¡¡FELIZ AÑO NUEVO A TODOS!!
¡¡QUE VUESTROS SUEÑOS SE CUMPLAN EN ESTE 2012!!
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NUEVA ERA II. COMIENZO 2ª Parte (Continuacion de "NUEVA ERA II. COMIENZO 1ª Parte").
Para leer este fic, primero tienes que leer el anterior "Despertar", que se encuentra en los 7 bloques situados a la derecha de este blog, "Nueva Era I. Profecía" y "Nueva Era II. Comienzo 1ª Parte". Si no, no te enterarás de nada 😏
CAPITULOS:
PARTE DOS: NUEVA ERA
RENESMEE:
77. ACAMPADA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/08/nueva-era-capitulo-77-acampada.html
78. EL LAGO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-78-el-lago.html
79. EN MEDIO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-79-en-medio.html
80. LICÁNTROPO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-80-licantropo.html
81: DECISIÓN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-81-decision.html
82. CUMPLEAÑOS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-82-cumpleanos.html
83. IRRUPCIÓN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-83-irrupcion.html
84. REENCUENTRO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-84-reencuentro.html
85. GRIPE: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-85-gripe.html
86. FALLO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-86-fallo.html
87. GIRO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-87-giro.html
88. BUENA Y MALA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-88-buena-y-mala.html
89. FELICITACIONES Y PLANES: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-89-felicitaciones-y.html
90. APOYO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/09/nueva-era-capitulo-90-apoyo.html
91. CARTA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-91-carta.html
92. INTERESES: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-92-intereses.html
93. BENEFICIO COLATERAL: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-93-beneficio.html
94. ECOGRAFÍA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-94-ecografia.html
95. FANTASMAS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-95-fantasmas.html
96. MANIOBRA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-96-maniobra.html
97. "NO PUEDO": http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-97-no-puedo.html
98. SANGRE: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-98-sangre.html
99. HERIDOS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-99-heridos.html
100. PRUEBA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-100-prueba.html
101. ENTRENAMIENTO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-101-entrenamiento.html
102. 6 DE FEBRERO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-102-6-de-febrero.html
103. PACIENCIA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/10/nueva-era-capitulo-103-paciencia.html
104. UN SER SUPERIOR: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/11/nueva-era-capitulo-104-un-ser-superior.html
105. ENVIDIA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/11/nueva-era-capitulo-105-envidia.html
106. CAMBIO DE PLANES: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/11/nueva-era-capitulo-106-cambio-de-planes.html
107. PASAR PÁGINA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/11/nueva-era-capitulo-107-pasar-pagina.html
108. LA ESTRATEGIA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/11/nueva-era-capitulo-108-la-estrategia.html
109. A CASA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/11/nueva-era-capitulo-109-casa.html
110. DE NADIE (PARÉNTESIS JANE): http://jacobnessie.blogspot.com/2011/11/nueva-era-capitulo-110-de-nadie.html
JACOB:
111. ¿QUÉ PUEDES HACER CUANDO TUS TRIPAS SON UN MANOJO DE NERVIOS?: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/11/nueva-era-capitulo-111-que-puedes-hacer.html
112. MENUDO PANORAMA QUE TENGO DELANTE: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/11/nueva-era-capitulo-112-menudo-panorama.html
113. ¡¿Y A MÍ QUÉ DEMONIOS ME IMPORTA EL PODER?!: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/11/nueva-era-capitulo-113-y-mi-que.html
