es guay ―me contestó, pellizcándome la mejilla.
―Espera a ver esto, nena, ya verás lo que es guay ―afirmé, separándola de mí con delicadeza.
Michael ya estaba protestando con otro gruñido cuando me levanté y corrí hacia los árboles para cambiar de fase. Regresé a cuatro patas y me planté delante de todos.
Te lo tienes merecido, Michael, se burló Rephael, soltando una risita lobuna.
Sí, ya, aceptó este a regañadientes.
―¿Vas a cantarnos una ópera? ―se mofó Emmett.
―Ya verás lo que puede hacer ―presumió Seth, sonriendo con orgullo.
Miré a Nessie con una sonrisa lupina, esto es, sacando la lengua fuera mientras jadeaba, y ella me recompensó con una risilla. Verla reír era todo un regalo, y eso es lo que quería. Cuanto más se distrajese, menos sufriría por todo esto de Bella, Edward, Alice y Jasper. Sí, vale, ya sé que nada iba a hacer que ella se olvidase de eso, pero por lo menos le ayudaba a pasar mejor el mal trago.
Metí mi lengua dentro y me puse serio. Hinché los bronquios del todo y solté el aire poco a poco, haciendo vibrar mis cuerdas vocales en un aullido potente y largo, a la vez que alzaba mi cabeza para que ese sonido se propagase mejor. El aullido se extendió por el bosque, reclamando mi total supremacía, dejando un mensaje alto y claro. Michael, Nathan y Rephael no pudieron evitar que sus patas se doblegasen para echarse en el suelo, con las colas hacia dentro y las orejas gachas, en señal de respeto y sumisión, aunque el resto de mis hermanos, que estaban en su forma humana, también lo sintieron, si bien ya estaban sentados. Y, entonces, vino lo que le quise enseñar a Nessie.
Los diferentes aullidos venían de todas partes, desde las montañas que quedaban al oeste, como desde los frondosos bosques que teníamos al este. Norte, sur, este y oeste. Las numerosas manadas de lobos comunes que habitaban todos aquellos kilómetros que nos circunvalaban respondieron a mi mensaje con aullidos largos que sonaban a la vez, para mostrarme sus respetos y aceptar mi mensaje, cubriendo ese cielo estrellado del bosque con un invisible manto místico y abrumador. Lo era incluso para mí.
Cuando terminé de aullar, ellos también lo hicieron. Bajé la cabeza y miré a mi público.
Ugh.
Ese silencio que quedó acto seguido, lleno de sobrecogimiento, y esas miradas asombradas y claramente maravilladas, hicieron que me arrepintiese enseguida de haber hecho el numerito. Yo solo lo había hecho para animar a Nessie, pero esto…
―Es… impresionante ―exhaló Doc, todavía con esa mirada instalada en sus ojos dorados.
―Guau ―murmuró Emmett.
Genial. Quién me mandaría a mí…
Nessie me observaba completamente engatusada, aún tenía la boca abierta. En fin, no podía negar que verla tan orgullosa de mí me hacía sentir muy halagado, pero que todos me mirasen igual…
Gañí a modo de suspiro y me piré de todas las vistas para adoptar mi forma humana enseguida. Si no me tenían delante como lobo, ya no me mirarían igual.
Salí de mi escondite a dos piernas y me senté junto a mi chica de nuevo, haciendo como que no había pasado nada.
―Bueno, qué, ¿preparamos esto para cenar? ―sugerí, estirándome para coger una de las presas.
―Jake, es increíble ―exclamó Nessie, abrazándome con efusividad―. Tenías razón, esto sí que es guay ―rio.
La garganta de Michael volvió a emitir un gañido mientras se ponía de pie junto con los otros dos lobos para cambiar de fase.
―¿Lo ves? ―sonreí; no pude evitar presumir otra vez.
―Sí ―y pegó su rostro al mío con una rapidez que me tomó completamente desprevenido para besarme con entusiasmo.
Fue irremediable. Mi boca le correspondió ipso facto.
―Bueno, bueno, cortaos un poco, que a algunos nos dais demasiada envidia ―bromeó Jared, tirándonos una ramita.
Nos despegamos para esquivarla y todos nos reímos.
En cuanto Nathan, Michael y Rephael llegaron como humanos, comenzamos a preparar la carne y la pira se llenó de charlas, cuyo fondo no podía dejar de ser esa batalla, aunque también había tiempo para otros temas.
―Oye, Embry, ¿qué tal está Mercedes? ―interrogó Nessie, seguramente para cambiar a un tema más relajado.
―Ah, muy bien. ¿Sabías que Teresa y Ezequiel se han comprado una casa a las afueras de Forks? ―le anunció él, todo contento.
―No, no lo sabía ―sonrió Nessie, mirándome con una pregunta en los ojos.
―Me acabo de enterar ―le respondí, alzando las dos manos para defender mi inocencia.
―Sí, bueno, es que Mercedes me lo confirmó ayer mismo, por eso no me dio tiempo a contártelo ―me dijo él a mí.
―¿Entonces Teresa y Ezequiel están… liados? ―cotilleó Emmett, juntando los dos dedos índices varias veces.
―Eso creo ―declaró Embry, sonriendo.
―Sabía que eso iba a pasar ―manifestó Ryam con una mueca a modo de sonrisa.
―¿Por qué lo dices? ―quiso saber Nessie.
―Porque Ezequiel le echó el ojo en cuanto la vio.
Todos nos reímos de nuevo y la hoguera se convirtió en todo un corrillo de cotilleos y comentarios, haciendo que la noche se tornase más agradable. Casi llegamos a olvidar por qué estábamos allí. Casi, porque eso solamente duró un momento y la nocturnidad es demasiado larga; da para pensar en muchas cosas, sobre todo a la hora de intentar coger el sueño. Además, el alba se iba acercando cada vez más, trayendo toda esa tensión consigo.