114. NO, AHORA MISMO NO PODÍA PERDER EL TIEMPO CON ESO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/11/nueva-era-capitulo-114-no-ahora-mismo.html
115. VENGA, VENGA, YA QUEDA MENOS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/11/nueva-era-capitulo-115-venga-venga-ya.html
116. POR FIN, ¡POR FIN! UN MOMENTO, ¿PERO QUÉ ES ESTO?: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/11/nueva-era-capitulo-116-por-fin-por-fin.html
117. ATROZ (PARÉNTESIS. PARTE 1. RENESMEE): http://jacobnessie.blogspot.com/2011/12/nueva-era-capitulo-117-atroz-parentesis.html
118. VALOR (PARÉNTESIS. PARTE 1. RENESMEE): http://jacobnessie.blogspot.com/2011/12/nueva-era-capitulo-118-valor-parentesis.html
119. SIGUE EL CAMINO DE BALDOSAS AMARILLAS, SIGUE EL CAMINO DE BALDOSAS AMARILLAS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/12/nueva-era-capitulo-119-sigue-el-camino.html
120. ESTO DEMUESTRA QUE NO SOY UN DIOS, COMO OTROS SE PIENSAN: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/12/nueva-era-capitulo-120-esto-demuestra.html
121. NESSIE, NO ME DEJES... NO ME DEJES...: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/12/nueva-era-capitulo-121-nessie-no-me.html
122. ¡MALDITO CHIFLADO! ¡ELLA ES MÍA!: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/12/todos-los-capitulos-registrados-en.html
123. ¡TING! ¡PRIMER ASALTO! ¡QUE EMPIECE EL COMBATE!: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/12/nueva-era-capitulo-123-ting-primer.html
124. ¡¿TENDRÁN CARA?! ¡¿PERO DE QUÉ VAN?!: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/12/nueva-era-capitulo-124-tendrian-morro.html
125. LLAMANDO A QUIL, LLAMANDO A QUIL. AQUÍ EL PLANETA TIERRA. CORTO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/12/nueva-era-capitulo-125-llamando-quil.html
126. NENA, CIELO, PRECIOSA, CARIÑO: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/12/nueva-era-capitulo-126-nena-cielo.html
RENESMEE:
127. INVASIÓN DE VISITAS: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/12/nueva-era-capitulo-127-invasion-de.html
128. CUARENTENA: http://jacobnessie.blogspot.com/2011/12/nueva-era-capitulo-128-cuarentena.html
INCIDENTE
Ambos nos quedamos en el
vestíbulo, parados. Jake me miró, mordiéndose el labio algo descontento y
fastidiado por la notificación que acababa de recibir por teléfono.
―No te preocupes, iré a
buscarle yo en mi forito ―le calmé, acariciando su brazo.
―Es que me da mucha rabia
―resopló, poniendo los brazos en jarra al tiempo que miraba hacia un lado.
Luego, volvió la vista a mí para seguir hablando―. Mira que llevo tras los
dichosos neumáticos dos semanas y no había forma, nada, el distribuidor que
para el jueves, y ahora que tengo cosas que hacer, se dan prisa y me dicen que
los tienen para hoy ―chistó.
―Pues Anthony no puede
quedarse más tiempo en casa de mi familia ―declaré, ahora mordiéndome el labio
yo―. Están a punto de salir hacia Seattle para ir al teatro, ya tienen las
entradas desde hace un mes. Aunque, si quieres, les digo a mis padres que no
vayan y se queden un poco más con Anthony hasta que salgas del taller y podamos
ir a buscarle los dos, o les puedo decir que lo traigan ellos. No creo que les
importe, es más, seguro que se quedan con él encantados.
De eso estaba completamente
segura.
―No, deja, si ya tienen las
entradas desde hace un mes… ―suspiró.
―Bueno, cielo, no pasa
nada. Entonces yo recogeré a Anthony en mi coche, y cuando llegues a casa ya nos
tendrás aquí y podrás verle. O mejor, ¿qué te parece si nos pasamos por el
taller a buscarte? Así volveremos a casa los tres juntos ―le propuse.
Por primera vez desde que
colgó el teléfono, sonrió.
―Eso me gusta más ―afirmó,
acercándose a mí para rodear mi cintura. La noche se nos había alargado más de
la cuenta, hasta bien pasada la mañana, y hacía solo un par de horas que
acabábamos de estar juntos, pero mis mariposas se revolvieron por mi estómago
con vehemencia, era inevitable―. Porque también quiero verte a ti y estar
contigo, ¿sabes?
―Sí, lo sé ―le sonreí,
llevando mis brazos a su cuello.
Los dos ampliamos nuestras
sonrisas y acercamos nuestros labios para que saciaran su sed un poco más.
Me hubiera quedado así para
siempre, saboreando sus suaves, afrodisíacos y ardientes labios que hacían que
mis mariposas se volviesen locas, ese dulce y abrasador aliento que caldeaba
todo mi cuerpo, y esa mágica energía que siempre nos envolvía, pero,
desgraciadamente, se nos había hecho bastante tarde, así que no nos quedó más
remedio que terminar el beso y despegarnos. Hablé cuando volví a recuperar la
cordura.
―Tengo que ir a buscar a
Anthony ―conseguí murmurar en su atrayente boca.
―Sí, claro ―asintió,
separando nuestros rostros al tiempo que tomaba una buena bocanada de aire para
recomponerse.
Sonreí con satisfacción. A
veces no me creía que un hombre como él suspirase por mí, me daba la sensación
de que todo era un hermoso sueño, pero así era. Era real.
―Te veremos en el taller
―le dije, dándole un último beso, este en la mejilla, y despegándome de él del
todo.
Cogí las llaves, que
reposaban en el recibidor, y abrí la puerta.
―Si salgo antes te llamo al
móvil, así que estate atenta ―me pidió.
―Sí, no te preocupes
―sonreí de nuevo―. Te quiero.
―Te quiero ―murmuró,
mostrándome esa sonrisa torcida que me volvía loca.
Le eché un último buen
vistazo para que mis retinas se quedasen contentas y me di la vuelta para salir
por la puerta, antes de que sucumbiera a la tentación y volviera a abalanzarme
sobre él.
Cerré a mis espaldas y me
encaminé hacia mi Ford Festiva del 90 blanco, el cual se encontraba aparcado
junto al garaje. En cuanto me subí y me puse el cinturón, arranqué y salí de
nuestro jardín.
Pegué dos bocinazos a modo
de saludo cuando pasé por delante de la casa de Billy y él se asomó rápidamente
a la ventana de la cocina para decirme adiós con la mano, sonriéndome. Salí a
la carretera que lleva a Forks y le metí un poco más de caña al coche.
Mientras mi forito avanzaba
a gran velocidad, me puse a canturrear esa canción que estaban poniendo en la
radio. No sabía ni el título, pero era muy pegadiza, la verdad.
Recorrí la carretera de La
Push, pasé a la de Forks, atravesé el pueblo, seguí por la autopista y llegué a
la salida que daba al camino sin asfaltar que llevaba a la casa de mi familia.
No tardé mucho más en dar con la gran vivienda. Estacioné el coche delante del
porche y me bajé volando del vehículo. Estaba ansiosa por ver a mi pequeño
Anthony.
Subí las escaleras y abrí
la puerta con las llaves que aún poseía. Nada más atravesar el umbral, ya vi a
mis tíos y mis abuelos en el sofá.
―Hola ―saludé en general
con una sonrisa, cerrando la puerta detrás de mí.
―Hola, cielo ―me contestó
mamá con otra, hablando por todos.
Mi madre estaba sentada en
el sofá, junto a mi padre, que sostenía a Anthony en sus brazos. El niño estaba
en uno de esos pequeños ratos en los que permanecía despierto, y toda mi
familia estaba congregada a su alrededor para no perderse ni un detalle del
mismo. Todos le miraban engatusados, en cambio él parecía estarlo solamente con
mi padre, que era justo el que tenía delante.
―Déjame cogerlo un rato
―imploró Alice.
―Tú ya lo tuviste anoche
―se opuso mi padre.
Mi tía le dedicó un mohín.
Me acerqué a ellos con paso
presto.
―¿Qué tal se ha portado?