Enseguida vislumbramos a las tres momias y su guardia en ese horizonte arbolado y lleno de neblina. Tal cual se habían pirado anoche, así llegaron. Flotando sobre la bruma como si de todo un ejército del mal se tratase.
Los espectros se detuvieron a cierta distancia, excepto ese chiflado de Aro, que se acercó a nosotros, otra vez acompañado de su escudo, Renata. Le echó un vistazo a Ryam y Helen, que se habían transformado para la ocasión ―ya me había sorprendido al verle a él cuando se había transformado en la celda, pero ella se llevaba la palma, de veras. Ver a una mujer tan grande y musculosa me impactó, en serio, parecía una culturista, pero a lo bestia―, y llevó esas repugnantes pupilas vidriosas a nosotros de nuevo.
―Buenos días ―nos saludó.
Ja, como si estos lo fueran. Lo decía como si nos marchásemos de excursión.
―Esperemos que así sean ―le respondió Carlisle.
―Esperemos, amigo mío ―coincidió, asintiendo con esa cabeza poblada de ese cabello negro que seguía cubierta por la escafandra de Varick―. En fin, no perdamos más tiempo. La batalla nos espera ―se estaba dando la vuelta para volver con su chusma cuando, de pronto, se detuvo y se giró hacia mí―. Por cierto, una serenata preciosa y abrumadora la de anoche ―y me mostró una de sus asquerosas sonrisas.
Vete a la mierda, le contesté.
Él solo escuchó el gañido y, por supuesto, lo malinterpretó. Se dio la vuelta, creyendo que yo se lo había agradecido y, por fin, regresó con su séquito de chupasangres.
Qué pena que no pudiera escuchar lo que le dijiste de verdad, lamentó Leah con acidez mientras ya echábamos a andar.
De pena nada, ya se lo diría a la cara en otra ocasión.
Una vez más, Nessie iba sobre mi lomo. Todavía no se había transformado, ya que cuantas más energías guardase, mejor. Carlisle había venido con una mochila refrigerada llena de bolsas de sangre que ahora llevaba ella en su espalda, pero era mejor posponer la transformación todo lo posible.
En un abrir y cerrar de ojos, estábamos galopando a toda mecha por esos bosques mediterráneos. Las manos y las piernas de Nessie estaban muy tensas, señal de que ella se encontraba así.
Los robles, pinos y encinas pasaban a nuestro lado vertiginosamente, tanto, que solamente se distinguían unos borrones marrones y verdes que zumbaban con precipitación en nuestros oídos. De pronto, se divisó un claro entre toda esa vegetación, un agujero entre la maleza que era pequeño al principio, pero que con nuestro raudo avance se iba haciendo más y más grande. El hedor a chupasangres se multiplicó por dos y apretamos el paso de nuestras patas y piernas.
Hasta que ese hueco en los árboles se hizo presente del todo, entonces los Vulturis y su guardia ralentizaron su marcha al máximo, haciéndonos pegar un frenazo a todos los lobos y a la pareja de gigantes ―los Cullen ya parecían conocer bien toda esta parafernalia y no les pilló desprevenidos―, y su carrera se transformó en una marcha casi fúnebre, lenta y cadenciosa.
Lo único que faltaba en este cuadro eran los tambores de guerra, hay que ver.
Nuestros nervios aumentaron hasta ese techo que marcaba el tope que no debían sobrepasar, y, por fin, salimos por el hueco que dejaban esos árboles.
Mierda, ¿qué demonios es esto?, exhaló Leah sin poder creerse lo que nuestros perplejos ojos estaban viendo.
Pude escuchar cómo Rosalie rechinaba los dientes y cómo Esme exhalaba con temor, aunque ellas solamente veían la mitad. El panorama no podía ser más terrorífico y dantesco, sobre todo para mi manada y para mí, que nos detuvimos, de la impresión.
Ante nosotros se abrió una verde y kilométrica pradera que estaba tomada casi al completo por un ejército de vampiros, todos con esa segunda piel de color malva, ese aura, que relumbraba maldad por todas partes. Estos se extendían en una formación rectangular que me recordaba mucho a esas de las películas de romanos. Pero eso no era todo. Otro numeroso batallón de gigantes de piel grisácea, sin olor alguno y unos ojos blancos, carentes de iris y pupilas, se repartía en la parte delantera de la formación. Y ahora venía lo dantesco.