―quise saber, mirando a mi hijo.
Estaba doblemente envuelto
en una manta, para que no cogiera frío en ninguno de los brazos que le rodeaban
y que se peleaban por tenerle. Era una solemne tontería, pero hasta me fijé en
si había crecido algún centímetro que me hubiese perdido. No lo había hecho en
absoluto, por supuesto.
―Estupendamente ―sonrió
mamá sin dejar de observar a Anthony con ese embobamiento―. Se ha tomado el
biberón en las horas señaladas y no ha llorado nada en toda la noche.
―Sí, es un tragón ―me reí,
recordando las palabras de Jake.
Mi madre por fin bajó de su
nube y me miró.
―Por cierto, ¿dónde está
Jacob?
Papá estaba tan atontado
con el bebé, que ni siquiera se había fijado en mi mente, así que no les había
anunciado nada antes de que yo llegase.
―El distribuidor de
neumáticos le ha llamado para avisarle de que se los van a llevar hoy y ha
tenido que irse al taller, por eso he venido yo a buscar a Anthony ―le desvelé,
extendiendo mis brazos hacia él con una sonrisa.
Ya me moría por cogerlo y
comérmelo a besos.
Mi padre se levantó y me
pasó a mi hijo con suma delicadeza. En cuanto su cabecita se posó en mi brazo y
sus ojitos verdes me vieron, Anthony sonrió con la misma sonrisa de su padre y
pataleó al aire con alegría, levantando la manta que cubría su pequeño cuerpo.
Tenía dos meses, sin embargo, parecía mentira, pero ya me reconocía, y siempre
reaccionaba de la misma forma al verme. No podía evitar emocionarme y sentirme extremadamente
feliz cada vez que veía esa carita entusiasmada.
―Hola, cielo, mamá ya está
aquí ―le susurré, sonriéndole.
Alcé mi brazo un poco para
que su rostro llegase mejor, inspiré el maravilloso aroma dulce y fresco de su
piel, el cual estaba mezclado con una colonia infantil que alguien le había
echado, y le di una serie de besos tiernos en uno de sus mofletes. Me apetecía
achucharle y comérmelo, pero era tan pequeñito todavía, que tenía miedo de hacerle
daño. Cuando bajé mi brazo los almendrados y grandes ojos de Anthony me miraban
y brillaban con más felicidad, con esa inocencia infantil de un bebé, y
mantenía una sonrisa más amplia que la de antes. Me recordaba tanto a su padre…
―Le he puesto este conjunto
tan mono ―me indicó Alice de pronto, destapando a Anthony para que lo viera.
Mi tía le había ataviado
con un conjunto formado por una camiseta de rayas blancas y verdes estampada
con el dibujo de un hipopótamo y unos pantaloncitos cortos a juego de recién
nacido que se sujetaban por medio de unos anchos tirantes.
―Lo elegí yo ―afirmó
Rosalie, sonriendo y alzando la barbilla con un orgullo que se desbordaba por
todos sitios.
―Bueno, pero el conjunto lo
compré yo ―rebatió Alice sin dejar de sonreír, aunque alzando el mentón
también.
―Pero tú le ibas a poner
otro conjunto, y yo elegí este ―insistió Rose con la misma pose de antes, si
bien ahora más forzada.
Alice la miró, entornando
los ojos.
―Haya paz, por favor ―rogó
Esme.
―Gracias a las dos
―intervine yo, sonriéndoles para aliviar esa liviana tensión entre ellas―.
Anthony está guapísimo, ¿verdad, cielo? ―y le hice una carantoña a mi bebé a la
vez que le acariciaba los mofletes con el dedo.
Anthony correspondió con
otra sonrisa y otro pataleo al aire.
Le sonreí. Era tan
adorable. Tan adorable y risueño como su padre.
Me fijé en que sus mejillas
estaban un poco coloradas, así que retiré la manta que le cubría y le dejé solo
con la ropa que llevaba puesta, hoy también hacía mucho calor. Sus piececitos
descalzos volvieron a patear la nada, contento por verse libre.
―Con razón le llamaba mi
pequeño pateador ―sonrió mamá, acercándose a él para darle un beso en la
mejilla, ya totalmente embaucada por los encantos del niño.
―Sí, sigue siéndolo fuera
de la barriga ―me reí.
―Es un niño adorable, sin
duda ―declaró Rosalie, pasando los dedos por el pelo del bebé―. Y muy, muy
guapo.
―Bueno, ya está bien
―protestó Emmett en broma―. Vamos a tener que ponernos celosos de este renacuajo.
―Coincido contigo ―le apoyó
Jasper.
―No digáis tonterías ―bufó
Rosalie.
Emmett se carcajeó.
Me lo estaba pasando muy
bien, pero ya se me estaba haciendo tarde. Jake no tardaría mucho en terminar
su tarea en el taller con el distribuidor de neumáticos, y quería llegar a
tiempo para recogerle.
―En fin, tengo que irme
―suspiré.
―Nosotros también ―cayó mi
madre, mordiéndose la uña del dedo pulgar sin dejar de observar a Anthony.
―No te preocupes, mamá, ya
le dejaré aquí otro día ―le calmé.
No me importaría nada
repetir otra noche como esta, y viendo que ellos estaban tan encantados de
tenerle aquí, seguro que la repetíamos en alguna otra ocasión.
―No quiero meteros prisa, y
yo también disfruto mucho con la compañía de Anthony, pero debemos partir ya hacia
Seattle si no queremos llegar tarde a la obra ―apremió Carlisle.
―Sí, iros ya ―les azucé,
acercándome hacia el portabebé para coche que reposaba junto a la puerta―.
Nosotros nos vamos ahora.
―Espera, déjame despedirme
de él ―me pidió mamá, poniéndose a nuestro lado como un invisible rayo.
En menos de un latido de
corazón, mis tías y Esme la acompañaban. Se pusieron a darle besos y a
agasajarle con carantoñas y arrumacos, hasta que mi padre se metió por el medio
y salvó al pobre Anthony.
―Yo también quiero
despedirme de mi… de Anthony ―corrigió.
Acercó su rostro marmóreo y
blanquecino al mestizo de su nieto y le dio un tierno beso en la frente.
Anthony le dedicó una de sus alegres sonrisas y mi padre se quedó embobado.
Mi madre aprovechó la
ocasión para darle otro beso al bebé. Se quedó observándole con una sonrisa
bobalicona, le acarició la mejilla con el dedo y se colocó junto a mi padre,
tomándole de la mano.
―Bueno, ya que estáis, yo
también voy a despedirme de mi sobrino ―declaró Emmett, abriéndose paso entre
todos con su enorme corpachón.
Le dio un beso en la frente
con sus mejores intenciones, pero cuando se estaba despegando del niño, este se
puso tan contento que sin querer le propinó una patada en el mentón con uno de
esos pataleos que todavía no controlaba bien. A mi tío no le pasó nada, claro,
pero Anthony empezó a llorar, ya que la barbilla de Emmett era dura como la
piedra.
―Vaya por Dios ―lamentó
papá, mirando a Anthony con algo de angustia.
―Emmett, tienes que tener
más cuidado ―le regañó Rosalie―. Es un bebé humano.
―Lo siento ―se disculpó Em,
preocupado.
―No pasa nada ―le sonreí
mientras acunaba al niño y lo balanceaba para que se calmase. Cogí su pequeño
pie y se lo examiné. No tenía nada, por supuesto, solamente se había hecho daño
por el golpe―. Ya está, ya está ―le dije al bebé, arrullándole. Luego, me
dirigí a Emmett―. No ha sido nada, tranquilo.