Nadie más que nosotros podía verlo, pero ellos no destilaban aura alguna, no tenían segunda piel, sino que de cada gigante salían unas presencias humanas, formas sobrenaturales, como fantasmas, que se aferraban al cuello con lo que parecían ser sus manos mientras las piernas y los pies eran arrastrados en un vuelo hacia arriba. Sus etéreos y semitransparentes rostros estaban desfigurados por un perpetuo sufrimiento, por una larga y profunda angustia, casi podía escuchar sus dolorosos lamentos y quejidos.
Supe lo que era en cuanto mi corazón y todo mi cuerpo, incluida mi estupefacta sesera, se calmaron un poco.
Esos fantasmas eran las almas de los gigantes, esos que habían sido humanos una vez. Y esos espíritus se negaban a abandonar sus cuerpos, querían regresar a ellos desesperadamente, luchaban con todas sus fuerzas para que el más allá no les arrastrase.
Por eso Edward no podía ver nada en la mente de esos gigantes, eran muertos vivientes, sus almas estaban fuera de su cuerpo.
En cuanto todo esto se discernió en mi cerebro, toda mi manada lo vio también.
Se me erizó toda la pelambrera de mis hombros y Nessie lo notó, claro, aunque no dijo nada. Quizá pensaba que se debía solo a lo que ellos veían. Mierda. Pero ella se transformaría en breves y vería la dantesca realidad que se escondía tras esos gigantes, cosa que no me gustaba nada. No quería que ella viese esto.
De pronto, esos rostros fantasmales se giraron hacia mí y comenzaron a chillarme con un grito ahogado y silencioso para implorarme y suplicarme algo que no podía oír, aunque no soltaron a su correspondiente gigante.
Pude echar a andar cuando Nessie se aferró a mi pelaje con más fuerza y me despertó de esta pesadilla viviente.
―¡Mis padres y mis tíos están ahí! ―exclamó de repente con un nudo en la garganta, señalando con el dedo.
Nuestros ojos enseguida se fueron a donde indicaba mi mujer y les vimos.
Me había quedado tan en shock, que no me había fijado en los cuatro brillos dorados que se mezclaban en ese rectángulo de color malva. Justo delante de toda esa formación, se encontraban Bella, Edward, Alice y Jasper, sin embargo, no estaban juntos. Alice y Jasper se encontraban en los extremos de la primera fila, y Bella y Edward más al centro, pero separados. Los cuatro se distribuían a lo largo de la fila inicial de la formación. Pero, cómo no, había algo más. Sus rostros no mostraban emoción alguna, miraban al infinito, sin una arruga que delatase que esos semblantes de mármol se pudieran mover, sin un solo tic. Si no llega a ser porque sus almas doradas refulgían dentro de sus cuerpos, juraría que eran estatuas. Era como si estuviesen hipnotizados.
Todos nos quedamos perplejos.
Esta vez no fue solo Rosalie la que hizo rechinar sus muelas, también nos unimos Emmett, Nessie y yo. Mi chica encerró mi pelo con más fuerza, llegando incluso a tirar un poco de mi piel, pero ni lo noté. Estaba demasiado cabreado como para notar nada más que no fuera mi furia.
No tardamos nada en ver a los culpables de todo este alboroto. Junto a Bella y Edward, en el centro de la fila, Vladimir y Stefan, esperaban nuestra llegada.
Y nosotros no les hicimos esperar.


3 comentarios:

  1. Muy bueno! Este capitulo todo de todo!
    Risas, emociones, asombros, bronca, ansiedad, suspenso..
    Ya quiero saber que pasa.. wua! muy bueno. Repito Otra vez!
    sol*

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  2. Muchas gracias, Sol!!! Me alegro de que te gustase =)

    Lametones para ti!!!
    JACOB&NESSIE ^^

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  3. ¡HOLA! SOY NOVIEMBRE:
    A MI TAMBÍEN ME HA GUSTADO MUCHO; COMO DICE SOL, TIENE RISAS, ENFADOS, EMOCIONES, UN SIN FIN DE SENTIMIENTOS ENTRE LA MANADA Y TODO ESE CONJUNTO DE SERES DISPARES, PERO QUE SE UNEN EN UNA PIÑA; A TODOS POR UNA CAUSA O POR OTRA TIENEN QUE ESTAR UNIDOS.
    TAMARA, COMO VERAS ME HA GUSTADO TU ENFOQUE EN LA HISTORIA,BUENO NO ME ENRROYO MÁS Y SIGO LEYENDO. BESOTES

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