Cogí el chupete que estaba
enganchado en la camiseta de Anthony y se lo metí en la boca para que se
tranquilizase. A los dos segundos se puso a succionar y se calló. Le limpié las
dos lágrimas que le habían caído con los dedos y seguí acunándole otro poco.
―Como para hacerle algo
―suspiró Em, más tranquilo―. Si Jacob se entera, me mata ―bromeó.
―Sí, ya te veía huyendo del
país ―se mofó Jasper.
Emmett se volvió a
carcajear.
―Bueno, tenemos que irnos
―repetí, ahora con más prisas.
―Claro ―asintió mi madre―.
¿Vais en tu coche?
―Sí ―asentí, agachándome
hacia el portabebé.
―En fin, no hace falta que
te lo diga, pero conduce con cuidado.
―Sí, no te preocupes
―recosté a Anthony, que ya estaba durmiéndose, y le sujeté bien con el arnés.
―Está todo en la bolsa ―me
indicó papá, cogiendo la misma del suelo para ayudarme―. Ah, y ya hemos
esterilizado los biberones.
Me alcé, sosteniendo el
portabebé por la asidera.
―Gracias. A todos ―les
sonreí.
―De nada, cariño. Cuando
quieras, aquí estamos ―me correspondió Rosalie.
Por su tono de voz y por su
continua mirada clavada en Anthony adiviné que ese cuando quieras esperaba
que fuera muy pronto.
―Sí, lo sé ―reí―. Bueno ―me
giré hacia la puerta y la abrí―, pasadlo bien en el teatro.
―Así lo haremos ―sonrió
Jasper.
Salí hacia el exterior,
seguida de mi padre, que cargaba con la bolsa de Anthony, y de mi madre, que no
cargaba con nada, pero que seguro que quería darle un último beso al bebé. El
resto se quedó en el umbral.
―Hasta mañana ―me despedí
de camino al coche.
―Hasta mañana ―me
respondieron los que quedaron atrás.
Mientras mi padre me ponía
la bolsa en el asiento delantero, yo anclaba el portabebé en el trasero y lo
enganchaba con el cinturón de seguridad. En cuanto salí por el hueco de la
puerta, mamá se metió para besuquear a Anthony un poco más. Me reí, porque la
escena ya me daba la risa. Mamá no se cansaba nunca.
Después, mi padre cerró la puerta
y se acercó a mí para despedirme con un beso. Mi madre hizo lo mismo, pero
cuando terminó con Anthony. Les di un beso a ellos también y me metí en el
coche.
Iba a pegar otro par de
bocinazos como salida triunfal, pero me contuve, puesto que Anthony ya estaba
dormido, así que me limité a despedirme con la mano y también aproveché para apagar
el estéreo.
Recorrí la senda que
llevaba a la vivienda de mi familia y llegué a la autopista. Anduve varios
kilómetros, tomé la salida que llevaba a Forks, atravesé el pueblo y terminé
girando para acceder a la carretera de La Push.
Los árboles que se
presentaban a lo largo del recorrido se iban disgregando con velocidad a ambos
lados según pasaba mi forito blanco, aunque las blancas y abundantes nubes que
inundaban el cielo azul parecían quedarse estancas en el mismo sitio, como si
en realidad no avanzásemos nada. Dentro del vehículo lo único que se escuchaba
era el rugido del motor y los latidos desacompasados del corazón de Anthony y
el mío.
Ahora que la circulación de
otros coches era prácticamente inexistente y que la carretera presentaba un
trayecto recto, aproveché para echarle un fugaz vistazo a Anthony. Me bastó
medio segundo. Aunque no le veía la carita al ir en contramarcha, pude
comprobar que tenía la cabeza ladeada y seguía durmiendo plácidamente, con el
chupete puesto.
De repente, pegué un brinco
en el asiento cuando mi pulsera comenzó a vibrar de una forma inopinada e
insistente.
―Oh, Dios mío… ―fue lo
único que me dio tiempo a murmurar, con nerviosismo y urgencia.
Mi pie se clavó en el freno
y el coche se detuvo bruscamente, provocando que las ruedas chirriasen un poco
en el asfalto, del derrape de la frenada, y que el vehículo pegase un cabezazo
hacia delante mientras el cinturón tiraba de mí para mantenerme en el asiento y
me ahogaba. El enorme pino que seguía la fila de árboles que bordeaban la
carretera se cayó justo delante de mis narices, pero gracias al aviso de mi aro
de cuero, a mis reflejos y a los buenos frenos de mi forito, lo hizo a un par
de metros y nos salvamos por los pelos. Eso sí, el coche se me caló.
Lo primero que hice fue
quitarme el cinturón de seguridad y girarme hacia atrás para asistir a Anthony,
que rompió a llorar. Logré colarme entre los asientos y me senté en el trasero,
junto a él. El anclaje y el cinturón también habían agarrado al portabebé, así
que no tenía nada, simplemente un buen susto que le había despertado. Quité las
cintas que rodeaban su cuerpo y lo saqué de ahí para arroparle en mis brazos.
―Ya está, mi vida, ya pasó
―le susurré al tiempo que lo meneaba un poco y le daba un beso en la frente.
Salí del coche para mirar
qué había pasado, sosteniendo al bebé en mis brazos, pero también por
seguridad. Si otro vehículo, por lo que fuera, venía lanzado y distraído, podía
darnos por detrás, así que era peligroso quedarse dentro. Además, la pulsera
seguía vibrando, señal de que se acercaba algún tipo de peligro.
La enorme copa cónica del
pino yacía en el suelo, obstaculizando toda la calzada. Observé lo que quedaba
en pie del tronco, extrañada. ¿Por qué se habría quebrado? No tenía pinta de
estar enfermo o dañado.
Pero Anthony demandaba toda
mi atención. Me fui hacia el arcén para tranquilizarle un poco. Después,
tendría que llamar para avisar de este incidente y que alguien se ocupase de
retirar el árbol, y para avisar a Jake de que ya no me daría tiempo a ir a
buscarle al taller. Qué fastidio.
Suspiré y me centré en mi
hijo.
Acaricié sus mejillas
mojadas y le enjugué las lágrimas. Luego, le puse en chupete, que ahora colgaba
de la cadena de plástico enganchada a su camiseta.
Anthony se calmó un poco y
dejó de llorar, sin embargo, mi pulsera no estaba tan tranquila, porque de
pronto volvió a vibrar con alarma.
No me dio tiempo ni de
preguntarme qué estaba pasando. En cuanto mi vista se alzó para mirar a la
carretera, todo mi cuerpo se paralizó, hasta mi corazón se detuvo.
Alina, Keiler y Zhanna
estaban frente a mí, a unos escasos cinco metros, ni siquiera les había oído
salir de donde fuera. Todos clavaban sus miradas rojas de sangre en mí, sin quitarme
ojo, pero la mirada de Alina era espeluznante. Sus encarnados ojos destilaban
un odio que iba más allá de una enemistad, sin embargo, un calambre helado y
gélido atravesó todo mi cuerpo cuando llevó sus desquiciadas y despiadadas pupilas
hacia Anthony. Esas pupilas clamaban venganza, la reclamaban a voces, y supe
con total certeza que no buscaba pelea, lo que buscaba era matarnos sin cuartel
y torturarnos, en un ojo por ojo.
No, no, no... Mi pequeño
Anthony…
―No… ―murmuré, horrorizada,
apretando a Anthony contra mí a la vez que mi mano le cubría para protegerle―.
¡No! ―grité después, dándome la vuelta precipitadamente para echar a correr
hacia el bosque que limitaba con la carretera.
El niño empezó a llorar de
nuevo, debido al agitado desplazamiento, y mis piernas se movían muy deprisa,
pero no lo suficiente. Tenía que transformarme para que mis movimientos fueran
menos bruscos, si el bebé seguía llorando sería imposible zafarse; y para ser
más rápida, a esta velocidad nunca podría huir de ellos. Busqué el fuego en mi
interior y lo llevé por toda mi espalda, dejando que fluyera libre. Mi corazón
latió una última vez a su ritmo normal y mi cuerpo entró en un estado casi
vampírico completo.
Ahora mi corazón apenas
latía, se mantenía en un estado de aletargamiento, paciente, mis piernas
avanzaban a la velocidad del sonido y mis movimientos eran más sutiles y
ligeros. Sin embargo, mi piel era helada y mis brazos pétreos y duros, era por
eso que tenía que tener un extremo cuidado con mi hijo. Cualquier mal movimiento
podría poner su vida en peligro. Procuré no tocar su cálida piel directamente,
abarqué su delicado cuerpo con esmero y aceleré.
No sabía adónde me dirigía,
pero tenía que buscar a la manada. Sin Jacob en su forma lobuna no podían
oírme, así que no me quedaba otra. Anthony ya no lloraba, aunque se le notaba
incómodo y algo asustado. Mi pequeño Anthony… Saqué el móvil de mi bolsillo y
marqué el número de Jake a toda mecha.
Mis ojos buscaban
frenéticamente algún movimiento entre los árboles, alguna señal de pelajes
conocidos.
―Hola, cielo, ¿ya estáis
llegando? ―contestó Jake en cuanto descolgó, se notaba que con una sonrisa.
―¡Jake!
Ya no pude decir más. Un
golpe seco y veloz en mi mano me tiró el móvil al suelo. Me giré y vi
horrorizada a Keiler a mi lado, que me sonreía con una mezcla de jugueteo y
maldad. Era la caza de un gato con su ratón.
―Hola, preciosa ―sonrió de
una forma maquiavélica.
―¡No! ―grité, yéndome al
otro lado.
Pero alguien más se
interpuso.
―¡¿Adónde te crees que
vas?! ―me paró Zhanna, ella sin sonreír nada.
―¡Dejadnos en paz! ―chillé,
pegando un acelerón para zafarme de esos dos hostigadores.
Mis pies se vieron
obligados a frenar cuando Alina salió de la nada por los aires y cayó justo
delante de mí, aterrizando al igual que lo haría una gueparda.
―¡Maldita! ¡No escaparás!
―voceó, fuera de sí, levantando su brazo a modo de zarpa para asestarme el
golpe de gracia.
Mi espalda chocó con Zhanna
y Keiler, y me quedé sin escapatoria posible.
―¡NOOO! ―grité, cubriendo a
mi bebé con el brazo.
Estaba a punto de pegar un
brinco hacia arriba a la desesperada, aun sabiendo que Zhanna y Keiler harían
lo mismo para atraparme, cuando otra voz intervino.
―¡Basta! ―ordenó esa voz.
La mano en forma de garra
de Alina se quedó trabada en el aire y sus dientes rechinaron de una forma
audible. Por su expresión me percaté de que ese movimiento no había obedecido a
su voluntad, sino que algo la había obligado a hacerlo. Y no tardé nada en
adivinar qué había sido.
El día que me atacó en el
Jeep de Emmett mi pulsera me había dejado verlo con claridad, ya que ese don
era invisible, como todos los dones de los vampiros, así que si lo había visto,
había sido gracias a ella. Ezequiel me había explicado que el aro de cuero
había sido adormilado para que no pudiera actuar, pero como desde hace un
tiempo la pulsera gozaba de más poder, sí que había conseguido mostrarme eso,
como un último intento de ayuda.
Y en esta ocasión también
volvió a mostrármelo. Mi pulsera vibró y ratificó mis sospechas al dejarme
verlo con claridad. La imagen apareció borrosa al principio, sin embargo, al
segundo se volvió nítida y clara. El látigo negro rodeaba la muñeca de Alina y
le impedía mover el brazo.
Sí, era el látigo negro de
la sombra.